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CAPÍTULO DIECISÉIS
Complicado

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Ciudad de Inazuma

Instituto Raimon

Vestuarios femeninos

Los pasos sonaban cada vez más cerca. Abigail dejó la bolsa en uno de los bancos y giró sobre su eje, lista para mandar una patada en cualquier momento. Se concentró en cuanto la sombra se paró enfrente de la puerta del vestuario de chicas.

Dio un paso adelante, dejando que la luz alcanzara su rostro. Los ojos de la chica se entrecerraron, mientras trataba de ocultar su sorpresa. ¿Por qué el chico estaba allí?

—Hola, Abigail. —saludó él, sonriendo y avanzando.

Ella lo examinó detenidamente. Había cambiado un poco.

Un mechón de cabello color lima o rubio apagado le caía por delante de la cara, dando a su rostro un aspecto más salvaje. La larga melena le daba por debajo de la cadera y estaba perfectamente peinada. Sus ojos, de un tono rojo mucho más oscuro que los de Jude, la miraban con intensidad. Como siempre hacía.

—¿Qué demonios haces aquí?

Él negó con la cabeza, como si se estuviera contestando a sí mismo.

—Eso no tienes que saberlo todavía, querida. Todavía es pronto. —sonrió de forma enigmática.

—¿Pronto para qué? ¿De qué cuernos hablas? ¿Qué quieres de mí? —preguntó Abigail entre dientes, cansada de que no le contestase.

<< La pregunta sería, ¿Qué no quiero de ti?>> pensó él.

—Adiós, Abigail, te estaré observando de cerca.

Se dio la vuelta y desapareció en la oscuridad.

Abigail corrió hacia el pasillo y miró hacia todos los lados, pero el larga melena ya no estaba. Era como si se hubiera esfumado.

¿Qué demonios acababa de pasar?






(...)

Lo

El chico salió del Instituto Raimon caminó por las calles de la ciudad. Se entretuvo dándole patadas a una lata.

La verdad era que volver a ver a la chica lo había dejado bastante impactado. Le habían dicho que su carácter fuerte había ido a peor y que había mejorado el poder de helarte con solo una mirada o un comentario, pero nadie lo había avisado de lo bella que se había puesto. Se había quedado totalmente hipnotizado al mirarla.

De nuevo.

Un coche negro se paró a su lado, sacándolo de sus pensamientos. La ventanilla tintada de atrás se abrió, dejando ver a aquel hombre que había logrado darle tanto poder.

—¿La has visto?

—Sí. Será interesante conseguir que se una a nosotros. —dijo el chico, lleno de confianza.

El hombre sonrió, con aquella sonrisa que provocaba escalofríos a más de una persona, menos a él. El mini dios no le tenía ningún miedo.

—Espero que consigas tu misión.

Y con esas palabras, cargadas de advertencia, el coche desapareció en la bonita noche, dejando al chico solo.

Lentamente, una sonrisa de satisfacción se formó en las suaves y casi angelicales facciones del chicos. Sus ojos rojos como la sangre, chispearon.

<< Pronto estarás de vuelta allá donde perteneces, mi reina>>





(...)







Ciudad de Inazuma

Instituto Brain

Campo del Instituto Brain

Los jugadores del Instituto Raimon eran capaces de predecir todos y cada uno de los movimientos de los jugadores del Raimon. Los del Raimon no hacían más que defenderse, logrando que los tres delanteros del equipo estuvieran completamente frustrados.

<<Defendiendo no ganaremos>>, se quejó la delantera, intentando pensar en un plan.

Todo el equipo estaba en gran tensión. En especial, Axel Blaze, pues sus intentos de marcar con el Tornado de Fuego eran nulos.

Desde lo sucedido el día anterior, los dos adolescentes no habían tenido oportunidad de hablar, a pesar de que el chico lo había intentado, pues siempre los interrumpían. Si no era Nathan que la llamaba, era Mark que lo llamaba a él. O incluso las gerentes para hablar con Abigail.

La mirada de la delantera se desvió a las gradas, donde vio a Jude, quien estaba observando el partido con una sonrisa. Al menos hasta que reparó en su hermana melliza y como esta le sonreía de forma un poco cínica, mostrándole que lo había pillado. Él se movió hasta que solo se veía el cabello y ella volvió su mirada al partido, poniendo los ojos en blanco. A veces su hermano mayor era un poco infantil.

El Brain marcó gol luego de haber jugado como quisieron con Mark y los demás. La chica apretó los puños con ira al ver que el equipo rival, luego de haber conseguido su gol, querían mantener la ventaja por encima de todo, pasándose el balón entre ellos y sin mostrar intenciones de atacar. Los delanteros y centrocampistas del Raimon intentaban robarles el balón, tarea difícil. La delantera maldecía en su mente a Ray Dark, pues estaba claro que él estaba detrás de todo. Aquella técnica era muy propia de él.

El capitán del Raimon estaba realmente indignado con el juego de los del Brain.

El primer tiempo acabó y la frustración se apoderó de los jugadores del Raimon.

—Tranquilas, han mejorado mucho después de haber utilizado el Campo Centella. —Nelly intentaba convencer a las otras gerentes, o quizás a sí misma.

—Sí, pero...—replicó Silvia, algo triste. —... han conseguido parar todas nuestras técnicas.

Los jugadores se metieron en el túnel de vestuarios. Abigail estaba inmersa en sus pensamientos, pensando en qué hacer, mientras el brazo de Nathan se cernía sobre sus hombros.

—Felt. —lo llamó Mark, llamando la atención del capitán del Brain. —¿Por qué no habéis atacado para aumentar la ventaja? Así no se puede jugar al fútbol.

—Han sido órdenes del entrenador. Una victoria da igual que sea por un gol o por diez, hemos de reducir los riesgos hasta que se acaba el partido. Nunca conseguiréis marcarme un gol, tenemos todos vuestros datos y eso os llevará a la derrota.

—¿Ah sí? ¿Y eso como lo sabes? —cuestionó Mark, pareciendo decidido. —La suerte solo sonríe a aquellos que buscan la victoria con decisión, no a los que se echan atrás.

Abigail sonrió de forma leve. Aquello era muy propio del capitán.

—Lo que no aparece en los datos, no puede ocurrir. —replicó Thomas Felt, seguro de lo que decía.

—Y dale con los datos, pero, ¿de verdad te gusta a ti ese fútbol?

Respóndeme, Sharp, ¿te hace feliz este fútbol?

—¿Qué si me gusta?

Abigail sintió un deja vu, por lo que miró de reojo a Axel, quien parecía serio mientras observaba la escena frente a él. La mirada de Mark brillaba llena de determinación,

—En la segunda parte os enseñaremos lo que es el verdadero fútbol.

Porque quieres jugar al fútbol. Al verdadero.

Abigail atravesó con la mirada a Felt. Este, al sentirse observado, la miró, para luego hacer una inclinación con la cabeza, como si fuera una especie de reverencia. Ella se dio la vuelta, ignorándolo olímpicamente, mientras maldecía de nuevo a Ray Dark. Si aquel chico se dejaba manipular por el hombre, no merecía su atención.

El equipo comenzó a volver al campo. Axel se retrasó y se puso a la altura de la chica.

—Reciben órdenes a través de los cables que llevan en la cabeza. —dijo Abigail, sin dejar que él hablara. —Tenemos que romper su técnica ya.

Él asintió, de acuerdo con ella.

—Lo sé, pero juegan con nosotros como quieren.

Estaban llegando a la salida del polideportivo, casi en el campo. Pero, Axel la tomó del brazo y la obligó a mirarlo.

—Necesito hablar contigo. —señaló, serio, y ella supo de qué quería hablar. —Te espero después del partido en el parque de siempre.

Se giró sin dejar que ella replicase, simplemente haciendo que se quedara mirando su espalda. Abigail suspiró y lo siguió.

El partido comenzó de nuevo y los del Brain siguieron con su juego. Los del Raimon no conseguían dar ni una. Abigail giró la cabeza hacia Mark y asintió una sola vez, aprobando la idea que el portero tenía en su mente. De pronto, este comenzó a correr hacia el campo contrario, dejando a Bobby con cara de tonto frente a la portería. Miraba hacia todos los lados, preguntándose si eso le estaba pasando de verdad a él. La chica soltó una pequeña risa.

Mark chutó a puerta, fallando el tiro. Pero, después de eso, el Brain perdió por completo la concentración y como Abigail había predicho, se abrió una fisura en su juego. La delantera logró robarles el balón en un suspiro, para luego superar a algunos rivales con toques y alguna de sus piruetas, presumiendo un poco. ¿Para qué mentir? Le encantaba lucirse en el campo.

Con su pase, Mark y Axel aprovecharon para chutar juntos, creando una nueva súper técnica, el Superrelámpago. Luego de eso, Abigail le pasó el balón a Kevin, quien remató con su Remate Dragón. Pero no era más que un pase a Axel, quien golpeó el balón con su Tornado de Fuego.

Cuando parecía que todo iba a acabar bien, Neil Turner intentó parar el tiro de Axel, haciendo presión contra su pie. Debido a la fuerza que ambos delanteros habían utilizado, acabaron cayendo al suelo, dejando a ambos fuera de juego. Abigail apretó los puños con frustración, esperando a que el partido se acabara de una vez.

Cuando sonó el pitido final, salió corriendo hacia el rubio y lo ayudó a ponerse de pie. Con ayuda de Kevin, lo llevaron hasta el banquillo, donde la chica le examinó el pie. Tenía un esguince, de eso estaba segura. Lo tocó y el chico se quejó.

—Vaya quejica estás hecho. —se burló, sonriéndole.

—No lo soy. —gruñó él.

—Claro, claro. Vamos, te llevaremos al hospital.

Lo ayudó a levantarse de nuevo.

—Pero tenemos que hablar, yo...—Axel se calló ante la mirada que ella le estaba dando. —Vale, vale, está bien. —el chico pasó un brazo por encima de los hombros de la delantera. —Pero luego hablaremos de eso. Y me dejarás pedirte perdón por haber salido corriendo como un idiota.

<<No tienes que disculparte, idiota>>, pensó pero no lo dijo.

Los ojos de Axel estaba brillando en ese momento, como si estuvieran guardando alguna clase de promesa. Ella tragó saliva al ver como las pupilas se le dilataba y solo atinó a asentir.

Por algún motivo que desconocía, Jude miraba con seriedad al Delantero de Fuego. No sabía que era eso lo que su hermana le ocultaba. Sí, realmente sabía que ella le ocultaba algo, pero no se había imaginado que tendría que ver con el goleador de fuego.

El chico de rastas dio un giro sobre su eje y comenzó a caminar hacia el lado opuesto. Tenía el ceño fruncido.

Parecía que iba a tener unas palabritas con su hermanita.





(...)






Ciudad de Inazuma

Centro de la ciudad

Hospital Universitario de Inazuma

Abigail esperaba en la sala de espera a que Axel saliera del médico. Jugueteaba con sus dedos, nerviosa, esperando que lo que el chico tuviera no fuera grave. Al poco tiempo, el pelicrema salió con unas muletas y con cara de querer echarse a llorar.

—Me quiero morir. —se quejó, haciendo un mohín.

Ella se rio, viendo lo adorable que él había quedado al realizar aquel gesto. Se ganó una mala mirada del pelicrema, pero lo ignoró totalmente y agarró ambas mochilas. Comenzaron a caminar por el hospital hacia el exterior poco a poco, muy poco a poco. El chico era realmente patoso con muletas.

Llegaron al coche, ambos viendo el trabajador del hospital que estaba esperando para ayudar al pelicrema al subir al coche. Eso dañó un poco su orgullo pero no lo manifestó, pues la mirada de Abigail estaba sobre él.

Después de unos minutos en silencio, llegaron a casa del chico. Abigail se apresuró a bajar para ayudar a Axel.

—Puedo yo solo. —murmuró con egocentrismo.

—Oh, perdón, Su majestad. En ese caso, adelante.

Se apoyó en la puerta del coche y observó la escena, divertida.

El chico intentaba levantarse, apoyándose en la pierna buena, pero lo único que conseguía era caerse hacia atrás. Después de varios intentos, se rindió.

—Vale, no puedo yo solo. —se quejó, desanimado.

—Te iba a hacer suplicar por mi ayuda, —dijo ella, esbozando una sonrisa divertida. —pero me diste penita.

Lo agarró del brazo y lo levantó, sosteniéndolo para que mantuviera el equilibrio.

Él bufó y agarró las muletas para ser capaz de andar, a velocidad de caracol. La chica tanteó sus bolsillos buscando las llaves, mientras el rubio tragaba saliva. Abigail abrió la puerta y por poco dio un brinco del susto. Una mujer mayor estaba del otro lado.

—Oh, Axel, ¿pero que te ha pasado? —preguntó preocupada la mujer.

Axel sonrió de forma cálida.

—Nada, Diddi, es solo un esguince. Tranquila.

La mencionada asintió, todavía no muy convencida y luego se fijó en la chica que había al lado del rubio. Axel se tragó una risita y entró en su casa como pudo, caminando hacia su habitación, donde cerró la puerta.

—Soy Abigail, — habló la adolescente, formal. —¿se acuerda de mí?

—Claro que sí, cariño. —le dijo Diddi, de forma amable, mientras esbozaba una dulce sonrisa. —¿Tienes hambre? ¿Quieres que te prepare algo?

—No, estoy bien. Muchas gracias.

Agarró de nuevo la mochila del rubio y entró en la casa, seguida de la mujer mayor. Ella le dijo que si la necesitaban, estaría en la cocina, a lo que Abigail solo atinó a asentir con la cabeza. Luego, caminó hacia la habitación del pelicrema. Llamó antes de entrar, por si no lo pillaba en un momento adecuado.

Después de escuchar un "adelante", abrió la puerta. Se quedó en el marco, observando los pósteres de fútbol en la pared, los trofeos en la estantería y los peluches en la cama. Cerró detrás de su espalda cuando el dueño del lugar se lo pidió, mientras su mirada seguía observando todo a su alrededor. Estaba todo muy ordenado, algo que no se esperaba.

Se acercó a la cama y agarró un osito enorme, de color marrón avellana. El peluche tenía dibujada una pequeña sonrisa y las patas abiertas, como si estuviera pidiendo un abrazo. Aquello casi la hizo reírse, pero se controló lo mejor que pudo.

—Em...esto...—Axel carraspeó. —Estoy aquí, eh.

Se giró a mirarlo, mientras seguía teniendo entre sus manos al peluche. Axel se había cambiado de ropa en un santiamén, llevando ahora algo que parecía un pijama. Al menos, en algún momento de su vida había sido un pijama.

—Hola. —dijo ella, con voz extraña, mientras lo saludaba con una de las patas del osito.

<<Parezco tonta>>

Axel soltó una carcajada, pues lo había pillado con la guardia baja, y la invitó a sentarse en su cama. Ella lo hizo, y se instauró un silencio entre ellos. Se miraban de reojo de vez en cuando y cuando las miradas de ambos se encontraban, apartaban la mirada al instante. Ninguno sabía como tocar el tema con suavidad, pues ninguno de los tenía un carácter fácil. Ambos eran un poco... explosivos.

La mano bronceada de Axel tiró con suavidad de la barbilla de ella, haciendo que lo mirase. El pelicrema había estado concentrado en qué iba a decir y se dio fuerzas a sí mismo.

—No sé muy bien que me pasó ayer, al menos no lo sabía hasta que no hablé con Diddi. —comenzó, con tono algo más bajo del normal. —Estaba celoso. Y no pensé muy bien lo que hice. —solté un suspiro. —Perdóname, por favor.

—Hablas mucho. —se quejó ella, tapándole la boca con la mano. —Y eres un poco tonto. Sabes perfectamente que Jude es mi hermano.

—Que ya lo sé. —protestó él, bufando. —No estaba celoso de ti, sino de él. No como tu hermano, sino como persona. —se quedó unos segundos en silencio. —Él pudo estar en tu habitación, dormir contigo, y yo no.

—Eres tonto. —repitió Abigail, intentando no reírse.

Axel puso mala cara, en un berrinche más típico de un niño pequeño. Pero luego, una idea cruzó su mente. Y formó una sonrisa maliciosa en sus facciones.

—Así que esas tenemos, ¿eh?

En un abrir y cerrar de ojos, se había abalanzado sobre la chica. Abigail no tuvo tiempo ni de quejarse hasta que fue tarde, pues Axel ya le estaba haciendo cosquillas.

—¡Ax...Axel! ¡Para, por favor! —se quejó, riéndose a carcajada limpia.

—Solo si me dices algo bonito. —aceptó el goleador, ampliando su sonrisa. —Como que soy el mejor de todos y que me quieres.

—En tus sueños, Blaze.

—Vale.

El rubio aumentó las cosquillas, haciendo que la delantera se retorciera como un gusano y se riera hasta acabar por llorar.

—Vale, vale... para. —farfulló ella, jadeando. —Ay, Axel, piedad...—el chico le dio un poco de espacio para que pudiera hablar. —Eres el mejor de todos... y....

—¿Y?

Ella suspiró, cerrando los ojos levemente.

—Y te quiero, estúpido.

Axel le pellizcó el costado:

—¿Cómo has dicho?

—Te quiero, Axel.

El chico dejó las manos en el estómago de ella, sonriéndole ahora de forma real.

—Vuelve a decirlo. —pidió.

Ella alzó una ceja, pero la expresión facial del chico la hizo bajarla. Sin controlarlo, sonrió.

—Te quiero, Axel. —repitió, sintiendo como su corazón se aceleraba al pronunciarlo. —Solo a ti.

El mencionado se quedó mirando a la castaña debajo de él, sintiendo como su corazón le iba a salir por la garganta en cualquier momento. Pero, quiso aprovechar el momento.

—Ya, ya lo sabía. —se rio.

—Idiota. —Abigail le pegó en el pecho, todavía sonriendo.

—Ajá, pero... ¿sabes qué? —preguntó, haciendo que ella negara. —Te quiero, Abby. Siempre lo he hecho y siempre lo haré.

—¿Incluso cuando nos conocimos y te tumbé a balonazos? —inquirió ella.

—Incluso cuando estás en modo perra psicópata. —asintió él.

Abigail soltó una pequeña risita, algo nerviosa. Se quedaron mirando el uno al otro, notando como las pequeñas llamas comenzaban a nacer. La chica podía ver perfectamente como los ojos obsidiana de Axel la miraban con deseo, por lo que se mordió el labio inferior de forma inconsciente.

—¿Me dejas morderlo a mí? —preguntó él, con voz ronca.

Abigail asintió muy levemente. Las manos de Axel tomaron las suyas y se acercó lentamente a su boca. Sus respiraciones aceleradas se mezclaron cuando los separaban escasos centímetros. El delantero pareció perder la paciencia que le quedaba y se lanzó sobre los labios de ella. Lamió el labio inferior de la castaña, haciendo que ella abriera la boca y por poco le temblaran las piernas, para así introducir su lengua.

De nuevo, sintieron las llamas recorrer cada parte de sus cuerpos, ardiendo en sincronía. Eran como dos incendios sin control, tratando de arrasar todo a su paso. No, no eran sin control. Ambos podían controlarlo, pero era demasiado para soportar. Lo único que hacían era mover los labios sobre los del otro, hacer que la temperatura y las llamas aumentasen. Lo único que hacían era demostrar que lo que habían dicho era verdad. Se querían, aunque sus cuerpos ya lo sabían. Las llamas ya lo sabían desde hacía tiempo.

Se separaron por la falta de aire, ambos con sonrisas estúpidas en sus facciones, y con los oídos zumbantes por los latidos. Cuando iban a volver a unir sus labios, el móvil de ella sonó. La chica soltó un largo bufido irritado mientras Axel se bajaba de encima suya, formando un puchero triste. Abigail agarró su teléfono, aguantando sus ganas de tirarlo por la ventana, y poniendo los ojos en blanco al leer el nombre del contacto.

—¿Qué cuernos quieres ahora, Jude? Espero que sea importante.

Axel soltó un pequeño bufido, maldiciendo al estratega por ser tan inoportuno. Ella le acarició la parte baja de la espalda.

—Que sepas que tienes cena en casa, en la mía, o como le quieras llamar. Así que mueve tu trasero hasta aquí. Ya.

Mientras Jude hablaba, Abigail solo estaba pendiente de los movimientos de Axel. El chico estaba apartando un mechón de su melena castaña cobriza y posando sus labios sobre la piel desnuda del cuello. Luego, mordió la zona.

—¡Ah, mierda! —se quejó, haciendo que el rubio sonriera sobre su piel.

—¿Con quien estás, Abigail? —preguntó Jude, de forma algo fría.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo, y no era culpa de Axel.

Cuando su hermano se enfadaba, empleaba aquel tono de voz y la llamaba por su nombre completo.

—Con una amiga. —dijo rápidamente.

Axel enarcó una ceja, visiblemente divertido, mientras negaba con la cabeza lentamente. Tomó la mano libre de la chica y la posó sobre su entrepierna.

—¿Te parece esto algo de chicas? —preguntó con inocencia.

Ella apretó los labios para no soltar un jadeo. La tela se cernía perfectamente a la anatomía de Axel, y de solo pensarlo, una llamarada le recorrió la espalda entera.

—Cuando llegues, hablamos. —dijo Jude al otro lado, de forma dura.

Colgó el teléfono sin siquiera despedirse, haciendo que la chica suspirara. Sin ninguna duda, la había pillado. Jude no era tonto.

Luego, se giró a mirar al rubio, quien sonreía como un niño pequeño. Pero no como cualquiera. No. Como un niño pequeño que acababa de cometer una de sus travesuras.

—¿Pero como se te ocurre morderme el cuello mientras hablaba, Axel? —preguntó, intentando fingir estar enfadada, aunque sonaba más divertida que otra cosa. —¿Acaso querías que mi hermano mayor, el cual tiene un enorme complejo de sobreprotección, me escuchara gemir tu nombre?

A pesar del tiempo que llevaba conociéndola, a Axel había cosas de Abigail que lo seguían sorprendiendo. Una de ellas, era la sinceridad con lo que decía todo. Parecía no tener pelos en la lengua y soltar todo tal cual lo pensaba. Como acababa de pasar.

Al pensar de nuevo en lo que le había preguntado, esbozó una sonrisa cargada de malicia.

—Pues la verdad es que no es mala idea...—farfulló, mientras sus ojos brillaban.

Abigail tragó saliva, negando con la cabeza, para luego sentarse en el regazo del chico. Axel colocó las manos en las caderas de la chica casi sin darse ni cuenta, mientras elevaba una ceja. Pero los labios de la delantera sobre los suyos le impidieron decir algo.

—Me tengo que ir. —se quejó ella sobre los labios del goleador, haciendo una mueca.

—Quédate conmigo. —le pidió él, pasando sus manos por la espalda ajena. —Quédate.

<<Oh, santa...>>

—Ojalá pudiera, pero tengo una cena familiar, no puedo faltar. —volvió a hacer un puchero, cerrando los ojos mientras sentía los cálidos labios del Delantero de Fuego sobre su cuello. —Créeme que si no la tuviera, me quedaría aquí contigo.

Axel suspiró, soltando la cintura de la chica. De esa forma dejaba que se levantara de su regazo y se fuera, aunque lo que él deseaba era que se quedara allí. Con él.

Abigail recogió sus cosas, para luego reparar en la expresión facial del chico. Logró que su corazón diera un vuelco y se acercó a él. Lo besó, casi haciendo que las llamas enloquecieran, para luego separarse a regañadientes.

Antes de que pudiera salir, la voz del goleador la detuvo:

—No soy un chico de sentimientos ni cursiladas, Abby. —dijo, mientras miraba al peluche del osito que antes había tenido ella. —pero te puedo asegurar que estoy enamorado de ti.

Ella tragó saliva y salió de la habitación, maldiciendo por lo bajo.

<<Yo también estoy enamorada de ti, Axel>>

Ahora debía enfrentarse a Jude y su cabreo monumental, todo causado por su complejo de hermano mayor sobreprotector. Le esperaba una larga jornada, sin duda.

Los ojos rojos como la sangre del chico de larga melena no se desviaron de la figura de la delantera en ningún momento, al menos hasta que desapareció por el final de la calle. Sonrió para sus adentros, mientras se lamía los labios.

Sí, conseguiría que la bonita castaña se uniera a ellos. Y luego, disfrutaría de su compañía un rato.

<<Ya queda menos, mi reina. Menos para que estés allí donde debes estar>>




(...)



Ciudad de Inazuma

Residencia de los Sharp.

Abigail llegó a la residencia sobre las ocho de la tarde. Era algo temprano para una cena, pero sabía que si se iba a la casa de los Hills, se tiraría en la cama y no se levantaría hasta el día siguiente. Mala idea, en especial si quería que la mala uva de su hermano fuera a menos.

Las cenas familiares no le gustaban demasiado, y mucho menos ahora. Su padre adoptivo, el señor Sharp, le haría la misma pregunta de siempre, la cual estaba muy cansada de escuchar. Pero era inevitable, ese hombre era muy testarudo.

Llamó al timbre y esperó tranquilamente. El mayordomo de la familia le abrió, esbozando una sonrisa educada al reconocerla.

—La estábamos esperando, señorita Abigail. —dijo, haciéndose a un lado para que pudiera pasar.

—Gracias, Jhon.

Le entregó el abrigo cuando él se lo pidió.

—El señorito Jude la está esperando en su habitación. —dijo el mayordomo, antes de desaparecer en dirección a la cocina.

Abigail soltó una risa nasal, pensando en la cantidad de veces que había intentado que no la llamara señorita, por supuesto en vano. Subió las escaleras y abrió la puerta sin llamar, puesto que su hermano la había molestado. Se lo encontró allí en el sillón, con la camisa medio abierta y los pantalones desabrochados.

—Bonito panorama, hermano.

Cerró la puerta detrás de su espalda, y se apoyó en ella.

—Te esperaba más tarde. —admitió él, levantándose y abrochando todos los botones.

Cuando acabó, se acercó a ella y la tomó de la mano. La llevó hasta uno de los sofás y se quedó mirándola en silencio, luego de que ambos se sentaran.

—Si te lo estás preguntando, me siguen gustando los hombres. —bromeó ella. —No soy lesbiana.

El chico puso los ojos en blanco.

—Sé que me has mentido. —murmuró algo borde, como siempre que estaba en modo hermano celoso. —Y que estabas con Axel.

—Oh, perdóneme, su señoría. —masculló Abigail con sarcasmo. —Como se me ocurrió tener la desfachatez de mentirle.

Jude contuvo un bufido.

—No me molesta que estuvieras con él, sino que me mintieras.

—¿Y que esperabas que te dijera exactamente, eh? —alzó una ceja, pero no le dejó contestar. —"Ay, lo siento, hermanito, pero ahora mismo no puedo hablar. Estoy con Axel y justo ahora mismo está encima de mí. Lo siento mucho, ¿puedes llamar más tarde? "—lo miró de forma desafiante, mientras una sonrisa divertida amenazaba con formarse en sus labios. —¿Para que te diera la vena sobreprotectora? No gracias. —se relamió los labios, y sonrió. —Tranquila, cuando pase algo con él, no te lo diré.

Jude la miraba con la boca abierta, sorprendido de que hubiera sido tan directa.

—¿Quién eres tú y que has hecho con mi hermanita?

—La Abby que tú conoces se fue volando en el momento en el que tenía al Delantero de Fuego encima de...

No pudo acabar la frase, puesto que Jude le había tapado la boca de un rápido movimiento, viendo por donde iban los tiros.

—No quiero oírte. —se quejó como un niño pequeño. —Demonios, hermana, no hace falta que seas tan explícita.

Sacó su mano, sabiendo que su hermana era capaz de lamérsela. Pudo ver perfectamente su sonrisa burlona.

—Entonces.... ¿por donde íbamos antes de fueras tan asquerosamente explícita?

—Por lo idiota sobreprotector que eres a veces, hermanito. —respondió Abigail, sonriendo más amplio.

—Agh, no te soporto.

—Anda, mira, ni yo soporto que intentes joder al Raimon, pero... me aguanto.

—Eso es otra cosa. —replicó Jude, sentándose bien.

—¿Ah sí? ¿Lo es? —ella también se acomodó, pero con una sonrisa de autosuficiencia surcando sus labios. —Pues entonces, a partir de ahora, pondré a disposición de todo el mundo todos los datos que sé de la Royal Academy.

Jude giró la cabeza, como si tuviera complejo de exorcista, y la miró perplejo.

—No serás capaz...

—Oh, hermano, no sois los únicos que sabéis jugar sucio. —señaló, con una sonrisa ladina.

El chico alzó las cejas, preguntándose en que momento sus hermana melliza se había vuelto de aquella manera. O quizás siempre había sido así y no se había dado cuenta por cualquier otro motivo. Decidió dejarlo correr.

—Aunque no me guste ni un pelo, sé que tienes algo con Axel y lo respeto. —habló serio, sin dejar de mirarla. —Pero eso no significa que no le vaya a hacer la vida imposible, eh. —sonrió con malicia. —Es mi deber de hermano mayor.

Ella puso los ojos en blanco pero sonrió. Después de todo, su hermanito aprobaba lo que fuera que tuviera con Blaze.

—Eres solo cinco minutos mayor que yo, idiota.

Jude rio levemente:

—Sigo siendo el mayor.

Abigail se enfurruñó, inflando las mejillas con algo de indignación. Jude volvió a reírse.

—Anda, pequeña estúpida, ven aquí.

La atrajo a sus brazos, rodeándola en un cálido abrazo.

Uno que ambos necesitaban pero que no lo sabían hasta ese momento.




(...)




—¿Qué tal en el Raimon? —preguntó el señor Sharp, mirando a su hija adoptiva.

Abigail estuvo a poco de atragantarse con el salmón, pero lo supo disimular con gran habilidad.

—La verdad es que mejor de lo que se pueda creer. —habló con seguridad, mientras esbozaba una sonrisa algo pequeña. —Son mucho más fuertes de lo que la gente cree, y realmente buenos. Nunca había visto un equipo que aprendiera tan rápido como ellos.

Padre e hijo intercambiaron una mirada, aunque Jude intentaba pedirle a su padre adoptivo que se comportase.

—Y... ¿puedes repetirme cuales fueron tus motivos para irte de la Royal Academy?

La chica apretó un puño por debajo de la mesa, pero su sonrisa no se borró de sus facciones.

—Finalmente me di cuenta de que no era mi estilo. —dijo simple. —Y si algo no es de tu estilo, es mejor dejarlo.

—La Royal te acogió a ti y a Jude desde que erais pequeños. Os hizo los jugadores que sois, Abigail. —replicó el señor Sharp, de forma algo dura, ignorando la mirada de súplica que le daba su hijo. —Es la mejor opción para la familia Sharp.

Abigail dejó el tenedor contra el plato y Jude supo que la bomba había explotado.

—¿Familia Sharp? —repitió con sorna, ignorando la mueca de su hermano. —Vaya, hasta donde yo llegaba, esto es de todo menos una familia.

—Ya hemos hablado de esto más veces, Abigail. —replicó el adulto, como si nada le importase o fuera con él. —El trato siempre ha sido que vuestra hermana volvería a estar con vosotros.

La chica apretó la mandíbula, no sabía si porque la había llamado por su nombre completo todo el tiempo o si porque no sabía la situación de Celia. Que ahora vivían juntas.

¿Y este hombre se hacía llamar su padre?

—Padre, déjalo. —pidió Jude.

—¿De que hablas, Jude? —el adulto clavó su oscura mirada en el chico. —¿No era lo que queríais? ¿Estar los tres juntos?

—Si estar los tres juntos de nuevo significa violar mis principios futbolísticos y morales, prefiero estar como estamos ahora. —habló la chica, con tono seco, mientras fruncía el ceño con malestar. —Después de todo, tampoco es tan malo.

Ambos hombres la miraron, uno con el ceño fruncido y otro suspirando.

—¿Qué?

—Me gusta el Raimon. Me gusta el equipo, los jugadores y su forma de seguir el fútbol. —habló con seriedad. Sabía que su padre pensaba que estaba en el equipo por pura rabieta, pero estaba hablando enserio. —Y por nada del mundo quiero volver a la Royal del comandante Dark. —miró a su hermano. —Lo siento, Jude.

El chico hizo una mueca, pero no dijo nada. Sabía perfectamente que pudiera decir para hacerla cambiar de opinión.

—Abigail, esto es inaceptable-

—Padre. —lo cortó Jude. —Abby sigue siendo la mejor, esté en el equipo que esté. Ella siempre va a ser la mejor de todos. —soltó de forma seria. —Y eso sigue siendo la estela de los Sharp, ¿o me equivoco? —la miró de reojo. —Por favor, acepta su decisión.

El hombre suspiró, pero luego de unos segundos, acabó por asentir. Abigail le sonrió a Jude de forma real, aunque él estaba sumido en sus pensamientos.

Jude había cometido un error, uno que no volvería a cometer en su vida. Había dejado a su hermana, a su otra mitad, sola ante el peligro. Jamás volvería a hacerlo, pues nunca en su vida se había odiado a sí mismo como durante aquel tiempo. Tenía una paciencia de santo, pero aguantar a todo el mundo llamándole traidora y todos sus sinónimos a su propia hermana había sido demasiado para él. No iba a tolerarlo más. No en su guardia.

Independientemente de en qué equipo estuviera, aquello no cambiaba sus sentimientos por la castaña. Seguía siendo su hermana melliza, su hermanita. Siempre ellos contra el mundo.

Esa había sido su promesa.


¡Holiii! :D

Okay, he venido intensita...tanto, que ni sé qué comentar alv.

Creo que es evidente quien es el chico de larga melena y ojos más oscuros que los de Jude... ¿Qué querrá? Ya veremos jjs 👀

¿Podemos hablar de la escena de Abby y Axel? I mean, saltaron las chispas. Estalló la bomba. Se puso potente el tema, amigas.

Al menos hasta que Jude los interrumpió...

Echaba de menos escribir sobre Jude, así que sí...los interrumpió, para tener un momento con su hermana. Y luego la cena.

El partido... Si más, ya sabíamos que iban a ganar jsjsjs.

Bueno, ¡espeto que os haya gustado!

¡Nos leemos el miércoles que viene!

~I 👑

|Publicado|: 13/10/2021

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