XXXIV
—Desde ese momento en verdad fuiste mía, ya llevamos doce años en una hermosa relación, a pesar de todo, mi amor.
—Frente a ello no tengo quejas, puedo decir que el amor de mi vida sería inalcanzable, pero cuando lo conocí supe que era el destino que nos quería juntos y ahora tenemos una gran piedra en nuestros dedos —reí para entrelazar sus dedos con los míos dejando que ambos anillos resaltaran en la breve oscuridad.
—Al principio si te note como un fastidio Keyla, pero después me enamoraste, y bueno, mi plan era jugar hasta conseguir la herencia, pero esa boca tuya me tiene engatusado —suelta una risita para dejarle pequeños besos en los labios mientras se recostaban bien en el puf en donde estaban abrazados mirando el umbral nocturno a través de la ventana.
—Pues tu jueguito te salió por la culata y caíste ante mí —reí un poco para llevar mi mano a su mentón y acariciarlo ligeramente al igual que su mejilla— aún recuerdo nuestra primera cita oficial, esa caminata por el parque y cuando el pájaro te hizo caca en tu cabeza fue muy chistoso el momento, aunque también asqueroso—solté una pequeña carcajada sintiendo un ligero empujón que casi me hace salir de los brazos de mi amado.
—No me recuerdes, eso fue un día bastante vergonzoso en parte.
—A mí me encanto ese día —sonreí para dejarle un pequeño beso y recordar mutuamente esa tarde soleada que no presentaba mucho que digamos rasgos de lluvia como en los días anteriores, que parecía como si la primavera se fuese juntando con el invierno.
Esa tarde en el parque en New Jersey.
—el chico entrelazaba sus dedos con los de la joven mientras caminaban por el sendero de uno de los parques más hermosos de la región, en el cual tenía la dicha de tener cerezos florecidos que en aquella primavera se veían hermoso.
—Me encanta el lugar que has escogido, esto es realmente muy hermoso, no sabía que Harold Contreras tendría buenos gustos para citas —sonreí mirándolo con cierta ternura.
—Claro que tengo buenos gustos, mira que te he escogido a ti como novia —le plasmaba un casto beso mientras seguían caminando como un par de tortolos enamorados cuando chas... Un pájaro se posó sobre la cabeza de Harold, quien al quitarse el gorro que llevaba recibió como recuerdo en su cabello, un oloroso excremento dándole asqueamiento al chico.
—lo miré alejándome ligeramente— mírale el lado bueno según de donde viene mi madre, eso es fortuna y dinero próspero —apretaba mis labios con la intención de no reír, pero en verdad era algo imposible, no quería hacerlo enojar, pero su rostro no es que me colaborara.
—Esto no es gracioso, Keyla, no es para nada gracioso —trataba de quitarse tal asquerosidad de su cabello, pero no sabía cómo no quería tocar la zona porque sería peor.
—No te amargues mi amor, más bien vamos a casa para lavarte el cabello... —sonreí tomándole de la mano mientras le miraba, sus burlitas y chistes le costaron en ese momento.
—No, vamos a la laguna, compremos un champú y me ayudas a lavarlo, no deseo arruinar nuestra salida...
—Cariño, podemos ir a casa y así te cambias y podemos volver a salir —ladeo mi cabeza para ver como este se negaba.
—Hazme caso amor, con el tiempo esto podría ser una anécdota divertida. Mira allí hay una miscelánea, compramos el champú y vamos a la laguna, ¿trato hecho? —dice con un puchero insistiendo; no quería que este percance arruinara su cita.
—solté una risita para asentir y dirigirnos a dicho lugar, tal como él lo había dicho, compramos el champú y fuimos a la laguna, a un lugar algo solitario— eres un loquillo, capaz y nos mojemos todo.
—A mí me encantaría verte mojada, no de esta forma, sino de la otra —suelta una risita para mirarle de una forma picará, a lo que la sonrojada chica termino por hundirle la cabeza en la laguna.
—Eres un tonto —lo solté para ver como este se alzaba riendo con su cabello todo mojado a lo que me cruce de brazos estando como un tomate.
—Lo dije jugando, no te me deliques amor, sabes que yo te amo y te respeto, además te dije que te esperaría —sus manos se posaron en las mejillas de la contraria para poder depositar un tierno beso, el cual fue inmediatamente correspondido.
—Eres un tonto que huele a caca de pájaro —comente al separarme de los labios de mi amado a lo que este frunció el ceño— pero igual eres el tonto que más amo y he podido amar en mi vida; te amo Harold —sonreí volviendo a unir sus labios contra los míos, para después al separarnos y ayudar a mi novio a lavar su cabeza terminando por seguir la caminata con algo de comida el resto de tarde al estar olorosamente limpio.
—Es que si te das cuenta la mayoría de las cosas malas te han pasado a ti amor, recuerdas cuando íbamos al parque de diversiones que vomitaste por el olor a gasolina —le mire para reír levemente— tu madre se asustó demasiado ese día.
—Eso ocurrió por no haber comido bien el almuerzo, por eso fue que estaba débil, pero después de aquel jugo, que aún no sé cómo una bebida de mora me pudo revivir, me salvo la vida.
—Una bebida salvadora y menos mal, yo ya me estaba preocupado porque pensaba que te había pasado algo peor cuando saliste del auto como alma que llevaba el diablo —le mire para tomarle la cabeza y colocarla a la altura de mi pecho mientras le proporcionaba pequeñas caricias en su cabello.
—Lo bueno de tener una doctora de esposa es que siempre me va a cuidar a mí y a mis hijos, porque tú no dejas de trabajar cuando alguno de nosotros se enferma en casa, eres nuestra salvación —sonríe mirándola.
—Debo cuidar de mi familia, porque si no lo hago yo nadie lo hará igual —le sonreí para acariciar su cabello con una pequeña sonrisa de punta a punta— y más porque los amo.
—Y nosotros te amamos cada día más a ti amor... —sonríe cerrando levemente sus ojos por aquellas caricias.
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