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CAPÍTULO DOS
Royal Academy vs Instituto Kirkwood
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Hace un año y medio
Ciudad de Inazuma
Instituto Kirkwood
Campo del Instituto Kirkwood
Las gradas del estadio se encontraban totalmente abarrotadas de seguidores del fútbol, ansiosos por el encuentro que no tardaría en disputarse. Y no era para menos, pues el partido enfrentaría a los líderes de los dos grupos, los claros candidatos a ganar el título del Torneo de Fútbol Frontier. Ambos equipos eran muy distintos, y por eso el público ardía en deseos de ver aquella batalla.
Por un lado estaba la Royal Academy. Llevaba más de treinta y cinco años siendo la campeona del torneo, ni un solo año habían perdido. La racha de victorias del equipo era claramente abrasadora, pues no habían perdido ni un solo partido desde que Ray Dark era comandante. El equipo de la Royal era agresivo y poseía una gran fuerza, nada que ver con la apariencia casi pacífica de sus jugadores. Todo era gracias a la dirección de los hermanos Sharp, los herederos de industrias Sharp y unos genios en la estrategia. La alianza de los mellizos hacía que nadie pudiera ver una estrategia que fuera capaz de romper las de la Royal Academy. La capitana, Abigail Sharp, sabía que orden debía dar en cada momento, y todos los jugadores la obedecían al instante. Jude Sharp, su hermano mayor, era la mente diseñadora de los planes de gran velocidad. La mente conjunta de ambos era la perdición de sus rivales.
En el otro lado, estaba el Instituto Kirkwood. Eran prácticamente nuevos en el Torneo, pero habían sido la gran sorpresa. No habían perdido ni un solo partido desde el inicio del torneo, y era un logro por la gran cantidad de novatos que tenían. Entre ellos, estaba su delantero estrella, Axel Blaze. El chico era el más joven de la plantilla, pero sin duda el mejor. Era él el que dirigía el ataque, pues además, era el capitán del equipo. Todos los jugadores se movían siguiéndolo con facilidad, bueno, todos menos tres. Los hermanos Murdock, los trillizos del Kirkwood, tenían una enorme envidia por el joven delantero. Se peleaban entre ellos por querer salir de la sombra de Blaze, y por eso sus compañeros debían remediar sus errores. Pese a eso, el gran juego en equipo del Kirkwood era, sin duda, la razón por la que habían llegado a ser líderes de su grupo.
Los jugadores de ambos equipos salieron al campo y de inmediato se escuchó el recibimiento del público. Mientras los del Kirkwood saludaban amablemente, los de la Royal parecían estar sordos y no escuchar los gritos de sus fans. Se parecían más a unos robots o soldados desfilando que a unos niños que jugaban al fútbol. Se limitaron a caminar hasta formar una recta y precisa línea a unos pocos centímetros del círculo central del campo.
El árbitro les hizo un gesto a ambos equipos, manteniendo un rostro sereno, aunque en el fondo el adulto estaba algo nervioso por el encuentro. Era un partido de los dos titanes del Torneo. Dos grandes equipos muy distintos. Era el choque del juego en equipo y harmonía, frente al juego de un ejército perfectamente coordinado. Nada bueno podía salir de allí. En especial, porque cuando la Royal Academy perdía la paciencia, el partido se convertía en un recital.
Abigail Sharp alzó la barbilla y se dispuso a cumplir con su labor de capitana, sintiendo la mirada de todos sus compañeros sobre ella. Caminó unos pasos y extendió la mano derecha hacia delante, mientras sus ojos bicolores se fijaban por primera vez en el capitán rival. Lo estudió en silencio, pues no era lo mismo que verlo en pantalla. No era rubio, ni platinado, sino un color crema, como el de algunos pasteles. Sus ojos no eran marrones como mucha gente pensaba, eran negros, como la boca de un lobo, como una obsidiana. Era menos pálido de lo que se veía, estaba ligeramente bronceado. Era alto, más que ella, y a pesar de ser joven, su cuerpo comenzaba a moldearse por los entrenamientos.
Axel Blaze entrecerró los ojos de forma muy sutil, mientras observaba a la chica frente a él. Era unos pocos centímetros más baja que él. Su larga melena castaña cobriza estaba atada en una alta coleta, atado con una cinta naranja en la que antes debía de haber un lazo, pues estaba cortado. Sus ojos eran grandes, ligeramente achinados y de dos colores, algo que le llamó la atención. La mitad del iris era marrón avellana, pero el otro era rojo rubí. Alrededor de la pupila había pequeñas pinceladas pardas y verdes. Era pálida, mucho más que él. Acabó de analizarla cuando estrechó la mano que ella le había tendido.
El tacto les ardió a ambos, y estuvieron tentados de soltarse al momento, pero se controlaron. Debían mantener las formas. Nadie debía saber que había sido como tocar la planta de una cocina mientras se está cocinando. Que había sido como acercarse a una hoguera en pleno verano. Y también había tenido algo de electricidad. Como cuando cierras la puerta de un choque y este te da una pequeña descarga de regalo.
—Es un honor para nosotros jugar contra vosotros. —pronunció el rubio, formal, con una voz ronca que la chica frente a él no se esperaba. —Esperemos que el partido sea ameno.
—Hagamos que el público se entretenga, Axel Blaze. —respondió la capitana de la Royal, pillando por sorpresa al rubio crema, aunque este no lo exteriorizó. Soltó la mano del chico y clavó su mirada en el resto de los jugadores. —Os deseo buena suerte, jugadores del Instituto Kirkwood. —volvió a mirar al capitán. —La vais a necesitar. —añadió, sonriendo de lado.
—Puede que os sorprendamos, Sharp. —devolvió Axel, mientras la comisura de sus labios se elevaba hacia arriba. —No somos simples datos.
Abigail retuvo una risa mordiéndose el interior de la mejilla. ¿Acaso el chico Blaze estaba coqueteando con ella o abriendo el campo de batalla? No lo tenía claro. Pero quería averiguarlo.
—Ten cuidado, Blaze. —advirtió, con falso tono dulce. —La Royal Academy aplasta a todos sus rivales.
—No hay nada que el fuego no pueda derrotar. —sentenció el capitán del Kirkwood, haciendo un gesto con las cejas.
Ambos capitanes hicieron un gesto con la cabeza, para luego caminar hacia sus respectivos campos. Los demás jugadores habían estado presenciando la escena, y cada uno tenía su propia opinión. No solo de lo que habían visto, o lo que estaba por pasar. No, algunos juraban que habían visto como saltaban chispas entre ambos jóvenes.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó David Samford a su capitana. —Por un instante he pensado que ibais a empezar a puñetazos.
—¿A puñetazos? —repitió Joseph King, para luego largar una fuerte carcajada. —Yo estaba contando los segundos para que ambos se echaran el uno sobre el otro.
—Claro, a puñetazos. —insistió Samford.
—No, idiota. —intervino Waldon, rodando los ojos con fastidio. —Parecía que se iban a comer el uno al otro.
—Me perdí. —confesó Dereck, haciendo que Alan y Gus asintieran a la vez.
—Suficiente. —gruñó Jude, algo irritado. —Centraos en el partido y nada más.
—Alguien está celoso....
—¡King!
El portero se carcajeó fuertemente mientras caminaba hacia la portería, sonriendo de forma felina. Sus ojos naranjas chispeaban con dirección mientras recibía la mirada irritada del estratega del equipo. Si algo le gustaba a King, aparte de jugar al fútbol, era sacar de quicio a ambos herederos Sharp. Era su pasatiempo favorito, desde luego.
—Axel, ¿Qué ha sido eso? —preguntó Malcolm, mirando a su capitán. —Juraría que...
—No ha sido nada, Malcolm. —lo cortó Axel, aunque su mirada estaba clavada en la capitana rival, quien le sonreía con sorna. —Ya sabíamos que a Abigail Sharp le gusta sacar de quicio a sus rivales.
—Pero a ti también...
—Exacto. —los ojos negros del rubio volaron a su compañero. —Eso es algo que ellos no se esperaban. Por eso este partido va a ser interesante.
Malcolm chasqueó la lengua.
—Si tú lo dices...
—Tranquilízate. Daremos lo mejor de nosotros. Eso es todo.
A veces, a Malcolm le gustaría tener la tranquilidad que Axel Blaze mostraba antes de un partido. No tenía nada que ver a cuando chutaba el balón, pues se volvía más salvaje. Tenía sentido que le llamaran el Delantero de Fuego, pues su carácter explotaba y se volvía abrasador. Cual llamas de fuego.
—Comandante, deberíamos dar alguna indicación. —señaló el segundo entrenador.
—Todavía no. —sentenció Ray Dark, de brazos cruzados. Parecía aburrido. —Dejemos que nuestros queridos hermanos Sharp observen al rival un poco.
—¿Sin ninguna orden?
—Sin ninguna orden. —esbozó una siniestra sonrisa. —Quiero ver cuanto progresan en un partido.
[...]
Ciudad Inazuma
Estadio del Instituto Kirkwood
En todos los años que llevaba dirigiendo el juego del equipo, Abigail Sharp jamás había tenido que jugar el segundo tiempo de ningún partido. Sin embargo, allí estaba. De pie, en medio del campo, esperando a que el árbitro indicara el inicio del segundo tiempo. Tenía la mandíbula apretada y el ceño fruncido. Estaba irritada por tener que jugar otros cuarenta y cinco minutos.
Sin duda, la advertencia de Axel Blaze había sido acertada. El Instituto Kirkwood era mucho más que una lista de datos. Evolucionaban en cada jugada, como si apuntaran sus errores y los corrigieran en la siguiente. Se habían vuelto algo impredecibles. Y si eso le parecía interesante, también la irritaba. No podían perder el partido. Ni siquiera un empate estaría considerado. Debían ganar. Eran la Royal Academy, ellos jamás perdían un partido.
—Abby, —la llamó David, haciendo que girara la cabeza. —¿Qué haremos?
—Creo que llegó el momento, hermana. —señaló Jude, de brazos cruzados.
—Sí, —murmuró Abigail, luego de mirar al entrenador. —Iniciamos ya.
—¿Estáis seguros de que es buena idea? —cuestionó David.
Los mellizos intercambiaron una mirada, para luego decir:
—No.
—Pero no tenemos alternativa. —señaló Jude.
—Es una orden del comandante. —farfulló Abigail, haciendo que su cuello crujiera. —Y las órdenes del comandante son absolutas.
David asintió y se mantuvo en silencio, pues sabía que los hermanos tenían razón. Cuando el comandante Dark daba una orden, ellos debían ejecutarla a la perfección. Dudar no estaba entre las opciones, fallar aún menos. Todos y cada uno de los jugadores tenían alguna razón de peso para seguir bajo las órdenes de Ray Dark. Ninguno de ellos se podía permitir el lujo de ir por su cuenta, por mucho que no les gustaran sus métodos. Debían obedecer, simplemente.
Nada más sonar el pitido del árbitro, David se lanzó al ataque. Derribó a Axel Blaze, tirándolo al suelo de un movimiento brusco. Luego, de eso, mandó el balón a la melliza Sharp, quien intercambió una mirada con su hermano. Jude asintió, recibiendo el pase y golpeando a uno de los trillizos en el pecho. El balón acabó en Abigail, quien hizo exactamente lo mismo que su hermano. Ese era el plan de ataque más mezquino de la Royal Academy: atacar a los jugadores rivales.
Los jugadores de la Royal siguieron las órdenes de su comandante, pasándose el balón y lanzando balonazos a los jugadores rivales. Marcaron varios goles, pero a ninguno le importó demasiado. Solo querían que los del Kirkwood se rindieran de una vez para dejar de usar aquella táctica. Todos la odiaban, principalmente los hermanos Sharp. Ellos querían jugar a su fútbol, crear las estrategias, no empezar a balonazos.
Abigail observó en silencio como el balón rodaba hacia ella con lentitud. Alzó el pie derecho y lo posó sobre el cuero, esperando alguna reacción ajena a ella. Alzó la mirada al escuchar un gruñido de dolor y por poco perdió la compostura. Axel Blaze se estaba levantando, lentamente pero lo hacía. Tenía el rostro lleno de suciedad, alguna herida y algún corte. Le temblaban las articulaciones, pero sus ojos negros no habían perdido la chispa de energía. Parecía enfadado.
—¿A esto le llamas fútbol? —le reclamó.
—Así juega la Royal Academy. —recitó Abigail, con expresión vacía.
—¿Jugar? ¿A esto le llamas jugar? Ni siquiera estáis jugando al fútbol. —escupió el rubio, mientras se ponía de pie, algo tambaleante. Calló la queja de uno de sus compañeros, pues a ninguno le parecía buena idea enfrentarse a la capitana rival. —Los balonazos no es jugar al fútbol.
—Da igual lo que te parezca, Blaze, las cosas son así y no cambiarán. —replicó la chica, con tono monótono y aburrido. Era como si no fuera la primera vez que lo decía. —Si no te gusta, puedes quedarte en el suelo y no mirar.
—¿Cómo puedes ser tan mezquina? —soltó Axel, con el ceño fruncido. —¿Cómo puedes dañar a niños como tú a simple balonazo? Eso no es juego limpio, Sharp.
—¿Niños como yo? —replicó, soltando una risa ácida. —Tendremos la misma edad, Blaze, pero no tenemos nada en común.
—Tienes razón. Nosotros jugamos al fútbol. —señaló Axel, mientras apretaba la cinta de su brazo, y su expresión se enfurecía. Estaba agotado, pero su enfado era mayor. —Tu hermanito y tú os hacéis llamar los grandes estrategas, pero para dar balonazos no hay que ser muy hábiles.
Aquello enfureció a Abigail. Podía tolerar que se metieran con su fútbol. Podía tolerar que la insultaran. Pero jamás toleraría que se metieran con su familia.
—¡¿Es que no puedes quedarte calladito y tumbado?! —bramó, furiosa, mandándole un balonazo al chico en todo el pecho.
La grada enmudeció, viendo como el Delantero de Fuego volaba varios centímetros antes de estrellarse contra el suelo, soltando un gruñido de dolor. La capitana de la Royal Academy se acercó lentamente, mientras el rubio se revolvía sobre sí mismo para levantarse.
—¡Axel!
—¡Mantente en tu sitio! —bramó el rubio, frenando a su compañero. —Estoy bien.
—Eres realmente estúpido, Axel Blaze. —señaló Abigail, mirando al chico frente a ella como si fuera un experimento. —Tan temerario como estúpido. No deberías desafiar a la Royal Academy. Jamás.
—Claro, se me olvidaba que sois la todopoderosa Royal Academy. —farfulló con sarcasmo, mientras ponía los ojos en blanco.
—Rendíos de una vez. —exigió la chica Sharp, molesta. —Es estúpido que sigáis. Acabareis todos lesionados y el Kirkwood desaparecerá tan rápido como ha aparecido. —esbozó una sonrisa lentamente. —Sé un buen capitán, Blaze, y preocúpate por tus compañeros.
—¿Rendirnos? —repitió el rubio, incrédulo. —No me verás rendirme, nunca. Mis compañeros pueden hacer lo que le dé la gana, yo no pienso rendirme.
—¡Axel!
—¡Capitán!
—Eres tan terco, Blaze. —señaló Abigail.
—Abigail. —la chica se tensó al escuchar la voz de su entrenador. —¿A qué estás esperando, capitana?
Abigail apretó los labios en una línea, irritada. Una parte de ella quería mandarlo todo al demonio y salir del campo con rapidez, pero no podía hacer eso. En el fondo, ella no quería seguir aquella orden. Pero no podía desobedecerle, o su pequeña estrellita saldría mal parada. Y no dejaría que nada le pasara.
La pierna derecha de la chica se movió hacia atrás, para luego ir hacia delante con fuerza. La bota impactó contra el balón, el cual salió disparado con velocidad. El cuero impactó contra el abdomen de Axel Blaze, quien contuvo un gruñido, mientras le fallaban las piernas y acababa de rodillas en el suelo. La grada contuvo un grito ahogado, mientras los jugadores de la Royal apartaban la mirada.
—Se acabó el partido. —sentenció la chica, con voz fría.
Giró sobre sus talones, bajando la mirada el césped para que nadie viera las lágrimas que comenzaban a acumularse en sus ojos. Sus pasos se vieron frenados ante la exclamación de uno de sus compañeros y se giró con rapidez. Observó atónita como Axel Blaze volvía a ponerse de pie.
¿Por qué lo hace?, se preguntó, confundida. ¿Por qué sigue levantándose? ¿Por qué no se rinde?
—Este fútbol... ¿te hace feliz? —cuestionó Axel, con su mirada clavada en la capitana. —¿Te hace feliz, Sharp?
—¿Disculpa?
Axel soltó una risa sarcástica, tosiendo levemente.
—He dicho, que si este fútbol te hace feliz.
—SI me hace... ¿feliz? —Abigail parecía desconcertada, parpadeando varias veces.
Axel Blaze esbozó una sonrisa de lado, pues había acertado de lleno. La perfecta máscara de seriedad de Abigail Sharp se había quebrado, y vio la realidad. Una niña asustada, una marioneta.
—¿Abby? —la llamó David, sin obtener respuesta. Desvió su mirada hacia el delantero. —¿Qué crees que haces, Blaze?
—Yo no he hecho nada, Samford. —replicó el chico, con tranquilidad, mientras trataba de mantenerse recto. —Solo le he hecho una preguntita de nada.
—Estúpido cotilla...
Justo cuando David iba a patear el balón, un brazo se interpuso en su camino. El delantero del parche observó con incredulidad como su capitana lo había detenido, pero ella no lo miraba. La mirada bicolor de Abigail estaba clavada en la oscura de Axel, quien parecía retener una sonrisa.
—No. —soltó Abigail, confundiendo a David, pero contestando a Axel. —La respuesta es no, Blaze.
—¿De qué narices hablas, Abby? —reclamó Samford.
—Bien. —Axel soltó un quejido al moverse, mientras buscaba algo con la mirada. —Árbitro, nos retiramos.
—¿¡Qué?!
—Pero Axel...
La queja de los jugadores del Kirkwood murió en cuando el cuerpo de Axel Blaze se desplomó sobre el campo de juego, con un ruido sordo que heló la sangre de muchos de los presentes.
Principalmente la de Abigail Sharp, pues ella había sido la última persona a la que el chico Blaze había mirado antes de desplomarse.
¡Hola, hola! ¿Qué tal estáis? Espero que bien.
Este capítulo es realmente importante para toda la trama. Básicamente porque Axel ha hecho que Abigail se cuestione lo que hace.
(¿Os suena a Mark y Jude? ¿Víctor y Arion? ¿Asuto/Sonny y Haizaki/Elliot? Es intencionado jiji).
Cuando decidí mandar la historia a borradores para reformarla, esta fue la principal razón. Necesitaba escribir los inicios de la relación de Abby y Axel. Sentía que había demasiadas lagunas vaya.
Bueno, ¿Qué os ha parecido el capítulo?
¡Espero que os haya gustado!
Nada más por mi parte, pero
¡Nos leemos en comentarios!
~I 👑
|Publicado|: 04/08/2021
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