
𝘀𝗲𝘃𝗲𝗻𝘁𝗲𝗲𝗻. 𝗳𝗼𝗿𝗲𝘃𝗲𝗿
23 Junio 1995
Para ser sinceros, Aquila estaba de los nervios. Llevaba todo el mes estudiando hechizos, maleficios y cualquier encantamiento que pudiera servirle de ayuda en el Laberinto. Al estar exenta de exámenes, era lo único que había estudiado.
Pero el último día antes de la prueba le era imposible seguir investigando. Esa tarde, Aquila la pasó con Cedric, para tratar de librarse de su inquietud.
—Mañana vendrán mis padres —contó la chica. Estaba atardeciendo, y ambos se encontraban en el jardín, tumbados, observando los colores del cielo—. Me lo ha dicho el profesor Snape esta mañana. Así que es tu turno de conocerlos.
—No me irá tan bien como a ti, ¿verdad?
Aquila se movió, apoyando la cabeza sobre su pecho. Después, agarró la mano del chico para poner ambas al lado de su cabeza.
—No te preocupes por eso. Mis padres... no son fáciles de tratar, la verdad. Mi padre puede parecer muy rudo, pero... Bueno, sí que lo es. Olvida que dije nada.
Cedric soltó una pequeña carcajada, que hizo sonreír a su novia. ¿Por qué tenía que ser siempre tan adorable?
—Estoy algo angustiada por mañana —reconoció ella, mientras hacía círculos con su pulgar en el dorso de la mano del chico.
—Te quiero animar, pero también estoy intranquilo con todo esto.
—Eso no me reconforta nada.
El chico pasó su brazo por la espalda de Aquila, apretándola contra él en un abrazo. Luego posó los labios en su cabeza, dándole un beso en el cabello, respirando su aroma.
—Bueno, eso está mejor —declaró Aquila, sin poder dejar de sonreír.
Tenía el oído apoyado sobre su pecho, y podía escuchar con claridad los latidos de su corazón, un poco más rápidos de lo normal.
—Mañana lo harás genial, Aquila. Ganes o no.
—Eres el mejor, en serio.
Aquila levantó su cabeza, dispuesta a besarle. Se incorporó mejor sobre su cuerpo, y las manos de Cedric bajaron por su espalda.
—¿Lo soy?
Ella asintió, a centímetros de su cara, y luego depositó un corto beso en su boca. Cedric apretó el agarre en la parte baja de su espalda, acercándola más a él.
Amor de mi vida.
Cedric solo pensaba eso mientras volvía a besar los labios de cereza de Aquila. Ella era el amor de su vida.
No me dejes.
24 Junio 1995
Cuando Aquila terminó de desayunar, se dirigió a la mesa de los tejones para despedirse de Cedric hasta la hora de la comida. Él tenía exámenes ese día, y Aquila lo tendría que pasar con sus padres.
Eso no le hacía ninguna ilusión. Prefería mil veces disfrutarlo con su novio que amargarse con su familia. Pero eso no iba a poder ser, así que Aquila tendría que comportarse. Cuando abrió la puerta del vestíbulo y los vio, fue directa hacia ellos, con una sonrisa postiza en la cara y andando recta.
—Buenos días, padre —saludó, y él le correspondió con un asentimiento de cabeza y un corto abrazo—. Buenos días a ti también, madre.
Leonor le dedicó una sonrisa que lucía natural, pero Aquila no tenía claro si era así. Sin embargo, el abrazo que le dio no fue tan seco como el de su padre.
—¿Estás preparada para esta noche? —le preguntó Eridanus.
—Sí, durante este mes he estudiado multitud de maleficios —aseguró ella, ocultando cualquier rastro de su inquietud.
—Recuerda que eres la legítima campeona de Hogwarts y que tienes ventaja de tiempo sobre los de las otras escuelas. Debes hacerlo bien.
Aquila asintió, mirando al suelo.
A la hora de la comida, sus padres ya la habían saturado. Ella les había dicho que conocerían a Cedric, pues debía presentárselo. Pero su padre no se veía conforme con ello, ya que no quería tratar con traidores a la sangre.
—Me disculpo por adelantado —se apresuró a decirle a Cedric cuando le vio entrar en el Gran Comedor, cogiéndole la mano y llevándolo hacia la mesa de Slytherin—. Dumbledore ha dicho que puedes comer y cenar con nosotros.
Cuando llegaron, el chico estaba visiblemente nervioso.
—Padre, madre, él es Cedric. Como ya sabéis, es mi novio.
Eridanus hizo un gesto con la cabeza en forma de saludo, y Leonor le dedicó una sonrisa nada real. Cedric, incómodo, tomó asiento al lado de su novia y enfrente de los padres de esta.
—Es un gusto conocerles al fin, señor y señora Black.
—El gusto es nuestro —respondió Leonor, aunque los cuatro sabían que ninguna de las dos afirmaciones eran ciertas.
Ariadna llegó entonces, ya que salía de uno de sus exámenes. Al ver a Cedric, una notable mueca de asco cruzó su rostro.
—Hola, Ariadna —saludó Eridanus—. ¿Cómo te han ido los exámenes?
—Estupendamente, padre —le contestó, tomando asiento a su lado y dedicándole una sonrisa ladina—. Acabo de hacer el de Adivinación, y la profesora Trelawney me ha felicitado por lo bien que he leído la bola de cristal.
La comida resultó algo violenta, puesto que Eridanus no cesaba de lanzarle miradas de rencor y enfado a Cedric.
El resto de la tarde lo volvió a pasar con sus padres, pero esta vez fue peor. Eridanus insistía en que tenía que cortar con Cedric, porque nunca llegaría a nada más lejos con él.
Y Aquila se hartó.
—Sé muy bien lo que pensáis sobre Cedric, y lo que pensáis sobre mí. Pero esto no es ninguna fase. —Aquila ya había empezado a retarles, y ahora no había vuelta atrás—. Estoy enamorada de él. Y hoy no es el mejor día para que me recordéis todas esas estupideces de la pureza de sangre, porque voy a estar enfrentándome a todo tipo de peligros en unas horas.
La chica cogió aliento mientras ambos padres le observaban atónitos. No se esperaban que les levantara la palabra.
—Tengo diecisiete años, soy mayor de edad. Pienso ganar este maldito Torneo y me marcharé con el dinero. No voy a dejar que decidáis por mí más.
Aquila respiró con dificultad, sintiendo el peso de sus palabras sobre ella.
Ya estaba hecho.
—Cuando salgas de esa prueba, hablaremos largo y tendido sobre tu conducta —le avisó su padre. Estaba en cólera por dentro, pero no dañaría su imagen pública—. Esto ha sido intolerable, Aquila Agatha Black, esperábamos más de ti.
—Una pena, porque no recibiréis nada más de mí. Ninguno de los dos.
Leonor se veía inquieta, no paraba de mirar alrededor por si alguien estaba escuchando la conversación. No quería que su hija abandonara la familia, no podía permitir que dos de sus hijos fueran traidores. Eridanus estaba muy enfadado, más de lo que lo había estado en mucho tiempo
—Eres una desagradecida. Me he esforzado por cuidar de ti y darte lo mejor durante toda tu vida. ¿Y así me lo pagas? ¿Tienes idea de la de veces que tu abuelo te habría torturado de no ser por mí? —añadió en voz baja.
Su hija se quedó sin saber qué responder.
—¿Qué crees que te habría pasado? No tienes ni idea de cómo es en realidad. Te habría torturado como lo hacía con nosotros. Si no hubiera muerto...
—Espero que se esté retorciendo en su tumba —declaró con una mirada gélida.
Sentía su corazón latir disparado.
—¡Aquila, tienes diecisiete años, compórtate como una adulta! ¡Hay que sacrificarse por el bien común!
—Estoy harta de vosotros y de que hagáis conmigo lo que os plazca. Toda la vida os he hecho caso en cada cosa que me habéis pedido, he sido una hija perfecta. Estaba dispuesta a renunciar a todo por mi familia. —Su voz había comenzado a romperse—. Pero no pienso ceder esta vez. Si aceptáis o no a Cedric ya me da igual. Porque yo no os acepto a vosotros. No voy a renunciar a él también.
Se acercó a su padre en una postura amenazante.
—Solo la muerte me alejará de Cedric.
No había tenido tiempo de llorar. Se había marchado de aquella conversación y se había quedado fuera del aula de Transformaciones, esperando a que Cedric saliera de su último examen. Revisaba un libro de encantamientos, pero se los sabía todos ya.
Cuando él salió, Aquila se lanzó a sus brazos.
—Lo he hecho, Cedric. Me he enfrentado a mis padres.
Mientras anochecía, Aquila le contó a Cedric la discusión que habían mantenido con todo detalle. Él la escuchó atentamente, y podía decir que estaba más que orgulloso de su novia.
A la hora del banquete, Aquila se sentó en la mesa de Hufflepuff, con Cedric. Caelum se pasó antes de que sirvieran la cena y habló con ambos. Se quedó asombrado con lo que su hermana había conseguido decirles a sus padres.
Cuando Dumbledore llamó a los campeones para la última prueba, Aquila se despidió de Cedric, quien le hizo prometer que tendría cuidado y le deseó la mayor suerte.
—Te quiero.
—Para siempre —prometió ella, sonriendo.
Ambos se dieron un beso cargado de emociones. Al separarse, Aquila se tuvo que marchar. Mientras la veía desaparecer por la puerta, Cedric suspiró.
Ella le había prometido un para siempre, pero él todavía no conocía el precio.
Pocas cosas duran eternamente cuando tienes diecisiete años.
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