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CAPÍTULO TRES
Enfrentando la verdad
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Hace un año y medio
Ciudad de Inazuma
Centro de la ciudad
Hospital Universitario de Inazuma
Abigail Sharp se preguntaba qué demonios estaba haciendo allí, pero ya era tarde para arrepentirse. Cruzó las puertas del hospital y caminó hacia el mostrador de recepción. A la enfermera por poco se le salieron los ojos de las órbitas al reconocerla, y aún más cuando preguntó en qué habitación estaba Axel Blaze. En el fondo, le parecía una exageración que lo hubieran llevado al hospital cuando estaba segura de que había sido una bajada de presión, pero teniendo en cuenta que el señor Blaze era médico, no cuestionaba nada.
Caminó con pasos de plomo por los pasillos, ignorando como siempre las miradas sobre ella. Era una especie de celebridad por ser tan joven y tener tanto talento para el fútbol. Talento para el fútbol... eso la hacía recordar la pregunta que Blaze le había hecho poco antes de desplomarse. ¿Te hace feliz este fútbol, Sharp? He dicho, si te hace feliz. ¿La hacía feliz aquel fútbol? La hacía feliz jugar con su hermano mayor, su otra mitad. Pero aquel fútbol... no, definitivamente no la hacía feliz dañar a otros para ganar.
Se detuvo delante de la puerta de la habitación 225, en la cual había un cartel con el nombre del jugador. Se preguntó si debía llamar o entrar como si fuera su casa. Tan ensimismada estaba que no se dio cuenta de la presencia de otra persona a su lado. Al menos hasta que habló.
—¿Eres amiga de mi hijo? —cuestionó una voz.
Abigail giró la cabeza para ver a un hombre, alto, de piel bronceada y cabello negro. Llevaba unas gafas de pasta marrón y una bata blanca en la que relucía en cartel "doctor Blaze". El hombre la observaba con interés, pero su mueca estaba seria.
—Yo no usaría la palabra amiga, señor Blaze, simplemente soy una conocida. —respondió de forma educada, mientras estiraba una mano hacia el hombre. —Me llamo Abigail Sharp.
—Ah, eres la hija de Keito Sharp. —el adulto asintió con la cabeza, aceptando la mano de la chica. —También juegas al fútbol, ¿no?
—Así es. Por eso conozco a su hijo, señor Blaze. —Abigail se sentía culpable de que el chico Blaze estuviera en un hospital. —De hecho, su hijo estaba jugando contra mi equipo cuando se desmayó...
El doctor Blaze elevó ambas cejas al instante. Parecía sorprendido.
—¿Eres jugadora de la Royal Academy?
—De hecho, soy su capitana.
—¿Y siempre vienes a visitar a todos tus rivales? —cuestionó, escéptico.
Abigail soltó una pequeña risita.
—No, Axel es el primero. —respondió casi sin darse cuenta de que lo había llamado por su nombre. —Tengo que hablar con él de unos asuntos. ¿Cómo se encuentra?
—Está bien. —el doctor suspiró aliviado. —Ha sido una bajada de presión. Siempre le digo que no juegue tan intenso, pero nunca me hace caso.
—Se nota que le gusta el fútbol. —musitó Abigail, con la mirada perdida.
—Sí, le gusta. —murmuró el hombre, confundido por el cambio de actitud de la chica. —¿Quieres pasar?
—Oh, no quiero ser una molestia. Solo quería saber cómo estaba.
—No te preocupes, Abigail. Además, a Axel le vendrá bien compañía. —hizo una mueca que llamó la atención de la mencionada. —Yo tengo más pacientes que atender, y su hermanita no puede venir todavía a verlo, no ha acabado las clases.
Abigail notó que no había mencionado a la madre y rechazó preguntar. Se limitó a asentir, para luego mirar como el hombre abría la puerta y asomaba la cabeza.
—Hijo, tienes visita. —informó.
—Oh, de acuerdo. —la voz de Axel sonó mucho más ronca que el partido.
Abigail hizo un gesto de agradecimiento al doctor, para luego entrar en la habitación. Esta era mucho más grande de lo que se esperaba, y de color blanco roto. Tenía una amplia ventana en la pared contraria a la de la puerta. En el centro de la habitación estaba la pequeña cama, de no más de un metro cincuenta. En ella estaba tumbado el rubio, algo sorprendido, mientras dejaba el libro que había estado leyendo.
—¿Sorprendido, Blaze? —se burló la chica.
—Evidentemente. —respondió, mientras elevaba la cama para verla bien. —¿Qué haces aquí? ¿Vienes a matarme o algo?
—No, no vengo a matarte. —Abigail puso los ojos en blanco. —Venía a ver como estabas. Si puedes ser tan arisco es que estás bien.
—Oh, ¿ahora te preocupas por mí? Qué tierna, Sharp.
Abigail retuvo las ganas de golpearlo en la cabeza, mientras el chico parecía ligeramente divertido. La miraba con la cabeza ladeada hacia la derecha y una diminuta sonrisa en los labios.
—No sé si recuerdas lo último del partido por el tremendo porrazo que te llevaste. —habló ella, apretando los labios en una línea. —Pero no pienso dejarlo estar.
—Tengo la memoria algo dañada, ¿por qué no me la refrescas?
La de apellido Sharp intuía que el chico se estaba burlando de ella. O eso, o estaba intentando que viera algo. ¿Pero el qué? No lo captaba del todo.
—Me preguntaste si aquel fútbol me gustaba. —murmuró Abigail, con la mirada perdida en un punto de la pared. —Y te respondí que...—se cortó a sí misma, lamiéndose los labios.
—¿Y me respondiste?
—Te respondí que... no.
—No fue tan difícil, Sharp. —felicitó Axel, ganándose una mirada irritada.
—Déjate de estupideces, Blaze. —reclamó, cruzándose de brazos. —Quiero saber por qué demonios me preguntaste eso.
—Muy sencillo. —Axel se recostó en la cama, cerrando los ojos. —Porque parecías amargada.
No abrió los ojos al escuchar el bufido de la chica, pero tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no ampliar su sonrisa. Siguió en la misma postura, con la corazonada de que ella se irritaría.
—Yo siempre estoy amargada, Blaze.
—¿Y te parece eso normal? —atacó el chico, abriendo los ojos y mirándola. —No eres más que una niña, ¿te parece normal estar siempre amargada?
—No...—carraspeó. —Pero es lo que supone ser yo.
—¿Ser tú? No te sigo.
Abigail suspiró, mirando al techo unos segundos.
—Supongo que todo el mundo piensa que ser parte de la familia Sharp es un camino de rosas, pero ¡Ah! ¡Sorpresa! No lo es. —hablaba sin mirar al chico, con tono monótono. —No es como pensáis. No tengo todo lo que yo quiero. Tengo lo que mi padre quiere que tenga. Y lo que considera que es bueno para mí. Si quiero algo, tengo que cumplir todas y cada una de sus exigencias.
—Así que seguir a tu entrenador es una de ellas, ¿no? —adivinó Axel, haciendo que ella la mirase. No obtuvo respuesta, al menos no verbal. —Deberías hacer algo al respecto, Sharp.
—Abigail. —soltó, haciendo que Axel soltara un ¿Qué?, algo confundido. —Puedes llamarme Abigail. Es incómodo que me llames todo el tiempo por mi apellido.
—Solo si tú me llamas Axel.
—¿Qué te parece idiota?
Para sorpresa de Abigail, el rubio se echó a reír. Era la primera vez que lo escuchaba reír y, una parte de ella, quiso sacar la grabadora y ponérselo de tono de llamada. Se regañó a sí misma por tener aquellos pensamientos.
—¿Cuándo fue la última vez que disfrutaste jugando al fútbol, Abigail? —cuestionó Axel, luego de dejar de reír.
Era una pregunta muy simple, pero pilló a la chica con la guardia baja. Sus perfectos esquemas mentales flaquearon y quedó estática. Era muy simple, tan simple que debía saber su respuesta. Pero no era así. Por primera vez en su vida, no sabía que contestar a una simple pregunta. Y se sintió estúpida.
—Cuando empecé a jugar. —musitó, luego de varios minutos en silencio. —Solo con mi hermano.
—¿Y cuándo fue eso?
—Cuando tenía seis años. —tragó saliva ante la mirada del chico. —A los siete ingresé en la Royal Academy. Ambos lo hicimos.
—Esos son muchos años sin disfrutar del fútbol.
—Lo sé. Pero el comandante Dark siempre dice que es una estupidez. Lo único importante es ganar, siempre.
Axel rodó los ojos. Se lo esperaba.
—Eso es una estupidez. —señaló.
—No lo es.
—Claro que sí. —Axel meneó la cabeza. —¿Qué tiene de interesante ganar siempre? Acaba por hacerse aburrido.
—No. Ganando siempre alcanzas la gloria y la fama.
Axel la observó, parpadeando varias veces.
—¿Pero tú te escuchas cuando hablas? —cuestionó, algo divertido. —Suenas como un robot en vez de como una persona.
—El comandante...
—¿Y qué dice Abigail Sharp? —la cortó el chico, sorprendiéndola. —Parece que todas tus justificaciones empiezan de la misma manera, Abigail. Quiero saber lo que tú piensas, no lo que dice tu entrenador.
Abigail se quedó muda, pensando. El chico tenía razón. Axel Blaze, aquel joven delantero que había salido de la nada para revolucionar el fútbol, estaba revolucionando sus esquemas mentales. Sus perfectos esquemas mentales que tanto tiempo le había costado construir.
—No lo sé. —admitió en un hilo de voz.
—Pues deberías saberlo. —señaló Axel, como si la estuviera regañando. —Deberías jugar al fútbol de verdad y dejar la Royal...
—¡No! —el chillido de la chica lo pilló por sorpresa. —No puedo dejar la Royal.
Axel observó algo sorprendido como la chica frente a él parecía asustada de abandonar la Royal Academy. Casi parecía temblar en el sitio como si tuviera... miedo.
—¿Por qué no puedes? —cuestionó, sin obtener respuesta. —Escucha, si no me lo cuentas, no puedo ayudarte.
—¿Por qué quieres ayudarme?
—Porque he visto que te gusta el fútbol. El de verdad. No el de tu entrenador. —esbozó una sonrisa ladeada. —No eres la única que estudia a sus rivales, Abigail.
Abigail suspiró, para luego sentarse en uno de los sofás de la habitación. Si quería contarle la verdad, iba a necesitar tiempo. No sabía porque lo hacía. ¿Por qué le iba a hablar a Axel Blaze de su vida? ¿Por qué a él? No lo entendía. No entendía por qué sentía la necesidad de contárselo... de recibir ayudad de alguien que no fuera su hermano.
—Mi hermano y yo fuimos escogidos entre todos los niños para que el señor Sharp nos adoptara. El comandante Dark se lo sugirió. —comenzó, casi susurrando, y observando la mueca del rubio. —Sí, somos adoptados. Nuestros padres biológicos murieron en un accidente y el señor Sharp nos adoptó. ¿Entiendes lo que te digo? Mi hermano y yo tenemos una familia gracias al entrenador Dark.
—Y por eso crees que le debes lealtad, ¿no?
—No es solo eso. El entrenador Dark nos enseñó a mi hermano y a mí a ser mejores jugadores. Nos enseñó prácticamente todo lo que sabemos de fútbol, como mejorar y como detectar las debilidades. —siguió contando, sin darse cuenta de que estaba apretando los puños. —Nos confió el equipo de la Royal Academy para que los dirigiéramos. Acabábamos de llegar, éramos unos completos novatos, y nos dio ese poder. Me hizo capitana casi sin pestañear o pararse a pensarlo. Solo teníamos que seguir sus órdenes, ganar los partidos y mi padre mantendría su acuerdo.
—¿Acuerdo? —repitió Axel, y la chica se maldijo. —¿De qué acuerdo hablas?
Abigail se mantuvo en silencio, apretando los labios en una fina línea. Había hablado más de la cuenta. ¿Por qué lo había hecho? Ella nunca lo hacía. Siempre hablaba lo justo y necesario, lo que esperaban de ella. Era culpa de ese chico. Axel Blaze estaba perturbándola.
—Abigail. —insistió Axel. —No voy a juzgarte.
Como si fueras la primera persona que lo hace, pensó ella, pero no lo dijo.
—Mi hermano y yo no somos hijos únicos; tenemos una hermanita pequeña. Celia. Ella fue... fue adoptada por otra familia. —hizo una pequeña mueca de dolor, fugaz. —Nos adoptaron a nosotros primero y ella se quedó sola en el orfanato... A Jude y a mí nos destrozó dejarla, pero no pudimos hacer nada. El señor Sharp no quería más niños en casa. —se clavó las uñas en las palmas de las manos. —Fue cuando el comandante habló de nuevo con él. Le dijo que sería mejor que los tres estuviéramos juntos. Y padre puso el acuerdo: nosotros debíamos seguir todas y cada una de las órdenes del comandante, y algún día los tres estaríamos de nuevo juntos.
Axel no se atrevió a decir nada cando ella hubo acabado. Sentía un nudo en el fondo de la garganta que no lo dejaba hablar. Siempre se había preguntado por qué los Sharp jugaban de aquella manera, por qué se mostraban tan fríos y prepotentes. Jamás se habría imaginado que era por eso. Quizás creyó alguno de los prejuicios que había sobre que eran niños de papá y tenían lo que querían. Pero no era así...
Julia.
El nombre de su hermana pequeña fue lo primero que voló a su mente al escucharla. Abigail y Jude Sharp hacían todo aquello por su hermana pequeña. Ellos también tenían una Julia. Hacían todo por ella. Justo como él hacía por su hermanita. Por eso no podía juzgarla, porque él haría exactamente lo mismo por su pequeña hermanita. Aunque...
Julia jamás dejaría que Axel manchase su fútbol por ella. Se pondría muy triste. Ella adoraba ver a su hermano mayor jugando al fútbol, al que ambos adoraban tanto, el que su madre tanto gustaba de él... No, Julia no se lo perdonaría, aunque fuera por ella. No le perdonaría que manchase el fútbol que su querida madre tanto adoraba.
—¿No has pensado que... quizás Celia está mejor con esa familia? —aventuró.
—¿Insinúas que mi hermana no debería estar conmigo y con Jude? —gruñó Abigail, indignada.
—No, no. Me refiero a...—Axel resopló, pensando en que se había metido él solo en la boca del lobo. —Desde que adoptaron a tu hermana, ¿la has ido a ver?
—No...
—Os echará de menos, de eso no hay duda, pero puede que esa familia sea buena para ella. —razonó el rubio, con suavidad. —Jude y tú no sois felices en esa familia... ¿crees que lo seréis si Celia va a vivir con vosotros?
—Por supuesto que sí. —replicó ella, con el ceño fruncido. —Los tres juntos, es lo que siempre quisimos.
—Pero, ¿y si el señor Sharp sigue poniéndoos directrices a los tres? ¿Y si tu hermanita no es feliz en esa casa? —Axel observaba las reacciones de la chica frente a él. —No has conocido a la familia de Celia, no sabes cómo son... ¿y sin son mucho mejor personas que el señor Sharp? ¿Y si... tu hermanita es feliz con ellos?
Abigail se quedó en blanco. No había pensado en eso. Jude tampoco había pensado en eso. No se les había pasado por la cabeza el estudiar cómo era aquella familia para su hermanita. Solo sabían su apellido, nada más. No tenían la menor idea de cómo eran o como trataban a Celia. ¿Y si Axel tenía razón y su pequeña hermanita estaba mejor con aquella familia en lugar de con ellos? Entonces, ¿para quién estaban jugando aquel horrible fútbol?
—No habíamos pensado en eso. —admitió. —Supongo que tienes razón.
Se esperaba que Axel se burlara de ella, que se regodeara de que tenía razón, pero él no lo hizo. Para su sorpresa, parecía observarla diferente. Con... ¿ternura? No sabía diferenciar aquella extraña emoción en los ojos del chico.
—Yo también tengo una hermanita. —habló Axel, sacando una foto de su libro. —Se llama Julia.
Abigail se levantó y caminó hacia el chico. Ladeó la cabeza y miró la foto. En ella se veía a una pequeña niña con cortas trencitas de color cobrizo, y unos brillantes ojos negros. La niña sonreía abiertamente, aparentemente emocionada. A su lado, estaba Axel, sonriendo levemente mientras miraba a su hermana.
—Es muy bonita. —musitó.
—Y un terremoto. —farfulló Axel, suspirando. —No puedo juzgarte por lo que haces. Ni a ti ni a Jude... Porque yo lo haría por Julia.
Abigail asintió, sin decir nada más. No sabía que más añadir. Ya lo había dicho todo, ¿no?
—Pero ella jamás me lo perdonaría...—musitó Axel.
—¿Qué?
—Julia adora el fútbol con toda su alma. —respondió el chico, sonriendo de lado. —Es la primera en venir a verme jugar. Y por eso sé, que le dolería profundamente que jugara un fútbol que no fuera honesto. Que no me hiciera feliz.
—¿Aunque fuera por ella?
—Aunque fuera por ella.
Abigail se sintió algo incómoda. Axel parecía en un viaje astral, por poco sonreía de lado. Al menos, hasta que la miró, ignorando que un escalofrío le recorriera toda la espalda.
—Si fueras mi hermano o yo misma... ¿qué harías?
—¿Me estás pidiendo consejo? —Axel parecía sorprendido.
—Sí...algo así.
—Dejaría la Royal. —soltó Axel. —Me iría a cualquier otro equipo en el que pudiera jugar a mi fútbol. Eso haría feliz a mi hermanita.
Axel observó como la chica se abrazaba a sí misma, con expresión abatida. Algo se removió en su interior al verla así.
—No creo que pueda hacer eso...—musitó ella.
—Habla con Jude. —aconsejó, logrando que lo mirara. —Debes hablar con él y luego tomar tu decisión.
Abigail asintió de forma distraída, pensando en su hermano. Jude era el hermano mayor, el sobreprotector. El jamás abandonaría cualquier idea que significase tener de vuelta a Celia con ellos. Estaba segura.
—¿Y si...?
—Y si no obtienes nada de tu hermano, puedes contar con mi ayuda. —Axel se encogió de hombros, como si no fuera con él.
—¿Por qué quieres ayudarme? —cuestionó, confundida. —Estás aquí por mi culpa.
Axel negó con la cabeza, riendo.
—Fuera del campo no hay enemigos, Abigail. Así que, puedes contar conmigo.
¡Hola, hola! ¿Qué tal estáis? Espero que bien.
Puede que este sea uno de los capítulos que más vayan a marcar la historia de Abby y Axel. El que Adel le haya abierto los ojos, claramente es importante, ¿no?
Bueno, ¿Qué os ha parecido el capítulo?
¡Espero que os haya gustado!
El siguiente capítulo va a ser un poco bomba, así que estad preparadxs.
Nada más por mi parte, pero...
¡Nos leemos en comentarios!
~I 👑
|Publicado|: 07/08/2021
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