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CAPÍTULO SIETE
Bienvenida al Raimon

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Pasado más reciente

Ciudad de Inazuma

Casa Hills

Si algo caracterizaba a Abigail Sharp, era que tenía una rutina. Desde que tenía memoria se había marcado a sí misma una rutina que seguía al pie de la letra cada día. Siempre se despertaba un minuto antes de que su despertador comenzase a tocar. Siempre llegaba cinco minutos antes a cualquier lugar. Por eso, aquella mañana fue tan caótica para su cuadriculada mente. Por primera vez en años, no se levantó con el estridente sonido de su despertador, sino con uno muy distinto.

En aquella mañana, no había persona más contenta en toda la ciudad que Celia Hills. Y si la había, la peliazul se encargaría de opacarla con su personalidad brillante y su emoción abrasadora. Apenas había despertado y ya se encontraba corriendo por toda la casa, sin parar de exclamar "¡Es hoy! ¡Es hoy!". Realmente parecía un loro.

Abigail no tardó en entender por qué su hermana pequeña parecía un auténtico terremoto. Le bastó con mirar el calendario de su habitación para darse cuenta de qué día era. El primer día en el nuevo instituto. Por eso Celia estaba tan emocionada, por empezar. No solo porque era el instituto al que siempre quiso ir, sino porque iría con su hermana mayor.

Para Abigail fue algo difícil seguir el emocionado paso de su hermana, quien parecía correr en vez de andar como una persona normal. Llegaban con suficiente tiempo, pero la emoción de la peliazul era tanta que ni siquiera esperó a que fuera una hora cercana a la del comienzo de las clases. No, Celia quería recorrer todos los rincones del instituto, intentando apagar poco a poco su emoción. Y necesitaría demasiado si quería lograr aquello.

Abigail observó el edificio del instituto que se erguía frente a ellas, con sus distintos colores brillando gracias a los rayos del sol rebotando contra sus paredes. Lo admitía, era mucho mejor de lo que se imaginaba. El enorme rayo que decoraba la moderna fachada parecía querer opacar el brillo del sol. Era increíble, realmente increíble. Mejoraba al ver las distintas comodidades para los deportes que se podían practicar allí, todo conectado por un camino lleno de cerezos.

Celia se separó de su hermana, prometiendo que se cuidaría y haría amigos. Abigail se quedó mirando la fachada unos instantes más, acomodando su corbata y asegurándose de que su diadema no se había movido de su sitio. Luego, comenzó a caminar para ver mejor las instalaciones, viendo como había más alumnos a los que le gustaba llegar antes de tiempo.

Se había recuperado por completo de su lesión en la pierna, solo de vez en cuando tenía algún que otro dolor, pero nada por lo que preocuparse. No estaba lista para patear un balón de fútbol, ni mucho menos. Era algo que el encargado de su rehabilitación le había dejado muy claro: nada de fútbol en unas semanas. Tampoco estaba de mucho humor: seguía peleada con su hermano y no sabía nada de los Blaze. Algo que la tenía realmente inquieta.

Dejó de caminar al pasar por delante de la pista de atletismo, pues había gente allí. El atletismo era uno de los deportes que más interesantes le parecían, pero que nunca se había animado a probar. Observó como varios alumnos corrían por los carriles, compitiendo unos contra otros, riendo de forma animada.

Uno de los alumnos se dio cuenta de su presencia y comenzó a acercarse. Tenía el pelo de color azul claro, atado en una coleta. El flequillo le tapaba un lado de su cara, más la otra dejaba ver un enorme y brillante ojo de color marrón. Una sonrisa se formó en las facciones del chico.

—¡Hola! Supongo que eres nueva, porque nunca te había visto por aquí. —habló, con un tono de voz tan amigable que la chica se permitió esbozar una sonrisa. —Soy Nathan, del club de atletismo.

—Abigail. —se presentó.

—Dime, Abigail, ¿alguna vez has corrido en una pista de atletismo? —cuestionó, casi pareciendo ofendido cuando la chica negó con la cabeza. Parecía a punto de sufrir un infarto. —Oh, por todos los-. ¡Eso se puede arreglar! ¿Te apetece correr con nosotros?

Abigail dudó, puesto que su médico le había dicho que no jugara al fútbol, pero no había dicho nada de otros deportes. Así que, ¿por qué no probar con otro mientras se recuperaba por completo? Seguro que no le venía nada mal correr.

Asintió ante la propuesta de Nathan, dejando su bolso a un lado. El peliazul pareció emocionado de repente, pues trotaba delante de ella, exclamando nombres con rapidez, presentando a los demás. El resto del equipo se había acercado y parecían curiosos por conocerla. Ninguno le puso mala cara, y eso le hizo saber que probablemente no tenían ni idea de fútbol.

Mejor para mí, pensó, con algo de gracia.

Abigail se colocó en uno de los carriles, atando su larga melena cobriza con una de las gomas que siempre llevaba en la muñeca. Nathan se colocó a su derecha, mientras otros dos chicos se colocaban en otros carriles. Ellos cuatro correrían, pues lo habían echado a suertes. Nathan le guiñó un ojo, seguramente confiando en su velocidad, por lo que ella le sonrió con suficiencia. Uno de los restantes corredores, de pelo platinado y piel canela, hizo sonar un silbato.

Nada más escuchar el sonido, los cuatro salieron disparados. Conforme pasaban los segundos, Nathan fue capaz de quedar delante de los otros tres, pero no era capaz de ver la sonrisa de Abigail. Ella aceleró, pues había estado midiendo su pierna, corriendo a la par que el peliazul. El resto de los chicos presentes observaron con la boca abierta como la chica nueva lograba seguirle el ritmo al Huracán Azul —era como llamaban a Nathan—, incluso cuando este parecía aumentar su velocidad.

Llegaron a la línea, jadeando por la carrera, y Nathan se dejó caer, formando una estrella con su cuerpo. Abigail soltó una risita ante las muecas de los chicos a su alrededor, pues parecían haber visto un fantasma. Incluso Nathan estaba sorprendido, solo que él parecía un niño pequeño en una tienda de golosinas.

—¿Eres deportista? —preguntó uno de los más jóvenes, Miles, mientras la miraba con la boca abierta.

—Sí, —Abigail se soltó la melena y la sacudió. —, desde siempre.

Se sobresaltó al notar el brazo de Nathan pasando por encima de sus hombros.

—¿Qué te parece añadir el atletismo a tu listas de deportes practicados? —preguntó, pues estaba realmente emocionado porque alguien pudiera seguirle el ritmo.

—Me parece bien. —respondió ella, aun luciendo divertida por las reacciones. —Pero, si vamos a ser compañeros, podéis llamarme Abby.

Todos sonrieron al oírla, alzando sus puños al aire y soltando gritos de alegría, aunque casi parecían de guerra. Nathan sonrió de oreja a oreja, como si le hubieran regalado una enorme bolsa de caramelos, sin dejar de mirar a la chica a su lado.

Aunque ellos no lo supieran, aquel fue el principio de una gran y fuerte amistad.







[...]








Presente

Ciudad de Inazuma

Abigail Sharp se levantó de la cama de un salto en cuanto escuchó como su despertador sonaba. Corrió por toda la habitación agarrando su uniforme y se apresuró a ducharse, para luego vestirse. Al salir del baño, se topó con su hermana pequeña, quien parecía algo dormida todavía. La saludó con un beso en la mejilla y se apresuró a hacer la cama. Luego, tomó su mochila y salió de la habitación, bajando las escaleras de dos en dos. Al llegar a la cocina, saludó a Karen, quien le sirvió el desayuno y le arregló un mechón del pelo. Desayunó para luego salir de la casa, pues Celia iría al instituto con una compañera de curso.

A unos metros, fue capaz de distinguir la inconfundible cabellera azul de su mejor amigo, quien se encontraba apoyado en una farola como si la vida no fuera con él. Se acercó a él, haciendo que el chico elevara la mirada.

—Buenos días, azulito. —lo saludó, dejando un beso en su mejilla.

—Buenos días, Abb. —la saludó de vuelta, ignorando por completo como lo había llamado.

Abigail enganchó su brazo con el del chico, para luego ambos comenzar a caminar en dirección al instituto. No estaba demasiado lejos de la casa de los Hills, por lo que no les llevaría demasiado. Además, iban con suficiente tiempo como para permitirse caminar lento.

Aquello era parte de su rutina. Nathan la esperaba fuera de la casa de los Hills —también era su casa ahora, pero ella se empeñaba a seguir llamándole de esa forma—. Luego de las clases, se iban a entrenar a las pistas de atletismo. Allí se podían pasar horas y horas, pues ambos eran bastante competitivos. Y, para acabar el día, cenaban en una de las casas, la de los Hills o al de los Swift.

Ambos llegaron al recinto de su instituto, pero algo hizo que dejaran de caminar. Fruncieron el ceño al mismo tiempo, al ver como un compañero de su clase cruzaba el patio corriendo, como si lo estuviera persiguiendo el mismísimo diablo o algo se estuviera quemando.

—¿Ese era Evans? —preguntó Abigail, haciendo que el peliazul a su lado soltase un sonido afirmativo.

Miró confundida a Nathan, pero este parecía tan confundido como ella. Se limitó a encogerse de hombros, solo asintiendo para confirmar que se trataba del chico Evans, pero nada más. No les quedó más remedio que ir a clase.





[...]






Ciudad Inazuma

Instituto Raimon

Pistas de atletismo

Abigail soltó una gran y fuerte carcajada al ver como Miles pegaba un puñetazo contra el suelo, en uno de sus usuales berrinches. Nathan le había ganado, de nuevo. Era lo normal.

El más pequeño se giró para mirar mal a la chica, quien se esforzaba por no reírse a carcajadas. Aunque, claramente fracasaba de forma estrepitosa.

Nathan esbozó una pequeña sonrisa al ver a su mejor amiga riéndose de aquella forma. Él mismo estaba haciendo verdaderos esfuerzos para no copiarla.

—Vamos, Miles, no te lo tomes a mal. —lo intentó animar, posando una mano en uno de los hombros del mencionado. —Ya sabes lo tonta que se puede llegar a poner.

Abigail le sacó la lengua divertida, mientras se acercaba a ambos. Nathan dejó caer su mano del hombro de Miles, devolviéndole a su amiga el gesto. Muy maduro por su parte.

—Lo siento, Miles, pero ya sabes que verte hacer berrinches luego de perder contra Nathan me da la vida. —se justificó ella, esbozando una sonrisa de falsa culpa, luego de calmar su risa. —¿Sabes qué? Eres adorable.

El mencionado infló sus mejillas, completamente indignado. Aquello divirtió a sus compañeros.

—No soy adorable. —se quejó, dando un pisotón en el suelo.

Abigail volvió a reírse sin poder evitarlo mientras Nathan sacudía la cabeza con diversión. Ante eso, Miles resopló de forma exagerada, alejándose de ellos para tomar sus cosas e irse. Ambos amigos lo observaron irse, para luego mirarse.

Vaya Drama King está hecho, pensó la chica, con gracia.

—Tiene potencial. —señaló ella.

—Pero le falla la técnica. —murmuró el de pelo azul, sacudiendo la coleta. —Y le puede la impaciencia.

Ella lo miró con una ceja alzada. El chico se encogió de hombros, algo avergonzado.

Oyeron gritos y volvieron a ver al chico de su clase, al que vieran antes de entrar a clases por la mañana. Era el capitán del equipo de fútbol del Raimon, y estaba corriendo de un lado para otro por todo el patio. Ahora parecía estar persiguiendo a la gente, llevando un cartel en las manos, que no dejaba de agitar cuando lograba parar a alguien.

Ambos se quedaron mirando mientras el chico los veía y corría hacia ellos.

—¡Abigail! ¡Nathan! —Mark Evans se apoyó en el cartel mientras jadeaba por el cansancio, sin dejar de mirarlos. —¿Os apuntáis al equipo de fútbol? ¡Estamos buscando jugadores para nuestro próximo partido!

¿Próximo partido?, Abigail creyó escuchar mal. Después de todo, de mano de su amiga, sabía que el equipo de fútbol del Raimon no tenía suficientes jugadores como para tener un partido.

Nathan abrió la boca, dispuesto a replicar. Pero el chico de la bandana naranja siguió hablando con entusiasmo.

—¿No decíais que queráis enfrentaros a los mejores? —Mark Evans sonrió de forma amplia, para luego salir corriendo, agitando el cartel como si fuera una especie de maraca.

Abigail lo observó, con una sonrisa comenzando a formarse en sus labios. Por su parte, Nathan bufó, haciendo que el mechón delante de su cara se moviera.

—Sí, claro, pero de atletismo. —masculló, aunque el otro chico ya no lo pudiera escuchar.

El silencio se vio interrumpido por la carcajada de Abigail, divertida por la situación. Nathan rodó los ojos, para luego rodear a su mejor amiga con un brazo.










[...]









Ciudad de Inazuma

Campo de la Rivera

El balón salió disparado desde el punto de penalti, para luego entrar en la portería, haciendo fricción contra la red. Abigail aterrizó en el suelo, soplando un mechón de pelo que se había salido de su coleta, sonriendo satisfecha. Al menos hasta que hizo una mueca de dolor al mover su pierna.

Nathan estaba sentado en la hierba, observándola y sonriendo. Por eso vio perfectamente la mueca que hizo, y se levantó con rapidez para ayudarla a sentarse.

—Estoy bien, Nath. —lo intentó tranquilizar.

—No deberías entrenar. —la regañó. —Todavía no puedes volver al fútbol. Lo sabes.

Nathan sabía todo lo que necesitaba saber de Abigail. Todo lo que había pasado en el mundo del fútbol, en qué equipos había estado y por qué parecía haber dejado el fútbol. Claramente, también sabía quien era su hermano mayor, y que Celia era su hermana pequeña. Por eso, se sentía mal por ella. Verla patear el balón, aquella sonrisa que se le formaba, le hacía saber lo mucho que adoraba aquel deporte. Y se imaginaba el dolor que suponía no poder jugar.

—Lo sé, lo sé. —musitó, mientras bebía un trago de agua. —Solo estaba probando mi pierna, nada más. —esbozó una sonrisa algo melancólica. —Casi había olvidado lo bien que me siento cuando juego al fútbol.

Su mejor amigo podía jurar que decía la verdad. Nunca veía sus orbes bicolores brillar con tanta intensidad como cuando chutaba un balón.

—¿Sabes? Quizás todavía no puedes volver al fútbol, pero... —Nathan se hizo el interesante. —...puedes hacer otra cosa.

—¿De qué hablas, Nath?

—Podrías enseñarme a jugar así.

Abigail alzó una ceja ante la insinuación que su mejor amigo acababa de hacer. ¿Acaso había insinuado que quería jugar al fútbol? ¿Tendría eso algo que ver con la propuesta de Mark Evans?

—¿Hablas enserio? —preguntó, intentando esconder su ilusión. Soltó un chillido cuando él asintió, para luego lanzarse a abrazarlo. —¡Es genial, Nath! ¡Ya verás, te encantará!

El peliazul no dejó de reírse, realmente estaba divertido con la reacción de su amiga. Ella no lo soltó, demasiado emocionada porque su mejor amigo quisiera practicar el deporte que más adoraba en el mundo.

Abigail se levantó en el momento en el que escucharon ruidos de choque. Frunció el ceño, haciendo que Nathan se levantase. Ambos compartieron una mirada, preguntándose que podía ser el causante de aquel ruido. Luego, se dirigieron con rapidez hacia el lugar del que procedían aquellos sonidos.

La escena los dejó algo sorprendidos. Observaron como una rueda de coche estaba atada a un árbol y volaba con gran velocidad hacia Mark Evans. Este tenía atadas dos ruedas su cuerpo y llevaba unos guantes algo roídos. Alzaron una ceja a la vez al ver como trataba de parar el neumático, clavando sus pies al suelo para no moverse.

Ella ahogó una exclamación en cuanto Mark se cayó de espaldas soltando un quejido mezclado con una maldición. Ambos amigos corrieron hacia él y lo ayudaron a levantarse.

—¿Abigail? ¿Nathan? —el chico Evans parecía algo ido.

Creo que se le han reiniciado las conexiones internas, pensó Abigail.

—Este si que es un entrenamiento raro. —murmuró Nathan, mientras pensaba si el chico frente a él estaba bien de la cabeza.

—Pero muy pasional. —añadió Abigail, recibiendo una mirada incrédula de su mejor amigo. —¿Qué? Es verdad.

—¿Cuánto tiempo lleváis viendo? —preguntó Mark, rascándose la nuca con algo de nerviosismo.

—El suficiente para verte salir volando por los aires. —expresó el peliazul.

—Y para darnos cuenta de que no éramos tu único público. —comentó ella, apuntando hacia los arbustos con un gesto.

Mark Evans miró en la dirección que ella señalaba, sorprendiéndose al ver a los miembros del equipo saliendo de detrás de los arbustos. Parecían algo avergonzados de que los hubieran pillado.

—Nos has impresionado. —Abigail llamó la atención de Mark, quien la miró al instante.

—Y hemos estado pensando en lo que nos dijiste en las pistas de atletismo. —añadió Nathan.

—¿Ah sí? —Mark comenzó a ilusionarse.

Ambos asintieron con la cabeza, mientras el resto del equipo se acercaba. Kevin Dragonfly los observó con algo de desconfianza, en especial a ella. Estaban en la misma clase, eso lo sabía, pero le sonaba de algo más. No caía de qué.

—Verte buscando jugadores con tanta ilusión, y ahora este extraño entrenamiento tuyo...—Abigail señaló el neumático del árbol con un gesto algo vago. —Bueno, me ha hecho recordar lo mucho que me gusta el fútbol.

—Seguro que Silvia necesita ayuda en la gerencia.

Abigail se giró a mirar a Dragonfly como si tuviera complejo de exorcista. Frunció el ceño al darse cuenta de que estaba insinuando que podía unirse al equipo, por supuesto, pero al técnico.

¿Siquiera sabía con quién estaba hablando?

Nathan vio perfectamente como la mirada de su mejor amiga se volvía menos amable y se temió lo peor. Trató de detenerme, pero ya era demasiado tarde.

En un rápido movimiento, Abigail tomó uno de los balones que estaban al lado de Mark. Le pegó un fuerte golpe y lo lanzó en dirección a Kevin Dragonfly. El esférico impactó contra su estómago con gran violencia, mandándolo a volar y haciendo que acabase en el suelo.

Los demás soltaron una exclamación de sorpresa, menos el peliazul, quien se apretó el puente de la nariz con dos dedos. Sabía lo mucho que le fastidiaba a su mejor amiga que hicieran esa clase de insinuaciones. No llevaba bien que la infravaloraran.

Kevin se puso de pie de un salto, soltando una carcajada. Se ganó la mirada confundida de sus compañeros, pero no se dio cuenta de aquello.

—Alguien que lanza así de fuerte tiene que estar en el Raimon. —expresó, mientras sus amigos lo miraban como si hubiera perdido la cabeza.

—¿Kevin? —Timmy, uno de los menores, preguntó con cautela.

Fue ese en el momento en el que se dieron cuenta de que estaba haciendo Abigail, pues Kevin iba a pedirle que tirase contra Mark, al menos hasta que la miró bien. Estaba agachada, agarrando su pierna mientras hacía una mueca de dolor.

—Abby. —Nathan se agachó a su lado y la ayudó a sentarse. —Te dije que no hicieras estupideces.

—Estoy bien, Nath.

—Sabes que no puedes jugar al fútbol. —la siguió regañando. —No te has curado todavía.

—¿Curado? —la voz de Mark llamó la atención de ambos.

—Me rompí la pierna hace unos cuantos meses. Fue en un entrenamiento de mi anterior equipo. —explicó Abigail, mientras relajaba su expresión. —Todavía no puedo jugar.

Mark Evans hizo una mueca de disgusto demasiado visible, pero esa era su esencia.

—¿Qué hay de ti, Nathan?

El mencionado miró a su mejor amiga, quien asintió con la cabeza varias veces, esbozando una sonrisa. luego, volvió a mirar al portero, quien parecía ansioso por escuchar su respuesta.

—Me interesa saber por qué el futbol le gusta tanto a Abby—habló, sonriendo, ganándose una risa de la mencionada. —Contad conmigo.

Lentamente, una enorme sonrisa se formó en las facciones de Mark. Hasta parecía que sus ojos estaban llenos de estrellas, pues brillaban con emoción.

—Puede que no puedas jugar, —Mark miraba a la chica fijamente. —, pero la lesión no te durará para siempre, ¿no?

—Si sigue haciendo el imbécil, no sé yo. —Nathan bufó.

—No seas melodramático, Nath. —Abigail soltó una risita entre dientes, mientras dirigía su mirada al capitán del Raimon. —No te preocupes, Mark, en cuanto me recupere, podréis contar conmigo.

Ambos amigos soltaron una exclamación cuando Mark Evans se echó sobre ellos, abrazándolos. Murmuraba cientos de cosas, entre los que se podía distinguir algún gracias, pues el resto de las palabras eran completamente inaudibles. El resto del equipo los observaba algo divertidos.

Era un pequeño comienzo. De una forma u otra, el Raimon tenía dos nuevos integrantes.


Holiiii :D

Bueno, pues ya están Nathan, Mark y los demás del Raimon entrando en acción.

Este capítulo es prácticamente igual al de la primera versión, solo he hecho los cambios necesarios teniendo en cuenta que Abby se lesionó (uno de mis errores cuando la publiqué).

Así que, si os acordáis de la primera versión sabréis que Axel aparece en el siguiente. Así que no temáis, estará de vuelta. Y veremos escenas con Abby, por supuesto.

Bueno, ¿Qué os ha parecido el capítulo?

¡Espero que os haya gustado!

Recordad que la única forma que tengo de saber qué os ha gustado es que me lo digáis. Y para eso tenéis el voto y los comentarios. Sé que da vergüenza, pero no sabéis lo mucho que alegra leer comentarios vuestros. De verdad. Y además, es gratis.

Nada más por mi parte pero...

¡Nos leemos en comentarios!

PD: el próximo capitulo será el miércoles sobre las 22pm (hora europea).

~I 👑

|Publicado|: 21/08/2021

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