Capítulo 9: Gris oscuro
Los primeros shows como teloneros de Blind Deer fueron alocados. Ensordecedores. Una explosión de energía tras otra. Una hora completa en la que dimos lo mejor de nosotros.
Con el pasar de los días comenzamos a sentir el cansancio en nuestros cuerpos. Pernoctar en la van o en los recintos donde debíamos presentarnos, trajo consigo sus consecuencias.
Nuestra nueva normalidad consistía en viajar dentro de la van, en donde compartíamos espacio con los instrumentos, hasta llegar al local en el que tocaríamos. Si teníamos suerte, el local estaría desocupado hasta la noche del show, lo que significaba que podíamos pasar allí los días. Si no, debíamos «vivir» en la van.
La rutina no variaba mucho. El día de llegada a la ciudad, dejábamos los pies en la calle repartiendo volantes para promocionar el show, si es que aún no se vendían todas las entradas, lo que ocurría el noventa por ciento de las veces.
Teníamos dos o tres días entre un show y otro, por lo que el resto del tiempo lo dedicábamos a nosotros mismos; pasear por la ciudad era lo más habitual.
Esa nueva realidad se sentía pesada. Extenuante. Cada día nuestro ánimo se debilitaba más. No solo era la falta de un buen descanso, sino que también lo era la lejanía de nuestras novias y familias. El escaso dinero que teníamos lo usábamos para alimento y aseo.
Al único que el ánimo no le cambió, ni para bien ni para mal, fue a Dylan. Continuó decaído e irritable como ya nos tenía acostumbrados.
Él bebió sin parar show tras show. Parecía también que había desarrollado un ojo biónico, como un maldito Terminator, infalible a la hora de detectar quién del entorno le podría facilitar cocaína.
Siempre se las arreglaba para conseguir unas rayas gratis. Sin duda, le dio un mal uso a su carisma sociable y gentil, ese que últimamente parecía salir a flote solo para conseguir unas cuantas rayas.
A nadie le sorprendió que las drogas estuviesen presentes en los locales que tocábamos. En ese ambiente. Lo que sí me sorprendió fue la facilidad con la que podíamos conseguirlas sin dinero.
Junto con Brad, Jake y Cristopher, nos limitamos a la marihuana. De vez en cuando usábamos algo diferente, como ácido o éxtasis, sin caer en el abuso y evitando exponernos al peligro en ese ambiente tan caótico. Solíamos consumir esas sustancias en nuestro tiempo de descanso. Siempre acompañados entre nosotros, por si alguien sufría un «mal viaje». Dylan, en cambio, se mantuvo fiel al polvo blanco. Al menos, eso identifiqué desde la distancia.
Eran mediados de julio y la ciudad de turno era Chicago, donde daríamos nuestro séptimo show. Esa fue la primera noche en que Dylan no corrió con suerte para satisfacer su adicción. No logró que alguien le regalase siquiera una raya.
No fue necesario que lo dijera, lo sabía porque al inicio del show anduvo insufrible. Demasiado. Intentó apaciguar los temblores con algo de marihuana y alcohol, pero el efecto tranquilizador fue pasajero.
Esa noche debíamos alojar en la casa de la madre de uno de los integrantes de Blind Deer. La disquera de ellos costeaba su alojamiento, sin embargo, esos sitios eran los más económicos del mercado, lo que tampoco significaba un gran descanso para nuestros colegas.
No fue una sorpresa que esa noche ellos prefirieran alojar en la acogedora casa de cuatro habitaciones de una de sus madres, a la que también nos invitaron. Obviamente, ellos tuvieron la prioridad en la repartición de camas. A nosotros nos quedó solo una y el sofá; sumado al colchón de aire que traíamos, sonaba como el paraíso.
Brad y Cristopher se fueron tan pronto guardamos los instrumentos, minutos posteriores al inicio del show de Blind Deer. Estaban agotados.
Los habría acompañado, no solo por el descanso, sino que también para usar el teléfono y llamar a Rachel. Preferí quedarme y acompañar a Jake en su misión personal de cuidar de Dylan.
Jake también estaba cansado. Sus párpados apenas podían mantenerse abiertos. Al transcurrir unos minutos, le sugerí ir a casa.
—Yo lo vigilaré —prometí, aludiendo a Dylan.
Jake lo meditó unos segundos. Mi historial lo hacía dudar. No me molestaba su falta de confianza en mi criterio, al contrario, lo entendía.
—No tiene ningún sentido que estemos los dos aquí haciendo de guardia. Ve a descansar —insistí—. Te prometo que todo saldrá bien.
Se sintió como un pequeño logro conseguir que accediera.
Cuidar de Dylan, es decir, observarlo desde lejos y asegurarme de que no se metiera en problemas, fue un desafío mayor.
Dylan bebió casi el doble comparado a una noche normal para él.
No sé cómo aguanté tantas horas allí en ese bar. Quería dormir. Quería estar lejos de la gente y del bullicio.
En dos oportunidades, me acerqué a él para decirle que debía moderarse con las cervezas y conseguí solo insultos de su parte.
Me sentía como un maldito psicópata sin nada más que hacer que observarlo.
Si esa parte de mi vida fuese a plasmarse en una película, tendría de fondo la canción Every Breath You Take de The Police. Ese pensamiento se cruzó por mi mente cuando lo seguí hacia fuera del recinto.
Dylan caminó de forma errática un par de metros. Detuvo su andar cerca de unos tachos de basura. Me dio la impresión de que se debatió si tirar la botella que cargaba o seguir su camino, optando por la segunda opción.
Continué tras su paso durante una cuadra más, esperando el momento preciso en que pudiese acercarme.
Ese momento llegó cuando no coordinó bien sus movimientos y terminó tropezándose con un chico que lucía mayor y que iba acompañado de unos amigos en actitud fiestera.
Corrí hacia él. Me disculpé con esos chicos que, entre risas burlescas, se alejaron.
Dylan se acercó a la pared y se dejó caer al suelo, con la espalda pegada al muro, sin soltar la botella.
Fue duro verlo así.
Me repetí a mí mismo que eso era normal. Que los primeros meses serían así, pues eran los más difíciles al terminar una relación. Aunque no sabía si su caso entraba dentro de esa categoría. Creo que ni él lo sabía.
¿Cómo se sigue una relación sin contacto?
Con precaución me acerqué para arrebatarle la botella y la lancé lejos de él. Parecía no notar que estaba a su lado, lo que era bueno.
Lo agarré por el brazo e intenté levantarlo, sin tener éxito.
Sus ojos se clavaron en los míos, con esa chispa asesina que me paralizaba porque sabía de dónde provenía todo ese veneno que tenía acumulado.
—Vete al diablo —balbuceó.
Boté el aire por la boca al erguirme. No supe qué decir para que se uniera a mí, para que cooperara y pudiéramos llegar a casa, con el resto. Sanos y salvos.
—Vamos. —Tan pronto lo toqué, me lanzó un manotazo que alcancé a esquivar.
—¡Déjame en paz!
—Escucha, puedes romperme la cara a golpes si quieres, pero primero lleguemos a casa.
—No podría hacerlo... —soltó una risilla que hizo que sus facciones se suavizaran—. Todo me da vueltas.
Su comentario me relajó. Al menos era consciente de su estado y no se sentía indestructible, como cuando estaba bajo la influencia de la cocaína.
Yo no era el mejor ejemplo para decirle a alguien qué es lo que debería hacer para enfrentar su dolor. Todos somos diferentes y a todos nos duelen las situaciones de distintas maneras.
Intuía que el dolor de Dylan provenía de la ausencia de Connie. Desconocía si había algo más. Lo que sí sabía era que su estado de ánimo había descendido drásticamente desde que ella se fue. Perdió peso, dejó de preocuparse por su aspecto y se refugió en el alcohol y la coca.
El hoyo en el que él se encontraba era de color gris oscuro. A ese ritmo se volvería negro en un par de semanas.
Dejé en el olvido todo pensamiento porque Dylan vomitó.
Me hice a un lado por instinto, cerrando los ojos con fuerza y con una mueca de asco. Los abrí cuando terminé de escuchar su escándalo verbal. El apestoso olor empezó a colarse por mi nariz, provocándome arcadas.
Lo escuché reír. Mi expresión debió causarle gracia.
—¿No sería gracioso si ahora vomitas tú? —preguntó.
—Claro que no.
Él asintió antes de intentar levantarse. Lo ayudé a colocarse de pie y caminamos hasta un sitio donde pudiese sentarse.
Me empujó hacia un lado con brusquedad tan pronto llegamos a una banca y, antes de que pudiera reclamar por el empujón, lo vi vomitar otra vez.
—Podríamos hacer una competencia de vómito... —dijo después de limpiarse de frotarse el dorso de su mano por sobre su boca—. Quien vomite más sería el ganador.
Tambaleándose, tanteó con sus manos la banca para cerciorarse de su ubicación y se sentó en el medio de esta.
—O el que vomite más lejos —agregó.
—Deja de decir esa palabra —amenacé antes de sentir otra arcada.
Bufé con fastidio porque hizo justo lo opuesto. Empezó a repetir «vómito» una y otra vez, casi de una forma infantil.
Cuando finalmente se detuvo, sentí que el aura gris volvió a tomar protagonismo.
—¿Estoy muy mal? —preguntó con inocencia.
—No, Dylan. Solo necesitas dormir y beber cantidades exageradas de agua. Con suerte, la resaca será tolerable.
—No... no me refería a eso.
Lo observé con curiosidad.
—Si eres tú el que me está cuidando, solo una cosa puede significar.
—¿Qué cosa? —me atreví a preguntar ante el silencio que le siguió a su comentario.
—Estoy jodido... El jodido del grupo ahora soy yo.
Me enmudecí por unos largos segundos. De la nada él comenzó a reírse.
¿Por cuántos estados de ánimo había pasado ya?
—Reemplazaremos la competencia del vómito por esa —dijo divertido. Negué con la cabeza—. Me colgaré una medalla que dirá «El más jodido».
Dejó de lado su humor negro cuando su nuevo celular empezó a sonar. Al ver el nombre en la pantalla cambió su mirada llena de esperanza y colgó con notable fastidio. Le pregunté de quién se trataba.
—El dolor en el culo —respondió.
—¿Jake?
—No entiendo por qué está tan obsesionado conmigo.
Extendí mi mano. Le pedí el celular mientras le explicaba que Jake estaba preocupado. Me observó con molestia y extrema seriedad.
El celular volvió a sonar.
Colgó.
—Dylan, dame esa cosa —exigí impaciente—. Está preocupado por ti. Le diré que está todo bien.
—¿Estar contigo significa que está todo bien? —dijo con ironía.
—Sabes a lo que me refiero.
—No, no lo sé... —Estiró su brazo, entregándome el aparato—. Pero no quiero discutir.
A través del celular le comenté a Jake el lugar en el que nos encontrábamos. Tal cual me lo esperaba, se ofreció a venir por nosotros y acepté.
—Ahora ustedes dos son muy unidos —comentó Dylan cuando colgué la llamada.
—A mí también me sorprende. —Le devolví el móvil.
Me sonrió. No fue una sonrisa proveniente de la alegría, sino que del ego. Una que básicamente decía «Siempre supe que terminarían llevándose bien».
Agarré el brazo de Dylan y lo coloqué por sobre mis hombros. Intenté levantarlo, pero él no cooperó. Le expliqué que debíamos ir a otro sitio, uno donde fuese más fácil que Jake nos encontrase. Además, el olor a vómito me tenía asqueado. Me traía malos recuerdos.
Quería salir de allí cuanto antes.
Él negó con la cabeza y parecía que luchaba por contener unas lágrimas.
Le expliqué otra vez, con suma calma, lo que tenía pensado hacer, que lo ayudaría a caminar hacia otro sitio. Su actitud cambió de forma drástica, para mal.
—¡No necesito tu ayuda! —Me lanzó otro manotazo—. Déjame solo.
—Entre más rápido lleguemos a casa, más rápido te...
—¡No! —me interrumpió cargando la misma mirada que me entregó la tarde en que en un arrebato de celos le conté la verdad. Esa mirada que se coló hondo en mi memoria—. No te quiero cerca de mí. ¿No lo entiendes? ¡No soporto lo falso que eres!
—Bien. —Me mordí la lengua para no replicar. En ese punto cualquier respuesta mía habría sido como echar gasolina al fuego.
Caminé por la ciudad durante un par de minutos antes de pedir un aventón.
Estaba molesto. Muy molesto.
También dolido.
Quise creer que no merecí ese trato. Mi antiguo yo sí se lo merecía.
La muerte de Lucy, la lucha contra la adicción a la heroína, que me echaran de la banda y el distanciamiento con Dylan, me obligaron a darle un vuelco a mi vida, a sabiendas de que lo que hice no podía cambiarse ni aunque pasase toda una vida intentándolo.
Conla mirada fija en el cristal del vehículo del buen samaritano que me acercaba ami destino, volví a concluir, muy a pesar, que Dylan jamás me iba a perdonar.
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Les deseo un excelente fin de año y que el próximo sea mucho mejor que el que se va.
♥ Muchas gracias por su apoyo y por recomendar mis historias ♥
Actualizaré el próximo domingo.
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