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CAPÍTULO CUATRO
Adiós, hermano

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Hace un año y medio

Ciudad de Inazuma

Royal Academy

Habitaciones de los alumnos

Jude Sharp se encontraba sentado en la cama de la habitación que el comandante les había dado a los jugadores para las concentraciones. Estaba de brazos cruzados, con las gafas en el regazo y esperando pacientemente. Su mirada rubí seguía los movimientos de su hermana melliza, quien parecía un león enjaulado. Se preguntaba que le pasaba como para que se moviera por la habitación de aquella manera, como si pretendiera hacer un agujero en el suelo.

—Hermanita, ¿Qué pasa? —preguntó, pues nadie había dicho nada en un buen rato. —¿Vas a decirme que te tiene tan inquieta? ¿O porqué faltaste a clases ayer?

Ah, sí. El día anterior Abigail se había quedado con Axel, hablando. El chico rubio le había ofrecido varios planes para cambiar el rumbo de su vida, por fin coger las riendas. Ninguno la convencía, y por eso habían estado muchas horas discutiendo. Axel Blaze tenía buenos argumentos, no podía dudarlo. Sabía cómo debatir.

—Ayer fui a ver a Blaze al hospital. —soltó por fin, de espaldas a su hermano y mirando una estantería. —Por eso falté a clases.

—¿Qué fuiste a ver a Blaze? —repitió Jude, confundido. —¿Y se puede saber por qué?

—Porque me sentía culpable. —respondió Abigail, girándose para mirar a su hermano. —Por nuestra culpa, acabó en el hospital. Como muchos otros niños a los que hemos mandado allí. —soltó un suspiro. —¿Alguna vez te sientes así?

—¿Qué?

—¿Alguna vez... te sientes culpable por lo que provocamos?

—Por supuesto que sí. —Jude frunció los labios. —Somos humanos, después de todo.

Abigail asintió, pensando en cómo hablar del tema de Celia sin que él estallara. Cuando le entraba la vena hermano mayor sobreprotector, no razonaba demasiado. Era consciente.

—Esto no tiene que ver con que te sientas culpable por mandarlo al hospital. Hay más. —Jude Sharp conocía a su hermana melliza como la palma de su mano. Por eso, sabía cuándo algo la perturbaba. A él no le podía esconder nada. —Cuéntame.

Silencio. Esa fue la respuesta que Abigail le dio a su hermano. No sabía cómo hablarlo con él. Nunca antes le había pasado. Siempre había tenido mucha facilidad para hablar con su mellizo de cualquier tema.

—Abby. —Jude se levantó, haciendo caer las gafas al suelo pero le dio igual. Se acercó a su hermana. —Hermanita, ¿Qué ocurre? Me estás preocupando.

—No puedo más. —confesó en un hilo de voz.

—¿Qué?

—¡No puedo más! —estalló la chica, alejándose de su hermano y gesticulando. —¡No puedo soportarlo! ¡No puedo seguir! ¡Se acabó, se acabó!

Jude observaba a su hermana haciendo gestos, confundido. No entendía que pasaba, y eso no le gustaba.

—Hermanita, ¿de qué hablas?

—Estoy cansada, hermano. —Abigail enfrentó a su hermano, sin importarle que sus ojos bicolores estuvieran llenos de lágrimas. —Estoy cansada de fingir ser alguien que no soy. Estoy cansada de jugar un papel que me enferma. No puedo más.

—Tienes que ser fuerte. —Jude sabía a qué se refería, por supuesto que sí. —No queda nada, hermanita. Muy poco y todo habrá valido la pena.

—¿Muy poco? Muy poco quedaba hace dos años. Muy poco quedaba el año pasado. Ahora me dices que queda muy poco. ¿Cuándo, hermano mayor, cuando? —las lágrimas ya habían comenzado a caer por las mejillas de la chica Sharp, pero a ella le daba igual. —¿Cuándo será? ¿Dentro de trescientos días? ¿Cuatrocientos? ¿A los dieciocho? ¿Cuándo? ¡Respóndeme, hermano! ¿Cuándo?

—No lo sé...

—Ah, no lo sabes... ¿y te conformas con eso? ¿Con solo saber que muy pronto se acabará todo? ¿Y ya está?

Jude estaba perplejo. Su hermana parecía otra persona.

—¿Qué te pasa, hermanita?

—¿Qué me pasa? ¿Qué te pasa a ti, Jude? —ella no lo llamaba por el nombre. No, a menos que estuviera enfadada o decepcionada. —Eres mi hermano mayor, y no parece preocuparte nada.

—¿De qué demonios hablas? Siempre estoy contigo.

—¡No! Nunca me preguntas como me siento. Nunca me preguntas si puedo seguir con la estúpida farsa mucho tiempo más. A veces pareces un robot, Jude, un maldito robot. ¿Te parece normal? ¿Ser solo un niño y parecer un maldito robot? ¿Esto te parece normal?

—Yo...

—Creía que podría aguantarlo, de verdad que sí. Por Celia, por ti, por mí... pero no puedo más. ¡No hemos estudiado la otra parte! Es estúpido, pero solo lo hemos visto desde nuestra perspectiva.

—¿De qué hablas? ¿Qué otra perspectiva?

—¿Y si Cece es feliz con ellos? ¿Y si tiene una familia linda? ¿Y si ellos la quieren? ¿Y si se amarga al venir con los Sharp? No hemos pensado en eso, hermano.

—¿En dónde va a estar Celia mejor que con sus hermanos mayores? No desvaríes, hermana.

—No, no. No la hemos ido a visitar. No sabemos cómo la tratan, como es su vida, como son ellos. No hemos analizado esa parte. Sí, nos extrañará, es obvio que lo hace pero... no nos hemos parado a pensar en si esa familia la hace feliz. Si la hace mucho más feliz de lo que los Sharp nos hacen a nosotros.

Jude se quedó sin habla. Estaba atónito al escuchar a su hermana. Parecía haberse olvidado de cómo se hablaba.

—No sabemos si padre seguirá con sus limitaciones y sus condiciones cuando Cece esté con nosotros. ¿Y si sigue en la misma línea? ¿Y si eso apaga a Cece? No lo soportaría, hermano. Cece está llena de luz, y padre no lo está. Es oscuro y siniestro. Cece es todo lo contrario. No hemos pensado en lo que podría pasar si ella no está a gusto. ¿Y si no lo está? Yo no sería capaz de ver a mi hermana apagándose.

—De acuerdo... no lo hemos analizado desde ese lado, es nuestro error. Uno muy grave. Pero no podemos tirar todo por la borde. Hemos trabajado mucho para llegar hasta aquí, hermana. No podemos simplemente abandonar.

—No somos sus marionetas, Jude. Somos personas. Y a él nunca le interesa saber lo que pensamos. Nuestras opiniones no cuentan. Por no hablar de nuestros sentimientos... ¡sentimientos! Creo que no los tiene. No, realmente no los tiene.

—¿Por qué me hablas de esto? ¿Por qué ahora...? —algo se encendió en la mente de Jude. —¿Es por Blaze? ¿Te lavó la mente?

—No, Axel me hizo ver la realidad. No le eches la culpa a él.

—¿Axel? ¿Ahora lo llamas por su nombre? ¿Se puede saber qué te pasa?

—No voy a discutir contigo sobre Axel, hermano. —advirtió, dándole una seria mirada.

Jude bufó, poniendo los ojos en blanco.

—Vale. Bien. ¿Entonces quieres discutir sobre lo estúpido que sería dejar de obedecer a padre y al comandante? ¿Quieres eso?

—¡Solo quería tu opinión, Jude! —exclamó, dolida. —Jamás tomaría ninguna decisión sin consultarlo contigo.

—Pues creo que ya lo has hecho...

—Hermanito...

—Sabes que no podemos hacer nada, hermana. Estamos entre la espalda y la pared. Si queremos que Celia venga a vivir con nosotros, debemos hacer lo que nos dice.

—Esta no es la forma. Tiene que haber otra forma, porque esta... esta no es la correcta.

Abigail agarró el pomo de la puerta con la mano derecha, mientras se limpiaba las lágrimas con la libre. Le dio la espalda a su hermano y giró el pomo, abriendo.

—Hermana, ¿A dónde vas?

—Necesito que me dé el aire.

—¡Abby!






(...)





Ciudad Inazuma

Royal Academy

Azotea de la Royal Academy

Abigail Sharp se encontraba apoyada en la barandilla de la azotea. Su mirada bicolor estaba clavada en el paisaje que tenía delante. La ciudad de Inazuma se hallaba frente a ella en todo su esplendor. Los bajos rayos del sol reflejaban contra los cristales de algunos de los edificios más altos. Al fondo, podía ver los montes y las colinas, de un furioso verde oscuro. El cabello marrón cobrizo de Abigail se mecía con suavidad, movido por la suave brisa que soplaba.

No sabría decir cuánto tiempo llevaba allí. ¿Una hora? ¿Dos? ¿Tal vez tres? A pesar de tener el reloj de pulsera en su mano izquierda, había perdido por completo la noción del tiempo. Había estado dándole vueltas a todo lo sucedido en los últimos días, pensando en cuál era la mejor elección. Estaba en una clara encrucijada. Escogiera el camino que escogiera, una parte de ella salía perdiendo.

Entonces, ¿Qué debía escoger? ¿La felicidad de quién debía anteponer? ¿La suya, la de su hermanita o la de su hermano mayor? ¿Debía ser egoísta o considerada? ¿Debía escoger lo que estaba bien o lo que estaba mal?

Las preguntas se arremolinaban en su mente, creando una extensa red. Se parecía a una telaraña, aunque la diferencia era que a ella le había llevado unos pocos segundos crearla, nada que ver con el tiempo que la pobre arañita debía invertir. Pese a eso, estaba más cerca de escoger que rama de la red seguiría. Solo temía las consecuencias.

Retuvo un largo suspiro al escuchar pasos detrás de ella, pero no se giró a mirar. Mantuvo su mirada en el paisaje, observando como unos cuántos pájaros volaban en el horizonte. Los escuchaba piar entre ellos, y se preguntó si eran felices. Sí, debían de serlo. Ellos eran libres, podían escoger hacia qué dirección volar. Eran felices.

—No quiero discutir. —pronunció, frunciendo los labios.

La otra persona no dijo nada, pero siguió acercándose a ella. Se colocó a su lado, en la misma posición, con la mirada clavada en el horizonte. La capa roja que llevaba en los hombros comenzó a mecerse con el viento, de la misma manera que lo hacía la melena cobriza de ella.

—No vengo a discutir. —replicó él, intentando sonar tranquilo. —Solo quiero hablar contigo del tema.

Ella frunció el ceño, contando en su mente para no volver a enfadarse de nuevo. Sabía perfectamente de que quería hablarle, pero estaba segura de que no acabaría bien. En un movimiento, giró la cabeza para mirarlo.

—¿Hablar del tema? Ya no hay nada de lo que hablar.

—No te pongas así, hermanita. —el tono del chico era neutro, como casi siempre.

—No malgastes saliva conmigo, señorito Sharp. —escupió enfadada, sin dejar de mirarlo. Que lo llamara de aquella manera logró provocarle un angustioso escalofrío. —Ya te lo he dicho, no puedo más. Estoy harta.

Jude Sharp giró la cabeza para mirar a su hermana pequeña. Tragó saliva al ver la fría mirada que tenía. No tenía nada que ver con la que solía dedicarle a él.

Está enfadada, de eso no hay duda, pensó el estratega.

—¿Harta? —repitió, pues una parte de su mente se negaba a entender a qué se refería. —No entiendo por qué.

Abigail soltó una carcajada cargada de sarcasmo, sin estar sorprendida de la reacción del chico. Se lo esperaba. Ella había abierto los ojos a la verdad, la habían ayudado a verla. Pero él no.

—Quiero jugar al fútbol, al que amo con toda mi alma. —expresó, algo cansada. —¿Recuerdas cuando teníamos seis años y jugábamos en el patio del orfanato sin descanso? ¿Lo felices que éramos? —un suspiro melancólico salió de sus labios al recordarlo. —Quiero volver a eso, volver a sentir lo mismo. A emocionarme por jugar al fútbol. A sentir alegría por marcar un gol.

Jude frunció el ceño de forma leve al ver como la fría mirada de su hermana se volvía más cálida. Por unos segundos, le recordó a la pequeña versión de su hermanita, a la que corría por todo el patio del orfanato con una enorme sonrisa en sus facciones.

—El comandante nos hace ganar.

—Sí, ¿pero a qué precio? —Abigail negó con la cabeza. —Quiero ganar limpiamente, sin los sucios trucos del comandante. Solo con mi fútbol, —la esperanza la inundó. —con el nuestro...

Observó como su hermano fruncía los labios en una línea. Sabía que él también lo quería. Lo conocía como la palma de su mano. Después de todo, era su hermano mellizo, su otra mitad.

—Vamos, hermanito, ¿no piensas decir nada?

El chico suspiró nervioso al ver la mirada que su hermana le estaba dedicando. Una parte de su cabeza le chillaba de forma colérica que debía seguir las órdenes del comandante si quería a su familia unida. Pero su corazón... él le gritaba que no era lo correcto. Que no estaba bien lo que hacía.

Sin embargo, Jude Sharp eligió el camino incorrecto.

—Yo... No puedo, Abby. —masculló, casi arrepintiéndose al momento.

Jude fue capaz de ver como la mirada de su hermana se rompía lentamente ante sus palabras, y quiso golpearse la cabeza contra la barandilla. También quiso volver atrás en el tiempo y no decir lo que acababa de decir. Pero no podía. El mal ya estaba hecho.

Abigail notó como los ojos le empezaban a picar, pero no lloraría delante de Jude. No le mostraría que su elección le hacía daño, que se sentía traicionada por su propio hermano. Por su hermano mayor. El que se suponía que iba a protegerla siempre. El que iba a estar a su lado pasase lo que pasase.

Asintió ante sus palabras, soltando un suspiro. Se llevó la mano al brazo derecho, bajo la confusión de su hermano. Se quitó la cinta de capitana, sintiendo que tardaba varias horas en hacerlo, aunque solo le llevó unos pocos segundos hacerlo. Aquel trozo de tela roja medio gastada, con algunos arreglos, parecía pesar una tonelada en su mano.

Jude notó como un nudo comenzaba a formarse en su garganta cuando su hermana tomó su mano y dejó la cinta allí posaba. Juraría que le había puesto un camión, porque sentía como pesaba en su mano. Se sentía como si hubiera vendido su alma al diablo. Aunque, en cierto modo, lo estaba haciendo.

—Yo también quiero que estemos los tres juntos, pero esta no es la forma. —murmuró ella, luchando contra sus lágrimas.

Él abrió la boca, dispuesto a decir algo, pero nada salió de ella.

—Espero que seas feliz, hermanito.

Abigail se acercó a su hermano y dejó un beso en su mejilla, mientras apretaba los párpados para no llorar. Luego, giró sobre su eje y comenzó a alejarse de él. En el camino, luchaba contra sus emociones para no echarse a llorar como un bebé. Sentía que una pequeña parte de ella, una diminuta, se quedaba allí. Con su hermano mayor.

Ese fue el primer día en el que los mellizos Sharp estuvieron separados en toda su vida. Y aquello, cambió todo.


Holii :D

Este era otro de los capítulos que sentía que no estaba suficientemente explicado en la versión anterior. Creo que ahora se puede entender mejor como Abby se sintió al dejar la Royal.

Y sí, lloré un poco al escribirlo.

Adoro a Jude, y se me hace muy difícil ponerlo de malo. Es solo un bebito 🤧🤧

Bueno, ¿Qué os ha parecido?

¡Espero que os haya gustado!

Nada más por mi parte, pero...

¡Nos leemos en comentarios!

~I 👑

|Publicado|: 11/08/2021

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