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CAPÍTULO TRECE
Beso y entrenamiento especial
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Ciudad de Inazuma
Campo de la Ribera
Dieron las once de la mañana y Mark Evans ya tenía a todo el mundo corriendo de un lado para otro. No era como si tuvieran algo mejor que hacer, pero ir corriendo al campo de la ribera sin mucha explicación, no era el plan de sábado que se esperaban.
Cuando Abigail llegó, vio que solo estaban tres personas, sin contar al propio Mark. Hizo un puchero, pues ella pensaba que iba a llegar tarde. A veces se le pegaban las sábanas, en especial los sábados pues no se ponía despertador salvo en época de exámenes.
—Ya puede ser realmente buena la excusa o te toca llevarme a casa en...—no logró acabar su amenaza, pues un bostezo la interrumpió.
—Veo que no has dormido mucho. —se burló Kevin, mientras se reía.
—Cierra el pico, Dragonfly. Yo no tentaría a la suerte o acabarás cargándome. —habló ella, con malicia.
El chico alzó las manos, en señal de rendición, lo que la divirtió. Mark los observaba con una pequeña sonrisa, negando con la cabeza.
El equipo fue llegando a cuentagotas. Tardaron unos minutos en estar todos reunidos. La mayoría parecían haberse levantado de la cama hacía poco.
—Ayer, Nathan, Axel y yo estuvimos hablando con el dueño del restaurante Ray-Ray, —comenzó a hablar Mark, una vez estuvieron todos. —, y nos dijo que mi abuelo tiene un cuaderno secreto escondido.
—¿Y como sabía eso el dueño del restaurante de fideos? —preguntó Jack.
—Pues...—Mark hizo una mueca rara. —No lo sé.
La castaña se golpeó la frente con la palma de la mano, mientras negaba. El chico era un caso, sin duda.
—Pero lo importante es que existe. —volvió a hablar. Luego, añadió, con aires de misterio: —Así que hay que encontrar ese cuaderno como sea.
La mayoría asintieron, de pronto entusiasmados con la idea.
—¿Y donde se encuentra ese cuaderno, Mark? —preguntó Abigail, de brazos cruzados.
Recibió las miradas de todos, en especial las de Axel y Nathan, quienes se encontraban a sus lados.
—En el despacho del director del Raimon.
—Demonios. —murmuró, fastidiada.
Solo pensar en tener que correr al Raimon le daba muchísima pereza. Por amor a todo lo sagrado, era sábado. Debería estar tumbada en la cama, viendo una serie con su hermana, no corriendo por todo Inazuma.
Los chicos corrieron animados, mientras ella iba arrastrando los pies. Sus labios formaban un puchero, mostrando que no tenía ganas de correr.
—¡Vamos, Ab! —la llamó Axel, desde lo alto de la escalera.
Ella negó, en señal de que no iba a correr.
—Lo que hay que aguantar...—se lamentó el pelicrema, corriendo hacia ella.
La tomó de la mano y tiró de ella, obligándola a correr. Cuando ambas manos se tocaron, una corriente eléctrica y cálida recorrió los cuerpos de los dos adolescentes. Ambos se preguntaban que había sido eso, y por qué lo sentían cada vez que se tocaban desde que se habían conocido.
Ella se dejó arrastrar por él, casi literalmente, mientras le daba vueltas al asunto en su mente. No encontraba una respuesta lógica. Así que lo único que le quedaba era pensar que se había vuelto completamente loca.
—No toca vigilar. —informó Axel, en cuanto llegaron.
Ella solo asintió. Seguía sumida en sus pensamientos. Y Axel se dio cuenta.
—¿En qué piensas?
<<En ti>>, pensó en decirle, << En qué demonios pasa con nosotros>>.
—En por qué el dueño del restaurante sabía sobre al existencia del cuaderno secreto del abuelo de Mark. —murmuró, pensando en qué era demasiado buena actuando.
Axel se quedó pensando, para luego encoger los hombros.
—Lo averiguaremos.
Se oyeron pasos y la voz de director, subiendo las escaleras cercanas a ellos. Ambos se miraron alarmados, pues no contaban de que hubiera más gente un sábado.
—Tenemos que avisar a los chicos. —dijo él, dándose la vuelta, con intención de correr hacia el despacho.
—No, no tenemos tiempo. —replicó ella, sujetándolo por el brazo. —Hay que retenerlo como sea. ¡Piensa en algo!
La misma corriente de ambos volvió a recorrerlos por completo. Se preguntaron si el otro también lo sentía o si se estaban volviendo completamente locos.
Abigail vio como la cabeza del director asomaba por la escalera y estuvo a punto de entrar en pánico. Por una vez en su vida, su mente estaba en blanco. Hasta que se le encendió una bombilla.
—Lo siento. —le dijo a Axel.
Él la observó con una ceja alzada, pero ella no dijo nada más. Se quedó quieta, esperando. Y cuando vio al director girando hacia ellos, decidió actuar.
Axel Blaze siempre había pensado que tenía sus emociones completamente controladas. Al menos, lo pensaba hasta ese momento, pues en el instante en el que sintió los labios de la chica sobre los suyos, sus mente chispeó. Sus neuronas entraron en pánico, tardando un poco en reaccionar. Pero una descarga recorriendo todo su cuerpo lo hizo mover sus músculos. Rodeó la anatomía de la chica, mientras se preguntaba cuándo había comenzado a mover sus labios sobre los ajenos.
Ambos sabían que se iban a llevar una buena regañina, pues no eran actos bien vistos en un colegio.
Aunque también podían haber fingido un desmayo.
Sí, se les acababa de ocurrir mientras se besaban.
Maravilloso.
—Señorita Sharp, señorito Blaze, ¿les parece este un lugar apropiado para hacer eso?
La voz del director se hizo presente, haciendo que ambos se separaran, con las mejillas sonrojadas. El hombre estaba a pocos pasos de ellos, mirándolos con sorpresa.
—Yo...—balbuceó Axel, mirándola en busca de ayuda.
—Lo sentimos, señor Raimon. —murmuró ella, esbozando una sonrisa. —Somos adolescentes y...
El rubio veía como ella jugueteaba con los dedos, simulando estar nerviosa.
Era buena actriz.
<< Porque está actuando, ¿no?>>
—Sí, sí. No necesito saber más. —la cortó el director, soltando un suspiro. —Solo espero que la próxima vez no sea en medio del pasillo, ¿eh, chicos?
—Sí, señor. —murmuraron a la vez.
Vieron a los chicos salir del despacho, quienes se pararon confundidos al verlos sonrojados. Con un rápido gesto, Abigail les indicó que bajasen por otra escalera. Y gracias a todo lo que era sagrado, ellos le hicieron caso.
Cuando ambos salieron del campo visual del director, quien seguía algo sorprendido, soltaron un suspiro sincronizado.
—Madre mía...—murmuró ella, cerrando los ojos levemente. —Menos mal que ha salido bien...
—Sí, bueno, ¿era necesario que te lanzaras de esa manera?
Axel tragó saliva ante la mirada que ella le dio. Incluso un escalofrío le recorrió la espina dorsal.
—¿Acaso tienes miedo de que te muerda, Blaze? —cuestionó, en un tono que al chico se le antojó como una especie de ronroneo.
El chico estaba al borde del ataque, aunque no acababa de entender las reacciones de su cuerpo. Okay, primero, lo había besado. Y ahora... ¿le había lanzado una indirecta? ¿O había sido cosa suya?
—Demonios, Ab, ¿Cuándo te has vuelto tan directa?
—Bueno... creo que ha sido en el momento en el que he cumplido una de mis fantasías.
La chica soltó una fuerte carcajada al ver la mueca sorprendida del rubio, y, en especial, al ver como sus mejillas se volvían rosas de nuevo.
—Oh, dios mío, he visto a Axel Blaze sonrojándose dos veces en menos de diez minutos. —chilló con voz aguda, intentando parecer consternada. —¡Oh. Dios. Mío! Tengo que contárselo a todos.
El chico bufó, poniendo los ojos en blanco. Aceleró el paso, temiendo que sus mejillas empeoraran de tono.
—¿Alguna vez te he dicho lo pesadita que puedes llegar a ser?
—Sí. —sonrió de forma juguetona. —Pero así me amas, Blazie.
El mencionado frenó el paso, haciendo que ella se quedara delante. De esa forma, no pudo ver la sonrisa estúpida que le estaba formando, mientras trataba de controlar su pulso.
—Sí, —murmuró él, absorto en observar como la melena se balanceaba de un lado para otro. —, así es.
(...)
Ciudad de Inazuma
Instituto Raimon
Sede del club
Cuando llegaron a la sede del club, todos ya estaban allí, reunidos para leer el cuaderno que se suponía que habían estado buscando. Aunque, en el momento en el que escucharon las zapatillas de ambos delanteros, giraron la cabeza para mirarlos, todos a la vez.
—Habéis tardado mucho. —señaló Celia de forma maliciosa, intercambiando una mirada con el peliazul a su lado.
—Sí, demasiado. —asintió Nathan, sonriendo con malicia. —¿Qué estabais haciendo, chicos?
Tanto Axel como Abigail tragaron saliva a la vez. Ella se sonrojó de forma leve, incapaz de controlarlo. Por su parte, él les rezó a todos los dioses que conocía para que sus mejillas no cambiaran de color. De nuevo.
—Creo que es obvio. —murmuró Abigail mirando de reojo al chico rubio. —Distrayendo al director para que no os pillara, so lerdos.
Hubo un murmullo colectivo. Estaban dando a entender que no acababan de creerse aquella excusa. Habían tardado demasiado.
Para su suerte, volvieron la atención al cuaderno. Este llegó a las manos de la portadora de melena castaña cobriza, quién empezó a darle vueltas, intentando comprender como se leía. Solo podía ver garabatos, dibujos y diferentes colores de tintas ocupando las páginas. Parecían jeroglíficos.
—Esto... Mark, es ilegible. —farfulló, con el ceño fruncido. —¿Tu abuelo escribe en clave o qué?
El mencionado le quitó el cuaderno, farfullando por lo bajo, mientras le echaba un vistazo.
—¡Mirad! —exclamó de pronto, todo feliz. —Aquí está la explicación de la Mano Celestial.
—Espera, espera, ¿puedes leerlo? —preguntó Nathan, alzando las cejas.
—Tampoco es que él tenga mejor letra. —se mofó Celia, recibiendo un codazo de Silvia.
—Al principio me costaba, pero ahora sé que es lo que pone...—murmuró el portero, sin haber escuchado el comentario de la ojiazul, mientras pasaba su mirada marrón por las páginas. —¡Aquí está! Una súper técnica para vencer en el juego aéreo: el Trampolín Relámpago.
—¿Trampolín Relámpago? —repitió el defensa de coleta.
—Suena interesante. —señaló Abigail, luego de intercambiar una mirada con Axel. —¿En que consiste, Mark?
—Pues...Primero uno salta a lo bum, luego hace bam por encima y cuando se juntan sale un reboing. —Mark leyó las anotaciones de su abuelo con el ceño fruncido. —Este es el secreto del Trampolín Relámpago.
La explicación causó que muchos se cayeran de espaldas. Nathan, Axel y Abigail intercambiaron miradas confundidas.
—¿Bum, bam, reboing? —preguntó el de coleta. —¿Y eso que rayos significa?
—¿Seguro que tu abuelo sabía escribir?
Abigail le mandó una mala mirada a Kevin.
—La verdad es que no lo sé. —la respuesta del portero a la pregunta del defensa hizo suspirar a los tres que todavía estaban de pie. —Pero si mi abuelo lo escribió fue por algo, así que...—hizo suspense, todo emocionado. —¡Entrenamiento especial!
—¿Entrenamiento especial? —repitió Abigail de forma escéptica, pues se esperaba cualquier cosa viniendo de él.
—Ahora lo descubrirás, vamos. —murmuró Nathan hacia su mejor amiga, aunque él tampoco sonaba demasiado convencido.
Unos minutos después, la jugadora se encontraba a sí misma intentando escapar del entrenamiento especial que según parecía, necesitaban para poder ganar al Instituto Wild, su primer rival para clasificarse para el Torneo de Fútbol Frontier. Aunque, la realidad era que ella creía que Mark estaba conspirando contra todos por haberse burlado de su entrenamiento con las ruedas.
—¡Abby, ahí te va! —le gritó Steve.
Ella tragó saliva al ver ir en su dirección, a toda velocidad, a una rueda de coche que era tres veces su tamaño. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, le dio una patada con todas sus fuerzas, pero acabó saliendo disparada hacia atrás. Rebotó dos veces y luego su espalda impactó contra el suelo. Jadeó levemente, para luego levantarse. Se sacudió la camiseta, que estaba manchada de tierra.
—¿Estás bien? —le preguntó Steve a gritos.
—Sí. —solo me he dañado el orgullo, pensó pero no lo dijo. —¡Vuelve a tirar!
El chico, no muy convencido, hizo lo que la delantera le pidió, haciendo muecas de dolor al ver como salía disparada hacia atrás, golpeándose. Pero, a pesar de los golpes, ella volvía a levantarse de nuevo, con sus brillando con determinación. Estaba claro que ella tenía pensado completar aquel entrenamiento, esperando que diera sus frutos.
Siguieron entrenando durante horas. Sus piernas comenzaron a resentirse y estaba segura de que tenía la espalda, pero eso no la detuvo. Era tan o más cabezota que el propio Mark.
—Otra vez. —le dijo a Steve, quien llevaba todo el tiempo entrenando con ella.
Él hizo una mueca, no muy seguro de si era buena idea, pero la mirada que le lanzó ella sirvió para convencerlo. Volvió a patear la rueda en dirección a la chica, quien se concentró todo lo que pudo. Antes de que llegara cerca de ella, empezó a correr y alzó su pierna. Su bota derecha impactó contra el neumático con fuerza. La cuerda que sujetaba la goma se rompió, haciendo que esta volara por su cuenta y cayera al otro lado del parque. Se dejó caer de rodillas, jadeando por el esfuerzo.
—¿Qué ha sido eso, Abby?
La mencionada elevó la cabeza para mirar a Steve, quien se había acercado con rapidez al verla caer.
—No estoy muy segura. —admitió ella, arrastrando las palabras por el cansancio. —Pero creo que es lo que andaba buscando.
Steve le tendió una mano y la ayudó a levantarse. Ambos observaron la rueda a demasiados metros de ellos, por lo que decidieron volver con los demás, quienes estaban haciendo diferentes ejercicios para preparar el Trampolín Relámpago. Al final, los dos elegidos habían sido Axel y Jack. Por parte del delantero iba bien, con grandes avances, pero por parte del defensa... no iba demasiado bien.
—Deberías haberlo dicho antes. —regañaba Mark al defensa algo preocupado.
Jack no había dicho que tenía vértigo. Y era un problema.
—Es que...—murmuró avergonzado.
—No pasa nada, no es algo de lo que debas avergonzarte. —intervino Abigail, con tono más suave del habitual. Todos la miraron al ver que trataba de consolar al defensa. —Ya sé como vamos a hacer que superes tu miedo. —y sonrió de lado.
—Claro. —Mark esbozó una sonrisa.
Abigail escuchó un quejido de una voz que conocía muy bien, por lo que abrió los ojos un poco más de la cuenta. Le explicó su idea al capitán, para luego exclamar el nombre del chico de cabello color crema y correr hacia él. Lo ayudó a levantarse y agarró una bolsa de hielo del botiquín.
—Estás completamente loco, Axel Blaze. —lo regañó, observando los golpes que el chico tenía. —No tiene gracia, vas a hacerte daño. —se quejó cuando Axel se echó a reír. Luego, reparó en los golpes de los demás. —Tenéis una pinta realmente espantosa. Parad un poco, tenéis que llegar vivos al partido.
—Tranquila, estamos bien. —la tranquilizó Nathan, para luego observarla bien. —Y tú tampoco es que tengas muy buen aspecto.
Abigail miró sus propios rasguños, para luego rodar los ojos.
—Tampoco son para tanto. —le restó importancia, encogiéndose de hombros.
—Pues los nuestros tampoco, boba. —intervino Axel, mirándola con ternura.
Ella lo miró con una pequeña sonrisa, negando con la cabeza levemente. Luego, en un arrebato, se inclinó hacia él para dejar un beso en la mejilla derecha del goleador, sin recordar que no estaban solos. Kevin y Nathan los miraban con sonrisas pícaras en sus facciones, pero ambos delanteros pusieron los ojos en blanco en perfecta sincronía.
—Bueno, como sé que no me vais a hacer ni caso...—habló, haciendo suspense. —Os voy a vigilar para que no os paséis de listos.
Nathan se rio entre dientes, Kevin puso los ojos en blanco y Axel curvó sus labios en una sonrisa, pero Abigail ignoró olímpicamente las reacciones de los tres. De nuevo, se sentía observada, por lo que antes de seguirlos, miró hacia todos los lados posibles.
—¡Abby, vamos! —la llamó Nathan.
Ella asintió en respuesta, sacando sus pensamientos exagerados de la cabeza.
Después de todo, solo eran imaginaciones suyas.
¿No?
Holiiii :D
Bien, lo diré yo.
¡Se han besado! ¡Se han besado!
Okay, fue para una distracción para que el director no pillase a los demás en el despacho, pero pasó. Pasó. Lalalala.
Bueno, ¿Qué os ha parecido el capítulo?
¡Espero que os haya gustado!
Si es el caso, no olvidéis hacérmelo saber. ¿Cómo? Mediante vuestro voto y algún que otro comentario. ¡Lo estaré esperando!
Nada más por mi parte, pero...
¡Nos leemos en comentarios!
PD: os recuerdo, de nuevo, que el próximo capítulo será el próximo miércoles.
~I 👑
|Publicado|: 22/09/2021
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