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Capítulo 6: Discusión

Oliver

—En serio siento haberlo olvidado —le dije a Carter y Grecia mientras íbamos camino a su departamento.

Carter se asomó por encima del asiento del copiloto.

—No te preocupes, lo importante es que estás con vida y que no vayas a faltar a la boda —me dijo—. Mantente así durante los próximos cuatro meses.

—Voy a intentarlo —aseguré.

No hablamos mucho más durante el camino, suponía que los tres no querían insistirme para que hablara de mis problemas porque yo no solía ser muy comunicativo en ese sentido. De los cuatro yo era el que menos hablaba de sus problemas y quizás era algo negativo, pero no podía evitarlo... no sabía cómo hablar esas cosas.

En mi familia no existía mucho la costumbre de hablar de nuestros problemas y sentimientos, menos si iban contra lo que predicaba la iglesia católica. Mi mamá creía que, mientras creyeras en Dios, los problemas de la vida se solucionarían y que, si tenías algún problema, era porque Dios creía que podías soportarlo... su teoría no explicaba el porqué mucha gente colapsada de problemas terminaba suicidándose, pero bueno, el suicidio era otro asunto que no se podía tocar en casa.

El problema de que la mente de mis padres fuera tan cerrada era que no confiabas en ellos para preguntar cosas y todo debíamos aprenderlo de afuera y callarlo. Así, terminé por acostumbrarme a callar todo.

Una vez que llegamos al departamento de mis amigos, Carter me llevó a la cocina para ayudarlo con las pizzas.

Yo no era muy buen cocinero, recién había aprendido algunas cosas cuando había ido a la universidad porque debía subsistir, pero en casa, mamá no dejaba que los hombres se acercaran a la cocina. Era un poco mejor con la repostería, en especial porque la madre de Trish me había enseñado algunas cosas en mis visitas a Minnesota.

Carter, por otro lado, tenía una familia entera que cocinaba y, especialmente, comida italiana, por lo que la cosas como pastas o que implicaran masas, le quedaban como si fueran de un restaurante.

—¿Y qué vas a hacer con Ely? —me preguntó, de pronto, mientras poníamos los ingredientes sobre la pizza.

—¿Qué voy a hacer de qué?

—Bueno, te fue infiel...

—Sí y no puedo volver el tiempo atrás y cambiar los hechos... y, aunque pudiera, no sé si querría. Podrían pasar cosas terribles como en El efecto mariposa —le dije—. ¿Qué se supone que haga?

—Las cosas terminan relativamente bien para todos en El efecto mariposa —dijo Carter—. Pero no me refería a cambiar el pasado, sino a hacer algo ahora... ya sabes, como enfrentar a Ely y decirle que ya sabes que es una maldita mentirosa.

Yo me encogí de hombros.

—¿De qué me sirve eso?

—Bueno, no sé, ¿para dejarle en claro que no eres tan idiota y que ya sabes que es una hipócrita?

—Pero no lo hubiera sabido si no fuese por Grecia —dije—. Al final, sí soy un idiota.

Carter soltó un resoplido.

—Como sea, no creo que sea buena idea que te quedes así —me dijo—. No puede ella salirse con la suya, sin siquiera saber que tú ya la descubriste.

Yo me encogí de hombros. Realmente, la venganza no era mi estilo.

Durante el resto de la noche, los demás no tocaron el tema de Ely. Sabía que los tres estaban preocupados por mí, pero también sabían que a mí me complicaba hablar de esas situaciones.

En esos casos, para mí, lo mejor era hacer a un lado el asunto, después de todo, ya había pasado y no había nada que pudiera hacer más que lo que ya había hecho: divorciarme.

[...]

Estaba en la oficina revisando unos poderes legales de unos clientes. En esas últimas semanas había estado ocultándome un poco en el trabajo, aunque ya sentía que el asunto de Ely y su infidelidad eran tema superado.

Aun así, mi vida había cambiado mucho. Ya no tenía esposa y vivía solo en un departamento al que prefería no llevarme trabajo, por lo que me quedaba hasta tarde en la oficina.

Lo único que me solía sacar de mi rutina eran Carter y Grecia con sus planes de boda, pero más allá de eso, no tenía más que hacer. Debía admitir que sentía que mi vida se estaba volviendo un poco aburrida.

Unas dos horas antes de mi horario de almuerzo, una llamada llegó a mi celular y cuando revisé quien era, pude ver el nombre de Ely en la pantalla. Después de que llevara la caja con mis cosas a mi oficina no habíamos tenido contacto, por lo que me pareció algo extraño recibir esa llamada.

—Hola, Ely, ¿qué pasa?

Oliver, hola... ¿sigues teniendo el mismo horario de almuerzo?

—Eh, sí, ¿por qué?

Sé que siempre estas muy ocupado, pero necesito hablar contigo sobre algo y esperaba que pudiéramos comer juntos hoy... ¿Qué te parece?

Me quedé pensando un momento.

—Sí, claro...

Quedamos de vernos en un restaurante, que no quedaba muy lejos de mi oficina y que tampoco quedaba lejos del nuevo departamento de Ely (por lo que me había dicho), a la una de la tarde para almorzar.

No era que yo quisiera comer con ella, realmente prefería evitarla, pero me había causado intriga lo que fuera que quisiera hablar conmigo.

Una vez que llegué al restaurante, pude ver a Ely sentada en una mesa. Me acerqué a ella y me senté en la silla que había desocupada, justo al frente.

Nos saludamos y nos preguntamos lo básico que se pregunta para empezar una conversación: "¿Cómo estás?", ¿Cómo te ha ido?" y preguntas como esas.

—Bueno, ¿y qué querías hablar? —pregunté una vez que nuestra orden de almuerzo había llegado.

—Yo sé que tú y yo ya estamos separados y podemos hacer lo que queramos con nuestras vidas —empezó—, pero es sobre la boda de tus amigos, así que pensé que sería buena idea que te lo comentara.

—Está bien... —dije, algo dudoso.

No sabía que quería decirme Ely que me fuera a afectar y menos si tenía que ver con la boda de Grecia y Carter porque yo ya tenía asumido que ella estaría allí y no me importaba. Yo ya era un hombre adulto y había sido yo quién le había pedido el divorcio, podía estar en un mismo lugar que ella sin problemas.

—Quizás ya lo sabes, pero estoy saliendo con alguien y quiero llevarlo a la boda —me informó—. Grecia me dio una invitación para mí y una persona más después de todo.

—Sí, claro, no hay problema con eso. Es tu vida, Ely.

Ella me dio una sonrisa.

—Muchas gracias por ser tan comprensivo, Oliver —me dijo—. Quería saber que la presencia de Ben en el matrimonio no te afectaría.

El nombre retumbó en mi cabeza. Había olvidado que así se llamaba la pareja de Ely y también, por un momento, había olvidado que era el mismo idiota con el que me había puesto los cuernos un año atrás... cuando supuestamente éramos una gran pareja feliz.

Carraspeé y me acomodé en mi asiento para decir algo de lo que, en ese momento, no pensé que me arrepentiría.

—No, claro que no, después de todo, Trish y yo iremos juntos.

La cara de Ely fue memorable. Parecía que acaban de darle un golpe en el estómago que la había dejado sin aire.

—¿V-vas a ir con Trish? —cuestionó—. ¿Tu amiga, Trish?

—No existe otra en mi vida, Ely.

Ely se cruzó de brazos y abrió levemente su boca, al mismo tiempo que negaba con su cabeza.

—No sé porque me sorprendo si siempre supe que ella estaba esperando a que tú me dejaras y corrieras a sus brazos —dijo, claramente molesta.

Me hubiera molestado menos que insinuara que yo era el que buscaba a Trish o algo por el estilo, porque el que hiciera ver a Trish como una loca rompe hogares me había hecho subir la ira a la cabeza.

Yo sabía que Trish era algo desquiciada y que su moral no era ejemplar, pero si había algo que Trish Cullen no había hecho jamás era intentar meterse en mi matrimonio, todo lo contrario, había sido lo más cuidadosa posible para no causarme problemas. Lo que Ely viera entre Trish y yo solo era cosa suya.

—Siempre has pensado mal de Trish, pero ella nunca tuvo intenciones de meterse en nuestra relación —aseguré—. Ella tiene dignidad, no como otras que les son infieles a sus maridos después de un año de matrimonio y se hacen las inocentes...

Ely se quedó congelada y yo me percaté de que estaba actuando como rara vez actuaba: sin pensar antes de hablar.

Normalmente yo no era impulsivo y me tomaba las cosas con calma, pero parecía que esa vez mi cerebro había decidido tomar otra estrategia... la que estaba siendo un caos, por cierto.

—¿De qué...?

—Sabes perfectamente de que estoy hablando —le dije y comencé a buscar mi billetera en el bolsillo de mi chaqueta—. Así que será mejor que no me reclames nada porque durante nuestro matrimonio, yo fui decente, quizás no fui el mejor esposo del mundo, pero jamás te engañé —dejé suficiente dinero sobre la mesa para pagar la cuenta—. Y espero que seas feliz con ese imbécil.

Salí del restaurante bastante enojado, ganándome unas miradas de la gente y uno que otro cuchicheo.

Una vez en la calle, solté un suspiro e intenté recobrar la calma, aunque no pude librarme de Ely tan fácil.

—Quizás tú no me engañaste, pero fuiste un asco como pareja —me dijo cuando me alcanzó afuera.

—Salimos más de un año antes de casarnos, Ely, si ya sabias como era, ¿para qué seguiste conmigo? —cuestioné—. ¿O por qué no me pediste el maldito divorcio un poco antes de cagarme?

—¡Porque te amaba!

—Ay, sí, claro... —dije, irónico—. Disculpa que dude de tu palabra, pero es difícil creerte cuando eres una mentirosa y tus acciones no demostraron ese supuesto amor del que hablas.

Ely apretó los labios y los puños de las manos, enojada.

—Okey, sí, quizás yo hice mal las cosas, Oliver —aceptó—, pero tú ni siquiera te has dado cuenta de lo que hiciste mal... Te pasabas todos los días pendiente del trabajo, siempre estabas muy cansado y te volviste incluso más aburrido de lo que eras antes.

Bueno, lo último no lo podía negar. Yo era una persona bastante aburrida y no dudaba el que me estuviera volviendo más aburrido con el paso de los años.

—Y ya ni siquiera tenías detalles conmigo —agregó—. Así que no me puedes culpar porque me dejé llevar por los sentimientos cuando un hombre duce y detallista apareció en mi vida.

Abrí la boca, sorprendido por su descaro.

—¡Claro que te puede culpar! ¡Es completamente tu culpa!

—Bien, síguete diciendo eso para hacerte sentir mejor —me dijo, comenzando a alejarse—. ¡Pero esto también fue tu culpa!

Oh, no, a mí nadie me iba a manipular o a intentar hacer gaslighting. Yo no tenía culpa en esa situación, yo era la víctima, ella me había sido infiel y, además, me lo había ocultado y lo hubiera seguido haciendo el resto de nuestras vidas. Yo no tenía nada de culpa... ¿cierto?

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