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XXXV

—no me había dado cuenta de que habíamos durado hasta las once de la noche despiertos, rodeados e inundados en nuestros recuerdos del ayer, algunos buenos y otros no tanto, pero las risas y emociones nunca se quedaban atrás. La luna que estaba en su máximo brillo nos envió a dormir en la serena y callada noche, solo el sonido de una melodía cantada por nosotros hizo que nuestros cuerpos danzantes se encaminaran en dirección a la cama hasta caer en las finas sabanas donde simplemente nos pudimos ver a los ojos con una gran sonrisa en nuestros labios.

—¿Cuándo fue la última vez que bailamos así? Con esa sensualidad y cariño señorita Keyla Jones —suelta una risita coqueta.

—Cuando quede embarazada de Arthur, esa fue la última vez que danzamos bajo la luna de esta manera en la playa, ¿lo recuerdas? —le sonreí con ternura mientras nos acomodábamos bien bajo las sábanas.

—Claro que lo recuerdo, fue un momento bastante romántico, nuestra segunda luna de miel y aunque estábamos algo tomados no parecía —suelta una pequeña risita mientras miraba ligeramente al techo para suspirar al recordar y negar en su defecto.

—Es que no nos terminamos de pasarnos de copas —sonreí para acariciar su mejilla dejando un corto beso en sus labios.

—el beso fue correspondido con un par de caricias dejadas por este en la mejilla de aquella mujer que tenía como esposa hasta que se acomodaron en aquella cama para poder descansar del pesado día que habían tenido, mañana habría mucho que trajinar.

La mañana siguiente se hizo presente, despertaron faltando un cuarto para las seis gracias a la alarma que tenían; se alistaron y dejaron listos a sus pequeños, su vida monótona empezaba desde muy temprano, pero esa vez con algo inusual y era que la música los seguía en todo momento, desde el auto, hasta en sus empleos.

—Amor, he pensado en ir a bailar hoy —le mira al recogerle de la clínica a las 5:30 p.m. hora en la que acaba el turno de Keyla.

—Eso también lo estaba pensando, tengo como unas ganas de bailar —reí un poco para mirarle y posar mi mano en su pierna.

—Entonces vamos a por ello —sonríe para empezar a conducir a una discoteca, este con una camisa y una bermuda puesta, mientras que de Keyla se encontraba con una falda de jean y una blusa pegada al cuerpo; totalmente informales.

—al llegar entramos de inmediato tras Harold tener de amigo el dueño del lugar, puesto que este lugar estaba con tremenda fila larguísima; al llegar a la barra nos acomodamos para pedir un par de tragos y disfrutar de la fiesta, le había avisado a mi madre de la novedad previamente para que no se preocupe con los niños y no nos estuviera llamando, queríamos estar este momento solos con nuestros deseos.

—En serio extrañaba tener estas escapaditas después del trabajo o de algo en concreto, venir por unos tragos y bailar hasta que cuerpo aguante —sonríe para tomarle de la cintura y poder moverse al ritmo de la música que sonaba en aquel sitio.

—Lo mismo puedo decir mi amor —sonreí para juntar mi frente con la suya, dejándome llevar por este y la música.

11 meses antes.

—Gustas bailar, esposita mía —le extiende la mano con una sonrisa coqueta para al ver que esta la recibe la apega a ella para poder moverse al ritmo de la canción que brotaba de aquel mini parlante que estaba sobre una piedra.

—En serio eres el mejor, primero la cena y ahora esto mi amor —sonreí para dejarme llevar de este posando mis brazos por encima de sus hombros en un abrazo a su cuello.

—Estamos en nuestra luna de miel, claramente debemos disfrutar, además de que, si pasa algo aquí, que solo sea la luna, el mar y la arena la que sepan de nuestro secreto —le susurra al oído para sentir como el cuerpo de su contraria se tensaba dejando ambos escapar una risilla.

—Eso mi cielo, me encantaría que pasara —sonrió mientras uno mis labios con los suyos mientras me muevo de un lado a otro junto a su cuerpo que nos volvía uno solo en ese preciso momento, era tan cómodo bailar así con el hombre que más amo en esta vida.

Estar solos en una playa únicamente con la luz de algunos velones que le hacían compañía a la luna dejaban reflejar un acto bastante romántico, un momento inolvidable, podría decirlo por qué de ser dos danzantes llegaba el momento en el que nuestros cuerpos encajaban con tal perfección que como decía, nos volvíamos uno solo.

La luna de miel se hizo para disfrutar, pero se retomaba el romanticismo de Harold, como se ve reflejado en esta manera en la que me sorprendió, realmente amo a mi esposo y eso que en ese entonces no sabíamos que aquel descanso nos ayudaría para tener a nuestro pequeño Arthur; a fin de cuentas, todo está perfectamente calculado por el destino para darnos felicidad.

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