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CAPÍTULO VEINTISIETE
El Tormenta de Géminis
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LA EUFORIA EN EL CAMPO todavía no había desaparecido, ni por parte de los jugadores ni de los aficionados. Hacía mucho tiempo que el equipo del Raimon no ganaba el torneo, y todo el mundo deseaba este de la celebración todo lo que fuera posible.
—Axel, ¿por qué no vas al hospital? —le dijo Mark, sabiendo la promesa que el chico le había hecho a su hermanita—. Tienes que contárselo a Julia.
Axel sonrió y le dio la mano, bajo la mirada de todo el equipo.
Es de tan pocas palabras, pensó Abigail, conteniendo una sonrisita divertida.
Luego, Axel tomó a su novia de la mano y ambos fueron al hospital universitario de la ciudad, donde estaba la menor de los Blaze ingresada. El rubio deseaba informar a su durmiente hermana de lo que habían logrado y por supuesto que Abigail estaba más que encantada de acompañar a su novio. Por su parte, Erik y Bobby fueron al Instituto Kirkwood, para celebrar con su viejo amigo Malcolm; y el resto de los jugadores del equipo vencedor del torneo volvieron en la caravana al Instituto Raimon.
La pareja de delanteros entró en la habitación de la pequeña Julia y se acercaron a la cama. La niña tenía los ojos cerrados, como siempre, pero una pequeña sonrisa se dibujaba en los labios, como si supiera perfectamente que habían ganado la final. Parecía en paz, y eso en parte aliviaba a su hermano mayor. No quería que su hermanita pequeña sufriera por nada del mundo.
Abigail sentó al lado de la durmiente niña y comenzó a acariciar su cabeza con cariño. El rubio la observó, conteniendo un suspiro, ya que le gustaría decirle a su hermana que estaban juntos. Después de todo, Julia siempre había insistido en que aquello iba a pasar tarde y temprano. Y cuanta razón tenía la pequeña niña.
—Julia, hemos ganado—musitó Axel.
Se giró para cambiar la flor del florero por una que acababan de traer. Abigail vio como la niña abría la boca y soltó un jadeo de sorpresa, haciendo que el chico se girase hacia ellas.
—Hermanito…
El rubio se acercó con rapidez, con el corazón en un puño, pero Julia seguía igual que antes. Suspiró rendido.
—Me lo habré imaginado…
—No, yo también lo que he oído. —Abigail elevó la mirada para posarla en los ojos obsidiana de su novio, quien parecía algo triste de repente—. Tu hermana va a despertar pronto. Ya verás.
Axel sonrió de forma leve, abrazando por detrás a su novia. Abigail rio cuando la respiración del chico le hizo cosquillas en el cuello. Ambos observaron a la infante frente a ellos, esperando que pronto abriera los ojitos y parloteara con ellos durante muchas horas. Lo único que deseaban con fuerza, era que Julia despertara sana.
—¿De verdad crees que despertará? —cuestionó Axel, en tono bajo.
—Por supuesto que lo hará—respondió Abigail—. Julia es tan fuerte como tú, así que ya verás como pronto abre los ojos.
Axel suspiró, deseando creer en lo que su novia le había dicho. De verdad quería hacerlo.
En la caravana Inazuma, todos los presentes estaban pendientes del trofeo que acababan de ganar, el cual estaba en manos de Timmy. Jack le pidió que tuviera mucho cuidado, y un frenazo casi hizo que el preciado objeto acabara estrellándose contra el suelo. Por suerte, los reflejos del chico Wallside actuaron e impidieron que el trofeo acabase rompiéndose contra el suelo de la caravana.
—Suena raro pero siempre pensé que esto pasaría algún día—comentó Silvia, sonriendo—. Que acabaríamos ganando, no sé.
—Sí, yo también—asintió Celia, estando de acuerdo con ella.
—Oye, ¿A dónde han ido Erik y Bobby? —preguntó Max, mirando a su capitán.
Aunque no fue él quien contestó.
—Han ido al Instituto Kirkwood, a celebrar la victoria—respondió la gerente de apellido Woods.
—Claro, uno siempre quiere contarle las cosas a la gente que te importa—señaló Mark, sin borrar su sonrisa.
Por eso mi hermanita ha ido con Axel, pensó Celia, escondiendo su sonrisa detrás de su mano. Aunque su hermano mayor la vio y rodó los ojos detrás de sus gafas.
Sin embargo, aquella mueca de felicidad que portaba Mark se borró en cuanto vieron tres balones negros caer del cielo, cerca de lo que parecía ser su Instituto. El impacto levantó una enorme polvareda, que ellos observaron con sorpresa y confusión.
—¿Qué ha sido eso?
—Vamos—indicó Seymour, apurando al señor Veteran a que condujera más rápido la caravana.
Cuando llegaron al Instituto, lo encontraron completamente destrozado, como si hubiera pasado un huracán por encima. Todo lo que se podía ver era escombros, donde antes se erguía el edificio en el que todos cursaban sus clases. Algo lo había atacado y lo había reducido a millones de trozos, ensuciando de polvo todo a su alrededor.
—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó Mark, horrorizado.
—¡Peter! —exclamó Nelly, al ver a su mayordomo entre los escombros.
Se acercó corriendo y lo ayudó a levantarse.
—Lo sentimos, señorita Raimon. Nos han desafiado y han destruido el Raimon…
—¿Quiénes?
Tanto su teléfono como el de Silvia comenzaron a sonar a la vez, asustando a todos. Mientras escuchaban lo que les decían al otro lado, ambas esbozaban la misma expresión facial.
—¿Qué pasó? —les preguntó Mark en cuanto colgaron.
—Han destrozado el Instituto Kirkwood—informó Silvia.
—Y han amenazado al Umbrella—comentó Nelly.
—¿Quiénes? —volvió a preguntar Mark.
Las dos chicas intercambiaron una mirada.
—Extraterrestres.
—Eso es imposible—murmuró Steve, con el ceño fruncido.
Un balón negro aterrizó justo delante de ellos, sobre una pila de escombros, y dejó ver a tres adolescentes vestidos con trajes extraños. Uno de ellos, de pelo de color verde y peinado hacia arriba, sonreía de forma malvada.
—Son ellos—señaló el mayordomo de los Raimon—. Ellos nos desafiaron.
—¿Ah si? —Mark se giró a mirarlos, observando a los tres extraños—. ¿Quiénes sois?
—Somos los mensajeros de las estrellas. Venimos del lejano planeta Alius.
—¿Y que queréis? —preguntó Kevin.
—Usando el método imperante en vuestro mundo haremos que los Institutos débiles sean destruidos. Y ese método, es el fútbol.
Sonrió de forma macabra, mientras atrapaba con la mano el balón que acababa de pinzar con la punta de su bota.
—¿Quién eres? —le preguntó Mark.
—Mi nombre es Janus.
—Enfrentaos a nosotros.
—Mira a tu alrededor—señaló el que ahora sabían que se llamaba Janus, estirando un brazo para que le hicieran caso a su petición. Su sonrisa permanecía intacta—. ¿Para que querríamos enfrentarnos a un equipo al que ya le hemos destrozado su Instituto?
Los tres extraterrestres se pasaron el balón negro como si no tuvieran gente mirándolos mal, para luego desaparecer tal y como habían aparecido. En un pestañeo.
—Parece que tenemos otro rival más—murmuró Jude, sacando su teléfono del bolsillo.
—¿A quien vas a llamar? —le preguntó Celia a su hermano mayor.
—Abby.
La castaña frunció el ceño al recibir una llamada de su hermano mellizo. Jude no la llamaría sabiendo que estaba en el hospital con Axel.
—¿Jude? —frunció aun más el ceño al escuchar lo que este le decía, haciendo que Axel la mirase al instante—. ¿Qué? Pero… ¿Qué? —hizo una mueca, preocupando a su novio—. Sí, claro. Estaremos allí tan rápido como podamos.
Ambos hermanos colgaron a la vez. Abigail le explicó rápidamente a Axel lo que su hermano acababa de decirle, a pesar de que ni ella misma entendía la mitad de lo que decía. El rubio le indicó que fuera yendo ella, y que él iría tan rápido como hubiera acabado de poner decente la habitación de su hermana.
—Ya está en camino—informó Jude al resto del equipo, puesto que todos habían estado pendientes de la conversación del estratega con su melliza.
—Debemos ir al Instituto Umbrella—indicó el entrenador Hillman.
Todos subieron con rapidez a la caravana y fueron al Instituto Umbrella. Nada más llegar, fueron capaces de ver como Janus intimidaba a los jugadores del equipo de fútbol de aquella escuela.
—Enfrentaos a nosotros.
—No podemos…
—¿Por qué no?
—Es que verás… tan solo llevamos una semana siendo un equipo oficial… No somos tan buenos como el Instituto Raimon.
Janus sonrió con arrogancia.
—Pues que sepáis que el Raimon ha quedado destruido.
—¿Qué? ¿Osea que tampoco han podido ellos…?
—¿Qué? ¿Aceptáis o no? —Janus estaba comenzando a perder la paciencia.
—No, no podemos permitir que destruyan nuestro equipo.
—Seréis cobardes…
—No, no lo son.
Ambos equipos giraron la cabeza al oír la voz de Mark.
—¡Es el capitán del Raimon!
—Nosotros jugaremos en su lugar.
—Jugar por esos cobardes…—Janus hizo una pequeña mueca de disgusto para luego resignarse—. Está bien.
—Pero capitán, no están ni Axel, ni Abby, ni Erik ni Bobby—se quejó Todd.
—Oye, revísate la vista, mocoso.
Los del Raimon giraron las cabezas al ver llegar a Abigail, quien todavía tenía el ceño fruncido. El extraterrestre sonrió al verla llegar, aunque nadie lo vio.
—Has llegado a tiempo…—suspiró Jude, mirando a su hermana.
—Pues claro que he llegado. ¿Por quien me tomas?
Ni que fuera Axel, pensó, al ver la ceja arqueada de su hermano mayor.
—Por fin llega—comentó una jugadora detrás de Janus, en un susurro.
—Te dije que vendría—le susurró Janus, sonriendo.
Los equipos se pusieron unos frente a otros, pudiendo observarse perfectamente. Abigail se preguntó como era posible que el tal Janus tuviera el cabello parecido al de un helado.
—¿Cómo os llamáis? —preguntó Mark.
La pregunta hizo que el peliverde despegase su mirada de la delantera, para posarla sobre el capitán.
—Si tenemos que acostumbrarnos a vuestras costumbres mundanas, venimos de la Academia Alius. Y nosotros somos Tormenta de Géminis.
—¿Tormenta de Géminis? —repitió Abigail, confundida, frunciendo los labios—. ¿Qué clase de nombre para frikis es ese?
Jude le dio un codazo, pero ella lo ignoró olímpicamente. Aquellos extraterrestres no le daban miedo. Es más, todo aquello le daba verdaderas ganas de echarse a reír.
—¿Empezamos ya? —preguntó Janus, algo impaciente.
—¿Y el árbitro? —preguntó esta vez Mark, mirando hacia todos los lados.
—Puedo serlo yo si queréis—se ofreció el capitán del Umbrella, levantando una mano de forma tímida.
—Vale, gracias.
—Tráenos un balón—ordenó Janus al chico.
El chico salió corriendo, luego de haber temblado como una hoja. Estaba claro que a él sí que le daban miedo.
—¿No jugamos con el vuestro? —preguntó Mark, confundido.
—No, vamos a intentar rebajarnos a vuestro nivel.
Mark frunció el ceño a la vez que otros jugadores de su equipo. El chico del Umbrella volvió con el balón y los equipos se colocaron en sus posiciones en el campo.
—¿Les irá bien? —preguntó Celia, preocupada, con su mirada paseando entre sus hermanos mayores.
—Este es su segundo partido en un día…—murmuró Nelly, también preocupada—. No sé si estarán recuperados para jugar de nuevo…
—Da igual que clase de juego les presenten estos chicos—habló Seymour Hillman, bastante seguro—, Mark y los demás conseguirán pararlos.
Kevin se la pasó a Abigail y ella avanzó, pero ninguno de los jugadores del Tormenta de Géminis se movía.
—Nos toman el pelo—se quejó el delantero.
—Kevin—lo llamó Abigail, a modo de advertencia, pero fue brutalmente ignorada.
—Remate Dragón.
Janus apareció de la nada y detuvo el tiro con el pie.
—¿Cómo es posible? —murmuró Abigail, sorprendida.
—¿Qué velocidad es esa? —Willy estaba realmente sorprendido con lo que había visto.
—Ha detenido mi super técnica—murmuró Kevin con el ceño fruncido.
—Já, ¿a eso le llamas súper técnica? —Janus sonrió, aparentemente divertido con la situación. También parecía saber que iba a sacar de quicio al chico al hablarle de aquella manera—. Ahora veréis.
Chutó desde su portería. El balón fue hacia Mark, quien intentó sacar la Mano Mágica, pero no le dio tiempo y fue gol.
—Pero… si ha sido un remate normal desde el otro campo…—musitó Abigail, con los ojos más abiertos de lo que era necesario—. Es imposible tener esa fuerza de tiro a nuestra edad…
—Y a Mark no le ha dado tiempo ni a sacar la Mano Mágica—comentó Steve, haciendo una mueca.
Esto no me gusta nada.
Tormenta de Géminis siguió tirando a puerta, y también mandaba balonazos a los jugadores del Raimon, como si desearan lesionarlos o incluso destrozar su espíritu de lucha.
Janus se paró delante de Abigail, quien alzó la mirada al sentir la presencia del chico. El peliverde parecía de lo más tranquilo, aunque había un leve brillo en su mirada marrón
—Es una pena que un diamante como tú esté en un equipo como este.
—¿Eh?—Abigail frunció el ceño, sin entender de qué hablaba el extraterrestre.— ¿De qué cuernos hablas?
—La Academia Alius aumentaría tus habilidades mucho más de lo que lo hace este equipo—siguió hablando Janus, como si fuera una especie de discurso ensayado—. Únete a nosotros y serás mucho más fuerte, más poderosa.
Jude frunció el ceño al escuchar lo que el extraterrestre le decía a su hermana, y se levantó del suelo. Uno de los jugadores del Tormenta le dio un balonazo en el estómago, tirándolo de nuevo.
—¡Jude! —exclamó Abigail, preocupada por su hermano. Luego, giró la cabeza para mirar mal al extraterrestre frente a ella—. Nunca me uniría a un equipo que hace daño a mi hermano y a mis amigos.
El peliverde sonrió, como si se esperase aquella respuesta, para luego golpear el balón que le acababan de pasar. Abigail cerró los ojos, esperando el impacto, aunque este jamás llegó. El tiro iba en dirección a Nathan quien estaba intentando levantarse. Volvió a caerse de espaldas, gimiendo de dolor.
—¡Nathan!
—Creo que hemos acabado aquí—señaló Janus, observando sin interés el panorama frente a él.
—No… El partido no ha acabado—murmuró Mark, débilmente.
Se levantó temblando.
—Ya verás como se te quitan las ganas—habló el peliverde, casi gruñendo entre dientes.
Recibió el pase de uno de los de su equipo y lanzó el balón con fuerza hacia la portería del Raimon. Mark sacó la Mano Mágica, pero nuevamente, no sirvió de nada.
—No tenéis ni idea de nuestro poder. ¿Queréis seguir? Vuestro capitán está en el suelo, incapaz de parar nuestros remates.
—No nos rendiremos a la diosa de la victoria—habló Mark, levantándose de nuevo.
—Mark tiene razón—habló Abigail, también poniéndose de pie, ignorando las quejas de sus músculos—, nosotros no nos rendimos.
—¿Sam? ¿Estás bien? —le preguntó Mark, al verlo tirado en el suelo en posición fetal.
—Lo siento… es la pierna.
—Lesionado, lesionado—canturreó Janus, como si le hiciera gracia.
Mark frunció el ceño, mientras Abigail perforaba con la mirada al capitán rival.
—Mark.
—Axel.
El rubio se acercó, no sin antes darle una mirada preocupada a su novia, quien le sonrió para indicarle que estaba bien.
Hasta que llegas, Axel, pensó Abigail, conteniendo las ganas de pegarle. ¿Es que siempre tiene que hacer una entrada dramática?
—¿Puedes levantarte, Sam?—preguntó el rubio.
—Menos mal que has venido.
Mark y Axel ayudaron a Sam a levantarse. Willy se acercó y los dos jugadores se lo encargaron.
—Vamos allá, Mark—indicó Axel, girando sobre su eje para mirar al capitán.
—Vamos, al contraataque.
Abigail se la pasó a Kevin.
—Bien, la Ruptura Relámpago Eléctrica.
Kevin asintió, viendo como los cuatro jugadores salían corriendo. Le pasó el balón al trío de chicos, quienes comenzaron el tiro y se lo mandaron a Abigail. Ella ya estaba lista, y por esa misma razón no le llevó mucho tiempo terminar aquel chut encadenado que habían ideado junto a su entrenador. Sin embargo, el portero del Tormenta de Géminis paró aquel tiro como si no fuera para tanto.
—Esto ha sido más bien poca cosa—comentó.
Los cuatro implicados fruncieron el ceño a la vez, mientras Mark volvía corriendo a la portería. El portero rival puso el balón en movimiento. Pandora, del Tormenta, tiró al suelo de balonazos a Timmy, Steve y Max. Luego, tiró a puerta, haciendo gol de forma instantánea. Con aquel, sumaban ya diecinueve goles.
Axel se lo pasó a Kevin, y ambos chutaron a puerta con el Tornado Dragón. Janus apareció de nuevo, chutando de vuelta el balón con la super técnica de ambos delanteros, y metió a Jim y a Todd en la portería.
Veinte a cero para el Tormenta de Géminis.
—Ya se ha acabado el partido—indicó Janus, de forma tajante.
Chutó el balón negro y destruyó el Instituto Umbrella. Aquel equipo de extraterrestres desapareció, pero el capitán tuvo tiempo de echarle una ultima ojeada a la delantera rival, mientras una pequeña sonrisita sádica se formaba en sus labios.
—Interesante… muy interesante… A él le va a interesar mucho esto…
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Abigail observaban los escombros que antes eran la sede del club de fútbol, mientras apretaba los puños con ira. Axel estaba a su lado, casi con la misma postura. Jude y Celia también estaban con ellos, ambos frunciendo el ceño con molestia. Mark llegó en ese momento, luego de haber visitado en el hospital a todos los compañeros que se habían lesionado en el partido.
—Sabía que estaríais aquí—habló Nelly, acercándose a ellos. Se agachó y limpió un poco el cartel del Club de Fútbol—. Sé que está destrozada, pero no deja de ser importante por eso…
Mark tenía un balón entre las manos, el cual apretaba cada pocos segundos. Axel había metido las manos en los bolsillos, Abigail se había cruzado de brazos y Jude tenía ambos brazos a los lados de su cuerpo.
—La Academia Alius pagará por esto—murmuró Mak, apretando el balón con fuerza—. El fútbol no es para destruir institutos ni para hacer daño a los demás. Voy a enseñarle a esos extraterrestres lo que es el fútbol de verdad.
—Vamos, Mark—habló Abigail, asintiendo con la cabeza, mientras desviaba la mirada de los escombros para posarla en su capitán—, yo también pienso igual que tú.
—Yo también y he venido por lo mismo—habló Jude.
—No podemos dejar las cosas así—murmuró Axel, con el ceño fruncido.
—Juguemos contra esa gente otra vez—indicó Jude, decidido—. Juguemos y ganemos.
—Claro, a por ellos—indicó Mark.
Las tres gerentes sonrieron a la vez al escucharlos.
—Nosotros también nos apuntamos—indicó la voz de Kevin.
—Chicos…
—Hay que ver como eres… que son unos extraterrestres—siguió hablando Kevin. Parecía estar conteniendo una sonrisa confiada, más que nada por la situación—. Necesitamos más que un “vamos a por ellos” para derrotarlos.
Mark rio levemente, algo avergonzado, y una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de Abigail.
—Pero Mark siempre es así—intervino Nathan, de brazos cruzados—. Da igual el rival, jamás da un paso atrás. Y yo haré lo mismo.
—Entonces, el equipo del Raimon ya tiene un nuevo reto—señaló Erik, sonando algo entusiasmado.
—O sea, que de verdad vamos a luchar contra unos extraterrestres, ¿eh? —habló Bobby, algo divertido.
—Ellos no saben con quienes se enfrentan.
Todos observaron como Jack no dejaba de temblar como una hoja.
—¿Qué te pasa? —le preguntó Bobby—. ¿Quieres ir al baño?
—No, es que estoy temblando de la emoción—respondió Jack, también con la voz temblorosa—. También soy miembro del equipo y voy a acabar con ellos.
—Los primeros en derrotar a unos extraterrestres aparecerán en los libros de historia—habló Willy, bajándose las gafas con aire de grandeza—. Sí, podéis volver a contar con mi ayuda.
Como si hicieras mucho a parte de pensar en nombres para super técnicas, pensó la única delantera del equipo, evitando poner los ojos en blanco.
—Ahora hablaremos con bromas aparte. —Abigail habló con tono serio, mandándole una mirada de advertencia al friki del equipo—. Superan con creces nuestra velocidad y nuestra fuerza en ataque. Debemos entrenar bastante más de lo que solemos hacer si queremos poder competir contra sus habilidades.
—Es verdad—murmuró Jude, de acuerdo con su hermana—. En nuestro estado, jamás les derrotaremos.
—Es por eso que debemos reorganizar los entrenamientos, hacer varios cambios en los ejercicios—siguió hablando Abigail, y casi todos supieron al instante que la mente estratega de la chica se había puesto en marcha—. Ya no son equipos del torneo, sino que es un rival mucho más grande. Debemos estar a su altura...
—Un momento—intervino Nelly, parando los planes de los mellizos, quienes se dieron una mirada al ser interrumpidos de forma tan abrupta. Era la primera vez que les pasaba—. Nos falta mucha gente, ¿esperamos a que se recuperen y perdemos mucho tiempo?
—Ya, pero… tenemos que jugar—musitó Mark, sin saber que hacer.
—Está claro que necesitamos refuerzos para los lesionados—masculló Abigail, pensativa—. Pero también está claro que tenemos que jugar contra esta panda.
—Exacto, tenéis que jugar—intervino la voz de Seymour.
—Entrenador/Señor Director—hablaron a la vez Mark y Nelly al ver a los dos hombres.
—Venid conmigo—indicó el director del Raimon, George.
Los dos hombres los llevaron al Campo Centella, confundiéndolos bastante. Sin embargo, no tomaron la ruta habitual. Bajaron en un ascensor que no habían visto nunca, a pesar de que llevaban meses usando las instalaciones, y al llegar a una amplia sala vieron a Sonny, el padre de Nelly.
—Pero si es… ¡Señor Raimon!
—Me alegra ver que todos vosotros estáis sanos.
—¿Eh?
—Escuchad, no hay más tiempo que perder. Está claro que esa gente piensa destruir un instituto tras otro—indicó Sonny, mirando seriamente a todos los jóvenes delante de él—. Por tanto, nuestro deber es formar al equipo más fuerte de todo el plante antes de que sea demasiado tarde.
—Ya han destruido muchos institutos—razonó Abigail, haciendo que el hombre Raimon asintiera—, así que no es de extrañar que sigan yendo a por más. Es cierto que no podemos perder el tiempo.
—¿El equipo más fuerte del planeta dice? —preguntó Mark.
Axel apoyó una mano en el hombro de su capitán.
—Y, una vez formado, derrotaremos a la Academia Alius—finalizó Sonny.
Mark asintió.
—Señor Raimon, deje que nosotros nos encarguemos de eso—habló Mark, con decisión—. Sí, nosotros lo haremos—se dirigió a sus compañeros—. Amigos, adelante. Somos los mejores del país y seremos los mejores del universo.
—¡Sí!
—Partid cuando lo tengáis todo preparado—intervino Seymour, ganándose la atención de los jugadores—. Os deseo buena suerte.
—¿Cómo que buena suerte? —preguntó Nathan, confundido—. ¿Usted no viene?
—Usted es nuestro entrenador—señaló Abigail, con tono obvio.
—Yo no voy.
—¡¿Qué?!
—El entrenador Hillman tiene que hacer algo que le he pedido personalmente—habló Sonny Raimon, al ver las muecas de todos—. Se trata de algo tan importante como lo es enfrentarse a la Academia Alius.
—Pero, ¿Qué dice? —habló Mark, algo atacado por la noticia—. Entonces, ¿nos volvemos a quedar sin entrenador?
—Otra vez no—se quejó Abigail, haciendo un pequeño berrinche irritado que su hermano observó con irritación y su novio con algo de ternura—, me niego a quedarme otra vez sin entrenador.
—Señor Raimon…—masculló Kevin.
—No, por favor, no quiero quedarme sin entrenador—lloriqueó Jack, siendo secundado por Steve.
—No os preocupéis—indicó Seymour, sin perder la calma.
El ascensor a sus espaldas se abrió de repente y una figura apareció en él. Se dejó ver a una mujer de melena larga y de color azabache, con ojos azul claro.
—Os presento a vuestra nueva entrenadora, la señorita Aquilina Schiller—indicó Sonny.
—¿Qué?
Ella se quitó el pelo de delante.
—Señor Raimon, esto es un poco… decepcionante—se acercó a ellos, con pasos firmes—. Una cosa es que em diga que un equipo necesita un entrenador, y otra muy distinta es que me pida que vaya recogiendo a niños.
—Adolescentes—gruñó Abigail, molesta por cómo los había llamado—, somos adolescentes, señorita Shiller.
—Es lo mismo—replicó Aquilina, clavando su mirada en la chica durante unos segundos. Luego, la volvió al señor Raimon—. ¿Me va a decir que confía el destino de la Tierra en manos de ellos? Porque ya los ha derrotado antes la Academia Alius, ¿no?
—¿Nunca ha oído la expresión,”no juzgar un libro por la portada”? —cuestionó Abigail, hablando entre dientes para controlar su mal humor. Se había cruzado de brazos para que no vieran como apretaba los puños —. Con el debido respeto, señorita Shiller, pero no debería tener ideas preconcebidas de nosotros sin habernos visto jugar.
—El trabajo de un entrenador es mejorar a su equipo—masculló Jude, igual de molesto que su hermana—. Y si usted es una buena entrenadora, debe ser capaz de hacer que nosotros mejoremos.
—Es verdad—apoyó Bobby, asintiendo.
—Por eso mismo les ganaremos—habló Mark, y Aquilina se giró a mirarlo—. En el primero nos vencieron, y en el segundo, les venceremos nosotros.
—Veo que crees que en lo que dices, pero mi juego no se parece en nada al que habéis estado haciendo hasta ahora—indicó la nueva entrenadora del Raimon—. Mejor que estéis preparados.
—Quizás es usted la que debe estar preparada para nosotros—soltó Abigail, de brazos cruzados y mirando con seriedad a la entrenadora.
Aquilina le mantuvo la mirada con la misma seriedad. Detrás de la adulta, Sonny y Seymour contuvieron una sonrisa.
🔥🔥🔥🔥
Luego de que Nelly los llamara, los jugadores del Raimon fueron de nuevo al Campo Centella, a aquella sala que habían visto por primera vez hacía poco tiempo. Sonny Raimon había dicho que la Academia Alius había atacado la antigua capital, y todos se preguntaban que podrían querer unos extraterrestres de un lugar como aquel. Estaban todos, menos Axel, y Abigail frunció el ceño. Estaba completamente segura de que su novio había recibido su mensaje.
Lo he avisado, recapituló mentalmente. Aunque Axel tenga la manía de hacer entradas, no es su estilo causar mala impresión ante un nuevo entrenador.
Todos clavaron su atención en las grandes pantallas que tenían delante. En ellas, salía una reportera hablando de lo que había sucedido en la antigua capital.
“Reportera: En medio de la destrucción ha aparecido un balón negro. Al parecer, de aspecto muy parecido al que los extraterrestres emplearon en su campaña de destrucción de institutos de secundaria hace algunos días”.
—¿Un balón negro? —preguntó Mark, con el ceño fruncido.
—Sí, capitán, ellos tenían uno—murmuró Abigail, ganándose la mirada de todos—. Janus y los demás desaparecieron en cuanto tocaron uno de esos balones—enmudeció al recordar la sonrisa del peliverde sobre ella.
Seguía sin entender del todo por que el extraterrestre de pelo verde parecía tan interesado en ella. Aunque el resto del equipo también clavaba de vez en cuando su mirada en ella, no era el nivel del tal Janus, puesto que parecía esperar algo muy concreto de ella. Además, tampoco podía creerse que le hubiera ofrecido que se uniera a ellos.
¿Es que los extraterrestres están medio chiflados o qué?, se preguntó, analizando en su mente el comportamiento de aquel extraño grupo.
—Acabamos de recibir las últimas noticias—indicó Sonny Raimon, haciendo que los adolescentes salieran de golpe de sus pensamientos—. Esta vez la Academia Alius se ha llevado al primer ministro Vanguard.
Todos se sorprendieron al escuchar aquellas palabras. Después de todo, ¿para que quería la Academia Alius al primer ministro?
—¿Al primer ministro? —preguntó Mark, sorprendido.
En ese preciso momento, llegó Axel.
—Sí, me he retrasado, perdonad.
Aquilina lo miró seria, pero el delantero de elemento fuego no se inmutó. Solamente tragó saliva cuando Abigail lo miró detenidamente, como si le preguntara si todo estaba bien. Axel forzó una sonrisa lo mejor que pudo para no preocuparla, después de todo, no podía exponerla más a aquel extraño trío de hombres que lo habían amenazado.
—Escuchadme bien todos—informó Sonny, haciendo que todos le prestaran atención—. Según las noticias, el primer ministro fue secuestrado por un grupo desconocido, que al parecer está relacionado con la Academia Alius.
—Nos vamos—indicó Aquilina, con seriedad—. Tendremos que luchar contra la Academia Alius antes de lo que pensábamos.
—Oye, Lina, por favor cuida de Mark y los demás—le pidió Sonny, pasando la mirada por todos los miembros del Raimon, hasta acabar en la nueva entrenadora—. Nos pondremos en contacto con vosotros en la caravana Inazuma.
—De acuerdo, señor.
—¿Qué? ¿La Caravana Inazuma? —repitió Mark, emocionado.
Fueron guiados a otra habitación, solo que estaba demasiado oscura como para ver nada. Abigail, sin darse cuenta, apretó la mano de Axel. El rubio se limitó a devolverle el apretón, mientras se mordía el interior de la mejilla con algo de nerviosismo.
Justo cuando Mark se quejaba de que no veía nada, un enorme foco de luz blanca se encendió en medio de la sala. Iluminó por completo a la caravana que solían usar para ir a los partidos fuera de su campo, pero Abigail juraría que tenía algo distinto.
—Esta es la Caravana Inazuma—indicó George, el director del Raimon, señalándola con una mano y sonriendo—. Está equipada con todo lo necesario para que sirva como base de operaciones rodante.
—¡Ay, va! ¡Mola! —exclamó Jack—. ¡Que pasada!
—Nuestra base—murmulló Mark.
Fue cuando vio el cartel del Club de Fútbol apoyado en la puerta de la caravana. Aquel que él mismo había limpiado en su primer día como capitán, y el que Nelly había rescatado de entre los escombros de la sede del club. Era todo lo que había quedado totalmente intacto.
—Se podría decir que ahora esta será la nueva sede del club de fútbol—habló Seymour al percatarse de cómo el capitán miraba aquel cartel, con melancolía—. Así que es imprescindible que tengáis vuestro cartel.
—¡Vale!
Abigail saltó en el sitio al sentir una mano cerrándose en torno a su muñeca, pero suspiró con alivio al ver que solo se trataba de Axel. El rubio prácticamente la arrastró dentro de la caravana y ambos se sentaron en aquellos asientos con apariencia mullida.
—¿Amor, estás bien? —preguntó Abigail, sin poder evitarlo.
Axel le sonrió, pasando un brazo por encima de sus hombros.
—Por supuesto que estoy bien—le respondió, tratando de tranquilizarla.
Abigail no pareció del todo conforme, pero no dijo nada más. Se limitó a observar como los demás dejaban sus mochilas en los asientos del fondo, para luego tomar asiento. Mark se emocionó al ver al señor Veteran en el asiento del piloto, y cuando todo el mundo estuvo bien sentado, el hombre arrancó la caravana.
Axel tomó la mano de su novia para llamar su atención, ya que ella había desviado la mirada hacia la ventana como acto reflejo. Abigail alzó una ceja al ver a su chico meter una mano en uno de sus bolsillos.
—Se me ocurrió hacer esto para los collares—musitó Axel, en un tono de voz suficientemente alto como para que ella lo escuchase—. ¿Qué te parecen, amor?
Abrió la mano, enseñándole dos dijes, los cuales eran claramente hechos a mano. Eran una pequeña llama de fuego y un rayo de color azul eléctrico.
—La llama se parece a tu pelo—observó Abigail, soltando una pequeña risita divertida. Pasó la mirada al otro dije—. Dios mío, es el color exacto de los rayos de mi remate. Que precisión.
El chico sonrió de lado. Sabía perfectamente que ella, entre todas las personas del mundo, sería capaz de darse cuenta de aquellos detalles. Después de todo, los había pensado al milímetro.
—¿Te gustan? —preguntó, algo nervioso.
—¿Qué si me gustan? —repitió Abigail, levantando la mirada hasta posarla en los ojos obsidiana de Axel—. Son preciosos, amor, me encantan.
—Date la vuelta—ordenó con suavidad.
Abigail giró sobre su propio eje, escuchando como se abría un cierre. Escuchó el ruido del dije siendo arrastrado por su cadena y bajó la mirada hasta que fue capaz de ver aquella pequeña llama resaltando contra su pálida piel. La admiró durante unos pocos segundos, sonriendo levemente. Axel la veía por el reflejo del cristal, así que alzó la cabeza para que su novio fuera capaz de ver su sonrisa. El rubio le devolvió el gesto.
Se giró de nuevo e hizo que Axel se girase sobre sí mismo. Copió las mismas acciones en el collar del chico, deslizando el dije del rayo por la delgada cadena. Luego, ambos observaron sus collares en silencio. En cuanto los rayos solares les dieron de lleno, los dijes comenzaron a brillar con fuerza, creando pequeños arcoíris en sus pieles.
—Ahora va a ser muy difícil verlo y no pensar en ti—bromeó Abigail, pinchando a su novio en el costado.
Axel rio, ocultando que aquella era su clara intención desde el principio.
—Me alegra que te guste—le susurró en el oído, para luego observar como se estremecía.
Abigail le sonrió, para luego inclinarse hacia él y besarlo. A ninguno de los dos parecía importarle que estuvieran en un lugar público como era una caravana de un equipo, puesto que estaban demasiado ocupados sintiendo la calidez de los labios del otro. Los hacía llenarse de una energía desconocida, alocada, llena de cientos de miles de chispas. Casi hizo que ambos se olvidasen de todo el problema de la Academia Alius pero, si algo tenían en común los dos, era el nivel con el que se comían la cabeza. Les era inevitable.
Cuando se separaron, Abigail apoyó su cabeza en el hombro de su novio, para luego mirar hacia la ventana y observar el paisaje. Su sonrisa pudo ser aún más grande, si es que eso fuera físicamente posible, en cuanto sintió los suaves y cálidos labios de su novio rozando su sien con suavidad. Se acurrucó contra el caliente cuerpo de su novio, como un gato buscando cariño, y dejó que el chico repartiera suaves caricias en sus brazos.
A pesar de la sonrisa que adornaba su rostro, Axel no sabía como sería capaz de ignorar el amargo sabor que había comenzado a instalarse en la boca de la garganta.
¡HOLA, HOLA! ¿Qué tal están? ¡Espero que bien!
Con este capítulo, damos por comenzada la segunda temporafs del anime. En otras palabras, todo el problema de la Academia Alius, en lo canon, y alguna que otra cosita que tengo por ahí guardada en la manga.
Tengo muuuchas cosas pensadas para esta temporada, gracias a todos los personajes que aparecen en ella. No quiero decir nada, para no gafarlo, pero creo que se viene más intensa que la primera.
Honestamente, la primera vez que vi a Janus me dieron ganas de partirle la cabeza con un escombro. En verdad, toda esta temporada es un sufrimiento constante de lo más innecesario. Pero bueno, ya sabemos que es normal en el mundo del anime, por supuesto.
¿Podemos hablar de los detalles de Axel? Si adoro al canon, el que manejo yo me tiene a sus pies. This user stans Axel Blaze.
Bueno, ¿Qué os ha parecido?
¡Espero que os haya gustado!
Para desbloquear el siguiente capítulo necesitamos 36 votos y 42 comentarios. De nuevo, no me hagáis trampas con los señores comentarios. No contarán aquellos que tengan una sola letra o emoticonos que no vienen a cuento. Luego no digáis que no avisé.
Os recuerdo que, si no estoy actualizando FoF, podéis encontrarme en mis demás fics. Ahora me ha dado la fiebre de sacar fanfics de anime, así que igual os interesan (véase Shingeki no Kyojin, Assassination Classroom, Owari no Seraph o Boku no Hero). Además, también tengo de Stranger Things, la Saga Crepúsculo y Harry Potter.
(Toma spam gratuito)
Nada más por mi parte pero, ¡nos leemos en comentarios!
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|Publicado|: 14/09/2022
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