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CAPÍTULO DIEZ.

CAPÍTULO DIEZ:
Effy: pt. dos.



      Una vez llegaron al lugar, los dos adolescentes se bajaron de la moto y el hombre desapareció dando una vuelta detrás de la casa. Los dos observaron el lugar y, claramente, estaban nerviosos e incómodos.

      Freya se enfocaba en las ventanas, intentando adivinar qué pasaba dentro, pero sólo siendo capaz de notar luces y sombras. Tony la observó un momento antes de hablar —. Esta es la noche más extraña de mi vida.

      La chica a su lado asintió —. Y la mía. ¿Qué crees que haya dentro?

      —Effy, ojalá.

      Silencio. Ninguno de los dos lo admitiría, pero estaban aterrados de entrar. Temían encontrarse con que Effy no estuviera allí después de todo, o encontrarse con un escenario que no fuera favorecedor para su bienestar. Sin importar qué, ambos parecían estar congelados frente al lugar.

      —Será mejor que te quedes aquí.

      Entonces, Freya lo miró —. Si crees que vine hasta aquí para dejarte entrar solo, estás muy equivocado.

      —Puede ser peligroso—, discutió el azabache, aunque claramente no deseaba entrar sin compañía.

      —Más razón para que vaya contigo.

      Los dos se quedaron mirando el uno al otro en silencio hasta que el chico soltó un suspiro en rendición —. Bien. Pero siempre cerca de mí—, advirtió, tomándola por el brazo para acercar a la chica a su cuerpo antes de comenzar a caminar hacia la puerta.

      Una vez se encontraron dentro, todas las luces eran rojas. Freya no pudo evitar abrazar el brazo de Tony mientras avanzaban.

      Cuando pasaron por un pasillo y dos chicos se acercaron corriendo y gritando a ellos, Tony rápidamente tomó a la chica y la colocó detrás de él, con la intención de protegerla. La pelirroja lo abrazó por el susto que le causó que aparecieran de repente frente a ella. A pesar de esto, los dos chicos siguieron su camino, claramente demasiado drogados como para percatarse de qué estaban haciendo.

      La pareja siguió avanzando a través de los pasillos y habitaciones en búsqueda de Effy, pero sólo se encontraban con extraños que estaban disfrutando de la aparente fiesta. Aunque Freya sabía que los más probable era que las personas allí no supieran lo que estaba sucediendo, ella no podía evitar tenerlas cierta rabia al verlos tan tranquilos mientras ellos buscaban a la chica.

      La situación se tornó mucho más rara cuando ingresaron a una sala donde habían tres chicos sobre una mesa de pool.

      —Bien. Igualo tus cincuenta y apuesto más. Sube o retírate, amigo. No me hagas perder el tiempo.

      —Igualo eso.

      — ¡Tony!—, volvió a hablar el que estaba hablando al principio —. Hola. Ah, veo que viniste acompañado. ¿Cómo estás, lindura?—, preguntó pero, cuando la chica no respondió, sonrió —. Veo que eres tímida. ¿Quieren jugar al póquer? Stud de cinco cartas.

      —Estoy buscando a mi hermana—, fue lo único que dijo el azabache, colocando a Freya detrás de él una vez más. En otra ocasión la chica hubiera protestado, pero se sentía demasiado incómoda como para serlo. Ella podía sentir en el ambiente que esos eran extraños, y pronto se confirmarían sus sospechas.

      —Oh... ella está por allí—, contestó simplemente.

      Cuando Freya observó en la dirección a la que el chico había señalado con su cabeza, las nauseas subieron hasta su garganta. Effy se encontraba en el suelo y lucía inconsciente. Los dos corrieron hasta ella.

      Tony rápidamente tomó su teléfono mientras Freya acostaba a Effy de lado por si acaso y despejaba el pelo de su rostro —. ¿Hola? Sí. Mi hermana... una ambulancia. Creo que mi hermana tuvo una sobredosis. ¿Dónde estamos? ¿Dónde mierda estamos?

      El chico se acercó —. Les diré la dirección.

      — ¡Tony!—, exclamó Freya cuando vio las intenciones del chico, pero ya era demasiado tarde, él ya le había dado su celular. El chico extraño prosiguió a partirlo por la mitad —. ¿Por qué harías eso?—, gritó y el chico le sonrió.

      Tony frunció el ceño, sabiendo que había cometido un error —. ¿Qué diablos haces?

      —Bueno, hagamos un trato—, habló el chico de antes —. Llamaremos a una ambulancia tan pronto como te folles a tu hermana.

      —Debes estar bromeando—, respondió Tony mientras intentaba levantar a su hermana. Freya observó fijamente al chico, ella no creía que fuera una broma.

      —Bueno, objetivamente sí. Pero no, no estoy bromeando. Aunque será divertido.

      Tony volvió a dejar a su hermana en el suelo cuando el chico se acercó a él —. ¡Sal de mi puto camino!

      El chico tomó a Tony por el cuello de su remera y lo colocó sobre la mesa de pool. Freya se levantó y corrió contra ellos, pero fue tomada por los otros dos chicos que se encontraban presentes. Ella intentó soltarse, pero los dos chicos se las arreglaron para imposibilitar que se moviera.

      —No te preocupes, no es su primera vez. ¿Cierto, Spence?

      — ¿Están locos? Es mi hermana, enfermo--.

      El chico colocó su brazo sobre la garganta de Tony, evitando que respirara correctamente —. Yo que tú tendría cuidado con lo que dices. Tu hermana está allí tirada y podemos hacerle exactamente lo mismo a tu amiguita—, amenazó. Tony miró desde su lugar a la chica ser ganada en fuerza por los otros dos chicos —. Pusiste fotos de mi hermana desnuda en mi teléfono, ¡y yo haré que tengas sexo con tu hermana!

      Freya apenas reaccionó al entender a qué venía todo esto. Sin embargo, no le importó. Estaba tan aterrada en ese momento que no le importaba si Josh se estaba vengando o simplemente estaba haciendo todo eso porque estaba loco. Ella sólo quería salir de allí.

      Por un momento, deseo que Effy no saliera a fiestas. Deseo que Tony nunca hubiese engañado a Michelle para que los llevara a todo esto. Incluso llegó a desear que Tony nunca hubiese salido con Michelle.

      La pelirroja simplemente se dejó ser tomada por aquellos chicos, sin protestar más. Pensó que si no imponía resistencia, tal vez los dejarían salir más rápido. Ella se regañó a sí misma, recordándose que no sabía si saldrían de allí.

      — ¿Esto es sobre Michelle? ¿Crees que Michelle vale la pena?

      —"Lo siento, no logro que se me pare. No puedo. Sigue blanda."

      Tony apenas podía hablar por la presión sobre su garganta —. Por favor. Lo que sea que haya hecho, lo siento. Haré que vuelvas con Michelle. Haré lo que sea. Lo juro. 

      Entonces Josh lo soltó, y parecía que todo acabaría. Pero entonces, él golpeó a Tony en el estómago hasta que cayó al suelo para, entonces, pisarle la garganta.

      — ¡No! ¡Déjalo!—, gritó Freya —. ¡Vas a matarlo! ¡Déjalo en paz!

      —Josh, amigo—, llamó uno de los chicos, preocupándose también —. ¡Josh!

      — ¡Calla la puta boca, Spence!—, advirtió Josh.

      Freya aprovechó el momento para liberarse de su agarre y corrió hacia Josh, arrojándose sobre su espalda. Entonces él se alejó de Tony, pero se enfocó en la chica. Tomó a la pelirroja por su abrigo y la sacó de encima, ejerciendo más fuerza de la necesaria al arrojarla sobre el suelo.

      La chica soltó un quejido por el impacto antes que Josh volviera a acercarse a Tony y los dos chicos volvieran a sostenerla, ésta vez manteniéndola contra el suelo —. Vas a hacerlo. ¿Quieres que juegue un poco con ella? Vamos, te ayudaré.

      —No lo haré.

      —Eres un hermano de mierda. ¡Se está muriendo, Tony!—, gritó Josh, sacándole la ropa al chico —. ¡Será mejor que se te ponga dura!

      —Déjalo—, rogó Freya desde su lugar. Su voz ya estaba rota y recién en ese momento ella se percató que su cara estaba empapada en lágrimas.

      —Por favor... por favor...—, Tony estaba al borde del llanto.

      —Suplícame.

      Completo silencio.

      —Te lo suplico—, lloró Tony —. Te lo suplico, te lo suplico... por favor. 

      —Sólo tenías que pedirlo. Aquí termina la lección.

      Y así, los tres chicos los soltaron y salieron de la habitación, dejándolos solos. Freya gateó hasta Tony cuando escuchó la puerta cerrarse y posó su cabeza sobre su pecho. El azabache soltó un largo suspiro, acariciando el cabello de su amiga. Ambos estaban completamente aterrados, especialmente porque temían perder el uno al otro.

      — ¿Estás bien?—, preguntó Tony después de un momento.

      Freya alzó su rostro para mirarlo y asintió —. ¿Tú?

      Tony también asintió. Entonces los dos volvieron a levantarse, recordando qué estaban haciendo allí. El chico tomó a su hermana entre sus brazos y Freya se sacó su abrigo para colocarlo sobre los hombros de Tony. Aunque ella estaba congelándose el trasero ahora que estaba sin su abrigo, se lo cedió a su amigo ya que él sólo llevaba sus bóxers.

      Después de caminar un rato, Sid llegó en el auto de su padre a su rescate. Freya no sabía cómo él sabía que estaban allí o por qué había decidido volver, pero nunca había estado más agradecida en su vida por verlo.

      Sid manejó hasta el hospital más cercano. Mientras tanto, Tony estaba sentado en el asiento trasero cargando a su hermana entre sus brazos. Freya ocupaba el lugar del copiloto y no podía evitar ver a través del espejo retrovisor el rostro del azabache. Estaba destruido.

      Las imágenes de lo que habían pasado esa noche se repetían una y otra vez en su cabeza, y ella temblaba sin poder creer que habían salido de allí. Por un momento, ella creyó que no iban a volver a salir del lugar. Honestamente, viendo la locura de Josh, creyó que era cuestión de tiempo para que el chico sacara un arma y los matara en ese mismo instante.

      De repente se percató que no estaba respirando, por lo que inspiró aire con necesidad y Sid la miró, preocupado. No obstante la chica ni se percató de su mirada, ella se ocupó de abrazarse a sí misma mientras seguía temblando.


──────────────


      — ¿Crees que puede oírnos?—, preguntó Jim Stonem, aferrándose a la mano de su hija que se encontraba sobre la cama del hospital.

      —No lo sé, cariño—, susurró su esposa, Anthea, acariciando el cabello de Effy.

      —Effy, ¿mi cielo? Tus manos están frías.

      —Tal vez sea mejor que la dejemos descansar—, sugirió Anthea.

      —Ella puede oírte, papá—, habló Tony y Freya sonrió ligeramente a su lado, acercándose un poco más al chico. No obstante, su sonrisa se borró segundos después.

      —Ya tuvimos suficiente de ti—, advirtió Anthea. Entonces llegó el doctor, evitando que la conversación siguiera —. Doctor... Lo siento, ¿ella está...?

      —Está bien. Sí, ella está bien. Hasta ahora va todo estupendo—, aseguró el hombre —. Estos chicos son criaturas extraordinariamente fuertes. Ya se fue todo y, lo que no, se irá en los próximos días de un modo u otro. Ella tomó unas drogas muy puras, de muy buena calidad. Muy bien... los dejaré tranquilos.

      —Así que supongo que deberíamos felicitarte por haberle dado drogas puras—, habló Anthea a su hijo.

      Tony frunció el ceño —. ¿Crees que yo se las dí?

      —Ella estaba contigo.

      —Sí, pero yo no--.

      —Oh, no lo niegues—, murmuró Jim, sin desviar la mirada de su hija.

      —Tony, ella es tu hermana menor—, reclamó Anthea, mirando a su hijo con asco.

      —Lo sé—, respondió Tony —. Lo sé. Escúchenme un momento.

      —No—, negó Anthea —. Ya te escuchamos demasiado. Ya nos cansaste. Tú y tus horribles modos, siempre a expensas de otros.

      —No—, alzó la voz Freya —. Tony no hizo esto, él no tiene la culpa. Él--.

      —Oh, ¡no te involucres en esto!—, exclamó Anthea, mirando con desprecio a la chica —. ¿Cómo sabemos que tú no ayudaste? No me sorprendería que después de tanto tiempo que pasan juntos los dos sean igual de horribles.

      La pelirroja soltó un jadeo, indignada por las acusaciones. Ella intentó calmarse antes de protestar, no queriendo causar una escena en el medio del hospital donde sabía que todos estaban pasando por su propia situación complicada.

      —Un momento. Ya es suficiente—, intervino Sid.

      — ¿Qué?—, balbuceó Anthea, sorprendida que el chico siquiera haya hablado.

      —Tony ama a Effy, ¿no creen que ya es lo suficientemente duro para él esta situación?

      Jim lo miró —. ¿Y quién mierda eres tú?

      —Soy su mejor amigo.

      —Y yo soy su maldito padre.

      —Sé quién es usted—, contestó Sid.

      —Entonces, ¿por qué no actúa como uno?—, intervino Freya y el hombre alzó las cejas —. Está tan preocupado por Effy pero nunca se le ocurrió preguntarle a su hijo si siquiera estaba bien. No digo que no se preocupe por ella, pero recuerde que tiene otro hijo.

      Jim miró a la chica furibundo antes de negar con la cabeza y volver a concentrarse en su hija. Que actuara como si su comentario no fuera más que una estupidez, sólo hizo rabiar más a la pelirroja. Ella estaba a punto de seguir discutiendo cuando Sid tomó su muñeca.

      Freya miró al chico de lentes, quién se limitó a negar. Entonces ella suspiró, sabiendo que tenía razón. Lo último que deberían hacer ahora era discutir con los padres de Tony, especialmente frente a él. Se suponía que estaban allí para apoyar a su amigo, no para causar más problemas.

      —Vamos, Tony—, llamó Sid, levantándose de su lugar.

      —Quiero quedarme con Effy—, murmuró en respuesta el chico, aún cubierto por la manta.

      —Vamos, amigo—, instó Sid antes de marcharse.

      La chica permaneció en su lugar, esperando a ver qué hacía Tony. A ella le daba igual dónde estuvieran, había decidido que se quedaría a su lado por ahora. Cuando el chico se levantó, ella lo imitó y lo siguió.

      Los tres adolescentes se encontraban ahora sentados en el pasillo. Freya se encontraba entre medio de los dos, descansando su cabeza sobre el hombro de Sid mientras su mano se aferraba al brazo de Tony.

      —Gracias—, habló Tony después de un momento.

      —Está bien, son gratis—, respondió Sid, creyendo que se refería a que había traído café.

      —No, hablo en serio. Gracias, a ambos.

      —Sé a qué te refieres, Tony.

      Freya acarició el brazo del azabache, inconscientemente acercándose más a su mano —. Sea lo que necesites, aquí estaré. Recuerda, somos un equipo—, aseguró la chica antes de sentir que Tony movió su brazo ligeramente para poder tomar su mano con la suya.

      La acción la tomó por sorpresa, pero aceptó el gesto y apretó su mano de vuelta. Ella desvió su mirada hacia Sid, asegurándose que el chico no se había percatado de su intercambio ya que sus manos estaban cubiertas por la manta que llevaba Tony sobre sus hombros.

      —Se pondrá bien—, continuó Tony y Freya entrelazó sus dedos.

      —Sí.

      —Lo siento.

      —Está bien—, asintió Sid.

      Tony observó a Freya mientras la chica miraba a la pared del frente. Él se relamió los labios, sintiéndose culpable cuando notó que la chica seguía temblando. Aunque era menos que antes, era claro si la mirabas por un momento.

      —Es que... a veces me comporto como un imbécil, pero a todos les gusta eso, ¿o no? Que sea engreído, que volteen las cabezas al verme pasar. A las personas les gusta eso. Y me gusta que a las personas les guste eso.

      —No tenemos que hacer esto ahora—, negó Sid, centrando su mirada en su café.

      Tony no le hizo caso —. Pero entonces... me empiezo a sentir distorsionado... porque soy más que eso en realidad. No quiero ser un imbécil. De verdad no quiero. Effy sabe eso. Ella me ama por quien realmente soy. Dios, estoy hablando como Lionel Richie.

      Sid y Freya rieron. La chica alzó su cabeza del hombro de Sid para mirar a Tony, quién rápidamente desvió su mirada hacia la pared de en frente. Entonces Sid se estiró hacia atrás, posando su cabeza contra la pared y mirando hacia arriba.

      —Me gusta Lionel Richie—, admitió Sid.

      La pelirroja sonrió —. Claro que te gusta.

      —La verdad es que esta noche tuve un poco de miedo, bueno, un montón. Estaba Effy... así, y tú, Frey. No sabía qué hacer. Temía perderte. Estoy acostumbrado a tener el control de todo pero, en ese momento, perdí el control de la situación y no sabía que hacer. Realmente temí la posibilidad de poder perderlas a ambas. Y quería que tú, Sid, estuvieras allí conmigo.

      >> Con Effy es diferente. De alguna forma me pertenece porque es mi hermana y sé que siempre va a estar allí. Pero con ustedes... realmente deseaba que estuvieras allí, Sid. Y luego apareciste, en el auto.

      Sid chasqueó la lengua —. La verdad es, Tony... también te pertenezco. Mayormente en el buen sentido.

      La chica permaneció en silencio. Ella pudo sentir cómo volvía a temblar nuevamente con la misma intensidad que antes. Odiaba lo que había tenido que pasar esa noche con toda su alma. Estaba segura que, desde ese momento, tendría miedo de que volviera a pasar. Por lo que optó por no decir nada, sospechando que fuera a romper en llanto si lo intentaba.

      —Vamos, los invito a desayunar—, se estiró Sid con una sonrisa.

      Una pequeña sonrisa se estiró en el rostro de Tony, girándose para mirar a sus amigos —. Sabes que son las cuatro de la madrugada, ¿cierto?

      —Sí, lo sé—, asintió Sid —. ¿Crees que encontraremos un lugar que tenga curry? Tengo mucho antojo de curry.

      Freya se levantó de su lugar, soltando la mano de Tony en su accionar —. Suenas como una mujer embarazada—, le sonrió a Sid antes de señalar con la cabeza hacia la salida —. Vamos.

      Tony la observó un momento antes de levantarse y cubrirla con la manta, pasando su brazo por sobre sus hombros y acercándola a él —. Estás temblando.

      —Oh, sí—, balbuceó Freya, volviendo a sonreír —. Es que tengo frío—, mintió.

      Y los dos chicos sabían que estaba mintiendo. Ellos sabían la verdadera razón detrás de su temblor. Pero ninguno de los dos dijo nada. Ellos sabían que, después de todo lo sucedido esa noche, presionar a la chica a la realidad sólo la torturaría más. Por el contrario, los tres caminaron por el pasillo hasta la salida, con la intención de encontrar un lugar abierto que les sirva curry.

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