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XXIV

A la mañana siguiente

—eran las cinco de la mañana cuando escuche que Jeremy caminaba de un lado a otro, me levante de la cama para ingresar al baño ubicado en la habitación lavando mi rostro y mirarme por última vez en el espejo suspirando levemente.

—su amigo toca la puerta de la habitación— Harold, ¿estás despierto?

—Si ya desperté —respondí sin ánimo alguno cuando salía del baño para poder abrir la puerta viendo que me extendía una toalla con algo de ropa; un pantalón al igual que una camiseta y el interior, lo cual lo tomé— gracias, Jeremy.

—No te preocupes, anda arréglate, nos vamos en media hora —sonríe levemente mientras le miraba.

—Está bien hermano, nos vemos al rato —al ver que se retiró de la puerta, la cerré para mirar la ropa y suspirar, adentrándome al baño para tomar la ducha, arreglarme y por último bajar donde se encontraba Jeremy— siéndote sincero este es el primer juzgado que veo que es tan temprano.

—A mí también me sorprendió, aunque después pensando un poco se ve que te quieren meter rápido al bote —le mira para ambos subir al auto e ir a la comisaria donde sería el juicio final, tras haber pasado medio medía hora un policía los recibe para esposar a Harold y adentrarlo al sitio.

—mire atrás notando que entro Keyla con Kevin cuando estábamos a punto de comenzar a lo que suspire levemente para mirar al frente estando sentado en el lugar de los acusados.

—El día de hoy estamos aquí para escuchar las declaraciones y tomar una decisión precisa frente al señor Harold Contreras, quien está aquí por condiciones de homicidio agravado al difunto Jeison Andrade. Señor Contreras, que tiene para decir, ¿usted mató o no al señor Andrade? Si bien se puede justificar con que este hombre le hizo la vida imposible a usted y a su familia, principalmente a su esposa, ¿vedad o falsedad?

—mire a Keyla de reojo para asentir— si lo hice señor, yo mate a Jeison por querer propasarse con mi esposa, me salí de mis casillas.

—¿Entonces cometió un crimen pasional? —recalca este aún no muy seguro de su respuesta.

—Sí, señor —le miré detenidamente para ver como entre ellos empezaron a hablar, creo que mi seriedad no la tomaban tan en serio.

—Esto está más claro que el agua, entonces, señor Contreras, decidimos darle quince años de prisión por aceptar los cargos y ser consciente de lo que hizo —golpea con el mazo sintiendo la mirada de todos sobre sí.

—Sí, claro, señor juez —suspire pesado ahora con aquella respuesta irónica para ver como levantaban la sesión y pase con el guardia junto a Keyla mirándole algo triste para hacer todo el proceso. Me llevaron a la prisión La Santé, al llegar me quitaron por fin las esposas y tomé la ropa para cambiarme, debía dejar mis pertenencias en una bandeja, inclusive el anillo de matrimonio, el cual nunca me había quitado.

Al entrar en ese lugar todos me quedaban mirando extraños o con burlas, era una celda donde había diez hombres, todos con sus camas, una mesita para tomar café o té, o para jugar; de la cama que me toco no me movía, aunque no era el único, puesto que en la cama de mi lado derecho se encontraba el único chico con el que hablaba, él entró por robo hace una semana y lo condenaron por 5 años, fue con el único que pude "entablar una amistad" y eso porque él me habló.

Los días pasaban y se sentían eternos, Keyla no vino en el transcurso del tiempo que estuve en ese hueco, pero con Jeremy o Kevin enviaba cartas comentando la situación dándome a entender que George era pesado en verdad, a veces pensaba que mi esposa al estar muy cerca de él, ese hombre la pudiera besar o tocar... Aunque sé que Keyla no se dejaría, pero a veces de solo pensarlo me daban celos, que Arturo, mi amigo de prisión, se daba cuenta y solo me molestaba para verme así de inestable.

—Tranquilo hermano, ese idiota no creo que se atreva a tocarle su mujer —suelta un par de risas mientras lo miraba.

—Es que para qué me haces pensar eso —bufe levemente tirándole la almohada— mi esposa no se dejaría tocar y menos por ese bastardo como lo dices.

—Con el carácter que le señalas ni yo me atrevería a tocarla, así que tranquilo, es una chica tesa.

—Juro que ya quiero salir de aquí, no aguanto más —suspire antes de ponernos en pie y dirigirnos caminando al baño en compañía del guardia de siempre, puesto que este era pagado por Kevin.

—Solo van cuatro meses Contreras, verás que ella te sacara y cuando salgas me tendrás que prometer ayudar a mi hermano —lo mira mientras lo señala de forma juguetona.

—Yo cumplo mi palabra, no te preocupes —sonrió para entrar y ver a dos hombres en el baño hablando de idioteces, quisimos pasar desapercibidos, pero al momento que termine mis necesidades y me iba a lavar las manos ese idiota se metió con alguien que no debía y era mi mujer.

—La señorita Jones se ve que está buenaza, seguro nuestro patroncito debe de estar disfrutándola como nunca mientras el idiota de su esposo está aquí —ríe en burla al estar consciente de que Harold estaba allí.

—Harold no te dejes provocar —le susurra Arturo mientras lo sostenía del brazo con intención de sacarlo de allí.

—Vamos, hasta yo a esa mujer le daría, si está bien formada con esos pechos y esos glúteos para hacerle grr —suelta varías carcajadas, mirando al chico que estaba lavándose las manos.

—Vámonos Harold —lo jala del brazo dándole un tirón que es detenido por su contrario.

—Espérate —miré a ambos hombres que solo se les veía algo más de masa muscular que a mí, pero podríamos estar parejos a la hora de una pelea, por lo que deje salir una risa burlesca al observarlos— claro que Keyla es una hermosa mujer, pero es una mujer casada y el único que se come tremendo cuerpazo soy yo.

—Estás en prisión y no ha venido a verte porque ya no le interesas imbécil —ríe y le da un pequeño empujón viendo que no se mueve.

—Eso es lo que tú crees, tu patroncito se queda con las ganas, así que no deberían creerle nada de lo que les diga par de marionetas —al ver que su golpe venía lo logre esquivar, éramos dos contra dos, al final quienes terminaron más golpeados fueron esos idiotas, Arturo y yo solo teníamos el labio roto cuando Esteban nos sacó llevándonos de vuelta a la celda— peleas bien.

—Robaba para darle de comer a mi hermano y a mi madre, tenía que aprender a pelear sí o sí —ríe levemente— pero tú no te quedas atrás.

—En toda mi infancia practiqué artes marciales, y de grande en el gimnasio siempre le daba al saco de boxeo, este par fue algo fácil —reí mientras caminaba con Arturo de vuelta a la habitación, esta sería la última noche en este infierno según lo que me había escrito mi esposa en la última carta de hace una semana. Hoy 17 de septiembre sería mi última noche en esta maldita prisión.

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