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CAPÍTULO VEINTE
Muletas y futuro
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Ciudad de Inazuma
Centro de la ciudad
Afueras del Hospital Universitario de Inazuma
Abigail salió del hospital con ayuda de unas bonitas muletas a pesar de que su lesión no era para tanto —justo como había recalcado el doctor Blaze—, los cuatro chicos que la acompañaban se pusieron algo histéricos ante el simple hecho de que no se las llevara. Así que, no le quedó más remedio que aceptarlas, de nuevo.
Pese a eso, presionaba al entrenador para que le dejase jugar. Sabía que, en el fondo, era en vano.
—Solo el primer tiempo. —intentó negociar, mientras caminaban hacia el coche para volver al instituto.
—No.
—¿Quince minutos? —volvió a obtener una negativa. —¿Diez? No pienso bajar más.
Seymour Hillman ignoró totalmente a la delantera, puesto que estaba dispuesto a cumplir con las indicaciones del doctor Blaze, y siguió caminando como si la conversación no hubiera empezado. Abigail gruñó, girándose hacia su siguiente objetivo.
—Hermanito, dile algo.
El mencionado ni siquiera se enteró de que su hermana estaba hablando con él.
Abigail intentó de nuevo, girando la cabeza hacia su velocista favorito.
—Nath, amigo mío...
—No seas cabezota, Abby, ¿quieres? Tienes que guardar reposo.
Abigail gruñó de nuevo, dirigiendo su mirada a su rubio.
—¿Amor...?
Axel negó con la cabeza, serio.
—Ya escuchaste a mi padre, amor. —habló, serio, con las cejas fruncidas. —Tienes que guardar reposo si no quieres que la lesión vaya a más. —la observó caminar. —¿Quieres que te lleve?
La chica le gruñó, sin ver que Jude y Nathan sonreían de lado, divertidos. Ambos adoraban la forma en la que Axel se resistía a la mirada de cachorrito de la chica. Ellos no estaban seguros de ser completamente capaces de resistirse a sus caprichos.
Abigail se giró a mirar a su única y última esperanza, esbozando una sonrisa que a Axel se le antojó algo coqueta. Quizás por eso, el rubio entrecerró los ojos.
—¡Mark! Caray, hoy te veo realmente genial, ¿sabes? Creo que esos ejercicios tuyos con la rueda están dando sus frutos, capitán.
Mark se rascó la nuca, algo nervioso por el tono de voz de la chica, y desvió la mirada hacia los tres chicos a su lado. Al instante, ellos lo fulminaron con la mirada, haciendo que lo notase hasta en los huesos. Cuando se trataba de Abigail, los tres iban a reaccionar de la misma manera de forma perfectamente coordinada. Tanto, que realmente daban miedo.
—Ya sabes que yo te dejaría que jugaras, Abby—habló el portero, algo nervioso. —, pero estoy seguro de que ellos me harían pedacitos y me tirarían a los leones del zoo.
Los tres asintieron, satisfechos de su capacidad de intimidar al castaño. Aun así, Axel seguía mirando al portero serio, con los ojos entrecerrados.
—¿Qué? —Mark se puso más nervioso. —Vamos, Axel, ya le he dicho a tu novia que no, no me mires así.
Abigail le dio un pequeño golpecito con una de las muletas, cosa que hizo que el dejase de mirar mal a su amigo para mirarla a ella. El rubio giró la cabeza hacia ella, topándose con sus cejas arqueadas, en una pregunta muda. Se limitó a sacudir la cabeza, restándole importancia, mientras notaba que el fuego en su interior se calmaba.
<<¿Qué pasa conmigo?>>, se preguntó Axel.
No tardaron en llegar al instituto, y al entrar en el campo, todos se precipitaron hacia la delantera. Al menos esa era su intención, puesto que la chica tenía tres guardaespaldas muy efectivos que los detuvieron antes de que acabasen prácticamente encima de Abigail.
—Quietos ahí. —ordenó Jude.
—Ni un paso más. —habló Nathan.
—¿Es que no veis las muletas? —gruñó Axel, con el ceño fruncido. —Podéis tirarla al suelo, así que manteneos a un metro y medio de ella. ¡No bromeo, hacedlo!
Todos retrocedieron entre disculpas, algo intimidados por el delantero, mientras su novia lo miraba con una pequeña sonrisa en los labios. Nathan parecía algo sorprendido, mientras que Jude... extrañamente satisfecho.
Luego de eso, Mark apareció, literalmente de la nada, con su animo recuperado para entrenar. Se llevó a los chicos, para que dejaran tranquila a Abigail. Jude volvió a la Royal, luego de cercionarse varias veces de que su hermana estaba bien. Y Axel, él insistió en sentarse al lado de la chica durante unos instantes.
—¿No deberías entrenar? —le preguntó Abigail, algo extrañada.
Axel negó con la cabeza, sin mirarla.
—Nathan casi me ha ordenado que no me moviera de tu lado. —dijo con voz cantarina. Aunque, luego añadió con tono divertido: —Seguramente cree que te echarás al campo a entrenar si te dejamos sola.
Abigail rio levemente, negando con la cabeza. Apoyó el pie malo en el banco y miró la muleta con gesto ausente. Sin duda, el karma con aquella pierna no dejaba de cebarse con ella.
—Ven. —la llamó Axel, haciendo que lo mirase. —Recuéstate sobre mi regazo.
Ella le hizo caso, poniendo la cabeza encima de las fuertes piernas del delantero. Axel comenzó a acariciar su pelo con suavidad, mientras la miraba con una pequeña sonrisa ladeada. Se quedaron en silencio, simplemente mirándose, durante un lapso de tiempo. A ninguno le importó.
—¡Axel! —lo llamó Mark.
—Creo que deberías ir. —opinó Abigail, girando la cabeza para ver al capitán agitando los brazos como si fuera un pájaro, en un intento de llamar la atención del delantero.
—No quiero dejarte sola. —se quejó él.
—Estaré bien—le aseguró. —, y te prometo que no me moveré de aquí.
—Bien, porque si no cumples tu palabra, tendremos un problemilla. —susurró Axel, sonriendo de forma lobuna, mientras su tono se volvía más ronco.
—¡AXEL! —insistió el portero.
—¡QUE YA VA! —gritó Abigail, perdiendo los nervios.
Le pareció ver como Nathan ocultaba una risa lo mejor que podía, mientras se levantaba del regazo de Axel. Este se inclinó hacia ella, dejando un beso en su cabeza. Luego, salió corriendo hacia los chicos, para entrenar. Aunque, eso no era lo que había tenido en mente, y tuvo que disimilar lo mejor que pudo el problema que intentaba ocultar.
Durante el resto del entrenamiento, Abigail se dedicó a observar los movimientos de Axel al jugar. Nunca se había fijado en la elegancia que poseía, pues estaba demasiado mezclado con la rudeza. Axel era mucho más rudo de lo que parecía, y eso le gustaba, demasiado quizás. Era el sinónimo del fuego, así que su apodo le iba que ni pintado. Anillo al dedo, en su opinión.
—¿Cómo te encuentras? —preguntó una voz a su derecha, una que conocía muy bien.
—¿Tú que crees, idiota? —cuestionó de forma retórica, observando como el chico parecía querer ocultar su larga melena verde dentro de una capucha negra.
Lo observó mover las manos, nervioso.
—Yo...
—Si has venido a raptarme de nuevo para otro estúpido experimento, lo tienes verdaderamente crudo. —le dijo en tono frío, moviendo ligeramente la muleta. —No tengo miedo de usarla.
El chico suspiró de manera culpable, mientras se sentaba a su lado y le tendía un papel doblado. Ella lo tomó por simple cortesía.
—Ahí se explica todo. —se levantó, dispuesto a irse. —Cuando termines de leerla, quémala.
—Nada justifica dañar tu moral, Afrodito, no dejes que te controle. Es lo que quiere.
Él soltó una pequeña carcajada, sin gracia, y se fue, desapareciendo entre las sombras. Abigail casi dio un bote en el sitio al ver a Nathan y a Axel aparecer de la nada, algo enfadados.
—Me parece que tienes mucho que explicar—soltó Axel, casi echando chispas. —¿no te parece?
—¿Y bien? —insistió Nathan.
—No tengo ni idea de que me estáis hablando.
Axel la miró serio y ella enarcó una ceja.
—Amor...
—¿Qué tal si dejáis de ser tan sumamente paranoicos?
—¡No estoy paranoico! —gritaron los dos a la vez, algo ofendidos.
—Si, claro... como si no os hubiera estallado la vena al ver al desconocido a mi lado.
—¿Desconocido? —gruñó Nathan.
—Sí, un admirador...
—¿Admirador? ¿Qué? —farfulló Axel.
—Tranquilo, cariño—esbozó una sonrisa algo divertida. —, no es mi tipo.
Ambos tomaron asiento delante suya. La mirada de Axel parecía quemarla, pero de una manera un poco distinta a lo que esperaba. Casi la estaba sofocando, y estuvo tentada de abanicarse con una mano.
—Abby, solo queremos protegerte.
—No necesito que me protejáis, sé cuidarme sola... Dejad de mirar las muletas si no queréis que os la meta por donde no sale el sol. —puso los ojos en blanco, suspirando. —Ahora enserio... me hacéis sentir algo inútil.
—Vale, vale... te dejaremos tu espacio.
—Pero...—se quejó el peliazul.
—Cállate y déjame terminar. —gruñó el chico Blaze, mirando mal al chico de coleta durante unos segundos. Luego, volvió su mirada a la delantera. —Te dejaremos espacio, pero no te puedes quejar porque nos preocupemos por ti, ¿vale?
—Vale.
(...)
—¿Necesitas ayuda para bajar, hermanita?
—No te preocupes, Cece—se bajó del asiento del coche con agilidad—, soy deportista.
—El doctor Blaze dijo que no hicieras esfuerzos, Abigail. —le recordó Karen con suavidad. —Así que déjanos cuidarte.
Abigail estuvo a punto de responder a eso, pero un destello dorado llamó su atención. Era un color que ella conocía demasiado bien, así que su mirada se dirigió allí mucho antes de que ella lo pensara. Su cuerpo actuaba solo cuando se trataba de él, aunque no lo entendiese demasiado bien.
—¿Axel? —cuestionó la delantera, al ver al rubio en las escaleras delanteras de la casa.
Axel parecía estar en las nubes, mientras tenía las manos en el bolsillo de una sudadera de color naranja. Alzó la mirada y se las arregló para esbozar una sonrisa arrebatadora. Se levantó y se acercó con rapidez para ayudar a Abigail a entrar, sin fijarse en las sonrisas de Karen y Celia.
—¿Qué ocurre, Axel? —preguntó Abigail una vez estuvieron en su habitación. —¿Va todo bien?
Axel suspiró, sacando del bolsillo un papel arrugado. Abigail lo reconoció como el que Byron le había dado.
—No preguntes como, porque no tengo ni idea, pero Nathan se las arregló para quitártelo. Quería leerlo para saber que quería ese chico, pero... no me pareció correcto. —explicó con suavidad, mientras le tendía el papel. —Quise venir a devolvértelo, porque no quiero que te enfades con nosotros.
—¿Nathan tiene complejo de ninja o algo? —musitó, observando el papel, pues ni siquiera se había dado cuenta de que ya no lo tenía.
Axel pestañeó, algo confundido porque no se lo quitara de las manos.
—¿No vas a leerlo?
—No. ¿Lo has leído?
—Por supuesto que no. —Axel se lo puso en las manos. —Yo solo se lo quité a Nathan y te lo traje, nada más.
Axel se sentó al lado de Abigail y ambos observaron el papel con gesto algo ausente.
—¿No tienes ganas de leerlo? —cuestionó Axel.
Abigail suspiró. No podía ocultarle las cosas a Axel. Así no funcionaban las relaciones.
—No era un admirador, Axel. —admitió, frunciendo los labios. —Es otro jugador de Rai Dark.
La mueca de Axel fue inundada por la perplejidad y no lo culpó. Ella pondría la misma cara de estar en la situación inversa.
—Abby...
—No lo digas. —lo detuvo ella, con un gesto de la mano. —Él no es mala persona, tan solo es una marioneta que Dark maneja a su antojo. No es muy distinto a como lo era yo cuando nos conocimos...
Sabía que no le había gustado que se llamara mala persona por la forma en la que estaba apretando los labios. O por como los ojos negros que la observaban chispeaban con enfado.
—¿Hace mucho que lo conoces? —preguntó Axel con voz ronca.
Abigail vaciló.
—Prácticamente desde que entré en la Royal. —admitió, sorprendiendo al delantero. —Nunca entendí porque Dark quería manejar a dos colegios al mismo tiempo, y ahora mismo, dudo de sus intenciones. Algo me dice que está tramando algo malo... y que mi hermano y los demás están en el ojo del huracán.
Axel se mantuvo en silencio unos segundos, meditando el asunto.
—¿Quieres llamar al detective Smith? —cuestionó.
—Sí, pero no ahora. —Abigail dejó el papel en el fondo de una de las mesillas, para luego girarse hacia el rubio a su lado. —Ahora solo quiero mimos de mi novio.
El chico rio levemente, disipando la tensión que había sentido en su cuerpo. Estiró una mano y apartó el pelo de la chica, con un movimiento suave, a la par que las yemas de su dedo acariciaban la piel ajena.
—¿Así que quieres mis mimos? —preguntó en un susurro, con la voz ronca, mientras esbozaba una sonrisa ladeada. —¿Eso quieres, bebé?
—Axel. —advirtió ella, aunque en vez de tono severo su voz salió en un jadeo.
Tenía explicación demasiado clara. Axel había posado sus labios en la piel sensible del cuello nada más acabar su oscura pregunta, y ahora sonreía de forma triunfal al escucharla jadear por lo bajo. Abigail tragó saliva al sentir los besos húmedos de su novio en la zona, mientras inclinaba la cabeza en dirección opuesta para darle mayor acceso. Contuvo un grito cuando Axel la mordió suavemente, aunque más bruto de lo normal.
—Axel, mi hermana y Karen están en la sala. —le recordó Abigail, entre jadeos.
Axel levantó la cabeza, con sus ojos obsidiana brillando con malicia.
—Entonces procura no ser muy ruidosa, amor.
(...)
Ciudad de Inazuma
Zona Este
Residencia de los Hills
Había pocas cosas en la vida que Abigail consideraba suficientemente acertadas como para considerarse como algún tipo de paraíso, pero sin duda, despertar en los brazos de Axel lo era. El rubio cernía sus fuertes brazos en torno a su figura, aprisionándola contra su pecho desnudo, como si temiera que algún momento se fuera a ir o a evaporar. La hacía sentirse en casa, la hacía sentirse querida, y ella adoraba esa sensación. Aunque, también causaba que un pequeño fuego se iniciase en su bajo vientre, uno que le era condenadamente difícil de ignorar.
La respiración de Axel en su nuca le erizaba la piel casi tanto como el calor que emanaba de su piel. Abigail siempre había notado la calidez del chico, desde el primer momento en el que lo había conocido, pero nunca pensó en que hubiera tantos tipos de calor.
Estaba el calor cálido, el que emanaba con solo mirarla, el que emanaba cuando le sonreía de manera suave; seguramente se podría encuadrar en el término del amor o algo por el estilo. También estaba el chispeante, el que saltaba cuando uno de los dos se enfadaba, o cuando sus espíritus competitivos chocaban con algo de violencia; seguramente era la rivalidad que siempre tendrían, la tensión que emanaba de ellos. Y luego estaba el ardiente, el que le quitaba el aliento. Ese se hacía presente cuando le sonreía de forma lobuna, cuando sus ojos negros chispeaban, cuando la besaba, cuando la tocaba; era la lujuria, el deseo.
Abigail se había jurado que en su vida podría encontrar a nadie que la hiciera temblar con sola una mirada, pues siempre había pensado que ella era la que tenía el poderío. Hasta que se cruzó con Axel Blaze. Y ahí supo que tenía a su complemento ideal, a la pieza que le faltaba a su puzzle perfectamente ordenado. Axel era ese calor que le faltaba, y el que rezaba porque nunca le faltase. La hacía sentir... viva, además de muchos otros adjetivos, que iban de lo más suave a lo más candente. Su mente se llenaba de pensamientos hormonales con solo sentir la presencia de su novio, pero, ¿Quién iba a juzgarla?
¿Quién iba a juzgar sus pensamientos pecaminosos con solo observar a su novio? Axel Blaze era el sinónimo del pecado, pero sin duda, era un delito que Abigail estaba dispuesta a cometerlo las veces que fuera necesario.
Se removió entre los fuertes y cálidos brazos del delantero, lo suficiente para ser capaz de observarlo. Era increíble como alguien que era el sinónimo de lo ardiente, pudiera lucir tan calmado en ese momento. Parecía un ángel, con los ojos cerrados y la respiración tranquila. El pelo crema le caí sobre la frente, luego de que ella lo hubiera despeinado y soportado sus quejas por ello. Sus labios, todavía algo hinchados por la actividad reciente, estaban estirados en una pequeña sonrisa, como si estuviera soñando algo verdaderamente hermoso. Su torso desnudo y trabajado se movía conforme sus respiraciones, tentando a la mente hormonal de Abigail a hacer actos de los que nunca se creería capaz de realizarlos.
Abigail tuvo que rechazar el sinónimo de "ángel" para su novio, pues este se quedaba atrás. Axel era una obra de arte. El mismísimo David de Michelangelo se quedaría tieso al verlo a él. Cada parte del Delantero de Fuego parecía haber sido esculpido con tiempo, delicadeza y con el simple objetivo de volver loco a todo aquel que posara los ojos sobre el chico. Era como las estatuas regias de la antigua Grecia, de cuerpos esculturales. Axel no tenía nada que envidiarle a ellos, pero nada de nada.
Estiró una mano y le acarició la mejilla con la yema de los dedos. Axel se removió, emitiendo un sonido entremedias de un ronroneo y un gruñido, mientras se removía, escondiendo la cabeza en el cuello de Abigail. Ella sonrió, casi sin poder evitarlo. Sonrió como una tonta enamorada.
Pues lo era.
—Vamos, cariño, despierta. —le susurró al oído.
Axel gruñó.
—No quiero.
—Lo sé, pero hay que hacerlo. —replicó Abigail, mientras deslizaba las yemas de sus dedos por la trabajada espalda de su novio, apreciando como los músculos se tensaban a su paso. —Tienes entrenamiento y no puedes faltar.
—No quiero. —volvió a gruñir Axel, el movimiento de sus labios rozando el cuello de su novia.
Abigail se estremeció levemente, aunque bufó cuando Axel los tapó con las sábanas. Contuvo una risita lo mejor que pudo, pues se le estranguló la respiración cuando notó las manos de su novio en sus caderas.
—Ya sé que estás despierto, Axel, deja de hacer eso.
—No.
—¿Por qué?
—Porque si abro los ojos, dejaré de verlo. Y no quiero.
Abigail frunció el ceño con confusión.
—¿Ver el qué?
—Nuestro futuro juntos.
Holiii :D
Abby realmente no tiene suerte con su pierna y las muletas, y aún así intenta jugar el partido, si eso no es ser cabezota entonces no sé que lo será. Creo que en eso se parece un poco a Axel, (solo un poco, eh). Pero ya habéis visto que el único que le dejaba jugar era Mark... hasta que se sintió intimidado. Honestamente, si Jude y Axel me miran serios, me replantearía el subirme a un árbol y no bajar.
Bueno, de nuevo tenemos a Byron haciendo de las suyas. Todavía no tenemos el motivo de sus acciones, pero, ¿creéis que puede haber algo que justifique todo lo que hace? Ay, Aphrodi, en la primera temporada me dueles mucho, con lo bueno que eres...
Y sí, era necesario meter más escenas de Abby y Axel, porque me dan la vida. Axel se ha puesto cursi, que pocas veces pasa, así que espero que la hayáis disfrutado. Y sobre lo que han hecho (o no), yo no digo nada. Lo dejo a vuestra imaginación, porque este es un fic de fútbol, no de otra cosa (alv, esquivo los comentarios que pueden venir mejor que Mark los balonazos de la Royal jaja).
Bueno, ¡espero que os haya gustado!
Ya sabéis que podéis hacérmelo saber mediante vuestro voto y vuestros comentarios. Cada vez estamos más cerca del final de la primera temporada, así que imagino que tendréis vuestras opiniones y teorías (sobre todo si habéis leído la primera versión y tenéis el hype en tensión por si he hecho muchos cambios). De todas maneras, os contestaré a todo lo que pongáis, como siempre.
¡AH! Y muchas gracias por las casi 3k leídas. Me hace mucha ilusión ver como crece la historia, porque es como plantar una semilla y observar como brota poco a poco. Muchas gracias por darle una oportunidad a la historia de Axel y Abby, porque crece gracias al apoyo que le dáis. Os aseguro que todavía hay mucho por leer de ellos dos, y los demás libros de la trilogía, así que no os perdáis nada de nada porque está que arde (jajá, broma con el título, que mala soy).
Nada más por mi parte, pero ya sabéis que nos leemos en comentarios.
¡Hasta el próximo miércoles!
~I 👑
|Publicado|: 10/11/2021
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