𝘁𝘄𝗲𝗹𝘃𝗲. 𝘆𝗲𝗹𝗹𝗼𝘄
Noviembre 1994
Cedric y Aquila siempre habían estado en el punto de mira de los rumores en el castillo. Y se sabía bien que, una vez salía un cotilleo, llegaba a oídos de todos. Corrían como la pólvora, no sería la primera vez que Aquila escuchaba tonterías sobre ella, o sobre los dos.
Lo que no comprendía era ese especial interés por meterse en su vida sexual. ¿Qué más les daba si se acostaban o no?
No eran pocas las chicas que la miraban mal, probablemente celosas de no ser ellas quienes estuvieran con Cedric, o porque el resto lo hacía y solo querían formar parte de la multitud. Los chicos se reían y le daban palmaditas en la espalda a Cedric cuando le veían por el pasillo.
—No lo entiendo —se quejó Cedric, con las manos en puños y el ceño fruncido—. ¿Por qué no nos dejan en paz? ¿Y por qué a mí me felicitan y a ti te miran mal? Eso es horrible, Aquila. Los adolescentes son terribles.
Ella se dejó caer en el suelo, con la espalda resbalando por el muro de piedra. Se encontraban en el jardín, teniendo un rato a solas, cuando un grupo de alumnos de cuarto pasó, lanzándoles miradas furtivas.
—Lo son.
—Es que es como si porque yo fuera un chico me trataran como a un héroe y a ti... No es nada justo, Aquila.
Aquila apoyó la cabeza sobre las rodillas, abrazándose a sus piernas, con la mirada perdida en algún punto del jardín. Cedric se sentó enfrente suyo, haciendo que saliera de su ensoñación.
—¿Te ocurre algo? —preguntó con preocupación—. Aparte de... todo esto, ya sabes.
Ella se recolocó un poco, levantando la barbilla y bajando sus rodillas hasta sentarse con las piernas cruzadas.
—No me gusta que hablen mal de mí. Soy la legítima campeona de Hogwarts y me llaman de todo. —Antes de que Cedric pudiera intervenir, Aquila prosiguió—: Antes decían que me dejarías por no acostarme contigo, y ahora que me vas a dejar porque ya lo has hecho.
—Sabes que nunca haría algo así —aseguró Cedric al instante.
—Claro que lo sé, bobo. Pero me molesta. ¿No te acuerdas de cómo te felicitaron esos Gryffindor después de acostarnos? Me los encontré luego y les quité veinte puntos por los gestos que me hicieron.
Cedric abrió los ojos y la boca, como si acabara de recordar algo.
—Pensaba que me habían felicitado por mi cumpleaños, y se habían confundido con el día anterior —reconoció en un suspiro—. Les habría dicho algo...
—Eres demasiado puro para este mundo, Cedric —murmuró Aquila con dulzura, pero con una sonrisa pícara.
—No es cierto. —Él se cruzó de brazos, fingiendo estar enfurruñado—. Lo que hicimos no fue nada puro —se burló segundos más tarde, acercando su rostro al de su novia.
Aquila se mordió el labio y se levantó de golpe, tendiéndole la mano a Cedric. Él la tomó y se puso en pie a su lado.
—¿Dónde me vas a llevar? —quiso saber.
—Si tanto quieren cotillear, vamos a darles más para que hablen, ¿no?
Cedric apoyó su hombro derecho en el muro y levantó ambas cejas.
—¿Estás proponiendo algo?
—Sabes de sobras a lo que me refiero, Diggory, deja de hacerte el interesante o me busco a otro con el que hacerlo —bromeó ella, cogiendo la mano de su novio y caminando hacia el castillo.
Él se rio y enseguida pasó el brazo sobre sus hombros, mientras se dirigían al interior.
En el fondo, Aquila tenía razón. Cedric siempre era dulce y bueno, demasiado para un mundo tan cruel y despiadado. Incluso le contagiaba su buena energía a Aquila, siempre estaba más cariñosa a su lado. Solía escribir su nombre y rodearlo de corazones amarillos, su color favorito. Era el que representaba la casa de Hufflepuff y, además, las estrellas, que parecían brillar más cada vez que él le sonreía.
Quizá las palabras de Aquila deberían haber sido tomadas en serio. Cedric merecía el mundo entero, pero el mundo no lo merecía a él.
Solo que, tal vez, este se confundió de persona.
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