Zeus
Emocionada me encontraba yo, en mi asiento y con la vista fija en el más allá de la ventana, sumida en mis pensamientos. Me dio por preguntarme si me echarían de menos, di por hecho que sí pero que no demasiado; casi me arrepentí por desaparecer de aquella forma tan repentina y cortar comunicación con casa ya que aun llevando el móvil conmigo, me deshice previamente de la tarjeta. Sin embargo allí no pintaba nada, veintisiete años prácticamente desperdiciando mi vida y siendo un estorbo para los que me rodeaban. Esa era la razón de que estuviera en aquel tren en Grecia, y porque siempre fantaseé con estarlo algún día.
Tan absorta estuve que con sorpresa reaccioné cuando un señor claramente anciano tocó mi hombro. De seguro hablaba griego y su actitud hacia mi me resultó desagradable. Desconocía sus intenciones pero se tomó demasiada confianza invadiendo mi espacio personal, y si añadimos su mirada y tono de voz... Un escalofrío recorrió mi cuerpo, uno muy desagradable. Y como un milagro se largó, así sin más, o eso creía yo hasta que le vi a él.
De muy buen porte, luciendo un traje que de seguro estaba hecho a medida dándole un aura de elegancia, así ante mis ojos apareció él. Aunque más joven, sus rasgos mostraban con obviedad que era también un señor mayor. De pelo canoso, completamente blanco, y una barba poblada, pero no demasiado, del mismo color del pelo, como si estuvieran en una perfecta armonía otorgándole más elegancia aún.
- Espero no haberla molestado. ¡Oh! Discúlpame, ¿dónde están mis modales? -habló consigo mismo en voz alta- ¿Hablas mi idioma, hablas español, or do you speak english?
Vaya... eso no me lo esperaba, pero por otra parte era un alivio que hablara español aunque su acento no era perfecto. Por otra parte no se qué me sorprendió más, que no hablara griego o que lo hiciera en inglés en vez de en español como lo hizo. Supongo que se notaba que yo no era de por allí. En todo caso no me demoré mucho en contestarle.
- Hablo español -respondí, podría haber contestado también en inglés pero no había necesidad.
Al escuchar mi contestación sonrió y tomó el asiento dispuesto frente al mío, quedando así cara a cara. Ahora que pude fijarme mejor, al mirar a sus ojos vi que eran azules, muy hermosos y brillantes. En su mirada se reflejaba paz y sabiduría, como si hubiera vivido mucho y llevado una vida plena, sin embargo había algo más, un destello especial que fui incapaz de descifrar. La verdad es que me estaba resultando muy conocido y pensándolo mejor me di cuenta de que aquel señor mayor era prácticamente la viva imagen del mismísimo Zeus, faltaba cambiar su traje por una túnica blanca y que en su mano sostuviera el rayo de Zeus.
A propósito de esto me viene a la cabeza el mito de Zeus y Europa...
El rapto de Europa:
Europa era hija del rey Agenor de Fenicia, quien estaba muy orgulloso de la belleza y de los muchos dones de su hija, tantos que llegaron a oídos de Zeus, incluso eran motivo constante de disputa entre los mortales y dioses que alguna vez se habían deleitado con su presencia. Así el dios ingenió un plan para llegar a Europa y que ella no pudiera rechazarlo como había hecho con el resto de pretendientes.
Un día, la joven princesa Europa se encontraba jugando en el prado junto a otras jóvenes de la región. Admiraban entre risas a los espléndidos toros del padre de la princesa pero he aquí que uno de los toros, sin duda el de mayor magnificencia gracias a su deslumbrante color blanco, se separó del resto y se acercó a la princesa, postrándose incluso ante ella. La joven, que primero se asustó, poco a poco fue sintiéndose halagada y comenzó a acariciar a la noble bestia. Momentos más tarde se hallaba sentada sobre su lomo mientras disfrutaba llena de confianza. Claro que no sabía lo que ocurriría después...
De repente el toro se lanzó a una carrera desenfrenada y saltó al mar desde el acantilado, llevándose consigo a una Europa presa del pánico. No entendía qué ocurría, no sabía qué había podido pasar, desconocía totalmente que ese toro en realidad no era otro que el dios Zeus, que loco de deseo por ella, llevó a cabo el plan que había urdido.
Llegaron a la isla de Creta, allí Zeus volvió a su forma de hombre y poseyó a Europa bajo un árbol que daba plátanos como fruto. De ese encuentro nacieron tres hijos: Sarpidón, Radamantes y Minos. Tras el encuentro abandonó a Europa ya que tenía que volver al Olimpo.
Y no es el único mito que narra que Zeus baja a la tierra para "poseer" a jovenes y hermosas humanas como hizo con Io, Alcmena, etc. No sé por qué llegué a pensar que algo así me pasaría a mi, si no soy nada hermosa ni mucho menos creo en dioses... Por suerte para mi tal cosa no sucedió.
- ¿Te importa que me haya sentado aquí? -preguntó amable.
- No, no me importa -contesté sonriendo con la misma amabilidad.
- Es la primera vez que vienes, ¿verdad?
- Pues... sí -respondí algo temerosa, ¿cómo podía saberlo? ¿A caso era Zeus de verdad? No, imposible.
- Te he estado observando... -confesó serio para quedarse en silencio unos instantes y después soltar sonoras carcajadas- no temas, estaba bromeando. Lo sé porque te has sentado en la parte izquierda, donde todos creen que están las mejores vistas pero no es así, lo mejor está en la derecha si vas en esta dirección.
<<Vale, qué susto me ha dado este hombre... Me lo voy a tomar como un extraña forma de romper el hielo, la cual ha funcionado.>>
- No importa, me asomaré al otro lado cuando vea algo interesante.
- Así que eres de España, ese es también un país muy bonito.
- Sí, lo es... ¿Ha estado usted en España?
- Estuve dos veces, una cuando nació mi primer hijo y otra cuando... -miró por la ventana, como si quisiera esconder su mirada, pero llegué a ver nostalgia en sus ojos- cuando mi esposa falleció.
Soltó un suspiro triste, deshaciéndose tal vez de los recuerdos que aquello le provocaba, y después volvió a mirarme.
- Oh... Lo siento mucho...
- Gracias, no pasa nada, sucedió hace cinco años.
- Se nota que la amaba mucho -me atreví a decir, con gran sinceridad pues así me parecía.
- Y la sigo amando, tuve gran suerte de estar casado con el amor de mi vida -sonrió- ¿Sabes qué? Ella era también española y nos conocimos precisamente en Grecia, hace muchos años ya de eso. Por eso vengo aquí cada año desde que se fue.
- Qué bonito, venir aquí para recordarla -me enternecí y él sonrió aún más.
- Espero que disfrutes de tu viaje y te lleves algo más que grandes recuerdos -me deseó- voy a dejar de molestarte e irme a mi asiento.
- ¿Se va ya? No me molestaba, ha sido muy interesante hablar con usted, disfrute también...
Me dedicó una pequeña sonrisa justo cuando un miembro del personal del tren llamó mi atención por gritar algo escandaloso así que volteé la cabeza para mirarlo.
- Adiós Carolina -alcancé a escuchar.
Regresé mi mirada a "Zeus" para despedirme también, sin embargo había desaparecido del asiento, como si nunca hubiera estado allí. Antes de emparanoiarme me levanté y le busqué con la mirada pero, al no encontarle, volví a sentarme y me taché de loca mental. Tras un leve enfado conmigo misma por volver a creer que sí era el dios griego, recuperé mi cordura y pedí algo para almolzar. Mi estómago pedía comida ya que con el rollo del viaje no había deparado en comer desde aquel insulso sandwich de a saber qué del avión.
Comí con gusto una ensalada césar y patatas fritas para después relajarme ya que aún me quedaba un largo recorrido.
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