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Capítulo 8 | Pequeños secretos

—Vaya, que lindo disfraz —exclamó Mónica, la chica de la recepción, cuando nos vio a Hunter y a mí entrando al edificio—. Pensé que la temporada en la que los niños se disfrazan para pedir caramelos solo era en octubre.

Forcé una sonrisa en mis labios ante su comentario sarcástico. Si a esas vamos, la que parecía ir disfrazada para una fiesta de Halloween era ella, no yo.

—No es un disfraz, es mi uniforme de animadora —le expliqué, caminando detrás de Hunter.

La vampiresa gótica infló un globo con la goma de mascar y lo hizo reventar en su boca.

—¿En serio? Pues parece un disfraz  —se burló, encogiéndose de hombros con desinterés.

Hunter se acercó al pintarrajeado mostrador y estampó las manos sobre la desgastada madera. Yo di un brinco mientras que ella, acostumbrada a su actitud, ni siquiera se movió de su lugar.

—Así que, Mónica... —murmuró Hunter, pronunciando su nombre muy despacio—. ¿Serías tan amable de decirme por qué razón le diste la llave de mi departamento a esta chica para que entrara sin mi permiso el otro día?

Hice una mueca al recordar que esa llave seguía escondida en mi mochila. En algún momento tendría que regresársela.

—Creí que era tu novia —respondió ella, sin alterarse—. Ya que por esta chica terminaste con Zoella.

—Pues esta chica no es mi novia, así que te agradecería que no vuelvas a darle mis llaves a cualquiera.

¿A cualquiera? Auch.

—Oh, tienes toda la razón. Se nota que esta chica es lo suficientemente inteligente como para saber que salir con un imbécil como tú es lo peor que puede hacer —sonrió con astucia—. ¿No es así, chica disfrazada?

La gran pregunta aquí era ¿estaban peleando o así se llevaban? Porque solo hacía falta un ring y el sonido de la campana para que comenzaran a darse de puñetazos. Sin saber muy bien qué hacer, abracé mi cuerpo con los brazos y tosí para suavizar un poco la tensión.

—¿Podrían dejar de referirse a mí como "esta chica"? —intervine, sintiéndome incómoda—. Mi nombre es Ellie.

Hunter se apartó del mostrador para ofrecerme una de sus manos.

—Ven, vayamos arriba —me dijo.

—Oh vamos, Ellie, no me digas que resultaste ser igual de estúpida que las otras chicas —se quejó Mónica en cuanto me vio tomar la mano de Hunter sin protestar—. Ese idiota solo quiere divertirse un rato entre tus piernas para después no recordar ni tu nombre. Yo misma he sido testigo de un sinfín de cosas desde este lugar.

—No voy a acostarme con él —repliqué, ofendida por que pensara que yo era esa clase de chica.

Mónica se limitó a encogerse de hombros.

—Solo estoy poniéndote sobre aviso, después no digas que no te lo advertí.

Sin prestarle atención, Hunter tiró de mí para dejar atrás la recepción. Después de subir hasta la quinta planta, él abrió la puerta y entró, pero yo me quedé plantada en mi sitio tratando de analizar toda la situación.

Dios mío, ¿realmente iba a dormir en el departamento de Hunter Cross?

—¿Vas a entrar o piensas quedarte ahí afuera toda la noche? —preguntó al ver que no me movía.

Tragué saliva, respiré hondo y entré a su departamento mirando con atención hasta el último detalle.

Nada había cambiado, las cosas seguían estando igual a como la primera vez que estuve ahí. Hunter definitivamente era alguien al que le gustaba mantener todo en orden.

Después de cerrar la puerta, dejó las llaves sobre uno de los muebles de la sala.

—No te lo dije antes, pero tienes una casa muy bonita —le dije, solo porque era lo más común que podías decirle a alguien al visitar su casa.

Su boca se arqueó en una media sonrisa.

—Mmm... yo no diría lo mismo —refutó, cruzando los brazos sobre su poderoso pecho—. Dicen que una mujer asesinó a su marido en esta habitación, justo en el lugar donde tú estás parada.

—¿Eh? —balbuceé, apartándome de un brinco.

Su sonrisa se hizo todavía más grande al ver la cara que puse.

—Escuché que la golpeaba —explicó, mirando un punto en específico en el suelo—. Un día ella se cansó de sus maltratos, compró un arma y mató al maldito —se dio un par de golpecitos en el centro de la frente—. Fue un tiro bastante limpio, el hombre ni siquiera tuvo tiempo de gritar.

Un escalofrío me recorrió la columna vertebral.

—¿Es una broma, verdad? —le pregunté.

Él levantó la mirada del suelo y chasqueó la lengua.

—No, el caso fue bastante famoso. Incluso salió un par de veces en los periódicos. Pero tranquila, sucedió hace mucho tiempo —añadió. Luego, se fue hasta la cocina y abrió la puerta del refrigerador para echar un vistazo a lo que había dentro—. ¿Tienes hambre? —me preguntó con toda naturalidad.

¿Quién podría tener hambre después de escuchar la historia de cómo una mujer maltratada había asesinado a su marido en ese lugar? Además, ¿cómo es posible que él pudiera estar tan tranquilo viviendo aquí?

—No, no tengo hambre —dije, acercándome a él por temor a quedarme sola en la sala.

Yo no era de las que creían en fantasmas, pero...

—¿Segura? —insistió—. Tengo pizza congelada, burritos congelados y... —hizo una pausa para sacar un recipiente rectangular con algo verde y mohoso en su interior—. Creo que esto era sopa de pollo congelada.

—¿No tienes comida que no esté congelada? —le pregunté, frunciendo las cejas.

Hunter echó un segundo vistazo a su refrigerador y luego negó con la cabeza.

—También hay cereal —agregó, como si eso fuera mejor que la comida congelada.

Suspiré con total desaprobación.

—Estoy bien así, gracias —respondí, guardándome mis comentarios.

Durante unos minutos, Hunter y yo nos miramos el uno al otro en completo silencio sin saber qué más decir. La forma en la que sus afilados ojos verdes me miraban todo el tiempo me hacía sentir bastante nerviosa. Cuando ya no pude sostenerle la mirada, dirigí mi atención al suelo y me removí inquieta en mi lugar

—¿Estás cansada? —preguntó después de un rato.

—Un poco —admití sin mirarlo—. ¿Puedo usar tu baño?

Hunter asintió e hizo un gesto con la barbilla hacia una de las puertas.

—Es ese de ahí.

Tras encerrarme en el pequeño cuarto, me lavé la cara con un poco de agua e hice una mueca al sentir un arañazo en mi nariz y otro en la frente. A excepción de eso, solo tenía un par de golpes en las mejillas, pero nada demasiado grave. Dejé escapar un profundo suspiro. Bien, la verdad es que sí me pasé un poquito con Lexie.

Al final, me solté la despeinada coleta y me cepillé el cabello con los dedos.

Cuando salí del baño, Hunter estaba esperándome en el pasillo.

—Ven, vamos a dormir —me dijo, tomándome de la mano.

La habitación de Hunter estaba pintada con colores oscuros y tenía vistas no muy atractivas del patio trasero de la residencia. Al entrar, casi hice una mueca al ver la cama matrimonial con sábanas negras que se encontraba justo en el centro, pegada a la pared del fondo.

La última vez que estuve en esa habitación, había salido corriendo luego de encontrarlo teniendo sexo con su exnovia. Los recuerdos de ese día no eran muy agradables y, a decir verdad, todavía temblaba de miedo al recordar la manera en la que Zoella había reaccionado al verme ahí.

—Creo que dormiré en el sofá —exclamé, soltando su mano.

Hunter ladeó la cabeza hacia un lado.

—¿Por qué quieres dormir en el sofá? —me preguntó. En lugar de responder, me limité a mirarlo y alcé una ceja, esperando que entendiera la indirecta—. Cambié las sábanas —me aseguró—. Están limpias, lo prometo.

Suspiré. No quería pensar en todas las chicas que habían estado aquí antes que yo.

—¿Cero bacterias?

—Cero bacterias.

—De acuerdo —me quité las deportivas y me senté sobre la cama—. ¿Dónde vas a dormir tú?

—Pues en mi cama, ¿en dónde más?

—¿Qué? Pero...

Cerré la boca de golpe cuando comenzó a quitarse la camiseta. Una vez más, ver su torso desnudo hizo que me quedara sin respiración. Y aunque no terminaba de entender como diablos es que Hunter tenía esa clase de cuerpo, a pesar de tener el refrigerador lleno de comida congelada, no pude evitar mirarlo fascinada.

¡Madre mía, estaba demasiado bueno!

—Estás comenzando a babear —se regodeó él, con una sonrisita arrogante en el rostro.

Espabila, Ellie, espabila.

—No voy a dormir contigo —exclamé, sacudiendo la cabeza. Hice un gesto con la mano en dirección a la puerta—. Ve y duerme en el sofá.

—El sofá es muy incómodo... —me miró de forma misteriosa—, para dormir.

Puse los ojos en blanco, negándome a imaginar lo que él había pensado.

—Pues no pienso compartir la cama contigo, así que si te acercas un paso más...

—Tranquila, no pienso tocarte —se burló, desabrochándose la bragueta de los pantalones.

—¿Qué...? ¿Qué estás haciendo? —balbuceé, ruborizándome con mucha más fuerza que antes.

—Para tu información, duermo desnudo.

Sentí que me atragantaba con mi propia saliva cuando se deshizo también de los pantalones. ¿Todos los chicos usaban ese tipo de bóxers? Porque prácticamente podía notarlo todo, y cuando digo todo, me refiero a todo.

—¡¿Estás loco?! —chillé, cubriéndome los ojos.

No puede ser, ¿de verdad iba a desnudarse?

Mas tarde, cuando no pude seguir resistiendo la tentación de verlo desnudo, miré disimuladamente entre los espacios de mis dedos solo para darle un pequeño vistazo. Por desgracia, Hunter ya se había puesto unos pantalones de chándal oscuros y una camiseta de algodón blanca, muy, muy ajustada.

—¿No ibas a desnudarte? —pregunté, odiándome por sonar un poco decepcionada.

Él esbozó una sonrisa pícara.

—Si lo que quieres es verme desnudo, solo tienes que pedirlo, nena.

Mi rostro se calentó al ver que tiraba del elástico de sus pantalones.

—¡No! —grité, cubriéndome de nuevo los ojos—. ¡Ni siquiera lo pienses!

Lo escuché reírse de mí.

—Relájate, estoy bromeando.

Después de apagar las luces de la habitación, se acercó a la cama y se acostó a mi lado.

Lo que no pasé por alto fue que aun cuando me había asegurado de dejar bastante espacio entre nosotros, el muy idiota terminó acostándose muy cerca de mí; tanto que nuestros brazos casi se tocaban. Decidida a ignorar aquellos cosquilleos en mi estómago, cerré los ojos e intenté conciliar el sueño. El problema fue que mi cabeza no paraba de darle vueltas a la pelea que había tenido con Lexie durante el partido de los Halcones Bicentenarios.

Solo entonces, comencé a sentirme mal por haberla golpeado.

—¿Ya estás dormida? —me preguntó Hunter en voz baja, acercándose más a mi lado.

Estuve a punto de empujarlo.

—No, no puedo dormir.

—¿No es incómodo dormir con ese ajustado uniforme puesto?

—Un poco, sí.

—Quítatelo.

—¿Eres tonto?

—Puedo prestarte una de mis camisetas si quieres.

—Oh.... ¿lo harías? —él asintió—. Te lo agradecería muchísimo.

Hunter se levantó de la cama y sin encender las luces de la habitación, buscó algo en su armario hasta sacar una camiseta y dármela. Me incorporé para quitarme el uniforme, pero ese idiota se quedó mirándome.

—Date la vuelta —gruñí, mostrándole los dientes.

—Vale, vale —dijo riéndose mientras se daba la vuelta.

Me quité la falda y el top del uniforme con rapidez y luego me puse la camiseta de Hunter por la cabeza. La tela era demasiado suave y cálida, y olía justo como a él.

—Listo —le dije, escondiendo mi cuerpo por debajo de las sábanas.

Él hizo lo mismo.

—Buenas noches —susurró.

—Buenas noches —le contesté.

Creí que después de quitarme el ajustado uniforme de animadoras lograría conciliar el sueño, pero no fue así. Por alguna extraña razón, mis ojos se negaban a cerrarse. Lo primero que pensé fue que, probablemente, se debía a que no conocía demasiado bien a Hunter, por lo que dormir en la misma cama que él era verdaderamente raro e incómodo. Sin embargo, me sentía segura al saber que él no era de la clase de chico que intentaría propasarse conmigo.

—¿Ya te dormiste? —le pregunté, alrededor de quince minutos más tarde.

—No —respondió sin molestarse en abrir los ojos.

Apoyé la cabeza sobre mi brazo izquierdo y me giré a mirarlo.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—No.

—Vamos... solo una pregunta ¿sí?

—No.

Le di un puñetazo en el hombro.

—Eres un grandísimo idiota —me quejé.

Noté que sonreía.

—Está bien, te escucho.

Tragué saliva.

—¿Por qué regresaste por mí?

Hunter arqueó una ceja.

—¿Hubieses preferido que no lo hiciera?

—No, bueno... no tenías por qué hacerlo. Pude haber ido con algún vecino.

—¿Entonces por qué estabas sentada en esa banca cuando llegué?

—No quería molestar a nadie, ya era tarde.

Suspiró antes de apoyar la cabeza en su brazo derecho y girar su cuerpo hacia mí. A pesar de que estábamos completamente a oscuras, vi las líneas de su rostro debido a la luz de la luna que se filtraba a través de la ventana.

Me miró entre aburrido y fastidiado.

—A veces creo que te preocupas demasiado por los demás.

Bueno, quizás eso era cierto. Pero no podía evitarlo, estaba en mi naturaleza.

—Gracias por regresar, Hunter. Y también gracias por déjame dormir aquí.

En algún momento, levantó la mano izquierda para acariciar una de mis mejillas.

—No podía dejar que te convirtieras en una gigantesca paleta humana.

Eso me hizo reír.

—¿Sabes? A decir verdad, creo que detrás de toda esa apariencia de chico malo que llevas contigo, en el fondo eres alguien realmente muy amable —murmuré, levantando una mano para tocar también su mejilla

—Si se lo dices a alguien y arruinas mi reputación, lo lamentarás.

Mi sonrisa se extendió.

—En ese caso, supongo que será nuestro pequeño secreto.

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