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CAPÍTULO VEINTISÉIS
Final del Torneo Frontier: Raimon vs Zeus
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TODOS LOS MIEMBROS DEL Raimon, tanto jugadores como el cuerpo técnico, entraron en el estadio flotante, con los rostros cubiertos por los ceños fruncidos. No tenía ningún sentido que, de repente, se quisiera jugar el partido en el campo del Instituto Zeus en vez de en el Frontier, como era lo normal. Aquel cambio de estadio no era habitual en el torneo, y por eso todos llevaban el ceño fruncido, mostrando que no lo entendían.
Los exjugadores de Rai Dark intercambiaron una mirada. Estaba claro que había sido cosa de él y que, por tanto, aquel campo tenía una trampa.
—Mark, tengo que decirte algo. —Todos miraron al entrenador.
Abigail se fijó en que la mueca de Nelly cambiaba de golpe, como si supiera que era lo que iba a decir el hombre.
—Debes saber que —habló Seymour Hillman, mirando fijamente al portero e ignorando completamente la presencia de los demás—, es posible que Rai Dark estuviera implicado en el accidente de tu abuelo.
Mark abrió los ojos como platos.
—¿Eh?
—¿Cómo?
Por una vez, ni Axel ni Abigail fueron capaces de ocultar su sorpresa. Ésta se filtró perfectamente, tanto en sus rostros como en su tono de voz. Aunque, también era cierto que la chica se esperaba cualquier cosa de su exentrenador.
Jude miraba serio a Seymour, como si le estuviera reprochando que lo hubiera dicho en aquel preciso momento, y en cierto modo era lo que estaba haciendo. Él sabía que no era el momento ni el lugar para hablar de muertes.
Mark apretó los puños y comenzó a respirar de forma irregular. Todos lo miraban preocupados, esperando ver cuál era la reacción de su capitán ante aquella noticia.
—¿Por qué ha tenido que contárselo en este preciso momento? —demandó Nelly, claramente molesta, mientras su voz se volvía algo más aguda de lo normal. Parecía a punto de golpear al hombre—. ¿Por qué ahora?
—Sé que un entrenador no debe inquietar a su equipo, y mucho menos antes de una final. Pero también sé que se debe ir siempre con la verdad por delante—habló Seymour, sin inmutarse por la mirada casi asesina de la gerente ni las expresiones sorprendidas de los demás jugadores. Él estaba centrado en la mueca del capitán, esperando a que reaccionara—. Así que, si supiera que tenéis sentimientos de odio hacia Rai Dark, dejaría mi puesto de entrenador y nos retiraríamos del torneo.
Abigail apoyó una de sus manos en el hombro del portero para llamar su atención, con Axel a su lado. Los dos había camuflado su sorpresa en rostros serios.
—Abby...—murmuró el portero, con voz débil.
—Puede que Rai Dark sea una persona horrible, realmente el peor de su calaña—habló la chica, seria. Pese a eso, sus ojos de colores realmente reflejaban la furia que sentía en su interior. Era totalmente involuntario, pues estaba claro que aquel hombre que tanto detestaba no había escatimado en gastos para lograr lo que él quisiera. Sin importarle siquiera si atentaba contra la vida de personas—, pero si de algo estoy segura, es de que tú no eres así, Mark. Tú nunca te dejas llevar por el odio, sino por la pasión, la que sientes por el fútbol. —Miró de reojo a su novio, quien asintió con la cabeza para mostrar su apoyo—. Demuéstrale que se mete con la persona equivocada, Mark. Que para nosotros, aquellos que jugamos movidos por la pasión, algo tan primitivo como el odio no está en nuestro diccionario.
El resto de los jugadores exclamó el nombre de Mark, tratando de darle ánimos.
—¿Cómo puedo estar así con unos amigos que se preocupan tanto por mí? —El capitán pasó su mirada por todos, hasta que se detuvo en la pareja de delanteros. La delantera asintió con la cabeza en cuanto sus miradas se cruzaron, e incluso esbozó una minúscula sonrisa llena de optimismo—. Tienes razón, Abby. Debemos hacerle pagar por lo que ha hecho, demostrándole que el fútbol se debe amar.
—Eso es, Mark—asintió Jude.
—¡Vamos a ganar la final! —exclamó Mark, dando un salto en el sitio.
—¡Sí!
🔥🔥🔥🔥
Desde que ambos equipos habían salido al césped, Abigail no dejaba de mirar a Byron, quien tenía la mirada clavada en ella. La chica tenía ganas de darle un balonazo en toda la cara, por muchas razones, pero la principal era para quitarle aquella estúpida sonrisa. No había dejado de esbozarla desde que lo había visto en el césped, aunque algo le decía que él la había localizado mucho antes.
—¿Qué es eso? —la voz de Jack la hizo quitar su mirada del falso mini dios.
Un hombre había entrado en el campo. Llevaba un carrito, como los que se usaban para la compra, aunque de aspecto mucho más robusto; parecía de aluminio o de alguna de sus aleaciones. En el había once bebidas, de aspecto bastante inofensivo.
Fue directo a los jugadores del Zeus, quienes uno a uno agarraron un vaso, como si fuera un movimiento muy natural para ellos.
—Por nuestra victoria—indicó Byron a su equipo, alzando el vaso.
—Por nuestra victoria.
Se bebieron aquello, para luego tirar las copas contra el suelo, rompiéndolas en el acto. Se quedaron mirando los pequeños trozos de cristal como si no fueran más que hormigas, mientras sus rostros se llenaban con sonrisas cargadas de confianza.
—Pero que aires se dan—gruñó Kevin, irritado por lo que había presenciado—. Ni que hubieran ganado...
—Ya os lo dije—masculló Abigail, con el ceño fruncido—. Se lo tienen muy creído.
La chica soltó un gruñido irritado al ver como Byron la mirada con una sonrisa divertida, como si la hubiera escuchado perfectamente.
—Que presuman, les ganaremos—indicó Kevin.
—Abby—la llamó el entrenador, aunque todo el equipo lo miró a la vez—, no vas a salir por ahora.
—¿Qué?
Todos los jugadores estaban sorprendidos por la indicación del entrenador.
Y su sorpresa fue en aumento cuando, en vez de quejarse como una loca, la chica asintió con la cabeza. No era propio de ella no discutir algo hasta que uno de los dos se hartase.
—No pasa nada, seguro que podéis sobrevivir sin mí—le restó importancia, mientras su mente se preparaba para analizar todo lo pudiera ver.
Y eso hizo.
Abigail se dedicó a analizar la situación desde el banquillo, puesto que tenía mucho mejor ángulo que en el propio campo; era algo que Jude y ella sabían perfectamente desde muy pequeños. Como había predicho la parte más pesimista de su cerebro, el Zeus les estaba dando la paliza más grande de toda su existencia, y los chicos del Raimon no eran capaces de hacer absolutamente nada para defenderse. Aquello la llenaba de rabia y de impotencia por estar allí sentada mientras sus compañeros sufrían de aquella manera tan espantosa, pero debía de encontrar algo que pudiera ayudar al equipo y que los hiciera ganar el partido. Hasta que, se dio cuenta de que los jugadores del Zeus parecían perder fuerza conforme pasaban los minutos. Era como si se les pasara el efecto de una medicina.
<< Las bebidas>>, pensó, viendo luz en aquella oscuridad. << Esas bebidas tienen algo>>.
Por el rabillo del ojo, vio al mismo hombre de antes yendo hacia el interior de las instalaciones, empujando el carrito vacío. Minutos después, lo vio aparecer de nuevo con las mismas bebidas de antes. Y, por absurdo que pudiera parecer, los jugadores del Zeus abandonaron el campo para poder beber, como si no estuvieran jugando la final de un torneo. Como si no les importara si aquello pudiera tomarse como un insulto hacia el rival.
<<Lo que sea que lleven, tiene un tiempo de efecto. Cuando se pasa, deben volver a beber o se debilitan>>, razonó Abigail, juntando todas las piezas en su cabeza.
—Eso es muy raro—masculló Nelly, quien miraba hacia el banquillo contrario—. Se supone que hasta el descanso, todo el equipo no puede abandonar el campo.
—Además, el hombre de las bebidas ya es la segunda vez que aparece—apuntó Celia, con las gafas puestas y un bloc de notas abierto. A ojos de su hermana, parecía una auténtica detective—. Y es raro que se den bebidas isotónicas antes y durante un partido. Normalmente es al finalizarlo, para recuperar azúcar.
—Esas bebidas no me huelen bien—admitió Silvia, con el gesto algo contraído.
—Id a investigar—ordenó Abigail, con expresión seria.
Nelly, Celia y Silvia la miraron, para luego asentir con la cabeza.
Abigail las observó irse corriendo, en dirección al túnel de vestuarios y rezó internamente para que no tuvieran problemas en el camino, para luego devolver la mirada al campo. Ya habían usado a todos los jugadores reserva, menos a ella, y por esa misma razón Seymour Hillman se giró a mirarla. Ella asintió con la cabeza, pues estaba lista para saltar al campo y ayudar a su equipo en su camino hacia la victoria. Ambos le indicaron al árbitro que no gritase el cambio y este asintió, mirándolos como si hubieran perdido la cabeza. Pero tanto la jugadora como el entrenador tenían el mismo plan en mente.
Bryon se encontraba delante de Mark, quien era el único del equipo que todavía estaba en pie. Tiró de nuevo con su Sabiduría Divina, pero su ceño se frunció con confusión al ver que su hermoso tiro no llegaba a la portería. Se había levantado una enorme nube blanca, resplandeciente, casi cegadora. Cuando esta se disipó, todos pudieron ver a Abigail, casi flotando en el aire, con el balón delante de su pierna.
—Mark, mantente firme en la portería—indicó con voz firme, mirando al Zeus con toda la seriedad que pudo—. Nosotros nos encargaremos de todo.
El capitán se tambaleó levemente pero asintió.
Los jugadores del Zeus tenían la boca abierta de par en par, incluido su capitán.
Abigail sonrió con soberbia.
—Ahora me toca a mí, falsos mini dioses.
Aterrizó en el césped, todavía con el balón en los pies. Lo elevó con un simple toque al ver a Byron corriendo hacia ella. Saltó, sobresaltando a todos por la altura, pues era impropia de una chica de su altura. Jude frunció el ceño con preocupación al reconocer el aura que comenzaba a rodear a su hermana, pero no dijo nada, confiando en que su hermana sabía lo que hacía.
—Os hacéis llamar dioses, pero no sois más que una panda de farsantes—habló Abigail, en dirección a los jugadores del Zeus, con expresión algo seria de más—. Os voy a demostrar lo que es ser una enviada de los dioses de verdad. Os voy a demostrar—su mirada se ensombreció de golpe, debajo de su flequillo castaño—, que habéis enfadado a un verdadero dios.
Los del Zeus intercambiaron una mirada confundida, sin entender a que se refería, pero algo asustados por el tono y la expresión de la chica. Mientras ella había estado hablando, unos rayos habían sonado a los lejos, en la montaña. Alguien escéptico diría que el mismismo Zeus, el dios de los dioses griego, estaba de acuerdo con ella. Con cada palabra que había pronunciado, y que los rayos eran su modo de mostrar su opinión.
Abigail sonrió de lado al ver que sus palabras habían tenido efecto en el rival, y se puso en marcha, golpeando el balón con fuerza. Al instante, éste fue rodeado por chispas rojas y se escuchó un potente grito masculino de guerra. Todos se sobresaltaron al ver la imagen del dios griego de la guerra, Ares. Abigail chutó el balón en dirección a al portería, mientras Ares no dejaba de gritar, empuñando su espada. Sin duda, estaba manifestando la rabia que sentía la jugadora, que no era poca. El portero del Zeus levantó la Muralla Tsunami, temblando al ver al dios. Evidentemente, la espada de Ares rompió la super técnica con facilidad, marcando gol.
<<Ahí está, la Ira de Ares. La conseguí>>, pensó la delantera, satisfecha. Los entrenamientos habían tenido sus frutos, mucho mejor de lo que se esperaba. Aquel cuaderno que había encontrado de su padre, su verdadero padre, estaba lleno de las fantasías futbolísticas de un niño que amaba el fútbol. Y ella acababa de hacerlo realidad. << Lo logré... papá>>.
Abigail aterrizó con elegancia en el césped, apartándose el pelo de la cara con un suave y delicado movimiento. No estaba jadeando como la última vez que había lanzado el tiro, sino que estaba como si nada hubiera pasado. Como si nunca hubiera pateado el balón. Y su sonrisa arrogante se amplió cuando se dio cuenta de aquel pequeño detalle.
Los jugadores del Zeus estaban totalmente a cuadros. Estaban realmente sorprendidos por que una humana hubiera sido capaz de tirar con un chut de un dios. Intentaron contraatacar, desesperados por demostrar que ellos eran dignos herederos de los dioses, pero estaba claro que en el Olimpo estaban enfadados con ellos. Abigail les quitó el balón con gran velocidad, aprovechando la debilidad que habían comenzado a mostrar.
—Axel, Jude—ordenó, demostrando por qué había sido capitana de la Royal y que no se dejaba amedrentar por nada ni nadie—. Vamos a darle la vuelta a esto. Chicos, a moverse. Ya.
Ambos combinaron el Tornado de Fuego con el Remate Combinado, marcando gol dos veces seguidas. Los jugadores del Zeus parecían haber perdido sus fuerzas de golpe. Parecían globos que habían sido desinflados de repente.
Erik, Mark, Bobby y Axel lo aprovecharon, sin dudarlo, bajo indicación de Abigail, quien realmente parecía estar en su cénit como jugadora. Combinaron el Fénix con el Tornado de Fuego, haciendo volar al portero del Zeus como si se tratase de una hoja siendo arrastrada por el viento.
Byron Love corrió con el balón en los pies, siendo el único de su equipo que podía moverse. Estaba cegado por la ira de estar perdiendo.
—Los humanos no pueden vencer a los dioses—gruñó con enfado, con algunas venas del cuello marcadas más de la cuenta—. Es imposible.
Tiró con su Sabiduría Divina.
<< No puedo ir a pararlo>>, pensó Abigail, mientras observaba el tiro. << Mark puede hacerlo. Si alguien puede hacerlo, ese es Mark>>.
—¡Mark! —exclamó, haciendo que el portero dejara de dudar de sí mismo y le prestara atención. Ella tomó una gran bocanada de aire antes de soltar todo aquello que pensaba que podía llegar a ayudar a su capitán—. ¡Eres el único que puede hacerlo! ¡Eres el nieto de David Evans! ¡Naciste para ser capaz de hacer esa súper técnica! ¡Solo deja que fluya, Mark!
Mark sintió una punzada en el corazón al escucharla. Y fue cuando se dio cuenta. Abigail le había dicho exactamente lo que necesitaba para ser capaz de usar aquella súper técnica. Aquella que ni siquiera el portero del Inazuma Eleven había sido capaz de usar. Pero, aquella que él lograría lanzar.
Lanzó la técnica con la mano izquierda, el lado que se encontraba en corazón. Su abuelo lo había hecho así para ser capaz de poner toda su pasión en sus ansias de querer parar el tiro. Y Abigail se lo había hecho ver al depositar su fe en él. La fe de que iba a ser capaz de parar el tiro, de que iban a ganar el partido gracias a su jugada.
<<Gracias, Abby>>, pensó Mark, y ella sonrió como si lo hubiera escuchado.
La Mano Mágica surgió de improvisto, como si hubiera sido invocada, parando el tiro del capitán del Zeus y maravillando a todos los que fueron capaces de verla. Byron se dejó caer de rodillas, sin poder creerse que su amado tiro había sido detenido con una fuerza tan increíble, por un simple humano. Sin poder creerse que habían perdido luego de ser considerados enviados de los dioses.
Axel tomó en volandas a Abigail nada más sonar el pitido final. Lo único que ella pudo hacer fue reírse y apoyarse en los hombros de su novio para no marearse. Él la dejó escurrirse entre sus brazos y la besó de forma profunda. La besó porque la emoción que estaba sintiendo era tanta que quería compartirla con ella. La besó porque había quedado maravillado al verla jugar de aquella manera. Y la besó porque, acababan de ganar el torneo, sin dejar de rendirse ni siquiera en su relación.
Abigail observó el rostro resplandeciente de su novio y una pequeña sonrisa se deslizó por sus labios. Sabía que estaba deseando ir al hospital a contárselo a Julia. Sabía de la promesa que el chico le había hecho a su hermanita pequeña y lo feliz que lo hacía el haber sido capaz de cumplirla. Además, todo era poco cuando se trataba de la dulce menor de los Blaze.
Se separó de Axel y corrió hacia su hermano mellizo. Jude abrió sus brazos al verla correr hacia él y Abigail se lanzó sobre él, abrazándolo con fuerza y euforia. Esa victoria les había sabido mucho mejor que cualquier otra que hubieran tenido, era una mucho más dulce, más verdadera; mucho más enriquecedora. Habían luchado juntos hasta el final, con sudor y lágrimas, dando todo lo que tenían dentro. Y habían vuelto a recordar lo que era el verdadero fútbol. Aquel que su familia tanto había amado hasta el final de sus días.
—Así que somos los ganadores, eh—dijo Jude, sonriendo más amplio de lo que era habitual en él, con un brazo sobre los hombros de su hermana. Ambos observaban el marcador, como si no se creyeran lo que este marcaba. Jude desvió la mirada hacia su hermana, volviendo su sonrisa un poco más burlona que antes—. Creo que podemos saltarnos eso de ser unos finos y restregárselo a padre por las narices, ¿no te parece?
—Creí que nunca lo dirías, hermanito.
Ambos volvieron a mirar al marcador, sonriendo, con los corazones acelerados por la emoción. Jude seguía impresionado por el tiro de su hermana, pero no creía que fuera el momento ni el lugar para hacer las preguntas que creyera convenientes.
Abigail saltó sobre la espalda de Nathan, arrancándole un chillido de sorpresa que sonó poco masculino, en su opinión. Lo ignoró olímpicamente, igual que el reproche por haberlo asustado de aquella manera, chocando las cinco con Mark.
—Has estado genial, Mark—le dijo contenta.
—Puedo decirte lo mismo.
Nathan sacudió la cabeza con diversión, haciéndole cosquillas en la cara a su amiga con sus largas hebras azulinas.
Seymour se acercó a ellos, haciendo que el resto de los jugadores del equipo también lo hiciera. Abigail se bajó de un salto de la espalda de su mejor amigo al ver a su entrenador acercarse.
—Sabía que podías hacerlo, Abby—habló el entrenador Hillman, sonriendo de lado—, pero estoy verdaderamente sorprendido de que no te hayas desmayado.
Todos menos ella lo miraron sorprendidos.
Era un hecho que el entrenador y la delantera habían ocultado información al equipo. Todo había sido para que aquella técnica fuera su as bajo la manga en el partido, como había resultado ser.
—Tengo mis trucos, entrenador—habló Abigail, con aire de arrogancia—. Además, cuando ves a alguien esforzarse con tanto ahínco como ellos, acabas sintiendo como la energía desborda de ti.
—A mí me ha pasado lo mismo—exclamó Mark, dando botes emocionados alrededor de ella.
Seymour los observó con una pequeña sonrisita.
Abigail se percató de que Byron todavía estaba de rodillas en el césped, mirando la hierba como si fuera lo más interesante del mundo. De hecho, todos los jugadores del Zeus tenían la misma expresión abatida en sus facciones. Algunos de ellos incluso dejaban caer silenciosas lágrimas, que la chica no sabía si era por haber perdido o si era porque se sentían mal por haber hecho trampas.
En un acto de generosidad, poco habitual en ella, decidió acercarse al capitán del Zeus.
—¿Vienes a reírte de mí? —cuestionó Byron, con voz temblorosa.
—No, Byron—negó Abigail, mirándolo seria—. Vengo a ordenarte que levantes la cabeza.
Byron alzó la mirada, sorprendido, topándose con los extraños ojos de la chica observándolo con toda la seriedad que pudo reunir. Le dio un escalofrío.
—Sea lo que sea lo que estás pensando, olvídalo—ordenó ella, de forma tan tajante que puso nervioso al chico—. Rai Dark os usó, como también usó a la Royal Academy, y seguramente a muchas otras personas. Él es así. Siempre mira su propio beneficio, sin mirar si está haciendo daño a alguien más. No eres más que una víctima más, Byron, no te sientas culpable por todo lo que has hecho.
—Yo soy el capitán—replicó el de melena—, tengo la culpa...
—Lo único que has hecho, ha sido jugar al fútbol—lo interrumpió Abigail, sorprendiéndolo de nuevo—. Dudo mucho que un estúpido brebaje sea capaz de haceros jugar así a todos.
—¿Qué?
—Nos conocemos desde hace años, Byron, no te hagas el idiota ahora. —La chica estaba perdiendo la poca paciencia que solía tener, y eso no era bueno. Era volver a su mal carácter, y no quería eso. Había cambiado, para mejor. Y deseaba mantener el cambio vigente en su vida—. Siempre has sido un buen jugador. Tú y tus compañeros. Rai Dark nunca escogería a malos jugadores.
—¿Crees que somos buenos jugadores? —preguntó Byron, tratando de ocultar su sorpresa.
—No lo creo, lo sé—respondió ella, cruzándose de brazos—. Ya te he dicho que Rai Dark nunca escogería a malos jugadores para sus planes.
Byron se puso de pie, limpiándose las rastreras lágrimas que se le habían escapado. Sus compañeros lo fueron imitando, algo cohibidos porque Abigail Sharp los estuviera adulando. Después de todo, ella era algo así como una especie de leyenda para todos los que estaban bajo las órdenes de Rai Dark.
—Puede que os cueste un poco, pero creo que el Zeus puede prosperar como equipo—comentó Abigail, luego de haber observado a los demás, centrando su mirada en Byron—. En el fondo, eres un buen capitán, Byron. Solo tienes que eliminar de ti todo aquello que Dark haya podrido. Y seguir adelante. Siempre hacia delante.
—¿Es lo que hiciste tú? —preguntó uno de los menores del equipo.
—Así es, con la única diferencia que a mi me hicieron ver la realidad a base de balonazos—murmuró Abigail, lanzando una fugaz mirada a Axel. Él estaba observando la escena desde la distancia, en compañía de Jude y Nathan. Los tres parecían orgullosos de ella—. Quien sabe, quizás el próximo año nos enfrentemos otra vez.
—Y nos tomaremos la revancha—comentó Byron, sonriendo de forma sincera, mientras extendía una mano.
—Puedo asegurarte que el Raimon no perderá—replicó Abigail, aceptando su mano durante unos segundos.
Mientras se alejaba, Abigail se dijo a sí misma que había hecho bien en perdonarlos. Después de todo, ellos no tenían la culpa de que Rai Dark hubiera jugado con ellos y sus ilusiones. Se dibujó una sonrisa en su rostro cuando escuchó como los jugadores del Zeus felicitaban a sus compañeros por la victoria. Sin duda, ya estaban un paso más cerca de volver al camino correcto, al que guiaban los dioses para librarse de todo lo podrido.
¡Hola, hola! ¿Cómo están? Espero que bien.
Luego 82 años, por fin tenemos aquí el capítulo final de la primera temporada de Fire on Fire. Creo que me ha quedado mejor de lo que esperaba (confieso que lo he escrito varias veces porque no me convencía nada T__T).
En un principio, Abby iba a jugar todo el partido, pero la verdad es que me dio flojera narrarlo todo. Y además, quería mostrar todo el poderío que tiene mi niña cuando se lo propone. Ella solita (no contamos a Mark, porque obvio) levantó al Raimon. ¡En tu cara Ray Dark!
Tampoco iba a perdonar a Byron. Peeeero, si algo ha aprendido del Raimon, es a perdonar. Así que, en muestra de que es una versión mejorada de sí misma, lo ha perdonado todo. En el fondo es una masita sisi.
Bueno, ¿Qué os ha parecido? ¡Espero que os haya gustado!
Para desbloquear el siguiente capítulo necesitamos 35 votos y 40 comentarios. Y no me seáis tramposos. No contarán los comentarios que solo sean emojis o palabras sin sentido. Después que no se diga que no aviso.
No tiene nada que ver, pero he sacado un fic de Shingeki no Kyojin al que le tengo muchitas ganitas. Es de Levi Ackerman, por si os interesa.
Y como soy medio hiperactiva, también voy a sacar uno de Boku no Hero y otro de Owari no Seraph.
Así que, si no actualizo aunque lleguemos a la meta, ya sabéis porqué es JJAJAJA.
Nada más por mi parte pero, ¡nos leemos en comentarios!
¡Nos vemos en la segunda temporada!
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|Publicado|: 03/08/2022
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