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Extraño presentimiento

Never knew I could feel like this, like I've never seen the sky before, want to vanish inside your kiss. Everyday I love you more and more...

El festivo canto matutino de Fiorella fue interrumpido de forma inesperada. El timbre del teléfono comenzó a sonar. El sonido de la melodía indicaba que no se trataba de una llamada común, sino que era una vídeollamada. La muchacha corrió de vuelta hasta su habitación con el pequeño Salem casi pisándole los talones. Aunque no supiera quién era la persona que estaba intentando comunicarse con ella a esas tempranas horas, tenía una corazonada al respecto. Si sus conclusiones resultaban certeras, estaría más que feliz de contestar. Desde hacía ya un buen tiempo que deseaba hablar con él.

En cuanto llegó hasta el escritorio sobre el cual reposaba su móvil, un gesto de satisfacción se dibujó en el rostro de la jovencita. La pantalla del aparato le mostraba una bonita fotografía de una pareja sonriente. Los brazos de uno sostenían el cuerpo del otro en un tierno abrazo. La cálida mirada de ambos resplandecía con el brillo característico de quien está enamorado. El nombre del responsable de la llamada era justamente el de quien la chica había imaginado. Con gran rapidez, deslizó su dedo sobre el ícono para aceptar la llamada. El afable rostro de uno de sus amigos más queridos apareció frente a ella.

—¡Buenos días, Fiore! ¿Cómo andas? Hace banda que no sé nada de vos. Perdoname por no haberte llamado antes.

—¡No hay drama, Matías! Te entiendo. Los hombres de negocios como vos se la pasan laburando todo el tiempo.

—¡Esa no es una excusa válida! Decime la verdad de frente, sin miedo, ¿eh? ¡Soy un mal amigo y ya está!

—¡Nada que ver! ¿Cómo se te ocurre decir semejante pavada? Si estoy acá en New York, cumpliendo mis sueños, es precisamente por lo mal amigo que sos. ¡Uy, qué horror! ¡Mirá lo resentida que estoy!

Mientras lo miraba a los ojos, la muchacha frunció los labios y el entrecejo en una graciosa mueca de enojo fingido. El señor Escalante solo pudo sonreír de oreja a oreja. La naturalidad en el comportamiento de la joven Portela cada vez que charlaban siempre era refrescante. La manera en que lo trataba le daba la sensación de que en verdad lo consideraba como un integrante más de su familia. Si bien nunca había tenido la experiencia de criar a una hija, la bondad y la jovialidad de Fiorella lo hacían sentir una conexión así de especial con ella, como si ambos tuvieran la misma sangre recorriéndoles las venas.

—Nunca voy a poder ganarte en una discusión, ¿verdad?

—Ya sabés lo terca que puedo llegar a ser. Si yo digo que sos un buen amigo, ¡lo sos y punto!

—No cambiás más. —El hombre negó con la cabeza, como si reprobara la conducta de la chica, pero el gesto animado no abandonó su rostro—. Mejor contame cómo te va en la universidad. ¿Seguís entusiasmada con tu carrera?

—¡Nunca había estado más feliz! Aunque no es nada fácil seguir el ritmo tan exigente del plan de estudios, vale mucho la pena. Cada gota de sudor que derramo sobre la pista es alegría para mí.

La joven liberó un tierno suspiro y le dedicó una mirada soñadora a su interlocutor. El amor por lo que hacía se le notaba a leguas de distancia.

—¡Qué maravilla! ¡Eso me hace sentir muy feliz! Tanto Matilde como yo queremos que te sintás a gusto y que tengás éxito.

—Y estoy muy a gusto, en serio te lo digo, más aún después de la noticia excelente que me dieron hace poco.

—¿Ah sí? ¿Qué te dijeron?

—¡Seré Alex Owens!

El varón arqueó la ceja izquierda al tiempo que apretaba los labios, como si intentara traer a su memoria un recuerdo demasiado antiguo.

—Me perdí un poco, ¿podrías decirme quién es ella?

—Es la protagonista de Flashdance, una película de los ochenta. ¿Nunca la viste? ¡Es un clásico!

—¡Ah, creo que ya sé cuál es! Hace un siglo que no la escuchaba mencionar, ni siquiera me acuerdo bien de toda la trama. La vi solo porque la mina que bailaba estaba re fuerte.

—¡Espero que Matilde no te haya escuchado decir esas cosas! —La chica lo señaló con el dedo índice derecho, al tiempo que una risilla juguetona escapaba de su garganta—. Pero sí, tenés toda la razón, la actriz es preciosa.

—Entonces, ¿vas a bailar como ella? ¡Impresionante!

—¡Sí, estoy re contenta! ¡Me dieron el papel principal de la obra! Con varios compañeros, nos vamos a presentar ante otros estudiantes de mi universidad.

—¡Te felicito! ¡Estoy seguro de que te lo merecés! Desde la primera vez que te vi sobre un escenario, no me cupo duda alguna de que ibas a llegar muy lejos. Ese día, me dejaste con la boca abierta, me veía como un tremendo pelotudo. ¡Hacés magia pura!

El lozano semblante de la muchacha se tiñó de un suave rubor. Su sonrisa brillaba como si Campanita misma le hubiese esparcido polvo de hadas sobre la dentadura. El inconfundible resplandor del agradecimiento ante un elogio sincero emanaba de sus grandes ojos de chocolate, pero la gratitud de Fiorella hacia Matías iba mucho más allá de ese efímero momento. Su vida entera había dado un giro radical gracias a que él había decidido extenderle una mano amiga justo cuando ella más la necesitaba. Sin embargo, todavía no se imaginaba cuántos cambios más vendrían a raíz de su vínculo con el señor Escalante.

♪ ♫ ♩ ♬

La joven Portela quería relajarse en algún sitio desde donde pudiera disfrutar de una vista agradable. Cada vez que pensaba en espacios tranquilos, una de las primeras imágenes que acudía a su mente era la del azulado océano. Siempre le había gustado contemplar el suave baile del agua marina que la arrullaba con su canto. Cuando era niña, se cubría las orejas con caracolas para escuchar más de cerca el melodioso rumor de las olas. Al recordar los hermosos días de su infancia junto al mar, quiso revivir esas inolvidables experiencias con Mauricio.

Había una pregunta para ella en uno de los más recientes mensajes del varón. Aunque no era algo difícil de responder, a la chica se le hizo difícil hallar la respuesta. "¿Adónde querés que vayamos mañana?" Un asunto tan trivial como escoger un sitio para salir se había convertido en un motivo para morderse las uñas por un buen rato. Quería que todo fuera perfecto y eso solo sería posible si hacía una elección apropiada del lugar para la cita. En cuanto las memorias del mar acudieron a ella, la contestación que buscaba se hizo evidente.

—¿Qué te parece si viajamos en el crucero Happy Hour? Son dos horas de viaje pasando por todo el puerto de Nueva York. Hay comida, bebida y música. ¿Suena bien para vos? —declaró la chica en la grabación de audio.

No pasaron ni dos minutos para que una nueva nota de voz enviada por el muchacho le llegara a la bandeja de entrada.

—¡La idea me parece bárbara! Si querés, yo me encargo de hacer la reservación.

—¡Dale, buenísimo! Nos vemos mañana, entonces. ¡Cuidate!

Al visualizarse a sí misma frente al océano, con las luces de la ciudad decorando el panorama y la cautivadora presencia de Mauricio, el rostro de la muchacha se transformó en el vivo retrato de la ilusión. Deseaba evaporar las horas que restaban para el encuentro. ¿Era normal sentir esas irrefrenables ganas de ver a una persona a quien apenas conocía? Quizás sí o tal vez no. Sin embargo, poco le importaba buscarle una explicación racional a lo que sentía en ese momento. Solo quería desplegar las alas y remontar el vuelo hacia una nueva travesía para dos. Desde su punto de vista, sería algo muy arriesgado, pero la decisión ya había sido tomada.

♪ ♫ ♩ ♬

El viaje comenzó en el muelle 15 desde la East River Esplanade a las seis de la tarde. La luz naranja del sol poco a poco iba haciéndose más suave a medida que la hora del atardecer se acercaba. Largas sombras comenzaban a dibujarse sobre el imponente horizonte neoyorquino. El característico sonido de los disparadores de las cámaras resonaba por las cubiertas exteriores del crucero de manera constante. Las hermosas vistas de las atracciones históricas más icónicas de la ciudad atraían las miradas curiosas de los turistas, quienes no cesaban de hacer comentarios sobre lo asombroso de la experiencia.

Sin embargo, los ojos de Fiorella percibían todo aquello como una niebla difusa, un simple escenario que se veía opacado ante la esbelta figura de Mauricio. El joven se había puesto una camiseta negra de mangas cortas que dibujaba bien la musculatura firme de su pecho y de sus brazos. Asimismo, los vaqueros azules elegidos para ese día de relajación resaltaban ciertos atributos masculinos que resultaban igual de llamativos desde la perspectiva de la muchacha.

Ella tenía la sensación de que su cuerpo empezaría a flotar de un pronto a otro. Sus extremidades se movían sin que se percatara realmente de lo que cada una hacía. No tenía ni idea de cómo había logrado llegar hasta la embarcación sin tropezarse a mitad del camino, puesto que estaba usando plataformas. El gesto de desmesurado regocijo en su rostro parecía no tener intención alguna de desaparecer. Solo esperaba que esa sonrisa casi permanente no la hiciera lucir como una fanática demente a punto de abalanzarse sobre su ídolo.

Por su parte, el varón apenas era capaz de disimular su ardiente deseo de posar las palmas y los dedos sobre la anatomía de la muchacha. Le picaban las manos al recibir la orden de su mente para que permanecieran quietas, cuando lo único que les apetecía era estar sumamente activas recorriendo la piel de Fiorella. Una buena parte de las preciosas piernas femeninas estaba al descubierto bajo una falda corta de tono rojo, la cual le ceñía las caderas a la perfección. Aunado a ello, la blusa de encaje blanco que traía puesta era un tanto transparente en el área del escote. Aquel armonioso conjunto que exudaba sensualidad y feminidad lo tenía al borde de un fuerte colapso sensorial.

—Fiore, te luciste con la sugerencia de venir acá. Pasar tanto tiempo encerrado en la oficina o en algún salón de clase es muy estresante al final del día. Estar cerca del mar es siempre una buena idea —manifestó el chico, mientras hacía un gran esfuerzo para no desviar la vista hacia lugares peligrosos.

—La playa es uno de mis sitios preferidos. Desde chiquita me enamoré de las olas y de la arena. Me alegra que a vos también te guste —respondió ella, con un notorio timbre de entusiasmo en la voz.

—Ahora que mencionás ese tema de cuando eras chiquita, me gustaría conocer un poco más sobre vos, si no te molesta.

—No me molesta para nada. Solo decíme qué cosas te interesaría más saber. Soy medio tarada cuando me piden que hable acerca de mí misma. Nunca sé por dónde debería comenzar.

—Pues, contame cómo fue que decidiste convertirte en actriz de teatro musical. Es una carrera bastante complicada. Podrías haber escogido enfocarte solo en canto, en baile o en actuación, pero quisiste estudiar las tres disciplinas juntas.

—¡Uy, esa es una larga historia! Si no te aburrís de oírme hablar, entonces te la cuento.

—Vos nunca me aburrirías de ninguna manera. Adelante, soy todo oídos.

El pulso de la muchacha se aceleró en cuanto lo escuchó pronunciar aquellas palabras. El joven no solo estaba demostrando sincero interés por conocerla mejor, sino que acababa de confirmarle que no se cansaba de estar con ella. El buen ánimo que ya de por sí tenía se elevó hasta llegar al espacio sideral. Con total confianza, la chica comenzó la narración de las experiencias de su vida como artista, mientras tomaba pequeños sorbos de jugo de frambuesa. Conforme se iba adentrando en el tema, la gran emoción que le producía hablar acerca de su sueño se hacía cada vez más manifiesta.

Mauricio la escuchaba con suma atención e intervenía para hacerle algunas preguntas en momentos oportunos. Le resultaba fascinante acercarse al colorido mundo de Fiorella a través de sus palabras. La vivacidad y la energía que emanaba al hablar eran muy contagiosas. La forma ingeniosa en que ella se expresaba, sus divertidos gestos faciales y los constantes ademanes para reforzar el mensaje que transmitía le conferían un halo de optimismo. El varón estaba a punto de sucumbir a sus deseos de abrazarla cuando una frase en particular lo sacó del placentero trance en que se hallaba inmerso.

—Un amigo cercano a mi familia se ofreció a pagarme los estudios, ¿lo podés creer? Sin ese apoyo, no hubiera podido llegar hasta acá —afirmó ella, con una sonrisa agradecida.

La situación descrita por ella se le hizo tremendamente familiar. Fue inevitable que el nombre de Maia López Rosales hiciera acto de presencia como un insistente huésped indeseado. Agitó la cabeza para apartar la repentina descarga de tristeza que amenazaba con abrirse paso en su organismo.

—Seguramente lo considerás un gran amigo, entonces —afirmó él, procurando lucir relajado.

—Sí, él es súper buena onda conmigo. Aunque nos vemos muy poco porque vive lejos, lo aprecio un montón.

—Claro, es normal que le tengás cariño a alguien que te ayudó con algo tan importante para vos.

—Precisamente esta mañana estuve charlando con él.

­—¿En serio? ¡Qué casualidad!

Antes de que Mauricio pudiera hacer más preguntas sobre el misterioso amigo de la jovencita, una nueva interrupción vino a causarle estragos en la conciencia. Los acordes de una canción que no esperaba volver a escuchar nunca más en su vida empezaron a reproducirse desde el equipo de sonido de la embarcación. Cada músculo de su cuerpo se tensó ante el sonido del violín, ese que él conocía desde hacía tantos años. Pocos segundos después, la voz de Darren Pellegrini le inundó los oídos hasta hacerlo sentir náuseas. Para desgracia de él, la balada no solo se escuchaba desde la grabación. El semblante de su acompañante se iluminó al instante al identificar la tonada.

—Tormentosa y cruel era la noche, el invierno residía en mi corazón. Entre sollozos suplicaba al cielo que del aliento vital me despojara... —cantaba Fiorella, con notable habilidad y sentimiento.

"¿¡Por qué mierda tenían que poner justamente esa maldita canción!?" Él sabía que la joven López había lanzado un álbum musical hacía poco. Darren, su novio, era quien se encargaba de ponerle letras y voz a las melodías que ella componía. La misma canción que le había dado el triunfo en la gala final de la academia musical en donde ambos estudiaron ahora le daba fama a nivel mundial. Quería alegrarse por eso, pues la vida le había sonreído a la violinista a pesar del infierno que él la había hecho pasar. Sin embargo, en ese momento no podía hacer otra cosa más que sentirse miserable. El enorme peso de la culpa estaba sofocándolo.

Para el inicio de la tercera estrofa, el rostro del chico ya había perdido el color. No podía esbozar ni siquiera una sonrisa forzada. "Ahora resulta que Fiore es fanática de Maia y de Darren... ¡Que alguien me mate ya, por piedad!" La descabellada idea de que Fiorella pudiera estar vinculada con su familia y con su turbio pasado se le coló entre los pensamientos de manera fugaz. "¡No, no, no! ¡Eso sería demasiado! ¡Asquerosa paranoia! ¡Tengo que calmarme!" La coincidencia entre el último tema de conversación de la joven Portela y el hecho de que ella conociera de memoria aquella canción había sacudido su mundo.

El chico necesitaba estar a solas con urgencia. Si no se concentraba en otras cosas, podría tener una explosión de ira frente a ella. Se odiaría aún más si eso le sucedía. Sin perder más el tiempo, se disculpó con la muchacha para luego caminar a paso rápido hasta el baño de hombres. Una vez allí dentro, se echó agua en el rostro y comenzó a respirar despacio, tomando profundas bocanadas. El universo parecía conspirar en su contra para recordarle que se había comportado como un monstruo despiadado. ¿Cuándo terminaría su tormento? Él comprendía muy bien que no dejaría de sentirse desgraciado hasta que no enderezara los asuntos con Maia.

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