Find Me
JungKook corría impaciente por la banqueta, con los pasos más alargados que sus piernas se lo permitían. Su bolsa volaba a su izquierda, golpeando a la vez su muslo y el cabello largo y negro revoloteaba con el aire. Divisó la tienda, cuando se iba sacando la camisa que llevaba encima de la playera y entraba, haciendo sonar la manzana.
— ¡VENGO TARDE, VENGO TARDE, VENGO TARDE!
Jimin lo vio entrar, rodando los ojos y recargando la mandíbula en la palma de su mano, siguiéndolo con la mirada hasta el cuarto de los casilleros.
— Mmm, aún tienes dos minutos.
— ¡ES TARDE DE TODAS MANERAS! —gritó JungKook desde dentro.
Jimin regresó a su posición inicial, amarrando de nuevo su delatan y mirando fijamente a los clientes que entraban. A su izquierda, se acercó SeokJin, el dueño de la cafetería.
— ¿Por qué se le hizo tarde? Él no entra hasta las 5 y son las... Casi las cuatro.
— Hmmm... —murmuró Jimin mirando el reloj en la pared, achicando los ojos—. Sí... Pero justo ahora se le hizo...
La campanilla sonó exactamente a las cuatro en punto (aquella vez, no había tenido tanta suerte) lo que provocó que Jimin mirara con atención al chico de cabellos castaños que entraba por la puerta de cristal.
—... Muy tarde. ¡JungKook!
— ¿Me quieres decir qué está pasando, Jimin?
Jimin y SeokJin siguieron con los ojos al chico castaño, que aquel día llevaba una gabardina negra larga hasta sus pantorrillas. Jimin sonrió, y recargó de nuevo la mandíbula en su mano, observando el acostumbrado lugar que el castaño tomaba. SeokJin se cruzó de brazos, viendo a JungKook salir de la habitación, con la libreta entre sus manos y un lapicero.
— ¿Me veo bien?
— Igual que todos los días —respondió Jimin—. Está sentado donde siempre, te diría que preparo el café frío que todos los días pide pero... Supongo que hoy puede ser diferente.
JungKook asintió con una expresión seria, y se encaminó hasta el chico de las mesas.
Jin se recargó en el mostrador y alzó las cejas.
— ¿Me vas a decir qué es esto?
— No sé bien lo que sucede, de hecho —dice sinceramente el rubio, sacando algunas cosas de los estantes—. Desde hace dos meses, ese chico viene aquí a la misma hora. No siempre es exacto, claro. Lo notamos, porque siempre se sienta en el mismo lugar y pide lo mismo. Si ese lugar está ocupado, pide lo que quiere y se va. Creo que a JungKook le gusta.
— ¿Y por eso viene una hora antes a trabajar?
— Bueno, le gusta mucho.
JungKook se acercó a la mesa, y miró atentamente al chico, analizándolo sin mucha obviedad. Las pestañas castañas largas cayendo, y la piel tersa que se reflejaba bonita en el cristal. El chico revisaba tranquilamente el menú azul del café, y suspiraba. Miró a JungKook y le sonrió.
— Perdón, buenos días.
— No hay problema. ¿Qué deseas pedir hoy?
— Mmm... Esto que es azul, y el mismo café de siempre, por favor
El chico apuntó en el menú el nuevo aperitivo: pay de queso. Nada poco común, pero nuevo. JungKook sonrió, fingiendo escribir lo que había pedido y la mesa, para después alejarse rápidamente hasta el mostrador y recargar las manos en él.
SeokJin alzó una ceja y desfiguró el rostro, insatisfecho con aquel movimiento.
— ¿Eso es todo?
— ¿Qué? —cuestionó JungKook, mirando a Jimin—. El café de siempre y un especial... Azul... ¿Eh?
— Está bien, ahora te lo paso.
— ¿Qué decías, SeokJin hyung?
Jin se encontraba en un intervalo de incredulidad y poca conmoción por el momento. Se sentía mal por no saber aquello siendo que esos chicos eran como sus pequeños hermanos, pero tampoco estaba arrepentido del todo porque JungKook hacia movimientos tan extraños y banales como tomar la orden y alejarse.
— ¿Vienes cada día una hora antes, siendo que sales a las 11:00 pm, solo para pedir su orden y ya?
— ¿Sí? —respondió Kook sin darle mucha relevancia—. ¿Jimin, ya sale eso?
— No, espera un segundo, deja de apresurarme.
— ¿Por qué no le hablas? Me refiero a entablar una conversación con él —volvió a cuestionar Jin.
Habían muchas razones. Tal vez la incomodidad que crecería incontrolablemente, su poca seguridad, la falta de temas de conversación, que no tenía buenas razones o excusas lo suficientemente creíbles. Que sentía que el chico lo miraría incómodo y de pronto dejaría de llegar, y que no quería sonar como un idiota si es que llegaban a hablar.
— No sé.
De todas maneras, estaba bien así. Viéndolo llegar algunos días, simplemente. Sabía que podía sonar muy mal, pero no le hacía daño a nadie, y tampoco invadía su espacio o privacidad. Simplemente le gustaba verlo llegar con sus ropajes azules y morados.
— Ya está esto —mencionó Jimin poniendo todo sobre una charola. Después miró a JungKook atentamente—. Oye, SeokJin tiene razón. Deberías hablarle.
— Ni loco.
— No, es en serio. Él te gusta, y es algo obvio. Además... Si no le hablas, probablemente jamás sepas qué pueda pasar.
JungKook asintió, fingiendo entender y con alguna esperanza emergiendo de su estómago. Se acercó hasta la mesa, con la orden, y miró al castaño que lo observó fijamente. JungKook dejó la charola en la mesa y sonrió.
— Gracias.
— Seguro... Mmm...
JungKook iba a decir algo más... ¿Pero qué podría decir? No había nada en su cabeza, nada que fuese suficiente. Un hola, un qué tal, un cómo estas hoy. Ninguna de esas cosas podrían salir de sus labios. Finalmente suspiró y no dijo nada más, yéndose rápidamente.
— Buen intento —Jimin rio tranquilamente—. Tal vez para la próxima.
[...]
Jimin suspiró, viendo al chico entrar y mirando el reloj. Curiosamente eran las 4:05, JungKook no había llegado, y no daba señales de existencia por mensaje. Jimin miró a SeokJin, impaciente y Jin se alzó de hombros.
— Tienes que atenderlo.
— Si JungKook llega mientras hago eso, va a ponerse como un cachorro triste.
— Es descortés dejar al chico ahí solo porque JungKook no ha llegado. Él quisiera que lo atendieses.
— Bien, bien. Iré ya.
Jimin tomó la libreta, y caminó hasta el chico. Se puso de pie, delante suyo con una expresión neutral. El castaño se volteó hacia él con una inmediata sonrisa y mencionó algo.
— Oye, yo sé que es algo extraño pe... Oh.
— Uhm... Hola, buen día. ¿Qué pedirás?
El chico simplemente se encogió de hombros, mirando a Jimin con algo de desamparo y poco interés. El rubio achicó los ojos al notar eso y sintió bastante curiosidad por ese cambio de emoción tan repentino. Se mantuvo de pie, observando al chico que miraba atentamente el menú.
— Me gustaría ordenar un café frío cargado y el postre color azul del menú, por favor.
— Seguro.
Jimin se daba la vuelta para irse, siendo observado por SeokJin desde el mostrador. Sin embargo, la voz del castaño sentado lo hizo detenerse.
— Disculpa, yo... ¿Te puedo hacer una pregunta?
— Sí —respondió Jimin tranquilo—. Adelante.
— El otro chico que trabaja aquí... El de cabello negro, ¿él está enfermo... O algo así?
Muchos pensamientos se vinieron precipitadamente a la cabeza de Jimin: el chico estaba preguntando por JungKook, ya que JungKook no estaba. Eso significaba que también tiene interés o que al menos le prestaba un poco de atención. Probablemente la cara del inicio fue debido a que JungKook no estaba como lo había estado todos los días, en ese caso, lo que debía hacer era impulsar a su amigo.
Jimin asintió unas cuantas veces y guardó la libreta en la bolsa del delantal.
— Eh... Realmente no sé decirte si está enfermo. Puede que ya no vuelva a trabajar aquí, o algo así.
Exageración. El mejor método para algunas cuestiones, probablemente en ese momento era bastante interesante el usarlo. Jimin distinguió aquella presencia de sorpresa en los ojos del castaño, una probable muestra de confusión que lo hizo quedarse callado por unos segundos, cerrando los ojos y suspirando.
— Eso es una lástima.
— Solo estaba bromeando —responde Jimin preocupado, porque si por alguna razón él dejaba de llegar, se lo atribuiría a ese comentario—. Pero de seguro mañana regresa. Si te sirve de algo, se llama JungKook.
— Oh... Bien. Qué alivio. Gracias.
— Bien... Te traeré tu orden.
[...]
JungKook dejó caer la cara en el mostrador, haciendo que resonara por el local. SeokJin, quien lo miraba desde la esquina del almacén, simplemente rodó los ojos. JungKook era un dramático, quien ni siquiera podía hablarle de una manera amistosa al chico que le gustaba. ¿Tenía derecho a ser dramático? Claro que no.
A pesar de que Jimin le contó del buen interés que el chico castaño, demostró, JungKook no se había convencido de hablarle. Al terminar esa semana, inició un nuevo mes y una nueva temporada de trabajo. Sin embargo, aquel lunes, no se veía rastro del chico castaño.
— Él no ha venidoooo —lloriquea JungKook desde su lugar, ganándose la mirada de algunos clientes—. Ya pasan de las 4:30 y no ha venido. ¿Crees que lo ahuyenté?
— Estoy muy seguro que tiene una buena excusa.
— No entiendo —exclama SeokJin levantando una caja de tazas—. Si tanto te gusta, ¿por qué no le hablas? Literalmente él viene cada día, a la misma hora y cruzan palabras. ¿Tanto te cuesta decir un hola?
Para Jin es fácil decir eso; poseía una característica seguridad y actitud que le proponía un éxito interminable en las relaciones sociales, a diferencia de JungKook, que más bien era tímido al momento de hablar. A pesar de tener una buena relación con muchas personas, le costaba dar el primer paso. JungKook pretendía hablarle siempre, pero ninguna palabra salía de su boca. Todo se quedaba en algún punto intermedio de su cabeza y su garganta, un nudo que se deshacía hasta que lo veía salir del lugar.
JungKook miró a Jin preocupado, aplastando más la cara en el mostrador y cerrando los ojos. Sintió que Jimin palmeaba unas cuantas veces su espalda.
— Jefe —habló Jimin—. ¿Cuando inicia la mudanza?
— Ah, sí... La mudanza... Bueno, ayer fui a ver el nuevo local. No está lejosí, así que no será mucho trabajo llevar todo. Probablemente la siguiente semana empezamos ahí.
JungKook alzó la cabeza y asintió unas veces. Le gustaba ese trabajo porque estaba cerca de la universidad de Economía, todos los días tenía la suerte de llegar a pie en pocos minutos, y además, la paga era buena para ser un estudiante. Había encontrado esa cafetería una tarde que salía con Jimin, y además, buscaban dos lindos trabajadores. Corrieron con la fortuna de conseguir el empleo antes que alguien más; y coincidió exactamente con los horarios que cada uno había tomado. Mientras Jimin entraba a las 2:00 y se iba a las 8:00 p.m, JungKook a las 5:00 y se iba a las 11:00 p.m. Bastante acomodado y satisfactorio para los dos.
[...]
TaeHyung odiaba los viajes escolares. No solo porque debían de dormir en cuartos compartidos, de hoteles que lucían a punto de derrumbarse, sino que, también estaba esa complicada manera de relacionarse con quienes eran tus compañeros de equipo y tener que hacer todo aquello juntos.
Algo rescatable era que no recordaba la vista del océano desde la arena, porque pocas veces viajó a ese tipo de lugares. El trabajo de reconocimiento de la flora en la playa fue bastante sencillo, así que no tuvo problemas con eso. Regresó sano y salvo, con pocas esperanzas de haber disfrutado en su totalidad el viaje. También preocupado, ya que no había ido a su pequeña cafetería desde hacía unos cuatro días. Sin embargo, el nuevo lunes había llegado y se sentía con las ganas suficientes de tomar café.
— ¿No vas a venir con nosotros? —preguntó HoSeok, uno de sus pocos amigos.
TaeHyung se agachó un momento a amarrar sus agujetas antes de echarle una mirada a HoSeok y negar.
— Lo lamento, es lunes y tengo que hacer algunas cosas.
Algo le decía que ese tipo de movimientos eran demasiado descarados. Ir todos los días a la misma cafetería y pedir la misma cosa, además de sentarse en el mismo lugar.
— Seguro, nos vemos Tae.
Sin mucho apuro, se encaminó hasta la cafetería. Quedaba cerca de su casa, aunque no cerca de su escuela. La facultad de biología de manera oportuna abrió la especialidad en botánica, lo cual le resultó favorecedor. En su camino al hogar, regularmente se topaba con este pequeño local, regularmente lleno de personas; era cómodo, y por eso le gustaba ir ahí. El café era bueno, al igual que los postres del menú, pero lo más interesante era aquel chico de cabellos negros.
Al principio se sentía mal por prestar una atención confusa a alguien, de esa manera tan compleja. Después, simplemente lo dejó pasar y olvidó esa incomodidad extraña. Lamentablemente, siempre que intentaba hablar con él, algo sucedía: no le salía la voz, no tenía nada qué decir, el pelinegro se iba antes o simplemente no tenía ganas de hablar. Se propuso, aquel lunes, hablarle de una vez.
Sin embargo, cuál fue su gran sorpresa al ver completamente vacío el lugar, sin el característico letrero que mencionaba el nombre del lugar. El café I found you, no estaba más.
[...]
SeokJin miraba pacientemente la entrada del lugar, mientras nuevos clientes pasaban por la puerta. JungKook de mantenía callado, en uns espera que, todos sabían, se volvería interminable. Jin se sentía mal por él, al igual que Jimin, quien no hacía más que preparar las órdenes lo más rápido que podía.
Ninguno lograba entender cómo es que a nadie se le ocurrió aquel complejo inconveniente: el chico castaño jamás se enteró de la mudanza. A pesar de los anuncios que pusieron al rededor del antiguo lugar del local anterior, a pesar de decir cada día a los clientes frecuentes que se mudarían y a pesar de que JungKook pasó tres días por el mismo lugar, en el mismo intervalo de tiempo... El castaño no había podido hallar el café.
— Bueno... No sé cómo no pensamos en eso antes de venir.
— De todas maneras no lo habríamos evitado —menciona JungKook resignado, dejando caer la mandíbula en su puño—. No sé su nombre, y él no llegó en toda la semana antes de la mudanza.
Jimin suspiró, dejando de lado el café con espuma que estaba preparando, para tranquilizar a JungKook. Aunque sabía que nada podría hacerlo, ya que estaba decepcionado y enojado consigo mismo por no ser lo suficientemente valiente para hablarle al chico castaño.
— JungKook... Tranquilo.
— Realmente no estoy del todo enojado, solo me siento triste. De verdad quería... Pero...
— ¡No quiero lloriqueos! Debemos dejar de lamentarnos por eso y pensar si podemos solucionarlo de alguna manera —SeokJin pretende ser positivo.
Solo logra que JungKook se sienta aún más triste porque veía aquel esfuerzo emocionante que sería completamente inútil ante una situación así. Había estado hundiéndose en una resignación profunda ante el sentimiento de volver a ver al chico castaño. Cierta parte de sí mismo, estaba convencido de que las cosas saldrían a su favor.
Esa parte comenzaba a desvanecerse, día a día.
— Bueno... JungKook tranquilíza...
La campana sonó.
Por alguna razón, todos miraron atentamente a la puerta. Pero no era quien creían. JungKook siguió recargado en su puño, mientras Jimin se detenía firme al frente de la caja registradora y SeokJin suspiraba, sacando las tazas de la caja.
El chico que había entrado tenía el cabello de color negro, al igual que el de JungKook. No lo habían visto jamás, pero daba la apariencia de estar bastante confundido y complicado. Sin mencionar que hablaba por teléfono en un tono lo suficientemente alto como para que ellos lo escucharan; nadie le tomó tanta importancia.
— ¿Huh? —escucharon preguntar al chico por el teléfono—. No... Estoy en una cafetería cerca de la facultad... ¿Dónde están ustedes?
Jimin de mantenía quiero, mirando fijamente al chico delgado que se recargaba en la columna de la pared.
— ¿En el parque? Oh, bien... Iré ahí. ¿Quieren algo? —el chico parecía bastante amable, y cambiaba constantemente de posición para no sentirse incómodo—. Entonces tú quieres un americano... Bien, ¿y TaeHyung quiere algo? ¿No? Bien, llegaré en un minuto HoSeok.
Hasta ese punto, Jimin ya tenía bastante previsto lo que el chico pediría, así que lo tecleó rápidamente en la caja hasta que él se acercó con una sonrisa cálida, sin mostrar sus dientes.
— Hola, quisiera dos americanos para llevar.
— Seguro —respondió Jimin, y sacó de inmediato la nota—. En un segundo.
— Eso fue rápido.
— Ah... Sí —dijo de nuevo Jimin—. Bastante rápido, ¿huh?
JungKook se acercó a Jimin mientras estaba haciendo los cafés y le dio una palmada amistosa en el hombro. El rubio lo miró confundido, y el menor recargó la cabeza en el hombro de su amigo.
— Oye~ ¿por qué estás coqueteando con ese chico? —preguntó en bajito un JungKook muy desanimado—. ¿No ves que yo estoy sufriendo?
— Nadie está coqueteando, JungKook.
— Ajá... Bistinti rípidi, ¿hih?
JungKook se sentía constantemente decepcionado de su poca valentía. En su vida, tal complicación se le había topado, y en ese momento que probaba vilmente el sbbor del desencanto, la desilusión de un profundo deseo que llevaba cargando. Por no intentarlo, siquiera una vez, las cosas resultaron de esa manera.
Perdió su oportunidad.
[...]
— Nada, absolutamente nada. No hay página de Facebook, ni twitter, ni siquiera aparece en Google Maps.
NamJoon alzó las dejas, viendo a TaeHyung tirarse en la cama de su habitación. Finalmente estaba entrando en su estado de decepción pura, así que era entendible ese río de actitudes pesimistas. Prácticamente, llevaba un mes entero buscando aquella cafetería vieja a la que iba cada día, y ya había preguntado por todos lados, pero nadie respondió absolutamente nada. Quizá ni siquiera era tan famosa, pero para TaeHyung, era el mejor lugar del mundo.
Además de albergar a la única alma por la que TaeHyung ha sentido ese tipo de interés amoroso creciendo desde el borde de su estómago.
— Debe estar en algún lado.
— Claro que debe estar en algún lado, el problema es... ¿En dónde? He buscado, literalmente, en todos lados y no la encuentro... No lo encuentro
NamJoon suspiró también con la misma resignación. En cuanto pudo, ayudó con la búsqueda del chico que a su primo le gustaba, pero no pudo hacer mucho debido a que tan solo conocían el nombre del café (y ni siquiera estaba seguro de ese específico nombre). Toda aquel esfuerzo se veía reflejado en el rostro de TaeHyung: jamás estuvo tan triste como en ese momento.
— Entonces, básicamente no encuentras ese chico. ¿Pero es tan importante?
TaeHyung se puso de pie, mirando fijamente a NamJoon, quien lo recriminaba firmemente.
— Claro que lo es —respondió finalmente TaeHyung—. La primera vez que vi a ese chico me sentí...
— ¿Enamorado? ¿A primera vista?
NamJoon temía que fuese una historia propensa a ser repetitiva. Sus ojos se toparon con aquella expresión confusa en TaeHyung, pero ésta se tornó rápidamente en otra cara.
— No. Más bien, sentí que veía nuevas tonalidades de colores, podía sentir todo eso en mi pecho. Como cuando sabes que algo es para ti, incluso si no va en tu dirección.
— Y ahora...
Decepción. Solo esa palabra tan sencilla reflejaba el sentir del castaño. Tae estaba tan cohibido ante la idea de no volver a ver a ese chico, que su corazón comenzaba a sentirse poco ansioso. Ya no le gustaba del todo caminar de regreso a casa, cada día le perdía el sabor a cosas como su café instantáneo, y sobretodo, el estudiar las plantas y sus colores comenzaba a simplemente a hartarlo. No en un mal sentido.
Entendía que era producto de errar ante un estado como ese, tan fácil de solucionar con el simple hecho de haber entablado una conversación normal con el pelinegro del café.
— Y ahora jamás volveré a verlo. Porque no fui valiente para hablarle.
Existen cosas irremediables, probablemente esa era una de ellas. La falta de valentía, y la poca seguridad cuando alguien te gusta. NamJoon sentía pena por él, pero de alguna manera, tendría que olvidar aquel error.
— Tae, son las 2:00 p.m, ¿no tienes que prepararte para tu excursión del curso?
— Sí... Eso inicia a las 3:00... Debería irme ya.
TaeHyung recogió sus cosas, pues pasó por simple casualidad por la casa de NamJoon. Caminó hasta despedirse de su tía, y salió con simplicidad a pie. Pensaba en distintas cosas, tal vez el porqué de su actual ambiente romántico. ¿Por qué siempre tenía que fracasar de aquella manera tan limpia y sublime? Era complicado que te gustara alguien. A su delantera, miraba el gran edificio azul y blanco de la facultad completamente desconocida.
Reconoció a HoSeok en la entrada, que lo esperaba con una sombrilla entre las la manos, y se acercó hasta él. YoonGi llegaba rápidamente corriendo, también con una sombrilla porque parecía que lloverá.
— Hola chicos, ¿por qué traen sombrilla?
— Va a llover.
TaeHyung miró el cielo, pero de inmediato negó con la cabeza y se cruzó de hombros.
— Claro que no.
Lamentablemente, en ese momento empezaron a caer muchas gotitas pequeñas de agua, que paulatinamente se transformaban en medianas, y después en grandes. Aunque no era muy densa y les permitiría ir con los demás grupos a la excursión. Todos comenzaban a caminar por la facultad de Economía, siendo conducidos por el profesor de Botánica.
TaeHyung se encontraba maravillado por la calidad de las plantas del lugar, por lo coloridas que eran las flores y lo grande que eran los árboles. Parecían mejor cuidados que los de su propia facultad. Aparentemente, la facultad de economía tenía el segundo puesto en áreas verdes de la ciudad y lo era de sorprenderse que todo fuera tan hermoso.
— TaeHyung, toma este paraguas para ir con tu equipo —menciona HoSeok dándole el objeto en las manos—. YoonGi y yo estamos en el mismo, así que usaremos éste juntos.
— Bien, gracias.
Los pasos ligeros de TaeHyung acompañaban a su equipo, quienes se dedicaban a observar y preguntar algunas cosas, mientras que TaeHyung tomaba fotos con su celular. No era tan cercano a ellos, pero todos eran buenas personas y estaba cómodo trabajando con ellos. La llovizna caía fugazmente por la facultad y se veían distintas sombrillas vagar por lo alto.
— Tae, ¿Puedes tomar una foto de esa flor?
— Sí, enseguida.
TaeHyung sostuvo el celular firmemente ante la flor, y la tomó esperando que no se viera borroso el fondo, por donde pasaban los distintos estudiantes de la facultad de Economía. Cuando creyó tenerla exactamente como deseaba, alzó el teléfono y la examinó.
Perfecto enfoque, buen color y la luz fue buena también, sería útil.
— Buena foto... ¿Uhm?
En el fondo se veía perfectamente todo, las personas que pasaban. Entonces, lo vio.
— ¿Qué? —exclamó TaeHyung mirando al frente.
Movía los ojos de lado a lado, mientras veía repentinamente al celular para mirar de nuevo el rostro que había capturado. ¡Era él, debía ser él! Cabello perfectamente peinado, piel clara, labios rojos, nariz sobresaliente, y altura suficiente.
Buscó con la mirada aquel cabello, y cuando dio con él, su cuerpo se echó a correr sin importarle las palabras de sus amigos o que salpicada el agua de la sombrilla.
Sus piernas se movían rápidamente, sentía aquella brisa que imitaba al sereno dar con su rostro, mojando de manera superficial su piel tersa. Pero se sentía extasiado, un sentimiento conforme al latido de su corazón ansioso por encontrarlo. Lo veía, veía cómo aquel chico que tantas veces vio en el café corría a causa de la lluvia ligera que caía sobre su cabello; distinguía su rostro, y el movimiento de sus mechones negros que estaban peinados hacia atrás. No lo alcanzaba. Lucía tan lejano, intocable, insuperable. Comenzaba a cansarse, TaeHyung estaba a punto de perderlo de nuevo.
Pero vino este rayo de luz: ¡recuerda su nombre! ¡Grita su nombre! ¡Acuérdate de su nombre! Repasó un sinfín de veces el día en el que aquel chico rubio le comentó sobre él... ¿Cómo pudo olvidarlo? ¡Era tan fácil como eso! TaeHyung seguía trotando con el agua, y no entendía cómo es que no lo alcanzaba aún. El pelinegro también caminaba con rapidez a causa de la lluvia. Y de repente, un golpe de suerte.
— ¡JungKook! —gritó TaeHyung sin detener sus pasos. El chico que iba por delante suyo se detuvo, un segundo, pero siguió caminando—. ¡JungKook, detente, JungKook!
Entonces, JungKook se detuvo. TaeHyung suspiró, llegando a él. Ligeramente, a pasos tranquilos y coloridos. Jeon JungKook mantenía la mirada fija en el pequeño castaño que tanto había buscado, al que tanto había esperado, y le sonrió, a la vez que lo escuchaba decir:
— Te encontré.
Fin.
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