Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 41 | Fiesta de cumpleaños

—¿Él lo sabe? —pregunté, porque fue lo primero en lo que pensé.

Dios mío, ¿Hunter sabía que tenía un hermano?

—No —respondió cautelosamente Elizabeth, centrado su atención en la bandeja de carnes fías—. Fue un parto prematuro y, por desgracia, el bebé no sobrevivió. —Abrió un paquete de galletas saladas para colocarlas junto a las aceitunas—. Michael declaró que se trató de un accidente —continuó—. Nos dijo que Isabella se había caído por las escaleras y que eso fue lo que le provocó las contracciones. Mi hermana quedó devastada. Perder a su bebé la deprimió tanto que, cuando quedó embarazada por segunda vez, trató de cortarse las venas.

Me recorrió un escalofrío.

—Debí haber hecho más por ella, debí... —se le quebró la voz—. Siento que le fallé —confesó, dejando a un lado las galletas—. Desearía no haberme dado por vencida con ella, desearía haber insistido un poquito más.

Empecé a frotarle la espalda.

—A veces las personas amamos con tanta intensidad que nos cuesta trabajo reconocer que esa otra persona nos hace daño y es necesario dejarla ir —murmuré con suavidad—. Sé que seguramente habrá hecho todo lo que estuvo en sus manos, señora Presley, pero no siempre podemos ayudar a quienes no quieren ser ayudados.

Elizabeth se dejó vencer por las lágrimas y yo la consolé lo mejor que pude. Dejamos a medio terminar la bandeja de carnes frías sobre la isla del centro y calenté un poco de agua para hacer té. Serví dos tazas, una para ella y otra para mí, y nos sentamos en unos bonitos taburetes junto a una barra de granito y madera oscura.

Una vez más tranquila, Elizabeth siguió hablándome del pasado.

—Cuando mi padre descubrió que Robert y yo estábamos en proceso de adoptar al hijo de mi hermana, se puso furioso. Él odiaba a Michael y lo último que quería era ver a ese hombre en el rostro de un niño. Mi esposo y yo ignoramos su oposición y seguimos adelante con los trámites. Esperaba que, con el tiempo, papá terminara aceptando a Hunter como su nieto. Pensé que era una buena idea, Hunter apenas si hablaba, además, tenía los mismos ojos que mi hermana. Pero papá jamás soportó estar en la misma habitación que él.

No pude evitar pensar en el pequeño Hunter que seguía viendo en mis sueños.

—Aun siendo un niño, Hunter sabía que su abuelo lo aborrecía. Creció con la idea de que no sólo su abuelo, si no que cada miembro de esta familia lo odiaba por el hecho de ser físicamente igual a su padre. Pero eso no es verdad, puede que mi padre jamás aceptara a Hunter como uno de sus nietos, ni siquiera en su lecho de muerte, pero para mí, como para el resto de esta familia, ese muchacho es un hermoso recuerdo de Isabella.

Saber que Hunter tenía una familia que lo amaba hizo que mi corazón se sintiera realmente cálido.

Era una lástima que él no lo viera de la misma manera.


Una vez terminamos de preparar la bandeja de carnes frías, Elizabeth y yo salimos juntas al jardín trasero para dejar los aperitivos en una mesita donde todos pudieran ir a tomar. No muy lejos de la cabaña, distinguí un pintoresco muelle de madera ubicado a un lado del lago. Allí, Hunter estaba enseñándole a pescar a su primo.

Era una escena tan adorable que incluso los Presley no podían quitarles los ojos de encima.

—Ve con ellos —me dijo Elizabeth, dándome una cariñosa palmadita en espalda.

Parpadeé para salir de mi ensimismamiento, asentí con la cabeza y me encaminé en su dirección

—¿Cómo va la pesca, chicos? —les pregunté, pisando con un poco de miedo los tablones del muelle.

Hunter y su primo se volvieron hacia mí.

—¡Pescamos uno realmente grande! —respondió el pequeño, entusiasmado.

—Vaya, ¿en serio?

—¡Sí, mira! —Señaló la cubeta de metal a sus pies—. ¡Es gigantesco!

—Guau, sí que es enorme —dije, mirando el interior de la cubeta—. ¿Qué piensan hacer con él?

Hunter se encogió de hombros.

—Vamos a cocinarlo.

Su primo se puso pálido. Sacudió la cabeza, levantó la pesada cubeta del suelo y dio un paso atrás.

—No, no podemos cocinarlo —vociferó—. ¡Aún está vivo!

—Por eso no hay ningún problema, Tom. Un pez fuera del agua no sobrevive por mucho tiempo.

—Pero no quiero que lo cocinen, quiero que sea mi mascota.

—¿Quieres un pescado de treinta centímetros como mascota? —le preguntó Hunter, cruzando los brazos.

El pequeño se balanceó de un lado a otro, sin apartar la mirada de la cubeta que sostenía entre sus brazos.

—Mamá no me deja adoptar a un perro o a un gato, dice que no quiere nada con patas o pelo dentro de la casa —explicó—.  Así que pensé en adoptar un pez.

Hunter y yo compartimos una mirada.

—Estoy seguro de que tampoco te dejará tener a ese pez.

—¿Por qué? No tiene patas y tampoco tiene pelo.

—No, pero es demasiado grande. ¿Dónde piensas ponerlo?

—¡En la piscina!

Se me escapó una risa que traté de disfrazar con una tos. Hunter me miró. Casi vi la sombra de una sonrisa tirando de sus labios. Suspiró, se agachó para quedar a la misma altura que su primo y le acarició la cabeza.

—Escucha, Tom, un pez de este tamaño sólo tiene dos opciones —le dijo, levantando los dedos de una mano conforme iba diciendo—: Tener una larga vida en el lago o convertirse en la cena de quien lo haya pescado.

Tom hizo un puchero.

—Pero... —insistió.

—Si dejas de hacer esas horribles muecas, te compraré un pez más pequeño.

—¿Un pez más pequeño? —repitió su primo, con los ojos bien abiertos.

—Y del color que tú quieras —agregó.

—¡Genial! —soltó, con una sonrisa de oreja a oreja—. Pero, ¿qué es lo que vamos a hacer con este pez? ¿Lo dejamos en libertad?

—Creo que lo mejor será cocinarlo.

Tom se volvió hacia mí.

—¿Tú qué opinas, Annalise?

Supuse que Hunter le había hablado de mí mientras pescaban y por eso me llamada por ese nombre.

—¿Yo? —balbuceé, sonriendo como una idiota—. Pues... supongo que sería lindo regresarlo al lago.

Hunter me fulminó con la mirada, pero yo me limité a sonreírle con inocencia y ternura.

—¡Fantástico! —Tom se acercó a la orilla del muelle, se puso de cuclillas e inclinó un poco la cubeta para dejar al enorme pescado en libertad—. Siento no poder cumplir mi promesa de llevarte conmigo a casa, Dan.

Hunter chasqueó la lengua.

—Joder, ¿le pusiste nombre a ese pez? —se burló.

—Sí —respondió—. Annalise, es tu turno de decirle unas palabras a Dan antes de liberarlo.

Me coloqué el cabello detrás de las orejas y me agaché junto al pequeño.

—Espero que tengas una buena y larga vida, Dan.

Tom sonrió y miró a Hunter, esperando que él también dijera algunas palabras.

—Lamento no poder cocinarte y comerte con ajo y limón, Dan.

Sólo entonces, Tom volteó la cubeta, permitiendo que el pescado tocara de nuevo el agua. Pensé que sería un momento muy lindo, pero el pescado permaneció inmóvil y comenzó a hundirse, y a hundirse, y a hundirse...

Disfracé mi risa con otra tos.

—Rayos, debimos haberlo cocinado —suspiró Tom, chasqueando la lengua.

—Vete antes de que te lance al lago para que le hagas compañía —gruñó Hunter.

Su primo se echó a reír y se levantó dando brinquitos.

—Bien, iré a decirle a mamá que pronto tendré un pez de color como mascota.

Una vez que Tom estuvo lo suficientemente lejos de nosotros, Hunter soltó el aire con fuerza.

—No le voy a comprar una mierda.

—¡Oye! —me quejé.

Se agachó para recoger las cañas de pescar, los cebos y la cubeta de metal.

—Ese niño me hizo perder casi una hora de mi tiempo para que al final decidiera liberar a un pescado que prácticamente rogaba por ser cocinado. —Se pasó una mano por el pelo—. Joder, por eso es que odio a los niños.

—No parecía que lo odiaras hace unos minutos.

—Estaba fingiendo.

—Oh, claro, fingiendo.

Lo ayudé a cargar la cubeta de metal para así poder entrelazar mis dedos con los suyos mientras dejábamos el muelle de madera e íbamos a guardar el equipo de pesca al cobertizo. Más tarde, nos lavamos las manos en el baño y después nos sentamos junto a los Presley en una de las mesas largas que habían colocado sobre el césped.

Hunter seguía viéndose un tanto incómodo y, de vez en cuando, me apretaba la mano por debajo de la mesa, sobre todo cuando le hacían preguntas como: «¿Qué tal has estado? ¿Cómo te va el instituto? ¿Ya sabes a qué universidad vas a ir después de graduarte? ¿Cómo conociste a tan adorable señorita?». Sus respuestas eran siempre cortas y precisas, dejando en claro que no le interesaba entablar una conversación con ninguno de ellos.

No obstante, los Presley no parecían estar dispuestos a darse por vencidos.

Sólo Robert Presley, su tío y padre adoptivo, consiguió que Hunter dijera más de tres palabras cuando le preguntó algo relacionado con la pesca. Hasta ese momento, no sabía lo mucho que a Hunter le gustaba pescar.

—Quiero dejar una cosa en claro —murmuró Hunter después de charlar por un largo rato con su padre, acercándose más a mí para que nadie más pudiera oírlo—. No te traje a este lugar para hacer cochinadas.

—¿Ah, no?

—No. Te traje aquí porque quería pasar todo el día contigo. Quería enseñarte a pescar, llevarte a dar una vuelta por el bosque, ver una película... ya sabes, todas esas mierdas que a las chicas consideran románticas.

—Vaya, es una lástima —dije, sacudiendo la cabeza de un lado a otro—. Y yo que me preparé con mi mejor ropa interior de encaje negro. Me hace realmente feliz saber que no eres de esos chicos que sólo piensan en sexo.

Se quedó totalmente quieto.

—¿Encaje negro? —preguntó con la voz ronca.

—Encaje negro —confirmé, llevándome un bocado de carne asada a la boca.

Hunter se rascó la barbilla.

—Sabes, nena, la verdad es que si te traje aquí con la intención de hacer cochinadas —admitió—. Piénsalo, tú y yo solos una cabaña en medio del bosque, lo único en lo que podía pensar era en todos esos orgasmos que podríamos haber tenido si tan solo Ben no hubiera organizado la fiesta de cumpleaños de Elizabeth en este lugar.

Me atraganté y comencé a toser.

—¡Lo sabía, eres un pervertido!

Me apartó el cabello de la oreja y acercó su boca a mi oído.

—La que solía ser mi habitación está en el piso de arriba, ¿quieres ir a hacer cochinadas?

—¡No! —grazné, atrayendo la atención de algunos Presley—. Yo no... lo siento —balbuceé.

A mi lado, Hunter se echó a reír. Avergonzada, le di una patada en la espinilla por debajo de la mesa. Los Presley nos miraron con expresiones atónitas, como si esa fuese la primera vez que lo escuchaban reír.

—Qué sonido tan bonito —comentó Elizabeth, sonriéndonos.

Hunter tosió y se aclaró la garganta antes de volver a ponerse serio. Los demás Presley sonrieron, y esta vez fui yo quien se echó a reír. Hunter gruñó, deslizó una mano por debajo de mi vestido y me pellizcó el muslo.

—¡Auch! —me quejé, apartándole la mano—. Eres un idiota.

—Shhh —chistó.

—Te he dicho que no me digas «Shhh» a mí.

—Shhh.

Lo miré con los ojos entornados. Hunter deslizó de nuevo la mano por debajo de mi vestido y acarició el lugar donde me había pellizcado. Dejó la mano sobre mi muslo, trazando pequeños círculos con el pulgar.

—¿Ya terminaste de comer? —me preguntó en cuanto dejamos de ser el centro de atención.

—Sí, ¿por qué? —contesté, dejando los cubiertos junto a mi plato.

—Porque hay algo que quiero mostrarte.

—¿Tu habitación?

Hunter encaró una ceja.

—¿Estás segura de que yo soy el pervertido?

Levanté los hombros y luego los dejé caer.

—Algo debíamos tener en común.

Una sonrisa se asomó por sus labios. Me agarró de la mano y me ayudó a levantarme de mi lugar en la mesa. Tuve que disculparme en nombre de los dos cuando él no dio ninguna explicación. Por suerte, nadie pareció sentirse insultado. Era como si estuvieran acostumbrados a ese comportamiento por parte de Hunter.

—Cuando era pequeño, mi madre y yo solíamos escuchar música en un viejo tocadiscos cada vez que mi padre se iba a trabajar —dijo, guiándome al interior de la cabaña—. Tenía una gran variedad de discos vinilo, pero su favorito era uno de Elvis Presley, a quien ella solía llamar: «El Rey». Todavía recuerdo la sonrisa que se dibujaba en su rostro siempre que sonaba Jailhouse Rock en los altavoces. Recuerdo la forma en la que movía las caderas al ritmo de la música, pero sobre todo recuerdo lo mucho que me gustaba bailar con ella en la sala de nuestra casa.

Me soltó la mano frente a una puerta ubicada debajo de las escaleras.

—La casa entera era nuestro escenario —continuó—. Íbamos de un lado para otro mientras bailábamos y cantábamos, era divertido. Sólo en esos momento, mi madre y yo nos olvidábamos del infierno en el que vivíamos. Mi parte favorita de las tardes era cuando comenzaba a sonar Can't Help Falling In Love. A ella le gustaba tomarme entre sus brazos mientras la voz del Rey nos acariciaba los oídos, todo lo demás parecía desaparecer.

Giró el pomo y abrió la puerta para adentrarse en el interior del pequeño armario. Desde mi lugar, lo vi estirarse para alcanzar una maleta de cuero marrón situada en lo alto de un estante. Cuando me la mostró, noté que no tenía ni una partícula de polvo. Desconcertada, alcé una mano y pasé mis dedos por la superficie plana.

—¿Esto es...?

Hunter asintió.

—Es el tocadiscos de mi madre.

—Aún lo conservas —observé—. ¿Por qué?

—Llámame sentimental —se burló.

—Pero... ¿por qué lo guardas aquí, en la cabaña?

Se encogió de hombros.

—Suelo dejar mis posesiones más importantes en lugares donde sé que siempre estarán a salvo —respondió, estirándose de nuevo para alcanzar esta vez una especie de estuche. Inconscientemente, me llevé una mano al anillo que llevaba en una cadena alrededor del cuello—. Ven —me dijo—. Veamos si esto todavía funciona.

Tragué saliva antes de seguir a Hunter fuera del pequeño armario debajo de las escalera, cerrando la puerta detrás de nosotros. Nos dirigimos juntos a la sala, donde me senté sobre mis talones en la alfombra de poliéster mientras él dejaba la maleta marrón y el estuche con discos de vinilo encima de la mesita del centro.

Conectó el tocadiscos a la toma de corriente y luego se sentó a mi lado en la alfombra, asegurándose de que todo estuviera en orden. Después, abrió el estuche con los discos para que yo pudiera echarles un vistazo.

—Así que heredaste tus gustos musicales por parte de tu madre —comenté, encontrando el disco favorito de Hunter entre los vinilo que él iba sacando del escuche; ese que mostraba las ubres de una vaca en la portada.

—No, los discos de Aerosmith eran de mi padre. —Se volvió hacia mí—. ¿Quieres escuchar ese?

Lo dejé de nuevo sobre la alfombra.

—No, mejor ese —murmuré, señalando el último que quedaba dentro el estuche.

—Mmm... —Hunter se inclinó para darme un beso—. Buena elección.

Sacó el disco de vinilo de su caja y, con muchísimo cuidado, lo colocó sobre el plato giradiscos. Cuando bajó el cabezal, la voz de Elvis Presley resonó en todo el salón, acariciándonos seductoramente los oídos. Hunter y yo nos miramos cuando la canción que comenzó a cantar el Rey del rock and roll fue Can't Help Falling In Love.

—Parece que funciona —dije, levantándome del suelo al tiempo que me alisaba unas cuantas arrugas de la falda de mi vestido. Estiré una mano en su dirección—. ¿Bailamos? —le pregunté, intentando no ruborizarme.

Hunter se paralizó y dejó de respirar. Fue sólo un instante, pero lo noté.

—Seguro —repuso, tomando mi mano.

Le rodeé el cuello con los brazos mientras que él deslizaba ambas manos por mi cintura. Una sonrisita tiró de mis labios. Era la primera vez que bailaba así con él. Nos movimos en círculos sobre el mismo lugar, meciéndonos al ritmo de la canción. Se sintió bien, demasiado bien. El calor que irradiaba su cuerpo era tan reconfortante que me acerqué más a él, presionando una mejilla contra su pecho. Hunter respondió apoyando la barbilla sobre la cima de mi cabeza. Suspiré suavemente y cerré los ojos, dejándome llevar por el momento.

A lo lejos, Elvis seguía cantando sobre hombres sabios, ríos que fluyen y cosas que están destinadas a suceder, pero yo sólo podía escuchar los latidos del corazón de Hunter, que estaba acelerado, igual que el mío.

No supe en qué momento Elvis comenzó a cantar otra canción, pero Hunter y yo seguimos bailando a un ritmo lento y sin prisas. De pronto, él levantó una mano y me acarició el lóbulo de la oreja con los dedos.

—Annalise —susurró bajito contra mi oído, para luego hundir la nariz en el hueco de mi cuello.

—¿Mmm?

—Annalise —repitió, saboreando cada una de las letras de ese nombre que yo tanto odiaba.

Me reí.

—Esto es muy agradable.

—Sí —coincidió, respirando profundamente.

—Pero, ¿sabes qué sería aún más agradable?

—No, ¿qué?

—Que me llevaras a conocer la que solía ser tu habitación —bromeé.

Ahora fue él quien se echó a reír.

—Nena, ¿qué voy a hacer contigo? —preguntó, alzando la cabeza para mirarme a la cara.

—Podrías hacer muchas cosas —dije, agitando las pestañas.

Hunter sonrió mientras chasqueaba la lengua con desaprobación.

—Parece que he creado un pequeño monstruo.

Me reí otra vez.

—Sólo bromeo, toda tu familia está aquí.

—¿Y? —murmuró, dándome un beso en mi frente.

—¿Cómo qué «Y»?

Movió los labios para besarme ahora la mejilla.

—Puedo cubrirte la boca para que no seas tan ruidosa.

Mi rostro se calentó.

—Yo no soy ruidosa.

Me besó la barbilla.

—Oh, nena, sí que lo eres.

—Claro que no.

Empezó a morderme el cuello.

—A veces gritas tanto que me pregunto si es porque te estoy haciendo daño o porque te gusta que...

—¡Ya basta! —chillé.

Hunter tomó mi rostro entre sus manos y me besó profundamente en los labios. Suspiré y abrí la boca, permitiendo que su lengua se encontrara con la mía. Enterré los dedos en su pelo y me aferré a él con fuerza cuando me sujetó por los muslos para alzarme del suelo. Presionó mi espalda contra la pared de la sala, a un lado del pasillo que llevaba al jardín trasero, y siguió besándome hasta dejarme sin aliento. Elvis aún cantaba desde el tocadiscos de su madre, y existía la posibilidad de que alguien entrara y nos viera, pero no me importó.

Le rodeé la cintura con las piernas y mordisqueé su labio inferior, succionándolo como sabía que a él le gustaba que lo hiciera. Sus dedos se clavaron en mis muslos, arrancándome un silencioso gemido de los labios.

—Así que aquí estaban —exclamó repentinamente una voz, aclarándose la garganta. Desenredé las piernas de la cintura de Hunter y lo empujé lejos de mí, encontrándome a Benson Presley en el pasillo, mirándonos con los brazos cruzados. Una enfermiza oleada de vergüenza me recorrió desde las mejillas hasta las orejas—. Siento la interrupción, pero estamos a punto de cantarle «feliz cumpleaños» a mamá y me enviaron a mí a buscarlos —explicó de mala gana, entornando los ojos—. Vengan antes de que tenga que echarles agua para poder separarlos.

—Bien, ahora vamos —respondió Hunter, igual de tranquilo y odioso que siempre.

Yo me escondí detrás de él, utilizándolo como un enorme escudo humano.

—No más cochinadas —nos advirtió Benson, señalándonos con un dedo antes de regresar al jardín trasero.

Quería morirme por la vergüenza ahí mismo.

—Dios mío, no creo que pueda volver a mirar a tu hermano a la cara —susurré.

—No exageres.

—¿Y si se lo dice a tus padres?

—No lo hará.

Levantó el cabezal del disco de Elvis y lo guardó de nuevo en su caja. Luego, hizo lo mismo con los discos de vinilo, depositándolos dentro de su estuche. Por último, cerró la tapa del tocadiscos y lo llevó al armario debajo de las escaleras. Cuando terminó, me cepilló el cabello con los dedos y me dio un suave beso en la frente.

—Vamos antes de que ese idiota vuelva a buscarnos.

Fuera, habían liberado todas las mesas para juntarlas y colocar un precioso pastel de cumpleaños justo en el centro. Los numerosos miembros de la familia Presley ya se habían aglomerado alrededor, pero nos habían guardado un espacio a un lado de Elizabeth, Robert y Benson. Hunter dudó, pero al final se acercó a ellos, conmigo de la mano.

Cantamos «feliz cumpleaños», todos excepto Hunter, que mantuvo los labios sellados.

Sin embargo, una vez que todos terminamos de cantar, y los vítores y aplausos se acabaron, Hunter se volvió hacia Elizabeth Presley y dijo algo que nos dejó con la boca abierta a todos:

—Feliz cumpleaños, madre.

*

*

╔════════════════╗

Sígueme en mis redes sociales

Twitter: @ KarenMataGzz

Instagram: @ karenmatagzz

Página de Facebook: Karen Mata Gzz

¡Gracias por leer!

Karen Mata Gzz

╚══════════════════╝

*

*

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro