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CAPÍTULO QUINCE
Jude y sentimientos
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Ciudad de Inazuma
Abigail caminaba en dirección a la residencia de los Hills, siendo acompañada por Bobby. Ninguno decía nada, pues él miraba hacia el suelo. Hacía tiempo que no caminaban juntos hacia sus casas, aunque ahora ya no vivían tan cerca. Pero luego de que la chica dejara el equipo de la Royal, se habían distanciado, como todos.
—Abby, yo...
—Tú sabrás lo que haces, Bobby. —lo cortó ella, negando con la cabeza.
No lo admitiría en voz alta, pero realmente sabía en la encrucijada en la que él se encontraba. No hacía tanto tiempo que ella misma había estado en el mismo lugar, y la elección costaba más de lo que se podía llegar a imaginar.
El chico bajó la cabeza, avergonzado.
—Sé que está mal, pero no puedo defraudarles. Hice una promesa. —apretó levemente los puños.
Ninguno dijo nada más hasta que llegaron delante de la casa del chico.
—¿Sabes qué, Bobby? A veces, hay promesas que están para ser rotas porque vemos cual es el camino correcto. —dijo ella, a modo de despedida.
El chico se quedó pensando en lo que ella había querido decir con eso. Le dio una patada al suelo, soltando un bufido. Sin duda, no había cambiado demasiado. Ella y sus lecciones, las cuales nunca sabía que quería decir porque se ponía en plan trascendental.
Abigail llegó sonriendo a casa, puesto que sabía perfectamente que había conseguido que el chico tuviera algo en lo que pensar detenidamente durante unas horas. Cruzó la verja y la cerró detrás de ella. Se encontró con la casa vacía, algo raro, pero no le extrañó demasiado, pues los Hills solían conseguir trabajos pequeños. Su hermana se había quedado con Nelly y Silvia para arreglar cosas de gerentes, por lo que le había dicho que no la esperara. Así que, tenía la casa completamente sola para ella.
Subió las escaleras y abrió la puerta de su habitación. Apoyó la cabeza en ella y soltó un suspiro cargado de pesar.
Todo se había complicado. Mucho más de lo que se esperaba. Mucho más de lo que quizás podría llegar a soportar.
Quizás nunca llegaría a saber la verdad sobre el accidente de sus padres. Era un fantasma de su pasado, puesto que no se acababa de creer que hubiera sido un simple accidente.
Cada día estaba más convencida de que sentía por el chico de caballera color crema.
Y luego, estaba Jude...
Era demasiado obvio, pero lo echaba de menos. Era verdad de que toda su indiferencia le había hecho daño, pero lo perdonaría, pues era su hermano mayor. Habían compartido infinitas aventuras, incluso travesuras. El chico de rastas era su norte, su soporte. Era su mellizo, su otra mitad, quien seguramente la conocía mejor que nadie, o eso era antes. Nunca antes habían estado tanto tiempo sin hablarse, sin sus tonterías varias o sus abrazos.
Sin duda, los abrazo de Jude eran los mejores del mundo. Se sentía en casa cuando su hermano mayor la abrazaba.
—¿En qué piensas?
Una voz a su espalda la hizo salir de sus pensamientos de golpe. Se dio la vuelta, algo asustada.
—¿Jude? —pestañeó varias veces, intentando ocultar su sorpresa al verlo allí. —¿Qué...? ¿Qué demonios haces aquí?
Miró a Jude con los ojos entrecerrados, mientras él la observaba como si le extrañara algo. Estaba sentado en la cama, con los brazos en la cabeza y las gafas sobre su regazo. Eso hacía que sus ojos rubí se clavaran en ella.
—¿Qué demonios haces aquí? —volvió a preguntar.
—He venido a verte, creo que es algo evidente.
—¿A verme? —repitió, con sarcasmo. —Después de tanto tiempo sin hablar conmigo, ¿eso es lo único que se te ocurre decirme? ¿Luego de saber que estuve en el hospital y de que no me mandaras ni una mísera tarjeta? ¿Ni una llamada para saber si estaba bien? —escupió con veneno, intentando no llorar. —Yo que tú me iría antes de que alguien te vea con una traidora a la academia.
Él esbozó una sonrisa algo triste y se levantó para acercarse a ella.
—Me da igual si tengo que arrastrarme. —pronunció lentamente. —No pienso moverme de aquí hasta que me perdones.
—Pues puedes esperar sentado, señorito. —habló Abigail, pasando de largo y caminando hacia su armario. —Ahora, si me disculpa su majestad, me voy a poner el pijama y fingir que no estás.
Antes de que pudiera reaccionar, el chico la había atrapado entre sus brazos. Abigail frunció el ceño mientras miraba irritada el pecho de su hermano mayor.
—¿Qué tengo que hacer para que me perdones? —preguntó Jude, con la voz quebrada. —Lo que hice, lo que me callé, yo... no lo sentía de verdad. Estaba aterrado... yo... todo tiene una explicación, ¿Vale?
—¡Pues quiero oírla! —exclamó ella, perdiendo los nervios y comenzando a removerse. —¡Quiero saber dónde demonios quedó tu estúpida promesa! ¡Prometiste no dejarme sola nunca! ¡Lo prometiste!
Jude cerró los ojos con fuerza, algo dolorido. Apretó su agarre sobre el cuerpo de su hermana y posó sus labios sobre la coronilla de ella, haciendo que dejara de moverse. Dejó un largo beso allí, mientras Abigail se quedaba estática en el sitio. Por su mente pasó el pegarle un cabezazo, pero lo descartó al momento.
No podía dañar a su hermano.
—No puedo decírtelo, Abby, no hasta que esté completamente seguro de que lo que pienso es lo correcto. —murmuró lentamente.
La rabia recorrió la anatomía de ella. Lo empujó, apartándolo de ella, mientras las lágrimas se formaban en sus ojos. Se dio la vuelta, ignorando su presencia, como tenía pensado hacer desde un principio. Tomó uno de sus pijamas entre sus manos y cerró la puerta del armario.
—Tú también tienes un secreto que no me cuentas. —replicó Jude ante el silencio de su hermana, seguro de lo que decía. —Y aún así, yo respeto tu decisión de no contármelo. Respeta tú la mía, por favor.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Abigail. ¿Realmente su hermano sabía leerla tan bien?
Ojalá pudiera fruncir el ceño y discutirle aquella acusación, decirle que estaba del todo equivocado y que era una tontería. Pero la imagen de Axel sonriéndole pasó por su mente. Y supo que no podría siquiera mentir. Su hermano sabía cuando mentía.
—Date la vuelta. —ordenó, mientras se tragaba un suspiro. —Voy a cambiarme.
Jude sonrió de forma ladeada, pues sabía perfectamente que su hermana lo había perdonado. Pero aún así, no se dio la vuelta, sino que simplemente se tapó los ojos con las manos. Dejó una pequeña rendija entre sus dedos, solo queriendo sacar de quicio a su hermana.
—Jude...
—Venga ya, llevas cambiándote delante de mí desde que nacimos...—se calló al ver la mirada de la chica y levantó las manos en señal de derrota. —Vale, vale. Ya me giro.
En cuanto se dio la vuelta, Abigail se desvistió con rapidez y se puso el pijama. Cuando estuvo lista, avisó a su hermano, quien se dio la vuelta, inspeccionándola con la mirada.
—¿Qué? Deja de mirarme así.
—¿Así como?
—Como si no me hubieras visto en décadas. —murmuró ella, poniendo los ojos en blanco. —A todo esto, ¿Cómo has entrado?
Jude señaló la ventana con un movimiento de cabeza, ganándose una mirada sorprendida de su hermana.
—Desde pequeña te olvidas de cerrar la ventana, tonta.
Abigail retuvo un gruñido. Sabía que su hermano tenía razón.
—Pues, venga. Tírate como si fueras un hombre de la jungla y vete a casa.
Jude la miró con cara de cachorro mojado. Aquello solo causó que suspirara, de forma rendida.
—En el último cajón del armario hay un pijama tuyo, Jude.
La sonrisa arrogante de Jude inundó sus facciones, mientras se dirigía al armario del que había visto como su hermana sacaba su propio pijama. Ella se tumbó en la cama y lo observó fijamente, preguntándose si su hermano era bipolar o si solo lo parecía.
Jude agarró el pijama, el que estaba en el último cajón. Desde siempre habían dormido juntos, y Abigail había puesto aquella prenda allí de forma totalmente inconsciente. Se suponía que le quedaría pequeño a cualquiera de los dos, pero no lo quería sacar de allí.
Abigail seguía sin apartar la mirada de su hermano, estudiándolo.
—Si yo he tenido que darme la vuelta, tú te tapas la cara. —dijo el chico, lanzándole la camiseta a la cara.
Abigail rio entre dientes, mientras la prenda impactaba contra ella. El perfume característico de su hermano inundó sus fosas nasales, haciendo que sonriera de forma imperceptible. Casi había olvidado el familiar olor, el que siempre le recodaba a su hogar.
Lo escuchó quejarse, por lo que se sacó la tela de la cara. Y no pudo evitar el soltar una carcajada.
La camiseta le quedaba pequeña y prácticamente no le entraba por la cabeza, por mucho que el chico lo intentara. Jude suspiró, dándose por rendido, mientras miraba aquel trozo de tela como si estuviera hecha de oro, con algo de melancolía. Se recompuso luego de unos segundos, solo con los pantalones del pijama puestos, para luego clavar su mirada rubí en su hermana.
Ella simplemente lo miraba, intentando no reírse de la mueca de su hermano. También se preguntaba por qué demonios no tenía los ojos completamente rubíes como los de él. Mientras lo pensaba, lo observó acercarse a ella lentamente, como si fuera un león enjaulado, y pararse al borde de la cama. Retuvo una risa, mientras Jude se dejaba caer sobre el colchón y se apoyaba sobre el codo para mirarla.
—¿Qué ha pasado con nosotros, Abby? —cuestionó lentamente, como si temiera la respuesta. — Nosotros nunca nos peleamos...
La pregunta pilló a la chica con la guardia baja. Por eso, tardó unos pocos segundos de más en contestar.
—No lo sé, Jude, no lo sé.
Él soltó un suspiro, para luego apoyar la cabeza en el abdomen de su hermana, Casi al instante, comenzó a recibir caricias de la chica en su pelo. Cerró los ojos, mientras una pequeña sonrisa comenzaba a formarse en sus labios haciendo que Abigail también sonriese. Había extrañado demasiado pasar tiempo con él, pues los últimos instantes que habían pasado juntos se habían limitado a chillarse el uno al otro. Ahora era como en los viejos tiempo, cuando tras un entrenamiento o un partido con la Royal, iban a la habitación de la chica y dejaban de ser quienes no eran. Pasaban a ser lo que realmente eran: dos hermanos que se protegían del mundo y que se adoraban por encima de todo.
Se pasaron así un buen rato, en un cómodo silencio, hasta que ella notó como se le iban cerrando los ojos con sueño. Jude se dio cuenta de cómo la mano en sus rastas iba perdiendo fuerza. Se incorporó, tomó a su hermana en sus brazos y separó las sábanas con la mano libre. La dejó con cuidado sobre ella, para luego dejar un beso en la frente.
—Jude...—Abigail, somnolienta, agarró a su hermano de la chaqueta. —No te vayas...
El chico asintió con la cabeza, viendo como ella cerraba de nuevo los ojos y suspiraba, más dormida que despierta. Pasó la mirada por la habitación, hasta que se dio cuenta de que una clavija sobresalía debajo la cama. Tiró de ella, mostrando un colchón auxiliar que le pareció de lo más útil en ese momento. Se tumbó en el colchón, soltando un pequeño suspiro, para luego dormirse.
(...)
Abigail despertó de forma sobresaltada, jadeando con esfuerzo y con los ojos llenos de lágrimas. De nuevo, había soñado con un accidente en el que dos personas sin cara morían de forma horrible. Lo primero que vio a su lado al despertar fue a Jude a su lado, mirándola con preocupación.
—¿Estás bien?
Ella le dijo que no, pillándolo desprevenido.
Siempre que tenía una pesadilla le decía que estaba bien, mintiéndole de manera muy clara, porque realmente no le gustaba mostrarse débil. Aunque, su hermano sabía perfectamente que le mentía.
Abigail se abrazó a su hermano como si se le fuera la vida en ello, escondiendo la cara en el hueco del cuello. Jude la envolvió entre sus brazos, recostándose poco a poco, hasta que quedó completamente tumbado sobre el colchón.
—No me dejes sola, por favor. —musitó entre hipidos, logrando que el corazón del chico se rompiera en ese momento.
—Nunca te dejaré sola, pequeña, nunca.
Le acarició suavemente el pelo hasta que ella dejó de llorar.
—Eres mi hermana, Ab, mi melliza... nunca te dejaré sola.
Ella se aferró al brazo de su hermano al escucharlo decir aquello, mientras intentaba calmarse para volver a dormir.
—Te quiero, Jude.
—Y yo a ti, hermana.
Jude depositó un beso en la cabeza de su hermana y se acomodó para poder dormir. Pero ella, no pudo. Algo la había dejado realmente intranquila.
Era el sentimiento de que alguien la estaba viendo y sonreía de forma macabra. La estaba angustiando.
Pero, ¿Quién podía ser?
(...)
Abigail se despertó con el suave roce de algo contra su frente, como si la hubieran acariciado con una pluma. Abrió los ojos a poco, pero no vio nada que pudiera haberlo causado. Por eso buscó a Jude, pero al parecer, él ya se había ido.
Se levantó de la cama y vio algo blanco en su escritorio. Era una nota. Con la inconfundible letra de su hermano.
Gracias por perdonarme, aunque no me lo merezca.
Realmente echaba de menos a mi hermanita.
Te quiere,
Jude
Ella sonrió de forma totalmente inconsciente, pensando en lo mucho que había echado de menos a su hermano mellizo.
(...)
Ciudad de Inazuma
Instituto Raimon
Clase A
Abigail llegó justo a tiempo para su clase de matemáticas. Se sentó fatigada en el asiento y dejó caer la cabeza contra el pupitre.
—Alguien ha despertado con mal pie, ¿eh? —la voz de Axel le llegó a los oídos, causando que sonriera contra la madera.
—Digamos que no encontraba el uniforme. —murmuró, mintiendo.
En realidad, parecía que Jude había decidido que su hermana necesitaba dormir más y le había apagado el despertador cuando se había ido. Eso había causado que ella tuviera que correr al instituto como alma que lleva el diablo, algo difícil, teniendo en cuenta que el uniforme tenía una falda que era muy fácil de levantar por el aire.
Axel puso los ojos en blanco al escucharla. Sabía que era mentira.
—He visto a Jude salir de tu casa. —dijo, algo molesto.
Ella enarcó una ceja, tragándose una risa.
—¿Celoso, Blaze?
—¿Qué? Sí, claro, en tus sueños.
—Digamos que... en mis sueños, no eres tan frío, querido. —dijo, mientras le sonreía de lado.
Él tragó saliva y se apresuró a sentarse en su pupitre, bajo la mirada divertida de ella.
Lo cierto fue que ninguno de ellos se pudo concentrar durante toda la jornada de clases. Él se preguntaba por qué le hervía la sangre al saber que Jude había dormido con ella, cuando sabía perfectamente que eran hermanos. ¿Acaso era simplemente la idea de haber dormido con ella? ¿Qué demonios le pasaba? ¿Por qué parecía que le daba calor solo con pensarlo?
Por su parte, Abigail intentaba concentrarse en otra cosa que no fuera el rubio. Su mente la traicionaba, recordándole algunos sueños que había tenido con el rubio. Sueños que jamás le podría contar sin ponerse tan roja como un tomate maduro. ¿Por qué le entraba de pronto calor? ¿Acaso necesitaba sacarse la chaqueta? ¿Por qué los demás no parecían tan acalorados como ella?
Llegaron de un humor bastante malo al entrenamiento del club. Cuando sus miradas se encontraban, parecía que el fuego en su interior aumentaba de fuerza. Y eso, los hacía enfadarse consigo mismos aún más, pues no entendían que demonios pasaba con ellos.
Durante todo el entrenamiento, aunque fuera de manera más o menos disimulada, no despegaban la mirada el uno del otro.
—¿Os pasa algo a Axel y a ti? —preguntó Nelly, con la voz cargada de curiosidad.
La delantera se sentó con la gerentes, cruzándose de brazos.
—Creo que... está celoso. —masculló, no muy segura.
—¿Y de quien está celoso?
—De Ju...un amigo. —miró de reojo a su hermana, dándole a entender que se refería a su hermano mayor. —Tuvimos una pelea hace algún tiempo y vino a disculparse. Al final, se quedó a dormir conmigo como hacemos desde que éramos pequeños. —soltó un suspiro. —No sé que rayos le pasa.
Las chicas la miraron algo sorprendidas.
—Vale, te creemos. —intervino Celia, mirándola con una pequeña sonrisa. —Pero, ¿Quién es ese amigo?
Abigail apretó la mandíbula de forma leve, ya que su hermana sabía perfectamente a quien se refería y solo buscaba sacarla de quicio. Las otras dos la miraban de forma intensa, haciendo que acabara por suspirar.
—Es mi mejor amigo de toda la vida. —murmuró, sonando realmente sincera, pues siempre había sentido que no tendría un mejor amigo mejor que su hermano. Tenía a Nathan, sí, pero no se podía comparar con la conexión entre dos mellizos. —Es un buen chico, pero a veces se le cruzan los cables y podemos acabar mal.
Volvió la vista al campo y miró al suelo, luego de haber cruzado una mirada con la oscura de Axel.
—No entiendo que le pasa a Axel. —pensó en voz alta. —Ni siquiera sé si está celoso y no lo entiendo.
—Si está celoso es por que le gustas. —apuntó Silvia.
Abigail giró la cabeza para mirarla.
—Axel solo está enamorado de sí mismo.
—Lo dice la más indicada. —se burló Nelly.
—Sí, bueno...—murmuró y soltó un suspiro.
De forma automática, sus ojos volaron a la figura del delantero de fuego, siguiendo cada uno de sus movimientos.
—Oh, dios, mío. ¡Te gusta Axel! —exclamaron las tres gerentes a la vez.
—Claro, ¿por qué no lo gritáis más alto? —ironizó, mandándoles una muy mala mirada. —Creo que en Europa todavía no os escucharon.
Los chicos se giraron a mirar al banquillo al escuchar el grito de las gerentes. La delantera los saludó con una mano, fingiendo inocencia, haciendo que volvieran a lo suyo.
—Vamos, Abby, no paras de mirarle y cuando lo haces sonríe o suspiras. —habló Celia, mientras una sonrisa divertida bailaba en sus labios. —O las dos cosas a la vez.
—Como estás haciendo ahora. —indicó Silvia, riéndose.
La jugado enterró la cabeza entre las manos, gimiendo.
—Esto es tan complicado.
—Vamos, que también te gusta el chico de ayer. —aventuró Nelly.
Abigail levantó la cabeza tan rápido que por poco se mareó y se giró a mirar a la chica Raimon como si hubiera perdido la cabeza por completo. Le subió la bilis por el esófago con solo pensarlo.
—¿Qué? ¿Te has vuelto completamente majara? Por todo lo que es sagrado...—se estremeció. —Es lo más parecido a un hermano que tengo, Nelly... Cielo santo, que horror. Puaj.
—Pero piensas que vas a tener algún con él si le dices lo de Axel. —intervino Silvia, viendo de reojo la mueca de asco de Celia.
—Oye, que comes que eres adivina.
Las tres se rieron del comentario de la delantera.
—Eso es más predecible, cariño. —dijo Nelly, divertida.
Abigail se encogió de hombros, suspirando por enésima vez.
Los cuatro se quedaron en silencio, pensando. Durante unos segundos se limitaron a ver como los chicos delante de ellas entrenaban.
—Solo déjate llevar, Abby. —dijo de pronto Silvia, mirando a la mencionada. —Al final, todo saldrá bien.
—Todo saldrá bien. —repitió para ella. —Eso espero. —esbozó una pequeña sonrisa. —Gracias, chicas, sois las mejores.
Como acto impulsivo, las envolvió en un abrazo y ellas se lo devolvieron. Todas, menos Nelly, quien estaba en el medio siendo espachurrada por las demás.
—Chicas, que me ahogáis. —se quejó.
Se separaron riendo.
—Espero que también digas eso cuando un chico te esté abrazando, eh, Nelly. —se burló Abigail, mientras sonreía de forma felina.
Silvia y Celia rieron con más intensidad. Las mejillas de la chica Raimon comenzaron a ponerse de color rosa.
—¡Abby! —se quejó.
La aludida se echó a reír, mientras se levantaba del banquillo. Estiró los músculos levemente.
—Bueno, es hora de que vuelva al entrenamiento. —murmuró a modo de despedida. —Gracias por la charlita.
Volvió al campo, todavía sonriendo.
Realmente aquellas chicas eran verdaderamente increíbles. En cierto modo, daba gracias a tenerlas cerca.
Se dedicó a darle patadas al balón mientras corría, sumida en sus pensamientos, rumiando la conversación con las chicas. Tan concentrada estaba que ni siquiera se dio cuenta de que un balón iba directo hacia ella, hasta que fue tarde y este le dio de lleno en la cabeza, haciendo que perdiera el equilibrio. Acabó sentada, frunciendo el ceño con confusión.
Alzó la cabeza y por poco se le paró el corazón al ver que se había quedado a poca distancia de Axel, concretamente de su boca. Ninguno se movió de donde estaba. El rubio sacó la lengua para humedecerse los labios, mientras ella no podía apartar sus ojos del movimiento. Era como si lo viera a cámara lenta. Y, de nuevo, ambos cuerpos entraron en combustión interna.
Alguien tosió detrás de ellos, sacándolos de su nube de fuego. Ambos se separaron de golpe, algo asustados, aunque ninguno lo manifestó.
—Perdón, Abby, se me desvió el tiro. —se disculpó Kevin, mirando a ambos con una sonrisa divertida, mientras ayudaba a la chica a levantarse.
Ella le hizo un gesto, restándole importancia, para sorpresa del chico, quien se esperaba un golpe, un grito o ambos. Pero, gracias al balonazo del delantero, había salido de la hinopia, que era donde estaba.
Abigail desvió su mirada hacia la oscura de Axel. El chico parecía penetrarla con su dura mirada, a veces de hielo, pero esta vez parecía más de fuego. Apretó los dientes y giró la cabeza hacia otro lado. Apretó los puños con algo de fuerza pues sentía que, de otro modo, saltaría sobre ella.
En ese momento, dos camiones se acercaron por la carretera y atraparon la atención de todos. Grandes antenas se abrieron paso por el techo de aquellos vehículos, para luego abrirse, mostrando tecnología de último modelo.
—Venga ya, esto ya es pasarse de la raya. —se quejó Steve.
Dos chicos bajaron de los camiones.
—¿Quiénes son esos? —preguntaron a la vez varios del equipo.
—Son dos jugadores de Instituto Brain, nuestro próximo rival. —informó Celia con rapidez, mientras tecleaba en su ordenador de forma algo frenética. Las otras dos gerentes la observaban algo sorprendidas. —El alto es Thomas Felt, el capitán del equipo. El otro chico es el delantero estrella, Neil Turner.
Cuando la peliazul acabó de hablar, ambos chicos se encontraban a pocos metros de los jugadores del Raimon.
—Hey, no podéis pasar, estamos entrenando. —dijo Mark, acercándose a ellos con el ceño algo fruncido.
—¿Por qué no practicáis las técnicas definitivas? —preguntó el capitán rival, ignorando de forma olímpica el comentario del de apellido Evans.
—Es inútil ocultarlas. —continuó hablando Neil. —Ya conocemos todos vuestros puntos fuertes y vuestras habilidades.
—Nuestra victoria es segura. —finalizó Thomas Felt.
—¿Ah sí? Pero si todavía no hemos jugado el partido. —replicó Mark, con el ceño más fruncido que antes.
—¿Partido? —replicó el chico Turner, con voz monótona. —Sería como aplastar a unos insectos.
—¿Qué?
Abigail intentó cerrar la boca, ya que sentía que le llegaba al suelo.
Los habían llamado insectos.
Habían tenido la osadía de llamarles insectos.
¿Pero que se creían esos dos?
—Te voy a meter lo que has dicho por el...—no pudo acabar su frase.
La cálida mano de alguien a quien conocía muy bien le tapó la boca.
—Tranquilízate, preciosa. —la voz de Axel sonó en su oído, erizándole la piel con su aliento. —¿Acaso quieres ir a la cárcel por asesinato?
—No voy a asesinarles. —replicó contra la mano de él. —Solo a estamparles el balón tan hondo que les haga un agujero.
Él suspiró, reteniendo una risa.
—Bueno... ahora, te voy a soltar y te vas a quedar quieta. —liberó la presión de sus manos. —O si no... prepárate para las consecuencias.
—¿Consecuencias? —repitió, algo escéptica. —¿Cómo qué, Blaze? ¿Qué me mires fijamente como llevas haciendo todo el entrenamiento? ¿Acaso quieres ver mi alma? Porque te digo que ignoro si las almas existen.
—No juegues con fuego, Abby.
—Oh, querido, creía que ya lo sabías. —el tono de la chica se volvió más bajo y algo más ronco, haciendo que el delantero de fuego tuviera que respirar más hondo. —A mí me gusta demasiado jugar con fuego.
Axel tragó saliva y se recordó que no era el momento ni el lugar para que sintiera su cuerpo arder.
—¿Podemos hablar de esto en otro momento? —cuestionó entre dientes, recibiendo la mirada de ella. —Por favor.
Abigail asintió levemente, para luego desviar su mirada a Mark y los dos jugadores del Brain.
—Vale, acepto. —decía el de la bandana. —Si vosotros conseguís meterme gol, ganáis. Pero si nosotros conseguimos marcar, tendréis que retirar lo que habéis dicho.
El duelo comenzó luego de aquello, siendo Mark el primero en tener que parara el tiro de Neil. Este chutó el balón hacia arriba y saltó. Y lo que hizo a continuación, los dejó a todos helados. Abigail miraba a Axel, quien estaba horrorizado ante la escena que se reproducía delante de sus ojos.
¿Cómo era posible que hubieran podido copiar su Tornado de Fuego?
Axel, enfadado por lo que acababa de ver, se adelantó a Mark, quien no había conseguido parar el tiro. Le arrebató el balón, con el ceño fruncido pro el enfado.
—Me toca. —murmuró, con la voz cargada de rabia.
Abigail se mordió el labio inferior al escucharlo. En ese estado, dominado por la rabia, era realmente imposible que fuera a marcar.
Axel ejecutó su Tornado de Fuego, y como se había temido la delantera, Thomas Felt acabó parando el tiro.
Pero lo que realmente inquietaba a la chica era que aquel chico tan random hubiera podido llegar a copiar la técnica de Axel. Si habían sido capaces de copiar una de sus súper técnicas... ¿Qué pasaba con las demás? ¿También habían copiado las demás?
—Como él dijo, son unos completos estúpidos. —le susurró Thomas a Neil, quien asintió con la cabeza.
Abigail frunció el ceño al escucharlos, pues ellos dos no sabían demasiado bien lo que era susurrar, mientras las piezas del rompecabezas comenzaban a juntarse en su mente. Bobby recogiendo información del equipo, que aquellos supieran los movimientos del Raimon... solo había que sumar dos más dos.
Y por eso, un nombre pasó por su cabeza.
Jude
(...)
Abigail salió de las duchas de los vestuarios de las chicas del instituto algo más relajada. Se había pasado más de medio hora debajo del agua artificial, intentando que el estrés del día se le dispara. Y realmente creía que lo había conseguido.
Se cambió rápidamente con ganas de irse a casa y no tener que enfrentarse a Don "te miro intensamente y te pongo nerviosa". Prefería ver una de las telenovelas llenas de chorradas que tanto le gustaban a su hermana y a la señora Hills.
Cuando estaba a punto de irse, se encontró con Axel apoyado en las taquillas de enfrente. Él la miró mal.
—No salgas con el pelo mojado—la regañó. —, te vas a constipar.
—Axel, no tengo ganas de pelear, estoy cansada. —murmuró, pasando por su lado. Y realmente no mentía. Estaba cansada y no quería discutir con el chico. —Hasta mañana.
Él la tomó del brazo, haciendo que parase en seco.
—No, ahora me vas a escuchar. ¿Sabes lo que siempre me saca de quicio de ti?
—Ah, genial, ahora vamos a hablar de mí. —murmuró Abigail con sarcasmo.
—Que seas tan fría conmigo. Que nunca sepa lo que realmente piensas...—habló, acercándose más a ella, hasta que estuvieron frente a frente. —... pero que tú si puedas leerme a mí. Que me hagas perder la cabeza. Que me vuelvas loco...
—Con que esas tenemos, ¿eh? Vale, pues ahora el que me va a escuchar a mí, eres tú. —señaló ella, sin dejar al chico hablar de nuevo. —¿Qué yo soy fría? Tú lo eres mil veces más cuando realmente lo pretendes. —se acercó más a él. —No aguanto que siempre quieras tener la razón en todo, ni que consigas volverme loca, ni que creas que puedes manejarme a tu gusto, ni que me mires como si quisieras verme la estúpida alma.
Ella elevó la cabeza para poder mirarlo a los ojos, pues el chico era unos centímetros más alto.
—Me vuelves completamente loco. —murmuró él, relamiéndose los labios con lentitud.
—El sentimiento es mutuo. —musitó ella, sin apartar la mirada del movimiento.
Con un rápido gesto, Axel atacó los labios de la chica como si fueran el caramelo más sabroso de todo el mundo. Sus manos volaron a la parte baja de la espalda de ella, mientras esta enterraba las manso en el cabello en punta del chico. No tardó en devolverle el beso con la misma pasión, con el mismo deseo. El mismo fuego ardiendo en ambos con fuerza, con intensidad. Las llamas parecían calcinar todo a su paso.
Él le mordió el labio inferior, causando que abriera la boca para soltar un leve gemido. Axel lo aprovechó para poder meter su lengua en la boca de la chica, haciendo el beso aún más profundo. Aumentando de tamaño e intensidad las llamas del fuego que ardía con fuerza en su interior. Sintiéndolo en cada fibra de su ser, en cada músculo, en cada articulación. Todo era fuego. Y el fuego de uno respondía al fuego del otro. Como dos imanes.
Se separaron por falta de aire, ambos jadeando con violencia. Axel apoyó su frente contra la de Abigail, esperando que las respiraciones de ambos se relajasen. Parecía que habían estado sumergidos en agua durante horas y no besándose durante unos minutos.
—Maldita sea...—se quejó él, dejando un casto y largo beso sobre los labios de ella. —Vas a ser mi perdición, preciosa...
La soltó y se fue, dejando la frase flotando en el aire. La chica se quedó allí parada, con los ojos abiertos con impresión y tocándose los labios, ahora hinchados por la intensidad.
Aunque no era la primera vez que se besaban, si era la primera ocasión en la que había tanta pasión entre ellos, tanto deseo. Eso la llegaba a marear y a hacer sonreír como una estúpida, justo como estaba haciendo en ese preciso momento.
¿Qué narices había pasado?
¿Por qué le hormigueaba todo el cuerpo?
¿Por qué cada fibra de su ser ansiaba que volviera a pasar?
Salió de su ensoñación cuando su mirada vio una sombra caminando por la oscuridad.
¿Quién demonios andaba por allí a esa hora?
Holiii :D
¿Qué tal estáis? Espero que bien.
Este capítulo lo he cargado, porque sí, porque Yolo. Y además, porque he visto que queda poco para las 2k de leídas, así que he querido poner más contenido como regalo.
Abby y Jude han arreglado las cosas porque no podía tenerlos más tiempo peleados. No podía. No. Los necesito together.
Y se pusieron las cosas potentes entre Axel y Abby. ¿También sentisteis la tensión casi explotando? ¿El calor? Ojo cuidado, ¡ojo cuidado! Que se calientan las cosas... Yo no digo más.
Y por último... Tenemos a alguien vigilando a Abby. Quien será, uh. Ya sabemos quien es, sobretodo si leístes la primera versión sjsjs.
Bueno, ¿qué os ha parecido el capítulo?
¡Espero que os haya gustado!
Si es así, no olvidéis que podéis hacérmelo saber mediante vuestro voto y algún que otro comentario. De verdad, no cuesta nada y para mí es como si me regaláis un dulce. De verdad, me pone hiper feliz.
Nada más por mi parte pero...
¡Nos leemos en comentarios!
(PD: próximo capítulo el miércoles que viene)
~I 👑
|Publicado|: 06/10/2021
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