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CAPÍTULO TREINTA
Shawn Froste, la ventisca
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A LA MAÑANA SIGUIENTE, LOS chicos del Raimon se levantaron y salieron de la Caravana. Temprano en la mañana sus cerebros tardaron en procesar que faltaba uno de ellos, luego de la marcha del delantero de fuego, y todos se sumieron en un incómodo silencio. Al menos hasta que el capitán propuso ir a trotar para aprovechar el tiempo y no molestar a nadie.
Mientras tantos, las chicas seguían en su tienda, todas despiertas. Ninguna de ellas hizo el amago de levantarse, a pesar de que eran plenamente capaces de escuchar las pisadas de los chicos fuera. No tenían demasiadas ganas de salir al exterior de su cálida tienda, mucho menos de ponerse a correr o a pensar en algún tipo de entrenamiento con la entrenadora Schiller.
La nueva incorporación de Tori en el equipo tenía a las demás sumidas en una profunda curiosidad que era prácticamente inmanejable. Además de que era la hija del primer ministro y que le gustaba el fútbol, no sabían nada más de ella. No tenían ni idea de cómo era o que era lo que le gustaba. Y esto último, llevaba a un tema de cotilleo del que todas querían hablar.
Todas, menos Abigail. Ella simplemente quería estar metida en su saco y no moverse.
—Oye, Tori, ¿a ti te gusta Mark? —preguntó Silvia, como quien no quiere la cosa.
—Claro—respondió ella, sonriendo alegremente—, me gusta como amigo.
—Pero, ¿te gusta como algo más? —preguntó esta vez Celia, viendo de reojo la mueca de Nelly.
—No. —Tori rio, como si la pregunta le hiciera mucha gracia, o como si le pareciera realmente tonta—. Mark solo es un amigo.
Las cuatro se sorprendieron al escuchar una pequeña risita cortesía de Abigail, quien no había sido capaz de controlar su reacción. Se pusieron algo nerviosas, pero la delantera no dijo nada, sumiendo la tienda en un tenso silencio que solo las puso peor que antes. Ellas salieron para darle algo de privacidad y Abigail se quedó dentro de la tienda, ordenando sus pensamientos, sentimientos y sensaciones.
No estaba segura de cómo debía sentirse o actuar. Era la primera vez en su vida que se sentía tan vulnerable y realmente había una parte de ella que se odiaba profundamente. Le daba la sensación de que dependía de Axel, y eso no le gustaba. Ella no quería depender de nadie que no fuera ella misma.
No dependo de él, ¿verdad?, quiso razonar consigo misma. Solamente estoy triste porque no sé cuándo voy a volver a verlo. Es eso...
Los chicos habían vuelto ya de su carrera matutina en cuanto se percataron de que las gerentes y la nueva defensa estaban fuera de la tienda. Sin su delantera.
—¿Cómo está Abby? —preguntó Mark, preocupado.
—Parece estar mejor—murmuró Nelly, sonando poco convencida.
—La he hecho reír—señaló Tori, como si fuera un gran descubrimiento—. Creo que eso es bueno, ¿no?
Y tanto que lo era, pues Jude soltó un pequeño suspiro de alivio que lo hizo destensar los hombros.
—Se ha dormido gracias a la capa de Jude—señaló Celia, mirando a su hermano mayor con una sonrisa.
—Se nota que te tiene aprecio—habló Silvia.
—Bueno, eso espero—murmuró Jude, de brazos cruzados. En el fondo, algo en su tono de voz decía que estaba aguantando una sonrisa ladeada—, después de todo, es mi melliza.
—No le queda otro remedio—se burló Celia, ganándose un bufido de su hermano mayor.
En ese momento, Abigail salió de la tienda, vestida con el chándal del equipo. Su expresión facial no tenía nada que ver con la que había tenido la noche anterior. Parecía... tranquila.
—Buenos días.
Abigail le devolvió la capa a Jude y le sonrió agradecida. Él le revolvió el pelo con cariño y dejó un beso en su sien.
Tiene mejor cara, observó Jude, aliviado.
—Abigail.
Era Aquilina.
La delantera se giró a mirarla. —¿Sí, entrenadora?
—Me gustaría hablar contigo—soltó la mujer, sin despegar la mirada de ella.
La chica asintió con la cabeza, con una tranquilidad que llegó a sorprender a su hermano, y trotó en dirección a la entrenadora, quien la esperaba de brazos cruzados. La mujer les dio una mirada de advertencia a todos, siendo una clara indicación para que no escucharan, y se llevó a la delantera.
Todos se pusieron nerviosos en cuanto dejaron de ver las espaldas de ambas, comenzando a murmurar por lo bajo. ¿Y si la entrenadora expulsaba del equipo a Abigail por su mal genio? No podían perder a otro delantero, y mucho menos cuando no hacían ni veinticuatro horas que habían perdido a uno.
Por su parte, Abigail estaba organizando sus palabras para disculparse por la escenita que montó ayer. No era propio de ella, ni tampoco de alguien que había sido criada en un hogar como era el suyo.
—Lamento mi comportamiento de ayer, entrenadora, no volverá a suceder.
—¿Eso crees? —cuestionó Aquilina, tomándola por sorpresa. La vio ponerse recta luego de la reverencia, con bastante tranquilidad en la mirada. En cierta forma, y aunque de manera un tanto oculta, le recordó a la manera con la que Jude la miraba—. Dime, Abigail, ¿Cómo te sientes?
—Cansada —admitió, y no era algo que necesitara decir, pues sus ojeras estaban más marcadas—, y es un poco cliché pero...—se rascó la nuca con una mano—... como si me faltara algo.
—No es cliché, y mucho menos si se trata de ti—replicó la adulta, casi sin pestañear.
—¿Qué?
La mujer pareció dudar.
—Dime, Abigail, ¿conoces la leyenda del fuego eterno?
—Por supuesto que la conozco, es una de las leyendas más antiguas de nuestra sociedad—respondió la chica, frunciendo el ceño con confusión al no entender a que venía aquella leyenda en aquel momento. O por qué su entrenadora se había puesto más seria al nombrarla—. Pero no entiendo a que viene ahora....
—Olvídate de la leyenda, porque lo que nos interesa en tu caso, es la profecía.
—¿La profecía?
Aquilina miró a su alrededor antes de hablar:
—Cuando el Gran Dragón Rojo decidió que ya había terminado con su labor de la creación del mundo, fue consciente de que no podía dejar su nuevo mundo desprotegido. Él no podía quedarse, porque ya había cumplido su misión...
—Y por eso entró en estado de hibernación.
—Sí, pero antes, hizo otra cosa—le explicó Aquilina, como si estuvieran en clase—. Escogió a dos almas mortales y le depositó parte de su poder, para que ellos protegieran su nuevo mundo. Los portadores de los poderes del Gran Dragón Rojo asimilaron parte del alma de la criatura, así que no fueron unos cualquiera. Los escogidos por el dragón fueron dos humanos cuya fuerza espiritual superaba con creces a cuantos los rodeaban, y cuya fuerza física podía soportar aquel peso tan importante. —Parecía estar hablando tan enserio que la menor se encogió en el sitio, algo intimidada—. Así es como nacieron las almas gemelas, las protectoras del fuego del Gran Dragón Rojo... las protectoras del fuego eterno...
—Fuego eterno...—musitó Abigail, abriendo los ojos como platos al recordar las palabras de Erik—. No estará diciendo que yo...
—¿Qué tu eres una de esas almas? —la ayudó Aquilina, arqueando una de sus delgadas cejas—. No estoy segura al cien por cien, pero la explosión que causaste ayer se parece mucho a la reacción de una de las almas gemelas al perder el control sobre su propio fuego.
Abigail se quedó callada, muda, como si alguien le hubiera cortado las cuerdas bocales.
Parte de su mente le decía que aquello era una completa locura. ¿Cómo iba a ser ella la guardiana del fuego eterno de una criatura tan asombrosa como lo era el Gran Dragón Rojo? Además, aquello no era otra cosa que una invención para explicar cómo se había formado todo, ni siquiera había alguna prueba de que semejante criatura hubiera existido.
—No voy a sacarte del equipo, si es lo que te preocupa—habló Aquilina ante su silencio—, pero voy a vigilarte de cerca. Así que, quiero que seas honesta conmigo, Abigail.
—Yo...
—Quiero que me cuentes exactamente todo lo que sientas y cuando lo sientas—demandó la entrenadora, seria—. Me da igual si piensas que es una estupidez, quiero saberlo. ¿Estamos?
Abigail asintió.
Ambas volvieron con los demás, quienes parecían verdaderamente aliviados de que la delantera siguiera en el equipo. Abigail se reunió con sus hermanos, dejando que ambos la rodeasen con su calor fraternal. Era agradable y, en cierto modo, ayudaba a tapar un poco aquella herida que le quemaba en el pecho.
Espero que Axel esté mejor, deseó mentalmente, soltando un pequeño suspiro.
—Entrenadora—dijo Kevin de repente—, ¿Por qué razón ha echado a Axel del equipo?
Los tres hermanos se tensaron a la vez, cada uno por una razón.
—Porque no lo necesitamos—murmuró Aquilina con simpleza, lanzando una mirada a la delantera—, y eso es todo.
—Pero, ¿Qué está diciendo? —se molestó Kevin.
Jude lo tomó del hombro, parándolo. No quería que, de nuevo, su hermana saliera perjudicada. No iba a permitirlo.
Por su parte, Abigail apretó la mandíbula con fuerza, tratando de controlar su mal humor. Axel no querría que empezara a mamporros con todos por él, se recordó, se sentiría responsable de que eso me metiera en problemas.
Y eso fue suficiente para que pudiera conservar la calma.
—Entrenadora—intervino Abigail, hablando lentamente, ganándose las miradas de todos—, me gustaría hacerle una pregunta.
Jude no dejó de estudiar la mueca de su hermana melliza, pero lo único que lograba encontrar era su usual máscara de serenidad. A pesar de eso, él era su hermano mellizo, su otra mitad; sabía perfectamente que estaba haciendo esfuerzos para permanecer con aquel porte.
—Creo que está más afectada de lo que quiere mostrar—señaló Erik por lo bajo, haciendo que el de ojos rubí lo mirara de reojo.
—Abby odia mostrarse débil—murmuró Nelly, de brazos cruzados—, no es de extrañarse.
—Bueno, pero nosotros le ayudaremos a sentirse mejor—indicó Mark, para sorpresa de los dos.
Jude contuvo una sonrisa al escucharlo. Está más atento a los demás de lo que parece...
—Está claro que, si queremos ganarle a esta panda de extrarrestres, debemos mantener el nivel de juego del equipo. Aunque, a mi modo de ver, es imprescindible aumentar las habilidades de todo el mundo—habló Abigail, sacando a todo el mundo de sus propios pensamientos y teorías. Casi parecía que nada había pasado, puesto que ella siempre hablaba así, pero no era la realidad. Lo cierto era que ignorar el problema estaba causando que pronunciar cada palabra fuera como una especie de tortura. Pero se obligó a continuar—. Así que, mi pregunta es la siguiente: ¿Vamos a buscar a otro punta?
Para que ocupe el lugar de Axel, pensó con amargura, y sintió como un puñal invisible se hundía en su pecho. No es el momento, no es el momento, se reprochó al instante.
—Sí, es la sugerencia que me ha hecho el señor Hillman—informó Aquilina, ocultando una pequeña sonrisa. Aquella era una pequeña, pequeñísima victoria. Después de todo, no quería que su delantera se viniera abajo por completo—. "Dirigíos al norte, debéis reforzar el equipo con Shawn Froste. Es el delantero estrella del Instituto Alpino".
—Shawn Froste...—repitieron los mellizos a la vez.
—Tenéis que dejar de hacer eso—señaló Bobby, simulando un escalofrío.
—¿Os suena? —preguntó Erik, ignorando a su compañero—. ¿Lo conocéis?
—El nombre quiere hacérseme conocido...—comenzó Abigail, pensativa.
—... pero no, no lo conocemos—finalizó Jude, negando con la cabeza.
Aquello desanimó a todos los jugadores. Si sus estrategas, aquellos que parecían conocer todo de todos los equipos no conocían a aquel jugador, ¿Qué debían esperar de él? Si aquellos que habían sido dirigidos por Ray Dark no sabían de aquel chico, ¿enserio era tan bueno?
Uno a uno, fueron entrando en la Caravana Inazuma, para ponerse en marcha. Aquilina y el señor Veteran abrieron un mapa, viendo la ruta más fácil para llegar al Instituto Alpino. Ninguno de los dos había estado nunca en aquella parte del norte, así que no tenían ni idea de cómo llegar.
Por su parte, los jugadores seguían pensando en el jugador.
—¿Quién es ese Shawn Froste del que estamos hablando? —preguntó Mark, con curiosidad.
—Es el delantero de un equipo bastante débil—habló Abigail, mientras no dejaba de mirar su Tablet, como si esperara obtener oro puro. Sus ojos bicolores se deslizaban por la pantalla, leyendo toda la información que había de aquel misterioso chico—. Solo han ganado partidos gracias a la fuerza en ataque y defensa de Froste.
—¿Fuerza en ataque y defensa? —repitió Mark, confundido.
—Pero, ¿no era delantero? —preguntó Nathan.
—Son los datos que aparecen del chico—intervino Celia, tecleando en su pequeño ordenador, buscando lo mismo que su hermana mayor. Curvó los labios, sin saber que mueca poner—. Lo demás que aparece de él, son... rumores.
—¿Rumores? —repitió Abigail, escéptica—. A mí me suenan a cuentos para no dormir.
Jude frunció el ceño al escuchar a sus hermanas, inclinándose para leer la pantalla que su hermana melliza tenía entre las manos. Abigail se la pasó, dejando que leyera la información que había encontrado. Era obvio que el estratega pensaba igual que ella, puesto que su ceño se arqueó ligeramente, se le escapó un resoplido y le devolvió el dispositivo mientras negaba con la cabeza.
—Bien, hemos encontrado la ruta hacia el Instituto Alpino. Iremos allí—habló Aquilina, girándose a mirar a los adolescentes, luego de haber escuchado lo que habían dicho sobre el chico al que iban a buscar—. Nada más llegar, pediremos ropa de abrigo. Y no hemos venido a pasarlo bien en la nieve, sino a encontrar a este delantero, ¿estamos?
—Sí.
—Pero... si sobra tiempo... ¿podremos? —preguntó Jack, temeroso.
—En tal caso, sí.
¿Enserio nos va a dejar jugar en la nieve? No lo sé, pero no me suena demasiado convincente viviendo de ella...
—Allá vamos—anunció el señor Veteran, arrancando la caravana.
Abigail dejó caer su cabeza contra el hombro de su hermano, soltando un largo suspiro. Jude la miró de reojo, pero dejó que su melliza se apoyase en él.
—Oye, Abby, Jude, ¿vosotros habéis visto a Shawn Froste? —les preguntó Mark.
¿Pero este chico escucha cuando hablamos?, se preguntaron, conteniendo las ganas de poner los ojos en blanco.
—No, pero creo que escuché hablar de un Froste cuando estaba en la Royal—comentó Abigail, haciendo memoria y uso de su paciencia. Después de todo, el capitán la había ayudado a sentirse mejor el día anterior. Debía tener más paciencia con él—, aunque no me suena el nombre de Shawn... Además, el Instituto Alpino nunca ha participado en el Torneo de Fútbol Frontier, así que sus datos son... escasos.
—Es posible que sea un equipo débil, pero... que Shawn Froste destaque por su fuerza...—murmuró Jude, pensativo; su mente estaba comenzando a llenarse de teorías, cada cual más extraña que la anterior.
—Tenéis que ver esto—murmuró Celia, interrumpiendo a sus hermanos.
Todos se acercaron a ella para ver la pantalla del pequeño ordenador.
"Reportera: Después de ser secuestrado por unos misteriosos extraterrestres, el primer ministro Vanguard ha aparecido sano y sano".
—Que bien, Tori—señaló Silvia alegremente—, podrás ver a tu padre.
—Pero ahora no tenemos tiempo—replicó la mencionada, negando con la cabeza—. Esa gente que se lo llevó tiene que pagar.
—Sé razonable—intervino Abigail, girando la cabeza para darle una mirada cargada de reproche—. Piensa que estará preocupado por ti, preguntándose donde narices de has metido.
—No hay problema, le explicarán donde estoy.
—¿Y crees que aceptará las palabras de sus guardaespaldas antes que las de su hija? —cuestionó de forma retórica, entornando los ojos.
Tori agachó la cabeza.
—Debemos seguir jugando juntos—murmuró, con terquedad—. ¡Sí! ¡Sigamos jugando juntos, Mark!
—No puedo con ella—refunfuñó Abigail, apoyándose de nuevo en su hermano mientras cerraba los ojos—. Es como otra Mark.
—Se ha duplicado inesperadamente—murmuró Jude, en un intento de chiste. Abigail simplemente resopló por lo bajo.
—Pues claro—decía el capitán, con su usual energía—, tenemos que formar el equipo más fuerte del planeta.
El portero y la defensa chocaron los puños, mientras los dos estrategas ponían los ojos en blanco de forma inquietantemente coordinada. Tanto Jude como Abigail realmente pensaban que los dos, Mark y Tori, eran demasiado iguales. Quizás eran hermanos en otra vida.
La Caravana siguió con su camino sin ningún tipo de contratiempo. Poco a poco, todos los se fueron quedado dormidos. Después de un tiempo durmiendo, Mark, Abigail, Jude y Silvia se despertaron.
—Entrenadora...—preguntó Mark, con voz algo somnolienta—. ¿Cree que podemos ir a la antigua capital?
—Lo veo innecesario.
—Tori quiere ver a su padre a salvo.
—Es imposible.
—Tenga un poco de empatía, entrenadora—intervino Abigail, para su sorpresa. Su tono de voz estaba vacío, y Jude podía ver como miraba el suelo del vehículo con la mirada perdida—. ¿Cómo se sentiría usted si su padre, o algún otro ser querido, fuese capturado? Querría verlo, ¿no?
Aquilina soltó un largo suspiro. La delantera sabía hacia donde tenía que apuntar.
—Está bien. Iremos a la antigua capital.
—Gracias, entrenadora. —El portero se giró hacia su amiga, pero ella seguía mirando hacia el suelo—. Gracias, Abby.
Abigail soltó un ruidito a modo de respuesta, y Jude le ofreció una tensa sonrisa a Mark.
El sol fue saliendo y los jugadores se fueron despertando poco a poco. Conforme lo hacían, fueron saliendo de la caravana. Silvia se quedó con Tori, quien era la única que todavía dormía. Cuando la pelirroja se despertó, se sorprendió al ver que estaban en la antigua capital.
—Mark y Abby convencieron a la entrenadora—le explicó Silvia, al ver su expresión de sorpresa—. Dijeron que tenías que ver a tu padre.
Tori vio a Mark durmiendo y sonrió. Bajó de la caravana y buscó a la delantera, quien estaba apoyada en la caravana, observando el cielo amaneciendo. A su lado, Jude parecía algún tipo de superhéroe esperando a ser llamado.
—Abby—la llamó Tori, haciendo que la mencionada la mirase—, ¿vienes conmigo a ver a mi padre?
—¿Eh? ¿Yo?
—Tú convenciste a la entrenadora de venir—le recordó Jude con suavidad.
—Mark también—refunfuñó Abigail.
—Mark está durmiendo y no quiero despertarlo—intervino Tori, todavía sonriendo—. Por favor...
—Está bien...
Jude las observó alejarse, y Celia se acercó a su hermano mayor.
—Parece que vuelve a ser la misma de siempre—comentó Celia, sonando realmente aliviada—. Que bien, ¿no?
—Puede ser, pero también existe la probabilidad de que solo sea momentáneo—replicó el estratega. Él era bastante menos fantasioso que su hermana pequeña, y además, conocía mucho a su melliza—. Recuerda que adora a Axel, se siguen queriendo... Es a la que más le afecta su marcha.
—Ya...—musitó Celia, haciendo una mueca—, pero Abby es fuerte.
—Sí, pero no es Wonder Woman—le recordó Jude.
Celia suspiró. Sabía que su hermano tenía razón.
Por su parte, Abigail y Tori estaban llegando a la oficina de Steward Vanguard. La delantera estaba algo tensa, puesto que no le gustaban demasiado los formalismos. Eran parte de ser una Sharp desde el momento en el que había pisado aquella casa, prácticamente olvidando que era una niña que debía jugar. En otras palabras, eran algo que le daba dolor de cabeza.
Nada más traspasar la enorme puerta, guardada por dos enormes y fuertes hombres vestidos con trajes negros, pudieron ver al primer ministro Vanguard. Parecía algo intranquilo por la forma en la que movía su pierna derecha, aunque mejoró en cuanto sus ojos marrones dieron con la pequeña pelirroja.
—¡Victoria!
—¡Papá!
Abigail observó como ambos se abrazaban y sintió una pequeña punzada en el pecho. La ignoró, manteniéndose serena.
Nunca había necesitado un padre, no sabía por qué reaccionaba así.
—¿Y esta jovencita quién es? —preguntó el ministro.
—Es mi amiga, papá—respondió Tori, sonriendo—. Abby Sharp.
—Ah, entiendo—habló el hombre, y un atisbo de reconocimiento cruzó su mirada. Estaba claro que sabía quiénes eran los Sharp, era realmente inevitable—. Un placer conocerte.
Abigail hizo una pequeña reverencia, haciendo que el primer ministro sonriera. Tori lo vio totalmente innecesario, pero siguió sonriendo como si nada.
—Señor, ¿puedo hacerle una pregunta? —cuestionó Abigail, con tacto.
—Claro.
Abigail dudó, recordando lo que la entrenadora le había pedido.
—Cuando la Academia Alius lo capturó y se lo llevó...—comenzó, con todo el tacto que pudo reunir—. ¿Qué es lo que recuerda exactamente de ese momento?
—La verdad es que no lo sé...
—Es posible que le hayan borrado la memoria del tiempo que estuvo allí—siguió hablando Abigail, con una pose tan seria como la de los guardaespaldas de las puertas—. Pero, no podemos dejar de preguntarnos, ¿para qué querría la Academia Alius al primer ministro?
—Vosotras no os tenéis que preocupar de eso, chicas—replicó el ministro, con tranquilidad—. Por aquí, Victoria, estarás a salvo. Y, Abigail, deberías volver a casa.
—Smith ya te lo habrá contado...—intervino Tori, sabiendo perfectamente cuales eran las intenciones de su padre—. Me he unido a la Caravana Inazuma para que la Academia Alius pague por lo que ha hecho.
—¡No! Es demasiado peligroso.
—Ya lo sabía.
—Señor, con el debido respecto, no podemos dejar que esa gente se salga con la suya. Emplear el fútbol como medio de destrucción es totalmente inaceptable—intervino Abigail, en defensa de la idea de la pelirroja. Su lado de niña criada por una familia pudiente salió a la luz, mostrando que todos los profesores particulares que había tenido desde siempre realmente habían hecho un buen trabajo con su forma de hablar en público—. Nuestra meta es derrotarlos y hacer que vuelvan al planeta del que vinieron. Su hija es una gran jugadora, primer ministro, y es lo que estamos buscando para lograrlo. Debemos proteger, no solo al fútbol, sino a toda la gente que pueda salir dañada.
Ambos Vanguard parecían sorprendidos, pero cada uno por una razón diferente. Tori no se esperaba que la delantera fuera a defender su idea de aquella manera, en especial teniendo en cuenta como había iniciado su relación. Por su parte, el primer ministro no parecía haberse esperado que aquella adolescente fuera a soltar un discurso tan pensado y acertado. Lo sorprendía, gratamente hablando.
—Bueno...—intervino el hombre, pensando—. Abigail, ¿prometes cuidar de mi hija?
—Sí.
Stewart soló un suspiro.
—Está bien—cedió, para luego mirar a su hija—. Buena suerte, Victoria.
Tori soltó una exclamación de felicidad, tirándose sobre la delantera para abrazarla. Abigail quiso poner mala cara por su invasión de privacidad, pero se contuvo todo lo que pudo. El primer ministro las observó con una pequeña sonrisa.
—Una cosa más—indicó el primer ministro, haciendo que ambas se separasen. Las siguientes palabras que pronunció sorprendieron a la delantera, y la tomaron por sorpresa—. Cuídate tú también, Abigail.
—Lo haré, señor. Gracias.
Ambas abandonaron el despacho, la pelirroja casi dando botes de felicidad. Fue corriendo a hablar con todos, mientras Abigail se dirigía directa a la entrenadora.
—¿Y bien?
—El señor ministro ha dicho que no recuerda nada—respondió la menor—. Es muy probable que le hayan borrado la memoria para no delatar sus intenciones.
—Bueno, era de esperarse. Entonces podemos irnos...—La entrenadora se frenó a sí misma—. Ah, Abigail, he encontrado esto tirado en la caravana. Pone tu nombre.
La chica tomó el paquete que le tendía, con el ceño algo fruncido. No reconoció la letra con la que estaba escrita su nombre y tampoco tenía ni idea de lo que era. La curiosidad ganó a la desconfianza y acabó rasgando el papel. Estuvo aun más confundida que antes al ver que era una pulsera con piedras de color violeta claro. Se encogió de hombros y se la puso.
Es linda, pensó, mientras la observaba en contraste con su piel.
—¡Ahora sí! —exclamó Mark, entusiasmado—. ¡Al Instituto Alpino!
🔥🔥🔥🔥
Veteran iba conduciendo la Caravana por la montaña nevada, mientras los menores volvían a buscar información sobre el delantero al que iban a ver.
—¿Cómo creéis que será Shawn Froste? —preguntó Mark, con demasiad curiosidad.
—No lo sé, ni me importa—gruñó Kevin. Parecía molesto de que hablasen tanto de aquel chico—. Axel Blaze y Abigail Sharp son nuestros delanteros estrella.
Abigail no dijo nada.
Jude la observaba de reojo, pero parecía bastante tranquila. Eso lo hizo preguntarse si se debería a la curiosidad que aquel jugador despertaba en ella. Quizás el conocer a alguien con tantos bulos circulando a su alrededor hacía que dejara de pensar tanto.
Veteran frenó de golpe, sobresaltando a todos.
—¿Qué pasa? —preguntó Mark, asustado.
—Es que hay alguien ahí—respondió el conductor, señalando hacia el exterior.
Mark bajó con rapidez, como si no le importase que estuvieran en mitad de la nada.
Volvió a subir en compañía de un chico, seguramente de su edad, con cabello color gris muy claro levantado hacia todos los lados. Tenía los ojos verdes, de un tono tan claro que casi parecían transparentes, y era pálido, muy pálido. Llevaba un balón entre las manos, estaba cubierto de nieve por aquí y por allá, y no dejaba de temblar de frío. En cuanto se sentó, le pusieron encima una manta.
—¿Estás mejor? —le preguntó Jude, algo sorprendido de que un chico estuviera solo en mitad de la montaña.
—Sí, gracias.
—¿Qué hacías en medio de la nieve? —preguntó Tori, con curiosidad.
—Es que iba a un lugar muy especial para mí.
—¿Y dónde está ese lugar? —preguntó Abigail, compartiendo el mismo pensamiento que su hermano.
—En lo más alto de la montaña.
—Nosotros te llevaremos—indicó Veteran, volviendo a conducir.
—Gracias.
—¿Te gusta el fútbol? —preguntó Mark, con los ojos brillando de la emoción.
—Sí, mucho. De hecho, había bajado a entrenar, pero esta tormenta me ha pillado por sorpresa.
Algo les volvió a detener, y comenzó a mover la caravana como si se tratase de una caravana. Era un oso, uno enorme. El animal soltó un gruñido y las gerentes se asustaron a la vez, dando un brinco en el sitio. Unos segundos después, chillaron.
—Genial, lo que faltaba—murmuró Abigail, con sarcasmo—. Ahora nos comerá un oso.
—¡Abby! —la regañó Tori, aunque se le escapó una carcajada.
—Hay muchos por aquí—comento el peligris, sin inmutarse.
Tanto Abigail como Jude miraron como el chico salía de la caravana, como si no le importase nada que hubiera un enorme oso fuera. De repente, se escuchó un fuerte golpe. El oso dejó de mover la caravana, para alivio de todos, y se fue. El chico volvió a entrar, con el balón en las manos.
—¿Cómo lo has asustado? —le preguntó Mark, con el ceño algo fruncido.
—Solo le he dado con el balón.
—¿Qué solo le has dado con el balón? —repitió Abigail, escéptica. Aunque se interrumpió al ver algo—. Esto... ¿estás bien?
Los ojos medio grisáceos del chico se habían vuelto ámbar durante unos segundos, pocos pero lo suficiente como para que ella se hubiera dado cuenta.
Pero él seguía tan tranquilo, sonriendo con suavidad. —Sí, estoy bien.
La Caravana pudo seguir avanzando, mientras todos se preguntaban cómo era posible que aquel chico, tan delgado pudiera haberle dado un golpe al enorme oso. Debía de tener mucha fuerza en el tiro, puesto que estaban seguros de que el animal debía de medir más de dos metros.
Es imposible tumbar a un oso de un balonazo, pensó Abigail, mirando al chico con las cejas fruncidas. Bueno, también lo era que vinieran los extraterrestres... y han venido a fastidiar el fútbol...
—Podéis dejarme aquí—dijo el chico, de pronto.
—¿Seguro? —preguntó Mark, no muy convencido con la idea—. ¿Aquí?
—Sí, ya queda poco. Gracias.
—De nada, adiós—se despidió Mark.
Siguieron subiendo luego de dejar al chico. Jude se percató del ceño fruncido de su melliza.
—¿Qué pasa?
—Ese chico era un poco raro—señaló ella.
—¡Ay no! —exclamó Celia, haciendo que ambos la miraran al instante—. ¡Se nos ha olvidado preguntarles su nombre!
—¿Quién sabe? A lo mejor lo volvemos a ver—habló Mark, encogiéndose de hombros—, y se lo preguntamos.
Siempre ve todo lo positivo, pensó Abigail, y una sonrisa se deslizó por sus labios. Ojalá ser como él...
En el fondo, y para ser totalmente honesta, envidiaba un poco a Mark. Él siempre parecía ver el vaso medio lleno, a pesar de que las circunstancias fueran extremadamente difíciles. Era capaz de mantener su entusiasmo y esperanza a niveles altos, incluso cuando la mayoría de las personas no eran capaces. Lo envidiaba, sí, pero también lo admiraba. Estaba claro que la fuerza de Mark no solo era física, por los entrenamientos. También tenía mucha voluntad.
Por fin, llegaron al instituto Alpino. Estaba todo lleno de nieve, así que la estampa era casi navideña; solamente faltaba un árbol en una esquina, unas cuantas luces y regalos por doquier para que fuera una imagen del pueblo de Papá Noel. Pero estaba muy claro que hacía frío, y ellos no tenían suficientes mantas como para no morirse de hipotermia.
—Debemos ir a buscar ropa de abrigo—indicó Aquilina.
Todos salieron corriendo de la Caravana, entrando en el instituto con rapidez para que el frío no les calara los huesos. Los alumnos del Instituto Alpino se les quedaron mirando en cuanto los vieron aparecer, pero no parecían demasiado sorprendidos por su presencia, mucho menos molestos por la intromisión. Seguramente no eran los primeros en ir a pedirles ayuda.
Una chica con el pelo corto y un extraño gorro de paja fue la primera en acercarse a ellos, esbozando una sonrisa que contrataba con el tiempo exterior. Fue seguida por otra chica, de cabello rubio y con un gorro de pelo de animal en la cabeza. Ambas eran bastante amables, y estuvieron encantadas de echarles una mano. Les dieron abrigos a todos.
—¿Qué os trae por aquí? —preguntó Kerry, la que llevaba el sombrero de paja.
—Hemos venido desde la ciudad de Inazuma para buscar a Shawn Froste—les respondió Mark, más animado ahora que estaba vestido con ropa calentita—. ¿Lo conocéis?
—¡Claro! Froste es increíble—habló con entusiasmo la chica—. Ahora mismo se fue a entrenar.
—¿Qué? Juraría que dijo que iba a esquiar—replicó la otra chica, Joaquine.
—No, no, se fue a entrenar—insistió Kerry, segura de lo que decía—. Estará al volver.
Ni ellas saben dónde se ha metido, pensó Abigail, conteniendo un suspiro.
Al poco tiempo, el mismo chico de pelo gris que se subió a su caravana, apareció entrando en la habitación. Pareció sorprendido de verlos. Las chicas del Alpino sonrieron ampliamente al verlo allí.
—Mirad, ya está aquí—señaló Kerry, casi tarareando.
—Anda, pero si sois vosotros—habló el peligris, esbozando una pequeña sonrisa.
—¿Es que los conoces? —le preguntó Joaquine, ladeando la cabeza con curiosidad.
—Son los que me salvaron y me acercaron aquí.
—Deben ser muy amables—observó Kerry; le brillaban los ojos como si tuviera estrellas dentro.
—Mu-muchas gracias—murmuró Mark, algo sonrojado.
Abigail y Tori contuvieron una risita.
—Espera, ¿tú eres Shawn Froste? —preguntó Kevin, mirando al peligris, algo molesto—. ¿El goleador estrella? ¿El que mató a cientos de osos con balonazos?
—Se dicen muchas cosas de mí que no son del todo ciertas...—murmuró el peligris, Shawn, rascándose la nuca con algo de vergüenza—. Pero yo soy el verdadero Shawn Froste. Encantado de conoceros—extendió la mano hacia Kevin.
Kevin soltó un gruñido cargado de molestia y salió de la habitación casi echando chispas, pisoteando el suelo como si tuviera la intención de hacer un agujero en la madera. El jugador del Alpino se quedó parpadeando confundido, aun con la mano extendida, sin entender que era lo que había pasado. Los compañeros del delantero de pelo rosa suspiraron.
—¿He dicho algo malo? —preguntó el chico Froste, algo cohibido.
—No te preocupes, Froste. —Abigail le restó importancia, haciendo un gesto con una mano, y logrando que los ojos verdosos del chico se posaran sobre ella—. Kevin es algo... especial.
—En verdad está encantado de conocerte—intervino Mark, estrechando la mano del peligris—, como todos nosotros.
—Entiendo—murmuró Shawn, recuperando su sonrisa—. Venid conmigo.
Todos se pusieron la ropa de abrigo que les habían dejado y siguieron del de pelo gris, quien salió al exterior y comenzó a bajar unas escaleras que había en uno de los laterales del edificio. Abigail decidió interrogar con discreción a Shawn, quien no había borrado su sonrisa amable en ningún momento.
—Parece que está mejor que antes—musitó Mark.
—Pero volverá a cambiar cuando juguemos al fútbol—murmuró Jude, preocupado por su hermana.
Mark no supo que decir, así que se limitó a mantenerse en silencio.
—¿Llevas mucho tiempo siendo el delantero del equipo? —preguntaba Abigail, con interés.
—Sí, creo que dos años.
La nieve de un tejado cercano se cayó de golpe, creando un ruido algo sordo. Shawn se agarró la cabeza y se sentó en un escalón, mientras Abigail parpadeaba por la sorpresa. Todos lo observaron, mientras Kerry se acercaba a él.
—Tranquilo, Froste, no es una avalancha. Solo se ha caído la nieve del tejado.
—Es verdad... solo se ha caído la nieve del tejado.
—No serás un gallina—murmuró Nelly, mirándolo con una ceja alzada.
Silvia le dio un codazo a la chica.
Y luego soy yo la del tacto, pensó Abigail, resoplando.
—No, no, que va—replicó Shawn, riendo.
Se levantó y siguió avanzando, como si no hubiera pasado nada. Abigail lo siguió, con el ceño algo fruncido. Aquilina miraba al chico algo seria, como si estuviera pensando en algo muy concreto. Llegaron a lo bajo de las escaleras.
—Que frío hace aquí—se quejó Abigail, quien no estaba demasiado acostumbrada a aquellas temperaturas—, como se nota que estamos en plena montaña.
—Sí, aquí da con bastante fuerza—murmuró Kerry, divertida.
—¿Quieres mi bufanda? —le ofreció Shawn.
—Oh, no te molestes. Estoy bien.
¿Qué confianzas son esas?, se preguntó Jude, mirando al peligris con el ceño fruncido. Maldita sea, Axel, ahora voy a tener que hacer yo todo el trabajo de espantarlos.
Mark, Abigail, Aquilina, Nelly, Shawn y Kerry entraron en el interior de un iglú. Los demás se quedaron fuera, comenzando una guerra de bolas de nieve y haciendo muñecos de nieve. No solían estar cerca de zonas nevadas, así que debían aprovechar.
—Shawn, queremos pedirte que te unas al equipo—habló la entrenadora del Raimon.
—¿Para qué?
—Necesitamos un equipo increíble para derrotar a la Academia Alius—explicó Abigail, tomando el relevo de la adulta—. Un equipo perfecto.
—Perfecto...—repitió Shawn, para sí mismo.
—Nelly, por favor—indicó Aquilina.
La chica Raimon, quien había tomado prestado el portátil de Celia, giró la pantalla hacia el peligris. Le enseñó fotos de los institutos destruidos por culpa de la Academia Alius.
—Supongo que habéis oído sobre los institutos que han sido destruidos.
—Sí, pero es imposible que lleguen aquí—comentó Shawn, poniendo una especie de plato de comida sobre la brasa—. Estamos seguros.
—Siento decirte que te equivocas—intervino Abigail, logrando que los ojos verdes se posaran sobre ella—. Es muy posible que nos hayan seguido. —La sonrisa del chico no se borró y se preguntó a qué venía aquella tranquilidad—. O también puede ser que hayan oído hablar sobre ti y quieran reclutarte...
Como intentaron conmigo, pensó y tensó la mandíbula.
—Entiendo...—murmuró Shawn, sin dejar de mirarla—. Claro, me uniré a vosotros.
—Pero antes, me gustaría ver tu fuerza—habló Aquilina, luego de haber observado aquella interacción—. ¿Qué te parece un partido? El Instituto Raimon contra el Instituto Alpino.
—Claro, será divertido.
Le dio una nube con forma de balón a Mark, quien sonrió encantado.
—Cuando quieras.
🔥🔥🔥🔥
Todos los jugadores se colocaron en sus puestos en el campo, listos para el partido, y Shawn se posicionó en la defensa. Los jugadores del Raimon lo observaron con sorpresa.
—¿Qué está haciendo en la defensa? —preguntó Kevin, con desconfianza y algo de molestia—. ¿No se supone que era delantero?
—Sí, pero ahora juega en la defensa—dijo simple un chico de pelo azul oscuro, llamado Quentin.
En la información ponía que tiene fuerza en ataque y defensa, pensó Abigail, observando al tranquilo peligris. ¿Acaso utiliza su versatilidad como un arma de doble filo?
—Bueno, va a comenzar el amistoso entre el Raimon y el Alpino. Y yo, Chester Horse Jr retransmitiéndolo en directo.
—¿Será una táctica? —preguntó Steve.
—No acabo de entenderlo del todo, pero se pone interesante...—masculló Mark, golpeando sus manos enguantadas entre ellas.
Abigail se la pasó a Kevin.
—Abigail Sharp saca de centro y comienza el partido.
Kevin salió disparado.
—Kevin, no vayas tan acelerado—lo regañó Abigail.
—Es algo normal—habló su hermano, negando con la cabeza por la actitud del delantero—. Él debe de pensar que es como sustituir a Axel.
—Nadie puede sustituir a Axel.
—Lo sé.
—No te rías de nosotros—gruñó Kevin enfadado, mientras Kerry y Roland se interponían en su camino—. ¡Apartaos!
Eso los asustó y el delantero los pasó con rapidez.
—Kevin atraviesa rápidamente la línea de defensa del Alpino. Ahora se enfrenta a Shawn Froste.
—Parece que no está nada mal... ese juego físico—masculló Shawn, para luego sonreír de lado unos segundos—. Paisaje helado.
Shawn detuvo a Kevin, congelándolo con su súper técnica de defensa.
—Froste le ha robado el balón a Kevin con mucha facilidad.
—Que destreza defensiva tiene—observó Jude, ladeando la cabeza—. Nos costará mucho romperla.
Shawn se la pasó a Quentin.
—Froste pasa el balón. Quentin Rackner recibe el pase.
—¿Tendrán todos el mismo nivel? —se preguntó Abigail, sonriendo con algo de maldad.
Nathan le hizo una sesgada.
—Pero Nathan Swiftt le quita el balón en un visto y no visto.
—Parece que los demás jugadores no tienen el talento de Froste—murmuró para sí mismo, sonriendo.
—Bueno, ponía que eran un equipo débil—musitó Abigail para ella, corriendo por el campo—. Seguramente se aprovechen de la versatilidad de Froste, y en nada más.
—Nathan le pasa el balón a Abigail.
La delantera había dado un salto, superando a un jugador rival, para atrapar el pase de su mejor amigo. Aterrizó detrás del jugador del Alpino, luego de dar un giro en el aire y lograr que todos los rivales la observaran con sorpresa. Por supuesto, lo disfrutó internamente.
—Tira, Abby—le indicó Jude.
—¿Eh? ¿Estás chalado? —le preguntó ella, cuestionándose la integridad mental de su hermano—. Estoy en el medio del jodido campo.
—Si sigues subiendo, Shawn te la quitará—le razonó Jude, con paciencia—. Por lo menos podemos probar a tirar el balón desde ahí.
—Gracias por la confianza en mis habilidades de regateo.
A pesar de su sarcasmo, Abigail asintió ante la idea de su hermano.
—Remate Eléctrico.
—Paisaje Helado.
Shawn frunció el ceño, con confusión, al ver unas pequeñas grietas en el hielo de su súper técnica. Sin embargo, esta fue capaz de detener el tiro, quedándose con el balón.
—Pero será posible—gruñó Abigail, como cada vez que alguien detenía su tiro—, ¿también es capaz de parar súper técnicas?
Shawn le pasó a Ronald pero Abigail, algo irritada, le hizo una entrada. Su melena se sacudió cuando se incorporó, sonriendo con sorna al ver la sorpresa claramente dibujada en el rostro del tal Ronald, para luego seguir con la jugada. Se lo pasó a Kevin.
—A ver si paras esto, listillo. Remate Dragón.
Shawn le dio una patada y lo detuvo. Casi sonrió, pues se había dado cuenta de algo muy interesante. El tiro de Kevin era mucho más flojo que el de Abigail, y cierta parte de su cabeza estaba algo decepcionado.
—Cielos, no solo ha detenido el Remate Eléctrico de Abigail con su Paisaje Helado, sino que también ha parado el Remate Dragón de Kevin.
—Así se hace—murmuró Mark, emocionado con lo que veía desde su posición—. Es que Shawn no es un delantero, es un defensa brillante.
—Pero, en los datos ponía que era delantero—murmuró Steve, confundido.
—¿Estarán mal? —preguntó Jack.
—No creo que sea eso—musitó Jude, quien observaba al chico con ojo crítico—. Shawn no es un gran delantero, sino un gran jugador, lo pongan donde lo pongan.
Kevin le hizo una entrada a Shawn, pero algo cambió en el jugador.
—Ahora me toca a mí.
Saltó y superó a Kevin sin despeinarse.
—Y, ¿esto es todo lo que sabéis hacer? Menuda birria de equipo.
—¿Qué? —murmuró Erik.
—Ese no es...—Tori no sabía ni que decir.
—Su personalidad ha cambiado—observó Jude.
—Sus ojos... son ámbar—musitó Abigail, para sí misma—. Como en el autobús...
Esto no me gusta nada. Y no sé por qué.
—Froste...—murmuró Kerry, sonando preocupada.
—¡Yo me encargo! —exclamó Shawn, haciendo un gesto con la mano—. Marcaré un gol tras otro, como siempre.
Avanzó. Superó a Erik pero él le siguió.
—Vamos a ver que tal aguanta el contacto.
—Erik ha empezado a presionar. Pero, a pesar de eso, Shawn sigue avanzando.
Se deshizo de Erik. Seguidamente, Jude y Nathan le hicieron una entrada a la vez.
—A continuación, le entran Jude y Nathan, en un intento de despeje defensivo.
Froste empujó más y superó a ambos jugadores.
—¡¿Será posible!? ¡Ha hecho salir a los dos por los aires! ¡Menuda fuerza tiene!
—Barrido defensivo.
Saltó, superando a Bobby.
—Nadie lo puede parar, nadie puede pararle. Shawn Froste se planta ante la portería rival.
—Lo estoy sintiendo, Shawn, ahora estoy seguro de que tu tiro será increíble—murmuró Mark, observándolo.
—Ruge con fuerza—giró sobre su propio eje—. Ventisca Eterna.
—Mano Celestial.
La Ventisca Eterna de Shawn congeló por completo la Mano Celestial de Mark. El portero se quedó sorprendido, mientras que Abigail arqueaba las cejas.
—Así que... Ventisca Eterna, ¿eh?
Fue gol.
—¡Gol! Esto es realmente increíble. La super técnica de Shawn Froste se ha clavado en la portería del Instituto Raimon.
—¿Está claro ya? Porque yo soy Shawn Froste, el goleador estrella.
—Escúchame bien, Shawn, pienso para tu tiro como sea.
—Vale, intenta detenerlo si te ves capaz—murmuró, con tono arrogante.
Volvió corriendo a la defensa.
—Si este chico se uniera a nosotros...—murmuró Mark.
—Tendríamos un magnífico defensa con un tiro increíble—siguió Jude, observando al chico.
—Creo que puede encuadrarse perfectamente en el término de "jugador único" —añadió Abigail, haciendo las comillas con los dedos.
—Se acabó el partido—indicó Aquilina.
—No estaréis pensando en sustituirlo por Axel, ¿No? —preguntó Kevin, molesto.
—Nadie va a sustituir a nadie—habló Abigail, con tono serio—. Pero este chico es mucho más versátil...
—No sé quién es Axel, pero está claro que ella tiene razón—habló Froste, mirando a la chica con una sonrisita.
Me gustaría ver la cara de Axel si te escucha hablar así, pensó Abigail, mirando al peligris durante unos pocos segundos, todavía pendiente de su explosivo compañero de delantera.
—Tú no te metas—le gruñó Kevin, os demostraré que soy mejor que Froste.
—Kevin, no hagas estupideces.
—No pienso dejar que me gane alguien como tú—gruñó Kevin, enfadado, ignorando a la delantera.
Idiota, lo insultó.
—¿Qué pasa? ¿Quieres jaleo? —lo provocó Froste, todavía sonriendo—. Tiene gracia...
Los dos chutaron el balón a la vez. Pero estaba claro que Froste tenía más fuerza, puesto que acabó tirando a Kevin al suelo.
—Kevin, ¿estás bien? —le preguntó Mark.
—Creo que te dije que no hicieras estupideces, idiota.
—Cállate, Abby.
Tiene suerte de que el balón lo tenga Froste, o se lo encajaba en el estómago...
—Creo que ha quedado bastante claro, pero por si acaso... Ventisca Eterna.
—Torre Inexpugnable.
La Ventisca Eterna rompió la técnica de Tori.
—El Muro.
También la rompió.
—Mano Mágica.
El tiro falló y golpeó el larguero de la portería.
—El tiro da en el larguero.
—Desviaron la trayectoria con ese truco—murmuró Froste para sí mismo.
Tres técnicas para evitar el gol, no está nada mal para alguien que juega en un equipo considerado como débil....
Mark se acercó a Tori y a Jack.
—¿Estáis bien?
—Ese tiro es impresionante—murmuró el más alto.
—Ha superado nuestras súper técnicas como si nada—añadió Tori.
—Ya basta—indicó Aquilina.
Shawn pestañeó varias veces. Parecía algo ido.
—Dime, Shawn, ¿te gustaría unirte a nosotros?
—Claro.
Abigail observó, de brazos cruzados, como Silvia le daba un dorsal del Raimon al peligris. Este se lo puso allí, a la vista de todos, como si no le diera vergüenza. Como si fuera lo más normal del mundo para él el cambiarse de ropa con más gente mirándolo.
—Hala, pero que bien te queda, Froste—lo halagó Kerry.
—Sí, como mola—añadió Sean.
—Muchas gracias, chicos. —Shawn les sonrió, algo sonrojado por los halagos—. Os prometo que seguiré defendiendo el Instituto Alpino aunque ahora esté en el Raimon.
Se avergüenza por los comentarios, pero es capaz de cambiarse delante de chicas, pensó Abigail, intentando no reírse. Realmente es un chico un poco raro.
Mientras ellos hablaban, Abigail se había acercado a su entrenadora y ambas tecleaban algo en la Tablet. Aquilina le había hecho un gesto y ella lo había visto perfectamente. Estaba claro que la entrenadora quería ver de lo que era capaz Shawn en conjunto con el Raimon
—Os hemos dividido en equipos de cinco—indicó Aquilina, cuando ambas acabaron de teclear en la pantalla—. Shawn, me gustaría que jugaras de delantero.
—¿Yo de delantero? —preguntó Shawn.
—Sí, ¿algún inconveniente?
—N-no, claro que no.
No ha sonado muy convencido, observó Abigail.
—Cinco en cada equipo, pero... somos doce—habló Jack.
—Abigail no jugará—respondió la entrenadora, mientras la mencionada sostenía el dispositivo electrónico contra el pecho—, tiene que hacer algo que le he pedido.
—¿Qué es? —preguntó Celia, con curiosidad.
—Observar, analizar—respondió la delantera, como si nada.
—Pero eso ya lo haces siempre...
—Desde fuera del campo, la perspectiva es otra—explicó Abigail, con tranquilidad—. Hay jugadas que se ven mucho mejor desde el banquillo que dentro del campo.
—Bueno, empecemos—indicó Mark, de nuevo entusiasmado.
Comenzó aquel extraño mini partido. Nathan llevaba el balón y enfrente de él estaba Jude.
—Entrada Huracán.
—Buen movimiento, Nathan—lo felicitó Jude.
Shawn se acercó por detrás.
—Hay que ser como el viento.
Le quitó el balón y comenzó a avanzar. Pero había una pega: no le pasaba a nadie.
—Veamos si paras mi tiro...
—Para—le indicó Kevin.
—¿Qué?
—¿Acaso no escuchas que Erik y Jude te pedían pase?
—Es que yo siempre lo he hecho así.
—Ya no estás en el Alpino. Debes adaptarte a nuestro estilo de juego, no nosotros al tuyo.
—Sí, eso es fácil decirlo.
—Pues invéntate algo para que nos acostumbremos.
—Ya basta, Kevin. —Abigail lo tomó del hombro, casi haciendo que sufriera un infarto del susto—, no solucionas nada enfadándote.
—Anda que lo dice la más indicada....
—Nathan, te he escuchado.
—Me gustaría enseñaros algo—comentó Shawn, como si no hubiera pasado nada.
Todos lo siguieron, saliendo del campo.
—Vaya, no sabía que hubiera pistas tan cerca—comentó Abigail, al observar aquella improvisada pista de snowboard.
—La uso mucho—le dijo el chico Froste.
Shawn se puso el casco y atrapó una tabla. Vieron a Kerry, Ronald y Sean sujetando bolas de nieve gigantes.
—¿Y eso? —preguntó Mark.
—Es un ejercicio para aumentar la velocidad y ser capaz de ver las cosas mejor—explicó Shawn, para luego añadir con algo de duda—: Es mi entrenamiento.
—¿Te entrenas así? —preguntó Jude, alzando una ceja.
—Sí.
Shawn bajó a la pista y no tardó en empezar a coger velocidad.
—Cuando queráis.
Los tres del Alpino soltaron las enormes bolas de nieve a la vez.
—¡Cuidado! —exclamó Tori.
Shawn las vio por el rabillo del ojo y las esquivó con gran agilidad. Luego, volvió a donde los del Raimon lo habían estado observando.
—Vamos, probad vosotros—los animó el peligris.
Todos comenzaron a ponerse el equipo.
—¿Pero qué clase de entrenamiento es este? —refunfuñó Kevin, de morros.
—Pues Mark quiere probar—señaló Nathan.
Mark estaba sentado en el suelo, intentando colocarse la tabla. Abigail fue la primera en ponérsela, pues no era la primera vez que se ponía una. Jude fue el siguiente, pues él también sabía cómo hacerlo.
—¿Cómo es que siempre eres tan rápida? —le preguntó Nelly, sorprendida.
—Bueno, querida, es que soy una caja de sorpresas—respondió con tono egocéntrico, mientras le guiñaba un ojo.
Abigail soltó una pequeña risita, para luego lanzarse a la pista de un movimiento.
—Es posible—murmuró Shawn para él mismo, aunque nadie lo escuchó. Ni lo vio cuando se dio un pequeño golpe en la sien. Luego, alzó la voz—: Vamos.
A Jude, Erik, Tori y Abigail les salía bien aquel extraño entrenamiento, pero a los demás no tanto. Se caían de la tabla, chocaban contra las enormes bolas de nieve o no eran capaces de ver bien por lo rápido que iban, como era el caso de Nathan. Era mucho más complicado de lo que parecía.
—Tenemos que ser rápidos como el viento—señaló Shawn, como si fuera su mantra.
—Chicos, tenemos un problema—murmuró Celia de repente, quien había estado todo el tiempo tecleando en su ordenador—. Tormenta de Géminis acaba de amenazar al Instituto Alpino. Vendrán mañana.
—Dichoso Janus—blasfemó Abigail, irritada.
Pateó un árbol cercano, casi haciendo que acabara contra el suelo. Los del Alpino la observaron con sorpresa, mientras que los demás del Raimon lo hacían con algo de cautela; nunca sabían que hacer contra el mal humor de la chica. Axel era quien siempre se encargaba de calmarla, pero ahora él no estaba. Así que Jude había tomado el relevo de su cuñado, hasta que este regresara. Porque él estaba seguro de que lo haría.
Jude se acercó a su hermana melliza y la tomó suavemente por los brazos, logrando que los ojos bicolores de ella se posaran sobre sus gafas. No necesitó decir nada, pues su hermano sabía perfectamente que culpaba a los extraterrestres de la marcha de su novio. Estaba en todo su derecho para detestarlos profundamente. Además, estaban manchando el deporte que ellos tanto amaban. Eran intolerable.
Abigail dejó que su hermano mayor la abrazase durante unos segundos. Apretó los labios en una línea cuando Jude le susurró que todo estaría bien, sin querer decirle que ella no lo tenía tan claro. Pero optó por mantenerse en silencio, sabiendo que Jude estaba haciendo un esfuerzo por ser más comunicativo con ella.
Gracias, hermano, pensó, sabiendo perfectamente que su hermano no necesitaba que lo dijera en voz alta. Después de todo, se estaba aferrando a su abrigo mientras él todavía la abrazaba.
Shawn tuvo que sacudir la cabeza para centrarse, luego de haber presenciado aquel arrebato de ira. Aunque una parte de su cabeza no quería.
—Debemos estar preparados cuanto antes—indicó Shawn, volviendo al tema.
Abigail asintió, más calmada gracias a su hermano, volviendo a esquiar. Y todos la imitaron con rapidez. Continuaron con aquel extraño, pero entretenido entrenamiento, hasta que se hizo de noche. Luego, fue el momento de cenar. Pero todos los chicos pusieron la misma mueca de disgusto al ver las raciones de comida.
—¿Solo esto? —preguntó Jack.
—Es muy poco...—señaló Willy.
—Para lo que haces, te llega—farfulló Abigail, recibiendo el regaño de su hermano.
—Son órdenes de la entrenadora—Silvia se encogió de hombros.
—Entonces pediré una ración tras otra—dijo Jack, decidido.
—Lo siento, chicos, pero ya no hay más comida—dijo Veteran, enseñándoles la pota completamente vacía.
—Por la noche debéis comer poco—indicó Nelly.
—Hemos calculado hasta la última caloría—señaló Celia, colocándose las gafas con aire intelectual.
—Y debéis masticar treinta veces cada bocado—añadió Silvia.
—¡¿Qué?!
—Mira que sois dramáticos—murmuró Abigail, mientras se sentaba.
Los demás la imitaron, algunos suspirando como si los fueran a matar. Mientras comían, todos se ponían a contar las veces que masticaban cada bocado, aunque algunos lo hacían de forma más dramática que otros.
Cuando acabaron, Shawn se fue al exterior. Abigail se puso el abrigo y salió detrás del chico, en modo ninja. Sentía que había algo malo con aquel chico y quería saber que era. Lo vio agarrándose la cabeza, como si le doliera, mientras no dejaba de murmurar por lo bajo. Parecía estar hablando con alguien, pero allí no había nadie más, solo estaba él.
Hasta que lo captó. Un nombre. Aiden.
¿Quién demonios es Aiden?, se preguntó Abigail. ¿Y por qué parece estar hablando con él en este preciso momento? Aquí fuera no hay nadie más...
Y, en aquel momento, Abigail encontró una nueva misión.
Debía averiguar quién era ese tal Aiden, y por qué Shawn parecía dialogar con él cuando allí no había nadie.
¡HOLA, HOLA! ¿Qué tal están? ¡Espero que bien!
Este capítulo se ha echo de rogar, —básicamente llegamos antes al número de comentarios necesarios antes que al de votos, así que he tenido que esperar bastante para ponerme a corregirlo—, pero aquí está jeje. Aprovecho para recordaros que las actualizaciones dependen del feedback del capítulo. Es decir, cuantos más votos y comentarios haya, más capítulos subiré.
Fácil, rápido de procesar y para toda la familia.
(Fin del anuncio)
Me he sentido SÚPER RARA escribiendo este capítulo sin tener una escena entre Axel y Abby. Tipo, en los capítulos que narran el pasado de Abby en la Royal fue manejable. Incluso cuando al minito no le daba la gana de volver al fútbol era soportable. Pero ahora no lo es, no lo es. Se me ha hecho MUY raro. Por eso se menciona su nombre varias veces, porque me acabo de dar cuenta de que soy fan de una pareja que YO he creado. Pero claro, el señor que decidió romperme el kokoro cuando era pequeña no me deja ser feliz. NO ME DEJA.
Señor, dimisión.
(No me sé su nombre, ups).
La parte buena es que ha aparecido uno de mis personajes favoritos de la franquicia, aka, Shawn Froste. Juro que lo adoro con todo mi coração . Y desde siempre. Es decir, cuando me vi el anime por primera vez en mi vida, fue ver a Shawn y pensar que era una masita linda y querer protegerlo del mundo. Si es que es más tierno.... menos cuando entra en modo diablo, que me dan ganas de darle con un palo.
(En ese sentido, Itadori y Sukuna me recuerdan a él jereje).
No digo nada pero lo digo todo cuando os advierto de que Shawn es very important en esta temporada. Olvidaos del canon, ¿okay? Yo estoy hablando de todo lo que gira alrededor de mi Abby. Y os aseguro que mi dulce estalactita va a tener muuucho juego y muuucho peligro (a su manera, y algo ya habéis visto; ste men en modo diablo es peligroso jsejsj).
Bueno, ¿Qué os ha parecido?
¡Espero que os haya gustado!
Para desbloquear el capítulo treinta y uno necesitaremos 30 votos y 30 comentarios. Aviso a navegantes de que los comentarios son enteros; es decir, nada de emoticonos ni de letras sueltas que no vienen al caso y que solo están para hacer que la cifra aumenta. Son treinta comentarios, más extensos o menos, que yo los vea y diga "uhu, este SÍ vale". ¿Cappicchi?
Después no digan que no los avisé.
Btw, os recuerdo que cuando no estoy actualizando por aquí me encuentro en el resto de mis historias activas (las podéis encontrar en mi perfil jeje). Podéis escoger entre Harry Potter, Assasination Classroom, Shingeki no Kyojin, Stranger Things o Owari no Seraph (Harry Potter, Karma Akabane, Levi Ackerman, Steve Harrington y Mikaela Hyakuya, respectivamente). Os invito a leerlas, porque la verdad es que me las estoy currando mucho jiji.
Y también podéis leeros algunas de las que ya están completas, como mi fic de Jacob Black o los One Shots que tengo (dos libros: uno multifandom y otro de Inazuma Eleven).
(Fin de la pausa publicitaria).
Nada más por mi parte pero, ¡nos leemos en comentarios!
—👑
|Publicado|: 30/11/2022
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