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1. ¿Qué habría hecho mamá?

Una vez más, sus ojos se abrieron, teniendo la sensación de tener el corazón en la garganta. Su frente estaba llena de sudor y su camisa estaba apegada contra su cuerpo. Era lo mismo todas las mañanas. Sentir que estaba muriendo cuando sus ojos se abrían, recordando aquella apuñalada en la espalda y la visión de su madre siendo asesinada.

Todo se sentía como hace dos años.

Miró la cama que estaba al lado de la suya y vio como la castaña dormía tranquilamente encima de esta. Él sonrió levemente para después empezar a levantarse de su cama. Se sentó a un lado de la cama, mientras sus ojos azules miraban detalladamente a su hermanita. La respiración de la castaña era lenta y al parecer se veía bastante tranquila. A veces desearía poder dormir como ella.

Su mano se levantó y se acercó lentamente hacia la pálida mejilla de su hermana. Acarició lentamente esta con la yema de sus dedos, sintiendo el calor que la mejilla emanaba.

Melanie era su todo. Era la única cosa en el mundo que le mantenía los pies en la tierra. Había sido su primera amiga y su única compañía durante mucho tiempo. Sentía que debía dedicarle su vida entera al bienestar de su hermana.

Aunque eso significará arriesgar el suyo.

Una potente mirada azulada se posó brevemente por su mente y fue cuando recordó al rubio que había venido ayer a su casa. El tal Chris. Con solo recordarlo, su piel se erizaba y su corazón latía lentamente ante el nerviosismo. Pensó una vez más en esa propuesta que le había dado el hombre ayer. Y nuevamente, no tuvo nada que decir.

No era como si él fuera virgen o tuviera miedo de tener relaciones sexuales. Había follado con John unas tres o cuatro veces, pero acostarse con un completo desconocido era algo que no estaba a su nivel.

Tal vez Dean tuviera una belleza salvaje o un aspecto algo rústico, pero no era para nada salvaje o rústico. Era el chico más callado y tímido de su salón y nunca tuvo amigos, hasta que nació Melanie. Además, era muy inocente con respecto al sexo y con respecto a la crueldad que sostiene al mundo.

Su madre pudo haber sido una prostituta y tal vez vivían en un lugar tan rudo como el infierno, pero él seguía siendo aquel pequeñín que solo conocía aquellas cuatro paredes que llamaba hogar. Ese trabajo no era lo suyo. Lo suyo tal vez era ser mesero en una cafetería en el centro, pero nunca podría cumplir su sueño de montar alguna.

Pero la prostitución era muy sencilla cuando hablábamos de ganar dinero. Pero el castaño suponía que debía de ser bastante agotador tanto físicamente, como psicológicamente.

Por un momento, algo pasó por su mente: Había sufrido tantas cosas en su corta vida, que estaba seguro que vender su cuerpo no iba a significar seguramente nada. Miró nuevamente a Melanie. Sus mejillas pálidas, su cabello castaño y su rostro lleno de dolor...debía hacer algo.

Tenía que hacer algo.

Fue entonces cuando se levantó de la cama y tomó algo de ropa de su ropero. Al salir de la habitación miro la hora y se dio cuenta de que se había levantado con cuatro horas antelación; eran las siete de la mañana.

Se dio rápidamente una ducha y cuando salió del baño —ya completamente vestido—, ando hacia la cocina. Preparó dos sándwiches, uno para él y otro para su hermana. Mordió entonces el pedazo de pan y cuando bajó la mirada, vio encima de la mesa de la cocina aquella tarjeta que el hombre rubio le había dejado ayer.

Dean leyó lo que decía la tarjeta. Había un nombre registrado, el cual posiblemente era el nombre del prostíbulo y debajo de esto, estaba el nombre del rubio y un número telefónico.

Fue entonces cuando sintió como sus manos empezaban a temblar. ¿Debía llamarlo? ¿Esto valdría la pena?

Marcó el número que aparecía en la tarjeta y espero pacientemente a que alguien le contestará.

Oficinas Nude, ¿en qué puedo ayudarle? —Una voz femenina y dulce fue lo que escucho. Se sintió confundido por un momento, inclusive dudo en responder ante el llamado de la mujer—. ¿Aló? ¿Hay alguien ahí?

— ¿Uh? ¡Sí, hola! —Respondió finalmente el castaño, sonando un poco alterado— Ehm... ¿está Chris Jericho por ahí?

¿Quién desea hablar con él?

—Dean. Dean Ambrose.

Espere un momento.

El castaño no oyó nada por varios minutos más que sus pensamientos. Empezó a sentirse nervioso, incluso pensó en cortar la llamada.

¡Dean, buen mozo! —Oyó una exclamación del otro lado de la línea— ¿Cómo estás?

—Estoy bien. —dijo.

¿Por qué tengo el honor de hablar contigo, Deanie? —preguntó Chris.

—Yo... —empezó a balbucear— quisiera que hablemos sobre tu propuesta.

Sin estar ahí, Dean sintió como el rubio sonreía.

¿Qué tal si nos vemos?

***

Sus zapatos desgastados de color negro andaban rápidamente por la cera, tratando de llegar a tiempo al lugar donde el rubio los había citado. Según Dean y según las indicaciones que le habían dado, al parecer el lugar era una empresa.

Cuando llegó en frente del lugar, estaba en lo que parece una tienda de cosméticos. Por lo tanto, frunció el ceño. ¿Qué demonios era esto?

Abrió la puerta del local y entró entonces al lugar. Había un montón de rubias esbeltas de largas piernas en el lugar, atendiendo teléfonos y ayudando a clientes.

—Espero que no me ponga a vender cosméticos... —murmuró él para sí— no sé nada sobre maquillaje.

Miró hacia el frente momentos y vio como una rubia, la cual destacaba del resto, se acercaba a él. La mujer tenía un moño apretado en su cabello, llevaba un vestido blanco ceñido a su cuerpo y tenía una muy peluda y blanca bufanda adornando su cuello. Era muy hermosa.

—Bienvenido. —dijo ella. Dean no tardó en reconocer ese dulce tono de voz—. ¿En qué puedo ayudarlo?

—Hola. —saludó— Soy el chico que llamó hace unos minutos...estoy buscando a Chris.

La mujer le miró de arriba abajo y después le sonrió, de una manera cínica pero también bastante agradable.

—Sígame.

Dean siguió a la mujer de perfecta figura por los largos pasillos del lugar hasta llegar a una zona bastante oscura. La mujer abrió una puerta de color negro y dio vista a una pequeña oficina. Y sentado detrás de un escritorio con una sonrisa triunfal, estaba el rubio de ojos azules que había visto la otra vez.

— ¡Dean! —exclamó, emocionado— Empezaba a dudar si vendrías.

—Es la primera vez que vengo al centro después de tantos años. Me perdí en el camino.

Aquel lugar donde estaban, era el centro. Dean vivía muy lejos del centro y además en la zona más pobre de todo Ohio. No estaba para nada acostumbrado a todo esto.

—Tranquilo, no hay problema. —dijo Chris— Lana, déjanos a Dean y a mí hablar a solas.

Dean volteó a mirar a la rubia la cual sonreía amigablemente.

—De acuerdo, señor Jericho.

Y la tal Lana salió por la puerta, dejándolos a los dos completamente solos. Se mantuvieron en silencio por varios minutos, hasta que Chris habló.

— ¿Has pensado mi propuesta? —preguntó.

—Sí...pero aún estoy un poco dudoso al respecto.

—Es normal. Estoy seguro de que terminarás aceptando.

— ¿Por qué estás tan seguro?

—Porqué mis mejores trabajadores han venido como tú, con miedo. Sé que puedes ser el mejor caballero de compañía si me permites convertirte en uno.

Dean bajó un poco la mirada, analizando lo que el hombre decía.

—Yo no soy el ideal para el trabajo. —dijo— No soy lo suficientemente coqueto y siendo honesto tampoco soy muy sociable que digamos. ¿Quién querría acostarse con alguien qué no tiene seguridad en sí mismo?

—Pues si tienes un lindo trasero, cualquier cosa que tenga pene querría hacerlo. —dijo Chris, con ese simpático tono que tanto le caracterizaba— El sexo no tiene alma, Dean. Y en este negocio nosotros vendemos mucho más que nuestro cuerpo.

Dean tragó saliva, empezando a aterrarse.

—Chris... esto es muy raro...

El mencionado empezó a acercarse a él, con un toque de malicia en la mirada.

—Este negocio no es fácil psicológicamente. Vendemos el cuerpo, pero también el alma. Pero la paga es buena. —dijo el rubio— Escucha...ven acá a las 8 de la noche. Verás uno de nuestros espectáculos y luego decidirás si quieres quedarte. —Chris le sonrió— ¿Vale?

Dean tardó un poco en responder.

—Vale.

***

— ¿Cómo qué conseguirás otro trabajo? Dean, ¿estás loco?

Como todas las mañanas, se oía el sonido de la televisión. Melanie miraba la pantalla, observando las caricaturas e ignorando al dúo de adultos que conversaban de una manera no tan amena. Dana miraba a Dean colocarse la chaqueta de cuero que siempre llevaba encima, con sus brazos cruzados y sus ojos azules llenos de ira.

—No, Dana. Debo hacerlo. Este trabajo es muy bueno y debo aprovechar todo esto, ¿de acuerdo? —dijo él, tratando de evitar la mirada enojada de su amiga.

—Muy bien, ahora, ¡explícame cómo demonios harás algo así!

—Después de salir del taller de los gemelos, iré a mi nuevo trabajo. Y volveré en la madrugada. Pero los fines de semana estaré dedicado por completo a mi nuevo trabajo...o al menos así me lo explicó mi futuro nuevo jefe. —Informó él, recordando todo lo que Chris le había explicado.

— ¿Futuro nuevo jefe? —Preguntó ella.

—Sí, aún no he aceptado. —murmuró él, con aquel tono dubitativo.

—Dean...yo puedo ayudarte, no tienes por qué aceptar ese trabajo. —dijo ella, mirándolo con el ceño fruncido— ¿En qué consiste ese trabajo?

Dean se quedó sin palabras. No pensó en algún momento que Dana le peguntaría eso, por lo tanto, no estaba preparado. Sin embargo, se oyó como alguien tocó la puerta, salvándolo de tener que dar una respuesta. Dean se acercó a la puerta, abriéndola, para entonces ver a su amigo lleno de tatuajes: Baron Corbin.

—Hey, Ambrose. —Saludó el hombre, mirándolo con su típica mueca de chico malo.

—Hola, Baron.

—Tengo un nuevo trabajo para ti... —Empezó a hablar el pelinegro, entrando al lugar. Dean cerró la puerta después de que su amigo entrara, para después darse la vuelta y mirarlo. Baron miró a su amiga rubia de arriba abajo con una sonrisita maliciosa, mientras la rubia rodaba los ojos— Hola, preciosa.

—Ugh, ¿podrías terminar de hablar, Corbin? —preguntó su mejor amiga, notablemente irritada ante la presencia de Baron.

— ¡Uh, claro! —Exclamó el tatuado, mirando de regreso a Dean, el cual veía la escena con una sonrisa divertida— Bueno, tengo un nuevo trabajo para ti. Hay una familia de ricos por Beverly Hills que están mudándose y como han oído cosas geniales de ti, quisieran contratarte.

—Baron, lo lamento. Pero estoy considerando un nuevo trabajo y este trabajo ocultaría por completo cualquier tiempo libre que haya tenido en el pasado. —comentó el castaño, haciendo que Baron frunciera el ceño.

— ¡Vamos, Dean! —Expresó con sin rastros de resignación el pelinegro lleno de tatuajes— La paga será muy buena, deberías aceptar el trabajo.

Dean soltó un suspiro: —Lo pensaré.

Baron le regaló una última sonrisa. Dean tomó sus llaves y caminó con dirección a la puerta, dispuesto a marcharse. Una voz suave y preocupada le detuvo.

—Dean... —El mencionado giró sobre sus talones, para mirar como su mejor amiga le miraba, con sus ojos pequeños y azules con preocupación— por favor, prométeme que todo estará bien.

Dean frunció el ceño, para después acercarse a su amiga y abrazarla. Dean miró brevemente los ojos de su amiga, tratando de calmarla. Pero no podía prometerle que todo estaría bien, no podía hacerlo.

***

Eran las ocho en punto cuando abrió la puerta del local de cosméticos. La mujer rubia, Lana, estaba sola y leía tranquilamente una revista sentada en su escritorio. Ella alzó la mirada y le sonrió levemente.

— ¿Viene a ver el show? —preguntó. Él asintió— Venga conmigo.

Dean siguió por varios pasillos a la rubia de largas piernas. Esta vez, en vez de ir a la oficina de Jericho, bajaron varias escaleras hacia al sótano.

Llegaron enfrente de una puerta de color rojo aterciopelado, entonces, la rubia colocó su mano en el pomo de la puerta.

—El señor Jericho me dijo que lo esperará para presentarle el lugar. —dijo ella, volteando a mirarle— Si al final no decide aceptar la propuesta, le suplicamos su mayor discreción.

Él asintió. Fue entonces cuando la mujer abrió la puerta, dando a enseñar al gran lugar que había detrás.

Era un bar, el cual estaba lleno de hombres y mujeres que bebían whisky hablaban plenamente. Ignorando el hecho de que el lugar donde estaban, era completamente ilegal. Dean se adentró a la sala, siguiendo detrás de la rubia. El castaño quiso comentar algo, sin embargo, en ese momento, todas las luces del lugar se apagaron. Dean miró hacia el escenario el cual siguió iluminado, esperando a ver qué pasaba.

Un hombre de posiblemente unos cuarenta años salió por las cortinas aterciopeladas. Tomó el micrófono que estaba en el escenario y empezó a hablar, con una maravillosa voz.

—Damas y caballeros, ¿puedo tener su atención? —Todo el lugar gritó en respuesta— En este momento presentaremos a uno de nuestros mayores talentos. Ella canta, es rubia, hermosa y joven. Ella viene a deleitarnos con una hermosa canción...con ustedes, ¡Charlotte!

El hombre bajó del escenario y fue entonces cuando una rubia se dio a mostrar por el lugar. Estaba vestida con un vestido color coral y tenía brillantina en sus párpados.

—Tranquilo. —dijo ella— Si decides aceptar, no tienes que cantar ni bailar.

—Sí...eso me ayuda a recuperar el sueño...

—Sígame.

Dean despegó sus ojos de la mujer de melena rubia antes de que ella empezará a cantar, siguiendo a la otra rubia. Ella lo guío hacia otra puerta, una de color rojo aterciopelado como la anterior que tenía un letrero que decía "artistas". Lana le regaló una sonrisa pícara, antes de abrir la puerta y dejarle introducirse a su mundo.

Había un sinfín de mujeres y hombres dentro de la habitación. Hombres aplicándose maquillaje, otros colocándose trajes y varias mujeres preparándose para salir al show. Todo y cada uno de los que estaban ahí presentes le miraron, como si fuera un intruso. Dean tragó saliva, para acto seguido sonreír de lado con algo de pena.

— ¡Dean! —Chilló una voz, llamando por completo su atención.

La mirada de Dean se posó en Chris, el cual empezó a andar hacia él con una sonrisa emocionada. Chris estaba a medo vestir, con unos pantalones purpuras ajustados y una camisa purpura con destellos encima de su hombro. Al parecer, también se preparaba para salir a trabajar.

—Hola, Chris. —Saludó Dean, a penas los brazos del rubio le abrazaron con cariño.

— ¿Cómo estás? —preguntó el rubio, mirándole con sus ojos azules. Fue cuando Dean notó el maquillaje que Chris llevaba encima, el cual delineaba perfectamente sus ojos y acentuaba su divertida mirada.

—Bien...yo...solo vine a ver el show y a ver que tal todo. —comentó Dean.

—Lo sé, cariño. Gracias por aceptar mi invitación. —Sonrió él— Este no es el...ehm, "show" que tú harás. Pero es bueno que conozcas a tus compañeros de trabajo...si decides aceptar, claro está.

—No lo sé aún, Chris.

A pesar de todo, el hombre le siguió sonriendo, tratando de calmarlo.

—Pues, eso no importa ahora. Siéntate y disfruta el show...estás en tu casa.

Chris se alejó de él y se fue con Lana, posiblemente a terminar de arreglarse. Miró como todas las demás personas en el lugar seguían en lo suyo, aunque muchos le miraban de reojo con algo de curiosidad.

Con un andar tímido, el castaño empezó a andar por el lugar, buscando un lugar donde sentarse. Una silla enfrente de un espejo fue la única desocupada que encontró, por lo tanto, se sentó en ella. El marco del espejo tenía luces que le iluminaban el rostro y le hacían observar cada uno de sus defectos. Dean tragó saliva, acercándose un poco más al espejo.

Había visto a varios de los hombres que estaban ahí y, comparándolos con él, él no era tan atractivo como ellos, ni tan elegante como ellos, ni tan interesante como ellos. Él solo se veía y era un chiquillo asustado y triste completamente confundido. No era nada comparado con todos los demás ahí.

¿Cómo iba a lograr complacer a alguien sin tener ningún tipo de seguridad en sí mismo? No se consideraba atractivo, interesante o lo suficientemente inteligente. Tal vez lo que no le permitía aceptar esta propuesta era él mismo y su decaída imagen de sí mismo.

—Lindura, ese es mi asiento. —dijo una voz femenina y agradable, haciendo que el castaño dejara de mirarse y le mirará a ella. Dean visualizó a la rubia de hace unos minutos, la que había visto en el escenario.

Sus mejillas se tiñeron de rosa ante la pena que estaba pasando...como siempre.

—Oh, lo lamento. —Se levantó él, con una pena bastante notable. La rubia le sonrió, maternal y amorosa, colocando su mano en su hombro y manteniéndolo sentado en el asiento.

—Tranquilo, está bien. —dijo ella. La mujer tomó una silla desocupada que estaba por el estrecho pasillo de maquillaje, colocándola al lado de él— Eres nuevo, ¿verdad? —Preguntó ella.

—Ehm...bueno, algo así. El jefe me dijo que viniera para ver si aceptaba la propuesta de trabajar aquí.

— ¿Qué haces? ¿Cantas, bailas...qué haces?

—Ehm...no exactamente.

Ella frunció el ceño, para después hacer un sonido de comprensión. Ella le sonrió, cariñosamente.

—Ya entiendo. —dijo ella— Soy Charlotte —Ella estiró su mano hacia él— y canto aquí desde hace más de cinco años.

—Soy Dean —saludó él, tomando la mano de la mujer—, un placer.

— ¿Y qué te hace estar aquí, cuchurrumín?

— ¿A qué te refieres?

—La verdad es que muchos de los que están aquí no lo están precisamente por deseos propios. —dijo ella— Yo, por ejemplo, estoy aquí por mi padre. —Ella sonrió de soslayo, con algo de tristeza— Está enfermo de cáncer de próstata y no tenemos suficientes recursos como para pagar su operación...así que entré en esto para pagar su operación. Al final lo conseguí. Pero, aunque ha mejorada, todavía estoy preocupada. —Dean miró a Charlotte con pena— ¿Y tú, cariño?

Dean tardó un poco en responder.

—Mi hermana. —dijo él— Ha estado enferme desde hace dos años y me he dedicado desde entonces a trabajar como loco para poder ayudarla. Además que tenemos miles de deudas que pagar. Es uno de los principales motivos por los cuales estoy pensando en aceptar el trabajo.

Ella le miró con cariño, tratando que el castaño se sintiera más cómodo.

—Deberías aceptar. —dijo ella, Dean le miró con el ceño fruncido— Sé que la moral te dice que esto está mal, pero no somos tan diferentes, Dean. Estamos aquí por las personas que amamos. —Ella posó su mano en el hombro del castaño, regalándole al mismo tiempo una sonrisa— Este martirio no durará mucho. Solo debes cerrar los ojos y solo debes aguantar...yo te ayudaré a sobrevivir. Y Chris y Lana son personas maravillosas que te trataran maravillosamente. Todo estará bien, pequeño.

Por alguna razón, Dean recordó a su madre brevemente oyendo hablar a Charlotte. Posiblemente su madre y Charlotte se hubieran conocido, y posiblemente hasta tendrían la misma edad. Parecía saber bastante del negocio, parecía ser de fiar. Con ella, Dean sintió por un momento el cariño y el calor que su madre pocas veces pudo llegar a ofrecerle.

Se preguntó que habría hecho su madre en una situación así, y lo primero que le vino a la mente fue él. El pequeño Dean que había sido abandonado por su padre y que había sido criado por su madre, por una buena aunque algo lejana madre. Y entonces, obtuvo su respuesta.

***

—Ehm, Lana... —Murmuró el castaño, posándose detrás de la rubia. Ella volteó a mirarle, para después sonreírle.

—Hola, señor. —dijo ella— ¿Sucede algo?

—Sí... —dijo él— ¿podrías decirme a qué horar debo venir mañana para empezar a trabajar?

La rubia le miró incrédula por varios minutos, para después, sonreírle.

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¡hola chicas! lamento no haber subido la semana pasada, pero empecé a escribir muy tarde y me moría de sueño mientras escribía, y he logrado subir a esta hora porqué ya tenía gran parte del capítulo escrito <3 gracias por el maravilloso apoyo que le han dado a la historia, un beso.

¡nos leemos el viernes que viene!

Amor eterno, Evelyn.

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