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Capítulo 5: Atlanta

No soy supersticioso, pero ese viernes trece fue un día extraño.

Todo partió cuando Brad se presentó con su cabello teñido de rojo. No fui el único que le preguntó por qué cambió de parecer; nos había dicho a todos que se lo teñiría de verde una vez que terminase la etapa escolar, de esa forma le iba a dar un simbólico inicio a su nuevo capítulo de vida.

Llevaba casi un año queriendo teñirse el cabello de color verde.

«Emily piensa que este color me queda mejor», fue su respuesta. Sospeché que en ese momento Jake también comenzó a notar que nuestro amigo estaba perdiendo su esencia solo para complacer a su novia, porque le entregó a Brad una de esas miradas que daba antes de soltar un regaño. Aunque esa vez, Jake no dijo nada.

Esa noche llegamos de milagro a tiempo gracias a que Cristopher hizo un muy buen trabajo en estudiar las rutas con antelación.

El local era el doble de tamaño que Insomnia Bar y lucía repleto. No me imaginaba cómo entraría más gente en ese recinto, considerando que tocaríamos en dos horas más y que éramos cuatro bandas las que nos presentaríamos.

Nos encontramos con Martin, el dueño de Insomnia, en el backstage. Ninguno de nosotros esperaba encontrarse con él y verlo allí solo podía significar que ese show era más importante de lo que pensábamos.

Si su presencia nos intimidó, ninguno lo demostró sobre el escenario. Fue como si cada uno de nosotros tuviese que demostrarse a sí mismo que era eso lo que queríamos hacer durante el resto de nuestras vidas.

Casi una hora después del término de la jornada, Martin nos reunió a todos afuera, en el estacionamiento. Cargando una sonrisa tan grande como su barriga, nos dijo que lo habíamos conseguido.

—¿Conseguido qué? —preguntó Jake, tan confundido como todos nosotros.

Martin nos confesó que de las cuatro bandas que tocaron esa noche, una sería la seleccionada para ser los teloneros de Blind Deer, una banda no muy popular, pero que contaba con tres discos de estudio y diez años de trayectoria.

—¿Pensaban que este show era algo dejado al azar? —mencionó Martin—. Les dije que les conseguiría un trato para tocar en otros locales, ¿recuerdan? Pues bueno, este es solo el inicio.

Intercambiamos miradas entre todos. Ninguno dijo algo, pues no comprendíamos de qué carajos hablaba.

—No quería que lo supieran porque se pondrían nerviosos. Aunque no lo crean, he aprendido a conocerlos. Las otras tres bandas ya contaban con experiencia y nadie daba un peso por ustedes. No quería que eso afectara sus mentes. Pueden molestarse conmigo, pero lo cierto es que mi plan funcionó de maravilla.

Martin rodeó el rostro de Brad con sus palmas. Apretó sus mejillas y le dio una leve sacudida.

—¡Ganaron! —Liberó el rostro de Brad—. Blind Deer quiere que ustedes sean sus teloneros. ¡Ustedes! —Sacó de su bolsillo un habano. Luego miró durante un segundo cada uno de nuestros rostros—. Ahora deben decidir si aceptan.

Ante nuestro desconcierto, nos explicó que sería un tour pequeño: once shows en seis Estados del lado este del país y comenzaría en dos semanas.

Me tomó tiempo comprender tanta información. Para esa altura de la noche yo estaba colocadísimo de marihuana, al igual que Brad.

—¿Qué dicen? —Martin encendió su habano—. ¿Aceptan?

Desde ese momento Martin empezó a jugar un papel similar al de un manager, y no lo hacía solo por el dinero, sino que también por un sueño personal. Más adelante nos confesará que él siempre soñó con que su local se convirtiera en la cuna de bandas populares. Esa era la manera con la que él quería aportar a la escena musical.

La música golpeaba a las personas de distintas formas. A algunas las marcaba para siempre, tanto, que sentían que debían hacer algo para retribuírselo. Martin era una de esas personas, al igual que nosotros.


***


Me encontraba en la van, intentando dormir sobre una colcha, con Brad a mi lado. Cristopher dormía en la parte delantera, acomodado a lo largo sobre el asiento de tres cuerpos.

La última vez que vi a Dylan fue alrededor de las dos de la madrugada; estaba conversando con uno de los integrantes de Blind Deer, la banda de la que seríamos teloneros. Los cinco conversamos con ellos durante unos minutos, hasta que con Brad decidimos ir a dormir. Estábamos cansados. Cristopher nos siguió después. Jake y Dylan se quedaron.

No logré conciliar el sueño esa noche. Mi mente daba vueltas sobre el acuerdo conseguido y todo lo que aquello traería consigo. Sabía que Rachel se pondría feliz por mí, pero también sabía que se entristecería por la inminente separación. Además, tenía una fuerte corazonada con respecto a Dylan y Jake, una que no pude ignorar por mucho tiempo.

Intenté hacer el menor ruido posible mientras salía de allí. No resultó.

—¿Adónde vas? —Escuché la voz de Brad a mis espaldas. Percibí preocupación en su forma de soltar esa pregunta.

—A dar una vuelta. No puedo dormir.

—¿Regresarás? —Mordió su piercing del labio, algo que hacía cuando se tensaba.

No entendí el trasfondo de su pregunta. ¿Por qué no regresaría? Debí lucir como un completo tarado mientras trataba de entender a qué se refería.

Él no esperó respuesta y continuó:

—Sea lo que sea que tengas en mente, ten en cuenta que aquí habrá alguien esperando a que regreses. Cuídate, ¿quieres?

Mientras caminaba bajo la luz de los faroles, le di muchas vueltas a sus palabras hasta que lo entendí; Brad temía que volviera a caer ante las drogas fuertes.

No se lo dije, pero valoré sus palabras y atesoré ese recuerdo dentro de un sitio especial en mí.

El ruido de unas botellas quebrándose seguido de un griterío me alertó. Provenían de un sitio cercano al local en el que acabábamos de tocar.

La corazonada que sentí anteriormente se potenció.

Tres sujetos lucían muy enfadados con Dylan, quien estaba siendo resguardado por Jake. Dos chicas también intentaban calmar el asunto al tironear los brazos de esos sujetos en la dirección opuesta.

Quizás fue producto de toda la marihuana que fumé esa noche, porque en mi cabeza se formó la espectacular idea de que conmigo mis amigos quedaban en igualdad de condiciones: tres contra tres.

Corrí hacia allá y no me limité a preguntar nada, simplemente empujé con todas mis fuerzas al chico que lucía más enfadado con Dylan.

Eso fue todo para que la pelea se iniciase.

Recibí un puñetazo en el rostro que me hizo caer al suelo. El sabor de la sangre no tardó en invadir mi boca. Me pareció ver la proyección de una sombra que quería apoderarse de mí, la que desapareció tan pronto como llegó. Los gritos femeninos y el sonido de los golpes invadieron mis oídos, y el olor a tierra y cerveza se incrustaron en mi nariz.

Levanté la mirada al mismo tiempo que un cuerpo se desplomaba inconsciente frente a mí. Era uno de los tres chicos. Apostaría todas mis fichas a que fue Jake quien lo dejó así.

Escupí al suelo una mezcla entre saliva y sangre antes de levantarme.

Algunos de los integrantes de Blind Deer se sumaron para apaciguar las aguas. Por suerte se pusieron de nuestro lado, lo que no dejó mayor alternativa a los dos extraños que quedaban de pie, más que detenerse.

—¡Esto no se quedará así! —amenazó uno de ellos.

—¿Ah, sí? Pues, ¿qué esperas? —Jake caminó directo hacia él, con sus manos empuñadas. El sujeto retrocedió tres pasos—. Eso pensé... Lárgate y llévate a tu amigo contigo antes de que termines como él.

Fue divertido ver el miedo en los ojos de ese tipo. Me habría quedado como espectador por más tiempo de no ser por un aura incierta que me invadió; Dylan había desaparecido de la escena.

—¿Estás bien? —Los ojos del guitarrista de Blind Deer se enfocaron en mi boca. Escupí otra vez al suelo y asentí. Le comenté después que no sabía dónde estaba Dylan—. Por allá. —Apuntó con su dedo hacia un callejón oscuro, a un par de metros de distancia.

Dylan caminaba con la cabeza gacha. Se detenía de vez en cuando para recoger algo y luego lo lanzaba lejos.

Llevaba el cabello tan alborotado como su camisa y parte de su rostro estaba cubierto por tierra. Le pregunté qué buscaba. Sus ojos me analizaron por unos segundos antes de mirar por encima de mi hombro. Corrió hacia el sitio donde se había llevado a cabo la pelea y empezó a hacer lo mismo que estuvo haciendo en el callejón.

Estaba seguro de que aquella vez me ignoró porque estaba ensimismado en encontrar lo que sea que estuviese buscando, no porque fuese yo quien le habló.

El dolor físico se hizo presente cuando toqué mi labio. Necesitaba ponerme algo frío, aunque esa preocupación pasó a un segundo plano.

Caminé en línea recta hasta toparme con Dylan otra vez. Estaba solo.

Las dudas que invadieron mi cabeza con respecto al paradero de los demás se vieron opacadas una vez que Dylan se sentó en el suelo, en el mismo sitio donde antes yacía el sujeto inconsciente. Noté en ese momento que tenía el pómulo hinchado y sangre en la nariz.

—Dylan, dime qué pasa. ¿Necesitas algo?

—Lo perdí... Lo perdí. No sé dónde está.

Me senté a su lado. Deduje que parte de su decaimiento debía de provenir del «bajón» que producía la cocaína luego de un rato; lo vi inhalar antes del show y en el backstage.

—¿Qué perdiste? —pregunté.

Un par de minutos más tarde me contó que había extraviado su celular. No recordaba la última vez que lo vio, sólo recordaba que cuando se subió al escenario lo tenía consigo.

—Es solo un celular. —Quise bajarle el perfil a la situación. No lo logré—. Puedo conseguirte otro.

No dudé en mis palabras. Si él me lo hubiese pedido, le habría conseguido uno a cómo diera lugar, aunque eso implicase robar, por mucho que me estuviera esforzando en dejar esa vida atrás.

Deseaba tanto que volviera a confiar en mí que hubiera hecho cualquier cosa que me pidiera.

Soltó un suspiro largo, uno que ayudó a potenciar su derrotada imagen.

Entendí prontamente que lo que le dolía perder no era el aparato en sí, sino que la memoria de este. Su número y sus contactos. Los mensajes guardados. Los recuerdos.

—Dylan, con luz natural podremos buscar...

—No quiero tu ayuda. —Él tampoco dudó en sus palabras y hubiese deseado que lo hubiera hecho.

El incómodo silencio se rompió con la presencia de Jake cargando unas bolsas con hielo. Él había entrado al local para disculparse por el mal rato ocasionado y, de paso, se consiguió ese congelado y celestial material.

Con ese gesto, Jake volvió a convertirse en el héroe de la noche. Poco me importó su largo sermón sobre la reacción que tuve, lo mal que reaccioné y lo peligroso que fue intervenir de esa manera. Jake nos hizo entender que esos chicos podrían haber estado armados y que hubiéramos terminado con algo peor que unos simples moretones.

Al día siguiente, mientras el resto dormía, Jake me contó que el origen del alboroto se debió a que Dylan había estado mirando a la novia de uno de los tres chicos. A la más joven, de cabello largo y castaño. No era algo nuevo, todos sabíamos que, cada vez que veía a una chica de características similares a Connie, se quedaba ensimismado observándola.

—Estoy preocupado por él. Me ha dicho que siente que lo están siguiendo. Creo que está paranoico —confesó en voz baja.

Jake era una de las personas más intuitivas que conocía. Aunque siempre erraba con sus deducciones. Siempre. Por ejemplo, él intuía que ocurría algo entre Connie y yo, pero dedujo que tenía relación con las drogas.

No era una exageración decir que siempre fallaba. Sin embargo, aquella vez decidí ponerme de su lado porque ambos estábamos notando lo mismo. La diferencia entre ambos radicaba en que Jake sí podía tener conversaciones con un Dylan que cada vez se encerraba más.



___

Actualizaré el próximo domingo.

Es muy probable que también sean dos capítulos... ¡No prometo nada!

♥ Gracias por llegar hasta acá ♥

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