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─Quiero que me des a tu mejor guerrero, el líder, el más poderoso, le daré poder y la habilidad de mi hermano, será un licántropo igual que él, irá al palacio y retará a Taehyung, estarán en iguales condiciones hasta cierto punto ─explicó Artemisa a Odín, esa era una parte del plan.
─Comprendo, ¿pero este reto en que nos beneficia?, imagina que pasaría si Taehyung muere a manos de mi guerrero, Laponia se levantaría en armas sin piedad contra mí pueblo, es un rey amado no solo por los habitantes de su reino sino que también las tribus a las que protege lo idolatran o en el mejor de los casos, sí Andrei muere a manos de tu hermano, ¿quién protegerá entonces a mi pueblo? ─interrogó Odín de modo analítico.
─Andrei no tendrá que ser un asesino, mi hermano es prisionero de Zeus a través de un brazalete que porta en su brazo derecho, el cuál necesita sangre caliente del mismo Zafiro, esa es la llave, no necesita mucha pero debe ser directo de la vena, debe dejarlo inconsciente con un elixir que yo le daré pero debes prometer que las brujas no van a intervenir ─exigió la diosa sin dar lugar a algún alegato.
─Necesito hablar con mi gente, no soy como tú padre, dame una semana para pensarlo y hacer que mi pueblo lo acepte, ¿qué podría pasar en una semana? ─habló Odín con tono relajado una sonrisa tranquila.
Aunque Artemisa aceptó darle aquel tiempo, la pregunta final del poderoso dios tenía una respuesta, pero nadie se detuvo a pensar en cómo serían los ataques que Zeus le había ordenado a Zafiro, nadie sabía el secreto oculto, lo que Taehyung no decía y ese era el verdadero problema de todos.
En Laponia, el pueblo descansaba o cumplía con sus obligaciones todo en paz, en el palacio está vez por orden del rey, Elyas no se había quedado en la gran habitación real y Kiana también dormía en su alcoba hasta que la boda se llevara a cabo; por lo tanto, Taehyung dormía sólo como quería.
Pero esa tranquilidad no era la misma en las aldeas vikingas, pues en medio de la noche, cuando aquellas personas aprovechaban para descansar, un visitante nada amistoso las acechaba, en medio de los árboles se podía ver dos luceros luminosos rayando en el turquesa.
No se reconocía más que la sombra de un lobo enorme que veía cada movimiento de aquellas personas y poco a poco se fue escurriendo hasta llegar a las cabañas más separadas, pronto los gritos alertaron a los más cercanos a la primera casa y una repentina tormenta de nieve los empezó a cegar de modo que no podía luchar libremente contra el atacante, sobre la nieve caían cuerpo desgarrados y sangre caliente de las víctimas que solo eran presa del enemigo que los acechaba, la aldea estaba apartada y por la tormenta nadie en los alrededores escuchó los gritos desesperados.
Así como aquel improvisto ataque había llegado, así también la tormenta de nieve se fue, dejando en aquel lugar muerte y desolación, las mujeres habían pasado la peor experiencia de sus vidas, vieron a sus hombres morir, nadie sabía si eran muchos o sólo uno, pero lo que en algún momento fueron hogares ahora eran ruinas, fragmentos de escombros de los cuales sólo se veían algunas columnas de humo que acompañaban los llantos de los sobrevivientes de aquel lugar, había sido lo más horrible que pudieron vivir.
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Al terminar el tiempo de descanso todos en palacio habían pasado ya al gran comedor donde tomarían sus alimentos, su majestad bajó con un atuendo menos sobrio, un traje negro con bordados en plata y diamantes que lo decoraban, era ostentoso y caro, nada austero y aunque la riqueza no era el problema, aquello lo hacía ver como a un rey arrogante y alejado de lo que una vez fue el noble hombre humilde que gobernaba para su gente, ahora ni siquiera había visto las peticiones que sus habitantes tenían, no le interesaban.
─Mi señor, ¿acaso celebramos algo? ─preguntó Izak viendo a su rey pedir vino tinto para acompañar su desayuno, diferente al té de romero que siempre bebía.
─Por supuesto, la vida, mi querido Izak, la vida... ─dijo con una sonrisa placentera levantando su copa ante todos.
Kiana lo veía diferente, lo había empezado a notar cuando estaban solos en la habitación pero pensó que quizá era por el ataque que había recibido y lo que había pasado, no quiso decir nada hasta que sintió sobre su pierna, la mano lasciva de su ahora prometido rey y entonces lo miró.
─Después del desayuno quiero que tú seas mi postre, amor mío, voy a hacerte el amor hasta que duela ─expresó sin reparo alguno, aparentando la pierna de ella.
Los presentes solo bajaron el rostro, era extraño e incómodo, las mejillas de Kiana se enrojecieron entre vergüenza y enfado porque bien o mal aquellas personas eran unas completas desconocidas para ella y era humillante que su prometido se expresará así en público, un comportamiento que nunca antes tuvo, ni en su vida pasada, desconocía por completo al hombre junto a ella y extrañaba y se arrepentía de haber tratado mal al noble rey que al principio la protegía. Kiana guardó silencio y esperó hasta que su alteza se levantó, ella se fue a su habitación, no tenía valor de reprocharle nada porque seguramente era que se estaba vengado por la manera en que ella lo había tratado al principio pero mientras no lo hablara con él no tendría claro eso, por eso prefería permanecer ahí en su alcoba y esperar a que Taehyung llegara, entonces ella podría cuestionarlo a solas y sin que nadie supiera si la humillaba al responder, si era necesario se iba a disculpar nuevamente pero ya no podía seguir así.
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