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CAPÍTULO VEINTIDÓS
El Raimon sigue ganando
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EL PARTIDO CONTRA EL INSTITUTO SHURIKEN, —también conocido como el colegio ninja—, estaba a punto de dar comienzo y en lo único en lo que Abigail podía pensar era en lo mucho que la molestaba no poder jugar. Se sentía una inútil sentada en el banquillo sin hacer nada, pero el entrenador Hillman le había ordenado que no se moviera de allí bajo ningún concepto. Por lo que no le había quedado más remedio que hacerle caso, de morros y con los brazos cruzados.
Nathan, Mark y Axel se acercaron a ella al ver su expresión facial, pues delataba perfectamente como se sentía. El rubio tomó las manos de su novia entre las suyas y les dio un suave apretón, tratando de mejorar la mueca de la chica. Cosa que no pasó.
—No pongas esa cara, por favor—le pidió, mientras hacía un adorable puchero. Nada que ver con la tarde y la noche que le había dado...
—Vamos, Abb, anímate. En el próximo partido podrás jugar con nosotros —la intentó animar Nathan, mientras sonreía de lado.
—¡Claro que sí! Vamos a ganar y a dedicarte la victoria—habló el capitán, entusiasmado, mientras daba botes en el sitio.
Los dos chicos lo miraron algo raro, pero a él no le importó. No quería que su amiga se sintiera inútil, y trataba de hacerla sentirse mejor. Porque ella era de todo menos inútil, desde luego.
—Es que me siento inútil—se quejó ella, elevando la pierna vendada, todavía de morros.
—No eres inútil—exclamaron los tres a la vez.
Abigail los miró a través de sus pestañas.
—Eres una de las mejores jugadores que he visto en mi vida, por no decir la mejor—señaló Mark, hablando tan deprisa que casi parecía estar sufriendo un ataque de hiperactividad.
—Y la más rápida—añadió Nathan, tomando el relevo de su amigo—. Eres, literalmente, como el viento.
La mirada de Axel gritaba perfectamente lo que iba a decir. Quizás por eso el peliazul le tapó la boca con la mano de un rápido movimiento.
—Ni se te ocurra, Blaze—lo amenazó, aunque se le escapó una sonrisa.
Apartó la mano de la boca del delantero, haciendo una mueca de asco. Seguramente Axel lo había mordido o algo por el estilo, a juzgar por la sonrisa que llenaba sus facciones.
—Solo iba a decir que es la mejor, Swift—señaló Axel, sonriendo con superioridad—. No sé qué estabas pensando...
Nathan enrojeció, mientras Mark los miraba sin entender ni una palabra. Abigail contuvo una risa.
—Gracias, chicos—murmuró, mirándolos.
Tanto Nathan como Mark le dieron un beso en la cabeza, para luego alejarse, dejándola tener tiempo de calidad con Axel antes de que empezara el partido. El chico se agachó para quedar a la misma altura que su novia, y así poder mirarla a los ojos. Le acarició suavemente una mejilla, consiguiendo que sonriera.
—¿Alguna vez te he dicho lo preciosa que te ves cuando sonríes? —preguntó con una sonrisa coqueta. En el fondo estaba aliviado de que hubiera dejado de poner aquella mueca.
—Sí, pero no me canso de oírte decirlo—le contestó de igual manera.
El chico rio levemente, para luego acercarse más y besarla. El beso no duró mucho, por el lugar en el que se encontraban. Axel se separó, gruñendo irritado, cuando los jugadores lo llamaron a gritos. Bufó, dejando un caso beso en los labios de su chica, y luego salió corriendo.
Abigail soltó un suspiro, esbozando una tonta sonrisa.
—Sí que te gusta...
Giró la cabeza, topándose con la sonrisa de su hermana pequeña.
—Oh, no, Cece... es mucho más que simplemente gustarme—negó, sacudiendo la cabeza.
—Oh, ¿hablas enserio?
—Sí. Estoy muy segura de que estoy enamorada de él.
Celia abrió los ojos como platos, sorprendida de la sinceridad de su hermana mayor. No estaba demasiado acostumbrada a ella, y mucho menos en un tema que incomodaba tanto a la delantera.
—Se nota mucho—intervino la voz de Silvia.
Ambas hermanas se giraron a mirarla, viendo la sonrisa tranquila que esbozaba la chica Woods.
—¿Tú crees? —cuestionó la delantera, dudando.
—Sí, claro que sí—asintió Silvia. Su tono de voz era el mismo que utilizaría de estar hablando de su pareja de famosos favorita, algo que divertía internamente a ambas hermanas—. Es que, cuando os miráis, parece que no hay nadie más a vuestro alrededor. Y siempre sonreís cuando estáis juntos.
—Sí, es verdad—señaló Celia, sacudiendo los pies, mientras miraba con malicia a su hermana—. Yo también me he fijado.
—¿Ahora tenemos un club de fans o qué? —bromeó Abigail, mientras bebía un sorbo de la botella de agua que tenía a su lado.
—Algo así—hablaron las dos gerentes a la vez, soltando risitas.
Abigail ocultó su sorpresa lo mejor que pudo. Realmente hasta ese momento no se había preocupado por la imagen que Axel y ella podían dar.
<< Tampoco es como si me fuera a empezar a preocupar ahora>>, pensó con gracia, aunque no dijo nada en voz alta.
—¿De qué habláis, chicas?
Las tres elevaron la cabeza al mismo tiempo. Nelly las observaba con curiosidad, mientras esperaba a que alguna de ellas contestara a su pregunta.
—De Abby y Axel—habló Celia con rapidez, para evitar que su hermana mayor pusiera cualquier tipo de excusa que significara dejar aquel tema.
—Sois tan monos juntos—expresó la chica Raimon, luego de soltar un extraño ruidito. Parecía el que soltaría de haber visto un cachorro.
—¿Qué?
Celia y Silvia asintieron a la vez, de acuerdo con la otra gerente, mientras Abigail las observaba sorprendida.
—Sí. Es decir, cuando estáis solos sois un pocos fríos y sarcásticos. No me malinterpretes, pero no es que tengáis don de gentes—explicó Nelly, algo divertida con la situación y por la mueca de fastidio que estaba comenzando a esbozar la de ojos bicolores—. Pero, cuando estáis juntos, sois diferentes. Es como, ¡pum! Perfección—acabó por canturrear.
—Se te va la olla, Nelly—opinó la delantera.
La de apellido Raimon puso los ojos en blanco, a la par que soltaba un bufido irritado. Celia rio por lo bajo.
—A lo que se refiere Nelly, es a que os complementáis muy bien, Abby—le explicó Silvia, con tono suave, como si no quisiera hacerla enojar—. No solo en el campo de fútbol, sino en todo, en general. No sé cómo explicártelo sin que pienses que estamos mal de la cabeza pero...—dudó unos segundos, buscando las palabras exactas—... es como si estuvierais hechos el uno para el otro.
—¡Como dos piezas de puzzle! —exclamó Celia con entusiasmo, mientras alzaba los brazos al cielo, para reforzar su afirmación—. Encajáis perfectamente, y el puzzle queda completísimo.
Silvia y Nelly rieron, aceptando la analogía, pues era muy acertada. Abigail se dijo a sí misma que quizás tenían razón. Quizás, y solo quizás, Axel y ella eran perfectos el uno para el otro. Aunque no se hubieran dado cuenta.
Las cuatro volvieron la vista al partido, dando por finalizada la conversación y el tema. Justo en ese momento fueron capaces de ver que el equipo rival se había puesto por delante en el marcador. Abigail apretó los dientes, irritada. La impotencia de no poder hacer nada la llenó de golpe, aunque trató permanecer con su mueca tranquila todo lo que pudo.
Al sonar el pitido que indicaba el final del primer tiempo, los jugadores del Raimon prácticamente volaron hacia el banquillo en busca de agua fresca. A las gerentes no les quedó más remedio que moverse para darles botellas y toallas a todos, atendiéndoles conforme iban llegando. Axel tomó la botella que su novia le tendía, con una expresión seria llenando sus perfectas facciones. Estaba irritado.
—He estado pensando en que este es el mejor momento para que pongáis en práctica la nueva súper técnica—habló Abigail, mientras miraba a su novio y a su mejor amigo—. No creo que estos paletos con complejo de ninja se lo esperen.
Axel y Nathan intercambiaron una mirada y asintieron. La nueva súper técnica había sido lograda luego del partido contra el legendario equipo del Inazuma Eleven. Era nada más ni nada menos que el Pájaro de Fuego. Una verdadera belleza de técnica, por si alguien se lo preguntaba.
—Lo haremos—asintió Axel, sonando convencido.
—Claro—Nathan sonaba algo menos convencido.
—Recordad que solo tenéis que alzar el vuelo y mostrarles lo alto que podéis volar—comentó Abigail, de brazos cruzados, puesto que había sido capaz de ver la duda en el único ojo visible de su mejor amigo—. Usa el viento a tu favor, Nath. La parte del fuego ya la pone Axel.
El rubio contuvo una risa, mientras Nathan rodaba los ojos con algo de diversión. Aquel pequeño comentario logró dejarlos más tranquilos, pero también más decididos. Iban a usar la nueva técnica para marcar.
El partido volvió a reanudarse, mientras la delantera les rezaba a todos los dioses que conocía para que lograsen ganar. Algo dentro de ella quería alzar la copa del Torneo de Fútbol Frontier jugando al verdadero fútbol. Quizás era para tirárselo a la cabeza a su padre adoptivo y mostrarle que lo había logrado sin él. O también para restregárselo a su hermano, para luego reírse de su mueca de fastidio.
Abigail soltó una exclamación cargada de felicidad cuando Nathan y Axel marcaron con el Pájaro de Fuego. Estuvo a punto de levantarse del sitio de un salto, olvidando su pierna lesionada. Las manos en sus hombros de Celia y Silvia lo impidieron, haciendo que mantuviera su trasero pegado al asiento. Pero eso no apagó el brillo de emoción en sus ojos bicolores.
El equipo del Instituto Shuriken se quedó pasmado luego del gol de ambos jugadores, por lo que su formación se rompió. Se abrió una fisura en sus líneas, una clara ocasión. La delantera vio como su novio sonreía de lado al darse cuenta de aquello. Como un torbellino, se adentró por el campo rival. Kevin le pasó el balón y él remató con su Tornado de Fuego, marcando gol.
El Raimon ganó el partido, lo que significaba que seguirían luchando para ganar el torneo. Mark no dejaba de dar saltitos por todo lados, exhibiendo una enorme sonrisa y mostrando cuan emocionado estaba. Aunque claro, todo el mundo ya lo sabía de antemano, pues él mismo se había encargado de gritarlo a los cuatro vientos desde que había sonado el último pitido.
Abigail se quedó sentada, no por gusto sino por la mano de su hermana sobre su hombro. Soltó una pequeña exclamación cuando su novio la hizo subirse a su fuerte espalda, para reunirse con el resto del equipo. Se aferró a él lo mejor que pudo, como un koala, sintiendo las cálidas manos de Axel en sus piernas.
Mark le sonrió de oreja a oreja en cuanto se acercaron.
—¿Lo has visto? ¿Lo has visto? Hemos ganado porque tú estabas en el banquillo animándonos—expresó con emoción, sin dejar de dar botes ni de mostrar lo emocionado que estaba.
—No, Mark, te equivocas—replicó Abigail, con la mejilla derecha pegada a la izquierda de su novio—. Ganasteis porque el Raimon nunca se da por vencido.
—¡Claro que no! —exclamaron los jugadores que habían sido el once titular, de forma perfectamente coordinada.
Nathan se acercó a su amiga, quien seguía sobre la espalda de Axel. Él no se quejaba, logrando sorprender a los demás jugadores.
—¿Has visto, Abb? Al final hemos logrado marcar con el Pájaro de Fuego—habló el peliazul, con la voz teñida por la emoción.
Alguien estaba pasando mucho tiempo con Mark Evans...
—Ya os dijo que lo haríais—habló ella, dándose aires de grandeza, mientras su novio rodaba los ojos con diversión.
—Ahora solo tenemos que esperar a ver quién es nuestro rival—murmuró Axel, mientras afianzaba su agarre en las piernas de la chica, a la par que pasaba su mirada oscura al capitán.
—¡Me muero de ganas! —exclamó Mark, de nuevo dando botes.
Todos rieron, sin dejar de observarlo ni haciendo amago de detenerlo. Mark se merecía descargar toda su emoción luego de los momentos de tensión que vivía en la portería. Además, él era el espíritu del Raimon, el que impulsaba a todo el equipo para seguir adelante.
Además, estaba el detalle de que siempre conseguía contagiar su emoción a quienes lo rodeaban. Era como el sol, contagiaba su buen humor a todo aquel que estuviera cerca.
—Abby, ¿Crees que podrás jugar el próximo partido? —le preguntó Silvia, como quien no quiere la cosa.
Al instante, todas las miradas se posaron sobre ella. Incluso Mark había dejado de dar botes, pendiente de lo que decía su amiga.
—Bueno... teniendo en cuenta que cierto chico rubio, algo pesadito, no me deja hacer nada...—habló Abigail divertida, recibiendo un bufido algo irritado por parte de su novio—, estoy segura de que ya estoy más que lista para chutar el balón.
—No hagas locuras—la advirtió Mark, con lo que pretendía ser voz severa. Aunque lo único que logró fue ella se riera.
—Anda que fue el más indicado a decirlo —murmuró Nathan, mientras ponía los ojos en blanco.
—¡Oye!
Mark bufó ante las risas de sus compañeros, haciendo un berrinche. Pero, finalmente, se acabó riendo con ellos.
(...)
Abigail salió del hospital casi dando saltitos, bajo la mirada divertida de Axel. Estaba tan feliz porque podía volver a jugar al fútbol y no tenía que estar sentada en el banquillo, que le daba igual parecer un poco lunática.
—¡Esto es tan genial! —exclamó, mientras daba saltitos alrededor de su novio—. ¡Por fin puedo dejar de andar con las estúpidas muletas-!
El rubio la tomó con delicadeza del brazo y la hizo parar. Se ganó una mirada rara, pero él se limitó a rodear la cintura de la chica con un brazo, sin decir absolutamente nada. Ambos caminaban en dirección a la casa de los Hills, en completo silencio. Aunque Abigail no había dejado de observar el sereno perfil de su novio en ningún momento.
—¿Sabes una cosa? Adoro esa aura misteriosa que a veces emanas—soltó, mientras entraban en la casa.
Axel alzó una ceja, pero sonrió.
—Ese es el cumplido más raro que me has hecho nunca—señaló, mientras la seguía.
—Bueno—murmuró Abigail, entrando en su habitación, con el chico siguiéndola. Se giró a mirarlo y se encogió de hombros—, tenía que decirlo o, por el contrario, explotaría.
Axel soltó una pequeña risa, divertido con la sinceridad. Sin decir nada más, Abigail lo abrazó.
Cada vez que lo hacía, había un pequeño detalle que lo seguía sorprendiendo. Después de todo, ellos eran como el hielo puro cuando estaban separados. Una sola mirada y podrían congelarte en el sitio. Una contestación de las suyas y sentirías como la lengua se te quedaba pegada al paladar. Pero cuando estaban juntos, en especial solos, eran como el fuego. Cálidos, pero también ardientes.
Los brazos de su novio la envolvieron de forma protectora, como cada vez que se abrazaban. Al ser más alto, notó como apoyaba el mentón en su cabeza. Lo escuchó suspirar, notando como su pecho se inflaba y desinflaba más de la cuenta al hacerlo. Y, por extraño que pareciera, lo encontró realmente satisfactorio. Todo lo que viniera de Axel se lo parecía, por mínimo que fuera.
Sonaría a cliché, de esos que ella odiaba en antaño, pero era la verdad: Axel le daba absolutamente todo con solo una mirada.
Y eso la abrumaba, pero también la preocupaba.
Porque, ¿Cómo era posible ser tan joven y querer a alguien con tanta intensidad? ¿Cómo era posible sentir aquel cosquilleo por todo el cuerpo? ¿Cómo era posible sentir que podría con todo lo que se pusiera delante... solo por tenerlo con ella?
Y, ¿Cómo era posible que sintiera que era él? Y solo él.
Los impulsos tomaron parte de su cuerpo. Abigail se separó del abrazo, para rodear el cuello del chico con sus brazos, esbozando una sonrisa. Él la miró, de forma tan intensa que sentía que le estaba viendo hasta el alma, mientras le devolvía la sonrisa de forma lenta. Deslizó las manos por la figura de la chica, arrancándole un suspiro, y a la vez pegándola más a él. En un rápido movimiento, la alzó, obligándola a rodear su cintura con las piernas para no caerse.
Aquel movimiento fue uno peligroso, pues sus zonas chocaron con algo de violencia. Abigail jadeó, a la par que un gruñido brotaba desde el fondo de la garganta de Axel. Caminó hasta la cama, poco a poco perdiendo la paciencia que tenía. Se sentó en el colchón, todavía con ella encima, y tragó saliva ante lo que veía. La sonrisa que ella estaba esbozando anunciaba lo que se venía. Y no se equivocó.
Abigail tomó las mejillas de su novio para unir sus labios, comenzando un ardiente y profundo beso, que ambos sabían cómo acabaría.
(...)
Las caricias que el rubio hacía en la espalda de su novia lograban hacerla sonreír como una tonta. Abigail tenía la cabeza apoyada en el torso desnudo de su chico, disfrutando de su calor y de los mimos que le daba. Él la observaba con una pequeña sonrisa en los labios, como si fuera lo más lindo del mundo. Y para él lo era.
Los labios de Axel dejaron un suave beso en la coronilla de ella, quien amplió la sonrisa. Se aferraba al fuerte brazo de su novio, mientras movía la cabeza para ser capaz de verlo. Axel no había dejado de mirarla en ningún momento, y cuando sus miradas se encontraron, amplió su sonrisa.
—Tu corazón parece un caballo desbocado—comentó Abigail.
—Me alegra que lo notes—murmuró Axel, con voz ronca, sin cesar las caricias—, porque ese es el efecto que tienes sobre mí.
—Axel...
—¿Lo escuchas latir con fuerza? —cuestionó, de forma algo retórica, mientras la miraba con intensidad. Tanta, que hizo que le temblaran las piernas—. Pues solo late así por ti. Es tuyo.
A Axel podía llegarle a asustar la realidad, lo que ella causaba en él. Pero cuando lo miraba, con aquella sonrisa que solo le dedicaba a él, se le pasaba. Sabía que era cuanto necesitaba, y a veces se sentía caprichoso por quererla solo para él. Pero se le pasaba al ver como ella trataba a los chicos que se intentaban acercar demasiado, como si les tuviera asco. Ella lo quería a él, y era más que suficiente.
Si algo tenía claro Axel, era algo que se había prometido desde el momento en el que se confesaron. Jamás permitiría que nadie dañara a Abigail, no mientras él pudiera evitarlo. La protegería de todos y de todo lo que estuviera en su mano. Aún si eso suponía su propia destrucción, la protegería por encima de todo.
Los labios de Axel se separaron para soltar aquello que llenaba su mente:
—Te amo.
Abigail se mordió el labio inferior, mientras entrelazaba los dedos con la mano libre del chico. Aquellas dos palabras habían hecho que una bomba de emoción le estallase en el pecho, y ahora se preguntaba si él sería capaz de escuchar su corazón.
Abigail abrió la boca y dijo aquello que su mente tanto le chillaba:
—Te amo, Axel.
Y supo en ese momento, que no habría nada en el mundo que se pudiera comparar con la enorme sonrisa que esbozó Axel.
Pero como todo lo bueno tiene final, el momento fue roto por el sonido de una llamada. Abigail resopló al darse cuenta de que era su teléfono, y las ganas de contestarle mal a la persona que la llamaba comenzaron a arderle desde el fondo de su ser.
—¿Quién me odia tanto? —se lamentó Axel, de forma cómica, mientras dejaba que la chica se pusiera de pie.
Abigail caminó hacia donde había dejado sus teléfonos y su ceño se frunció con molestia al leer el nombre del contacto. Era su padre adoptivo. Aquel hombre que rara vez se molestaba en hablar con ella, la estaba llamando.
—Es mi padre—gruñó entre dientes.
Axel ocultó su sorpresa con gran maestría.
—Contesta, puede ser importante.
Abigail estuvo tentada de mandarlo al cuerno, pero se resignó. Agarró el teléfono, el cual seguía sonando con violencia, y deslizó el dedo hacia la derecha. Luego de aceptar la llamada, se lo puso el oreja, suspirando de forma inaudible.
—¿Qué ocurre, padre?
Lo que menos se esperaba, es que su padre adoptivo pronunciara unas palabras que la dejarían preocupada hasta la médula:
—Es Jude.
(....)
Abigail nunca le había prestado tanta atención a su padre adoptivo como en aquel momento. En cuanto el hombre pronunció el nombre de su hermano mayor, la chica no se demoró en disparar cientos de preguntas, preocupada por lo que pudiera haberle pasado. Las respuestas que obtuvo no fueron de lo más informativas, pues, aparentemente, Jude no había dado demasiadas explicaciones.
Axel había sido el que había tenido que colgar la llamada, puesto que Abigail se había quedado algo tiesa, incluso cuando el hombre que se hacía llamar su padre había dejado de hablar. Los miles de escenarios posibles que se pasaban por la mente de la chica no eran para nada alentadores, y ahora había dejado de tener ganas de ir al entrenamiento.
—¿Amor?
—Mi hermano...—balbuceó, en tono tan bajo que su novio tuvo que acercarse para escucharla—. Le ha pasado algo... yo... tengo que ir a verlo.
—Hey, tranquila, seguro que no es nada—intentó tranquilizarla Axel, mientras le frotaba los brazos con cariño—. Ve a ver a Jude, yo avisaré al entrenador Hillman de por qué no estás en el entrenamiento.
Abigail parpadeó y su mirada se enfocó en Axel como si lo estuviera viendo por primera vez. Bajo la mirada de sorpresa del chico, ella le tomó la cara entre las manso y lo miró de forma intensa.
—Ten cuidado, por favor—le pidió en un hilo de voz, tapando el terror que sentía en su interior—. No quiero que te pase nada.
—No pasará—le aseguró Axel—. No estés tan paranoica, todo va a salir bien.
—Prométeme que si te sientes observado o seguido, llamarás al inspector Smith.
Axel estuvo a punto de chistar, pero se percató de la mueca de su chica. Parecía realmente aterrada, como si temiera que un camión lo fuera a atropellar. O peor, que alguien lo intentara secuestrar.
—Te lo prometo—le confirmó, besando su frente con cariño—. Ahora, ve con Jude.
Le dedicó una última sonrisa tierna, antes de caminar hasta la puerta. Aunque la voz de la chica lo detuvo.
—¡Axel! —exclamó—. Te amo.
Axel amplió su sonrisa.
—Te amo, nena.
(...)
—Jude está en su habitación—el señor Sharp informó a su hija adoptiva, con su habitual tono sin emoción—. Espero que tu presencia lo haga sentirse mejor y... a ver si a ti te cuenta lo que ha pasado.
Abigail asintió y luego subió las escaleras de dos en dos, apurada por ver a su hermano. Sin llamar a la puerta, entró en la habitación de Jude.
Su hermano estaba tumbado en la cama, en posición fetal, con un balón de fútbol entre las manos. Se acercó a él con cautela, temiendo que le gritara o algo por el estilo, mientras veía que las gafas estaban en la mesilla. Se agachó y acarició una de las mejillas de Jude con suavidad. Pero no obtuvo ninguna respuesta.
—¿Qué ha pasado, hermanito? —preguntó con dulzura.
Jude gimoteó, negó con la cabeza y escondió la cara entre los brazos. Abigail hizo una mueca, mientras se levantaba a tomar una manta. Lo tapó y le dio un beso en la mejilla, esperando su reacción. De nuevo, no la hubo.
—Sea lo que sea lo que ha pasado—le murmuró, preocupada por el silencio de su hermano mayor—, todo va a salir bien.
Se quedó en silencio, hasta que el sonido del móvil la sacó de su mente. Era un mensaje de Mark, preguntando como estaba Jude, así que supuso que Axel ya había explicado a todos por qué no estaba en el entrenamiento. Le tecleó con rapidez una respuesta, intentando tranquilizar al chico, para luego dejar el dispositivo en la mesilla, al lado de las gafas de su hermano.
Volvió su atención a Jude. Él había movido la cabeza ligeramente para poder verla. La estaba estudiando con la mirada.
—En verdad, no te merezco—musitó, con la voz quebrada.
—¿Se puede saber por qué demonios dices esa estupidez?
—Porque después de todo el daño que te he hecho... aquí estás. Conmigo...
Abigail sonrió de forma tierna, mientras acariciaba con cariño las rastas de su hermano.
—Somos hermanos, Jude, y ese es motivo suficiente para mí. En lo bueno y en lo malo, eso dijimos, ¿recuerdas?
El labio inferior de Jude tembló, mientras él se secaba una lágrima.
—Ay, no—Abigail se quejó—. No llores, por favor.
Jude esbozó una sonrisa cargada de tristeza, mientras se sentaba. Dio golpecitos a su lado para que ella se sentase, y eso hizo. Luego, Jude apoyó la cabeza en el hombro de su hermana.
—¿Qué ha pasado, hermanito?
—Nos han machacado, como si fuéramos una panda de insectos—suspiró, hablando con una mezcla entre tristeza e ira, mientras apretaba con fuerza el balón que todavía tenía entre las manos—. Y yo no he podido hacer nada para detenerlos...
—Jude...
—Después de nuestro partido mi pierna se resentía (no pongas esa cara, Axel no me hizo daño, tranquila), así que decidimos que me quedaría en el banquillo porque era contra un equipo poco conocido—siguió contando, a la par que trataba de mantener la tristeza y la rabia fuera de su voz- Aunque, por una vez, no estaba consiguiendo demasiado bien su cometido—. Cuando quise salir al campo, ninguno del equipo podía moverse... Estamos fuera del torneo. Si yo no me hubiera quedado fuera...—apretó los puños con fuera.
—Si no te hubieras quedado fuera, no estaríamos aquí—susurró Abigail, logrando que su hermano la mirase. Tenía los ojos llenos de lágrimas, las cuáles no caerían por los esfuerzos que ella estaba haciendo—. Te estaría visitando en un hospital, y solo Zeus sabe en qué condiciones estarías.
—Yo era su capitán—escupió Jude, enfadado consigo mismo—, les he fallado.
—No, lo has hecho. Hazme caso cuando te digo que en lo último en lo que están pensando es en que les has fallado. Seguramente hasta estén aliviados de que tú no jugaras, y pudieras acabar con la pierna rota, o algo peor...—ahora sí, las lágrimas habían abandonado sus ojos, pero seguía algo horrorizada por el escenario ficticio que estaba construyendo en su mente—. No te eches la culpa por todo, por favor. Ser capitán no es ser Dios, esperaba que te dieras cuenta antes. No eres Capitán América, ni IronMan ni Thor ni ninguno de los superhéroes que tanto te gustan como para poder salvar el día. Eres humano, Jude, y todos tenemos límites.
Abigail tomó la mano de su hermano y le dio un apretón, tratando de mostrarle que estaba allí con él, que no se iba a ir de su lado a menos que él se lo pidiera. Cosa que no iba a pasar, porque en verdad la necesitaba a su lado. Jude sonrió de forma cálida, soltando el balón y abrazando a su hermana con fuerza. Quizás con demasiada, pero ella no tuvo el valor de decirle nada. Jude había pasado por mucho en poco tiempo, así que estaba en su derecho de querer desahogarse.
—Gracias por estar conmigo—murmuró Jude en el oído de su hermana, con la voz más rota que antes—. Perdón si te estoy astillando una costilla pero... he pasado tanto miedo cuando desapareciste que casi perdí la cabeza. Quería patear a todo el mundo que se cruzara por mi camino. De hecho, fue David el que me convenció de que me quedara en el banquillo...—se separó lo suficiente como para poder mirarla a los ojos—. No puedo perderte, hermanita. No de nuevo.
—Nunca me has perdido, so tonto.
—Se sintió así—admitió él, haciendo alusión al tiempo en el que no se hablaban.
—No podemos perder a la mitad de nuestra alma por tonterías mundanas, Jude—replicó Abigail con tono suave, mientras esbozaba una tenue sonrisa—. Eres mi mellizo, y ningún enfado podrá cambiar eso jamás. Siempre estaré para ti.
Jude apretó los labios durante unos segundos, mientras sus ojos rubí se aguaban. Volvió a abrazar a su hermana, mientras un sollozo retumbaba en su pecho. Abigail le frotó la espalda a su hermano, mientras contenía su propio llanto.
—Te quiero, hermanita.
—Y yo a ti, hermanito, y yo a ti.
(...)
Abigail se acercaba a su novio, siendo seguida por sus dos hermanos. No acababa de entender porque su novio le había pedido que llevara a su mellizo al campo de la Rivera, pero estaba claro que Axel tenía algo en mente.
—Axel, nuestro hermano no nos espía—murmuró Celia, al ver la seria expresión del rubio, temiendo que ambos se fueran a pelear.
—Que ya lo sé—replicó él con tranquilidad. Clavó su mirada en el de rastas, quien también lo estaba mirando—. Ven conmigo, quiero hablar contigo.
—Sí
Axel y Jude bajaron al campo sin decir nada más. Celia y Abigail se quedaron una al lado de la otra, observándolos.
—Oye, hermanita, ¿crees que se van a matar o algo?
La mayor soltó una carcajada.
—Claro que no, boba. Estoy segura de que Axel tiene un plan en mente.
Ambas observaron como Axel le mandaba balonazos a Jude, quien se los devolvía lo mejor que podía. Ambos parecían estarle dando al balón con ganas.
—Dime, Jude, ¿De verdad te sientes tan humillado? —preguntó el rubio, mientras pateaba el balón.
—Claro que sí—replicó este, devolviéndole el tiro.
—Pues puedes vengarte de ellos...
—Imposible—jadeó Jude, sonando derrotado, algo que no era habitual en él—. La Royal Academy ha sido eliminado del torneo.
—¿Acaso no quieres venganza? Dime, Jude...
Axel le lanzó el Tornado de Fuego, bajo las miradas sorprendidas de las dos hermanas, el cual impactó contra un arbusto e hizo explotar el balón. Quizás se había pasado un poco con la potencia de tiro. O el balón no era de muy buena calidad.
—Hay un método para eso—habló Axel, mirando fijamente a su cuñado, como si tratara de verle el alma—. Hasta ahora solo te has enfrentado a Mark, como adversario. ¿No te has imaginado lo que sería jugar con él, a su lado?
Jude agachó la cabeza, pensando.
—¿Lo ves? Te dije que no se iban a matar—le dijo Abigail a su hermana, con demasiada tranquilidad—. Axel siempre tiene algo en mente.
Celia rio, abrazando a su hermana. Luego, ambas se acercaron a los chicos.
—Piénsatelo—indicó el rubio.
—Vamos, Jude. Sería genial volver a jugar juntos, ¿no te lo parece, hermano mayor?
Jude miró a Abigail, quien estaba frente ellos con Celia a su lado. Ambas chicas sonreían, luciendo como dos niñas pequeñas a las que le acababan de comprar una enorme tableta de chocolate para cada una. Por un momento, le recordó a cuando eran pequeños, y estuvo tentado de sonreír.
—Espero que tomes una decisión, hermanito—señaló Celia, compartiendo una mirada cómplice con su hermana.
—Pero antes del partido contra el Instituto Farm—indicó Axel, pues era el siguiente adversario del Raimon en el Torneo.
Jude asintió, mientras pensaba en que hacer. Celia y él se fueron, pues el chico alegaba que quería entrenar, y ella quería vigilar que su hermano mayor no se hiciera daño. La pareja de delanteros se quedó sola, luego de observar a los hermanos irse.
—¿No crees que te has pasado un poquito? —le recriminó Abigail a su novio—. Casi tumbas a mi hermano de un balonazo.
—No, él tiene buenos reflejos, sabía que no le iba a dar. Además, así se lo pensará antes.
—Mira que eres bruto.
Axel rodeó la cintura de su novia, mientras sonreía algo divertido.
—Puede que tengas razón, pero... la mitad de las veces eso te encanta.
—¡Axel!
Las carcajadas de Axel resonaron por todo el campo, mientras su novia enrojecía de forma violenta.
(...)
Al día siguiente, Abigail y Axel fueron al campo de la Rivera de nuevo. El brazo del rubio iba sobre los hombros de la chica, mientras esta rodeaba la figura de su novio con un brazo.
—¡Venga, vamos a practicar los remates! —exclamó Mark, desde la portería, con su usual entusiasmo.
Kevin intercambió una mirada con el rubio en cuanto el capitán dejó de gritar. El delantero besó la frente de su novia para luego trotar en dirección al moreno, pues sabía perfectamente que quería practicar el remate combinado que tenían.
El Tornado Dragón voló hacia la portería de Mark. Pero, por algún motivo, perdió potencia bajo la estupefacción del portero y el balón acabó contra la red de la portería.
—Anda, me habéis marcado —murmuró el capitán, algo ido.
—Sí, pero, ¿Qué narices le ha pasado al Tornado Dragón? —preguntó Abigail, algo confundida, caminando hasta estar al lado de los dos delanteros—. Ha perdido potencia...
—¿Habré chutado mal sin querer? —cuestionó Kevin, algo confundido.
—No, Kevin. Tu tiro ha sido perfecto, igual que el mío—replicó el rubio, frunciendo el ceño.
—Probemos con otro—ofreció Mark, manteniendo su tranquilidad habitual.
Axel le dio una pequeña palmadita en la espalda baja a su novia, quien lo miró y luego asintió con la cabeza. Ambos saltaron al aire cuando Kevin lanzó el balón hacia arriba, para luego ejecutar su Tornado Eléctrico. Pero, el tiro de ambos tuvo el mismo destino que el anterior, perdió potencia antes de llegar a Mark.
—¿Qué demonios está pasando?
—¿Estáis bien? —preguntó Mark, preocupado por el estado de sus amigos.
La pareja de delanteros asintió con la cabeza, ambos con el ceño fruncido.
—Prueba tú, Abby—le indicó Kevin, mientras le pasaba el balón.
Abigail lanzó el balón al cielo, para luego impulsarse en el aire. Se giró y chutó el balón, llenándolo de las características chispas y rayos azules de su Remate Eléctrico. El tiro perdió potencia y acabó en las manos de Mark, quien lucía cada vez más confundido. Abigail cayó al suelo, soltando un leve gruñido de dolor.
—¿Estás bien? —le preguntó Axel preocupado, mientras la ayudaba a levantarse—. ¿Te has hecho daño?
—Estoy bien, pero... no me he marcado.
—No solo eso—señaló Kevin, cada vez más frustrado—, sino que has caído mal.
Los tres delanteros se miraron los unos a los otros, intentando descifrar que estaba pasando con ellos. Siempre habían logrado chutar sus técnicas con gran habilidad, y combinarse entre ellos de igual modo. Pero ahora nada les salía y solo podían preguntarse a qué se debía.
En el banquillo, cuatro personas habían estado observando la escena, también con gestos preocupados.
—¿Por qué no consiguen marcar? —preguntó Celia, angustiada.
—Tendrán algún problema físico—murmuró Nelly, ladeando la cabeza hacia un lado.
—Eso es imposible, no hay problemas físicos que afecten a más de una persona—replicó la gerente de pelo azul, mientras negaba con la cabeza—. Todos están perfectamente. Incluso mi hermana se ha recuperado muy bien.
—A lo mejor se han cansado de entrenar en el dichoso Campo Centella—gruñó entre dientes la chica Raimon.
Celia contuvo un gruñido exasperado. A veces le daban ganas de golpearla.
Silvia miró al entrenador con angustia.
—Entrenador, ¿Qué está pasando?
—No es nada de lo que estáis diciendo, chicas. En verdad, lo que pasa es que sus capacidades han aumentado, solo que juegan como si no lo hubieran hecho—explicó el señor Hillman a las tres gerentes. Estas se preguntaron el cómo era posible que mejorar fuera algo malo, puesto que no tenía demasiado sentido—. Debemos actuar como siempre. Depende de ellos y solo de ellos que se den cuenta.
Las chicas suspiraron, pues se sentían algo impotentes por no poder hacer nada para ayudarlos. Celia clavó la mirada en su hermana mayor, quien parecía molestar por alguna razón, seguramente por fallar los tiros. Abigail, Axel y Kevin seguían intentando tirar a puerta con éxito, pero no conseguían que sus técnicas llegasen a la portería con suficiente potencia.
Y eso, solo hacía que los tres se sintieran peor.
¡HOLAAAA! ¿Qué tal estáis? Espero que bien.
Sé que ha pasado muchísimo tiempo desde el último capítulo, y por eso he hecho este muchísimo más largo de lo normal, para compensar el tiempo que habéis pasado sin Axel y Abby. Sin embargo, no voy a volver con las actualizaciones semanales como solía hacer, sino que voy a invertir mucho más en cada capítulo. Además, no me gusta que un capítulo tenga menos apoyo que el anterior. Lo siento, es algo que no acabo de entender y que me molesta bastante.
Es por eso que voy a pediros un mínimo de votos y comentarios para subir el próximo capítulo, y esa será la nueva dinámica hasta que diga otra cosa. No me hace gracia hacer esto, en especial para todas las personas que siempre votan y comentan en cada capítulo, pero creo que no pido tanto por querer una pequeña recompensa luego de haber invertido mi tiempo en cada capítulo. Yo creo que es lo más justo, así que bueno.
Para "desbloquear" el siguiente capítulo, necesitaremos 30 votos y 45 comentarios. En cuanto lleguemos a esa cifra, os avisaré por mi tablón el día en el que estará subido el siguiente capítulo (os recomiendo seguirme si todavía no lo habéis hecho).
Volviendo al capítulo, creo que hemos tenido un poco de todo. Un partido, escenas entre Axel y Abby, con Jude, con Celia... creo que ha sido bastante completo, ¿no? Todavía quedan bastantes para acabar esta primera temporada, (es decir, la que justamente acaba con el fin del Torneo Frontier, que es cuando se abre la segunda línea temporal de Ares y Orión). De todas formas, os informo que ya tengo diseñada toda la temporada de la Academia Alius, así que seguiremos teniendo Fire on Fire para rato.
Bueno, ¿Qué os ha parecido el capítulo? ¡Espero que os haya gustado!
Nada más por mi parte pero, ¡nos leemos en comentarios!
PD: no olvidéis abrigaros y tomar mucha agua <3
|Publicado|: 20/04/2022
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