Capítulo 2 | Comienzan los rumores
—Antes de tener un trato contigo me gustaría establecer algunas condiciones —espeté con voz firme, enderezando la espalda para recuperar la compostura ahora que mis lágrimas se habían detenido.
Hunter esbozó una misteriosa sonrisa.
—No iba a ser tan sencillo ¿eh? —se burló, rozando mis labios con el pulgar.
Inspiré hondo y me aparté bruscamente para poner un poco de distancia entre nosotros. Su presencia eran tan aterradora que me producía escalofríos en la espalda, además de extraños cosquilleos en el estómago.
—Primero hay algo que necesito saber —murmuré, acomodándome un mechón de cabello rubio detrás de la oreja. Me aclaré la garganta y alcé la barbilla para mostrar más seguridad—. ¿Estás saliendo con alguien?
La sonrisa en su rostro se hizo más grande, profundizando un hoyuelo en su mejilla izquierda.
—No, mi novia terminó conmigo ayer por la noche —respondió muy tranquilo, estudiando mi reacción.
Me tomó un par de segundos procesar su respuesta.
—¡¿T-tu novia terminó contigo ayer por la noche?! —tartamudeé, Hunter asintió—. ¡¿Por qué?!
Dio un paso al frente, arrinconándome contra uno de los armarios con productos de limpieza.
—Esparciste un nuevo rumor sobre mí, ¿qué demonios esperabas que sucediera?
Sentí una punzada de culpabilidad clavándose en mí como una daga.
—Lo siento... no sabía que tenías novia —me disculpé.
Si hubiese sabido que Hunter estaba saliendo con alguien, jamás habría dicho su nombre en esa fiesta.
—¿Lo sientes? —repitió él con un tono de voz ligeramente sarcástico, acercando su rostro al mío. Cuando vi lo aterradora que era la expresión en su atractivo rostro, entendí el por qué las personas le tenían tanto miedo—. Arruinaste mi relación por incluirme en tu asquerosa mentira, ¿y eso es todo lo que vas decir?
Nerviosa, tragué saliva y pestañeé varias veces, notando una oleada de pánico precipitándose en el interior de mi pecho. Si su plan era asustarme, estaba consiguiéndolo, pero no iba a permitir que lo notara. «Vamos Ellie, puedes hacerlo —me dije—. Solo míralo a los ojos y demuéstrale que él no te asusta». Sin embargo, debido a que Hunter era muchísimo más alto que yo, tuve que echar la cabeza hacia atrás para poder mirarlo a la cara.
—Escucha, de verdad lamento haber arruinado tu relación, pero míralo de esta forma. Es mejor que tu novia terminara contigo ya que ahora vas a fingir estar en una relación conmigo. Ah, y esa es la primera condición de nuestro trato —continué. Esta vez fue mi turno de sonreír ante la cara que puso—. Tienes estrictamente prohibido relacionarte con otras chicas mientras estés fingiendo salir conmigo, ¿entendido?
Hunter me miró completamente perplejo.
—¿Qué acabas de decir? —preguntó.
—Me escuchaste bien, no voy a repetírtelo.
Su mirada pasó de la perplejidad a la incredulidad.
—Espera un segundo —protestó, pasándose una mano por el pelo—. ¿Dices que mientras esté fingiendo ser tu "novio", no podré salir ni relacionarme con otras chicas? —Me limité a asentir con la cabeza, él resopló con fuerza—. No, me niego. Soy un chico, ¿sabes? Tengo ciertas necesidades que deben ser atendidas.
Casi puse los ojos en blanco.
—Cincuenta dólares al día es dinero suficiente para hacer que te olvides de esas "necesidades" tuyas. ¿O acaso prefieres que reduzcamos la tarifa inicial? —murmuré, cruzando los brazos sobre mi pecho.
—¿Por qué mejor no la aumentamos? —replicó él, imitando mi postura desafiante.
—Cierra la boca, cincuenta dólares al día es demasiado —me quejé, sacudiendo la cabeza. Dejé escapar un profundo suspiro antes de continuar con la negociación—. Bien, la segunda condición es que deberemos tener citas. De preferencia en los lugares a los que Christopher y yo solíamos ir cuando éramos una pareja.
Sus cejas se contrajeron y su mandíbula se tensó.
—¿Citas? —repitió con repulsión, como si la palabra le asqueara—. Apenas soporto estar encerrado aquí contigo, escuchándote hablar sobre tonterías, ¿y esperas que te soporte en una...? —bastó con extender un billete de cincuenta dólares frente a su rostro para que dejara de oponerse—. Citas, de acuerdo. ¿Qué más?
Su reacción casi me hizo reír. Me aclaré la garganta y dije:
—A partir de este momento deberás actuar como si estuvieras locamente enamorado de mí —guardé silencio para escuchar de nuevo sus quejas, pero no hubo ninguna—. ¿... te parece bien? —le pregunté.
Se encogió de hombros.
—Claro, lo que tú digas.
—¿Eso es todo? —bufé—. ¿No tienes nada que decir al respecto?
—Nop —respondió, arrebatándome el billete de cincuenta dólares de las manos—. ¿Algo más?
—Eh... sí —contesté titubeante, todavía procesando aquel repentino cambio en su actitud—. La cuarta y última condición es sin duda la más importante.
Eso pareció llamar su atención, porque volvió a mirarme.
—¿Y cuál es? —quiso saber.
—Tienes absolutamente prohibido enamorarte de mí.
Un lado de su boca se curveó en una media sonrisa.
—Descuida, eso no será ningún problema —dijo sonriente—. Las chicas como tú no son mi tipo.
Su comentario se sintió como si me hubiera dado un puñetazo en el estómago.
—¿Perdona?
—Me escuchaste bien, no voy a repetírtelo —se burló, usando las mismas palabras que yo.
Noté que se me calentaban las mejillas.
—Sabes, por lo general no suelo decir este tipo de cosas —murmuré, decidida a enfrentarlo ahora que me había provocado—. Pero yo soy el tipo de chica que todos los chicos desean. Sin excepciones.
Hunter asintió con la cabeza, dándome la razón.
—Me lo imagino, después de todo eres muy hermosa, eso no lo discuto —aceptó, encogiéndose de hombros con ese aire de superioridad—. Simplemente no eres mi tipo —enfatizó con una sonrisita arrogante.
En serio, era como si ese idiota se divirtiera muchísimo haciéndome enfadar.
—Bien, como sea, eso es lo que menos importa —exclamé de forma cortante, poniendo los ojos en blanco.
Me dedicó una mirada indiscreta, riéndose de mí en silencio.
—¿Algo más? —preguntó después de un rato, tomando un mechón de mi cabello entre sus dedos.
Suspiré antes de mirarlo con recelo.
—Nuestro trato tendrá una duración de tres meses —dije de forma muy seria—. Pasado ese tiempo, deberemos fingir una ruptura pública en un sitio concurrido para que los demás puedan verlo. ¿Te parece bien?
—Mmm...
Pestañeé confundida.
—¿Crees que es demasiado tiempo? —le pregunté.
Sin embargo, en lugar de responder a mi pregunta, dijo:
—¿Qué harás si al final eres tú quien termina enamorándose de mí?
Lo miré con mi mejor cara de póquer durante unos segundos, esperando a que dijera que era alguna clase de broma. Tras darme cuenta de que parecía estar hablando en serio, me eché a reír.
—Vamos, eso no sucederá —le aseguré, preparándome para regresarle el golpe usando sus mismas palabras a modo de venganza—. Lamento ser yo quien te lo diga, Hunter, pero los chicos como tú no son mi tipo.
Una sonrisa afiló los rasgos de su rostro, dándole esa apariencia de chico malo.
—En ese caso, ¿qué te parece si establecemos una última condición? —propuso con un tono áspero que me agitó el estómago—. En el momento en el que uno de los dos empiece a sentir algo por el otro, el trato se termina.
Quise bufarle en la cara, pero me contuve. El hecho de que Hunter fuera un chico muy atractivo no le quitaba lo espeluznante. Además, ¿qué le hacía pensar que yo iba a ser quien terminaría enamorándose de él?
—De acuerdo —acepté, mirándolo a los ojos.
—Estupendo —sonrió él, sosteniéndome la mirada.
Después de una poderosa pelea de miradas, di un respingo al recordar un pequeño detalle.
—Ah, por cierto, casi lo olvido —empecé, negándome a ser yo la que se apartara primero—. Como a partir de ahora vamos a tener que besarnos para hacer más creíble nuestra relación, quiero que...
—¿Quieres que te bese ahora? —inquirió, acercando su boca a la mía.
Su largo cabello me hizo cosquillas en la nariz.
—¿Qué? ¡No! —solté, ruborizándome con violencia—. Lo que iba a decir es que...
Acercándose todavía más, me miró con la cabeza ladeada hacia un lado.
—¿Mmm...?
Aquel sonido hizo que mi cerebro sufriera una especie de corto circuito. Cuando me di cuenta de lo realmente cerca que estaba nuestras bocas, planteé las manos sobre su pecho y lo empujé con toda mi fuerza.
Dios mío, me ardía toda la cara.
—¡Basta ya, deja de actuar como un idiota! —me quejé, sumamente avergonzada. Hunter sonrió satisfecho con mi reacción—. ¡Lo que iba a decir es que no quiero que vuelvas a meterme la lengua en la boca!
Arqueó una de sus oscuras cejas.
—¿Por qué no? Hace unos minutos parecía haberte gustado.
—¡Já! No digas tonterías, por supuesto que no me gustó —gruñí antes de extender una mano en su dirección para terminar de una vez con todo eso—. Ahora que hemos terminado de aclarar las cosas, ¿tenemos un trato?
Su mirada cayó en mis labios.
—Tenemos un trato —respondió.
Cuando estrechó mi mano para cerrar el trato, el cálido roce de sus dedos me hizo sentir más y nuevos cosquilleos en el interior de mi estómago. Inspiré bruscamente e intenté echarme para atrás, pero el muy idiota no solo no me soltó, sino que también tiró de mí usando su fuerza, obligándome dar un traspié que me hizo caer directo en sus brazos. Alcé la cabeza para insultarlo, pero él deslizó las manos por mi cuello y me besó.
Sucedió tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de evitarlo.
Esta vez fue un beso mucho más apasionado y profundo que el anterior. Sus labios eran exigentes y el interior de su boca sabía deliciosamente bien. Cerré los ojos y abrí más la boca, permitiendo que su lengua se enredara de nuevo con la mía. Solo entonces, noté algo que había pasado por alto la primera vez que me besó.
Hunter tenía un pircing en la lengua.
Al ser consciente de eso, una sacudida de placer me recorrió la espina dorsal, erizando todos los vellos de mi cuerpo. Aun en contra de mi voluntad, mi garganta emitió un suave gemido y mis manos salieron disparadas a sus brazos. Hunter me rodeó la cintura con las manos y me apretó contra él, incrementando la intensidad de sus besos. Avergonzada, mordí su labio con fuerza hasta sentir el sabor de su sangre mezclándose en mi boca. Él gruñó y se apartó de mí para mirarme con una ceja levantada, lamiéndose la herida con una sonrisa juguetona.
—¿Acabas de morderme? —preguntó con una nota de burla y desdén.
Fue la primera vez que deseé borrarle esa estúpida sonrisa.
—Eres un completo idiota, ¿lo sabías? —me quejé, respirando con dificultad.
Sentía el rostro acalorado por la excitación y la vergüenza.
—Sí, lo sé. Me lo dicen todo el tiempo —admitió, guiñándome un ojo.
Cuando me pasé el dorso de la mano por los labios para limpiarme, Hunter frunció las cejas. ¿Acaso le molestaba que hiciera eso? «Genial —pensé con malicia—. Ahora me aseguraré de hacerlo cada vez que me bese».
—Salgamos de aquí, este lugar huele horrible —murmuré, lista para marcharme de ese lugar. Pero antes de poder acercarme a la puerta, Hunter me detuvo tomándome del brazo—. ¿Qué sucede? —le pregunté.
Sin decir una sola palabra, me aflojó la corbata del uniforme y me desabrochó dos botones del cuello.
—¿Q-qué es lo que estás haciendo? —insistí, confundida.
—Confía en mí, ¿vale? —contestó, quitándome también un broche plateado del cabello.
Cuando Hunter y yo salimos juntos del cuarto de mantenimiento, los estudiantes que se encontraban en el pasillo principal nos miraron con expresiones llenas de sorpresa y curiosidad. Suspiré sintiéndome repentinamente cansada. Probablemente estaban preguntándose: «¿Qué diablos estaban haciendo allá dentro?»
—Saben, hoy estoy regalando puñetazos en la tráquea. ¿Alguien quiere uno? —exclamó Hunter sin sonreír, mostrando esa actitud que hacía temblar de miedo a cualquiera.
Los estudiantes que antes nos miraban inmediatamente dejaron de hacerlo.
—Vaya, eso fue... muy impresionante —admití, reprimiendo una sonrisa.
Hunter me miró de soslayo con una sonrisita de satisfacción en los labios.
Después de ese pequeña demostración de poder, agarré su mano, entrelacé mis dedos con los suyos y le pedí en silencio que me acompañara a mi casillero. Al llegar ahí, tomé los libros que necesitaba para la primera clase mientras lidiaba una vez más con ese molesto mechón de cabello que se negaba a quedarse en su sitio.
Dejé salir un gruñido de exasperación.
—Ven, deja que te ayude con eso —exclamó mi novio falso, acomodándome el cabello detrás de la oreja con el broche plateado que me había quitado antes. Se apartó e hizo un sonido de aprobación—. Así está mejor.
—Gracias —le dije, mirándome en el espejo que tenía en mi taquilla.
Hunter apoyó un hombro en el casillero de al lado y me miró en silencio durante unos minutos.
—Ya puedo escuchar los nuevos rumores propagándose por ahí —dijo después de un rato.
—¿De qué rumores estás hablando? —le pregunté.
Se limitó a encogerse de hombros.
—Ya te enterarás.
♡
Después de las primeras dos horas de Biología, tuve la pequeña sospecha de que alguien, probablemente Lexie, había dicho algo muy desagradable sobre mí. Cada vez que subía o bajaba las escaleras del edificio para dirigirme a la siguiente clase, las chicas hacían muecas de disgusto mientras que los chicos me sonreían como idiotas.
No pude evitar fruncir un poco las cejas.
Yo, Ellie Russell, era la chica más popular del instituto. Por esa razón, desde hace mucho tiempo me había acostumbrado a ser siempre el centro de atención. No obstante, lo que pasaba ese día era demasiado extraño.
Durante la tercera hora de Lengua y Literatura, supe que era lo que causaba esas extrañas miradas.
Al parecer, justo después del vergonzoso espectáculo que Christopher, Lexie y yo dimos en la fiesta del viernes, todos en el instituto habían comenzado a tomar diferentes bandos. Mientras que algunas personas veían a Lexie como la villana de la historia por haberse metido con el novio de su mejor amiga, otras me juzgaban a mí por haberme atrevido a «engañar» a Christopher Gray con un chico tan salvaje y agresivo como Hunter Cross.
En ese momento, escuché la revoltosa charla de un grupo de chicas que se sentaban en la parte trasera del aula. Ni siquiera tuve que echar un vistazo sobre mi hombro para saber que entre ellas estaba mi ex mejor amiga.
«Así que al final resultó ser esa clase de chica, ¿eh? Que decepción».
«Y pensar que va por ahí dándose aires de ser tan buena».
«No cabe duda de que las apariencias engañan».
«¿De verdad engañó a Chris con... "eso"?».
Cerré los ojos, aspiré una gran bocanada de aire por la boca y apreté los puños. Lo mejor que podía hacer era ignorarlas, de esa manera, tarde o temprano terminarían perdiendo el interés y entonces...
«Estudiantes Ellie Russell y Hunter Cross, favor de presentarse inmediatamente en la oficina del director —exclamó una voz femenina a través de los altavoces. Mi estómago se retorció al escuchar mi nombre—. Estudiantes Ellie Russell y Hunter Cross, favor de presentarse inmediatamente en la oficina del director».
—Y eso, mis queridos compañeros y compañeras, son las consecuencias de salir con un delincuente —se burló Lexie a mis espaldas, provocando que la clase entera estallara en risas—. Suerte en detención, Ellie.
Sentí que se me calentaban las mejillas por la vergüenza.
Cuando miré al profesor O'Donnell, me sorprendí al encontrarlo mirándome por encima de sus enormes gafas de lectura con una expresión de desaprobación en el rostro. Un momento, ¿qué diablos fue lo que hice?
—Recoja todas sus pertenencias y vaya inmediatamente a la oficina del director, señorita Russell.
—Pero yo...
—Ahora.
Tragué saliva, guardé todas mis cosas dentro de la mochila y salí del salón con la mirada de todos mis compañeros sobre de mí. Ser llamada a la oficina del director a través de los altavoces del instituto era sin duda una completa humillación. Nunca era una buena señal y tampoco podía significar nada bueno. Además, el que también llamaran a Hunter hizo que un nudo de nervios comenzara a formarse lentamente en mi estómago.
Como seguía siendo horario de clases, los pasillos del edificio se encontraba completamente vacíos. Una parte de mí se sintió aliviada, pero eso no evitó que me temblaran las piernas al caminar. Cuando llegué a la oficina principal, me acerqué transpirando al mostrador de madera que dividía la habitación en dos. Ahí detrás se encontraba una mujer regordeta con el cabello negro recogido en un estirado moño sobre su cabeza, y cuyo ceño siempre estaba ligeramente fruncido. La mayoría de los alumnos le teníamos miedo debido a que su apariencia y su actitud eran muy parecidas a la de la temible señorita Tronchatoro en la película de Matilda.
—Buenos días, señorita Ruperta —la saludé, obligándome a sonreír—. ¿De casualidad sabe por qué...?
—El director Presley está esperándote —me informó sin despegar sus ojos de la computadora.
—Oh, lo sé, es solo que...
—Si ya lo sabes entonces entra, estoy muy ocupada.
Abrí la boca para decir algo más, pero de inmediato volví a cerrarla. No tenía sentido, esa mujer no iba a responder a ninguna de mis preguntas. Suspiré con resignación y me dirigí directamente a la oficina del director.
Benson Presley era uno de los hombres más jóvenes en dirigir una escuela tan prestigiosa como lo era Bicentenary High School. Tenía solo veintiséis años, pero parecía incluso más joven. Según los rumores, después de graduarse de la famosa universidad de Harvard, se vio obligado a tomar el lugar de su padre como representante del instituto cuando el anterior director sufrió un infarto que, por suerte, no pasó a mayores.
—Señorita Russell, tome asiento por favor —me saludó el actual director de manera muy amable.
Sin saber la razón por la que había sido llamada a su oficina, me senté silenciosamente en una de las sillas que estaban frente a su escritorio de madera oscura y tragué saliva. Retorciendo los dedos sobre mi regazo, me atreví a darle un pequeña ojeada. A decir verdad, el director Presley era un hombre con una apariencia bastante atractiva. Su piel era blanca como el marfil, su cabello negro azabache, y sus ojos eran de un verde muy intenso.
—¿Hice algo malo? —pregunté después de un prolongado silencio, sonando un poco desesperada.
Aquel joven hombre me miró y esbozó una sonrisa que transmitía mucha calma.
—Deberíamos esperar a su compañero.
En cuanto el rostro de Hunter apareció en mi mente, mis manos comenzaron a temblar.
—S-si es sobre el chico que desapareció misteriosamente por tocar su motocicleta, le juro que yo no tuve nada que ver con eso —me apresuré a decir. El director frunció el ceño—. Es decir, ni siquiera lo conozco, yo no...
De pronto, la puerta de la oficina se abrió y un despreocupado Hunter hizo su aparición. Al verme sentada en una de las sillas, temblando como un gatito bajo la lluvia, sonrió de esa forma tan suya y me guiñó el ojo mientras tomaba asiento a mi lado. Cuando por fin se dignó a mirar al director, arqueó una ceja con desdén.
—¿Ahora qué demonios quieres? —soltó de forma grosera.
Cerré los ojos e inspiré hondo por la nariz. A este paso iban a terminar enviándonos a ambos a detención. La simple idea me provocó escalofríos. Jamás había estado en detención. No iba para nada con mi imagen.
—Hunter, que bueno que estás aquí —habló el director, bastante tranquilo.
—¿Qué quieres? —repitió el idiota, hablando de nuevo como un salvaje—. Rápido, no tengo todo el día.
El director Presley juntó las manos sobre su ordenado escritorio y nos observó en silencio con una expresión de lo más seria. Mi corazón comenzó a latir tan rápido que temí desmayarme ahí mismo.
—Como saben, Bicentenary High School es una de las preparatorias más prestigiosas en todo el país —comenzó aquel hombre, hablando como un orador con muchísima experiencia—. Por esta razón, mi deber es estar al tanto de todo lo que sucede dentro de las instalaciones. Y eso incluye hasta los detalles más pequeños.
Sostuve el aire en mis pulmones, preparándome para lo peor.
—¿Y? —lo apuró Hunter.
El directo Presley continuó.
—Los rumores se esparcen bastante rápido. Tanto así que esta mañana llegó a mis oídos un rumor sobre lo que ustedes dos estuvieron haciendo dentro del pequeño cuarto de mantenimiento del primer piso.
A mi lado, escuché a Hunter reírse. Él ya sabía de qué se trataba todo eso, en cambio, yo no.
—¿Qué rumor? —pregunté, intentando descifrar a qué se refería.
—Los estudiantes dicen que se encerraron ahí dentro para hacer cosas indebidas.
—¿Cosas indebidas?
—Lo que el viejo quiere decir —intervino Hunter, mirándome directamente a los ojos—. Es que esos imbéciles creen que tú y yo follamos dentro del cuarto de mantenimiento, que por cierto, olía a mierda.
Una ola de caliente vergüenza se extendió por todo mi rostro.
—¡¿Qué?! —chillé espantada, pegando un brinco en mi lugar—. ¡No! ¡Nosotros no...! ¡Nosotros no hicimos nada de eso! —grité, mirando a Hunter para que me ayudara a aclarar la situación—. ¡Vamos, dile que no es cierto!
Por desgracia para mí, Hunter se limitó a sonreír mientras se llevaba las manos detrás de la nuca.
—Sí que follamos, viejo, pero no te preocupes. Usamos protección.
—¡Claro que no! —exclamé, roja por la ira.
Hunter me miró arqueando una de sus cejas.
—¿No usamos protección? —negó con la cabeza—. Vaya... que terrible descuido de mi parte.
—¡Por supuesto que no usamos protección! —volví a gritar. Esta vez fue el director Presley quien arqueó una de sus cejas. Mi rostro se calentó todavía más y casi me atraganté cuando me di cuenta de que solo estaba empeorándolo todo—. ¡Lo que quiero decir es que no hicimos nada de eso en el cuarto de mantenimiento!
—Es verdad, lo hicimos en el laboratorio de química.
Por primera vez en toda mi vida, consideré seriamente la idea de cometer un homicidio.
—¡Cierra la boca, grandísimo idiota!
—Está bien, está bien, tranquilícese señorita Russell. Sé que usted jamás haría ninguna de las cosas que se rumorean en los pasillos del instituto. Por otro lado... —Dirigió su atención a Hunter, quien seguía sonriendo despreocupadamente desde su lugar—. ¿Cuántas veces tengo que pedirte que dejes de causar tantos problemas?
La sonrisa en sus labios desapareció. Dejó escapar un ruidoso bufido.
—Venga hombre, ¿desde cuándo los rumores que inventan esos imbéciles sobre mí son problema mío?
—Desde que tú les das motivos para hacerlo.
—Oh, ¿así que ahora es mi culpa?
El director Presley cruzó los brazos sobre su pecho y lo miró muy indignado.
—Por supuesto que es tu culpa. ¿O vas a negar en mi cara que no fuiste tú quien inició ese tonto rumor en el que supuestamente hiciste desaparecer a un chico solo por tocar tu motocicleta?
Escuché que Hunter se reía de nuevo.
—¿Quién en esta tierra podría ser tan estúpido como para creer que de verdad hice desaparecer a una persona por tocar mi motocicleta? —después de decir eso, clavó sus ojos en los míos—. ¿Tú te creíste ese rumor?
—No —respondí rápidamente, bufando—. Claro que no.
Noté que el director Presley me miraba, pero fingí no darme cuenta. Suspiró profundamente y dijo:
—Estoy hablando en serio, Hunter. Si no quieres que nuestro padre se entere de esto...
Hunter se levantó de su lugar y golpeó el escritorio de madera con las dos manos, interrumpiéndolo. Todo lo que había en la parte de arriba terminó rodando al suelo, incluyendo una pequeña balanza de plata.
—¡Él no es mi maldito mi padre, es tu padre! —exclamó furioso, apretando los dientes.
A diferencia de mí, que pegué un fuerte brinco por el susto, el director Presley ni siquiera se inmutó. Tras una pausa, se quitó las gafas, se frotó las sienes con los pulgares y se pellizcó ligeramente el puente de la nariz.
—Ah, mierda, siempre es lo mismo contigo...
Sentada en mi lugar sin mover un solo músculo, miré a uno y después al otro, estudiando sus rostros para encontrar algún parecido entre ellos. Lo cierto era que ambos tenían el mismo tono de piel, la misma forma de la barbilla y el mismo color de ojos. ¿Cómo fue que no me di cuenta antes? ¡Claramente esos dos eran hermanos!
—¿Puedo irme ya? —pronuncié en voz alta, rompiendo aquel incómodo silencio.
Sin importar que clase de problemas familiares tuvieran esos dos, no era asunto mío. El director Presley pareció recordar que yo también estaba ahí y sonrió amablemente, recuperando su actitud profesional.
—Por supuesto. Ya que la situación ha sido aclarada, los dos pueden retirarse.
Escuchar eso fue un verdadero alivio. Tras abandonar la oficina del director, me volví hacia Hunter para decirle los planes que tenía para la hora del almuerzo, pero él ya estaba alejándose por el pasillo principal.
—¡Oye, espera! —lo llamé, echándome a andar detrás de él. Iba camino a la salida—. ¡¿A dónde vas?! ¡No puedes irte, necesito hablar de algo contigo! —insistí, pero no se detuvo a escucharme—. ¡Espera, tienes que...!
Las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta cuando di un traspié que me hizo caer dolorosamente al suelo, aterrizando sobre mis rodillas. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Si Hunter se iba antes de la hora del almuerzo, eso significaba que tendría que enfrentar a Christopher y a Lexie yo sola. No podía hacerlo. No podía...
—¿Te lastimaste? —me preguntó aquella voz malhumorada, agachándose frente a mí.
Alcé la cabeza para mirarlo. Seguía estando molesto, pero mi caída lo había hecho regresar.
—No puedes irte —murmuré en voz baja, sujetándolo del brazo para evitar que escapara—. Se supone que eres mi novio, hicimos un trato —le recordé—. Tu deber es quedarte a mi lado hasta que ya no te necesite...
Las duras líneas de su rostro se suavizaron.
—Está bien —respondió, apartándome el cabello de la cara para tener una mejor visión de mis ojos. Su intensa mirada no vaciló en ningún momento—. Me quedaré a tu lado hasta que ya no me necesites.
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