XXI
7:30 a.m.
—me desperté al no sentir los brazos de mi esposo a mi lado, tome asiento en la cama cuando lo visualicé de pie apoyado en el barandal del balcón; estaba pensativo. Me acerque a su lado, porque cuando le hable no me respondió al instante, sino cuando lo abrace por la espalda, parecía que no fuese dormido nada— amor, ¿no dormiste pensando en Jeison? —comenté mientras lo miraba con una de mis cejas levantada.
—No mucho, y bueno, si fue por no dejar de pensar en ese bastardo, en verdad Keyla... ¿No puedes poner a alguien más que lo vigile? No confió en él...
—Pero confías en mí, ¿no? Tranquilo amor, en verdad te lo digo que nada me pasara, además no lo cuidaré como tal, no soy enfermera para ello, solo lo veré cada día o día de por medio para ver su estado de salud y que pueda volver pronto a esa prisión.
—Bien amor... Pero de todas maneras ten cuidado por favor.
—Te prometo por nuestro amor que tendré mucho cuidado, ahora, me iré a duchar para hacer el desayuno, Cloe tiene escuela y nosotros trabajo, te haré un café bien cargado para que te tranquilices, ¿vale? —tome sus mejillas dándole un tierno beso en sus labios tratándole de transmitir tranquilidad.
—Perfecto, amor —suspira un poco antes de corresponder a aquel beso con una sonrisa en sus labios; su esposa era la única que lo podía poner feliz con un par de besos, y bueno, tenía que sacarse esa idea de la cabeza antes de cometer estupideces.
Al salir de la habitación me quedé preocupada por mi esposo. Harold cuando está enojado no mide sus actos, eso lo supe desde el primer momento que lo conocí, ¿no sé si recuerdan los problemas que puso o como actuaba? Nunca supo controlarse y es la hora y después de varios años de casados, aunque hemos trabajado en ello, siempre le ha costado; odio tanto eso, ya que me siento incapaz de hacer algo para ayudarle, aunque claro, no todos cambian de la noche a la mañana, y otros... Otros a veces nunca.
Esa mañana prepare el desayuno con normalidad para después de arreglarme mientras mi esposo desayunaba; yo me encargue de alistar a mi pequeña para dejarla de camino al hospital en su escuela. Harold, aunque no se dio cuenta paso toda la mañana distraído, pensé que la conversación que habíamos tenido hubiese servido de algo, pero cuando a él se le mete algo en la cabeza es difícil que se lo saquen.
Me insistió acompañarme al hospital, aunque me negaba rotundamente, tuve que aceptar, lograba ver su preocupación y solo quería estar en paz. Al final nos fuimos en su auto, él dijo que me iría a recoger al salir por lo que acepte para ver si se le quitaba la dichosa idea de que algo me pasaría con Jeison; porque sí, vino fue a hablar con él.
—Hemos llegado —especula mientras estacionaba el auto para bajar del mismo vehículo que su esposa.
—No creo que sea buena idea lo que harás, allí si se puede empeorar la cosa y lo sabes bien, ¿no? —dije mientras juntos caminábamos al ascensor, no estaba para nada convencida.
—No diré nada malo, lo prometo, solo quiero hablar con él para estar tranquilo de que no te hará nada —le toma la mano acariciando de esta ahora para que ella se tranquilice.
—Está bien, tendrás diez minutos nada más porque no puede tener visitas, pero sé que en cinco no logras a hablar con él —rodeo los ojos para mirarlo antes de suspirar— ni un minuto más ni uno menos Harold.
—Tranquila, ya te dije que todo estará bien, como dices no se puede mover ni nada, todo saldrá bien.
—tras ingresar al hospital, entre con Harold a la zona de UCI, por lo que nos dirigimos a la habitación donde se encontraba Jeison, le di la orden a los oficiales que lo dejaran entrar por diez minutos porque era "un colega"; estos bajo la orden de que solo médicos podían entrar le dieron el paso dejando a solas a dos hombres que se odian hasta morir, mientras por mi lado rogaba que nada saliera mal, ya que debía revisar a una paciente mientras tanto.
En la habitación con Harold y Jeison, narra Harold.
—Me sorprende que hayas aparecido, ya te imaginaba muerto en el alcatraz queriendo escapar para tener a una mujer que no te determina —comente mientras rodaba uno de los banquillos colocándome a su costado con una distancia considerable.
—Harold Contreras, que sorpresa que estés aquí, dime, ¿vienes a amenazarme con algo o qué? Eso en primer lugar y en segundo, para nada como voy a morir, teniendo a mi futura esposa aquí afuera con un payaso.
—Mira idiota, porque no te entra en la estúpida cabeza que tienes que Keyla jamás te dará atención, ¿si captas que ella solo me ama a mí? Nunca se fijaría en un imbécil de cuarta como tú.
—Te crees mucho por tener dinero y poder, pero Keyla no te amara siempre por ello tarado —le señala, pero frunce el entrecejo al ver que su contrario se ríe.
—¿Eres imbécil por naturaleza o a veces te haces? Tú no conoces a Keyla, si lo hicieras supieras que ella no es materialista, además ella está conmigo no porque la obligue, sino porque me ama; no como tú que solo tienes una maldita obsesión con ella, que al momento que la "tuviste" la hiciste la mujer más infeliz del puto mundo, tú no sabes lo que es amar y respetar a una mujer; así que por eso y muchas más razones Keyla jamás se fijaría en un estúpido como tú —me levante del asiento para acercarme al suero que le alimentaba para estrujarlo viendo como inmediatamente se retorció por la cantidad de líquido rojo que absorbió la destroza.
—No creo que ella vaya a querer estar con un maldito asesino imbécil o es que acaso me vas a matar —se retuerce a punto de quejarse, pero su boca es tapada por la de Harold.
—No te mataré, no porque tenga miedo, sino que no me ensucio las manos con lacras como tú —lo solté para darme la vuelta y caminar a la puerta— recuerda siempre que Keyla jamás en la vida te amara imbécil —dije por último para salir de la habitación, sin saber que esa sería la última vez que vería de cerca a ese idiota.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro