
"Iglesia o Barbarie"
Clemente VIII, había comenzado con el pie izquierdo para algunos creyentes, en los periódicos solamente parecía que a todo le daba un "No", tanto que sus asesores y cardenales temían a rechazara cualquiera de las propuestas que hicieran.
El nuevo Pontífice parecía considerar que su iglesia era de otro mundo, que no debía contagiarse de las malas enseñanzas de quienes son libres o pecadores. Por el contrario, afirmaba que la Iglesia no haría presencia alguna, dejaría actuar la incertidumbre del vacío, el incentivo de ver que hay detrás de la puerta angosta.
Sostenía que misionar, predicar el evangelio, escuchar las confecciones, decir lo que estaba fuera de las enseñanzas de Cristo, ya se había hecho, incluso el había plasmado ante los medios de comunicación sus convicciones, este papado con la minoría de creyentes que le quedaba como símbolo de la decadencia eclesiástica, no tenia mucho por hacer, rezar era su prioridad, escuchar la voz de Dios en el silencio de la oración, exhortaba el pontífice en su audiencia del día anterior.
Al día siguiente, debía celebrarse la primera misa, en la que los cardenales, reafirmarían sus votos sacerdotales, obediencia, pobreza y castidad. El alma, el cuerpo y los bienes temporales están como simbolizados, por decirlo así, en los tres votos; por el de obediencia se hace el ofrecimiento del alma, esclavizando la voluntad; por el de castidad el del cuerpo, y por el de pobreza el de los bienes temporales. Mediante la renuncia de los bienes terrenales.
La Santa Misa Solemne, fue llevaba acabo en la cúpula de San Pedro, allí comenzó la celebración conforme al venerable rito tradicional de la iglesia. Dejado de llevar a cabo en la mayoría de los templos de la Iglesia. Sin embargo, Roma preservaría esa tradición hasta los últimos tiempos.
Los cardenales aguardaban de pie en sus asientos, mientras comenzaba la procesión para la misa. Una vez, su santidad, llegó al altar, realizó una reverencia, tomó en sus manos el turibulo para esparcir el incienso ante sus alrededores y luego regresó al trono papal.
—In nómine Patris, et Fílii,et Spíritus Sancti. Amen.—aquellas palabras dieron apertura a la ceremonia transmitida solamente por televisión y con motivo extraordinario ante la asunción del nuevo sumo pontífice.
—Confíteor Deo omnipoténti.../Me confieso a Dios omnipotente/—continuaba.
—Kýrie eléison, Christe eléison, Kýrie eléison.—los cardenales junto al sumo pontífice repetían el Señor ten piedad en latín.
—Glória in excélsis Deo.—pronunció, mientras el coro de la capilla sixtina entonaba el canto del gloria.
Luego, se llevó a cabo, la escucha de las sagradas escrituras, de pie el evangelio, proclamado por el cardenal Marc Ouellet.
—Dóminus vobíscum/El Señor sea con ustedes.—se exclamó en canto y todos se pusieron de pie.
—Initium sancti Evangélii secúndum.../Inicio del Santo Evangelio según...—finalizado el evangelio se le acercó al pontifice para que lo besara.
—Per evangélica dicta deleántur nostra delícta/Por las palabras del Evangelio sean borrados nuestros delitos.—expresó Clemente VIII, mientras los cardenales tomaban asiento.
Era el momento de su homilia, y todos temían a lo que fuera a decir, dentro y fuera de la basílica.
—Hermanos cardenales, hoy, debemos recordar que "La Misa llamada «tridentina» tuvo y tiene un núcleo central inmutable, establecido por el mismo Cristo, continuado y perfeccionado por los Apóstoles y conservado intacto a través de dos milenios de historia.— La trama de ritos y de ceremonias que la ha caracterizado evolucionó poco a poco hasta alcanzar una forma casi definitiva a finales del siglo III, y luego vuelta de alguna manera definitiva por san Gregorio Magno. No han faltado elementos secundarios, la solicitud materna de la Iglesia no ha cesado de restaurar y embellecer el rito, removiendo de tanto en tanto aquellas escorias que amenazaban oscurecer el esplendor original". —expresaba Sor María Francesca Perillo, en la obra, Los orígenes apostólico-patrísticos de la misa tridentina.
—Lo que quiero decir con estas palabras, es que la Santa iglesia de Cristo, no debe moverse en estos tiempos, lo digo también para los feligreses, la iglesia jamás se ha ido de sus cimientos, los que verdaderamente se han alejado fueron ustedes. Se han ido o porque no les gustaba el párroco de turno o por los malos actos de la curia eclesiástica, entonces debo decirles que no iban por Dios, porque Dios nos ama incluso en medio de nuestros problemas e incluso cuando lo rechazamos él está ahí, se queda a nuestro lado, para ayudarnos a levantarnos y sacudir el polvo de nuestras prendas.—Es por esto que me dirijo a ustedes cardenales, hoy tenemos que preguntarnos sí queremos ser parte de su iglesia o formar parte de una barbarie destructora de la fe, la iglesia hoy tiene una misión, la de rezar y buscar a Dios en medio del silencio, como lo tuvo la madre de Dios, "Hágase en mí según tu palabra", dijo la Virgen, los invito a reafirmar su amor por la iglesia, por Maria Santísima y por su hijo amado Jesucristo el Señor.
Después de la homilía, llegaba el momento del juramento de los cardenales hacia el nuevo pontífice.
—Hermanos cardenales, ha llegado el momento del juramento de obediencia.—de ese modo los cardenales comenzaron a caminar en fila hacia el trono petrino haciendo una reverencia y besando el anillo del pescador que llevaba el pontífice en su mano derecha.
Pasaron al frente cada uno de ellos, los 224 que formaban el colegio cardenalicio, uno en nombre de todos enunciaba...
—Juramos, obediencia, castidad y pobreza, en nombre del Señor jesucristo para el fiel servicio de asistir a su iglesia en la distribución de los sacramentos a cuantos deseen acercarse a su camino de verdad y justicia, Amén.
—Ahora, hermanos recemos juntos el acto de fe.—exclamó el secretario pontificio.
—Credo in unum Deum, Patrem omnipoténtem...—cantaba el coro de la iglesia.
Después continuó la celebración de la misa, y los ritos de la consagración.
—Te pedimos, pues, y humildemente te rogamos, oh Padre clementisimo, por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que recibas y bendigas estos dones, estas ofrendas y estos santos y puros sacrificios; que te ofrecemos, en primer lugar, por tu Santa Iglesia católica, para que te dignes darle la paz, guardarla, unificarla, y gobernarla en todo el orbe de la tierra, juntamente con tu siervo nuestro Papa y obispo de Roma Clemente VIII y todos los que profesan ortodoxamente la fe católica y apostólica. —pronunciaba el concelebrante, el cardenal Cardenal Mauro Piacenza.
Luego, Clemente VIII, tomó la hostia en sus manos y rezó las palabras de la última cena según el rito romano.
—Él, en la víspera de su pasión, tomó un pan en sus Santas y venerables manos, y levantando los ojos al cielo a ti, oh Dios, su padre omnipotente, dándote las gracias, lo bendijo, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: tomen y coman todos de él: Porque éste es mí cuerpo.
A continuación, repitió lo mismo con el vino elevando el cáliz.
—De igual modo, al terminar la cena tomó también este precioso cáliz en sus santas y venerables manos, y dándote de nuevo gracias, lo bendijo, y se lo dio a sus discípulos, diciendo: tomen y beban todos de él: Porque éste es el cáliz de mí sangre, que será derramada por ustedes y por muchos en remisión de los pecados.
En consecuencia se rezó el Pater Noster/Padre Nuestro/ y luego del mismo llegó el momento del saludo de paz.
—Para todos aquellos, que nos siguen a través de la radio, la televisión, y medios tecnológicos, les pedimos que le den un saludo de paz a aquél que tengan a su lado.—inquirió el cardenal Jean Pierre Ricard.
El momento de la comunión se llevó a cabo de rodillas en los reclinatorios, era histórico, un papa en más de cien años, los volvía a poner en uso. Mientras se cantaba el canto, "Ubi Caritas et Amor".
Antes de finalizar la MIsa y de repetir la comunión, el papa volvió a la sede de Pedro, para impartir la bendición final.
—Séate agradable, Trinidad Santa, el homenaje de mi ministerio, y acepta el Sacrificio que yo, indigno siervo, acabo de ofrecer en presencia de tu Majestad, y haz, que, a mí y a todos aquellos por quienes lo he ofrecido, nos llegue el perdón, por efecto de tu misericordia. Por Cristo, Señor nuestro. Amén.
—Benedícat vos omnípotens Deus, Pater, et Fílius et Spíritus Sanctus. Amen.
Así, se dió por concluida la ceremonia que vendría a dar un cambio a la iglesia católica para siempre. Un papa que le devolvería la tradición a su profesión de fe cueste lo que cueste. Aunque tuviese que disolver la misma sí fuera necesario para lograr su cometido.
CONTINUARÁ...
Nota: Los textos del rito católico, fueron moldeados en consecuencia a la necesidad del capítulo y de lo que se necesitaba narrar en el mismo. Los textos son más largos, pero aquí deseamos mostrar de manera precisa como este nuevo papa realizaba su primer misa en el pontificado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro