Capítulo 9 | Cometiendo ilegalidades
A la mañana siguiente desperté debido al calor que envolvía mi cuerpo. Somnolienta, parpadeé varias veces antes de abrir bien los ojos y echar un vistazo a mi alrededor. Hunter estaba tumbado de lado junto a mí, durmiendo profundamente. Tenía el brazo izquierdo rodeándome por la cintura y nuestras piernas estaban enredadas por debajo de las sábanas.
Mi ritmo cardiaco se aceleró.
Todo parecida indicar que, en algún momento de la noche, me había movido hasta su lado de la cama para esconder mi cara en su pecho.
Avergonzada por ese hecho, respiré hondo para calmarme y me aparté con cuidado de no despertarlo.
La expresión en su rostro mientras dormía era muy diferente a la que tenía cuando estaba despierto. Sus cejas estaban más relajadas, sus largas y gruesas pestañas descansaban suavemente sobre la pálida piel de sus pómulos, y sus mejillas hundidas afilaban su rostro, dándole un toque mucho más masculino a su atractiva apariencia.
Un par de ondulados mechones de cabello castaño le caían sobre la frente, moviéndose con cada exhalación. Incapaz de resistirme, estiré una mano para apartarle el pelo de la cara y acaricié delicadamente la punta de su nariz. Hunter frunció un poco el ceño y emitió un gruñidito que me hizo sonreír. Sin tener la menor idea de lo que estaba haciendo, deslicé mis dedos por sus labios, sus mejillas y la línea de su mandíbula.
Me sentía como una escultora palpando su mejor pieza de arte.
Era fascinante.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Hunter, con una voz ronca y profunda, abriendo los ojos.
Mis mejillas se calentaron ante la intensidad de su mirada.
—Tocándote —respondí, encogiéndome de hombros.
Un lado de su boca se arqueó en una media sonrisa. Me rodeó de la cintura con los brazos y me apretó con contra su pecho, escondiendo su rostro en el hueco de mi cuello para ronronear un perezoso «Mmm...» en mi oído. El calor se extendió más allá de mis mejillas, pero no me moví. Coloqué una mano sobre su estómago y deslicé mis dedos por debajo de su camiseta de algodón blanca, notando la dureza de sus abdominales.
—¿Haces mucho ejercicio? —le pregunté, subiendo mi mano por su pecho.
No podía dejar de tocarlo, la sensación era increíble y a él parecía no molestarle que lo hiciera.
—Algo así.
—¿Algo así? —insistí, deseando una explicación más extensa.
Temía que preguntarle algo como: «¿De verdad te mantienes en esta forma comiendo solo alimentos congelados?» fuese un poco grosero de mi parte. Además, Hunter parecía tener una obsesión con los burritos.
—Participo en peleas clandestinas —contestó, presionando los labios contra la piel de mi cuello.
Un escalofrío me recorrió toda la espalda.
—¿Peleas clandestinas? —repetí, tocando una vez más sus abdominales.
En ese momento, Hunter emitió un segundo gruñido, me obligó a rodar sobre la cama y presionó mi espalda contra el colchón, acostándose encima de mí a horcajadas. Después me sujetó bruscamente de las muñecas y me levantó los brazos por encima de mi cabeza, llevando mis manos a la cabecera de madera.
Lo miré con los ojos muy abiertos.
—¿Q-qué estás haciendo? —balbuceé, ruborizándome.
—Bueno, ya me has tocado demasiado ¿no crees? Ahora es mi turno.
—¿Estás loco?
Bajó la mirada por mi cuerpo con una lenta sonrisa tirando de sus labios. La camiseta que me había prestado la noche anterior se había levantado lo suficiente para dejar al descubierto parte de mi abdomen y mis bragas.
Mi rubor alcanzó un nuevo nivel de vergüenza.
—Quítate de encima —le ordené, pero él no hizo caso—. Hunter...
Sujetándome de las muñecas, llevó mi manos hasta su abdomen y las deslizó por debajo de su camiseta.
—Tócame —susurró, mirándome directamente a los ojos—. Te gustó hacerlo, ¿no?
—Y-yo...
—Te dejaré tocarme todo lo que quieras... —continuó, levantándome la camiseta hasta las costillas. Mi cuerpo se estremeció—. A cambio, quiero que tú también me dejes tocarte todo lo que yo quiera —sin apartar sus afilados ojos verdes de los míos, alzo una de sus oscuras cejas—. ¿Qué dices? Es un trato justo, ¿no te parece?
Tragué saliva con nerviosismo.
—Eres un pervertido —me quejé, deslizando mis dedos temerosamente sobre su duro estómago.
Hunter me miró desde arriba con una sonrisita triunfante antes de tocarme justo donde yo lo estaba tocando a él. Se me cortó la respiración cuando sentí el roce de sus dedos sobre la delicada piel de mi estómago.
Con las mejillas enrojecidas, inspiré por la nariz y comencé a subir mis manos por sus abdominales. Cada vez que yo movía mis manos sobre su cuerpo, él hacía lo mismo con las suyas, tocándome exactamente en los mismos lugares en los que yo estaba tocándolo a él. Mientras más lo tocaba yo a él, más me tocaba él a mí.
Era demasiado excitante...
Apreté los dientes y tiré del dobladillo de su camiseta cuando esta se volvió un obstáculo.
—Quítatela —le pedí, con una voz que no parecía la mía.
Sin quitarme los ojos de encima, Hunter se apartó para deshacerse de su camiseta y después se deshizo también de la mía. Me humedecí los labios y presioné un beso contra su hombro izquierdo para que él hiciera lo mismo.
—Hunter... —susurré, cerrando los ojos de manera inconsciente—. Ya basta, detente...
Sonrió contra mi hombro, presionando un beso sobre mi piel.
—Me detendré solo cuando tú lo hagas.
Subí mis manos hasta su pecho, deteniéndome en el área de las costillas. Dios mío, ni siquiera yo sabía lo que estaba haciendo, no estaba pensando con claridad. Mi corazón palpitaba con tanta fuerza que comenzó a darme miedo, pero no me detuve ahí. Muy despacio, deslicé mis dedos un poco más arriba, incitándolo a hacer lo mismo. Hunter tragó saliva al colocar sus manos en mis pechos, encima de mi sujetador de encaje rosado.
—Espera, me duele —exclamé, haciendo una mueca.
Como me había dormido con el sujetador puesto durante toda la noche, las varillas del mismo se habían enterrado en mi piel, haciéndome daño. No dolía mucho, pero sí que escocía un poco cuando alguien lo tocaba. Mirándome con las pupilas dilatadas, Hunter recorrió mi espalda con una mano hasta dar con el broche.
Lo soltó tan rápido que no pude evitar fruncir el ceño.
—¿Te sigue doliendo? —preguntó contra mi oreja, quitándome por completo el sujetador.
Su voz sonaba mucho más ronca que antes.
—No —respondí, con las manos en su cintura.
—¿Quieres que nos detengamos?
Suspiré y me mordí el labio inferior.
Pensé en decirle algo como: «No soy esa clase de chica, ¿sabes?», pero mi cuerpo entero se paralizó cuando él rozó el área de mi piel en donde la varilla del sostén me había lastimado con los dedos. Un gemido escapó de mi garganta. Me llevé las manos a la boca y cerré los ojos, avergonzada por haber emitido ese extraño sonido.
Hunter se echó a reír.
—Que sonido tan encantador —se burló, subiendo sus dedos hacia el centro de mis pechos para acariciar la delicada piel de mis pezones—. Quiero escucharlo de nuevo...
Dejé de respirar. Eché la cabeza hacia atrás y gemí de nuevo en contra de mi voluntad.
No era la primera vez que un chico me tocaba los pechos. Christopher y yo ya habíamos hecho cosas como esas antes y, por supuesto, él ya había tocado la parte superior de mi cuerpo una infinidad de veces.
Sin embargo, a diferencia suya, Hunter era mucho más... brusco con las manos y, extrañamente, que él fuera brusco con las manos hacía que se sintiera mejor.
Mucho mejor.
—E-espera, yo no...
—¿No te gusta?
Enterré las uñas en la piel de sus bíceps.
—N-no es eso, yo no...
—¿Quieres que pare?
—¡No! —gruñí, deslizando los dedos entre sus cabellos para tirar de él.
Escuché que se reía de nuevo.
—En ese caso... —susurró, acercando su boca a uno de mis pechos.
Dios mío, él iba a... él iba a...
—¡¿Por qué no contestas tu teléfono?! —rugió de pronto una voz, abriendo la puerta de la habitación sin llamar—. ¡Se supone que hoy íbamos a...! —los ojos de Trevor se abrieron de par en par al vernos a Hunter y a mí en la cama—. ¡Por el amor del maestro Yoda! —chilló, dándonos la espalda—. ¡Les juro que no he visto nada!
Horrorizada por la interrupción y por mi comportamiento, me incorporé de golpe en la cama, dándole un poderoso cabezazo a Hunter en la mandíbula. Ambos emitimos un «¡Auch!» al mismo tiempo. Me llevé las sábanas al pecho para cubrirme mientras que Hunter se levantaba de la cama con una mano en la nariz.
—Lo siento —me disculpé con él, avergonzada por haberle dado un cabezazo.
Hunter abrió la boca para decir algo, pero Trevor fue más rápido.
—Está bien, no es la primera vez que pasa.
—¿Huh?
—Si me pagaran un dólar por cada vez que encuentro a Hunter con una chica, probablemente ahora tendría más de doscientos dólares —se echó a reír—. Bueno, quizás doscientos sea algo exagerado, pero...
Antes de que pudiera terminar, Hunter lo echó fuera de la habitación con una aptada y cerró la puerta.
—¡Oye, eso fue muy grosero! —exclamó Trevor desde el otro lado.
¿Más de doscientos dólares? ¿Significa que Hunter ha estado con... más de doscientas chicas?
—¿Me pasas la camiseta? —le pedí a Hunter con la respiración acelerada, sin atreverme a mirarlo a la cara.
Él obedeció y me pasó la camiseta que minutos antes me había quitado. Después de vestirme, me levanté de la cama para recoger mi sujetador y mi uniforme de animadora.
Hunter no dejaba de observarme.
—¿Quieres que...?
—¿Sabes qué hora es? —lo corté, poniéndome el sujetador por debajo de la camiseta.
Suspiró mientras se pasaba una mano por el pelo.
—Más de la una.
Me atraganté y comencé a toser.
—¡¿M-más de la una?!
Una sonrisa traviesa tiró de sus labios.
—¿No sueles dormir hasta tarde? —me preguntó, acercándose.
—¡No!
—¿Quieres que...?
—¿Puedes prestarme unos pantalones? —lo corté de nuevo, apartándome de él.
Noté que apretaba un poco los dientes.
—Seguro —respondió.
Me cepillé el cabello con los dedos.
Tenía que pensar en un plan. Dado a que el instituto no abría los sábados ni los domingos, tratar de recuperar mi mochila con todas mis cosas dentro, incluyendo las llaves de mi casa, era algo imposible de momento.
—Quizás te queden un poco holgados —me dijo Hunter, dándome un par de pantalones de chándal.
—Gracias.
—¿Quieres que...?
—¿Sabes si...?
Hunter se acercó a mí para taparme la boca con la mano.
—La próxima vez que me interrumpas te meteré la lengua en la garganta —me advirtió, con aquel tonillo de amenaza. Arqueé una ceja como diciendo: «¿Estás loco?»—. ¿Quieres que vayamos a recuperar tus cosas?
Su pregunta me tomó por sorpresa.
—¿Mph? —balbuceé contra la palma de su mano.
—¿No quieres?
Le di un golpe en el estómago.
—¿Cómo planeas hacerlo? —le pregunté, quitándome su mano de la boca—. El instituto está cerrado los sábados y los domingos.
Ladeó la cabeza hacia un lado mientras rozaba mis labios con el pulgar.
—¿Quieres o no?
—Si quiero.
Bajó la mirada a mis piernas.
—Entonces ponte los pantalones —sonrió, guiñándome un ojo—. Y deja el resto en mis manos.
♡
Cuando Hunter apagó el motor de su Jeep Wrangler negra a un par de calles del instituto, fruncí el ceño y lo miré esperando alguna clase de explicación.
¿Por qué no había querido decirme cómo íbamos a entrar?
—Entonces Leia besó a Luke en los labios, cosa que es jodidamente asquerosa ya que en la siguiente película se revela que son hermanos ja, ja, que asco ¿no creen? —se rio Trevor, sentado en el asiento trasero de la Jeep—. ¿Sabían que en Egipto los faraones consentían el incesto para mantener puro el linaje? Lo leí el otro día en...
—Trevor —exclamó Hunter entre dientes, apretando las manos sobre el volante.
—¿Sí?
—¿Qué te he dicho sobre hablar demasiado?
—Vale, lo siento.
—¿Cuántas películas de Star Wars existen? —pregunté yo, interesándome un poco en el tema.
Hunter me lanzó una mirada filosísima. Trevor en cambio, sonrió.
—De momento solo hay seis, pero este año, en diciembre, saldrá el episodio siete. La verdad es que no tengo mucha fe en esta nueva trilogía de películas, ¿qué caso tiene si Darth Vader ya está muerto? —cerró la boca de golpe—. Carambolas, acabo de hacerte un gran spoiler. Olvida lo que acabo de decir, ¿quieres? Darth Vader no está muerto, ¿sabes por qué? —se llevó una mano al pecho—. Porque sigue vivo aquí, en nuestros corazones.
—Oh... —murmuré yo, sonriéndole a Hunter, que parecía cada vez más enfadado.
—Siendo sincero, me hubiera gustado que no hicieran más películas. Ahora que Disney está involucrado, siento que todo se resolverá con el poder el amor y...
—Tengo cinta en la cajuela —siseó Hunter.
—Vale, voy a cerrar la boca —rezongó el chico de las gafas, dejándose caer en el respaldo de su asiento—. Por cierto, ¿qué se supone que estamos haciendo aquí?
—Vamos a ir al instituto a recuperar mis cosas —le hice saber, jugando con los cordones de los pantalones que me prestó Hunter—. Ayer olvidé mi mochila en los vestidores del gimnasio después de...
Tragué saliva.
No podía ir diciéndole a todo el mundo que Lexie y yo nos habíamos peleado.
—¿Después de que tú y la otra tú se pelearan durante el partido? —terminó Trevor por mí. Mi rostro enrojeció—. Me habría gustado intervenir, pero Josh me tiró al suelo desde que empezó el partido y como la botarga de Falcon es demasiado grande, una vez que toco el piso difícilmente puedo levantarme yo solo.
—¿Estuviste tirado en el suelo durante todo el partido? —se burló Hunter, chasqueando la lengua—. Vaya, con razón no te vi.
Fruncí el ceño y me giré para mirarlo.
—¿Tú dónde estabas? Dijiste que estarías ahí, pero no te vi por ningún lado.
—Se me hizo tarde.
—Apuesto mi sable de Darth Maul a que estabas con Zoe.
—¿Se te hizo tarde porque estabas con Zoe? —me quejé, cruzando los brazos sobre mi pecho.
—No estaba con ella.
—¿Entonces por qué...?
—¿Vamos a ir por tus cosas o no?
—Idiota —gruñí, abriendo la puerta de la camioneta para bajar de ella.
A los pocos segundos, Hunter ya estaba caminando junto a mí por la acera.
—No estaba con ella —repitió.
—No me interesa.
—¿Estás celosa?
—No estoy celosa.
—El noventa y cinco porciento de las veces que una mujer celosa dice que no está celosa, realmente si está celosa —intervino Trevor, corriendo detrás de Hunter—. Lo leí el otro día en un test que...
Le eché una miradita por encima de mi hombro izquierdo. Él dio un respingo y cerró la boca.
—¿Cómo vamos a entrar al instituto? —le pregunté a Hunter, deteniéndome cerca del edificio.
—Por aquí —dijo, guiándonos a la entrada trasera.
—¿Vamos a cometer alguna ilegalidad? —preguntó Trevor, frotándose las manos con nerviosismo—. ¿Vas a romper alguna ventana? ¿Forzarás alguna cerradura? ¿Sobornaremos al conserje para que nos deje entrar? Porque te lo advierto, solo tengo cinco dólares en la cartera y tengo que sobrevivir todo el fin de semana con eso.
Cuando los tres nos detuvimos frente a la puerta trasera del edificio, Trevor y yo miramos a Hunter con interés, esperando verlo hacer algo vandálico que hiciera honor a su reputación de chico malo. Sin embargo, Hunter metió las manos en los bolsillos de su sudadera, sacó un manojo de llaves y abrió la puerta sin más.
Eso fue todo.
—Vaya, y yo que nos imaginaba huyendo de la policía en la Jeep o algo así —murmuró Trevor, decepcionado.
Me eché a reír.
El interior de las instalaciones se veía muy diferente sin una multitud de estudiantes. Los pasillos parecían más grandes, las aulas daban miedo y el silencio era tanto que nuestros pasos resonaban con fuerza al andar.
—Así es como usualmente empieza una película de terror —habló Trevor, caminando detrás de Hunter con temor—. Tres estudiantes entrando a un instituto que fue construido sobre un cementerio abandonado.
Al igual que él, me acerqué más a Hunter.
—¿El instituto fue construido sobre un cementerio abandonado? —le pregunté.
Trevor sacudió la cabeza con una sonrisa.
—No lo sé, me lo acabo de inventar, ja, ja.
Acabábamos de doblar a la derecha para dirigirnos a los vestidores del gimnasio cuando, de pronto, un hombre de la tercera edad apareció frente a nosotros, arrastrando una cubeta de agua y un trapeador.
Me quedé sin respiración, habíamos sido descubiertos.
—Franky —lo saludó Hunter, acercándose al hombre para estrechar su mano.
—Joven Cross, ¿qué lo trae por aquí?
—Mi novia olvidó algunas cosas en los vestidores del gimnasio, pasaremos a recogerlas y nos iremos enseguida.
—Claro, adelante.
Trevor y yo compartimos una mirada de «wtf».
—¿Eso es todo? ¿No va a preguntarnos cómo fue que entramos? —le pregunté a Hunter en voz baja, todavía procesando lo que acababa de pasar.
Hunter me ignoró y continuó guiando nuestro camino al gimnasio. Una vez ahí, ingresé la combinación de mi taquilla para, finalmente, recuperar mi bolso con todas mis pertenencias dentro. Suspiré aliviada.
—¿Está todo? —me preguntó Hunter, mientras que Trevor vigilaba la puerta.
Asentí después de verificarlo.
—Sí, está todo.
Cuando encendí mi celular, la pantalla de inicio se llenó de decenas de mensajes. Muchos eran mensajes de mis amigas, mientras que otros eran notificaciones de Facebook. Sentí que se me debilitaban las piernas.
—No puede ser... —exclamé, llevándome una mano la boca.
Hunter y Trevor me miraron, arqueando una ceja.
—¿Qué?
—Alguien subió un video de mi pelea con Lexie durante el partido de ayer... —murmuré, tragando saliva.
Tenía que ser una broma, el video ya tenía más de quince mil reproducciones.
—¿En serio? Déjame verlo —me dijo Hunter, quitándome el celular de las manos para mirar el video.
Trevor se acercó a él con interés.
—Esto es malo, muy malo —solté, presa del pánico—. ¿Qué se supone que voy a hacer ahora?
—Mmm... nada mal, aunque no te vendría nada mal tomar clases de box —bromeó Hunter.
A su lado, Trevor asintió.
—No es gracioso.
—Relájate, es solo un video.
—No lo entiendes, más de quince mil personas ya han visto ese video. Ahora todos van a pensar que soy una desquiciada que golpea a sus amigas y además, sale con un delincuente.
Cerré la boca de golpe y miré a Hunter esperando no haberlo ofendido. Sin embargo, la expresión en su rostro me dejó muy en claro que, efectivamente, eso lo había ofendido.
—Lo siento, no quise...
Pero él me regresó el teléfono, se dio la vuelta y salió de los vestidores antes de que pudiera disculparme.
—Hunter... —comencé a llamarlo, corriendo detrás de él—. Lo siento, no fue mi intención decir que...
Se detuvo tan inesperadamente que terminé chocando contra su espalda.
—Joven Cross, tengo al joven Presley en la línea —murmuró Franky, el conserje, proporcionándole a Hunter un celular bastante antiguo.
Hunter puso los ojos en blanco, tomó el celular y se lo llevó a la oreja.
—¿Qué quieres? —preguntó de mala gana. Frunció el ceño, giró la cabeza para mirar algo en la esquina del pasillo y luego arqueó una de sus cejas—. ¿En serio? No me jodas... Sí, sí, ya lo sé... venga, que te den.
Después de terminar la llamada, le regresó el celular a Franky con una sonrisa.
—Gracias, Franky, ya nos vamos.
—¿Qué fue todo eso? —le pregunté cuando los tres salimos de nuevo por la puerta trasera.
—Ben instaló cámaras de seguridad.
—¡¿Qué?! —chillamos yo y Trevor al mismo tiempo.
—¿Q-quieres decir que el director Presley nos vio entrando al instituto? —balbuceé asustadísima.
—¿Será tu primera vez en detención, no? —se burló, mirándome por encima del hombro.
—¿Cuántas semanas? —le preguntó Trevor.
—Dos.
—Uf, menos mal.
—¿Menos mal? —dije yo—. ¡¿Menos mal?! —repetí.
—Relájate, al menos ahora sabrás lo que se siente ser un delincuente.
—Yo no... ya te dije que no... —suspiré y me llevé una mano a la cabeza—. Olvídalo.
—Será divertido —me aseguró Trevor, dándome palmaditas en la espalda—. Bueno, la verdad es que no es para nada divertido. Lo único que hacemos en detención es sentarnos en silencio durante casi dos horas.
—¿Ya has estado antes en detención? —le pregunté.
—Claro, suelen mandarme ahí por no cerrar la boca durante las clases.
Apreté los labios mientras dejaba escapar un suspiro.
¿Qué otra cosa podía salir mal?
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