CAPÍTULO DOS.
CAPÍTULO DOS:
Tony: pt. dos.
—Después de un tiempo, la negación, la ira y la negociación dará paso a una depresión. En esta fase el sentido de las pérdidas afectivas es desarrollado y puede parecer insostenible. En esta fase, los sentimientos de baja autoestima y desesperación son comunes. Pero estos al final te obsequiaran, poco a poco, a la fase final de aceptación y compresión que lo que ha sido perdido nunca regresa, y que la vida puede continuar aunque puede que sea muy diferente—, leía Jal mientras Angie, la profesora de psicología, lloraba sobre el escritorio.
—Oh, Dios—, continuó llorando la profesora y Freya levantó su vista del móvil para prestar atención a la pobre profesora que no parecía tener consuelo alguno. La pelirroja le había mandado cientos de mensajes a Sid, pero éste nunca le contestó.
—Y un recorrido es completado—, terminó de leer Jal el texto, dejando los papeles sobre la mesa.
—No más profesores de educación física, Angie—, dijo Chris, intentando animar la situación, pero sin resultado alguno.
—Lo sé—, asintió la profesora mientras se secaba las lágrimas con sus dedos.
—Oye, no importa que tan grande sea su pene--.
—Cállate, Chris—, le frenó Jal de decir alguna estupidez.
—Todos ustedes son tan lindos conmigo. Necesito el trabajo de clase para la semana que viene... por lo del plazo de entrega, si les parece bien. Es importante para la puntuación de mi departamento, ya saben—, dijo Angie, mientras intentaba aguantar las lágrimas, aunque no lo logró.
Todos se levantaron en silencio, tomaron sus cosas y se marcharon rápidamente.
Tony se colocó a la par de Freya al salir del salón de clases y se pararon a un costado antes de retomar su conversación —. ¿Te contestó?
—No, ¿qué diablos está haciendo?—, reclamó Freya mientras volvía a enviarle otro mensaje.
—Allí está—, anunció el ojiazul y la chica levantó la mirada para ver a Sid apoyado contra un par de casilleros. Los dos se acercaron al chico de gafas, y éste se enderezo en cuanto los vio —. ¿Dónde diablos estabas?
—Haciendo lo que me dijiste—, contestó Sid, sin tener idea de lo sucedió —. Espero que esto aún siga en pie. ¿Hablaste con Cass?
—Sí, el problema es que--.
—Genial. Bueno, tengo la hierba—, anunció Sid y Freya abrió los ojos.
— ¿Qué? ¿No viste mis mensajes?—, alzó la voz la pelirroja, observando al chico sin poder creerlo.
Sid sacó el celular de su bolsillo, lo abrió y lo prendió. Freya bufó, sin poder creer que realmente lo tenía apagado. El celular comenzó a sonar, marcando los incontables mensajes que le habían enviado ella y Tony.
— ¿Hay algún problema?—, preguntó Sid y Tony sólo bufó.
—Se suponía que no tenías que comprarla—, explicó Freya y Sid abrió la boca, dándose cuenta del error que había cometido.
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—Dios, ¿es aquí?—, exclamó Sid en cuanto llegaron a la casa en la que se haría la fiesta o, más bien dicho, mansión.
—Sí, es la fiesta de Abigail, y tenemos que vender una onza de drogas—, anunció Tony.
Freya frunció el ceño —. ¿Cómo sabes su nombre?
En respuesta, el ojiazul sólo se encogió de hombros —. Tengo mis contactos. Así que, lo que haremos es... les decimos que es... no sé, alucinógena mongola o algo. Son tan subnormales que acabarán comprándola.
—Sí, pero mira, ese es el problema--.
— ¡Tony!—, el llamado de Michelle interrumpió a Sid.
El trío se giró hacia la chica, que era acompañada por Cassie mientras cruzaban la calle. En cuanto estuvieron lo suficientemente cerca, la pareja unió sus labios a los del otro y se mantuvieron así por un par de segundos. Los suficientes para incomodar a Sid.
— ¿Dónde están todos?—, preguntó Michelle, mirando alrededor.
—No vienen—, negó Freya.
—Y Sid tiene que vender o tendrá problemas con sus bolas—, agregó Tony.
—Espera, ¿mis bolas?
—Bueno, aún así traje a Cassie—, sonrió Michelle, tomando a la rubia por el brazo —. Cassie, te acuerdas de Sid, ¿verdad?
—Sí, wow, encantador... no. Pero me encanta tu estilo gracioso, es lindo, como... wow—, divagó la chica.
— ¿Cómo te va el tratamiento, Cassie?—, preguntó Freya, un poco preocupada de si divagaba de esa forma debido a él.
—Está bien. Visto un vestido blanco y ahora puedo comer yogurt, sopa y avellanas. No estoy enferma si me dejan jugar con gatos. Si, son como... días difusos, ya sabes.
—Bueno, eso es esperanzador—, sonrió Tony.
—Gracias—, sonrió Cassie y se acercó a abrazarlo, empujando a Michelle y haciendo que ella temblara sobre sus tacones por un momento —. Eres tan amable—, murmuró antes de besarlo.
Michelle reaccionó rápidamente, acercándose a ellos y alejando a la rubia de su novio —. ¡Cass, Cass, Cass! Sid te va a cuidar esta noche.
—Oh, ¿en serio?—, balbuceó, sin que la sonrisa desapareciera de su rostro.
Tony asintió —. Y Sid tiene una bolsa entera de drogas.
—Wow, qué bien... y te apuesto a que ni siquiera me harás comer algo.
El rostro de Sid reflejaba lo confundido que se encontraba, no obstante mostró estar de acuerdo con ella —. Oh, no. Claro que no.
—Gracias—, volvió a chillar Cassie antes de abrazarlo, mientras que Sid se movía torpemente al no saber cómo reaccionar.
—Bien, ¡genial!—, exclamó Tony —. Vayamos dentro y quitémonos esta onza de encima, entonces, ¿sí?
El grupo comenzó a caminar, y Sid se acercó a Tony y Freya para revelar en un susurro —. Son tres onzas. Conseguí tres onzas—, anunció, mostrando la evidencia.
Freya palideció notablemente al percatarse del problema, mientras que Tony sólo le tomó un segundo retomar el control de la situación y no lució muy preocupado mientras se dirigían a la puerta.
—Hola, Abi—, sonrió Tony cuando la rubia que les había invitado a la fiesta abrió la puerta.
—Tony, estupendo... ¡y tú!—, exclamó, mirando a Freya.
—Freya—, forzó una sonrisa por modales.
— ¡Genial! Y estos deben ser sus amigos—, vaciló, mirando a los demás.
— ¿Perdona?—, Michelle frunció el ceño, sin entender el extraño acento de Abigail.
—Tiene un acento raro, sólo síguele la corriente—, susurró Freya al oído de su amiga.
—Sí, son Michelle, Cassie y Sid—, los presentó Tony.
— ¡Súper!—, chilló Abigail y Freya hizo un esfuerzo inhumano para no reírse. No culpaba a la chica por sonar tan ridícula, pero no podía evitarlo.
—Wow, eres encantadora—, exclamó Cassie, abrazando a Abigail.
— ¡Súper!—, repitió la rubia.
— ¿Dónde está la cocina? Quiero ver la cocina—, pidió Cassie, acelerada de repente.
—Está por allí—, señaló Abigail y volvió a mirar al grupo, que seguía en la puerta —. Pasen.
—Gracias—, sonrió Michelle mientras el grupo pasaba.
—Oh, los zapatos. Es sólo que mami tiene esta alfombra importada de Irán y tenemos que tener mucho, pero mucho, cuidado con ella—, explicó Abigail y el cuarteto prosiguió a quitarse el calzado. Michelle y Freya luciendo mucho más bajas ahora que ya no llevaban puestos sus tacos —. ¿Puedo ofrecerles un poco de ponche de ron? Me temo que nos pondremos bastante borrachos, ¿no es eso estupendo?
—Nos encanta el ponche de ron, ¿verdad, Michelle?—, dijo Tony con un tono burlón, aceptando el vaso que le ofrecía Abigail.
— ¡Súper!—, balbuceó Michelle cuando Abigail le alcanzó lo mismo. Tony chocó su vaso con el de Freya, una sonrisa burlona extendida en los labios de ella.
El cuarteto de adolescentes siguió a la rubia, quien les llevaba a donde se encontraba la supuesta fiesta. Cuando ellos entraron a la habitación, se encontraron con un grupo de escasas personas, quienes hablaban y reían tranquilamente.
—Todo el mundo, ellos son Tony, Freya y sus amigos—, presentó Abigail mientras ellos entraban —. Chicos, ellos son Sarah, Josh, Sarah, Maddie, Felicia, Hugo, Sebastian, Sarah, Sam y Sarah.
—Hola—, contestaron a coro los invitados.
—Tony—, murmuró Freya, acercándose a su mejor amigo —. ¿En dónde diablos nos metimos?
—No lo sé realmente—, susurró en respuesta el ojiazul antes de vaciar el vaso —. Supongo que tendremos que ver este mundo—, le sonrió.
La pelirroja frunció el ceño —. No sé que tienes con eso de "ver el mundo", Tony, pero si--.
Freya guardó silencio cuando Abigail volvió a acercarse a ellos.
—Abi, me pregunto si... ¿a tú y a tu amigos les gustaría algo?
— ¿Algo?—, repitió Abigail, sin entender.
—Ya sabes—, comentó Tony, haciendo señas —. Para volar un poco—, explicó y Abigail abrió tanto los ojos que Freya podía apostar que nunca lo había hecho.
—Oh, sí; eso sería estupendo.
—Genial, porque tenemos hierba genial de verdad con la que los pondría--.
—Pero no podemos fumar nada dentro de la casa—, negó la rubia.
— ¿En la casa?—, repitió Freya.
—Sí, porque el empapelado de seda acaba de llegar de Roma y mami es exigente con los olores y, simplemente, no debemos. O ella se volverá loca.
—Qué mal—, suspiró Tony mientras intentaba pensaba en qué harían ahora. La música comenzó a sonar y todos comenzaron a bailar de forma extraña —. ¿Eso es algo?
—El estilo del gueto—, gritó Michelle por sobre la música.
— ¡Vamos, Tony!—, se acercó Abigail —. ¿No es genial?
—Vamos—, animó Michelle después de sacarse el abrigo. Freya le siguió con una sonrisa y ambas comenzaron a bailar.
Tony no tardó en acercarse y comenzar a bailar con Michelle, mientras que Freya bailaba sola. Las personas comenzaban a mirarlos, parecía como si nunca hubieran visto bailar a alguien de esa forma.
—Hola, linda—, un chico alto saludó a Freya y la pelirroja le dedicó una sonrisa antes de comenzar a bailar con él.
Llevaban un largo rato bailando cuando Freya reconoció la voz de Chris, por lo que se dio la vuelta para encontrarse con él, Anwar y Maxxie.
— ¡Tone! Cambiamos de idea, ¡el hombre mono está aquí!
Freya siguió bailando con aquel chico cuando éste llevó las manos a sus pechos. La pelirroja le golpeó las manos y continuó bailando cuando él las alejó. Ella pensó que el chico se detendría allí, pero no lo hizo.
El chico la tomó por la cintura y la giró, apoyando su entrepierna contra su trasero para ella pudiera sentir su erección. Freya intentó alejarse sin hacer un escándalo, pero el chico la sostuvo con fuerza, obligándola a quedarse allí mientras él seguía refregándose contra ella. Pronto, el chico la acorraló contra una pared y comenzó a tocarla.
— ¡Aléjate de mí! ¡Suéltame!—, comenzó a gritar Freya, pero el chico no le hacía caso alguno. Fue entonces cuando Tony se acercó y, al notar lo que sucedía, empujó al chico lejos de Freya y le golpeó el rostro, haciéndolo caer al suelo.
Michelle se acercó a Freya y la tomó del brazo para asegurarse de no perderla mientras el resto de sus amigos peleaban con los demás. ¿En qué momento todo se descontroló? Freya no tenía idea, pero sabía que la fiesta había llegado a su fin. Al menos para ellos.
Michelle y Freya salieron fuera del establecimiento, Tony detrás de ellas esforzándose para sostener a Chris. Cuando, frente a ellas, entró Sid cargando a Cassie.
—Mierda—, murmuró Michelle mientras ambas se acercaban para ver el estado de la rubia.
— ¿Qué sucedió?—, preguntó Freya mientras Michelle tomaba el rostro de la chica desmayada entre sus manos.
— ¡Se ha empastillado!—, gritó Sid —. Hora de largarnos.
—Maxxie, Anwar, ¡vamos!—, gritó Tony.
—Diablos, vamos—, le gritó Freya a Sid y lo tomó por la muñeca para que reaccionara y se moviera.
—Buena fiesta—, sonrió Chris, pero su sonrisa se esfumó cuando vio el estado de Cassie.
—Chicos, ¿podemos irnos? Sólo en caso de que Cassie esté como... muriéndose o algo—, masculló Sid antes de dejarla en el césped.
—Normalmente la llevo al hospital de la ciudad—, comentó Michelle.
Freya negó —. Está a kilómetros—, suspiró mientras pensaba cómo harían para llegar allí cuando escuchó a Chris.
—No tenemos autobuses o taxi, ¿ok? Estamos tirados, ¿sí?—, le hablaba Chris a la chica que acababa de salir. Ella sonrió y alzó unas llaves.
—Robamos coche y hacemos coger, chico inglés, ¿ok?—, habló la chica con un grueso acento, y claramente no tenía un extenso conocimiento sobre el idioma.
—Sí—, asintió Chris.
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— ¿Sabes, Tony? ¡Si nosotros morimos en el camino, no le serviremos a Cassie!—, gritó Freya mientras su amigo conducía desenfrenadamente.
Todos gritaban mientras Tony manejaba, buscando el hospital e intentando no morir. Cuando el ojiazul, finalmente, encontró el hospital y estacionó, los gritos cesaron.
—Está bien, deprisa. Llévenla dentro—, apuró Tony al darse la vuelta.
—Sí, pero, ¿qué les decimos?
—No lo sé, improvisen. Vamos, tenemos que esconder el coche. Freya, tú me ayudas—, decía Tony cuando Cassie se sentó y sonrió —. ¡Vamos! ¿A qué están esperando?—, gritó y se dio la vuelta, encontrándose con la risueña rubia.
—Oh, tuve un sueño estupendo, wow.
Freya suspiró y se apoyó sobre su asiento. Aliviada ahora que sabía que su amiga estaba bien en realidad. Pero el golpe de adrenalina que había sufrido seguía presente, especialmente ante la idea de que casi mueren mientras Tony manejaba sin ningún propósito urgente.
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Tony estacionó frente a un lago y, cuando Anwar bajó, Freya suspiró aliviada. Tony y Sid se encontraban en los asientos delanteros, Chris ocupaba el maletero y Anwar, Chris, Michelle, Cassie y ella estaban atrapados entre los tres asientos.
— ¿Te duele, Maxxie?—, preguntó Freya al chico rubio, a quien le caía un hilo de sangre de la boca.
—No, estoy bien—, respondió el chico con una mueca. Claramente le dolía.
— ¿Estás bien, Anwar?—, gritó Tony al chico que le daba la espalda al vehículo.
— ¡Cállense! No puedo echar una puta meada si están mirando—, respondió Anwar con un grito y todos se acercaron a las ventanas para mirar —. Están mirando, ¿verdad?
—No—, mintió el grupo mientras le observaban. Freya se volvió a Michelle y las dos comenzaron a reír por las apariencias una de la otra. Estaban hechas un desastre.
De repente, el vehículo comenzó a moverse en dirección al lago y los gritos volvieron a llenar el vehículo, pero nada evitó el destino del grupo.
El vehículo se sumergió en el agua, Anwar corrió en cuanto se percató de lo sucedido y observó aterrado cómo el vehículo se hundía y las burbujas se expandían por la zona.
El silencio se adueñó del escenario por un momento, demasiado largo tal vez, hasta que las cabezas de los adolescentes comenzaron a salir por sobre el agua una a una.
—Creo que podría haber sido mucho peor, ¿no creen?—, comentó Tony.
—Sí, tal vez podrían habernos meado unos vagabundos—, negó Freya. Todo se había ido a la mierda.
—Perdimos la droga—, bufó Sid.
—Al menos tenemos nuestra salud, eso es lo más importante—, exclamó Cassie con su usual gran sonrisa.
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El grupo de amigos caminaba por la calle, empapados y cansados por la larga noche que habían pasado. Ellos se fueron separando a medida que llegaban a sus hogares. No obstante, tres de ellos permanecieron juntos.
Tony, Sid y Freya caminaron hasta la casa del ojiazul.
En cuanto llegaron, Freya tomó una cálida ducha y Tony le prestó una de sus remeras. La chica guardó su ropa húmeda en una bolsa para lavarla cuando llegara a su casa.
Cuando la pelirroja abandonó el baño para ingresar a la habitación, Tony y Sid se encontraban acostados en la cama, tapados por el característico cubrecama de Tony.
—Entonces, ¿sigues siendo virgen?—, inquirió Tony y Sid se cruzó de brazos. Ninguno de los dos se había percatado de la presencia de la pelirroja.
—Sí—, admitió Sid y Freya rió desde la puerta, llamando la atención de ambos.
—Son todo un espectáculo, chicos—, murmuró, ya que le parecía divertido que el cuerpo de ambos coincidiera con el dibujo del cuerpo del hombre y la mujer del cubrecama. Más que otra cosa, le daba gracia que Sid estuviera del lado de la mujer.
— ¿Estás bien?—, preguntó Tony al rato, mirando a la chica con atención.
Freya miró un momento a su mejor amigo antes de asentir —. Sí—, aseguró y, esta vez, no se molesto en explicarle a Sid de lo que estaban hablando. En ese momento no le importó que Sid no supiera de lo que hablaban y, aunque el chico le miró expectante a una explicación que solía recibir por su parte, no la obtuvo. Ella no tenía los ánimos de revivir aquel momento en su mente; mucho menos, decirlo en voz alta.
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