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CAPÍTULO VEINTINUEVE
Goodbye my lover
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SIN TIEMPO QUE PERDER, Y TRAS asegurarse de que la información era fiable, el Raimon fue a la sede de Nara Tv, donde se suponía que se encontraban los extraterrestres de la Academia Alius. Subieron en un ascensor y en cuanto llegaron, vieron al equipo rival a punto de irse.
—¡Janus! —exclamó Mark, y el mencionado se giró lentamente, casi a cámara lenta—. Os estábamos buscando, Academia Alius.
—¿Qué nos buscabais? ¿Acaso habéis venido para rendiros al daros cuenta de que no sois rivales para nosotros? Por desgracia, el juego ya ha empezado. Los terrícolas deben saber la verdad de una vez por todas. Deben reconocer la magnitud de nuestro poder.
—¿Quién ha dicho que hayamos venido a rendirnos? Os buscábamos porque queremos una cosa: fútbol. Queremos volver a jugar contra vosotros.
—¿Contra nosotros?
—No os iréis de rositas después de haber destruido nuestro instituto—señaló Kevin, con enfado.
—Y esta vez os ganaremos por nuestros amigos—añadió Nathan.
—¿Has oído? Está diciendo que nos ganarán—señaló Charon, detrás de su capitán.
Janus se echó a reír.
—¿Y tú de que te ríes? —preguntó Kevin, molesto.
—Es que, según el sistema, os sigue faltando un jugador.
Dios mío, este cabeza de helado no se calla ni a tiros...
—¡Aquí está la jugadora que falta! —exclamó Tori, quitándose el traje negro y dejando ver el uniforme del Raimon.
—Ee el uniforme del Raimon—murmuró Celia, patidifusa.
—¿De dónde lo ha sacado? —le preguntó Silvia, igual de confundida—. ¿Cuándo se lo has dado, Celia?
—¿Ah? —La peliazul se giró a mirarla con los ojos más redondos de lo habitual—. ¿Yo? Creía que se lo habías dado tú.
Nelly se quedó mirándolas con sorpresa, mientras las tres se preguntaban como era posible que la pelirroja ya tuviera un uniforme del equipo. Especialmente porque ninguna de las tres de lo había dado.
—Voy a rescatar a mi padre, y para eso tenemos que derrotaros. —Tori miró a Mark, sonriendo con tranquilidad.
Mark mantuvo su sonrisa, mirando al capitán de los extraterrestres.
—Bueno, ¿Qué decís? Ya somos los jugadores necesarios.
—Bah, es como si se estuvieran burlando de nosotros—murmuró Janus, luego de hacer un gesto con una mano que denotaba que no se lo estaba tomando demasiado enserio—. Bien, de acuerdo. Os aplastaremos tanto que no se os ocurrirá molestarnos de nuevo.
—Lo tenéis demasiado creído—señaló Abigail, de brazos cruzados, aunque gruñó con irritación cuando el peliverde la miró y sonrió.
Cómo me gustaría darle un balonazo en toda la cara....
—Chicos, la otra vez nos superaron en velocidad y no pudimos hacer nada. Ahora tendremos la revancha—habló Mark, en uno de sus habituales discursos, como si aquello le hubiera devuelto las ganas de jugar al fútbol de manera exponencial—. Esta vez les vamos a enseñar como jugamos nosotros.
—Mark—lo llamó Abigail, haciendo que el chico viera su mueca seria. En especial, porque lo había llamado por su nombre y no por su rango en el equipo—, ¿crees que podrás ver la trayectoria de los tiros?
Mark sonrió con los ojos cerrados. —Sí, tranquila.
Abigail aplanó los labios, sin estar demasiado segura de si aquella tranquilidad era la mejor manera de enfrentarse a unos extraterrestres. Sin embargo, y a pesar de su desconfianza natural, decidió creer en el portero y en sus habilidades.
—La mayor arma de esa gente es su velocidad—señaló Jude, con la misma expresión facial que su hermana melliza—. Si hacemos pases largos nos los cortarán, así que debemos avanzar con pases cortos.
—Sí. Está bien, vamos, chicos.
—¡Sí!
Todos se colocaron en sus posiciones en el campo luego de aquellas palabras, pues la entrenadora no hizo ni el amago de darles instrucciones ni nada por el estilo.
Esta mujer me va a sacar las canas, pensó Abigail, caminando hacia su puesto mientras miraba de reojo a su entrenadora.
Lo dejó pasar, mientras intercambiaba una mirada con sus compañeros de delantera. Kevin parecía estar centrado en el partido, mientras que Axel volvía a tener el ceño fruncido por encima de sus ojos obsidiana. Abigail lo observó con preocupación, preguntándose qué era lo que podía estar inquietando a su novio. En cuanto se percató de su mirada, el rubio le regaló una sonrisa ladeada.
Justo en ese momento, sonó el pitido del árbitro, indicando el comienzo del partido. Axel se la pasó a Kevin.
—Axel saca desde el centro del campo y comienza el partido. El Raimon no se lo piensa, entra con decisión en el campo del rival.
Realmente espero que este sea el último partido que jugamos contra estos frikis, pensó Abigail, mientras corría por el campo.
Kevin se la pasó a Nathan, este a Jude y él a Tori.
—El Raimon avanza encaminando pases cortos.
Tori se la mandó a Axel pero Coral lo cortó.
—Le roban el balón al Raimon.
Coral se la pasó a Pandora y ella a Diam.
—Aquí vienen—murmuró Mark para sí mismo—. Si con la Mano Mágica no consigo atajar su disparo a tiempo, entonces usaré la Mano Celestial.
Diam tiró y metió a Mark en la portería. Abigail hizo una mueca.
Son demasiados rápidos para la Mano Mágica, pero incluso le es fácil deshacerse de la Mano Celestial, pensó, mientras observaba como su capitán se levantaba del suelo. Necesitamos una estrategia ya.
—Menuda velocidad. La Academia Alius se adelanta en el marcador cuando solo llevamos treinta segundos de partido.
—Esta es la velocidad de la Academia Alius—masculló Tori, sorprendida.
—¿De qué te asombras tanto? ¿Qué pasa? —le preguntó Kevin, a su lado. La miró con una ceja arqueda—. No me digas que estás empezando a rajarte...
—Bah, ¿Quién se está rajando? Solo me ha sorprendido, nada más.
Kevin sonrió, para luego recibir el regaño de Abigail.
—Kevin, deja de hacer el indio y vuelve a tu posición.
—Oído cocina—canturreó el chico, haciendo un saludo militar.
Tori observó como la ceja izquierda de la delantera sufría espasmos.
—¿Nunca le has dado un balonazo? —cuestionó, interesada.
—Menos de los que se merece—respondió Abigail, mirando a la chica con una sonrisa divertida—. Ahora centrémonos en el partido o mi hermano empezará a regañar a todo el mundo.
Pandora saltó por encima de Erik, Tori y Jack. Charon pasó entre Jude y Nathan. Diam chutó tirando al suelo a Abigail y Steve, y metiendo a Mark en la portería. Grengo le hizo una entrada a Axel y le quitó el balón. Jude llevaba el balón y se lo pasó a Erik, pero Rihm cortó el pase.
—La Academia Alius es terrible y el Raimon no es capaz de hacerles nada.
—Está claro que hacen lo que les da la gana—refunfuñó Abigail, viendo como Pandora chutaba y le daba a Tori—. Nos están toreando, y no veo ninguna estrategia posible.... Agh.
No notó que Axel la miraba de reojo durante unos segundos, como si la estuviera vigilando o algo por el estilo.
El Tormenta de Géminis marcó otro gol. Gigs atravesó la defensa de Nathan, Bobby y Steve. Se la pasó a Charon y este a Diam. Diam tiró y metió a Mark en la portería. Y Rihm copió las mismas acciones en otra ocasión. Y lo mismo otras dos veces.
—La Academia Alius aumenta de nuevo su ventaja. Y ahora mismo el marcador está diez a cero.
—¿Es que no hay nada que hacer? — se preguntó Abigail, con el fuego de la ira recorriendo sus cuerpo. Aunque estaba enfadada, también se sentía impotente ante aquel tipo de juego. Y ella realmente odiaba el sentirse así—. Vamos, Abby, piensa...
Pandora llevaba el balón y Kevin se interpuso en su camino. Le hizo una entrada pero la extraterrestre saltó por encima de él y también por encima de Bobby.
—¿Será posible que no haya nada que hacer? —se preguntó Jude, igual de irritado que su hermana—. ¿No hay ningún modo de detenerlos?
Abigail observaba el juego del Tormenta de Géminis. Como se la pasaban entre ellos, intentando encontrar algo que los ayudara. Fue cuando Jude impidió un pase que lo comprendió, y por como su hermano corría, supo que él también lo había visto.
Incluso los extraterrestres tienen costumbres humanas.
Jude se la pasó a Axel.
—Tornado Dragón.
Por alguna razón extraña, el tiro se desvió, pasando por encima del larguero de la portería.
—¡Ha fallado! El Tornado de Fuego de Axel Blaze ha salido desviado.
—Pe-pero Axel...—balbuceó Kevin.
—Ha fallado—murmuró Abigail, frunciendo el ceño—. Axel ha fallado un tiro fácil...
Observó a su novio, quien parecía estar en el quinto mundo, como siempre serio.
¿Qué demonios le pasa?
—Es lo que me había imaginado—murmuró Jude, asintiendo para sí mismo. Luego, se giró hacia sus compañeros—. Nathan, la próxima vez que coja el balón, sube al ataque—le indicó, para luego decirle lo mismo al delantero de fuego.
Abigail observó aquello mientras se mordía el interior de la mejilla derecha, inquieta.
Jude se giró hacia su hermana.
—Estate atenta por si sale algún balón rechazado—le indicó.
—Vale.
—Parece que por fin se han dado cuenta—musitó la entrenadora, mirando a los mellizos.
Galileo se la pasó a Pandora, ella saltó y le pasó a Grengo. Este se la devolvió y Pandora se la pasó a Ganymede. Abigail le hizo un gesto a su hermano al ver la clara oportunidad de llevar a cabo su estrategia y, cuando el pase iba hacia Pandora, lo cortó con una segada. Corrió para luego darle un pase hacia atrás, hacia su hermano.
Jude se la pasó a Axel y a Nathan.
—Pájaro de Fuego.
El tiro también falló. Nathan calló de pie, pero Axel no.
—Axel...—murmuró el peliazul.
—Axel ha fallado en dos ocasiones seguidas—murmuró también Bobby, sonando realmente sorprendido—. No me creo que eso sea posible.
—Demonios, Axel, ¿Qué te pasa? —blasfemó Abigail, observando el lenguaje corporal de su novio, quien se estaba levantando del suelo en ese momento.
No podemos seguir así, decidió, mientras veía como Nathan le preguntaba a su novio si se encontraba bien. Necesitamos al Axel de siempre, no a este que falla dos tiros seguidos.
—Suena el silbato. Termina la primera parte con la Academia Alius muy por delante, trece a cero.
Abigail tomó aire y lo soltó lentamente.
Lo siento, amor...
Antes de que los jugadores se pudieran reunir en sus respectivos banquillos, ambos equipos observaron con incredulidad como Axel aterrizaba en el suelo con violencia. El esférico que lo había golpeado botó varias veces hasta quedarse quieto en el suelo, al lado del delantero de fuego. Los rayos de un azul intenso ya se habían disipado en ese preciso momento.
Abigail lo miraba con el ceño totalmente fruncido, después de haberle mandado un balonazo en todo el estómago. No parecía inmutarse por las reacciones de los demás a su alrededor. Su mirada bicolor estaba centrada en el rubio, quien le devolvía la mirada.
—Abby—murmuraron Axel y Mark a la vez, cada uno por una razón diferente.
Jude detuvo al portero, tomándolo por un hombro.
—Jude...
—Déjalos—le indicó el estratega, en un murmullo—, es mejor no meterse en un incendio.
Mark lo miró sin entender, pero Jude estaba ocupado observando a ambos delanteros. Abigail estaba ahora a unos pocos centímetros de su novio, observándolo desde arriba con expresión seria. En verdad se estaba aguantando toda la irritación que sentía en aquel momento.
—No sé qué demonios te pasa hoy, Axel, pero tú jamás fallas un tiro. ¿Dos seguidos? Ni siquiera cuanto estás enfermo de gastroenteritis—habló Abigail, mientras miraba a su novio como si tuviera intención de verle el alma. El aire a su alrededor se había vuelto pesado, ante la evidente tensión que se había generado entre los delanteros—. No sé qué es lo que te está rondando la cabeza, lo que te está molestando o inquietando, pero recuerda que no este no es el momento de comerse la mente. Sea lo que sea, no es ahora cuando debes darle vueltas. Lo que pasa fuera del campo, se queda fuera de él.
—Yo...—musitó Axel, sin saber qué decir.
Abigail soltó un suspiro de rendición y luego lo ayudó a levantarse.
—Céntrate—le pidió, alisándole la camiseta llena de tierra y hierbajos. Incluso le ofreció una pequeña sonrisa, algo tensa a decir verdad—, necesitamos al delantero de fuego para ganar.
Axel asintió, todavía algo ido por el golpe. Rodeó sus hombros con un brazo y le dejó un beso en la sien, a la par que murmuraba un "gracias" muy bajito. Abigail supo que era por el balonazo, y por eso no dijo nada más.
Tori les tendió unas botellas de agua en cuanto ambos se acercaron al banquillo, tratando de no reírse.
—Puedes reírte, Tori—murmuró el delantero, con demasiada tranquilidad—, me lo tengo merecido.
—Lo siento—se disculpó la defensa, entre risitas—, es que no me creo que te hayas podido levantar tan pancho de semejante balonazo que te ha dado.
—No es el primero—respondió Axel, encogiéndose de hombros.
—Ni será el último—intervino Abigail, dándole una mirada de advertencia a su novio—, y Axel lo sabe bien.
El rubio asintió con la cabeza, mientras Tori los observaba como un partido de tenis. Al mirar a Jude y a Nathan, ambos se encogieron de hombros con simpleza. Era su forma de decirle que era algo habitual en ellos dos.
En el banquillo del Tormenta de Géminis, todos los jugadores parecían realmente sorprendidos con la escena que habían visto hacía escasos segundos. Todos sabían que ellos dos eran pareja, pero no se esperaban aquel nivel de agresividad entre ellos. Realmente los había pillado con la guardia baja.
—Capitán, ¿es ella? —le preguntó Pandora, en un susurro.
—Sin duda alguna—respondió Janus, sonriendo de lado, como si le hubiera tocado la lotería—. Recordad lo que él nos dijo. No os salgáis del plan inicial.
—Sí.
Aquilina observó a ambos hermanos, de brazos cruzados, esperando a que dijeran algo. Estaba claro que ella no iba a decir nada, y tanto Abigail como Jude lo tuvieron bien claro al mirarla de reojo.
—El Tormenta de Géminis tiene un punto débil—informó Jude, luego de que el fuego entre los delanteros se extinguiera y recuperaran su atmósfera habitual—: su táctica de ataque.
—¿Su táctica de ataque? —repitió Mark, confundido.
—Sí, todos los equipos tienen una, y la del Tormenta de Géminis tiene una muy marcada—respondió Abigail, de brazos cruzados y con el brazo de Axel todavía sobre sus hombros. Parecía algo más tranquila que antes, pero lo cierto era que seguía preguntándose qué era lo que podía ir mal—. Sigue, hermano, tú has sido el primero en verlo.
—Por ejemplo, cuando uno de los laterales se hace con el balón, se lo da al del lateral derecho, que sube para recomponer la defensa—explicó Jude, en el fondo sorprendido de que su hermana le dejase hablar a él y no empezase con uno de sus momentos de estratega. Seguramente estaba preocupada por Axel y realmente no la culpaba. Incluso él se estaba preocupando por el delantero de fuego—. Cuando el lateral izquierdo se hace con el balón, se lo cede al defensa que tiene detrás, y este se lo devuelve a la centrocampista.
—Ya lo entiendo—intervino Erik, asintiendo con la cabeza. Él era bastante rápido para el tema—. Por eso supiste a donde iría el balón.
—¿Y cuándo os habéis dado cuenta de eso? —preguntó Tori, sorprendida.
—¡Sois fantásticos! —exclamó Mark, entusiasmado con los mellizos, mientras esbozaba una sonrisa emocionada—. Por eso decimos que sois unos genios de la estrategia.
Abigail sonrió de lado, mientras que Jude no se inmutaba por el halago.
—Si lo sabemos, podremos actuar—habló Nathan, más animado.
—Y, al descubrirlo nosotros, también podremos hacer algo—intervino Kevin—. En el segundo tiempo vamos a remontar.
—¡Sí!
Abigail escuchó a Axel suspirar por lo bajo y se preguntó que estaba mal con él.
—Que ilusos—intervino Aquilina, haciendo que todos la mirasen al instante—. Reconozco que lo que dicen es verdad; Tormenta de Géminis recurre siempre al mismo esquema.
—¿Qué? ¿Pero es que usted también lo ha visto? —preguntó Silvia.
—Eso lo vería cualquiera.
—L-lo siento...
—Pero, decidme—siguió Aquilina, ignorando a la gerente sonrojada hasta las orejas—, ¿os habéis fijado en qué situación estamos ahora?
—¿En qué situación? —repitió Abigail, arqueando las cejas con escepticismos. Jude le chistó por lo bajo al notar su sarcasmo, pero ella lo ignoró olímpicamente. Estaba centrada en la entrenadora, quien le devolvía la mirada con seriedad—. ¿Qué en el segundo tiempo no podremos remontar los dichosos trece goles que tenemos en contra con menos tiempo y con nuestro tipo de juego?
—Exacto. Jamás les derrotaréis.
—Pero, entonces, ¿Qué tenemos que hacer? —preguntó Mark, confundido.
—Adelantad la defensa, —Aquilina sonrió, de una manera que le envió malas vibraciones a la delantera—, y atacad con todos los jugadores.
—¿Qué?
Se ha vuelto loca.
—Pero, ¿Cómo vamos a subir a todos? —preguntó Bobby, confundido.
—Oiga, eso sería como si no tuviéramos defensa—murmuró Nathan, cada vez más frustrado—. Si ellos nos quitan el balón, entonces estaríamos perdidos.
—En tal caso, procurad que no os lo quiten—señaló la entrenadora.
—¡Já! —soltó Abigail, chasqueando la lengua con irritación. La entrenadora seguía mirándola, como si estuviera provocándola o algo por el estilo—. Fíjate tú que buen consejo...
—Es fácil decirlo cuando no juega contra extraterrestres—murmuró Steve por lo bajo.
—Pero, ¿Qué clase de entrenadora es? —masculló Tori.
—Abby, Jude—los llamó Erik, girándose a mirarlos como si fueran su último salvavidas—, ¿Qué hacemos?
Los hermanos se dieron una mirada. Los dos parecían igual de preocupados por la estrategia de la entrenadora, pero realmente no se les ocurría ninguna idea para darle la vuelta al partido. Y eso, realmente los estaba frustrando y poniendo de mal humor.
Sus compañeros vieron como bajaban los hombros al mismo tiempo, así que interpretaron que ambos la aceptaban a regañadientes.
—Ya, no estoy seguro de haberme enterado de todo... pero podemos intentarlo a ver qué pasa—habló Mark, encogiéndose de hombros, como si no hubiera ningún drama—. Recordad que, si conseguimos ganar al Servicio Secreto fue gracias a su estrategia.
—Mark...—murmuró Abigail, preocupada.
Pero el portero la interrumpió con un gesto de mano.
—No te preocupes. Tú céntrate en marcar.
Abigail resopló, pero no dijo nada. Tampoco era como si se le ocurriera algo más que comentarios sarcásticos y no le apetecía llevarse un mamporro de su hermano mayor, quien sabía perfectamente que la estaba mirando de reojo. Así que se limitó a quedarse en silencio, mordiéndose la lengua.
Esto es una completa locura, pero no se me ocurre nada. Maldita sea...
Tuvieron que volver a sus puestos en el campo, y Abigail realmente notaba su espalda tensa. No era para menos, puesto que aquella estrategia le parecía un verdadero suicidio. Especialmente porque no tenían seguro que Mark fuera capaz de parar los tiros del rival.
—Pe-pero... ¿Qué clase de formación es esa? Por delante de Mark Evans, el portero, hay un gran espacio.
—Chicos, cuento con vosotros—señaló Mark, desde la portería, con su usual humor—. Yo me ocupo de la portería.
—Pero, ¿en qué puede estar pensando? —se preguntó Jude, mirando de reojo a la entrenadora, intentando encontrar algo racional en aquella locura—. ¿Cómo espera que seamos capaces de disputar el partido con esta formación?
—Hermano—le murmuró Abigail, aunque mirando hacia adelante—, esto no me da buenas vibras.
Jude asintió, resoplando. A él tampoco le daba buenas vibraciones.
Mientras tanto, los jugadores del Tormenta de Géminis los observaban como si les hubieran salido otras cabezas al lado de las originales.
—No sé qué intentan, pero es una completa locura—masculló Janus para él mismo. Luego, de dirigió a su equipo, con su usual tono egocéntrico—. Continuad atacando, no os preocupéis.
—Comienza el segundo tiempo.
Rihm se la pasó a Diam y este tiró.
—¿Va a tirar desde ahí? —cuestionó Abigail, a nadie en particular.
Marcaron gol y los mellizos fruncieron el ceño a la vez.
—No es momento de dudar...—Jude se regañó a sí mismo, observando la irritación de su hermana; si ella explotaba, realmente tenía problemas. Se dirigió al resto del equipo—. Chicos, al ataque. Procurad mantener el balón.
—¿Qué dices, Jude? —masculló Tori, irritada—. Nos quitan el balón y adiós Mark.
—Vanguard, ojito con cómo le hablas a mi hermano—la advirtió Abigail, mientras recibía el pase de Bobby.
Tori sintió un escalofrío recorrerle la espalda y se arrepintió al instante de haberle hablado de aquella manera al mayor de los hermanos. Jude simplemente suspiró, conteniendo una sonrisa.
<< Mierda, me siento como una estúpida temeraria>>, se lamentó, mientras le daba un pase a Erik.
—Atención, todos los jugadores del Raimon están subiendo al ataque.
Erik se la pasó a Jude y él a Steve. Pero Diam se lo robó.
—Le roba el balón a Steve Grimm.
—¡Cuidado, Mark! —exclamó Axel al instante.
Abigail sintió su nuca quemar y giró la cabeza, buscando que era lo que se salía de normal en aquel lugar. Fue cuando los vio; tres hombres vestidos de negro, con extrañas cabezas color verde y gafas de sol. Parecían estarla mirando fijamente, o eso era lo que le parecía a ella.
¿Qué demonios...?, desvió la mirada hacia Axel, quien parecía tan tenso como una vara, mientras lanzaba miradas hacia aquel grupo tan raro. Será posible, Axel, ¿en qué andas metido?
Diam tiró a puerta y volvió a marcar.
—¡No Mark! —exclamó Tori.
Rihm y Diam tiraron, y el portero no pudo pararlos. Cayó al suelo.
—Un ataque arrollador de la Academia Alius. Como todos han subido no han sido capaces de hacer nada para pararles.
—¿Qué estamos haciendo, Jude? —habló molesta Tori, olvidándose de la anterior vez—. Si seguimos así, Mark no podrá aguantar...
—Gracias por el evidente apuntamiento, Capitana Obvio—escupió Abigail, con todo el sarcasmo que se había estado guardando—, si no lo llegas a decir, no nos dábamos cuenta.
Por una vez, Jude no la detuvo. Nathan lo miró con algo de sorpresa, pero el estratega tenía el ceño fruncido por encima de sus gafas.
—Lo sabía...—murmuró Erik, negando con la cabeza.
—No lo entiendo, ¿Por qué no nos ha dicho que es lo que tenemos que hacer? —intentó razonar Jude, a pesar de que estaba verdaderamente irritado—. Por más que lo pienso no se puede crear juego teniendo solo el patrón de ataque. ¡No se puede!
—¡Demonios, Jude! —exclamó Abigail, haciendo que su hermano la mirase al instante. Ella tenía los ojos más abiertos de lo normal, como si acabara de dar con el tesoro oculto—. Es eso. No se puede.
Jude se quedó mirándola, procesando.
—Y este es el gol número 31 de la Academia Alius.
—Bueno, sin duda, aquí ha acabado el partido—habló Janus con arrogancia, observando el resultado con expresión satisfecha—. Espero que lo hayáis comprendido de una vez, que vosotros no tenéis nada, absolutamente nada que hacer ante nuestro inmenso poder.
—¿Por qué hablas como si ya hubieras ganado? —preguntó Mark, levantándose del suelo—. El partido aun no se ha acabado. Que lo sepáis.
—Pero Mark...—murmuró Tori.
—Será cabezota...—bufó Abigail, aunque se le escapó una risita.
—Chicos, no os preocupéis por mi. Ya no volverán a marcarme un gol.
—Ya está bien. Es suficiente—murmuró Tori, angustiada—. No podemos seguir con esto o de lo contrario Mark va a...
—Ni lo intentes—la detuvo Abigail, haciendo un gesto con una mano.
—Todos sabemos que Makr no es de los que se paran a escuchar—señaló Kevin, negando con la cabeza. Chistó por lo bajo cuando Nathan le dio un codazo, seguido de una mirada escéptica. Lo ignoró—. Chicos, tenemos que marcar un gol cueste lo que cueste.
—¡Sí!
—Que estúpidos son—murmuró Janus, poniendo los ojos en blanco.
Erik llevaba el balón. Pandora se lo quitó y se lo pasó a Janus.
—Creo que los terrícolas tenéis un dicho para este caso: "No saber donde se está uno metiendo". Y ya es hora de que veáis a lo que os enfrentáis.
Janus se preparó para tirar su súper técnica, pillándolos a todos por sorpresa.
—Pero, ¿Qué? —murmuró Nathan.
—¿Qué es lo que va a pasar ahora? —preguntó Kevin.
—¿Es una súper técnica? —preguntó Erik, a nadie en particular.
<<Señor, dame fuerzas para no molerlos a todos a balonazos>>.
—Que interesante. Atrévete —habló Mark, seguro—. No me marcaréis un gol más.
—Ahora verás lo que es bueno... Astro Remate.
Nada más tocar la Mano Mágica, el Astro Remate entró y se llevó la portería por delante. Chocó contra un edificio y el balón explotó con violencia.
—El partido ha acabado. La Academia Alius gana treinta y dos a cero.
—Pobre Mark...—murmuró Silvia, apenada.
Todos se acercaron al capitán con rapidez y Tormenta de Géminis aprovechó el momento para desaparecer.
🔥🔥🔥🔥
Luego del partido, todos los adolescentes fueron de vuelta a la Caravana Inazuma. Silvia, Celia y Nelly se encargaron de curar a Mark, quien pronto tuvo la espalda llena de tiritas. Estaba claro que tantos balonazos y tiros lo habían dejado hecho un cromo.
Axel soltó un suspiro y tomó a su novia del antebrazo, con suavidad. Antes de que ella pudiera quejarse o decir nada, el rubio ya la estaba arrastrando al bosque.
—¿Axel? ¿A dónde vamos? ¿Hola?
El chico se giró a mirarla, deteniendo sus pasos. Abigail tenía una ceja alzada.
—Si es por el balonazo—comentó ella, pues su novio se había quedado en silencio y se limitaba a mirarla—, en el fondo no lo siento.
—Ya lo sé, y no es por el balonazo.
Axel se acercó a ella, llevando sus manos a la cintura de la chica. Abigail seguía con una ceja alzada, pero no era de hierro, por lo que llevó sus manos detrás del cuello de su novio. El rubio soltó un suspiro al notar los dedos jugueteando con sus hebras rubias, mientras sus ojos obsidiana no dejaban de recorrer el rostro de la chica.
—¿Vas a decirme que te pasa? —preguntó Abigail, algo extrañada por la forma con la que la estaba mirando.
—No quiero hablar.
—¿Y entonces qué quieres...?—se interrumpió a sí misma en cuanto Axel la pegó a él. Notó perfectamente las intenciones de su novio, y sus ojos se abrieron más de la cuenta, mientras un sutil sonrojo pintaba sus pálidas mejillas—. Oh.
—Oh, sí, oh.. —musitó Axel, para luego unir sus labios con los de ella con algo de brusquedad.
Mordió su labio inferior, causando un pequeño jadeo de sorpresa en Abigail, que él aprovechó para adentrar su lengua en su cavidad bucal. El rubio se tragó el gemido que salió de ella en cuanto la alzó y la obligó a rodear su cadera con ambas piernas, pegándose el uno al otro todavía más. Axel la apoyó en un árbol, mientras seguían moviendo los labios sobre los del otro con brusquedad, como si necesitasen descargar algo. Las llamas de su interior ya habían alcanzado una altura considerable, y amenazaban con volverse más altas conforme pasaban los segundos. Se separaron jadeando, pero Axel no le dejó recuperar el aliento, puesto que dirigió al cuello de su novia.
—A-amor—jadeó Abigail al sentir los cálidos labios de su novio en su cuello, besando su piel sensible sin importarle si luego le dejaba marca—, los demás pueden escucharnos...
Axel rio suavemente, todavía contra la piel de la chica, mandando descargas hacia la espina dorsal. Alzó la cabeza para mirarla, mostrándole que sus ojos eran más parecidos a la obsidiana que nunca. Una sonrisa arrogante se formó en sus labios al verla sonrojada.
—Entonces procura no ser muy escandalosa, amor—le susurró, con la voz ronca.
Abigail sonrió.
Axel la tomó por la nuca y la empujó hacia él, chocando sus labios con más intensidad que antes.
🔥🔥🔥🔥
La pareja de delanteros salió del medio del bosque. Abigail trataba de quitarse hojas del pelo mientras Axel se reía entre dientes, divertido. Recibió un pequeño golpe de su novia en el costado, pero eso solo sirvió para que su sonrisa divertida creciera todavía más.
Estaba claro que la chica tendría que haberse atado el pelo para hacer lo que ellos habían hecho, a pesar de la reticencia que sentía para atarse su larga melena cobriza. Literalmente solo la ataba para jugar al fútbol, y por el simple hecho de que le dificultaría la visión el tener su melena suelta.
Pero Axel era un verdadero debilucho cuando se trataba de Abigail, así que tuvo piedad de ella. Dejó de reírse de sus intentos de peinarse el pelo y se acercó a ella. Apartó las manos de la chica con suavidad y, con toda la paciencia que pudo, comenzó a quitar las hojas y ramitas que todavía estaban enredados en los mechones de pelo.
Abigail lo observó en silencio, viendo el rostro concentrado de su novio. Estaba mucho más atractivo cuando ponía aquella expresión, o eso era lo que ella estaba pensando en ese preciso momento.
—Ya está—anunció Axel, separándose un paso y observándola con una sonrisita ladeada—. Ya no parece que te ha atacado un puma rabioso.
—No tiene gracia. —Abigail lo golpeó levemente al ver su mueca divertida, aunque eso no hizo que el chico la cambiara ni nada por el estilo—. ¡Deja de reírte! Es tu culpa.
Axel se encogió de hombros. —Podrías haberte atado el pelo.
—Y yo que sabía que querías hacerlo en medio del jodido bosque.
Axel rio, atrapándola por la cintura y atrayéndola hacia él. Sus narices se rozaron ligeramente y Abigail parpadeó, algo aturdida. El rubio rio de nuevo, enternecido por su reacción, frotando su nariz contra la de su novia.
—Ya sabes que, conmigo, todos los lugares posibles son uno bueno—le susurró, logrando erizarle la piel, algo que él observó desde su altura.
—Debemos volver—le dijo Abigail, sin hacer amago de separarse—, o empezarán a buscarnos.
Axel chasqueó la lengua con irritación, pero sabía que su novia tenía razón. Si seguían allí, era probable que los demás fueran a buscarlos. Y realmente no se quería enfrentar a Jude si los encontraba en una posición... comprometida.
Tomando su mano, ambos comenzaron a caminar de vuelta al campamento improvisado en el que estaba la Caravana, preguntándose en qué momento habían caminado tanto. Aunque ambos se habían arreglado la ropa perfectamente, sus compañeros seguramente se darían cuenta de que habían ido a hacer. Después de todo, Axel no tenía el pelo largo para ocultar las marcas de su cuello, a diferencia de Abigail, quien agradecía mantener su melena delante.
—¡Vosotros dos! —exclamó Jude, haciendo que ambos dieran un brinco en el sitio. El estratega estaba de brazos cruzados, ceño fruncido y daba pequeños golpecitos con un pie en el suelo. Estaba claro que estaba enfadado—. ¡¿Se puede saber dónde os habíais metido?! Sois unos irresponsables...
—Hermanito...
—¡Ni hermanito ni leches....!
—Chicos—parloteó Mark, cortando el regaño del mayor de los hermanos de forma abrupta—, la entrenadora hizo aquella jugada para protegernos.
—Es verdad—habló Jude con rapidez, olvidándose de la bronca a su hermana y su cuñado, quienes suspiraron con alivio, agradeciendo que el capitán fuera tan oportuno—. ¿Qué creéis que hubiera pasado en el segundo tiempo si hubiéramos jugado como antes?
Que ya no habría Raimon.
—Habríamos acabado en el hospital—respondió Bobby, sin dudarlo mucho.
—O sea, que la entrenadora quería protegernos—murmuró Tori, quien parecía sorprendida; aunque también se estaba avergonzando de sus reacciones en campo, demasiado infantiles para alguien que tenía el objetivo que ella tenía.
—Bueno, algo así pudo pasar—señaló Aquilina con tranquilidad, de brazos cruzados, ganándose la mirada de todos. —Una cosa más. Axel—El aludido se tensó al instante y apretó el agarre en la cintura de su novia como acto reflejo—. Quiero que dejes el equipo lo antes posible.
¿Qué?
Axel se sorprendió pero luego su expresión se tornó seria.
—¿Cómo que Axel tiene que dejar el equipo? —repitió Mark, incrédulo.
—Denos una explicación—exigió Bobby.
—Por supuesto que os la daré—habló Aquilina, con seriedad, sin inmutarse por las reacciones de sus jugadores—. Mi misión es crear el mejor equipo y para eso no necesito a Axel en absoluto.
—Eso no es una explicación—murmuró Tori, con fastidio.
—¡Abby, di algo—exclamó Jack—, es tu novio al que echarán!
Todos la miraron, y pudieron ver como la usual máscara de tranquilidad de la chica se había quebrado en mil pedazos. Parecía en shock, parpadeando más de la cuenta, mientras trataba de procesar lo que estaba pasando.
Reaccionó cuando dejó de notar el agarre de su novio en su cintura. Aunque también notó las intenciones de su hermano.
—Jude, no—demandó, y se le quebró la voz.
Abigail salió corriendo detrás de Axel, tratando de ignorar el nudo que estaba empezando a formarse en su garganta. No, se negaba a aquello. No iba a dejar que él se fuera. Como si tenía que enfrentarse al mismísimo primer ministro, no iba a dejar que la entrenadora echara a su novio.
—¡Axel!
El rubio detuvo su caminar al escucharla.
—Abby...—murmuró Axel, girándose hacia ella.
— ¿Qué...? ¿Qué estás haciendo?
—Me voy—respondió él, tratando de mantenerse todo lo sereno pudo—. Es lo que me ha dicho la entrenadora.
—¡Pero tú nunca te vas sin luchar! —exclamó Abigail, mientras lo miraba con algo de histeria oculta—. Sea lo que sea, lo solucionaremos. Hablaré con la entrenadora y le haré ver que te necesitamos...
Se interrumpió a sí misma de golpe.
Axel se había acercado a ella y la observaba. La observaba con la tristeza visible en sus ojos negros, confundiéndola.
—No me hagas esto más difícil, por favor—suplicó, todo lo firme que pudo, a pesar de que él mismo sabía que no iba a aguantar mucho más tiempo—. Te lo suplico, amor. Solamente, no me retengas...
Abigail bajó la mirada al suelo, notando como le escocían los ojos.
¿Era una egoísta simplemente por querer que su novio no se fuera de su lado? Sí, lo era porque sabía que algo iba mal.
—Sé que estás mal—habló en un susurro, sin levantar la mirada—, lo sé porque te conozco mejor que nadie. Porque sé que jamás fallas un tiro, mucho menos dos seguidos—luchó contra las lágrimas, porque no quería. Pero debía—. No puedo intentar detenerte, por mucho que me gustaría que te quedaras conmigo—Lentamente, alzó la mirada, para observar el rostro compungido del rubio—. Aunque te quiero siempre conmigo, no soporto verte mal. Me mata por dentro.
—Amor...
—No, déjame... déjame acabar, por favor—suplicó, notando como una rebelde lágrima se escapaba de sus ojos y caía lentamente por su mejilla—. Quiero verte sonreír, como siempre haces. Quiero verte brillar, quiero verte despegar el vuelo, quiero saber que está bien—tragó saliva, intentando evitar el nudo que comenzaba a formarse en su garganta—. Pero ahora, estás apagado. No eres tu fuego de siempre. No me gusta verte así. —Otra lágrima cayó de sus ojos bicolores, pues estaba perdiendo su fuerza habitual para aguantarlas—. Si que estés bien significa que estés lejos de mí, lo aceptaré.... Lo aceptaré aunque sea lo que menos quiero en el universo.
Axel notaba como le temblaba el labio inferior, tras escuchar aquellas palabras, y se acercó a su novia con el corazón en un puño. Tomó su cara entre sus manos con suavidad, como si temiera romperla en mil pedazos, y juntó sus frentes.
—¿Recuerdas lo que siempre te digo antes de dormir? —preguntó en un susurro, como si temiera hablar más alto, notando como ella asentía—. Pues recuérdalo todas las noches, amor, todas, ¿vale? Recuerda que si hago algo, es para protegerte, porque no me perdonaría en la vida si algo malo te pasara. —Separó sus frentes para poder mirarla—. Recuerda lo orgulloso que estoy de ti, ¿sí? —Limpió con delicadeza—. Pero, lo más importante... Recuerda que te amo, más que a nada. —Esbozó una pequeña sonrisa, que le escoció en el pecho como si acabara de tragarse una botella de ácido—. Recuérdalo siempre, amor mío. ¿Podrás hacerlo?
—Axel...
Abigail se aferró a la ropa del chico.
No quería dejarlo ir. No quería que se fuera de su lado.
—No quiero dejarte...—musitó, lloriqueando.
—Soy un egoísta—murmuró Axel, soltando una carcajada ácida, logrando que lo mirase con confusión—. Soy tan malditamente egoísta que no soy capaz de cortar contigo cuando me tengo que ir. —Una de sus carcajadas se volvió un tenue sollozo, que hizo que le volviera a temblar en labio inferior—. L-lo siento, amor, pero no puedo hacerlo... hazlo tú.
Abigail puso mala cara.
—No.
—Amor...
—No, no quiero—negó la chica, sacudiendo la cabeza—. No voy a cortar contigo.
—No podemos hacer esto—musitó Axel, con la voz rota—, eso solo te hará más daño. No puedo pedirte tanto cuando no estaré contigo...
—No me estás pidiendo nada—lo interrumpió Abigail, respirando de forma algo errática—, porque no quiero a nadie más. No quiero salir con nadie más. Yo...—Se le quebró la voz, pues estaba luchando contra sí misma para no ponerse a llorar delante del rubio. No quería que él llorase—, yo solo te quiero a ti.
Axel tragó saliva de forma bastante ruidosa y sensible, tratando de hacer más pequeño el nudo en la boca de su estómago, para luego besar la frente de la chica durante unos largos segundos, mientras cerraba los ojos como si le estuvieran dando puñetazos en el estómago. Y así lo sentía él, pero debía mantenerse firme, debía cumplir su promesa. Porque él era alguien de palabra, que jamás se perdonaría el romper aquella promesa. Entre todas las que había hecho, hacía y haría, no podía romper esa.
Luego, bajó hacia sus labios, uniéndolos con suavidad, con delicadeza. Pudieron notar el sabor salado de las lágrimas de ambos, y como el fuego de sus cuerpos parecía reacio a querer alejarse del otro, ardiendo de forma desigual y con tanta violencia que les sacudía el pecho.
—Me gustaría pedirte algo, si no es mucho...—musitó Axel, luego de separarse.
—Lo que quieras—murmuró ella, sin pensarlo demasiado.
—Dejo mi corazón contigo, cuídalo.
Abigail se aferró con más fuerza al chico.
—Cuida tú del mío. Cuídate, ¿vale?
Se separaron a regañadientes y Axel esbozó una pequeña sonrisa. No era una real, sino una simple mueca. El brillo en los ojos del chico no estaba por ningún lado. Acarició suavemente la mejilla de Abigail.
—Te estaré esperando—señaló Abigail, tratando de hablar todo lo firme que pudo—, porque sé que vas a volver más fuerte que nunca.
—Cuídate—le pidió Axel, en un susurro—, hazme ese favor.
—Te amo—murmuraron a la vez, para luego unir sus labios en un beso. Un último beso.
Axel se giró y comenzó a caminar, notando como los pies se le volvían de plomo con cada paso que daba. Pero se obligó a seguir caminando, a no caer en la tentación de girar la cabeza y mirar hacia atrás. Porque él sabía lo que pasaría si lo hacía, si se permitía echarle un último vistazo a la chica que tenía su corazón por completo. Era un debilucho en cuanto a ella se trataba. Si se giraba a mirarla, no sería capaz de irse.
Abigail notó como más y más lágrimas caían por sus mejillas, pero no era capaz de pararlas. Por una vez en su vida, no era capaz de controlar algo que era enteramente suyo. No quería dejarlo ir, pero no podía retenerlo. Era estar entre la espada y la pared, y le estaba doliendo el pecho como si realmente se le estuviera clavando el filo en el medio del pecho. Por eso, no dejaban de caer saladas gotas de sus ojos bicolores.
Sus piernas temblaron y acabaron por fallarle las fuerzas. Cayó de rodillas, mientras observaba la cabellera color crema del chico alejarse cada vez más. Dejó que las lágrimas cayeran al suelo de cemento, mientras apretaba los labios con fuerza para no sollozar. Porque ella no quería sollozar, ella quería gritar, chillar, patalear como una niña pequeña. Pero se limitó a quedarse allí de rodillas, sin ser capaz de ponerse de pie. Ni siquiera quiso levantar de nuevo la cabeza. Mirar de nuevo la espalda de Axel alejándose era un puñal que no estaba dispuesta a recibir.
Escuchó unos pasos, pero no se dignó a levantar la cabeza. Notó unas cálidas manos en sus hombros, mientras una voz que conocía muy bien la llamaba. Abigail quiso responderle, pero no encontraba su voz. Fue cuando el chico entró en su campo de visión. Mark la observaba con tristeza, con sus ojos marrones llenos de lágrimas que no quería dejar escapar. Pero también la observaba con preocupación. Porque el atolondrado chico que siempre quería jugar al fútbol no siempre estaba en las nubes como todo el mundo creía. Se daba cuenta de muchas cosas, y se estaba imaginando lo que le debía doler a Abigail la marcha de Axel.
—Abby...—murmuró, intentando obtener una respuesta.
Pero no la obtuvo. Al menos, no verbal, pues los ojos llenos de lágrimas de la chica eran toda la respuesta que el portero necesitaba.
Mark se agachó enfrente suya, clavando una rodilla en el cemento. Con suavidad, le limpió las lágrimas de las mejillas, casi sin ser capaz de gestionar que la seria y controlada estratega estuviera rompiéndose delante de sus ojos. Por poco no se lo creía, si no fuera que acababa de tocar las gotas saladas que seguían cayendo de sus ojos.
—Lo siento, capitán—murmuró Abigail, con la voz tan quebrada que todo sonaba a sollozo—. No pude... no pude hacerlo...
—¿Qué?
—No pude retenerlo, con nosotros... conmigo—Abigail apretó los labios—. Quería hacerlo pero... cuando lo miré a los ojos... supe que no podía—le dio el hipo, haciendo que el chico se preguntara durante cuanto tiempo había estado aguantándose el llanto antes de romperse—. Supongo que el dicho... el dicho es cierto.... Si amas algo, déjalo ir...
Mark notó como una mano invisible envolvía los dedos alrededor de su corazón y luego apretaba con fuerza. No sabía que hacer, y quiso llorar, pero esta vez de rabia. ¿Qué clase de capitán era si no era capaz de consolar a sus amigos?
—Todo va a estar bien, Abby—le murmuró, tratando de sonar con su usual entusiasmo—. Ya lo verás...
—¿Cómo puedes saberlo? —cuestionó Abigail, en un hilo de voz, tan débil que fue otro estrujón para el corazón ajeno.
El chico no supo que responder. Él siempre estaba metido en el fútbol, ¿para qué demonios se había metido en aquel jardín? Debía haber dejado que las chicas se ocuparan, pero... algo le había dicho que tenía que ir él. No Jude, no Celia, no cualquiera de las otras chicas... No, él, Mark Evans.
Pero ahora no sabía que hacer.
—No estás sola, Abby—soltó de golpe, dejándola en shock durante unos segundos. La rodeó con los brazos y dejó que lloriqueara en su hombro, mientras frotaba su espalda. Eso era lo que su padre hacía con su madre, así que esperaba que funcionara—. Jamás vas a estar sola, ¿vale? Tienes a Jude y a Celia, tus hermanos, que dan todo lo que tienen por ti. Me tienes a mí, al equipo... nadie te va a dejar sola—contuvo un suspiro al notar como el agarre de la chica se afianzaba sobre él. Estaba dando en el clavo—. Te aseguro que Axel va a volver.
—Eso no lo sabes...
Mark suspiró.
—Lo sé...—se quedó callado unos segundos—. Lo sé tan bien como que me gusta muchísimo el fútbol.
Abigail separó su cara del hombro de su amigo y lo miró.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—Porque es Axel—respondió Mark, con simpleza—, y hasta el más atolondrado del mundo se da cuenta de que no puede vivir sin ti. Por eso sé que volverá.
Mark volvió a abrazarla, y Abigail se dejó apoyar por el chico. No lloró, no dijo nada, pero ambos se mantuvieron en silencio. No era Jude, pero Abigail sentía una especie de hermandad con el chico Evans, como si pudiera contar con él para todo lo que necesitara. Se preguntaba si era real o si solamente era porque su hermano y su novio se llevaban muy bien con él. Fuera cual fuera la razón, apreciaba el apoyo de Mark. Del atolondrado chico que parecía solo pensar en fútbol, fútbol y más fútbol.
<<Cuanto nos equivocamos contigo, Mark>>, pensó, mientras volvía a su humor habitual. << No eres tan inocente como aparentas>>.
—Gracias, Mark.
—No tienes que darlas—replicó el chico, sonriendo—. Somos amigos, para eso estamos, ¿no?
Abigail asintió, mientras ambos se levantaban. Mark se quedó en silencio, como si estuviera dudando, para luego decir:
—No tenemos que ir con el equipo si no quieres...
—No, eres el capitán. Tienes que ir con los chicos.
—Abby...
—Ay, no seas terco—le dio un pequeño codazo—. No soy de porcelana, capitán.
Mark negó con la cabeza. La chica no tenía remedio en su extraño humor.
Esperó hasta que Abigail pareció más tranquila, aunque en verdad no lo estaba. Se sentía extraña, vacía. El fuego de su interior no estaba ardiendo como solía hacer, y no tenía ni idea de que significaba. Así que, en cierto modo, la asustaba un poco. Pero se dijo a si misma que todo saldría bien.
—¿Y Axel? —fue lo primero que Kevin preguntó al verlos volver, sin el delantero—. ¿Dónde está?
Mark miró de reojo a su amiga, por lo que respondió él:
—Se ha ido.
Aquellas tres palabras causaron sorpresa entre todos los presentes.
—¿Y por qué no lo habéis detenido? —Kevin estaba fuera de sí. Se acercó a ellos y los sacudió como si fueran maracas—. ¿Por qué?
—¡Kevin! —exclamó Nathan, sorprendido por su reacción.
Jude se acercó con rapidez al ver la expresión facial de su hermana. Abigail no estaba serena, ni tranquila. Parecía querer fulminar con la mirada al delantero.
—¿Qué has dicho?
—Me has escuchado bien.
—Kevin—lo advirtió Jude—, te aconsejo que te calmes.
—Tú no te metas, Jude.
—No le hables así a mi hermano—intervino Abigail, mientras Jude se colocaba a su lado, por precaución—. Y, volviendo a tu pregunta... ¿Qué por qué no lo retenido dices? —soltó una risa que no tenía ni pizca de gracia. Era ácida, amarga, sarcástica—. Creo que... porque me preocupo por él. Y si tú también lo hicieras, te darías cuenta de que no está bien. Que no es él, porque no es propio de Axel fallar dos tiros seguidos. Lo sabes—se deshizo del agarre que su hermano había hecho.
>> Además, me gustaría saber quien cuernos te crees para reclamarme nada cuando se trata de MI novio. ¿Quién demonios te crees, Dragonfly? ¿Con qué estúpido derecho te crees para reclamarme nada? —avanzó varios pasos al ver como el chico retrocedía—. ¿Crees que no quiero que Axel esté aquí? ¿De verdad no lo crees? —había alzado tanto la voz que unos pájaros salieron volando de un árbol cercano—. Ni tienes ni idea. ¡Ni maldita idea! Déjame decirte que yo soy la primera que quiere que se quede... ¡pero no lo quiero ver sufrir! ¡Porque no está bien, carajo! —frunció el ceño con molestia—. Y, perdóname si soy egoísta por querer que MI novio esté bien.
—Yo-yo...—balbuceó Kevin, intimidado por el fuego que veía en los ojos de la chica.
—Te recomiendo que cierres el pico—le siseó Abigail.
—Abby—murmuró Mark, preocupado.
—No me toques, Jude—pidió Abigail, todavía mirando al delantero de pelo rosa, pero viendo de reojo a su hermano—, no quiero hacerte daño...
Giró la cabeza para mirar a la entrenadora, quien parecía estar observándola con detenimiento. Aquilina asintió, como si la chica acabara de hacerle alguna clase de pregunta mental. Abigail tomó un balón entre las manos y lo observó como si fuera un trofeo.
—Abigail—llamó Aquilina—, nos vamos mañana. Espero que lo recuerdes.
—Sí, entrenadora.
Antes de que nadie pudiera decir nada, Abigail salió corriendo en dirección al medio del bosque. Todos se quedaron mirando los unos a los otros, sin saber que decir o que hacer. Algunos miraban a Kevin en forma de reproche, por haberla echo explotar. El chico Dragonfly estaba sorprendido, realmente sorprendido. No se esperaba aquella reacción de la chica.
Todos los jugadores saltaron asustados cuando escucharon un grito venir del medio del bosque, un grito de frustración, del lugar por el que Abigail había desaparecido. Algunos soltaron una exclamación de sorpresa al ver como árboles salían volando, luego de una especie de explosión.
Celia fue detenida por el agarre de su hermano mayor.
—Suéltame, Jude.
—Lo que necesita es estar sola—señaló el estratega.
La peliazul negó, desesperada.
—Lo que ahora necesita, es alguien que pueda comprender lo que siente—habló Celia, seria, sorprendiendo a su hermano—. No voy a dejar a mi hermana sola en esto. Me niego.
Jude suspiró y bajó el brazo.
¿Cómo iba a decirle que no a sus hermanas? Si él estaba tan preocupado por Abigail como lo estaba Celia.
Celia giró la cabeza hacia Tori, quien asintió con la cabeza. Ambas corrieron hacia el bosque, siguiendo la dirección que habían visto que Abigail tomaba. Era algo difícil, pues ninguna de las dos estaba acostumbrada a correr entre árboles, donde las ramas y raíces salían de los lugares menos pensados. Pero eso no las detuvo. Siguieron corriendo, porque había alguien que las necesitaba, y eso era más importante que sus raspones.
Frenaron en seco su carrera ante lo que vieron sus ojos. Abigail estaba tumbada en el suelo, en lo que parecía un cráter quemado. Era como si hubiera caído un meteorito en aquel lugar. El balón de fútbol estaba a su lado, destrozado por completo. No había hierba, ni árboles, ni arbustos ni nada con vida en el radio de alrededor de la chica.
—Hermanita, hermanita—la llamó Celia, sacudiéndola—. Hermanita, ¿me oyes? Dime algo.
—Soy... una... estúpida.
Tori frunció el ceño, confundida, mientras la peliazul intentaba levantar a su hermana.
—No digas eso, hermanita, no es verdad.
—Si lo es—replicó Abigail, abriendo los ojos lentamente—. No he sido... capaz de pedirle... a mi novio que... que se quedara... Soy una estúpida.
—No, no lo eres—replicó Tori, haciendo que ambas la mirasen—. Solo quieres lo mejor y, eso, no es ser estúpida, Abby.
Abigail soltó un suspiro cansado e intentó ponerse de pie por sus propios medios. No fue capaz e hizo una mueca de disgusto. Ambas chicas la tomaron por los brazos y los colocaron detrás de sus cabeza, ayudándola a levantarse. Con la mano libre, Tori tomó lo que antes era un balón de fútbol y lo miró con una ceja alzada.
—¿Qué demonios le ha pasado a esto? —preguntó al aire.
—Sentí como una especie de explosión en mi interior—explicó Abigail, con la mirada clavada en el destrozado balón—. Cuando grité, comencé a ser rodeada por llamas, enormes llamas... Ellas fueron las que quemaron e hicieron volar todo. Yo... simplemente me desmayé.
Ni Tori ni Celia dijeron nada más, puesto que no sabían ni que decir. Se habían quedado algo sorprendidas con la explicación, porque parecía más de ficción que de la realidad. Pero se guardaron sus comentarios, porque estaba claro que Abigail necesitaba comer algo y descansar. Lo que fuera que le hubiera pasado, había consumido todas las energías que solía tener.
Caminaron con lentitud de vuelta con los demás. El camino se les hizo más largo y complicado, puesto que ahora las dos chicas tenían que soportar parte del cuerpo de Abigail con los suyos. Y eso, sumado a las ramas, las raíces y los ruidos que no les gustaban, hacían que tuvieran que ir con todos los sentidos alerta. Los demás estaban sentados en pequeños círculos, seguramente cenando. Silvia fue quien alertó a los demás, soltando una exclamación de sorpresa al verlas llegar.
Jude y Nathan se levantaron con rapidez, para ayudarlas, sustituyendo a Tori y a Celia. Erik buscó una botella de agua llena y se la pasó cuando el estratega y el velocista sentaron a Abigail. Ella no dijo nada, sumida en sus pensamientos, pero aceptó el gesto y dio un largo trago.
Los chicos se acercaron para escuchar la descripción de Celia y Tori, mientras que Abigail parecía seguir sumida en sus pensamientos, como si no hubiera nada ni nadie a su alrededor. Aquilina las escuchaba, mientras miraba a la delantera con la cabeza algo ladeada.
—Ese temperamento—musitó para ella—, puede servirnos de mucho.
Cuando sirvieron la cena, Abigail empujó su plato hacia Jack, alegando que no tenía hambre. Con dificultad, se levantó del lugar en el que la habían sentado y se arrastró hacia la tienda de las chicas, sin decir nada más. Nelly, Mark, Jude, Celia, Nathan, Erik, Silvia y Tori la observaron irse, con expresiones de preocupación dibujadas en sus rostros.
—Espero que se le pase pronto—murmuró Nelly—, no parece ella.
—Sí...—murmuró Nathan, preocupado por su mejor amiga—. Además, no comer le puede sentar mal.
—Y más si quiere jugar contra los extraterrestres—apuntó Mark.
Jude y Celia observaban la tienda con la impotencia brillando en sus ojos. Ellos eran sus hermanos, pero no sabían que hacer para que se sintiera mejor. ¿Qué clase de hermanos eran?
—Jude, prueba tú—le indicó Erik, extendiendo el plato hacia él, puesto que ni siquiera Jack había sido capaz de comérselo—, seguro que a ti te hace caso.
El estratega hizo una mueca. Podía ser que el futbol se le diera bien por su estrategia, pero su hermana melliza rara vez seguía alguna.
—Prueba Jude—dijeron Mark y Tori a la vez.
—Ve, hermanito—le pidió Celia.
Jude se levantó, tomó el plato y se dirigió a la tienda de las chicas. Al entrar, vio a su hermana sentada de espaldas, abrazada a sus piernas y mirando algún punto del suelo. Aquello lo destrozó más de lo que se esperaba.
—Come algo...—suplicó.
—No tengo hambre.
—Por favor...
No obtuvo respuesta.
—Llevas desde la una sin comer—comenzó a hablar Jude—, y son las diez de la noche, hermanita. Por favor, por favor... solo... come algo.
Abigail sintió un retorcijón.
Estoy preocupando a Jude..., se recriminó. Cómete la maldita carne, idiota.
Abigail giró en dirección a su hermano, aceptando el plato que él tenía en la mano. Jude la observó comer, y por eso fue plenamente consciente de cuando sus ojos bicolores se llenaban de lágrimas. Y si la conocía tan bien como él creía, sabía que odiaba llorar. Así que, por esa misma razón, la abrazó.
—Tranquila...—murmuró en su oído, mientras acariciaba su espalda.
—Odio ser débil—sollozó Abigail, aferrándose al calor fraternal de su hermano como si le fuera la vida en ello—, pero esto va a ser... demonios.
—No eres débil, hermana, solamente tienes sentimientos—bromeó Jude, pero no obtuvo la respuesta que él esperaba—. Hey, no te martirices. No pienso dejarte sola, no lo estás.
Durante los siguientes minutos, Jude se limitó a abrazar y soportar a su hermana melliza. Estaba cumpliendo parte de su promesa interna cuando se dijo que siempre iba a estar para ella. Sabía que pocas veces Abigail pedía ayuda, de la misma forma que sabía que lo iba a necesitar más que nunca, probablemente más de lo que estaría dispuesta a decir en voz alta. Pero eso no era necesario, porque Jude no tenía pensado moverse de su lado.
Jude se quitó la capa y rodeó a su hermana con ella, ganándose su mirada. Abigail raras veces había visto a su hermano sin aquella prenda, y por eso le esbozó una débil sonrisa a modo de agradecimiento. Jude besó su sien y la hizo tumbarse en el saco que sabía que era el suyo.
—Hermanito...
—¿Mhh?
—¿Te importaría...? ¿Te importaría quedarte conmigo?
—Claro que no.
Jude se tumbó, dejando que su hermana apoyara la cabeza en su pecho. No era algo nuevo en ella, puesto que era un gesto que solía hacer desde siempre. Él recordaba que le había preguntado por qué hacía eso, y la respuesta era muy simple. El latido del corazón de las personas a las que ella más quería era lo que la conseguía calmar. Jude casi había llorado cuando le había respondido eso. Y casi lo había hecho, porque había sido su padre, el biológico, su difunto padre, el que le había inculcado aquello a su hermana.
Recordaba pocas cosas de su infancia, puesto que era muy pequeño y las memorias solían estar algo distorsionadas. No recordaba las caras de sus padres biológicos, pero sí ciertas cosas. Como que a su padre le gustaba muchísimo el fútbol y a su madre el patinaje. Y también que, desde que habían nacido, su padre los colocaba encima de su pecho, cerca de su corazón, para que ambos se calmaran con su latido. Era algo que todos los médicos recomendaban hacer con los bebés, pero a ellos les había quedado aquella costumbre.
Cuando quiso darse cuenta, Abigail se había quedado dormida encima suya. Jude sonrió, viendo el rostro sereno de su hermana. Había una leve marquita en su frente, como si estuviera pensando en algo que no le gustaba, pero por lo menos se había dormido. Por lo menos no iba a llorar más. Con cuidado para no despertarla, la colocó bien en el saco, salió reptando de él y la tapó. Abigail gimoteó como un gatito, para luego acomodarse mejor.
—Dulces sueños, hermana—musitó Jude, para salir de la tienda como si fuera un ninja.
Ya fuera, soltó un suspiro. Estaba claro que todo lo que se venía iba a ser bastante complicado, aunque no lo supiera al cien por cien. Nunca habían estado tanto tiempo separados, Axel y Abigail, así que Jude no sabía como eso iba a afectar a su hermana. En especial, por ese fuego extraño que a veces había visto en ambos.
—¿Cómo está? —preguntó Celia, al ver regresar a su hermano.
—Se ha calmado un poco y ha comido—informó Jude, dejando el plato vacío y sentándose en el suelo—. Se ha quedado dormida.
—¡Eres genial, Jude! —exclamó Mark.
—¡SHHHHHHHH!
—Perdón, perdón...
Aquilina se acercó a ellos.
—¿Dónde está Abigail?
—Se ha dormido—murmuró Celia, con rapidez.
—Por favor, déjela dormir—siguió Jude, rezando internamente—. Sé que mi hermana puede ser muy complicada, pero realmente lo necesita. Lamento que...
—Era de esperarse que reaccionara así, Jude, no te disculpes—lo detuvo Aquilina, con tono bastante tranquilo—. Cuando se despierte, decidle que venga a hablar conmigo. Me da igual si es hoy o mañana—aclaró al ver las intenciones de la peliazul de interrumpir en defensa de su hermana.
Cuando la entrenadora se fue, los demás no supieron demasiado de que hablar. Había sido un día lleno de emociones y todavía no eran capaces de procesarlas todas. Les parecía como si estuvieran viviendo alguna clase de mal sueño del que no eran capaces de despertarse. Y eso solo podía significar que realmente estaba pasando: los extraterrestres, Axel marchándose, Abigail explotando... Todo estaba pasando realmente. Y no sabían que esperar.
Horas después, decidieron que era el momento de irse a dormir. Cuando las chicas llegaron a su tienda, fueron capaces de ver a Abigail completamente dormida. Estaba envuelta en la capa de Jude y apretaba con fuerza algo cerca de su cuello. Celia supo que era su collar, y tuvo que desviar la mirada para no echarse a llorar como un bebé.
*dramatic silence*
¡Hola, hola! ¿Qué tal están? ¡Espero que bien!
(Aunque después de este capítulo lo dudo un poco, pero x).
De verdad que ahora mismo me siento la persona más mala del mundo por haber escrito todo este capítulo, pero no es algo que yo haya decidido. Yo sigo el canon, y el pinche autor decidió rompernos el corazón en este momento. Yo he sido arrastrada a revivir este dolor de nuevo, además de incrementado por ponerme en la piel de Abby (para poder escribirlo más realista vamos).
Conclusión: mi estado ahora mismo es el de el Océano Pacífico.
Creo que podría regar medio desierto del Sáhara con lo que he llorado escribiendo y revisando esto. Porque, cuidado que se vienen curvas, lo he revisado más veces de lo normal. Es decir, he sacado mi lado masoquista y he sufrido más de cuatro veces durante la corrección. Si es que no tengo remedio alguno, diosito. Por eso me voy a comer unas onzas de chocolate, me lo merezco luego de tanto sufrimiento.
Literalmente no se me ocurre nada que comentar, y eso que es bien extenso. Creo que mis niveles habituales de drama se han incrementado de manera exponencial y este capítulo es una bomba molotov. Yo prometo que quería no hacer nada tan dramático, pero el espíritu de escritor de anime y telenovela se apoderó de mí (de pequeña veía muchas telenovelas con mi tía, así que el dramatismo lo saco todo de ahí, ajá, ajá). Espero que no haya cruzado la línea para el lado del cringe o me van a dar ganas de pegarme un cabezazo.
Si tenéis algo específico que comentar sobre alguna escena, adelante. Yo, la verdad, es que me he dejado a mí misma sin palabras. No procesou.
Bueno, ¿Qué os ha parecido?
¡Espero que os haya gustado!
(Aunque haya podido romperos el corazón, vaya)
Querida audiencia, para desbloquear el siguiente capítulo necesitaremos 30 votos y 35 comentarios. Recalco que no se contarán aquellos que simplemente tengan una letra o un emoticono que sean escritos expresamente para que el número de comentarios aumente y haya nuevo capítulo antes. No, no. No me seáis tramposos.
Aquí estamos para el chisme. Si se cuenta, se hace entero :/
Nada más por mi parte pero, ¡nos leemos en comentarios!
PD: el capítulo lleva de título el nombre de una canción de James Arthur con la que estuve escribiendo (y deshidratándome en el proceso).
—👑
|Publicado|: 19/10/2022
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