Capítulo 15 | Nueva condición
Cuando llegué al instituto el lunes por la mañana, sentí un nudo de nervios expandiéndose en el interior de mi estómago de la misma forma que un tumor cancerígeno. ¿La razón? No sabía cómo iba a comportarme con Hunter luego de lo que habíamos hecho en el asiento trasero de su camioneta. Quiero decir, ¿qué se supone que debía hacer? ¿Decirle lo bueno que era haciéndome llegar al orgasmo o actuar como si nada hubiese pasado?
Por fortuna, mientras me debatía entre una cosa o la otra, Hunter me envió un mensaje de texto al celular para informarme que tenía migraña, que llegaría tarde y que se encontraría conmigo después del almuerzo.
En vez de molestarme con él por dejarme plantada, dejé escapar un suspiro de alivio.
El resto del día transcurrió sin ningún tipo de problema. Durante en las primeras dos horas de Biología, traté de poner atención a las diapositivas que el profesor Morrison exhibía en la pizarra con la ayuda del proyector, pero, sin importar lo mucho que me esforzara, mi mente seguía regresando a ese momento. Recordaba el sonido de nuestras respiraciones agitadas mezclándose en la Jeep, el eco de nuestros suspiros saciados en aquel espacio cerrado, y los espasmos que sacudían mi cuerpo cada vez que sus manos tocaban mis zonas erógenas.
Enrollarme con Hunter en el asiento trasero de su camioneta había sido suficiente para darme cuenta de una cosa. Él era justamente la distracción que yo necesitaba para olvidarme de todos mis problemas.
—Realmente odio admitirlo, pero su cirujano plástico hizo un trabajo increíble —exclamó Lisa con una mueca en los labios, admirando la nueva nariz de Lexie. Colocó los codos sobre la mesa y se inclinó hacia adelante—. No sé cómo decir esto, pero... ¿qué tengo que hacer para que me rompas la nariz a mí también?
—Lisa... —murmuré en voz baja, dedicándole una miradita de «cierra la boca, ¿quieres?».
—¿Qué? —continuó ella con una sonrisa, mordiendo la pajita de su leche de fresa de la cafetería—. ¿Acaso no sabes que toda hay una fila de chicas esperando a que les rompas la nariz para hacerse la rinoplastia?
—Debes estar bromeando.
—Que va, estoy hablando muy en serio —me aseguró, riéndose.
Solté el aire con fuerza y me levanté de mi lugar en cuanto sonó la campana.
—Oye, ¿te pasa algo? Has estado actuando muy extraño toda la mañana.
Torcí un poco la boca antes de negar con la cabeza.
—No me pasa nada, solo estoy algo cansada —respondí con sinceridad, dejando mi charola de plástico sobre uno de los contenedores de limpieza—. Anoche tuve una cita con Hunter —añadí, como si eso lo explicara.
Una sonrisa se extendió por toda su cara
—Vaya, ahora todo tiene sentido...
El tonito que usó me hizo fruncir las dos cejas.
—¿Qué es lo que tiene sentido? —le pregunté
Después de dejar su charola de plástico sobre la mía, me siguió fuera de la cafetería.
—Te vi morderte el labio un montón de veces durante la clase de trigonometría —reveló, mirándome con una sonrisita perversa—. Además, no dejabas de sonrojarte cada vez que el profesor mencionaba su nombre.
—¿Qué? —balbuceé con torpeza, sonrojándome—. ¿Cómo es que...?
—Me siento a tu lado, Ellie. Por supuesto que iba a darme cuenta.
Mi rostro entero se calentó.
—Yo no... —comencé, pero me di cuenta que era inútil mentirle—. De acuerdo, tú ganas.
—¿Te acostaste con él?
—Bueno...
—¡Lo sabía! —chilló con emoción, entrelazando su brazo con el mío mientras nos movíamos entre el flujo de estudiantes que salían de la cafetería—. ¿Y bien? ¿Cómo es? Porque tiene pinta de ser como el protagonista de esos libros de cincuenta sombras. ¡Oh por dios, ¿te estás sonrojando?! Dime la verdad, Ellie, ¿Hunter tiene un cuarto rojo del dolor en su departamento? ¿De casualidad no ha intentado meterte un consolador por el...?
—¡Ya basta! —grité escandalizada, tapándole la boca con las dos manos.
A nuestro lado, un chico que parecía habernos seguido para escuchar nuestra conversación dio un traspié que lo llevó directo al suelo. Al percatarse de esto, Lisa se giró para mirarlo y lo señaló con uno de sus dedos.
—¡Já, eso te pasa por estar de orejón!
Avergonzada, sujeté a Lisa del brazo y tiré de ella hasta mi casillero.
—¿Quieres dejar de hablar tan fuerte? A este paso todos sabrán que casi lo hago con Hunter —me quejé.
En ese momento, toda la emoción que había mostrado hace solo unos segundos se evaporó.
—¿Casi lo haces? —repitió, decepcionada—. ¿Significa que todavía no te has acostado con él?
—¡Pues claro que no! ¡Ya sabes como soy con ese tema!
—Oh, ya veo... —la desilusión en su voz era evidente—. Entonces, ¿qué fue lo que hiciste con él anoche?
Me llevé un puño a la boca y tosí discretamente.
—Bueno, pues primero fuimos a un bar —murmuré de manera casual, abriendo la puerta de mi casillero para evitar que notara el rubor que seguía expandiéndose en mis mejillas—. Después me enseñó a jugar al billar y, ya más tarde, nos metimos un poco de mano en el asiento trasero de su camioneta.
—¿Te metió los dedos?
—¡Lisa!
Se echó a reír a carcajadas.
—Dios, no sabes cómo anhelo el día en el que finalmente pierdas la virginidad para así poder hablar libremente sobre un montón de cosas sucias sin que tu cara se ponga del mismo color que un tomate.
Dejé escapar un bufido.
—Hablas como si ya lo hubieras hecho con alguien —me burlé. Cuando Lisa no dijo absolutamente nada, giré la cabeza en su dirección para mirarla—. Tú... sigues siendo virgen, ¿no?
En lugar de responder, se llevó un dedo a la barbilla con aire pensativo y dijo:
—Define «virgen».
—¡Lisa! —grité por enésima vez.
—Esa soy yo.
La sujeté por los hombros y la sacudí bruscamente.
—¡¿Cuándo?! ¡¿Dónde?! ¡¿Con quién?! —quise saber.
—Pues...
—Te juro que si dices el nombre de Gilbert soy capaz de meterte tu varita de saúco por el...
—Oye, acabas de desbloquearme una nueva fantasía sexual.
—Lisa...
—No fue con Gilbert, ¿vale? Y antes de que lo digas, tampoco fue con Josh.
La solté y di un paso atrás.
—¿Entonces...?
Se mordió el labio inferior.
—Si te lo digo, ¿prometes no reírte de mí en mi cara?
—¿Por qué iba a reírme de ti en tu cara?
Mostrándose bastante nerviosa, comenzó a jugar con su corbata del uniforme.
—Pues...
Sin embargo, antes de que Lisa consiguiera decir el nombre del chico con el que había perdido la virginidad, un fuerte golpe nos hizo pegar un brinco. Justo al final del pasillo, divisé a tres chicos enormes alzándose sobre uno más delgado y pequeño que se encontraba tirado en el suelo. De inmediato, los alumnos que se encontraban cerca de la conmoción comenzaron a reunirse alrededor de lo que parecía ser una pelea.
—¿Qué está pasando? —me preguntó Lisa, arrugando las cejas.
—Creo que...
—¡Oh dios mío, es Trevor! —chilló al reconocer al chico que Josh, Gilbert y Ethan tenían arrinconado.
Sin pensarlo, Lisa y yo nos abrimos paso entre la multitud para llegar al centro.
—No puede ser, las compré apenas ayer —se lamentó Trevor, estudiando sus gafas rotas.
Cuando intentó incorporarse, Josh sonrió y presionó una de sus deportivas contra su estómago.
—Ha sido culpa tuya por interponerte en mi camino, friki de mierda.
—Pero yo no... —Trevor hizo una mueca—. ¡Ah, espera! ¡Me estás sacando el aire!
—¿Qué dices? —se mofó el otro, ladeando la cabeza—. No te escucho.
Abrí la boca para intervenir, pero Lisa fue más rápida.
—¡Ya basta! ¡¿Cuál es tu problema?! —le gritó, empujando a Josh para quitárselo a Trevor de encima.
—Hazte a un lado, Lisa.
—¡No!
Tras poner los ojos en blanco, Josh levantó una mano para agarrar un puñado del cabello de Lisa. Eso nos tomó a todos por sorpresa. Por lo general, Josh era un chico que se las daba de mujeriego cuyo pasatiempo era molestar a los chicos más débiles que él. Sin embargo, nunca antes se había puesto así de agresivo con una chica.
—¡Eh, suéltala! —gruñó Trevor, levantándose de suelo.
Pero, como si se tratase de una especie de mosca, Josh usó la otra mano para deshacerse de Trevor dándole un poderoso empujón. Mi tolerancia llegó al limité. Di un paso al frente y me interpuse entre él y mi amiga.
—¡¿Qué pasa contigo?! —exclamé, empujándolo con agresividad.
Al verme, un lado de su boca se arqueó en una media sonrisa.
—Vaya, pero si es la pequeña zorra —se burló.
Sus palabras me dejaron petrificada en mi lugar.
—¿Disculpa?
—Me oíste bien —escupió, chasqueando la lengua—. Engañaste a Christopher con un tipo de mierda como Cross y todavía tienes el descaro de ir por ahí exhibiéndote con él. De verdad que no tienes vergüenza.
Sentí una pequeña flama encendiéndose en mi interior.
—Una palabra más y te juro que...
—Pudiste haber conseguido algo mejor, ¿sabes? —continuó, acercándose a mí—. Alguien como yo, por ejemplo.
—Repítelo —murmuré, apretando los dientes—. La forma en la que me llamaste antes, repítelo.
Una vez más, Josh ladeó la cabeza hacia un lado.
—¿Te refieres a «pequeña zorra»?
Conteniendo el aliento, cerré mi mano derecha en un puño y le atesté un golpe en la mandíbula, tan fuerte, que al instante comencé a sentir como se me hinchaban los nudillos. Los alumnos que nos rodeaban soltaron exclamaciones de sorpresa mientras que Josh, con los ojos muy abiertos, giró la cabeza para mirarme.
—No debiste hacer eso... —susurró con una expresión bastante seria en el rostro.
Alcé la barbilla con orgullo, ignorando el dolor de mi mano derecha.
—Y tú no debiste llamarme pequeña zorra.
Mi respuesta hizo que la sonrisa regresara a sus labios. A continuación, alzó una mano para tomar un mechón de mi cabello rubio entre sus dedos, se lo acercó a la nariz y lo olfateó como lo haría un pervertido.
—Definitivamente vas a...
Sentí una corriente de aire acariciando mi rostro y, acto seguido, Josh fue estampado violentamente contra la pared de casilleros del pasillo. Sucedió tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de pestañear. De espaldas a mí, Hunter sujetó a Josh del cuello con una sola mano a la vez que levantaba su cuerpo unos centímetros del suelo.
La escena dejó a todos boquiabiertos, incluyéndome.
—Jamás vuelvas a ponerle un solo dedo encima —exclamó él con una voz ronca y profunda.
La multitud que nos rodeaba dio un paso atrás.
—Hunter... —comencé yo, acercándome.
En ese momento, alguien profirió un grito desde la multitud.
—¡Eh, Tronchatoro viene para acá!
Como si alguien hubiese hecho sonar la alarma sísmica, todos los alumnos que se encontraban en el pasillo mirando el espectáculo comenzaron a correr en diferentes direcciones para no ser atrapados por la señorita Ruperta, quién además de atender el mostrador en la oficina principal, se encargaba de levantar reportes a todo aquel que se encontrara fuera de los salones de clases después de haber sonado la campana.
Espantada, agarré a Hunter de la parte trasera de su chaqueta de motociclista negra.
—¡Olvídate de él, tenemos que irnos! —le dije.
Solo entonces, dejó ir a Josh.
Con una mano en el cuello, este dejó escapar un gruñido antes de desaparecer.
—¿Puedes levantarte? —le preguntó Hunter a Trevor, que seguía medio sentado en el suelo.
—Eso creo.
—Entonces andando.
♡
Después de casi ser atrapados por la mujer que, al igual que Hunter, hacía temblar de miedo a todo el instituto, encontramos un salón vacío en la segunda planta del edificio en el que decidimos escondernos para no recibir un reporte. Por otro lado, justo cuando creímos que la señorita Ruperta había dejado de patrullar los pasillos en busca de una nueva víctima, escuchamos sus pisadas acercándose al salón en el que estábamos.
—Por las barbas de Merlín, creo que viene para acá —anunció Lisa, asomando la cabeza por la ventana de la puerta—. No puedo creer que este sea nuestro fin, vamos a morir...
—¿Estás segura de que es ella? No veo nada sin mis lentes —susurró Trevor, parado a un lado de Lisa.
—¿De verdad no ves nada sin ellos?
—No.
—¿Nada, nada? ¿Ni poquito?
—No, mi oculista dijo que tengo miopía y astigmatismo en ambos ojos.
—¡¿En ambos ojos?!
—Sí.
—Ja, ja, eso es terrible. Oremos.
—¡Shh! —susurré, lanzándoles una mirada de advertencia a los dos parlanchines.
Cuando los pasos se detuvieron frente a la puerta del salón en el que nos estábamos escondiendo, Hunter me arrinconó contra un viejo librero, protegiéndome. Estabamos tan cerca que lo único que separaba nuestros cuerpos era una pulgada de distancia. A pesar de esto, una parte de mí quería estirar una mano y tocarlo. Por esa razón, con el corazón latiendo con fuerza en el interior de mi pecho, levanté la cabeza para mirarlo.
Al notar que él estaba mirando en dirección a la puerta, puse mala cara.
El aroma que desprendían sus ropas ese día era muy parecido al que había percibido la noche de ayer, por lo que no pude evitar cerrar los ojos y llenar mis pulmones con aquel agradable olor a menta y cigarrillos.
Olvidando la razón por la cual estábamos escondidos en aquel salón de clases vacío, introduje mis manos por debajo de su camiseta para tocar la piel y los músculos de su abdomen. Debido a que él no se esperaba nada de eso, su cuerpo se estremeció y entonces, giró la cabeza para mirarme con una ceja levantada.
En lugar de avergonzarme por lo que había hecho, me limité a sonreír con inocencia.
—¿Qué estás haciendo? —me preguntó en voz baja.
—Nada.
Una lenta sonrisa tiró de sus labios.
—¿Nada? —repitió, deslizando la punta de sus dedos por mis muslos.
—Nada —repetí también yo, siguiendo la línea de sus abdominales.
—Creo que ya se ha ido —exclamó alguien a lo lejos, pero no le presté mucha atención.
Hunter envolvió un brazo alrededor de mi cintura y me atrajo hacia su cuerpo, terminando con el espacio que antes nos separaba. Mi corazón se aceleró y mi propia respiración comenzó a quemarme la garganta. Los dedos de su otra mano jugaron un poco más con el dobladillo de mis medias blancas y luego subieron muy despacio por mis muslos, perdiéndose debajo de mi falda del uniforme.
—Esto... chicos...
El suave tacto de sus dedos acariciando los mismos lugares que había explorado la noche de ayer en el asiento trasero de su camioneta me dejaron sin aliento. Acercó su boca a la mía, pero no me besó. Y por alguna razón, eso me molestó. Al darse cuenta de esto, un brillo oscuro cruzó por sus afilados ojos verdes.
—Nosotros todavía estamos aquí, ¿saben?
Cuando nuestra burbuja de intimidad de rompió, di un respingo y me aparté. Hunter en cambio, le dedicó una mirada no muy agradable a Trevor y a Lisa, quienes seguían mirándonos con los ojos muy abiertos.
—¿Y? ¿Qué es lo que están esperando para irse?
—Muy buena pregunta, Cross —respondió Trevor, rascándose la nuca—. ¿Nos vamos? —le preguntó a Lisa.
Ella asintió alegremente con la cabeza y se marchó detrás de él, no sin antes guiñarme un ojo.
Una vez solos, me llevé un puño a la boca y fingí que tosía.
—Nosotros también deberíamos irnos —murmuré, evitando el contacto visual.
Hunter dio un paso al frente, agarró suavemente mi mano y la examinó con cuidado. Casi hice una mueca al ver el color que habían adquirido mis nudillos después del puñetazo que le di a Josh en la mandíbula.
—No ha estado mal —opinó, acariciando el área enrojecida con el pulgar—. Sin embargo, te haría bien tomar clases de defensa personal. —Alzó la cabeza para mirarme—. Si quieres, yo mismo podría enseñarte.
Una sonrisa tiró de mis labios.
—¿El temible Hunter Cross quiere darme clases de defensa personal a mí?
—La oferta está a punto de expirar.
Me eché a reír.
—Nada me haría más feliz que ser tu aprendiz.
—En ese caso, a partir de ahora deberás llamarme «maestro».
—Venga ya, en tus sueños —me burlé, dándole un golpe en el estómago con la mano adolorida.
Inmediatamente después, hice una mueca de dolor.
—¿Te duele mucho?
—No —mentí.
—Te llevaré a la enfermería.
—No es necesario, solo...
—Chsss —chistó, colocando un dedo sobre mis labios—. No discutas con tu maestro.
—Eres un idiota.
Esbozó una sonrisa burlona.
—Lo sé.
♡
—Ya casi termino —murmuró Hunter con calma, aplicando un poco de crema antiséptica sobre mis adoloridos nudillos luego de haber disminuido la hinchazón con un par de parches fríos.
Sentada en la misma camilla de la última vez, comencé a balancear mis piernas como una niña pequeña.
—¿Cómo es que tienes tanta experiencia tratando todo tipo de heridas? —le pregunté, curiosa.
Hunter sacó un paquete de vendas blancas del botiquín y se encogió de hombros.
—Gajes del oficio, supongo.
Tragué saliva y apreté ligeramente los labios antes de hacer otra pregunta.
—¿Sueles lastimarte mucho durante tus peleas?
—Solía hacerlo mucho al principio —respondió distraídamente, vendando mis nudillos con muchísimo cuidado—. Actualmente, es bastante raro que alguien consiga darme un golpe.
Después de haberlo visto pelear en la arena subterránea, sabía que aquello no era una mentira.
—¿Alguna vez has perdido una pelea? —quise saber.
Me miró como si acabara de oír un chiste muy malo.
—No.
—¿Nunca? —exclamé un tanto sorprendida.
Un lado de su boca se elevó en una media sonrisa.
—Nunca.
—Vaya, eso es muy impresionante... —murmuré, guardando silencio unos minutos antes de continuar con mi bombardeo de preguntas—. ¿Qué edad tenías cuando comenzaste a participar en peleas clandestinas?
Su mandíbula se tensó.
—Estás haciendo muchas preguntas, sabes que eso me molesta —soltó de forma cortante. Mis mejillas se calentaron por la vergüenza. Dejó escapar un suspiro—. La primera vez que peleé en la arena tenía quince años.
Jadeé horrorizada.
—¿Quince años? —repetí incrédula—. ¿Cómo es posible que te hayan dejado pelear en la arena a esa edad?
—Siempre he sido muy alto —explicó—. Por esa razón nunca he tenido problemas al mentir sobre mi edad.
—Aun así...
—Ya está, he terminado —anunció, dejando mi mano perfectamente vendada sobre mi rodilla.
—G-gracias —balbuceé.
A pesar de tener toda una lista de preguntas que quería hacerle, me dije a mí misma que ya había sido suficiente por hoy. Ciertamente, quería saber más sobre él, pero tampoco conseguía nada haciéndolo enfadar.
Cuando no dije nada más, Hunter se sentó a mi lado en la cama.
—¿Quieres volver a clases? —me preguntó.
Negué con la cabeza sin apartar la mirada de mi mano vendada.
—Arruinarás tu perfecto récord de asistencias.
Hice un mohín con los labios.
—Oye, ¿qué pasa? ¿Todavía te duele la mano?
Llené mis pulmones de aire, alcé la cabeza y dije:
—Sobre lo que pasó anoche...
Hunter ladeó la cabeza hacia un lado.
—¿Qué pasó anoche?
Pestañeé varias veces antes de fruncir el ceño.
—¿No recuerdas qué pasó anoche?
La sombra de una sonrisa asomó sus labios.
—Imaginé que ibas a querer fingir que no había pasado nada.
Avergonzada, dejé que mi cabello ocultara la mitad de mi rostro.
—Bueno yo...
—Por mí no hay ningún problema —continuó, como si lo que habíamos hecho no fuese la gran cosa—. Aunque, si te soy sincero, aun tengo curiosidad por saber qué fue lo que te hizo tomar la iniciativa anoche.
Me aclaré la garganta y aparté la mirada.
—A decir verdad, creo que te usé un poco para distraerme —admití, enrojeciendo con violencia—. Lo siento.
Para mi sorpresa, en vez de ofenderse o algo por el estilo, escuché que se reía.
—Está bien.
—¿Eh?
—Puedes usarme las veces que quieras.
Que él dijera eso hizo que mi rostro se calentara todavía más.
—Hunter...
—No apartes la mirada —ordenó, sujetándome de la barbilla.
Suspiré y lo miré a los ojos.
—No deberías decir cosas como esas.
—¿Por qué no? —preguntó.
—Porque podría tomarte la palabra.
Me colocó un mechón de cabello detrás de la oreja para despejarme la cara.
—En ese caso, será mejor que te lo repita. —Acercó su boca a la mía—. Si lo que quieres es distraerte, puedes usarme las veces que quieras.
Justo antes de que se consumara aquel beso, coloqué un dedo entre nuestros labios.
—Primero quiero establecer una nueva condición —anuncié, esforzándome por encontrar las palabras adecuadas—. Cuando nuestro trato, quiero que ambos finjamos que nada de esto sucedió, ¿de acuerdo?
Una sonrisa perversa tiró de sus labios.
—Hecho.
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