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CAPÍTULO DIECINUEVE
Experimentos
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Abigail suspiró, mientras daba una vuelta en su cama. Hacía veinte minutos que Axel se había ido y ya lo estaba echando de menos. Y el solo pensar aquello le hizo darse cuenta de que se estaba convirtiendo en una cursi de manual.
<< ¿Qué demonios me está haciendo este chico?>>, se preguntó.
La puerta se abrió y ella frunció el ceño, algo confundida. Axel no se había dejado nada, Celia estaba en su club de fotografía y los señores Hills trabajando. Por eso, contuvo un gruñido al ver entrar a alguien con el rostro metido dentro de una capucha negra.
—Hola, Abigail.
Ella alzó la vista y bufó al ver los ojos rojos de Byron.
—¿Es que no te enseñaron en la escuela lo que es allanar casas y que es delito? —cuestionó de forma retórica. —Deja de acosarme, me agotas la paciencia.
—No te acoso, preciosa, simplemente te estoy advirtiendo de... la realidad.
—Sigue soñando. —soltó, sarcástica.
—Ya lo hago.
Abigail bufó, molesta.
—¿Qué demonios quieres de mí? —preguntó molesta, queriendo que se fuera de una vez. —Dime la verdad, Byron, y no te pongas en plan trascendental como sueles hacer.
<<La pregunta sería... ¿Qué es lo que no quiero de ti?>>, pensó él, pero no lo dijo en voz alta.
Byron sonrió, sabiendo que faltaba muy poco para que consiguiera lo que ansiaba. Se acercó a la chica y le susurró unas palabras en el oído. Palabras mágicas, las habría llamado así, puesto que hicieron que ella se levantara de la cama, enfadada.
Ambos salieron de la casa, y el chico la guio hasta un coche que a la chica le era muy familiar. Quizás demasiado. Se subieron en él y ella se sentó lo más alejado del chico que pudo.
—Oh, venga ya, que no muerdo. —bufó Byron.
—Pero me das alergia.
Byron soltó una carcajada algo amargada y tomó una de las piernas de la chica, para luego tirar. La acercó un poco a él, comenzando a sonreír.
—Tranquila, tengo lugares mucho mejor que este. —susurró, con una sonrisa torcida. —Te mereces un sitio mejor que un sucio coche.
—Suéltame, idiota... a no ser que quieras que te deje un tatuaje en medio de la frente, en cuyo caso, tienes cinco segundos para recibirlo.
Byron la soltó, a regañadientes, pues apreciaba su rostro.
Un silencio se instaló en el coche luego de que Abigail se alejara todo lo que pudo, hasta que el vehículo se paró. Byron la obligó a bajar, la tomó de la mano y la arrastró a uno de los ascensores que había delante de ellos. Subieron en absoluto silencio, ella de brazos cruzados y él mirándola de soslayo, tratando de contener una sonrisa. Cuando las puertas se abrieron, Abigail maldijo internamente.
—Me alegro de verte, Abigail.
—No puedo decir lo mismo. —gruñó, con su voz cargada de rabia. —¡Deberías estar pudriéndote en la cárcel, como la escoria que eres!
—Ya sabes cómo actúo, Abigail, no deberías estar tan sorprendida de verme. Después de todo, me conoces desde hace mucho tiempo.
—¿No te bastaba con intentar matar a los chicos del Raimon? —preguntó ella, con tono frío. —¿Ahora usas a un adolescente para secuestrarme? ¿Es enserio? ¿Tan bajo has caído?
Abigail ignoró la mirada dolida que Byron le dio. Estaba demasiado ocupada apretando los puños con fuerza, tratando de calmarse, como para preocuparse por si había ofendido al chico con complejo de vampiro.
—¿Qué demonios quieres de mí?
—Ya sabes lo mucho que me gustan los experimentos, mi querida Abigail—Ray Dark sonrió de aquella forma tan característica de él; bastante siniestra. —, y tú hace mucho que no participas en uno de ellos. ¿No te apetece?
Por supuesto que Abigail sabía de que estaba hablando. Conocía a Byron desde hacía años, puesto que Ray Dark lo usaba, junto con otros niños, para formar a jugadores con gran potencial. Jamás usaba a los chicos de la Royal, por alguna razón que ella no acababa de entender. Solo al chico a su lado y a otros que, daba por supuesto, formaban parte del mismo equipo.
—¿Y si me niego? —preguntó ella, bufando.
—Entonces le haré una pequeña visita a uno de tus amigos. Quizás será Nathan Swift, o Mark Evans, o puede que tu hermano... —Ray Dark sonrió con malicia. —O mejor a tu querido Axel Blaze... Sí, tengo entendido que te llevas muy bien con él. Puede que le haga una pequeña visitita.
La chica tragó saliva, mientras su mueca indignada parecía temblar levemente.
No podía ponerlos en peligro, no sabiendo lo que el hombre frente a ella era capaz de hacerles.
(...)
Ciudad de Inazuma
Instalaciones desconocidas
—Otro. —ordenó Ray Dark, en tono seco.
El chico corrió hacia Abigail. Ella se levantó del suelo, sin mostrar ni una pizca de cansancio, y le hizo frente. El chico le hizo un regate rápido y ella fijó la vista en el balón, sin perderse ningún movimiento. En un parpadeo, le hizo una entrada rápida, mandándolo al suelo y consiguiendo quitarle el balón.
De reojo, vio como el chico se ponía de pie y se movía a velocidad inhumana. Pero algo lo delató; la posición de sus piernas. Tenía intención de hacerle una segada, de eso no tenía duda. En el último instante, pegó un salto, haciendo que el chico pasase por debajo de ella. Dio un giro en el aire y aterrizó en el suelo. Sin perder el tiempo, tiró a puerta, marcando gol de nuevo, mientras se secaba el sudor de la cara.
Ray Dark la observaba con una pequeña sonrisa en sus facciones.
Ahora, pondría a prueba si era verdad. Si la chica era su creación más perfecta.
Aunque ya tenía una teoría en su mente.
—Byron, tu turno. —ordenó, casi ansioso.
El chico de melena se acercó a ella, retándole con la mirada. Abigail sonrió, de forma algo sarcástica, mientras retrocedía hasta el área de la portería. Byron también sonrió, de forma ladina, y lanzó el balón hacia arriba. Se impulsó y golpeó el balón, haciendo con fuerza su súper técnica.
Abigail fijó su mirada en el balón, concentrándose en que sería capaz de parar aquel tiro. "La diosa de la victoria siempre sonríe a quienes no se dan por vencidos", era lo que Mark le había dicho en el último partido que habían jugado juntos. Y lo que repitió como un mantra, mientras el balón volaba con velocidad hacia ella.
Justo cuando parecía que no iba a ser capaz de hacer nada y que el balón le daría de lleno, se movió. Dio un giro y su pierna derecha golpeó el balón con fuerza. Sus músculos reaccionaron con rapidez, contrayéndose, y devolvieron el balón con el doble de potencia inicial. Este se estrelló contra la pared que estaba enfrente de ellos, dejando un amplio agujero, para luego explotar como si fuera un fuego artificial.
Abigail miraba con una sonrisa de superioridad a Byron y a Ray Dark observaban lo que antes era pared. Ninguno de los dos se esperaba aquel resultado. Y ella lo estaba disfrutando en silencio.
—Hay que haceros más fuertes. —gruñó el comandante, antes de salir de allí.
Ella sonrió de forma aún más amplia, mientras trataba de recuperar el aliento.
<<Necesitarás duplicar su fuerza si quieres que logren vencerme en algún momento de su vida, Ray Dark. >>, pensó ella, con gracia.
Abigail desvió su mirada a Byron, quien se acercaba a ella. Lucía como cuando era niño, la mirada algo avergonzada por haber perdido, de nuevo.
—Sigue siendo como antes. —murmuró, suspirando. —Siempre eres tú la que gana...
La chica estuvo a punto de contestar, pero comenzó a ver puntos negros. Hasta que sintió como su cuerpo se inclinaba hacia un lado y, tras un golpe seco, se sumió en la oscuridad.
(...)
Ciudad de Inazuma
Centro de la ciudad
Hospital Universitario de Inazuma
Abigail se despertó en la camilla de un hospital, y frunció el ceño con confusión. No recordaba que había pasado. Miró su pierna derecha, viendo que había una enorme bolsa de hielo encima. Sonrió al ver la cabeza de Axel apoyada a su lado, luciendo dormido. Le acarició levemente los cabellos. Él se removió como si fuera un niño pequeño y la tomó de la mano.
—Hey, despierta, bello durmiente. —le dijo con cariño. —¿Prefieres que te lo diga cantando? Porque te aseguro que no canto demasiado bien...
Poco a poco, Axel comenzó a abrir los ojos. Se desperezó totalmente, como si nada, hasta que se dio cuenta de que ella estaba despierta. Suspiró aliviado y se inclinó hacia ella, dejando un casto beso en sus labios que la dejó con ganas de más.
—Menos mal que estás bien. —murmuró Axel, acariciando suavemente su mejilla con la yema de los dedos, mientras la observaba como si fuera lo más hermoso del mundo. —Me has dado un susto de muerte.
Ella se mordió el labio inferior, intentando no reírse de la imagen que tenía delante. Lo agarró del cuello de la camisa y lo besó de forma suave, pues había añorado la textura de sus labios contra las suyos. Quizás mucho más de lo que estaba dispuesta a admitir en voz alta.
—¿Cómo te encuentras? ¿Te duele algo? ¿Necesitas medicina-?—preguntó Axel, mientras se frotaba un ojo para despertarse, luciendo terriblemente adorable. Frunció el ceño cuando Abigail se echó a reír. —¿Qué? ¿De que te ríes?
Abigail tomó uno de los mechones rubios del chico y sonrió de lado.
—No soy muy especialista en el tema—habló, intentando no reírse. —, pero creo que te has olvidado de ponerte gomina en el pelo, cariño.
Axel bufó, estresado, e intentó ponerse el pelo en su sitio con las manos. Abigail retuvo la risa de nuevo.
—No, déjalo así. —pidió ella, intentando detener las manos de él, en vano. —Estás guapo igual, cariño.
Él puso morritos, una forma de decirle que no estaba para nada de acuerdo.
—Oye, amor, que no me has contestado a la pregunta. —se quejó, sonando como un niño pequeño.
Ella volvió a mirar su pierna derecha e hizo una mueca de disgusto.
—Estoy bien, no me duele nada, pero... ¿Crees que pueda jugar?
—Los médicos han dicho que no es nada grave. —respondió Axel, mientras se sentaba en la camilla y la atraía hacia su cuerpo. —Que no entrenaras en las próximas horas y que, tal vez, podrás jugar en el siguiente partido.
Abigail suspiró. No tenía demasiada suerte con aquella pierna, desde luego que no.
—¿Dónde están los demás? —cuestionó, algo sorprendida de que solo estuviera el rubio con ella.
—Están por los alrededores del hospital, dando vueltas como los hámsteres en sus ruedecitas. El entrenador los ha amenazado, luego de que entrasen como si fueran una manada de elefantes y los echaran a patadas. —le explicó, sin dejar de mirarla. Había estado muchas horas sin verla, y ahora temía que si parpadeaba, se fuera a esfumar. —Lo que ha sido una batalla campal, casi literalmente, ha sido convencer a Nathan y a Jude para que me dejaran entrar a mí. Suerte que tu hermana y las demás me han echado una mano, o de lo contrario, seguiría discutiendo con ellos.
Ella sonrió sin poder evitarlo. Se podía imaginar de forma muy exacta al peliazul y a su hermano mayor echando humo por las orejas por no poder ir a verla.
—Ahora, nos vas a contar todo lo que ha pasado, ¿verdad? —cuestionó Axel, algo más serio que antes.
Abigail asintió, aunque pensó en si debía mencionar o no a Byron. Decidió que, por el momento, no diría nada de él. Después de todo, el chico no dejaba de ser una de las múltiples marionetas del excomandante, una víctima más.
—¿Axel? —lo llamó, al darse cuenta de que se había quedado en silencio y simplemente mirándola. —¿Te encuentras bien?
—Casi me ha dado un infarto. —confesó él, en un hilo de voz. —Cuando no te encontraba por ningún lado y nadie sabía de ti... pensé... que... que te había perdido.
—Axel, cariño, estoy bien. —le aseguró, mientras lo miraba de forma intensa. —Estoy aquí, contigo. No me voy a ir a ninguna parte.
Axel dejó un beso en la frente de Abigail. La atrajo más hacia su cuerpo y ella escondió la cabeza en su pecho, escuchando el latido del corazón del delantero. Aquel sonido la relajaba, le gustaba. Volvió a levantarla para mirarlo a los ojos, disfrutando de la cercanía, pues sus labios se encontraban a escaso centímetros.
El chico se los relamió lentamente antes de besarla, aprovechando el tiempo que habían perdido. La besó mostrándole cuánto la había añorado, y en el fondo, cuánto la quería. Tanta emoción la abrumó, pero se esforzó en devolverle el beso con la misma intensidad. Quería que supiera que era mutuo.
Se separaron de golpe al oír la puerta de la habitación abrirse.
—¿Papá? —soltó Axel, mientras miraba al hombre que acababa de entrar.
El médico levantó la cabeza al escuchar la voz del rubio. Lo miró algo extrañado.
—¿Axel? ¿Te ha pasado algo, hijo?
La chica no sabía que cara poner. Realmente no se esperaba que el padre del rubio se fuera a encargar de su caso. De nuevo.
—No ha sido a mí. —replicó el chico, con tono tranquilo, separándose lo justo de la chica. —Ha sido a Abby.
El médico la miró de arriba abajo, y contuvo un suspiro.
—¿Abigail, otra vez la pierna derecha? —preguntó, elevando una ceja.
—Hola, señor Blaze. —murmuró ella, intentando moverse para sentarse de otra forma. —Supongo que mi pierna no tiene demasiada suerte...
—Estate quieta. —la regañó Axel, mientras la tomaba por un brazo.
El padre del chico los miraba como si fueran alguna clase de partido de tenis. Incluso sonrió de forma muy escueta al verlos discutir entre susurros.
—Axel, ¿te vas a quedar para ver como la examino? —cuestionó con interés. —Te vendrá bien para cuando seas médico.
El mencionado tragó saliva al ver la pequeña sonrisa que se formó en los labios de la chica. Luego, recordó lo que había dicho su padre. Su mirada se volvió fría y su expresión volvió a su clásica seriedad.
—Es mejor que no, padre. —murmuró, con tono tosco. —Debo llamar a los demás y avisarles de que Abby está bien.
Se levantó de la camilla. Sin importarle nada que su padre estuviera delante, mirándolos, dejó un casto beso en los labios de la chica. Luego, salió de la habitación tan rápido como sus piernas se lo permitieron.
El hombre suspiró con cansancio y se acercó a ella, sin motivación para discutir con su hijo mayor. Comenzó a examinarla, mientras ella pensaba en lo que acababa de pasar. Sin duda, Axel no tenía ni el mínimo interés en ser médico, que era, evidentemente, lo que su padre deseaba.
—Parece que estás mejor de lo que creíamos, solo tienes algún raspón superficial. —comentó el doctor Blaze, luego de revisar los cortes y arañazos de la cara y el torso de la chica. —Veamos cómo está esa pierna sin suerte.
La tocó con cuidado, sin dejar de observar las reacciones de ella. Pero Abigail no emitía ningún ruido, y su mueca no cambiaba por el dolor. Seguía mirándolo con seriedad... con una seriedad que le recordó a la de Axel.
—No tienes nada roto. —informó, luego de mirar las radiografías. —De todas formas, está un poco hinchada y no debes andar encima de ella. Te daré muletas y —la miró serio—, esta vez quiero que me hagas caso, Abigail. Nada de esfuerzos, ¿entendido?
<<Genial, otra vez las estúpidas muletas>>, se quejó ella, pero lo único que hizo fue asentir con la cabeza.
El doctor estuvo a punto de irse, pues había acabado con la visita, pero se detuvo. Giró la cabeza hacia la chica, pensativo.
—¿Mi hijo y tú tenéis algo, Abigail? —cuestionó, pues llevaba tiempo preguntándoselo.
Ella esbozó una sonrisa algo boba.
—Algo así. —musitó, con timidez.
El doctor Blaze, sonrió. De hecho, se rio de forma leve.
—Es un buen chico—asintió, aunque luego frunció el ceño. —, aunque no comprendo por qué siempre es tan evasivo conmigo.
<<Quizás porque intentas imponerle una profesión que él no desea>>, pensó pero no lo dijo.
—A Axel le cuesta mostrar sus sentimientos, pero estoy muy segura de que le quiere mucho.
El hombre volvió a reír.
—Me caes bien—admitió. —, y me habéis hecho esperar demasiado, así que espero que no te deje escapar. —inclinó la cabeza, diciéndole adiós, y salió de la habitación.
Axel estaba apoyado en la pared, con los ojos cerrados, como si estuviera meditando. Los abrió en cuanto escuchó el ruido de los pasos.
—¿Cómo está? —cuestionó, sonando preocupado.
—Mejor de lo que esperaba. —reconoció el doctor, cerrando la puerta detrás de su espalda. —Es una lesión muy simple, tardará poco en recuperarse. Pero debe usar las muletas, esta vez enserio... De todas formas, ¿sabes como se le ha hecho?
El chico se encogió de hombros.
—No es muy comunicativa cuando realmente se lo propone.
—Tal para cual. —susurró el hombre, algo divertido. —¿Sabes, Axel? Me gusta tu novia.
Axel sonrió de forma algo tonta. Sus mejillas se coloraron de forma muy leve, bajo la sorpresa de su padre.
—Yo...bueno...—carraspeó, algo incómodo. —... todavía no le he pedido que sea mi novia...
—Pues creo que deberías arreglar eso cuanto antes, hijo. No es como si fuera una desconocida, es Abby. —señaló el doctor, apoyando una mano en uno de los hombros del chico apenas unos segundos. —Me tengo que ir. Nos vemos en casa, Axel.
Abigail tenía los ojos cerrados cuando la puerta se volvió a abrir. Al abrir los ojos, vio a Axel con las mejillas algo rosas y una extraña sonrisa en los labios, un tanto tonta. Lo miró con curiosidad.
—¿Qué pasa, cariño? —le preguntó, algo confundida.
—Mi padre piensa que somos novios.
—Bueno, no lo que dicho que seamos novios... porque no me lo has pedido, tonto.
—También es verdad.
Axel se sentó a su lado, mirándola con ternura.
—Hemos pasado a la fase de ponernos cariñosos sin preguntarlo, ¡nos hemos saltado una base! —se quejó ella, mientras ponía morritos.
Axel aprovechó para darle un pequeño beso en los labios, mientras se sentía enternecido por su reacción. Ella contuvo una risita, mientras escondía la cara en el hueco del nacimiento del cuello de él.
—¿Es realmente necesaria la pregunta? —cuestionó Axel.
—Pues claro que lo es. —señaló Abigail, mientras lo miraba con indignación.
Él suspiró ante la mirada decidida de la chica.
—Está bien...—carraspeó. —Abby, amor mío, ¿Quieres...?
—Sí.
—Pero si no me has dejado acabar. —se quejó, bufando. —¿Para que demonios querías que te hiciera la pregunta si no me vas a dejar acabarla?
Ella rio, arrugando la nariz de forma adorable. O eso creía Axel.
—Lo siento... bueno, en verdad no lo siento. —volvió a reír, ante el berrinche del rubio, para luego besar una de las mejillas de él. —Solo quería escuchar el comienzo, la verdad.
—Eres una pesadita, eh. —farfulló él.
—Sí. ¿Pero sabes qué? —esbozó una sonrisa ladeada. —Esta pesadita es ahora toda tuya.
Axel soltó algo parecido a un ronroneo, algo que pilló con la guardia baja a la chica. Se inclinó, uniendo sus labios con los de ella. Por alguna razón que desconoció, un intenso fuego lo recorrió entero, centrándose en algunas partes. Se separó, jadeando levemente, y abrió los ojos como platos.
Se levantó para volver a irse, algo apurado.
—Vengo ahora, no te muevas. —le advirtió.
Abigail sonrió, algo divertida.
Algo más de cinco minutos después, la puerta se volvió a abrir. No era su novio, —que extraño era ahora llamarle de esa manera—, sino dos chicos que conocía muy bien. Uno de pelo azul como las cristalinas aguas de una playa, y el otro marrón, como el de las cortezas de los árboles, atado en una coleta de rastas. Ambos suspiraron, casi a la vez, y se acercaron con rapidez a abrazarla.
—No vuelvas a darnos un susto así...—comenzó Nathan, con el ceño fruncido.
—... o te encadenamos a la cama. —finalizó Jude.
Abigail soltó una extraña risita, confundiendo a ambos chicos.
—Bueno, en todo caso, creo que eso puede hacerlo perfectamente mi novio.
—¿Tu novio? —preguntaron a la vez, con perfecta coordinación, sonando confundidos.
Abigail esbozó una sonrisa boba. Aquello fue suficiente para que ambos entendieran.
—Mmm.... Me parece que voy a tener una charla con cierto rubito. —murmuró Jude, mientras hacía crujir sus nudillos.
Nathan lo miró como si hubiera perdido la cabeza por completo.
—No seas bruto, hombre, que es Axel, no cualquier desconocido.
Jude asintió con la cabeza, aunque farfulló cientos de cosas para él. Cosas que los otros dos presentes no lograron escuchar.
Los dos chicos se sentaron en la camilla, uno a cada lado de la chica.
—No vuelvas a asustarnos así, ¿oíste? —pidió Nathan, con un brillo extraño en la mirada.
—Han sido las peores horas de nuestra vida. —murmuró Jude, de acuerdo con el velocista.
Abigail suspiró, y durante unos segundos estuvo tentada de hacer un comentario sarcástico. Después de todo, no era como si ella hubiera pedido que alguien la secuestrara y la obligara a participar en un experimento. Pensó en decirlo, pero lo descartó al notar el aura de tristeza que emanaba de ambos. Así que abrió los brazos, rodeando a ambos.
—Ay, chicos, que haría yo sin vosotros y vuestro drama.
—Abby.
—Vaya manera de jorobar el momento, hermanita.
(...)
Ciudad de Inazuma
Zona centro
La sala se encontraba en total silencio, puesto que ninguno de los presentes se atrevía a decir ninguna palabra. Los jugadores miraban a la delantera de forma algo furtiva, aguardando a que dijera algo para responder a la pregunta que le habían hecho. Todos estaban nerviosos, pues querían saber qué había pasado.
Abigail, algo incómoda, jugueteaba con el collar que tenía, idéntico al de Axel, quien se encontraba a su lado. Una parte de ella se preguntaba cómo era posible que todos hubieran entrado en la habitación en la que estaban, y como había sido posible que lo hubieran permitido. Después de todo, los habían echado del hospital por parecerse más a una manada de elefantes que a un equipo de fútbol.
El detective Smith tenía su oscura mirada clavada en ella, siendo una forma de ejercer presión y que hablara. La pregunta tenía a todos en ascuas. Y quizás por eso, Abigail suspiró, mostrando que iba a hablar. Y aquello ocasionó que el hombre encendiera la grabadora.
—¿Quiere saber que me pasó? ¿Cierto? —el tono de Abigail estaba entre el sarcasmo y el aburrimiento, una combinación que hizo que el delantero de fuego le apretase los hombros de forma gentil. —Bien. Pues me secuestraron e hicieron que me enfrentaran a adolescentes como si fuera una jodida marioneta de circo. Por cierto, adolescentes cuyas habilidades fueron modificadas por solo Zeus sabe el qué, lo que se supone que debía ser una ventaja para ellos. Pero, ah, sorpresa, no lo fue. —soltó, logrando que casi todo el mundo se tensase al instante.
Los chicos se miraron los unos a los otros, sin saber muy bien qué decir. Se esperaban cualquier cosa, salvo que alguien hubiera secuestrado a su delantera para algo tan... extraño.
Axel masajeaba suavemente los tensos hombros de su novia, intentando calmarla un poco. Aquel gesto hizo que recibiese una minúscula sonrisa a cambio.
—¿Quién fue? —preguntó Jude, casi en un gruñido, rompiendo el tenso silencio que se había producido luego de tremenda confesión. —¿Quién fue, Abby?
Abigail dejó de mirar a su chico para clavar su mirada en su hermano mayor. Jude no necesitó que su hermana hablase con palabras, puesto que su mirada hablaba por sí sola. Tuvo claro al instante quién había sido.
—Ray Dark. —gruñó enfadado, mientras apretaba los puños con fuerza.
¡Holiiii! :D
Okay, no sé que me pasa últimamente pero todos los capítulos me salen intensitos. Mis disculpas, pero es que estamos, poco a poco, entrando en la fase final de esta primera temporada (si tenéis en mente la línea temporal de la serie, la primera temporada va hasta el final del Torneo Frontier).
Como podemos ver, Byron sigue empeñado en algo. El niño no sabe lo que es un no o una mala cara, nah, le da igual. Pero, ¿Qué será exactamente lo que quiere? ¿Y en donde entra Abby ahí? Lo iremos viendo poco a poco, porque se las da de misterioso, pero acabará por ser muy evidente.
¡Ray Dark vuelve a la carga! Ya sabéis el refrán: mala hierba nunca muere. Está empeñado en seguir con su plan oscuro, al menos hasta que el Raimon aparezca para pararle los pies. ¿Os dais cuenta de que era lo que estaba pasando en los primeros capítulos? Los chicos a los que Ray Dark se refería cuando dijo que estaban esperando a Abby para entrenar, son Byron y compañía. I mean, lleva (llevaba) todos aquellos años preparando el Zeus a base de enfrentarlos contra Abby.
Entonces, ¿significa eso que los del Zeus parten con ventaja, o puede que Abby ya sepa algo de ellos? Recordemos que tiene una excelente memoria, así que es posible que se acuerde de la manera de jugar de todos. Lo veremos, lo veremos. Aunque para ese partido todavía queda...
¡Es oficial, es oficial! ¡Abby y Axel son novios! *inserten grito fan*
Sí, se estaban tardando, en algo tienen que ser lentos estos dos. Porque ya os adelanto que desde este momento, se van a volver más... intensitos. Se me han ido de la mano algunas escenas, así que me disculpo, pero... son adolescentes y hay una cosita que se llaman hormonas. No digo nada y digo todo jajá.
El collar que tiene Abby... ¿Qué creéis que es? ¿La bota plateada que tiene Axel en el anime, u otro distinto? ¡Hagan sus apuestas!
Bueno, ¿Qué os ha parecido el capítulo?
Si os ha gustado, no olvidéis hacérmelo saber. ¿Cómo? Mediante vuestra estrella y algún que otro comentario. Sabéis de sobre que os contesto siempre y que no hay nada que alegre más a un escritor (yo me incluyo) que leer los comentarios de un capítulo. Así que dejadme vuestras opiniones, críticas, teorías y estaré encantada de responderos.
Os hago una pregunta, ¿Cual es vuestro personaje favorito de Go? (Me refiero a de los chiquitos, no me vengáis ahora con los adultos, eh).
(El mío es Riccardo <3)
Nada más por mi parte, pero nos leemos en comentarios.
¡Hasta el miércoles que viene!
~I 👑
|Publicado|: 03/11/2021
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