XXVII
Los días pasaron volviendo a la normalidad. Después de los cuarenta días que dan de maternidad tuve que volver al hospital a trabajar, mis hijos ahora eran cuidados por sus abuelos, ya que Harold y yo trabajamos de lunes a sábado todo el día; así que en vez de dejar a Arthur en manos de desconocidos y a Cloe cuando viniera de la escuela, le dábamos una mensualidad a mi madre quien se encargaba de la casa hasta que ella misma nos dijera que no, aunque se negaba de tomar el dinero porque eran sus nietos la logramos convencer para que aceptara, su trabajo valía de todas formas.
Esa mañana me encontraba en cirugía cuando un grupo de estudiantes llegaron, al cabo de una hora fue que los pude recibir mientras me cambiaba de implementos para entrar dentro de unos quince minutos a otra operación que venía de urgencia.
El señor William Robles, era el encargado médico de custodiar a los estudiantes en esos días de práctica, por lo que el hombre los presento ante mí, sorprendiéndome que ya todos me conocían y estaban gustosos de trabajar conmigo durante el semestre de internado; era un grupo de cinco jóvenes, tres chicas y dos varones.
—Que placer y qué afortunada me siento de poder trabajar con usted y su grupo de trabajo señorita Jones, hemos escuchado mucho de usted sobre que es la mejor cardióloga del momento.
—¿Es cierto que ha llegado a operar al presidente de la república de París? O fue su clínica la que hizo tal acto de importancia.
—solté una pequeña risita mientras acomodaba mis guantes para asentir— si fui yo, estábamos tranquilamente cuando llego de emergencia, y bueno, nunca nos hemos negado a nadie porque son vidas, a fin de cuentas.
—¿Y el presidente pago? —pregunta Grey, la peli risada del grupo.
—Claro que si chicos, él debe pagar el servicio médico, puesto que los únicos que no pagan son aquellas personas de escasos recursos que tenga un donante que pague los gastos, ejemplo, como las empresas Contreras, los García, Los M&P o el mismo bienestar, ¿no es así señorita Jones?
—Así como usted dice señor Robles, aquí en esta clínica tenemos convenios con múltiples fundaciones y sus padrinos, entre esos está la empresa de mi esposo, que a propósito la urgencia que vamos a tratar es una jovencita que fue beneficiaria de este servicio; espero sean buenos tanto como lo dicen sus notas —sonreí para ver como la puerta se abrió de extremo a extremo dejando ver a los enfermeros con la pequeña que de unos once años no pasaba, por lo que mientras sujetaba la historia clínica ellos se la llevaron al quirófano para anestesiarla.
—¿De qué puede sufrir esa pequeña? ¿Es muy grave doctora? —pregunta el chico de ojos color miel llamado Jacobo.
—Siempre ya que tiene válvulas cerradas, tenemos que destaparlas para evitar algún paro cardiaco; andando jovencitos hora de ver su primera operación, no es tan complicada, pero los riesgos existen —me encamine al quirófano mientras sentía los pasos y pequeños susurros de los cinco de atrás mientras se cambiaban con rapidez.
—Ya está siendo sedada y en unos minutos estaremos listos para operar —informa Sora, la enfermera jefe que acompaña a Keyla desde que llego.
—Bien, hoy tenemos compañía, ya saben qué hacer —me termine de preparar para contar los últimos segundos en mi reloj cuando empezó el proceso que duró dos horas, por lo que al salir todos llevaron a la menor a la sala de recuperación.
—En verdad usted es bastante ágil señorita —confiesa Monse, más conocida como la pecosa entre sus amigos.
—Ustedes tampoco lo hicieron tan mal, solo deben tener más chispa, recuerden que son vidas las que están en sus manos —sonrió mientras seguía el camino hacia los padres de la menor que estaban desesperados.
—Supongo que fueron los nervios, era la primera vez que atendíamos en un quirófano —comenta Lizbeth siendo mirada por todos, esta chica no solía hablar mucho de que digamos.
—Así es, ya pronto considero que con la práctica concretamos como realizar los procesos de manera rápida y certera.
—Una duda, señorita Jones, ahora con lo que informa mi compañero sobre los procesos, ¿es verdad que cada cirujano tiene su manera de operar? O todos en verdad usan el mismo proceso.
—Excelente pregunta y bueno, la respuesta es muy sencilla, todos utilizamos el mismo proceso, pero de diferente forma, a lo mejor cada uno cambia el método tradicional por uno más recursivo, pero si depende el cirujano y como se facultó para ejecutar dicha operación; todos si bien aprendemos de todo, pero al especializarnos los métodos aprendidos varían.
—Por eso con cada cirujano se aprende algo nuevo, lo importante es que la operación salga lo mejor posible.
—Realmente ansiaba estos internados, siempre se aprende algo nuevo en cualquier ámbito.
—De eso tienes mucha razón Grey, en los internados aprendemos mucho más que en la propia universidad, puesto es aquí donde realmente vemos si aprendimos o no —sonrió hasta llegar donde los nerviosos padres para tranquilizarlos con la noticia y terminar por despedirme para poderme cambiar; ya era hora de ir a almorzar por lo que entre al mismo tiempo que Sora la cual empezó con sus preguntas tontas, como le decía yo.
—Están como guapos los practicantes, los dos chicos, claro, y como no te dejaban de mirar Key.
—No empieces Sora, sabes bien que me altero cuando me dicen así después de lo que paso con ya sabemos quiénes.
—Lo siento, solo te prevengo, esas caritas de ángel, son cosa seria.
—Lo sé, pero igual saben que tengo esposo y dos hijos hermosos, así que ni se debieran encantar, creo que exageras —reí acomodando mi pantalón de jean roto para ponerme la blusa.
—No exagero Key —hace un puchero mientras se cambiaba— no ves que una de las chicas regaño al de ojitos color miel.
—Por Dios eres muy chismosa Sora —reí mientras caminaba con ella a la salida, siendo seguidas por William y los auxiliares cuando sentí que tomaron mi brazo antes de subir al ascensor que gire observando a mi colega.
—Key, ¿tenemos que volver en la tarde? Porque escuche que algunos tendrían permiso y no tienen que volver, así que me quiero asegurar.
—Si en la tarde tenemos que, ¿tres cirugías Sora?
—Si doc, dos de corazón abierto y otra de válvulas, las tres vienen de traslado.
—Realmente me sorprende su capacidad, señorita Jones, yo que la vi cuando estaba en los Estados Unidos y se veía como toda una niña.
—Ya tengo veintisiete años, no soy tan niña y aguanto bastante este tipo de presiones —solté una pequeña risita con Sora— nos vemos después del almuerzo entonces.
—Claro que sí, provecho señoritas.
—Lo mismo digo —sonreí al ver que se abrió el ascensor para subir con Sora mientras sacaba de mi bolsa el celular al recibir una llamada de Harold que cuando el ascensor iba a cerrar sus puertas la imprudente de mi amiga grito que estaba llamando para un polvo mientras reía; Dios esta chica estaba loca.
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