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XXXVIII

—Wou, entonces Harold fue todo un salvaje, ¿he? A la niña inocente que yo conocía en ese entonces le quedo gustando desde ese momento —suelta una pequeña risita Lupe mientras le quedaba mirándole.

—Se le activaron las hormonas en ese momento cuando supo lo que era sentir esos calores alocadores y tener un hombre dentro, ¿no es así muñequita? —ríe a la par de Lupe Jennie y más por el sonrojo de Keyla que se delataba por sí sola.

—¿Por qué tienen que ser así chicas? —escondí mi rostro entre mis manos riendo levemente — ya ven porque no me gusta contarle cosas así, no es que me arrepienta, pero sí me da un toque de vergüenza.

—Sabes que te queremos y nosotras de igual manera dijimos nuestras experiencias, además que no saldrá de aquí, no es nada del otro mundo —suelta una risita — saben, yo creo que ya han descansado demasiado los chicos y los niños, podemos ir al centro de Roma, en estos momentos al ser Navidad está un alumbrado hermoso —sonríe.

—Vamos a arreglarnos y a despertar a los bellos durmientes, entonces —dice con una sonrisa Lupe más animada.

—¡Vamos! —sonreí poniéndome de pies con ellas para subir a las respectivas habitaciones.

Con tantos recuerdos se me había olvidado de que ya habíamos venido a donde nuestra hermosa Lupe aquí a Roma – Italia. Estábamos en época decembrina para tomarnos unos días de vacaciones que nos hacía ya falta, principalmente a mí, que me costaba un poco más tenerlas porque tenía obligaciones con la clínica, en cambio, de parte de Jennie, Kevin y mi esposo, ellos si podían tener vacaciones sin pedir permiso tras ser su propio jefe.

En cambio, yo, no es que alguien me mandara porque era socia del hospital, pero siempre las responsabilidades llaman porque todos los días alguien en la ciudad o fuera puede sufrir de problemas cardiacos. Pero, en fin, aquí estábamos todos disfrutando de estas merecidas vacaciones de fin de año y lo más importante en una gran familia que se formó hace tiempo atrás.

—Amor, arriba, arriba, bello durmiente —reí levemente mientras movía de un lado al otro a mi esposo, quien se veía muy cómodamente en aquella cama— Harold es hora de despertar o no vas a querer dormir de noche.

—Ah, cinco minutos más, ven duérmete conmigo —le jala del brazo derecho tirándola a la cama para poder abrazarla.

—Ouchi Harold, eso dolió —solté una risita abrazándolo mientras notaba como este se iba acomodando en mi pecho a lo que simplemente le levanté levemente aquel rostro adormilado depositando un tierno beso— mi amor hermoso, es hora de despertar porque saldremos y si no te quieres quedar solo entonces arriba esas pompas.

—suelta una risita sentándose ligeramente en la cama mientras frotaba sus ojos para mirar con algo de burla a su esposa— ¿y a poco yo camino con las pompas?

—No, pero si se te mueven bien al caminar, al tener demasiadas —solté una risita sintiendo un almohadazo de su parte en la zona de mi brazo a lo que se la devolví a la altura de su espalda— eso no se vale.

—Eres una cochina —suelta una risita para dirigirse al baño y poder tomar una ducha.

—Lo aprendí del mejor —reí al verlo ingresar; empecé a sacar la ropa necesaria para ir a la habitación donde se encontraban todos los niños y tomar a los dos míos para conducirlos al baño que tenían para ellos para poder asearlos.

Cloe tenía un hermoso vestido floreado que daba juego con el overol que le había colocado a Arthur; a mi esposo le había sacado una camisa lisa de color rojo con negro, junto a un pantalón clásico, y por mi parte tenía un vestido de color rojo con broches negros para hacer que el juego de las piezas fuese en pareja. Además de todo, portábamos unos abrigos iguales y unos gorros navideños como la familia que éramos.

Al estar todos listos salimos rumbo al centro de Roma, todo el alumbrado dejaba reflejar lo bonito que era la Navidad, muchas fotos nos sacamos y nuestros pequeños estaban maravillados, aunque había un tumulto de personas tenaz, eso no impedía que nos divirtiéramos durante la velada. Cenamos, comimos helado, paseamos, conocimos, en fin, una muy divertida noche en familia.

—Ya algunas personitas quedaron dormidas, por tanto, caminar.

—Es que, duelen los pies, y eso que ellos mayormente también fueron cargados —ríe acurrucando a sus hijos, quienes estaban igual de dormidos que los de sus amigas.

—Ellos fueron los que más gozaron esta salida —confiesa Lupe al reír.

—Y nosotros, que éramos los que estábamos detrás en los juegos, me sorprende que dejaran subir adultos —suelta una risita.

—Para mí que no, pero como esas chicas les tiraban ojitos, por eso les dejaron entrar a ustedes y como había más padres les toco permitirles el ingreso para que no se notara la preferencia; no vieron que después pusieron cara —los mire acariciando el cabello de mis pequeños, todos íbamos en el auto ya de regreso al apartamento donde nos dejarían Rich y Lupe.

—Eso mismo iba a decir yo —niega riendo Lupe— las ilusas no saben disimular.

—En eso te apoyo —suelta una pequeña risita Jen.

—Yo no me di cuenta de eso —las mira para pasar su brazo por encima de los hombros de Jennie — aunque igual ni es que me importara, tengo a la mejor esposa del mundo a mi lado que me ha dado hijos maravillosos.

—Lo mismo pienso hermano —dicen al tiempo para hacer la misma acción recibiendo como respuesta una sonrisa de las chicas, al igual que sintiendo como se acurrucaban al igual que sus hijos.

—Nosotras los amamos demasiado —sonreí hasta que llegamos y todos descendimos del auto para a entrar y dividirnos a nuestras respectivas habitaciones, porque era hora de dormir, mientras que Rich y Lupe junto a su pequeña tomaban rumbo a su casa que quedaba solo a una cuadra de diferencia. 

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