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4. Es como si fuera una presa... su presa.

Cuando se levantó esa mañana, además de haber despertado tan asustado y angustiado como siempre, despertó particularmente nervioso. De hecho, no había podido pegar los ojos en toda la noche y solo puedo hacerlo a las tres de la mañana, cuatro horas antes de que debiera levantarse a irse a trabajar. Se sentó en la cama, y como siempre, miró la cama de Melanie, donde estaba la pequeña, todavía dormida y abrazando fuertemente un peluche de oso casi destruido como si en cualquier momento fuera a escaparse de sus manos.

Él sonrió, tan enternecido como siempre que miraba a su pequeña hermana. Era como si ella reparara todos los días su corazón débil y hecho pedazos. Se levantó de la cama, tan sudado como siempre y ando hacia al baño, como todas las mañanas. Mientras el agua fría caía por su acelerado y tembloroso cuerpo, empezó a pensar en la noche de hoy. Hoy conocería a su cliente; cliente del que habían hablado cuanta mierda había sido posible y mierda que solo hacía que Dean estuviera más temeroso que de costumbre.

Roman, según todo lo que Lana y Chris le había contado, era rudo, testarudo y difícil, pero era todo un caballero de clase alta. Pero, aunque ya tuviera una imagen de él, no lo conocía. No sabía cómo se desenvolvía, ni como actuaba normalmente, ni quienes eran sus actuales amigos. Se estaba embarcando en una aventura tan misteriosa como complicada.

Pensó brevemente en su madre y en lo poco que la conocía, y una vez más, se preguntó qué hubiese hecho ella. La recordaba testaruda y segura, al igual que callada y bondadosa. Posiblemente, aunque hubiera estado tan asustada como él la primera vez que hizo esto, se hubiera embarcado a la aventura. El amor de madre era incondicional y más ciego que cualquier otro después de todo.

Ella lo había hecho. Y él podía hacerlo. Pero esto de vender tu alma al diablo no era tan fácil como las películas lo mostraban y él temía descubrirlo de la peor manera. De la misma manera en la que su madre lo había descubierto.

Cuando terminó de darse el baño, oyó como la televisión de la sala se encendía. Debía de ser Melanie. Suspiro antes de salir a la sala, completamente vestido. Miró a Melanie sentada en el suelo, como todas las mañanas. Sentía que la rutina de Melanie lo iba a matar a él más rápido que a ella. Ella simplemente se levantaba, veía caricaturas, comía y se iba a dormir. No estaba lo suficiente bien como para entrar a una escuela, además que Dean no podía pagarla. Llevaba dos años recaudando para un psicólogo y todavía le faltaba tanto dinero para poder pagar una cita.

Dean sabía la importancia de la educación y, de hecho, reconoció tal importancia cuando le arrebataron el poder seguir estudiando. Dean había sido el mejor estudiante de su clase y le habían salido muchísimas becas universitarias. Pero la carrera que quería estudiar tomaba muchísimo tiempo y dedicación, cosas que prefirió dedicarle a Melanie.

—Te vas a quedar ciega si te sientas tan cerca del televisor. —comentó el castaño, sabiendo que ella no le prestaría ni la más mínima atención. Como siempre.

Hizo un mohín con sus labios, un mohín desanimado, justo en el momento en el que tocaron su puerta. Por la hora, suponía que era Dana. Y cuando abrió la puerta, vio como entraba la mujer de cabello rubio y de baja estatura, la cual llevaba una cara amargada. Dean frunció el ceño, sin entender el por qué del disgusto de la rubia.

—Dana, ¿pasa algo? —Preguntó Dean, al mismo tiempo que cerraba la puerta.

Sin embargo, su respuesta abrió la puerta nuevamente. Dean miró como su socio, Baron Corbin, entraba a la casa sin permiso alguno, persiguiendo a Dana. Dean escondió una sonrisita que empezaba a mostrarse en su rostro. Desde que Baron había conocido a Dana, la perseguía como un perro en celo, mientras la pequeña pero esbelta rubia no le daba ni la hora. Era tan condenadamente gracioso.

— ¿Pasa algo? —gruñó Dana, volteando a mirar a los hombres— Pasa que este idiota me ha perseguido por casi toda la avenida y estoy a nada de matarlo a golpes.

—Pero, ¿por qué, mujer? Si yo solo estoy siendo atento contigo... —Respondió el pelinegro a lo que decía la mujer, siendo interrumpido rápidamente por ella.

—No necesito tu atención, Baron. Estoy muy bien sin recibir tu atención. —comentó ella.

Dean no pudo seguir ocultando la sonrisa que se formaba en su rostro, sin embargo, ya era hora de que se fuera a su trabajo. No podía seguir llegando tarde o si no, Jimmy lo despediría como tenía prometido si volvía a llegar tarde alguna vez a su trabajo.

—Bueno, yo los dejó, muchachos. —Anunció Dean, tomando la nueva chaqueta de cuero que Jericho le había regalado de la mesa del comedor. Se la colocó rápidamente y volteó a mirar a los dos individuos— Debo irme a trabajar. Dana, volveré muy tarde porqué hoy empiezo en mi nuevo trabajo, ¿de acuerdo? Muchas gracias por todo como siempre...

La rubia lo tomó del brazo cuando pasó por su lado. Dean volteó a mirarla, confundido ante la acción. Dana lo inspecciono, de arriba abajo, con una mirada confundida y hasta confundida. Su mejor amiga le miró con sus ojos celestes, donde se podía ver ese destello de desconcierto.

— ¿De dónde demonios has sacado esa chaqueta, Dean?

El mencionado no se esperaba esa pregunta, y sintió como su cuerpo se tensó ante eso. Sabía que Dana no era una tonta, ni siquiera tenía un pelo de serlo, además que era lista como el demonio y súper astuta. Algo que le encantaba porqué era una gran amiga, pero desde que estaba negociando con el diablo, tener a una Dana siempre tan preocupada por él, empezaba a llenarlo de miedo con la simple idea de que ella se enterara de su nuevo trabajo.

—Oh... es un regalo de mi jefe. —Respondió él, tratando de no mentir del todo ante su mejor amiga.

Dana enarcó su delgada ceja.

— ¿Un regalo de tu jefe? —murmuró ella, con un tono desconfiado— Dean, ¿desde cuándo los jefes regalan ropa? Además, ¿de dónde sacaría dinero para comprar en esa tienda? ¡Es carísima!

Dean logró soltarse del agarre de su mejor amiga, pensando alguna otra cosa que decir.

—Pues... sí, es un regalo de mi jefe.

—Dean, no me mientas.

— ¡No lo hago! —Exclamó él, haciendo que la rubia brincara sobre sus pies del susto y que Baron tomara una postura defensiva— Oigan, yo... estoy trabajando de asistente con un hombre de finanzas y él me compró esto para que luzca mejor. Dice que, si me veo como un vago, la gente pensará malas cosas de él... ¿entienden?

Dean se había sorprendido de mentir de manera coherente, de hecho, se sorprendía de que pudiera mentir. Su madre le había enseñado que las mentiras eran malas... pero no era como que su madre fuera el ejemplo indiscutible de la verdad.

—Ehm... de acuerdo. —murmuró Dana, tragando saliva y mirando a Dean, tratando de examinarlo— Adiós, Dean.

Dean soltó un suspiro y se acercó a la rubia, colocando sus brazos alrededor de ella, para así poder abrazarla. Dana sonrió levemente para devolverle el abrazo a su amigo. Dean besó su mejilla antes de separarse de ella y salir por la puerta. Dana mantuvo la sonrisa hasta que Dean salió por la puerta, posando una mueca extrañada en su rostro.

No le creía nada.













—Y entonces yo estaba conduciendo y ¡Puff, se apagó! —Exclamaba Daniel Bryan, un cliente ocasional de su tienda de mecánica, el cual hablaba con Jey. Dean, por su parte, estaba debajo del auto Lada año 92— Yo sinceramente no sé a dónde estoy yendo con esta chatarra...

—Todos los autos Lada son una porquería. Sinceramente, no entiendo cómo puedes seguir teniendo uno de estos. —Comentó Jey.

—Fue un regalo de mi padre, Jey... es importante para mí.

—Lo sé, Daniel. Pero, ¡Jesús, Brianna está embarazada! ¡No puedes llevar a tu familia en esta porquería!

—Lo sé, lo sé... pero de hecho estoy ahorrando para salir de esta porquería. —dijo Daniel— Quiero sacar a Brianna de Ohio, quiero llevarla al campo. Quiero que nuestra familia esté en un lugar seguro y sano. Por ahora, estoy preocupado en eso. No en este maldito auto.

Dean sonrió de soslayo al oír eso. Conocía a Daniel desde hace mucho, sabía que sus malas decisiones lo habían hecho terminar en Ohio. De hecho, todos estaban en Ohio por sus malas decisiones. Y todos querían irse, ese era el sueño de todos los que vivían ahí. ¿Quién demonios quería vivir en la sede del infierno? ¿Quién quería vivir en un lugar que decía malas decisiones e inseguridad por todos lados? Nadie. El sueño de todos era irse.

Unos querían ir a New York, otros a Los Ángeles. Otros querían irse a Carolina del Norte, otros a Carolina del Sur, pero todos querían irse. Y Dean no era la excepción... quería ir a la Costa Oeste. Nunca había ido a una playa toda su vida, era una especie de sueño para él. Quería vivir en el mar... con una Melanie recuperada y sana a su lado.

Oía como Bryan y Jey hablaban, pero él estaba concentrado en su trabajo. De hecho, ni siquiera oyó cuando los dos individuos dejaron de hablar y una voz femenina fue la que empezó a oírse. Solo oyó cuando Jey gritó su nombre, haciendo que se arrastrara por el suelo y saliera de su escondite.

Desde el suelo, vio a los dos rubios, los cuales estaban vestidos como dos estrellas de cine. Lana usaba un vestido ajustado blanco y una bufanda peluda de color rosa pálido, mientras Chris vestía como una estrella de rock de los años 80. Los dos eran una gota de estilo en una ciudad tan descuidada.

—Oh... hola. —Saludó Dean, empezando a levantarse del suelo.

— ¡Hola, Deanie! —Saludó Jericho, tan amable como desde que lo conocía.

—Hola, lindura. —Saludó también Lana.

— ¿Qué hacen aquí? —Preguntó el castaño, acercándose al dúo de rubios.

—Pues... vinimos a buscarte, pero creo que estás un poco ocupado. —Comentó Chris, cruzándose de brazos— Aunque creo que podemos convencer a tus jefes de que te dejen salir más temprano...

— ¿Qué? ¡Oh, no! —No tardó en interferir Jey, posándose entre el castaño y el dúo de rubios— Dean tiene que reparar este auto, ¿va? Es el único que sabe como hacerlo, estos autos son un desastre.

—Oh, entendemos eso buen hombre, pero Dean tiene que prepararse para el día de hoy. Será un día difícil. —Comentó Lana, con esa hermosa sonrisa perfecta y su hipnótico acento ruso— Además, ya hablamos con su hermano... y él ha dejado muy en claro que no tiene problema en dejar a nuestro amigo Dean irse. —La rubia se volteó, mirando por la puerta donde habían entrado— ¿No es así, Jimmy?

El mencionado salió por la puerta, dándose a mostrar. Una sonrisita nerviosa y un sonrojo ridículo se pintó en su rostro. Dean contuvo una risita, no quería ni imaginarse que pudo haber hecho Lana como para que él se colocara de esa manera.

—Sí, sí... Dean se retirará con la señorita Lana, Jey. Basta de quejas. —dijo con un tono cantarín el moreno, haciendo que su hermano rodará los ojos y soltara un suspiro.

—De acuerdo, como sea... Puedes irte, Dean.

Dean asintió y tomó uno de los trapos que estaban regados por el lugar, para así limpiarse las manos. Acto seguido, lo dejó caer donde estaba y tomó su chaqueta, la cual estaba encima de una de las sillas del local.














— ¿Podrías hablarme sobre él una vez más?

—Ya te he hablado de él como tres veces en todo el día, Dean. —Gruñó Chris, mientras le daba la espalda y miraba un clóset. Parecía estar buscando algo.

—Chris, por favor...

—Roman nació en Florida. —Empezó a relatarle, haciendo que una sonrisita se pintara en el rostro del castaño— El menor de dos hermanos. Su padre, sus abuelos y literalmente toda su familia paterna se había dedicado al ejército. Algunos estaban en la armada, otros eran de la marina. A penas su hermano mayor cumplió 18 se fue a servir a su país, dejando a sus padres y a su hermano atrás. Roman, según lo que me ha contado, soñó desde ese momento con irse a servir a su país. Cuando cumplió 18, le llegó la noticia de que su hermano había muerto en servicio. Y aunque la noticia lo devastó, siguió adelante. Duró 20 años sirviendo a su país y salvando a gente de otros países, hasta que un día, una bomba atacó a su equipo. Mucho de ellos murieron, Roman, por su parte, estuvo lo suficientemente lejos como para no morir, pero una de sus piernas resulto muy lastimada. Volvió de la guerra a los 38 años, con un bastón. —Chris sacó un esmoquin del clóset, dándose vuelta para mirar a Dean— Desde entonces, llena el vacío en su corazón con sexo... como la gente normal. Actualmente tiene 40 años y es todo un bombón. Aunque bueno, es un cascarrabias.

—Ehm... ¿es atractivo? —Preguntó Dean, sintiendo como sus mejillas se teñían de rosa de tan solo hacer esa pregunta.

—Muchísimo. A veces se alborotan mis obvios problemas paternales y me dan ganas de llamarlo "papi", pero creo que eso no sería profesional.

Dean soltó una pequeña risa ante el comentario. Chris estaba completamente loco. Chris le ordenó que se levantara, para así empezar a ayudarlo a colocarse el traje. Mientras Chris estaba distraído, Dean siguió haciendo preguntas.

—Y antes de la guerra, ¿cómo era él? ¿Siempre fue un cascarrabias?

—Según lo que me han contado, no. Siempre fue serio, sí, pero nunca fue el maldito que actualmente es. —Chris soltó un suspiro— La guerra cambia a las personas.

Dean asintió lentamente, tratando de procesar la información.











— ¡Ay, nuestro bebé está creciendo! —Dean soltó una risita al mismo tiempo que Lana besaba su mejilla.

—Me siento tan orgulloso de ti. —Bromeó a la par el otro rubio, abrazándolo con uno de sus brazos.

—Ustedes dos están completamente locos. —Sonrió el castaño.

—Pero es verdad, eres como nuestro hijo menor a punto de irse a su primer día de trabajo. —Sonrió Lana— Dean, no tienes que sentirse nervioso... solo sé tú mismo.

Lana besó por última vez su mejilla, para acto seguido, seguir adelante con Chris hacia las afueras del sótano. Dean empezó a limpiar el sudor de sus palmas mientras veía como los dos rubios se tomaban de las manos y avanzaban. Lana se movía con aquel vestido rosa pálido que se ajustaba a su perfecta figura mientras Chris usaba un esmoquin color vinotinto que solo alguien como él haría que se viera bien.

Dean se repitió en su cabeza una y otra vez lo que había dicho Lana; solo necesitaba ser él mismo.

—Luces adorable en ese trajecito. Casi se me olvida que eres un cualquiera de mierda.

Dean volteó hacia la voz que le había hablado, fue entonces cuando vio a un chico de musculatura media mirándole con un toque de burla. Dean alzó una de sus pobladas cejas y le miró, sin entender el por qué del comentario.

— ¿Quién demonios eres tú? —Murmuró el castaño, levemente confundido ante la actitud del desconocido.

—Probablemente te hablaron de mí. —El desconocido se acercó a él, con esa pretenciosa sonrisita— Soy Seth, era el anterior servidor de tu querido nuevo cliente.

Dean recordó lo poco que Chris le había hablado del sujeto que tenía en frente de él. Seth era alguien de su misma altura y musculatura, solo que él tenía unos profundos ojos cafés y su caballo era color azabache y caía sobre sus hombros. Dean le examinó brevemente, antes de retomar el habla.

—Ya sé quién eres... oye, no quiero problemas...

—Y no los vas a obtener, pequeñín. —habló él— Yo he venido en simple son de paz a decirte, o más bien, advertirte en donde te estás metiendo... —Nuevamente esa sonrisa de villano de alguna película de cine se mostró en el rostro del hombre— Roman no es un hombre fácil, mucho menos para un novato como tú. Te recomiendo que te vayas lo antes posible, antes de que descubras que estás masticando más de lo que puedas tragar.

Y ante tal comentario, Seth le dedicó una última venenosa sonrisa antes de darse la vuelta y bajar hacia el sótano del local, donde hoy —a pesar de que Chris y Lana no estuvieran presentes— harían sus espectáculos de siempre.

Dean tragó saliva, tratando de procesar lo que había pasado. No se esperaba que esto pasara. Ni siquiera había empezado a trabajar en sí y ya tenía enemigos. Pero debía seguir adelante. Por lo tanto, respiró profundamente y salió por la misma puerta por donde el dúo de rubios había salido.








Chris y Lana conversaban amenamente mientras él se mantenía en sus pensamientos. Las calles de Ohio estaban solas y oscuras como siempre, el conductor de la camioneta negra donde estaban se veía más concentrado en el camino y en todo lo que pasaba que en el hecho de que él estaba a nada de tener un ataque de ansiedad.

—Dean, bebé, ¿estás bien? —Le preguntó Jericho, sacándolo de sus pensamientos.

—Ehm... sí, todo está bien. —Murmuró Dean, tratando de que el rubio no se preocupara. Pero al parecer, no logró convencerlo, debido a que la mirada azulada de su jefe se mantuvo sobre él— Es solo que... ¿Qué pasó entre Seth y Roman?

Chris pareció sorprenderse ante la pregunta, pero no tardó en responderle.

—Pues, la verdad es que Seth nunca se sentó a contarme que había pasado. Pero creo que simplemente él no pudo soportar el humor de mierda de Roman. Y siendo honesto... creo que Roman se hartó de él.

— ¿Por qué lo dices?

—Seth es un ser presuntuoso y detestable. —Intervino Lana— Solo sigue con nosotros porqué es bueno en su trabajo, pero es la peor rata que alguna vez se haya metido en Ohio.

Justo antes de que Dean dijera algo, llegaron a su destino según lo había informado el chofer. Los brazos de Chris lo abrazaron repentinamente y lo apretaron contra su pecho, haciendo que Dean soltara un pequeño chillido.

— ¡No estés nervioso, mi pequeña bolita de azúcar! —Exclamó Chris, mientras lo apretaba cada vez más fuerte contra él— ¡Todo saldrá bien! ¡Lo prometo!

—De acuerdo, Chris. —Sonrió Dean.

—Recuerda tener una buena postura, Dean. Si no, te daré una paliza cuando volvamos al local. —Sabía que, aunque Lana lo dijera con una sonrisa, no era en lo absoluto una broma.

EL chofer se bajó y abrió la puerta. Dean sintió sus pies tocar el suelo, y mientras Lana y Chris iban al frente, tomados de las manos, él iba detrás de ellos. A veces se preguntaba si ellos dos eran pareja, pero no lo creía posible. Probablemente eran los más grandes amigos del mundo... o al menos eso sonaba más lógico.

Cuando el trío entró al lugar, los dos rubios en frene de él parecieron estar cómodos en tal lugar, pero Dean sintió como una corriente eléctrica nadaba por su espalda. El lugar era inmenso y estaba decorado de dorado. Dean había visto varios lugares así en las revistas que se ponía a leer cada que iba al dentista público para practicar su lectura mientras esperaba. Este no era en lo absoluto su ambiente.

Lo único que llegó a su mente, fueron todos los consejos que había recibido a lo largo de estos días. Enderezó su postura y alargó su cuello, y empezó a repetirse una y otra vez que él pertenecía a ese lugar y que valía cada centavo.

Si lograba creérselo él, probablemente todos los demás lo creerían.

Oyó como Lana y Chris tenían una conversación entre ellos y otras personas, y él simplemente seguía metido en sus pensamientos. Como si aún fuera aquel chico de cinco años que podía leerse un gran libro en tan solo un día. Alzó la mirada cuando sintió varios ojos mirándole detalladamente y fue entonces cuando sintió como los nervios volvían a recorrerle de arriba abajo.

Unos ojos grises le miraban. Unos ojos llenos apagados y brutales que hicieron que las piernas de Dean temblaran brevemente. Supuso que él debía ser Roman, simplemente por ver el bastón de madera decorado. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, mientras el hombre le seguía mirando con detalle.

—Tú debes ser Dean. —Habló él, haciendo que el mencionado colocara sus pies nuevamente sobre la tierra.

—Así es... —Murmuró, tratando de no tartamudear.

—Genial. Yo soy Roman. —Se presentó él.

Dean se dispuso a tragar saliva, mientras el ex militar le seguía mirando. Era como si fuera un león fuerte e intimidante, detallando los rasgos de una gacela débil y asustada para poder atacarla y darse un banquete con ella. Es como si fuera una presa... su presa.

Y Dean pensó por un momento que Seth tenía razón: Estaba masticando más de lo que podría algún día tragar.






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¡hola amorcitos! Aprovecho para desearles a todas/os un feliz año nuevo y que este 2017 esté lleno de maravillas y mucha prosperidad. Este es el primer capítulo del año y el salseo viene fuertemente en el siguiente capítulo. Muchas gracias por sus lindos comentarios y espero que hayan disfrutado el capítulo.

Amor eterno, Evelyn.

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