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CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
¿Qué está pasando?

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AUNQUE ABIGAIL HABÍA ACABADO por adorar a Mark Evans, todo fruto de su carácter tan vivaz, en ese momento estaba dudando bastante. Lo cierto era que le estaban dando ganas de golpear a su amigo en la cabeza, preferiblemente de un balonazo, por haber aceptado aquel estúpido partido. Era, sin duda, la peor idea que había tenido el capitán desde que lo conocía.

El partido era con la Triple C de Osaka (CCC), el equipo capitaneado por Sue Hartland, quien era la misma chica que había 'secuestrado' a Erik. Se suponía que en ese partido se iban a decidir el futuro del estadounidense, o eso había dicho la peliazul, pero los jugadores del Raimon estaban jugando como si fueran patos mareados. No eran capaces de hacer un buen ataque y se limitaban a defenderse de los ataques de la CCC. Eran fuertes, para sorpresa de Abigail, pero sus super técnicas no dejaban de parecerle una completa broma pesada.

Con tanto rosa me va a salir una alergia, pensó, con aire irritado. Una de sus cejas estaba a punto de sufrir espasmos, fruto del mal humor que la estaba atacando.

Abigail intercambió una significativa mirada con Tori al ver como Nathan perdía el balón por un gesto que una de las jugadores del CCC había hecho. Ambas se dieron cuenta de lo que estaba pasando, pues no había que ser un genio para fijarse en aquellos pequeños detalles.

—Tenemos que hacer algo—le dijo Tori, hablando de mala gana, pues también estaba molesta—, o acabaremos perdiendo este ridículo partido...

—Déjamelo a mí—se limitó a decir Abigail, con tono serio.

Tori arqueó una ceja, con aire confundido, pues aquella información no era suficiente. Sin embargo, reparó en la expresión de la delantera. Y se dio cuenta de que era a lo que se refería su compañera de equipo. Después de todo, ya la había visto en acción.

En cuanto el pitido que indicaba el final del primer tiempo sonó, Abigail se preparó para poner en marcha su precipitado pero efectivo plan. Estaba segura de que sería un completo éxito, o eso esperaba por el bien de sus compañeros. Esperó unos segundos, todavía de pie en el campo. Alzó la mirada para cruzarla con la de Tori, asintió una vez y le hizo un gesto de que se mantuviera en su lugar. Luego, se movió.

Las chicas de la CCC observaron, con incredulidad, como la delantera rival levantaba el balón con un gesto, lo golpeaba con fuerza y se las arreglaba para golpear a todos y cada uno de los jugadores del Raimon. El balón acabó rodando hasta detenerse a los pies de Celia, quien al igual que las otras gerentes y la entrenadora, estaban lo suficientemente lejos como para no haber recibido ningún golpe. Pero sí para ver el ataque bien de cerca.

Pleno, fue lo único que pensó la delantera, mientras observaba a sus compañeros de equipo tirados en el césped.

Lina Schiller observó como su delantera se acercaba a su equipo, con el rostro crispado por el enfado, pero algo llamó su atención. Sus orbes, habitualmente de dos colores, ahora comenzaban a ponerse de uno solo. Pero no era ni rubí, ni marrón, sino naranja como el fuego. Era una pequeña pincelada, muy sutil, pero ella fue capaz de verla perfectamente. Y se preguntó si, en algún momento y por su temperamento, explotaría de nuevo.

Los jugadores del Raimon alzaron las miradas, confusos por aquel golpe, todavía tirados en el suelo. No era raro que la chica Sharp usara aquel método contra ellos, incluso lo había ejecutado contra el delantero que era su novio, pero en esta ocasión se las había arreglado para darles a todos. Ni uno se había salvado, ni siquiera Jude, quien estaba comenzando a entender aquel gesto.

—¿Se puede saber qué demonios os pasa a todos? Despertad de una jodida vez—reclamó Abigail, enfadada, mientras Tori llegaba a su lado—. Parece mentira que seáis los mismos que les plantaron cara a la Royal Academy Redux o al Instituto Zeus... porque parecéis patos mareados jugando al fútbol. ¿Pretendéis derrotar a los extraterrestres así? —No dejó que la interrumpieran, estaba demasiado molesta—. Lo único que esas chicas están haciendo, es vacilaros todo lo que les da la gana, y vosotros no dejáis de caer en sus trampas una y otra vez. ¿Me queréis decir que rayos os pasa?

Así que es por eso, pensó Jude, haciendo un gesto de disgusto con los labios. ¿Cómo hemos podido dejar que pasara...?

—Cada vez que se quejan de una de vuestras jugadas, están mintiendo como unas descaradas. No es más que puro teatro. Está todo fríamente calculado para que penséis que les habéis hecho daño, y se aprovechan de eso. Dejad de jugar así de una vez, o tendré que volver a golpearos de nuevo. — Abigail se cruzó de brazos, luciendo realmente intimidante para la altura que tenía—. ¿Habéis olvidado quiénes somos? Somos el Raimon, los que se supone que vamos a salvar el mundo de la Alius... ¿Y os venís abajo porque os guiñen un ojo? ¿Enserio?

—N-nosotros n-no...—Mark intentó quejarse, pero enmudeció en cuanto la mirada de la chica cayó en él.

—No me quieras ver la cara de estúpida, capitán, porque llevo todo el partido observándoos. Parecéis niños de primaria intentando jugar al fútbol. Ah, Nathan, no creas que no he visto como casi te comes el suelo porque te has puesto nervioso—habló Abigail seria, mirando a ambos mencionados con los ojos entornados—. Lleváis mucho tiempo jugando conmigo, y ahora con Tori, y nunca os he visto comportaros de esta forma tan estúpida. —Puso los ojos en blanco, mientras la pelirroja negaba con la cabeza—. Espero que volváis al campo y os pongáis a jugar en serio, o tendré que volver a tomar medidas.

—No hacía falta el balonazo...—se quejó Jack, haciendo un puchero.

—Te equivocas—replicó Abigail, con tono frío, logrando que algunos de los chicos se estremecieran de forma inconsciente—. Os lo pido por favor. Volved a jugar como lo hace el Raimon, con nuestro fuego, viento, hielo y electricidad. Jugad enserio, o volveré a golpearos a todos, ¿estamos?

Los chicos del Raimon asintieron con las cabezas, realmente intimidados por el temperamento de su delantera. Todos, salvo Jude, quien había sido suficientemente veloz mentalmente como para darse cuenta del motivo del enfado de su melliza. Incluso antes de que ella se pusiera a hablar.

Tori se acercó a su compañera, sonriendo de lado, con aire satisfecho. Chocó las cinco con ellas, mientras ambas observaban como los chicos se iban levantando del suelo.

—Recuérdame que nunca me ponga en tu contra—comentó la pelirroja, con aire tranquilo.

—Espero que lo recuerdes, pelirroja—señaló Abigail, relajando su expresión hasta el punto de guiñarle un ojo.

Ambas se echaron a reír, más relajadas que antes.

Y pensar que casi la tumbo de un balonazo cuando nos conocimos, pensó Abigail, recordando el partido contra el Servicio Secreto, y lo estúpido que le había parecido en ese momento. Ahora que lo pensaba, era el segundo más irrelevante que habían jugado. Porque este se lleva la palma, concluyó, reteniendo un suspiro.

En el segundo tiempo, por fortuna, el Raimon volvió a ser el que siempre era. Habían vuelto los pases, los regates, las jugadas y los tiros propios del equipo ganador del Torneo de Fútbol Frontier y del que aspiraba a derrotar a la Academia Alius. Parecía que el balonazo terapéutico de la delantera había hecho efecto en ellos, y que las técnicas que las chicas de la CCC usaban para distraerlos ya no tenían efecto.

Aquilina Schiller no dejaba de observar a su delantera con una pequeña sonrisa tironeando de las comisuras de sus labios. Ni siquiera había hecho falta que ella dijera nada para centrarlos, la chica se había encargado ella sola. Estaba claro que, como no dejaba de pensar, era una gran jugadora, tanto dentro como fuera del campo. Además, su carácter complicado hacía que sus palabras fueran tomadas como órdenes. Aquilina podía jurar que el apodo que tenía en el mundo del fútbol estaba muy acertado.

Si regaña a sus compañeros, tiene la mente ocupada, pensó la adulta, mientras observaba las jugadas de todos. Si tiene la cabeza ocupada, no se puede deprimir. No, no es que no pueda, es que no tiene tiempo.

Vamos a acabar de una vez con esta tontería, decidió la chica Sharp, quien estaba realmente harta de aquel partido y de aquel equipo.

—Shawn—lo llamó Abigail, poniendo su plan en marcha.

El mencionado giró la cabeza para mirarla, recibiendo el gesto de la chica. El peligris sonrió con malicia, asintió y le guiñó un ojo. Luego, ambos delanteros atacaron. La Ventisca Eterna fue combinada con el Remate Eléctrico, como había hecho en varias ocasiones. La portera del CCC intentó parar aquel tiro, pero acabó contra el suelo, mientras el balón entraba en la portería.

Ambos chocaron los cinco, Shawn sonriendo de forma taimada y Abigail como si algo le hiciera mucha gracia. Y ese 'algo' eran las expresiones de las jugadoras rivales.

—Pero... pero...pero... —tartamudeó Sue Hartland, quien parecía totalmente sorprendida por lo que había visto—. ¿Dónde estás los pétalos y las mariposas?

Esta chica me da dolor de cabeza.

—El fuego se comió a las mariposas, cabeza pitufo—se limitó a decir Abigail.

Cabeza pitufo, pensó Jude, conteniendo un suspiro. Ya estamos con los apodos extraños...

Las chicas del CCC la siguieron observando con la mandíbula casi en el suelo, algo que ella estaba disfrutando enormemente. Realmente ni se iba a esforzar en ocultar su aura de victoria, pues aquellas expresiones solo hacían que esta aumentase todavía más.

—Bien hecho, Shawn, hermanita—indicó Jude, chocando las cinco con ambos jugadores, sonriendo de forma tan pequeña que solamente alguien que lo conociera bien se daría cuenta.

Erik suspiró, más tranquilo que antes de jugar el partido, pues no quería dejar el equipo para 'casarse' con aquella chica tan extraña. Sin embargo, no se confió con el partido. No bajó la guardia, a pesar de la tranquilidad de la delantera de su equipo.

Durante el resto del partido, y por orden de los mellizos, el Raimon reforzó su defensa para que el CCC no lograra marcar gol. Después de todo, el plan de Abigail era la victoria del Raimon por medio de un gol, nada más. Y lo lograron con éxito, puesto que ninguna de las chicas del equipo de Osaka era capaz de pasar la fuerte defensa que los estrategas habían colocado en el campo. Era como una enorme muralla, un equipo de centinelas que protegían el castillo. Todos los ataques rebotaron contra ellos.

En cuanto el partido se acabó, Erik se lanzó a abrazar a Shawn y Abigail, pillándolos con la guardia algo baja. Shawn formó una mueca de sorpresa, no muy acostumbrado a las muestras de afecto. Por su parte, Abigail no retuvo su risa.

—Vaya, vaya, vaya... Pareces genuinamente feliz, Eagle—se burló, sonriendo de forma felina, mientras le daba un codazo.

—¿Qué pasa? —preguntó él, haciendo un falso puchero—. ¿Acaso querías que me fuera?

—Claro que no, tonto. Si lo quisiera, ¿Crees que Shawn y yo habríamos marcado? —respondió, encogiéndose de hombros, mientras el de Hokkaido sonreía.

Los tres jugadores de Raimon se sobresaltaron, cada uno a su manera, cuando Sue apareció literalmente de la nada. Acabó colgada del cuerpo de Erik como si le fuera la vida en ello, mientras el chico hacía una mueca de disgusto muy bien disimulada.

Dios mío de mi vida, que suplicio, pensó la de ojos bicolores, disimulando su malestar lo mejor que pudo.,

—¡Hay que ver que buena es tu amiga, cariñín! —exclamó Sue, frotando la mejilla contra la del chico.

—¿Esta va enserio? —refunfuñó Abigail, cruzándose de brazos, mirando al delantero a su lado. Shawn se limitó a encogerse de hombros, sin saber que responderle, logrando que ella gruñera por lo bajo.

—Por eso me gustaría jugar con ella—siguió hablando Sue, como si nada, parloteando como si fuera un loro—. Estoy segura de que podríamos crear algo mucho mejor que el Baile de Mariposas...

Abigail puso cara de malas pulgas nada más escucharla, mientras Shawn y Erik se temían lo peor. Después de todo, hasta el peligris que estaba en su mundo fuera de los partidos, estaba notando el aura hostil que estaba apareciendo alrededor de la delantera.

La verdad es que me sorprende que no le haya dado un balonazo, pensó el estadounidense, sin separar su mirada marrón de su amiga.

—Alto ahí, cabeza pitufo—la detuvo Abigail, mientras formaba una mueca de desagrado, esta vez siendo visible—, yo no pienso hacer nada que tenga rosa, florecitas o maripositas por todos lados. Me niego categóricamente.

Shawn se tragó una risa lo mejor que pudo, mientras Erik sonreía de forma taimada. Ambos se esperaban una respuesta parecida, aunque se trataba de una mucho más tranquila de lo esperado. Después de todo, solamente se había vuelto hostil su tono y el aura a su alrededor, pues sus ojos seguían siendo bicolores.

Sue puso mala cara al escucharla, como si fuera un cachorro regañado. Miró al chico del que estaba colgada, buscando algo de ayuda. Pero el estadounidense sabía de primera mano lo terca que era su amiga, y que no habría nada que pudiera decir para hacer que cambiase de opinión. Menos si tenía que ver con técnicas llenas de detalles que se escapaban del estilo de la heredera de los Sharp.

—Lo siento, Sue, soy uno de los mejores amigos de Abby...—habló Erik, intentando controlar su risa para no hacerla sentir mal—, y aun así no sería capaz de que ella hiciera algo así.

—Y por ese mismo motivo, tienes el puesto, Eagle—canturreó Abigail, guiñándole un ojo.

Erik puso los ojos en blanco, mientras Shawn reía de forma suave. Sue la observaba, de forma bastante fija para el gusto de la chica, todavía con mueca triste dibujada en sus facciones. Pero la delantera del Raimon la ignoró olímpicamente, como si no fuera con ella.

Disfruta de la decepción, cabeza de pitufo, pensó, conteniendo una sonrisa malvada.

Abigail aprovechó el momento para alejarse de ellos, queriendo estar lejos de aquella chica loca. Saltó sobre la espalda de su hermano mayor, asustándolo en el acto por su repentina aparición. Sin embargo, el estratega fue lo suficientemente veloz y hábil como para sujetarla, evitando que se callera.

—Hola, mi querido hermano mayor—tarareó de forma divertida—, ¿me has echado de menos?

—¿Pero tú no estabas con Erik y Shawn? —preguntó el chico, confundido, afianzando el agarre para que no acabase en el suelo.

—Sí, pero tanto "cariñín" me pone de los nervios—señaló ella, inclinándose para apoyar su mejilla contra la del chico, sonriendo de forma inocente—. Y prefiero estar con mi hermano favorito.

—Solo tienes uno.

—Te equivocas, también tengo a Celia. Y Nathan lo conozco tanto que hasta podría pasar por hermano nuestro.

Los dos tienen el cabello azul, pensó la delantera, conteniendo una risita. Podríamos ser familia perfectamente.

Los dos mencionados alzaron la mirada al escuchar sus nombres y sonrieron a la vez, divirtiendo a la delantera por aquella sincronización. Jude se acercó a ellos, con su melliza todavía sobre su espalda, como si no pesara nada.

—¿Qué pasa, Swift? —se burló Abigail, sonriendo de lado, con aire maligno. Por supuesto que no iba a dejar pasar la oportunidad de burlarse de su mejor amigo, especialmente ahora que estaba de mejor humor—. ¿Si te guiño un ojo te pones nervioso?

—Abby—la riñó Celia, aunque también estaba divertida.

—Otra vez con eso—bufó Nathan, notando como le ardían las mejillas, fruto de la vergüenza—. ¿Hasta cuando vas a seguir con eso?

Hasta que se le olvide, pensó Jude, divertido, o hasta que surja otra cosa que le haga más gracia y con la que se pueda burlar de alguien.

Abigail bajó de un salto de la espalda de su hermano para colgarse de su mejor amigo número uno, quien rodó los ojos, con aire fastidiado. Los hermanos los observaban divertidos, acostumbrados a aquellas escenas.

—Tranquilo, Nath, algún día tendrás novia—lo animó Abigail, dándole palmaditas en la espalda, aunque también se estaba burlando de él—. O novio, claro. Nosotros no juzgamos tu sexualidad, no te preocupes.

El peliazul se sonrojó con algo de violencia, mientras Celia y Jude se reían. Los demás se giraron a mirarlos, con curiosidad y confusión por escuchar las risas de los hermanos, haciendo que el color rosa de las mejillas del defensa se intensificara todavía más. Eso solo causó que las risas de los hermanos también se volvieran más fuertes que antes. Nathan realmente quería que la tierra lo tragase, en especial al ver la sonrisa burlona que su mejor amiga estaba esbozando.

Los miembros del Raimon estaban tan impresionados por la capacidad de las chicas del CCC para jugar al fútbol, —hasta el momento solo conocía a Abigail y a Tori, puesto que las jugadoras de la Academia Alius no contaban—, que Mark no pudo evitar el preguntarles cómo eran sus entrenamientos, algo que no impresionó demasiado a sus compañeros. Sue, junto con el resto de sus compañeras, las guio hasta el campo de entrenamiento que usaban para volverse más fuertes. Y, en cuanto llegaron, todos se quedaron sorprendidos.

—Ah, pero si no es nuestro—murmuró Sue, rascándose la nuca con aire nervioso, cuando Jude hizo un comentario sobre las máquinas.

—¿Cómo que no es vuestro? —cuestionó Nathan, quien no parecía demasiado feliz con aquella información—. ¿Y si los dueños vienen y tenéis problemas?

Erik, Abigail y los demás miembros del Raimon miraban con un poco de desconfianza a la jugadora de cabello azul.

—Llevamos mucho tiempo usándolo y aquí jamás ha aparecido nadie—explicó Sue, con las manos en las caderas—. Y si llegan, les explicamos de buenas maneras que no sabíamos que no estaban abandonadas.

Tras las palabras de la chica Hartland, se formó un largo y tenso silencio. Mark fue quien lo rompió, preguntando si ellos podían usar las máquinas para entrenar, sonando tan emocionado como siempre. Al principio, Sue dudó sobre qué responder, pero bastó la mirada de cachorrito de Erik para que aceptara. Abigail no controló su risita al ver la escena, ganándose la mirada fulminante de su amigo estadounidense, quien lucía realmente abochornado en unos pocos segundos. Aunque, eso solo hizo que su diversión aumentase más.

La delantera del Raimon siguió a Shawn, con el ceño algo fruncido, ambos dispuestos a practicar tiros. Pero lo cierto, es que los planes de Abigail eran otros. A parte de estudiar aquellas extrañas máquinas, también quería vigilar al chico. Lo notaba raro, más de lo normal en él y aquella doble personalidad que parecía tener.

Sus sospechas se confirmaron cuando, tras realizar varios tiros, los cuales acabaron chocando contra el robot que hacía de portero en vez de entrar en la portería, el delantero se dejó caer sobre sus rodillas. Lo escuchó murmurar por lo bajo varias frases, pero no entendió ninguna de las palabras que él soltaba. Era como si hablara consigo mismo. O, en realidad, con aquella segunda personalidad que a veces tenía.

Abigail se acercó a él, lentamente. No sabía como iba a reaccionar, y tampoco es que tuviera mucha experiencia con personas con el mismo trastorno que el chico Froste. Debía ser cuidadosa, simplemente para evitar que el chico explotase cual bomba de palenque.

Esto puede salir muy bien o muy mal...

—Shawn—lo llamó, con tono suave—, ¿te encuentras bien?

Pudo observar perfectamente como los músculos de la espalda del chico se tensaban durante unos segundos. Lentamente, él giró la cabeza para mirarla. Durante unos segundos, Abigail pudo ver como los iris ámbar parecían estar luchando contra los grises, los cuales resultaron siendo los claros ganadores.

Shawn esbozó una pequeña, tensa y poco creíble, sonrisa. —Sí, no te preocupes.

—Dime, Froste, —murmuró ella, y el mencionado se sorprendió ante lo seria que parecía de golpe—, ¿alguna vez te han dicho que eres un pésimo mentiroso? Porque, amigo, lo haces de pena.

Shawn soltó un suspiro.

—Quiero ser perfecto—masculló por lo bajo, pero lo suficientemente alto como para que ella lo escuchase—. Y para eso, tengo que conseguir que la Ventisca Eterna sea un tiro imparable...

Bingo.

Abigail frunció el ceño al escucharlo, sin dejar de pensar que la gente tenía demasiada obsesión con hacer técnicas perfectas. Le recordaba a Byron Love cuando lo había conocido, cuando ambos eran pequeños manipulados por completo por Rai Dark. O al chico de aspecto siniestro que estaba con Felt la última vez que lo habían visto, quien también estaba obsesionado con conseguir que su técnica fuera perfecta.

Se agachó para estar a la altura del chico, el cual no dejaba de mirarla con atención. Los ojos bicolores de la chica lo observaron con atención, esperando que el ámbar apareciera en algún momento, algo que no ocurrió. Siguieron siendo de aquel extraño gris, que parecía estar mezclado con algún subtono de verde.

—Así que era eso. Estás así porque Dvalin te buscó las cosquillas en el último partido—murmuró, asintiendo con la cabeza, como si se respondiera a sí misma. La expresión del chico fue suficiente confirmación para su hipótesis, lo que le causó un suspiro rendido—. Shawn, la perfección no existe. Y no hay nada en este mundo que sea imparable.

—Pero...

—Hasta no hace mucho, yo era como tú—lo interrumpió ella, con la mirada perdida, sumida en los recuerdos de la que había sido en la Royal Academy—. Parte de mí quería ser una jugadora perfecta, para que otros se sintieran orgullosos de mí. Pero abrí los ojos, y me di cuenta de que ser perfecto no es más que una fantasía—se quedó mirando al chico, con aire serio—. Solo las historias de hadas tienen personajes perfectos, los humanos no lo somos.

Shawn pareció quedarse mudo tras escucharla, sin saber que decir. La duda se reflejaba en sus grisáceos ojos, cuyos irises parecían temblar ligeramente. O eso era lo que ella podía observar de forma clara, pues el resto de las facciones del chico no habían cambiado.

Por alguna razón, el peligris parecía temer que su técnica no fuera suficiente para la lucha contra los extraterrestres. Y por supuesto que ella lo entendía, pero también había una parte que no dejaba de repetirse en la mente. El hecho de que una persona no se podía obsesionar con una idea, especialmente una tan negativa como aquella. O acabaría volviéndose loco de remate...

—Lo único que puedes conseguir, es que tu tiro sea mucho más fuerte que antes, no perfecto ni nada por el estilo. Y la fuerza solo sale cuando crees en ti, Shawn. —Abigail le dio varios toquecitos en el lugar en el que estaba el corazón, sobresaltando al chico por aquel gesto, quien dio un brinco bastante visible—. Fuerza de voluntad, ¿sabes? Es capaz de mover montañas, aunque te parezca increíble.

—Fuerza de voluntad...—repitió Shawn, con tono ido.

Abigail se incorporó, le dedicó un intento de sonrisa y se giró para irse, dejándolo solo para que se tranquilizase y reorganizase sus pensamientos. Estaba segura de que le había dado sobre que pensar, y esperaba que le hubiera echado una mano.

Jude se sobresaltó al notar a su hermana a su lado. Se ganó una sonrisa divertida, mientras él parpadeaba varias veces detrás de sus gafas.

—Abby, ¿pero tú no estabas practicando tiros con Shawn? —Y aunque el de rastas se preguntaba lo mismo, fue la voz de Nathan la que hizo la pregunta.

—Sí, pero no solo actúo de delantera—respondió Abigail, girando la cabeza para guiñarle un ojo al peliazul, quien la observaba con expresión confundida—. Necesito ser mucho más rápida si quiero pillar con la guardia baja a esa panda de la Alius.

—Está bien que quieras entrenar, pero no te sobre esfuerces—le pidió Jude, con el ceño fruncido.

—No te preocupes, hermanito, lo tengo todo controlado—replicó ella, dándole una sonrisa confiada. Estiró un brazo para aumentar el nivel de la maquina.

—¡Abby! —se quejó Scotty, casi acabando en el suelo por el repentino cambio de ritmo—. ¡Podías haber avisado!

—Casi me caigo—murmuró Jack, apenado.

—Ellos no nos van a avisar cuando pasen del ataque a la defensa, y viceversa—replicó Abigail, sin dejar de correr ni de hablar, mirando a ambos por encima del hombro—. Debéis tener buenos reflejos para saber actuar ante un cambio de ataque y defensa.

—Como se nota que sois hermanos—farfulló Nathan, pasando su mirada de un mellizo al otro—, habláis en plan abstracto cuando menos lo esperamos.

Jude y Abigail intercambiaron una breve mirada. El de rastas sonreía de forma muy leve, mientras que la chica se limitaba a darle un pequeño guiño a su hermano.

En lo alto de las instalaciones, en la barandilla, las gerentes y Willy observaban a los jugadores entrenar. Una jugadora del CCC, la más bajita de ellas, arrastró al chico Glass a que entrenara, y de nada le sirvió al de gafas el quejarse, ya que ella parecía realmente insistente.

Celia oía a sus amigas comentar sobre como los jugadores aumentaban de nivel, pero ella tenía la mirada clavada en sus hermanos, más concretamente en su hermana. Durante unos segundos, juró ver un brillo morado en la anatomía de su hermana, rodeándola como si fuera una clase de manta. Pero, al parpadear, dejó de verlo. Se dijo que no eran más que imaginaciones suyas., aunque aquello no le daba buenas vibraciones.

Sin embargo, y a pesar de sus pensamientos, Abigail parecía tener mucha más resistencia de lo normal. Incluso desde lejos podía ver como los que corrían a su lado parecían estar jadeando, incluyendo a Nathan, quien tenía más resistencia debido a sus años en atletismo. Pero la delantera seguía tan tranquila como si nada.

—Celia, ¿nos estás escuchando?

La de pelo azul dio un brinco en el sitio y se percató de las miradas de Nelly y Silvia. Ambas la observaban con el ceño fruncido, aunque el de la chica Raimon era mucho más pronunciado que el de la chica Woods.

—Lo siento, no estaba prestando atención—se disculpó la de cabello azul, algo apenada.

—¿A quien mirabas con tanta atención? —preguntó Nelly, esbozando una sonrisa de lado, claramente pensando mal.

—A mi hermana—respondió Celia, mientras volvía su atención a la mencionada, tomando por sorpresa a sus dos compañeras. Especialmente la del lazo rosa, pues ella se esperaba algo de cotilleo—. Me preocupa.

—Yo la veo bien—observó Silvia, posando su mirada marrón en la delantera.

—Eso es lo que más me preocupa. La conozco, y sé perfectamente que la ausencia de Axel la lastima, pero siempre ha sido muy buena guardándose sus sentimientos. No es habitual que los exteriorice, nunca lo ha hecho demasiado—explicó la de apellido Hills, sin apartar su mirada de su hermana mayor, quien había dejado de correr y ahora observaba a sus compañeros—. Quiero ayudarla, pero se comporta como si no pasara nada. Sé que es fuerte, pero... no sé... Hace lo mismo que hacía en el equipo cuando Axel estaba aquí... pero él no está...

—¿Crees que se lo guarda todo para ella? —aventuró Nelly, arqueando una ceja en el proceso aunque la de cabello azul no la estuviera mirando.

—Sí, lo creo, y no es nada bueno. —La voz de la menor sonaba angustiada, y era tal cual como se sentía—. Ya habéis visto como es su temperamento en otras ocasiones. Me da miedo que, de tanto guardarse sus sentimientos para ella, se acaben acumulando como si fuera artillería y que un día explote... y no seamos capaces de volver a unir todo. —Dirigió su mirada a sus amigas—. No puedo ni quiero, perder a mi hermana—se le quebró la voz, horrorizada de solo pensarlo.

Silvia pasó su brazo por encima de los hombros de la menor, abrazándola y dándole calor, siendo una forma de tratar de calmarla. Nelly le sonrió con dulzura, reprendiéndose mentalmente por no haber considerado aquel escenario. Entre las dos intentaban consolarla lo mejor que podían, tranquilizarla y animarla.

—Tranquila, Celia, todo estará bien—murmuró Silvia, con voz suave.

—Tú no te preocupes—intervino Nelly, con expresión decidida, logrando que ambas la mirasen con aire confundido—. Déjamelo a mí.

Por su parte, los jugadores del equipo estaban haciendo un breve descanso, pues aquellas máquinas agotaban más de lo que se habían esperado. Jude no dejaba de apuntar a todos los aspectos que debían mejorar de cara a enfrentarse de nuevo a los extraterrestres, mientras los demás lo escuchaban atentamente.

Las gerentes bajaron de la barandilla al percatarse de aquel descanso. Se dedicaron a repartir las bebidas y las toallas con normalidad, escuchando la voz del estratega como si fuera una música de fondo, pues ellas no podían hacer demasiado por ellos.

Es ahora o nunca, se dijo la chica Raimon, al ver a la delantera algo alejada.

—Abby.

La mencionada se giró al escuchar la voz de Nelly llamándola. Dejó de beber y le prestó atención, mientras movía la toalla que tenía en el cuello para secarse el sudor.

—¿Ocurre algo, Nelly? —preguntó, al notar como la mirada de la chica parecía estar analizándola.

—No lo sé, eso dímelo tú.

—No tengo ni idea de que me ha-

—Corta el rollo, Abby—la detuvo Nelly, frunciendo el ceño con aire algo molesto—. No engañas a nadie. Ni siquiera a mí.

La delantera contuvo un suspiro, comenzando a entender por donde iban los tiros. Después de todo, la chica Raimon era mucho más observadora de lo que aparentaba. Y era una arma de doble filo.

Abigail miró de reojo a su hermano y a sus amigos, asegurándose de que ninguno estuviera prestando atención a su conversación. Para su suerte, todos estaban demasiado ocupados hablando entre ellos sobre el entrenamiento y las máquinas como para prestarles atención.

—Aquí no—se limitó a decir en tono bajo, pero lo suficientemente alto como para que la otra chica la escuchase.

Nelly la tomó del antebrazo y salieron de la sala sin que ninguno de los chicos se diera cuenta. Ni siquiera Jude se percató, pues se encontraba demasiado ocupado tratando de contener la emoción de Mark por entrenar con aquellas máquinas. En el fondo, el estratega temía que su capitán se hiciera daño con toda esa energía.

Sin que se dieran cuenta Celia, Silvia, Tori y Sue las siguieron, intentando hacer el menor ruido posible. Era algo difícil, pues la delantera de Osaka era realmente curiosa, y la pelirroja se limitaba a chistarle para que guardara silencio.

—¿Y bien? —preguntó Nelly.

—¿Y bien qué?

—Espero que alguna vez te dijeran que, —señaló la de apellido Raimon, mientras se cruzaba de brazos—, contestar una pregunta con otra no es precisamente buena señal.

Abigail suspiró y se apoyó en la pared de enfrente.

Nelly sintió una especie de deja vu al ver la postura que adoptó, como si se la hubiera visto antes a otra persona. Pero, sacudió la cabeza, apartando esos pensamientos de su mente al ver como la delantera abría la boca para hablar.

—Estoy b...

—Ni se te ocurra decir que estás bien—la interrumpió Nelly al instante, como si una parte de su cerebro se hubiera esperado aquella respuesta—, porque ambas sabemos que es una completa mentira.

La delantera frunció los labios. Se preguntaba como de pronto aquella chica parecía conocerla tan bien. La sorprendía, en el fondo. Pero se suponía que la labor de una gerente era conocer bien a sus jugadores y, por ende, saber sus expresiones.

—Está bien—se rindió la chica Sharp, soltando un largo suspiro—. De acuerdo, de acuerdo, no estoy bien. Pero no tienes por qué preocuparte, de verdad.

Nelly observó como le sonreía, una sonrisa sin dientes. Sin embargo, notó a la perfección que era un gesto totalmente falso, carente de sentimientos. Además, aquellos ojos tan peculiares no brillaron con la alegría que se supone que uno debe sentir cuando sonríe.

Supongo que, si no hablo, no dejará de insistir..., pensó la delantera, ante la fija mirada de la otra chica.

—Intento aparentar que todo está bien, aunque no sea así, ¿sabes? —murmuró Abigail, aunque su voz era más bien un susurro. Era como si no quisiera hablar del tema, como si no quisiera escucharlo ella misma—. Tenemos problemas más graves de los que ocuparnos.

—Pero eso no es sano, Abby—la regañó Nelly al instante. Su mueca cambió a una de preocupación—. No deberías guardarte todo para ti. No es bueno.

—Ya lo sé. Pero no quiero que nadie esté preocupado por mí y deje de rendir por eso.

—¿Realmente crees que nadie se ha dado cuenta de que tus sonrisas son algo forzadas? —cuestionó Nelly, aunque eran preguntas retóricas, pues no dejó que la delantera respondiera—. Somos un equipo, Abby, y los equipos se apoyan entre ellos.

Quien iba a decir que, quien quería cerrar el Raimon, ahora habla sobre ser un equipo y todo esto...

La mencionada apretó los labios en una fina línea y los puños al notar como le empezaban a picar los ojos. No quería llorar, no iba a llorar.

—¿Quieres saber por qué me comporto así? ¿Sí? ¿De verdad? ¡Muy bien! —Su voz se había vuelto igual que aquella que solía usar cuando estaba en su puesto de capitana en la Royal, y aquella que conseguía hacer que la piel de los demás se erizara con solo una palabra. Una carente de emociones—. Porque no quiero que me miréis con pena, como si estuviera de luto o algo por el estilo. Porque no lo estoy. Axel se ha ido, sí, pero no por eso me tengo que vestir de negro y guardarle algún tipo de luto. —Apretó la mandíbula con fuerza—. Odio ser débil. Odio que me vean así. Así que, si actúo como si no me afectara, es porque no quiero parecer débil.

<<Los débiles no tienen cabida en este mundo. Mucho menos en el del fútbol>>, era algo que Rai Dark solía decirle cuando era pequeña, al poco tiempo de haber entrado en la Royal Academy. Y eran palabras que escuchaba de vez en cuando, sonando en su mente de forma tan clara como si tuviera delante a su horrible ex-entrenador.

Nelly abrió la boca, dispuesta a replicar.

Pero, otra voz se le adelantó.

—Tú no eres débil.

Abigail volvió a tensarse de pies a cabeza. Esta vez era porque la voz de su hermana pequeña era la que había intervenido.

No se esperaba que ella estuviera allí.

Cece...

Tanto ella como la gerente del lazo rosa giraron las cabezas a la vez, viendo a las demás chicas. Cada una tenía una expresión distinta, la cual demostraba sus pensamientos. Aunque, la de Sue era la más confusa, ya que solo había recibido una rápida explicación, cortesía de Tori, de lo que había pasado. Y la pelirroja no había sido demasiado clara, pues intuía que a su amiga de ojos bicolores no acababa de caerle demasiado bien la de cabello pitufo.

—Cece...—susurró Abigail.

—No, ni se te ocurra—la cortó ella, con el ceño fruncido y los ojos azules llenos de lágrimas—. Tu no eres débil, hermanita, no lo eres. Nadie lo piensa ni lo pensará jamás... ¿Por qué no me dijiste que te sentías así?

La delantera Sharp se sintió culpable de que su hermana menor estuviera a punto de llorar. —No te lo dije... porque sabía que acudirías a Jude—explicó en un tenue susurro—. Y no quiero que os preocupéis por mí...

—¿Qué no nos preocupemos por ti? ¿Tú escuchas lo que dices? ¿No te das cuenta de que vosotros sois lo más importante que tengo? —La voz de Celia temblaba, pero seguía manteniendo su ceño fruncido—. Abby, siempre vas a ser primordial, porque somos hermanas. Da igual como te pongas—tragó saliva, deteniendo el nudo que se estaba empezando a formar en su garganta—. Pero, por favor... te lo pido por lo que más quieras, no vuelvas a ocultarme algo así. Somos familia... y la familia siempre permanece unida.

Las demás, en completo silencio, pudieron ver como una lágrima rebelde se deslizaba por la mejilla de la chica Sharp, quien seguía con los puños apretados a los lados de su cuerpo. Le temblaban los brazos un poco, aunque no era visible. Se sentía extraña, puesto que estaba notando un calor recorrerle las venas.

Pero, no era su habitual calor, sino otro extraño.

—Lo siento...—murmuró, bajando la mirada durante unos segundos, observando sus zapatillas de deporte—. Supongo que estoy tan acostumbrada a esconder mis preocupaciones en una esquina de mi mente que no me doy cuenta de lo demás.

—Pues no lo vuelvas a hacer.

La voz de Tori hizo que la delantera la mirara, viendo su ceño fruncido.

—Tori...

—Tori tiene razón, Abby—habló esta vez Silvia, con tono mucho más amable en comparación con del de las demás—. Somos amigas, y Celia es tu hermana, sabes que puedes contar con nosotras para lo que necesites.

Amigas... yo... nunca he tenido amigas..., pensó la delantera, con la cabeza algo ida.

La de ojos azules se acercó un paso a su hermana, y frunció el ceño al ver como ésta se alejaba al mismo tiempo, como si fuera la reacción de un imán repeliendo la parte con la que no era compatible. No entendía aquel alejamiento tan repentino, pues su hermana era cálida con ella. Quizás con el resto de gente no lo era tanto, pero a ella siempre le aceptaba todos y cada uno de los abrazos que le daba.

Abigail no dejaba de sentirse algo rara, con aquel calor que no conocía recorriéndole el cuerpo entero. No quería hacerle daño a su hermana si se acercaba demasiado, pues no acababa de comprender qué era lo que pasaba.

Y, por mucho que quisiera un abrazo, jamás pondría en peligro a su hermana menor.

—Hermanita...

—No, Celia, no te acerques—la advirtió la chica Sharp, siseando con la mandíbula apretada—. No me encuentro...—vaciló, sin saber que decir, pues ni ella misma entendía que pasaba—. Me siento rara...

—¿Rara? —intervino Nelly, mirándola con la cabeza ladeada—. ¿A qué te refieres?

Ojala lo supiera...

—No lo sé—carraspeó la delantera, intentando calmar su mal humor—. Siento... como si me estuviera quemando por dentro, las venas, los capilares... pero no me duele—hizo una mueca, que todas tomaron por una de dolor, cuando en verdad era de confusión—. Creo que... deberíais ir a por la entrenadora...

En un parpadeo, Silvia y Tori salieron corriendo en busca de Aquilina, sin que la delantera pudiera pedirles algo de discreción. De la manera en la que ambas habían salido corriendo, cual huracanes arrasando con todo a su paso, el resto del equipo no tardaría mucho en darse cuenta de algo iba mal. Y si algo quería evitar, era preocupar a Jude.

Celia volvió a dar un paso al ver como su hermana tenía la mirada perdida en algún punto del suelo. Pero Abigail apartó su hombro cuando su hermana pequeña trató de tocarla.

—Yo no lo haría, Cece—murmuró, levantando la vista—. No quiero hacerte daño...

La peliazul tragó saliva, mientras la mano de Nelly la alejaba de la delantera con sutileza. Celia la miró con algo de preocupación, mientras la chica Raimon le ofrecía una sonrisa algo tenue, intentando que se sintiera algo más calmada. Pese a que apreció el gesto, Celia no pudo relejarse ni un poco. No hasta que no supiera que le pasaba a su hermana mayor.

De reojo, vieron como la entrenadora llegaba con Silvia y Tori detrás. Las tres parecían un verdadero huracán tropical. Al menos las dos menores, pues a pesar de que la adulta caminaba con paso rápido, su rostro no estaba lleno de preocupación.

—Abigail, ¿qué ocurre? —preguntó Aquilina, queriendo escuchar la versión original.

—No lo sé, pero me siento algo rara—murmuró la mencionada, en tono bajo—. Siento calor por dentro, como si me estuviera quemando las venas. Pero... no me duele. Solo arde....

Elevó la mirada, viendo como la entrenadora tenía el ceño levemente fruncido, como si estuviera pensando en algo muy concreto. De hecho, notó la forma con la que la miraba, como si se estuviera comunicando mentalmente con ella, a pesar de que eso era totalmente imposible.

Eso hizo que Abigail se preguntara si aquello era una forma de confirmar la hipótesis que ella tenía sobre las almas de los guardianes del fuego eterno. Algo que ella ni siquiera había llegado a considerar por estar demasiado ocupada pensando en que no quería dañar a su hermana.

—Ven conmigo, Abigail, quiero comprobar una cosa—habló Aquilina, haciéndole un gesto con la cabeza.

¿Realmente lo está considerando?, se preguntó la aludida, mientras asentía con la cabeza. ¿Realmente... no es solo una leyenda?

Abigail se apresuró a seguirla. Las demás no tardaron en corretear detrás de ellas, no queriendo perderse nada de lo que pasara. En ese momento, a ninguna de ellas le importaba si llamaban la atención de los chicos, los cuales habían comenzado a girar las cabezas al escuchar el intenso ruido de sus zapatos.

Todas fruncieron el ceño al ver la espalda de Shawn, quien se giró confundido al tener tanto público de forma tan repentina. Y era realmente visible en su mueca que no acababa de entender por qué de pronto tenía tantos pares de ojos sobre su persona. Pero, la entrenadora parecía estar segura de lo que hacía.

—Shawn, necesitamos tu ayuda—habló la entrenadora.

Lanzó una mirada de reojo a la delantera a su lado, quien no había dejado de mirarla en todo el camino, todavía considerando aquella hipótesis que le parecía tan descabellada. Se tragó una expresión de incredulidad cuando la adulta asintió una vez, una sola vez, como si le estuviera respondiendo a su pregunta mental.

Al percatarse de aquel intercambio de miradas entre la delantera y la entrenadora, el de cabello gris se preocupó. Dejó de prestarle atención al robot que no dejaba de murmurar que le lanzasen tiros.

—¿Qué ocurre? —preguntó, ladeando la cabeza.

—Necesito que uses tu Paisaje Helado contra Abigail —soltó la entrenadora, casi sin pestañear.

La escueta explicación de la mujer hizo que todos los presentes alzaran las cejas con incredulidad, especialmente los dos jugadores implicados en aquello.

Ni Abigail entendía para qué querían aquella técnica ni Shawn entendía que era lo que pasaba.

—¿Qué?

Shawn no sabía ni que decir, puesto que era la propuesta más extraña que le habían hecho nunca. Pero, cuando su mirada dio con la de la delantera, se fijó en que algo parecía ir mal. La conocía desde hacía poco tiempo, pero sabía leer cuando alguien estaba tenso.

Y, definitivamente, Abigail estaba tensa.

—De acuerdo —aceptó el chico, para sorpresa de todos.

—Bien—habló la entrenadora, dándole un leve y sutil empujón a la delantera para que caminase—. Empezad ya.

Ambos delanteros caminaron hacia el centro de la estancia, a una distancia prudente de los demás. Quedaron uno mirando al otro, durante unos pocos segundos que al peligris se le hicieron algo eternos. Luego, Abigail se limitó a asentir con la cabeza, una sola vez. Shawn todavía no estaba demasiado seguro de lo que iba a hacer, pero era una petición de la entrenadora, así que lo haría.

Ninguno de los presentes se había dado cuenta de que los demás miembros del equipo se encontraban observando la escena, ocultos en las sombras de la puerta. Después de todo, el ruido de las chicas corriendo de un lado para otro habían llamado su atención.

—¿Qué van a hacer? —preguntó Mark, en un susurro.

—Shhh —lo callaron Jude, Nathan y Erik a la vez.

—¿Estás lista? —preguntó Shawn, todavía dudando.

—Sí.

El chico soltó un suspiro, para luego ejecutar el Paisaje Helado contra la delantera. Hizo una mueca de disgusto al ver como ella se congelaba, como se suponía que debía pasar con aquella técnica de defensa, pues para eso la había creado. Pero fue un gesto que no le duró demasiado.

Pronto, todas las expresiones de aquellos que podían ver la escena se habían llenado con sorpresa, en mayor o menor medida. Especialmente la del peligris, quien no daba crédito a lo que veían sus ojos.

El hielo que rodeaba a Abigail estaba comenzando a derretirse, mientras ella parpadeaba confundida. Desvió sus ojos bicolores al suelo, observando el agua que se estaba acumulando alrededor de sus pies, mientras era capaz de escuchar como el bloque se iba quebrando poco a poco. Luego, elevó la mirada para clavarla en el dueño de la técnica, el jugador de las nieves. Pero él parecía tan sorprendido como todos los demás.

—Lo que me imaginaba —la voz de la entrenadora se hizo presente en ese momento. Todos clavaron su mirada en ella, y en su expresión tranquila —. No es algo de lo que tengamos que temer.

—¿Cómo que no? —cuestionó Tori, con desconfianza.

—No, porque ese fuego es parte de Abigail y, por tanto, no hace daño a nadie —señaló Aquilina, de brazos cruzados. No parecía inmutarse por las expresiones sorprendidas de los adolescentes, a diferencia de lo tranquila que parecía ella—. Hay muchos estudiosos que afirman que la mayoría de los jugadores nacen con un elemento que pueden modificar a sus anchas para sus super técnicas —ladeó la cabeza, dándole una mirada significativa a la delantera, una que solamente ella pudiera comprender—. Parece ser que, además de la electricidad, el fuego es el elemento de Abigail.

Abigail no dejaba de recordar la conversación que había tenido con la adulta luego de que Axel se fuera, luego de que ella explotara como una bomba de relojería. Aquello no tenía el menor sentido si se llegaba a pensar en busca de la lógica, pero todo encajaba. Las almas protectoras del fuego del dragón eran puro fuego... exactamente como se sentía ella en aquel preciso momento.

Como si estuviera en medio de una hoguera.

—Pero si siempre ha sido su elemento —intervino Silvia, quien parecía ser la única capaz de pronunciar alguna palabra —, ¿por qué ahora parece más intenso de lo normal?

—Porque cuando le echas gasolina, el fuego arde más intenso —respondió Aquilina, sin apartar su clara mirada de la delantera—. Y no hay mayor gasolina que las emociones humanas.

La mirada de Abigail cambió, mientras llevaba una mano a su cuello, donde colgaba su collar. Todos notaron aquel movimiento, y los que más la conocían entendieron al instante que era lo que estaba pasando. Cual era la razón por la que el intenso temperamento de Abigail hubiese estallado de aquella manera.

El fuego se había descontrolado porque uno de sus domadores ya no estaba.



























































¡Hola, hola, mi gente! ¡De nuevo por aquí!

Primero de nada, vamos a ignorar que el partido contra el CCC existe. Simplemente es un invento del gobierno, porque creo que entra entre los peores y más patéticos partidos de toda la franquicia. Si es que la vergüenza ajena que me da cada vez que lo vuelvo a ver no se puede explicar con palabras. De ahí que no soporte demasiado a Sue (incluso me llega a estresar un POCO).

Así que, ignorando a las del equipo CCC y a Sue, que está difícil hacerlo porque es la reina del escándalo, vamos a centrarnos en lo importante. En lo que realmente tiene importancia en Fire on Fire, ¿no?

¿Qué ha pasado con Abby?

Seguramente os lo habréis preguntado mientras leíais, y no os culpo por hacerlo. Era lo que realmente pretendía. Y por eso, refrescamos la memoria y pensamos en la conversación que tuvieron Aquilina y Abby al poco de marcharse Axel. Hablaron sobre la leyenda del dragón rojo y las almas gemelas, ¿verdad? Y, en la sinopsis de Fire on Fire también se habla de eso, ¿no? Bueno, pues blanco y en botella, leche. Dos más dos, cuatro. Yo ahí lo dejo, pero creo que se puede entender bien.

Ah, no penséis que Abby se va a llevar bien por Sue porque se ha 'preocupado' por ella. No, no, no. En el fondo Abby se olía que Sue solamente iba por el chisme. Y Tori también, por eso le cuenta a medias el asunto (Tori besto friendo).

Bueno, ¿Qué os ha parecido el capítulo?

¡Espero que os haya gustado!

En otra orden de cosas, creo que he tomado una decisión que os puede interesar. Creo que, en cuanto se acabe esta segunda temporada, Play with Fire volverá al ataque. Digo creo porque todavía no lo tengo claro, pero parece un buen momento. Quiero decir, sería publicar Ares y Orión luego de que sus temporadas paralelas hayan sido acabadas. Yo creo que tiene sentido, ¿no?

También he estado pensando en cambiar la portada (y al mismo tiempo las de Play with fire y Burn), pero la verdad es que me da una pereza bastante importante. Tipo, no tengo paciencia para hacer gráficos, así que no prometo nada. Solamente he decidido que las actuales ya no me gustan y quiero cambiarlas. Y sentía la necesidad de comunicarlo, je.

Bueno, para desbloquear el siguiente capítulo necesitamos la friolera de 30 VOTOS Y 45 COMENTARIOS. No me seáis tramposillas y tramposillos, eh. Ya sabéis que los emojis no cuentan como comentarios. Que las palabras sueltas tampoco se cuentan. Son cuarenta y cinco comentarios como tal, con algo de sustancia. No digáis que no aviso, porque me repito como un loro.

Nada más por mi parte, pero...

¡Nos leemos en comentarios!

Pd: Vayan a leer el resto de mis fics de anime, que son bien relindos <3

—👑

|Publicado|: 12/04/2023

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