Capítulo I
Él llegó a mi vida en una primavera.
El nuevo brote de amapolas adornaba los jardines del palacio cuando mi padre lo presentó. Jeongin, Hyunjin, Changbin y yo lo miramos receloso. Mi padre había adoptado a Lee Minho como pupilo.
Era muy delgado y pálido, sus rasgos eran afilados y su mirada profunda e intimidante.
—No se junten con él.— Fue lo primero que nos indicó nuestro hermano mayor, Han Hyunjin, que ya era un joven adulto con sus 18 años.
Yo era el hermano del medio y Jeongin el menor, así que en primera instancia decidimos no contradecirlo.
Minho era callado y cohibido, pero con su mirada nos juzgaba desde lejos, no le agradamos. Se pasaba sus días con su pequeño acompañante, un chico igual de flaco y pálido que él. Lee Felix,
Pariente lejano de una casa menor, según sabía.
A pesar de comer con nosotros se mantenía alejado, en una esquina de la mesa, sin decir palabra. Jeongin tenía la teoría de que era mudo, pero yo lo escuché una vez gritarle a Felix. Mi padre nos decía que debíamos tratarlo como uno de nosotros, pero en las expediciones él siempre iba en la retaguardia, era el último en ser servido a la hora de comer y sus habitaciones no estaban en la misma torre que la de nosotros, sino en la del servicio doméstico del palacio.
Cuando cumplí mis 15 años, unos meses después de la llegada de Minho, ocurrió algo que nos obligó a convivir.
Debía iniciar mis lecciones con la espada y él sería mi compañero.
— El arte de la guerra es algo que pocos dominan, ¿Alguna vez han visto a un músico ser uno con su instrumento? Lo mismo sucede con la espada, tienen que ser uno con aquello que blanden entre sus manos, saber que puede ser un arma para asesinar, pero también para salvarse.— Explicó el maestro de armas, un anciano caballero que había luchado en la batalla de Giles, 20 años atrás.
Minho desde el primer momento demostró destreza con la espada, sus movimientos eran precisos, anticipaba dónde iba a golpear casi siempre. Eso o tal vez yo era demasiado torpe.
Terminaba las prácticas con los brazos y rodillas llenas de moretones, no coordinaba bien para dar un golpe. La sonrisa de satisfacción de Lee Minho cuando caía al suelo era molesta, muy molesta. Quizás el único que me comprendía era Felix, él al igual que Changbin, nuestro primo, se entrenaban con nosotros. Changbin le daba unas grandes palizas a Felix cuando entrenábamos. Él se aguantaba las lágrimas delante de nosotros, pero cuando volvía a los largos pasillos del palacio sus mejillas se empapaban.
De ese modo se pasaban los meses de la primera etapa de iniciación para convertirnos en verdaderos caballeros. En Óreleo el entrenamiento para ser condecorado como caballero real era peculiar en comparación a las otras casas, ya que se dividía en tres fases.
La primera etapa consistía en saber dominar la espada y sus movimientos básicos. Pero a mí se me estaba haciendo demasiado complicado. Casi culminaba la etapa y yo aún no podía hacer nada sin dar traspiés. El maestro de armas le indicó a mi padre que si no lograba pasar el último examen todos avanzarían a la segunda fase menos yo. Me dio una paliza por eso.
Salí de sus habitaciones con las piernas temblando y la espalda ardiendo por los latigazos. Me dirigí al almacén de comida de las cocinas, dónde nadie pudiera verme, y lloré por no ser lo suficientemente bueno.
Me encontraba tan absorto en mis emociones que no me di cuenta de que alguien me miraba desde una esquina del oscuro almacén.
—Deja de llorar y levántate.
Alcé la cabeza asustado y limpié rápidamente mis lágrimas. Él me miraba con el ceño fruncido.
—Lárgate. — Fue lo único que logré decir.
— Si no te levantas le diré a todo el mundo que estuviste llorando y eso no le gustará a tu padre. — Lo observé sin poder creer lo que decía, aun así me puse de pie, no necesitaba más problemas.
— Toma.— Lanzó una espada de madera y por reflejo la atrapé.
—¿Por qué me das esto?
— Entrenaremos todos los días luego de la lección con el maestro hasta que llegue el examen. Aquí, a esta misma hora, no lo olvides o te golpeo.
Y con eso se fue. Quedé sorprendido, Lee Minho me estaba ofreciendo entrenar con él para poder pasar mi examen. Lo hubiera esperado de todo el mundo menos de él, pero en ese momento estaba desesperado. Por eso, al día siguiente bajé al almacén y entrené junto a él.
No era tan rudo como solía ser, se preocupaba en explicarme con detalle los movimientos, cómo hacerlos y para qué servían. Si no me salían lo volvíamos a repetir hasta que lo conseguía. El cambio era notorio cuando entrenábamos verdaderamente en la arena de práctica con el maestro de espectador. Iba por buen camino.
El día del examen Minho apretó mi hombro y luego se dirigió al centro empuñando su espada, yo lo seguí.
Balanceé mi peso en ambos pies y tomé firmemente la espada. Sabía que él sería implacable, atacó. Lo esquivé fácilmente, pero de inmediato volvió a lanzar otro tajo, por poco me da, pero mis reflejos fueron más rápidos y me deslicé a la derecha.
Entonces fue mi turno de atacar. Las espadas de madera chocaron enviando vibraciones a mi cuerpo, esta vez mi posición era la correcta y me mantuve firme. Un ataque tras otro, esquivaba, blandía y atacaba. Minho era jodidamente ágil, parecía que bailara alrededor mientras invadía mis flancos por todos, pero me estaba esforzando para darle pelea.
En un instante de suerte el chico se tambaleó y pude tomar ventaja, golpeé su espada fuertemente y salió volando, Minho se agachó para esquivar mi golpe, rodó lejos de mí en busca de su espada. Intenté apresurarme y darle el tajo decisivo, pero en cuestión de segundos ya tenía nuevamente su espada en la mano. Me tomó por sorpresa cuando sentí la punzada en mi estómago.
— ¡Estás muerto! — Declaró con una expresión que no pude descifrar. Yo había perdido.
Seo Changbin ganó el siguiente combate.
-— Estamos acabados. — Suspiró Felix a mi lado. Al igual que yo, a pesar de haber mejorado la técnica eso no nos garantizó la victoria.
Pero asombrosamente pasamos a la siguiente fase.
Esa noche se celebró con una gran cena. Todos hablaban animadamente y mi padre estaba complacido por tener al segundo hijo en camino a ser un caballero de la guardia real. Minho como de costumbre se encontraba en la parte más silenciosa y alejada de la mesa, Felix no lo acompañaba esta vez, pues había entablado una conversación con Changbin quien le explicaba estrategias de ataque.
Me senté a su lado.
— Gracias por ayudarme a pasar el examen.— Dije bajito para que solo él pudiera escuchar.
—No me agradezcas, no fue nada que no hubiera hecho alguien más.
Miré mis manos, nervioso.
—Igual, gracias.
—Ya regresa a tu asiento Jisung, ya no entrenaremos más en el almacén, puedes dejar de fingir que quieres ser mi amigo.
—Pero... Yo realmente quiero ser tu amigo.
Minho me observó con aquella profunda mirada. Y luego sonrió. Mi corazón se detuvo, desde su llegada jamás había sonreído y yo, Han Jisung, había logrado lo imposible.
Un mes después nos preparamos para la segunda fase del entrenamiento. Consistía en viajar hasta el bosque de las luciérnagas para entrenarnos con el guerrero invicto más famoso de Óreleo, y hasta me atrevo a decir, de toda Andalat.
Kim Magnus, era un hombre que luchó en cientos de batallas, se decía que jamás había perdido una. Vivía en el bosque como leñador, pero todos los años recibía aprendices, este año nos tocaba a nosotros.
—¿Alguna vez lo has visto en persona? — Me preguntó Minho mientras empacaba sus pertenencias. Él y yo poco a poco empezábamos a pasar tiempo juntos.
— No, para mí es una leyenda. Aunque Hyunjin dice que en persona es impresionante. Estoy nervioso de conocerlo.
— Dicen que una vez mató a dos hombres chocando sus cabezas.— Respondió Changbin que también nos acompañaba.
—Perturbador.— Comentó Felix.
Esperé esto desde que era pequeño, cuando mi hermano mayor fue a su entrenamiento lloré porque quería acompañarlo. Y ahora que era mi oportunidad estaba ansioso.
Partimos a la mañana siguiente, no llevábamos demasiado. Mamá no paraba de repetir que estaba orgullosa de mí, me despedí del pequeño Innie que se negaba a dejarme ir. Viviríamos con Magnus por un año para aprender verdaderamente lo era ser un guerrero.
El bosque de las luciérnagas no se caracterizaba por ser un lugar especialmente agradable, por lo cual viajar en la noche era muy silencioso y la luz de la luna como única fuente de luz le daba un toque de misterio abrumador. Acampamos junto a la pequeña guarnición que nos acompañaba en el viaje.
— ¿Sabes hacer fuego?— Me acerqué a Minho que frotaba dos ramas.
— Mi padre me enseñó.
—¿Cómo es el rey Lee?— Pregunté, él no hablaba sobre su familia.
— Es un buen hombre.— Dijo concentrado en lo que hacía.
—¿Y...?— Presioné.
— Es sabio y justo. Es mejor persona que tu padre.— Soltó, y no pude contradecir sus palabras. Mi padre no era exactamente un buen hombre.
Las ramas se encendieron.
— ¡Oh, genial!, ¿Me enseñas? —Minho sonrió y cogió otras ramas para explicarme.
El viaje duró tres días, debíamos ir con cuidado, ya que el bosque tenía muchas raíces torcidas en el suelo y los caballos podían tropezar. Magnus vivía en el corazón del bosque, en una pequeña cabaña.
— Bienvenidos futuros guerreros. Mi nombre es Kim Magnus y seré su mentor.
Un hombre de casi dos metros, fornido y bronceado nos recibió. Era impresionante, traté de ocultar mi emoción.
— No quiero saber sus nombres, a partir de hoy todos son nada. Y la nada no tiene nombre. Se dirigirán a mí como señor. Yo les indicaré cuáles serán sus deberes y misiones, mientras no estén haciendo eso van a tallar y harán armamentos. También aprenderán a atender heridas y botánica.
—Señor, pero...— Empezó a decir Felix, pero él lo ignoró.
— No acepto opiniones de ninguno. Yo hablo ustedes escuchan, yo estoy bien y ustedes están mal, así que el próximo que vuelva a interrumpir dormirá desnudo en el bosque.
De inmediato supimos que Magnus era un imbécil.
Nuestra habitación era minúscula y no tenía nada, ni siquiera una cama donde acostarse. Dormíamos apretujados en el suelo.
—¿Cuándo entrenaremos de verdad?, Este idiota solo nos tiene de criadas.— Comentó Seo Changbin a la segunda semana de nuestra llegada.
Lo único que había hecho todo ese tiempo era recoger leña, cocinar, limpiar la cabaña y lavar la ropa de Magnus. Sinceramente no me molestaba, pero sí me decepcionaba, aunque tenía la esperanza que en algún momento empezara la verdadera acción.
— Tú y tú —Nos señaló el hombre una mañana a Minho y a mí.— Trabajarán en la fragua.
Moldear el hierro no era nada fácil, requería esfuerzo físico y paciencia. Minho tenía poca paciencia y sufría cada vez que se le rompía la espada en dos por dejar unos segundos enfriar el material.
—¡Estoy harto!, ¡Esto es una estupidez!— Tiró la espada rota al suelo, se sentó en una roca jalando de sus cabellos, frustrado. Dejé lo que estaba haciendo y me acerqué.
—¡Ey!, intenta de nuevo, solo tienes que ser cuidadoso a la hora de sacarlo del fuego.
— No es eso. Es solo qué... Ya no quiero estar aquí.— Respondió con su mirada gacha.— En serio ese cerdo colma mi paciencia, me hizo limpiar la letrina con su mierda ayer. ¿Se supone que esto es ser un caballero?
— Pues yo también lo detesto, pero no sé que en algún momento entrenaremos como es debido.— Mi mano se posó en la suya y la acaricié con suaves círculos.— Podemos hacer de esto una experiencia llevadera.
Minho miró las manos entrelazadas, y luego subió hasta mi rostro. No me percaté, pero nos encontramos muy cerca, podía ver las gotas de sudor resbalando por su frente. En mi estómago sentí un cosquilleo, solté su mano de inmediato y me levanté.
— Prueba de nuevo, seguro esta vez sí te sale.
Quizás ese fue el primer indicio de que algo andaba mal conmigo.
Minho y yo salíamos todas las tardes en busca de leña. Veía como sus brazos se flexionaban, marcando sus músculos cuando encajaba el hacha en el tronco, la camisa se le pegaba al torso por el sudor dejando en evidencia sus recientes abdominales.
Cuando me encontraba a mí mismo admirando hipnotizado esa escena me sonrojaba y me sentía muy avergonzado. Era mi amigo a quien estaba mirando de esa forma que ningún hombre debería mirar a otro. Se sentía como algo sucio.
Empecé a dormir junto a Felix para no estar cerca de él, y también a evitarlo un poco. No deseaba que descubriera mis pensamientos.
—¿Sucede algo?— Preguntó preocupado cuando me negué a cazar con él y envié a Changbin en mi lugar.
— No, es solo que no me siento muy bien hoy. Creo que el estofado de anoche me sentó mal.
Él colocó el dorso de su mano en mi cuello para tomar mi temperatura, yo me alejé de inmediato.
— No tienes fiebre, probablemente no sea nada grave. Quédate en el cuarto descansando, yo te cubro cuando el imbécil de Magnus pregunte por ti.- Asentí y me dirigí a la cabaña, pero Minho habló otra vez.
— ¿Seguro que no sucede nada, Jisung?— En su rostro se notaba la preocupación. Negué y seguí mi camino.
Una sensación de miedo crecía en mi interior, no entendía qué sucedía conmigo, no había experimentado estos sentimientos antes, pero no era tonto. Escuchaba hablar a Hyunjin y sus amigos de cómo miraban a las chicas, lo que sentían al estar cerca de ellas. Experimentarlo por un hombre no era natural. Recordaba una vez, cuando era pequeño, que dos hombres murieron apretados en la plaza por los ciudadanos de Óreleo, su delito: ser desviados.
Unas horas más tarde Minho entró con una taza humeante.
— Preparé esto para ti, Felix dice que sirve para mejorar la digestión.— Se arrodilló en el suelo dónde estaba acostado y me tendió la bebida. Me incorporé y la tomé.
— Gracias.
Lee Minho extendió su mano y acarició mi cabeza. Di un respingo al sentir su contacto.
— Una pluma.— Enseñó una pequeña pluma que se había pegado a mi cabello.
Pero no se detuvo, su mano volvió a subir y acarició mi rostro. Deslizó un dedo por la línea de mi barbilla. Me estremecí al sentir sus dedos calientes sobre mi piel.
— Estás cambiando, tu rostro se está tornando maduro.— Sus dedos viajaron a mis mejillas y las acarició con su torso.— Me gustan tus mejillas, parecen de ardilla.— Sonrió, continúo el recorrido hasta mis labios.—Y tus labios...
La puerta se abrió de golpe, yo me exalté y me aparté de él.
—¡Corran!, el cerdo volvió herido, parece que lo atacó un lobo.— Changbin jadeó, como si hubiera corrido una larga distancia. Minho y yo nos levantamos y lo seguimos.
Magnus estaba echado cerca de la fogata, con arañazos en los antebrazos, pero lo más perturbador era la herida abierta que iba de la altura del ombligo hasta el pezón, una escena bastante gráfica.
— Bueno...es...es hora dé que les de una lección de cómo tratar heridas. Tú, niño rubio.— Se dirigió hacia Felix.— Coserás la herida. Y tú.— Me señaló.— Serás su ayudante. Trae las vendas, la aguja y los ungüentos.
Fui directamente a la cabaña por lo que me pidió. Regresé y se las entregué a Felix. Le temblaban las manos.
— Limpia la herida.— Le indicó. El pecoso tomó un pedazo de venda y lo empapó en el ungüento. Luego lo pasó por la herida abierta, gorgoteo más sangre.— ¡Afssss!, Se más cuidadoso, mocoso.
Fui pasándole a mi amigo lo que Magnus indicaba, cuando llegó el momento de coser parecía que Felix iba a desmayarse, pero no lo hizo. Cosió de manera limpia la herida y luego cuidadosamente vendo el torso del mayor.
Esa noche volví a dormir al lado de Felix para mantener distancia con Minho, nadie comentó nada al respecto.
— ¿Lo hice bien?— Me susurró Felix antes de dormir, acurrucado a mi lado.
— Lo hiciste muy bien, el vendaje fue perfecto.— Respondí. Sus ojos se iluminaron y me dio una sonrisa, que se mantuvo incluso cuando el sueño lo invadió.
— Ese árbol es altísimo.— Comentó Minho cuando caminábamos por el bosque. Tenía razón, su tallo era grueso con muchas ramificaciones. Era un árbol antiguo, sin duda.— Te reto a ver quién sube más alto.
— No cuentes con ello.— Respondí, solo quería llenar las cubetas en el río y volver a la cabaña.
— ¡Vamos Jisung, no seas aburrido!— Me dio un empujoncito.— ¿O será que tienes miedo?
— ¡Ja!, por supuesto que no.
— ¿Entonces?
— Solo quiero volver a la cabaña.
— Tienes miedo.— Retó.
—¡No lo tengo!— Contesté a la defensiva.
— Entonces sube.— Se cruzó de brazos con aquella sonrisa odiosa en sus labios.
— ¡Bien!— Dejé la cubeta en el suelo y me apresuré a encaramarme en el árbol, él hizo lo mismo.
No era un especialista escalando árboles, pero tampoco se me daba mal. Llevaba la ventaja, Minho me seguía. Subí a una rama que estaba a muchos metros de suelo, si veía demasiado tiempo hacia abajo me daba vértigo. Pero me topé con una que era imposible de escalar, ya que que estaba muy separada de su rama base. Hasta allí llegaba yo. Minho pronto me alcanzó y se sentó a mi lado apretujado contra el tronco.
—¡Wow, la vista vale la pena!— Comentó. Podían ver sobre algunos árboles.— ¡Mira Jisung, ese árbol tiene muchos nidos! — Sonreí al escuchar su tono inocente.
Voltee mi cabeza para mirarlo al mismo tiempo que él lo hizo. Nuestros rostros quedaron muy cerca por el poco espacio que proporcionaba la rama. Sentía su respiración sobre mi cara, mi corazón se aceleró por su cercanía.
Y luego Lee Minho hizo algo que cambiaría la relación que teníamos hasta ahora por completo, me besó.
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