ov. ¡Hora de la libertad! ⦂ El trato de Eren y Ace.
V. Capítulo Cinco, Saga Alabasta.
𓇼 🦚 🔥♡₊˚ 🕌・₊✧
tw: mención de prostitución, violencia descriptiva, gore.
📍Spiderweb Archipiélago, North Blue.
9 años atrás...
EL PRIMER RECUERDO QUE EREN TUVO fue el extraño y confundido despertar en medio de una playa vacía, sin nada o nadie alrededor más que las constantes olas del mar sonar contra las rocas de la bahía. La pequeña rubia se levantó desorientada en la húmeda arena de la playa, su vestido siendo empapado por la marea alta que llegaba hasta la orilla donde ella estaba. La rubia se levantó con confusión, mirando a sus alrededores en busca de algo que le pudiera decir dónde estaba. Un punzante dolor en su cuello la hizo soltar un sollozo por la agua salada colándose en la herida, sus yemas se pintaron de un rojo carmesí al tocar la zona afectada.
Era una cortada en su cuello. ¿Cómo se la había hecho? ¿En dónde estaba? ¿Porque no recordaba nada? Al menos sabía su nombre, Eren, estaba bordado en su vestido casi hecho trizas y con manchas grises de ceniza.
El sonido de un maullido triste llamó su atención, buscando la fuente hasta encontrarse con dos ojos rojizos mirándola con tristeza del otro lado. Un pequeño coyote negro la miraba, seguramente la había esperado a que despertará. ¿Era su mascota?
──Hola, cachorrito. ¿Y tú quien eres?──. Eren preguntó, hincándose frente al pequeño animal. Tomando entre sus dedos el medallón elegante sobre el collar del cachorro──. ¿Cerbero? ¿Ese es tu nombre?
Su nuevo amiguito y ella salieron de la playa para buscar comida e información. Eren notó enseguida la peculiaridad del lugar en dónde se encontraban ambos, la arena de la playa era de un tono pálido, similar al de la nieve pero no del mismo tono. La gente del lugar también era extraña, usando ropa caracterizada de diferentes aves invernales, la nieve caía todo el tiempo sobre ella pero no se juntaba en el suelo cómo debería. También notó las extrañas raíces de roca juntando las montañas, dándole una forma a la enorme isla de telaraña.
Eren se adaptó como pudo a sus alrededores al no tener la información que ella requería. ¿Y cuál era la única forma de sobrevivir para ella? Robar, y era demasiado buena. Algo le decía que en su pasado desconocido estaba familiarizada con el tema de estafar y robar. No era algo de lo que debería estar orgullosa pero para una niña que no conocía nada, fue a lo único que se aferró por días hasta ser descubierta.
Y cómo la suerte nunca estuvo de su lado desde el naufragio, acabó en las peores manos posibles.
──¡Mi señora! Esta mocosa nos intentó robar la mercancía──. un hombre alto de aspecto gatuno la sostuvo fuertemente mientras la arrastraba por toda la plaza del lugar. Atrayendo las miradas de los habitantes que transitaban la calle pero nadie hacía nada.
En especial si esa mujer estaba cerca. Todos en el Archipiélago sabían sobre la mujer que tejia las telarañas que mantenían a flote la enorme Isla que tenían de hogar, la que manejaba al Alcalde y que sacaba adelante los comercios a raíz del suyo. La Dama Búho era conocida por todo el Nuevo Mundo cómo una de las más fuertes aliadas del Quinto Emperador; De Berry Bryson.
──Belos, deja a la pobre niña tranquila. Acércate, pequeña──. la mujer de finos y voluptuosos cabellos grisáceos oscuros ordenó, se encontraba aún en el carruaje que tres enormes osos polares transportaban por el lugar. El hombre, identificado cómo Belos, la soltó dejándola acercarse a la dueña de la voz.
Eren dudando comenzó a caminar hacía ella, en sus manos aún yacían la poca de mercancía que alcanzó a robar antes de que Belos y sus hombres la descubrieran. Sus ojos ámbar cayeron sobre la mujer sentada dentro del carruaje, finas y elegantes ropas invernales la abrigaban, con unos enormes aretes circulares de oro que captaban la atención de cualquiera. Su afilado rostro, acentuado con ojos dorados cómo oro derretido parecían atravesarte el alma con tan solo una mirada.
──Pero si eres una cosa linda, ¿no es así?──. la mujer habló al verla, llevando sus blancas manos hasta las mejillas enrojecidas por el frío de la rubia. Sus largas uñas trazaron las facciones de Eren, cómo si la estuviera examinando──. ¿No tienes hambre, querida?
──N-no, debo de volver con—
Eren buscó con su mirada por encima de su hombro a Cerbero pero ya no había ninguna pista sobre él. ¿Se había ido? ¿La había dejado a su suerte? Al girarse de nuevo, su respiración se cortó de miedo, observando los antiguos ojos dorados de la mujer bañados en un color negro profundo. Cómo los de una lechuza.
──Night Stare──. algo sobre esas palabras despertó un miedo incesante en la rubia, quedando petrificada en su lugar, sintiendo sus músculos dormirse. No podía despegar su mirada de esos intimidantes ojos negros──. Te preguntaré de nuevo, Eren. ¿No tienes hambre, querida?
Después de subirse a la carroza con la mujer no recuerda que más pasó, pero luego de conocerla dejó las calles para trabajar exclusivamente en nombre de la Dama Búho. Usando sus poderes para ayudarla a estafar a los Dragones Celestiales que visitaban el burdel que ella manejaba. "La Madriguera" era conocido cómo el burdel más grande del Nuevo Mundo, siendo visitado por personas común y corrientes en las secciones más mundanas pero también recurrido por personas del Gobierno Mundial, del bajo mundo y piratas de sobrenombre. Fukoro Laverna era la "madre de las prostitutas" "la Reina del Placer" y la competencia directa para los negocios de la Familia Donquixote en el bajo mundo.
Eren corrió la misma suerte que las mismas jóvenes de su edad que llegaban casi todos los días a la sucursal, ganándose la "exclusividad" de los mejores clientes de Laverna al ser la "más hermosa" de todas sus compañeras. La cuales no solo eran chicas de su edad, la Madriguera albergaba a jóvenes mujeres de casi todas las edades, algunas huérfanas, otras que intentaron pasarse de listas con Laverna, la mayoría eran vendidas por sus propias familias en cambio de Berries, otras antiguas esclavas de piratas. Había chicas de todas partes del mundo, de los cuatro mares y las dos mitades del Grand Line. Cada una con diferentes apodos de animales para diferenciarlas.
Porque eso es lo que eran para Laverna, animales de exhibición.
──Lo bueno de este tipo de negocios es que manejamos una mercancía que jamás se acabará──. Eren escuchó una de esas noches a Laverna hablar en su den den mushi, con el mismísimo De Berry Bryson; el Monstruo Rojo──. Las mujeres.
Eren debió saber que esa era su señal para huir pero al menos a esas alturas ya sabía la técnica de Laverna para lavarle el cerebro. Era esa técnica que usaba para intimidar a las personas, petrificándolas y haciéndolas obedecer.
──No pienso quedarme un minuto más──. Eren le dijo a una de las chicas con la que entabló amistad durante sus cinco meses trabajando ahí. Carina, o cómo todos la conocían, el zorro rojo──. Tengo un plan para salir de aquí. ¿Quieres venir conmigo?
Carina la miró con duda, era mucho más pequeña que ella. Eren había cumplido 13 años dos meses atrás mientras que Carina apenas tenía 9 años. La niña pelimorada únicamente asintió con su cabeza, escondiéndose al notar la silueta de Raine, el guardaespaldas dientes de sable de Laverna, acercándose a ellas y tomando a Eren bruscamente de los hombros para sacarla de los vestidores cuándo la hora del espectáculo diario inició.
──La jefa quiere verte en la sala roja──. Raine le informó soltándola de la misma manera brusca al llegar frente a la puerta de su dormitorio, sacando una bolsa de compras──. Quiere que te veas presentable.
¿Presentable? ¿Para qué? Eren jamás había estado en la sala roja a pesar de su "exclusividad", los únicos que entraban ahí eran los Dragones Celestiales para hacer sus negocios con Laverna, comprando a varias de las mejores jóvenes que ella poseía cómo esclavas.
La ropa que Laverna eligió para ella era una caracterizada cómo un pavo real, el mismo apodo que ella misma le había puesto desde que la "salvó" meses atrás. Eso solamente podía significar el peor de los escenarios, Eren estaba lista para llevar a cabo su plan, optó por dejar en el tocador los guantes que usaba para anular sus poderes y no afectar a nadie con su toque. La adolescente salió de su habitación, escoltada por los minks Raine y Hottie hasta la "habitación roja" dónde Laverna ya esperaba por ella. El rechinar de la puerta fue el único sonido que la recibió en la tétrica y fría habitación.
──No pongas esa cara──. la burlona voz de Laverna se escuchó en un punto oscuro de la habitación junto al sonido de la puerta detrás de Eren cerrándose──. Este fue el plan desde el principio, pavo real.
La Dama Búho apareció bajo la luz roja que alumbraba pobremente el espacio dentro de las cuatro paredes, sus siniestros ojos dorados brillando con mofa conforme avanzaba en dirección a la rubia.
──Supe quién eras desde el principio y no podía creer lo suertuda que era de que precisamente tú... la hija de mi peor enemigo estuviera en mi territorio──. Laverna continuó, usando sus largas uñas carmesí para tomar la barbilla de Eren con brusquedad──. Tan... indefensa y sola que no tuve que hacer mucho para que vinieras cómo una polilla hasta mí.
¿Su padre era enemigo de Laverna? ¿Ella siempre supo quién era Eren desde un principio y jamás le dijo nada?
──Bryson estaba deleitado con la idea de hacer sufrir al Joker si te torturábamos hasta la muerte pero esto... creo que ser una esclava es mucho más divertido ¿no lo crees?──. Laverna sonrió, deleitada con el rostro de confusión de la pequeña rubia frente a ella──. Quise venderte al primer postor pero la clave en este negocio es la paciencia. No podía venderte a cualquier sinvergüenza, no, debía esperar una mejor oferta. Y aquí estamos.
Laverna le soltó la barbilla, tomándola de sus hombros para obligarla a observar las brasas ardientes en la chimenea. Raine levantó un pedazo de metal con un símbolo en la punta, adentrando el material en las brasas calientes hasta que se tornó rojo. Eren abrió sus ojos con temor, empezando a removerse entre los brazos de la mujer para alejarse en cuánto el hombre dientes de sable comenzó a acercar el material hirviente a ella. Laverna se río, ignorando los lloriqueos de Eren los cuáles se tornaron en gritos de dolor cuándo el material hirviendo hizo contacto con la piel sensible de su brazo derecho.
Eren cayó al suelo sobre sus rodillas, su piel ardiendo y el olor a quemado inundando sus fosas nasales. Sus mejillas húmedas con las imparables lagrimas de rabia y dolor.
──Ahora le perteneces a los Dragones Celestiales──. Laverna dijo detrás de ella, mirándola con pena fingida──. Te recomiendo ser una buena esclava si es que no quieres terminar muerta cómo la mayoría en tus primeros días.
Una rabia arrebató contra la pequeña en el suelo, sus gruñidos de dolor convirtiéndose en sonidos de rabia que pronto escalaron a una furia desatada. La rubia se levantó del suelo, sacando una de las dagas que siempre llevaba con ella que escondió debajo de su abrigo de pavo real, clavándolo en la pierna de Raine. El hombre dientes de sable soltó un sonido de dolor, observando la daga clavada en su pierna y tomando con una de sus manos enguantadas un puñado del cabello de Eren con fuerza.
La rubia en lugar de quejarse, le escupió en la cara ante la cercanía, aprovechando la mueca de asco y distracción del hombre para tocarlo.
──On Comand*──. los primas de diamante aparecieron en su ojo derecho, anunciando el uso de su poder──. Tragáte todas las brasas hirviendo de la chimenea y clavate la daga en el cuello si aún sigues vivo después de comerlas.
──¡¿Dónde están sus guantes?!──. Laverna gritó detrás de ella, observando al hombre dientes de sable obedecer en un rechistar las órdenes de la pequeña y hincarse junto al fuego para comenzar a comer las brasas ardientes──. ¿Te crees muy lista? ¡Belos! ¡Atrápala antes de que lleguen los dragones celestiales!
Belos se movió con rapidez pero Eren fue más rápido tocándolo.
──Libera a las esclavas del lugar y quemálo cuándo ya estén afuera──. comandó, Belos asintió con su cabeza, ignorando las órdenes de Laverna y siguiendo los comandos de la rubia abandonando la habitación para hacer lo que le pidió.
──Eres una completa molestia──. Laverna le gruñó, tomándola bruscamente del cabello para hacerla arrodillarse frente a ella──. ¿Sabes? No me importa que los dragones celestiales me maten por romper el trato si es que te puedo matar primero y enviarle tu cabeza al Joker y a la princesita fastidiosa de su hermana.
Eren jadeó ante el agarre de la mujer, mirándola directamente a los ojos. Antes de que Laverna pudiera proceder en su amenaza, las puertas de la Habitación Roja se abrieron de par en par, dejando ver a los dos dragones celestiales mirándolas fijamente detrás de esas burbujas que los apartaban del mundano aire mortal.
──¿Que demonios está pasando aquí?──. el hombre dragón celestial habló, una mueca de disgusto se trazó en su rostro al ver el hombre búho muerto en el suelo y la escena protagonizada por Laverna y Eren.
──¡Papi! ¿Dónde está nuestra nueva esclava?──. la mujer a su lado chilló, la misma mueca de asco cruzando sus facciones al ver el aspecto del lugar.
Eren se zafó del agarre, tomando con sus manos rápidamente el rostro de Laverna en sus manos.
──Quédate absolutamente quieta.
Laverna obedeció, sus ojos dorados brillando con furia y impotencia al no poder desobedecer las órdenes de la rubia. Eren se dió la media vuelta para ver a ambos dragones celestiales, el ardor en su brazo un recordatorio de quiénes eran sus enemigos.
──¿Que diablos hiciste?──. demandó el hombre, buscando la pistola de oro en su ropaje que siempre llevaba con él.
Eren se giró hacía ambos dragones celestiales moviéndose rápidamente para tocarlos a ambos al mismo tiempo, aprovechando que el hombre aún seguía distraído buscando por el arma que no se encontraba dónde antes y que Carina tuvo la misión de robar desde que se adentrará al establecimiento.
──¿Cómo te atreves a tocarnos?──. exclamó el hombre con desdén, llamando por los guardias que siempre los seguían pero ninguno estaba ahí.
──Maténse entre ustedes──. Eren comandó, dándoles una sonrisa inocente antes de alejar su mano de ellos y alejarse de la habitación para escapar.
Del otro lado del Archipiélago, las tropas de la Marina bajaban una a una para evacuar el lugar ante la llamada Buster que el Almirante Kizaru ordenó hacerse de inmediato en el Archipiélago por los incontables delitos ilegales que se llevaban a cabo, todos sin ser afiliados al gobierno y con raíces desde el bajo mundo. Los buques de la Marina se alineaban uno a uno desde el mar, alarmando a la gente del lugar con su mera presencia.
──Aún estoy confundido del porque nos mandaron a los cuatro a esta misión──. la amargada voz acompañada de una nube de humo de Smoker habló, caminando deliberadamente por las calles rumbo a la Madriguera.
──Es nuestra última misión como cadetes, deja de quejarte──. Hina comentó, dándole una calada al cigarro que colgaba perezosamente en sus labios. Sus ojos oscuros cayeron en Black, callado y con su mirada enfrente──. ¿No crees que está siendo dramático, Black?
Bellemere quién se mantenía al margen de la conversación miró de reojo a su compañero, suspirando.
──Es inútil, Hina──. masculló la pelirosada rapada──. Sabes que Black no ha dicho ninguna palabra desde lo de Rosinante.
Black sintió un punzón en su estómago ante la mención de su difunto amigo, tomando esa mención cómo su salida de la conversación y adelantándose. Su único objetivo en esa Isla era rescatar la pequeña que salvó meses atrás, fiel a la única promesa en su vida que realmente significaba algo para él. Salvar el legado de su hermano, su mejor amigo, Donquixote Rosinante. El cuál había muerto tres años atrás en manos del monstruo de su hermano, una muerte que Black ciertamente jamás olvidaría y una a la que se aferraría en busca de venganza hasta que tuviera lo que quería.
La cabeza del Joker en sus manos.
El hombre se movía entre los civiles avanzando entre el pánico hasta los buques de rescate que se encontraban en la orilla, sus ojos buscando a su objetivo pero era claro que estaba en el corazón del desastre, en la Madriguera. Sus manos tomaron el Den Den Mushi de interferencia que llevaba con él, marcando el número de la primer persona que sabía estaba ahí en la Isla igual que él pero no respondió.
«Típico de ese mocoso» pensó el hombre en su cabeza, marcando a su segunda opción, y la que realmente fue la primera desde antes.
──Ya estoy en posición, no debes de recordarme lo que debo hacer, Kōmori──. la voz de Miss All Sunday, o cómo él la conocía; Nico Robin, sonó del otro lado de la línea.
──Siempre un paso adelante──. mofó, sus ojos oscuros escaneando el borde del caos cada vez más acercándose al lugar──. Mantente cerca, espero tengas ojos y oídos en todos los perímetros por si intenta escapar por la parte trasera.
──No tienes que decírmelo dos veces, Cloack──. Robin respondió, colgando antes de que Black pudiera añadir algo más. El hombre pelinegro soltó un sonido de indignación, guardando el mushi en su capa de Almirante y avanzando hasta la puerta trasera. Esperando... divisando dos siluetas conocidas fumando detrás del establecimiento.
──Shachi... Penguin... Cuánto tiempo──. Black hizo presencia detrás de ellos, usando su poder para silenciar sus pasos y lograr asustarlos. Ambos lo maldijeron, brincando del susto y mirándose entre ellos──. ¿Y ustedes dos rufianes que hacen aquí? Ni siquiera tienen edad para fumar todavía.
Penguin tomó la palabra, señalando con su barbilla la Madriguera detrás de ellos──. Estamos esperando al capitán.
Black se pegó en su frente con ayuda de su mano, maldiciendo en lo bajo──. Ese jodido mocoso...
«¿Cómo es que Rosinante pudo soportarlo?» Black ya lo hubiera lanzado al mar años atrás sino fuera por la memoria de su amigo.
Eren corría por los pasillos esquivando los pedazos del lugar cayendo, la estructura estaba derrumbándose gracias al fuego y el humo cada vez era más espeso, el calor más intenso. Debió pensar mejor sus órdenes antes de actuar, pero estando en el borde de la rabia nunca pudo pensar bien, esa emoción siempre era un detonante para su buen pensar. Algunas veces sentía que era algo que heredó.
Sus ojos escaneaban el caos buscando a Carina, quizá ya había salido con ayuda de Belos gracias a su orden. La rubia comenzó a correr aún más cuando los sonidos de un ave sonaron por todo el establecimiento en llamas. Laverna había logrado escapar gracias a su transformación. Eren se apresuró hasta la salida principal, el tránsito de las personas queriendo escapar le obstruían el paso, todos gritaban en desesperación tratando de que la enorme puerta principal fuera suficiente para todos al mismo tiempo.
Detrás de ella, un joven Trafalgar Law intentaba hacer lo mismo que los demás, escapar. Pero al menos era lo suficientemente inteligente como para que el pánico no se apoderará de él, sus ojos grisáceos buscaban entre la multitud a Bepo, el cuál no debía ser difícil encontrarlo pero que por alguna razón no lograba verlo por ningún lado.
──Nunca vuelvo a visitar un lugar como este para negocios──. farfullaba para él mismo, empujando y haciéndose paso a través de la multitud. Sin darse cuenta, siendo seguido por un pequeño coyote negro en silencio al reconocer su aroma de alguna parte.
Eren huía a paso rápido, el sonido del ave cada vez más cerca y eso solamente hacía el caos incrementar más. Sus pasos se detuvieron, al chocar con una enorme bola de pelos erguida en medio de todos. La rubia cayó de espaldas ante el choque, observando con confusión a un oso polar cubriéndose así mismo de la gente pasando por encima suyo, literalmente, entre tanto desastre.
──¿Y tú cómo llegaste aquí?──. Eren ladeó su cabeza, levantándose de su lugar y rodeando con curiosidad a la criatura. ¿Andaba en dos patas y hablaba cómo su mascota? ¿Era un... Mink?──. Em... ¿Hola? ¿Oso Polar?
Ante la mención de su raza, el oso se destapó el rostro para ver a la curiosa rubia delante de él. Enseguida notó la marca aún fresca en su brazo, junto con la sangre escurriendo de ella y las heridas de batalla de la rubia.
──¿Que te sucedió?──. balbuceó el Oso, aceptando la mano que Eren le tendió para ayudarlo a ponerse de pie, alejándolo de la multitud para avanzar entre la gente hasta una zona segura. Aunque todo el lugar estaba siendo poco a poco consumido por las llamas──. Me llamo Bepo...¿Sabes que está pasando?
Eren se quedó callada, avanzando en silencio junto a Bepo entre la multitud──. Yo causé todo esto... mi nombre es—
Un estruendo seguido de un animalístico sonido hizo que todos comenzarán a gritar. La parte trasera del lugar se había derrumbado por completo, creando un derrumbe en escala que cada vez se acercaba más a la parte principal del enorme lugar. Un enorme búho blanco volaba directamente hasta Eren, haciéndola avanzar cada vez más rápido, tomando al Oso de su traje para arrastrarlo detrás de ella.
──Quítate de encima, jodida bola de pelos──. Law gruñía, sacudiendo su pierna en dónde el coyote se aferró cuándo menos lo esperó. El sonido los alarmó a los dos, haciendo a Law ignorar el animal en su pierna comenzando a correr hasta dónde divisó los demás salían.
Los dos adolescentes quedaron separados únicamente por el enorme monstruo búho que aterrizó frente a Eren y Bepo. Ignorando por completo a las demás personas huyendo por sus vidas y aún más a las que yacían muertas en el suelo, la mayoría personal del lugar. Al menos consolaba a Eren saber que todas las esclavas ya habían salido del lugar. El búho soltó un gruñido de rabia, lanzándose encima de Eren y Bepo pero antes de que pudiera alcanzarlos una enorme katana lo atravesó, cortándolo en dos.
──¡Capitán!──. Bepo gritó agradecido, corriendo del otro lado cuándo el enorme monstruo cayó muerto en el suelo.
Eren miró la interacción confundida. ¿Al fin la suerte estaba de su lado que un desconocido mató a Laverna en lugar de ella? Sus ojos ámbar cayeron en el extraño, pero el humo y las llamas le hacían imposible ver quién era. Solamente divisó a su silueta arrancar la katana del cuerpo para ponerla en su espalda donde correspondía.
──¿Capitán? ¿Eres un pirata?──. Eren balbuceó pero su curiosidad murió cuándo su pequeña mascota llegó a su lado, ladrando en su dirección para llevarla hasta la salida. Eren miró por encima de su hombro en busca de Bepo, quién desapareció del lugar como el aire junto a su salvador.
Eren salió del lugar antes de que se derrumbará por completo. Se quedó quieta observando la estructura consumirse y caer sin gracia en el suelo, las llamas alzándose por los aires, el caos de afuera era tan intenso cómo el de adentro cuando se dió cuenta lo que sucedía a sus alrededores. Estaban bombardeando la Isla por completo.
¿Por qué estaban lanzando bombas a la Isla? Enseguida notó los buques del Gobierno Mundial lanzando misiles sin un lugar específico, solamente con la intención de destruir. ¿De que había servido su plan de rescatar a las esclavas si de todos modos morirían en manos de la Marina?
──Encontré al usuario──. una voz femenina detrás de ella la hizo girarse para encarar a la persona. Era una mujer de cabellos largos, lisos y de un color rosa oscuro. Sostenía una foto arrugada en sus manos──. ¡Hey! ¿Tu causaste esto?
──¡Hina! ¡No te quedes ahí parada! ¡Atrápala! ¡Mató a dos Dragones Celestiales!──. un hombre llegó a su lado, con dos puros sobre su boca, su cabello de un tono gris que le recordó a Laverna.
Eren no respondió, en su lugar, corrió lo más rápido que pudo. Los cadetes enseguida le siguieron el paso, corriendo detrás de ella y llamando por refuerzos. La rubia eligió el camino trasero de la Madriguera, de reojo le pareció ver a un hombre de vestimenta negra mirándola pero fue solamente su imaginación, así que siguió corriendo hasta que perdió de vista a los marines.
──Me impresionas. ¿Tú derrumbaste ese lugar sola? La Marina ha querido hacerlo durante años y tú lo haces en un día──. otra voz femenina sonó detrás de ella, una más joven que la que escuchó anteriormente, pero que sonaba igual de madura.
Eren se sobresaltó, girándose para ver a una adolescente sentada encima de una gran roca, con sus piernas cruzadas y un sombrero vaquero de color púrpura tapándole la mitad del rostro. Algo en ella hizo que Eren no entrará en pánico, quizá al ver que no pertenecía a la marina cómo la otra mujer.
──Tranquila, no estoy aquí para capturarte──. la mujer levantó su barbilla para dejar que su rostro fuera iluminado por la luz solar, una sonrisa ladina en su rostro y sus ojos oceánicos brillando con simpatía──. ¿Nunca has pensado viajar a Alabasta?
📍Actualidad, Going Merry Go.
Al terminar con su historia, Eren tomó un largo trago de cerveza —siendo el último de la noche— y teniendo suficiente convivencia con el enemigo por un día. No podía descifrar los pensamientos de los Sombrero de Paja con tan solo verles el rostro, pues todos parecían tener su propia opinión sobre lo que acababan de escuchar. Su capitán mantenía una expresión confundida, su cabeza ladeada a un costado, probablemente solamente le entendió a la mitad de la historia.
La navegante parecía ser la más abrumada, su expresión era inexplicable y Eren pudo escuchar su murmuro casi impredecible──. Carina...
¿Acaso la conocía? Eren siempre se preguntó el paradero de su pequeña amiga, y aunque nunca supo que pasó con ella, esperó que no hubiera terminado muerta en la llamada Buster de la Isla.
Zoro parecía atento a los detalles pero con ese aire de desinterés que lo rodeaba, aunque solamente era una fachada, Eren se había dado cuenta que realmente él le prestaba atención a absolutamente todo. El tirador tenía una expresión de horror que combinaba con la del pequeño reno a su costado, mirando a Eren cómo una especie de animal extraño —irónico por parte del reno-humano—. La princesa Vivi incluso tenía lágrimas en sus ojos, algo que Eren esperaba de ella y su infinita empatía por todos.
──Pasaste por lo peor que una dama pudo haber pasado──. la voz azucarada de Sanji sonó a un lado suyo, el cocinero de pie sirviéndole más vino en su copa con una sonrisa coqueta en el rostro──. Me alegra que hayas escapado, madame.
La chica de cabellos negros sentado a un costado de ella hizo un sonido de desagrado, rodando los ojos y atrayendo la botella de vino hasta su alcance para beberla toda.
──¿La mujer que te encontraste en el final de tu historia no era la que nos atacó el otro día?──. comentó una vez que se terminó el contenido, sus ojos rojizos sobre Eren a todo momento──. ¿Trabajan juntas?
Eren bufó con diversión, dándole un sorbo al vino que Sanji le sirvió──. Se les olvida con unos cuantos tragos de que soy una cazarrecompensas. Claramente he trabajado con Miss All Sunday antes, ella es la mano derecha de nuestro jefe y yo su mano izquierda.
El hermano de la pelinegra soltó una risa burlona, sentado agraciadamente a un lado de Ace, soplándose con ayuda de su abanico un poco de aire en una noche tan calurosa cómo en la que estaban.
──¿Y que se supone que hace una mano izquierda?
──Matar, lo mismo que una mano derecha──. Eren respondió con simpleza, alzándose de hombros y bebiendo todo el contenido de su copa──, pero de una manera menos sutil, cuándo menos nadie se lo espera.
Usopp se levantó de un brinco de su barril, apuntando con un dedo tembloroso a la rubia──. ¡L... Luffy! ¡No podemos llevarla con nosotros! Nos va a cortar la garganta mientras dormimos. Y mi enfermedad de "no confíes en la cazarrecompensas" es m... muy grave.
──¡Sí, Luffy! ¡Me da miedo!──. lloriqueó el pequeño reno, escondiéndose detrás del moreno.
Luffy únicamente soltó una risa ante la paranoia de sus compañeros, negando con su cabeza──. No es mala, Ace confía en ella, así que yo también ¿verdad, Ace?
El mencionado se río suavemente, tomando todo el contenido de su tarro y limpiándose con sus manos. Sus ojos oscuros cayeron sobre la rubia un momento, al sentir su mirada Eren llevó sus ojos ámbar hasta el pirata. Ace le sonrió, asintiendo con su cabeza y levantándose de su asiento.
──No se preocupen, amigos, Eren no va a hacer nada porque está esposada──. Ace comentó con obviedad, tomando una de las muñecas de Eren para evidenciar sus palabras.
──¿SI NO ESTUVIERA ESPOSADA SI NOS HARÍA ALGO?──. Usopp agregó de inmediato, abrazado con Chopper mientras ambos se alejaban lo más que podían──. ¡SAQUENLA!
──Son unos idiotas──. Nami bufó con irritación, sus ojos azules sobre Eren cuidadosamente──. Si tenemos a una cazarrecompensas que también es buscada, y no por una pequeña cantidad; estamos hablando de más de 100 millones de berries, podemos entregarla a la Marina si intenta hacer algo.
──Tú solamente piensas en dinero──. se burló el pelinegro del abanico──, pero estoy de acuerdo contigo.
──Si el hermano lindo de Luffy dice que no hará nada, entonces no hará nada, dejen los dramas──. añadió la pelinegra, otra botella adornando sus manos.
Eren únicamente se río cortamente por la interacción, imitando el gesto de Ace de levantarse──. Fue un placer beber con ustedes, Sombreros de Paja, hasta me siento mal de querer cobrar su recompensa ahora que los conozco bien.
Luffy se carcajeó──. ¿Ven? ¡Me cae muy bien!
Eren y Ace decidieron llamarle una noche en cuánto los Sombrero de Paja parecían seguir con su festejo, dejándoles atrás mientras se dirigian a sus respectivas bolsas de dormir en la cocina dónde dormirían los siguientes días en su pequeña visita. Antes de adentrarse a la cocina, Ace se desvió a la parte trasera de la proa, obligando a Eren —encadenada literalmente a él— a seguirlo hasta dónde el festejo de la tripulación ya no se escuchaba.
──Nunca me contaste esa parte de tu historia──. Ace habló ante el silencio, recostando su cuerpo del borde del barco para quedar frente a ella.
──No somos amigos para que te cuente mi historia en primer lugar──. objetó la rubia, en una posición incómoda gracias a las esposas en sus muñecas.
──No se porque sigues diciendo que no somos amigos──. el pirata le respondió con una sonrisa──. Nos conocemos desde hace mucho tiempo ¿no?
──Conocer a alguien por mucho tiempo no significa que sea tu amigo.
──¡Es cierto! Tú y yo ya nos hemos besado dos veces así que somos más que amigos──. Ace comentó con gracia, alzando de manera coqueta sus cejas, una media sonrisa formándose en sus labios──. Mentiría si te digo que no pensé en ninguno de esos besos durante estos dos años. ¿Por qué crees que en lo primero que pensé al estar en Alabasta fue querer encontrarme contigo?
Eren fue tomada por sorpresa con los comentarios. Sus mejillas tornándose de un leve color rojizo, que gracias a la oscuridad del lugar y a la poca luz Ace no pudo divisar.
──Agh, no puedes dejar de coquetear aunque sea un segundo──. Eren alejó su mirada del pirata, rodando sus ojos con irritación──. Típico de piratas.
──Es adorable ver lo mucho que odias a los piratas estando rodeada por muchos──. Ace se burló, su mirada en dirección a dónde los Sombrero de Paja festejaban──. Incluso actúas cómo uno en ocasiones.
──No me vuelvas a insultar de esa manera.
Ace solamente se rió ante el comentario, aprovechando la comodidad de la conversación para sacar a luz lo que había estado pensando todo el día.
──Tengo algo que ofrecerte──. Ace cambió el rumbo de la conversación, logrando que toda la atención de Eren cayera en él──. Te daré las llaves de tus esposas... si hacemos un trato.
¿Un trato? ¿Que clase de trato podría tener un pirata y una cazarrecompensas?
──Ambos estamos tras Barbanegra ¿no?──. Eren asintió ante la pregunta, sus ojos entrecerrándose con intriga──. ¿Por qué no trabajamos juntos para atraparlo?
──¿Y yo que ganaría si te ayudó a atraparlo?
Ace se alzó de hombros, cruzándose de brazos para mirarla con curiosidad──. No lo sé, eso dímelo tú. ¿Que ganas atrapando a Barbanegra?
Eren se quedó pensando unos segundos. Eligiendo sabiamente sus siguientes palabras sin delatar sus verdaderas intenciones.
──Libertad.
Ace alzó sus cejas con sorpresa.
──¿Ya no quieres seguir en los Barrocos?
──Quiero ser más que solamente una cazarrecompensas──. Eren se sincerizó, soltando un suspiro y desviando su mirada para ver el vasto mar rodeándolos──. Era divertido al principio pero ahora es tan... aburrido. Quiero más, salir de aquí, hacer algo emocionante. Quiero... quiero una aventura.
Ace pareció pensativo unos segundos, mirándola con curiosidad, su expresión seria hasta que su característica sonrisa se abrió paso por sus facciones. El pelinegro le extendió su mano, causando una confusión en la rubia.
──Te propongo algo, me ayudas atrapar a Barbanegra y yo mismo te sacaré de aquí y te llevaré a dónde tu quieras para que empieces de cero──. Ace dijo con entusiasmo, su mano aún extendida esperando a que Eren aceptará──. Te prometo que Crocodile ni ninguno de sus cazarrecompensas te atrapará si te ayudo.
Eren observó la mano del pirata. La rubia sonrió, ante los ojos de Ace cómo una sonrisa de compañerismo pero que para ella tenía otro significado. Eren aceptó la mano de Ace, pero era él quién estaba aceptando la pesadilla que se desataría después.
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