XIX
Narra Harold
El cálido despertar se hizo presente cuándo los primeros rayos de sol empezaron a entrar por el ventanal de forma contundente, que desperté levemente para darme cuenta de que tenía a mi hermosa esposa acurrucada contra mi pecho. Keyla definitivamente era la mujer perfecta para mí.
Me levanté con cuidado para que no despertase y entre en el baño, me estire levemente la espalda para tomar mi ducha, sentía mi cuerpo algo pesado; debió ser por el cansancio de la noche anterior. Al salir del baño note que Keyla se movía demasiado a lo que tome una de las almohadas para que la abrazara, no quería despertarla a menos que ya la sorpresa que tenía estuviera lista. Saque mi laptop tomando asiento en uno de los pufs para ver si la reservación hecha ya estuviese lista; hasta sentir unas manos pasar por mis hombros que hizo que cerrara la pantalla de golpe.
—¿Se puede saber que estabas viendo? Que te has asustado Contreras —sonríe aquella mujer que lo abrazaba estando aún al desnudo, la cual le beso de una forma bastante tierna.
—Es una sorpresa que pronto verás, por eso mejor ducharte, ya nos iremos a desayunar —sonreí para volver a darle otro beso, pero esta vez más duradero que no deseaba separarme nunca de esos labios con sabor a miel.
—Está bien, espérame un momento —sonríe dirigiéndose al baño sintiendo la mirada penetrante de su contrario.
—al ver como cerró la puerta volví mi vista a lo que hacía en la laptop, al cabo de media hora estábamos listos a lo que nos avisaron por medio del teléfono del conjunto que un chofer nos esperaba en la recepción.
—¿Qué has planeado, mi amor? —sonríe algo curiosa.
—No seas tan preguntona, amor —hice un ligero puchero antes de sonreír— no preguntes tanto, pronto lo sabrás.
—Lo siento amor, es que me da mucha curiosidad, sabes, no entiendo por qué pediste un chofer teniendo un auto —besa su puchero y acariciando de sus mejillas mientras caminaban de la mano saliendo hacia la recepción del lugar.
—Solo sé que te vas a divertir, de eso estoy seguro —sonrió para saludar del hombre que nos llevaría a Palermo, uno de los territorios más importantes que conformaban esta región; el rostro de sorpresa de mi esposa lograba que mantuviera mi sonrisa, como no, si ella estaba feliz yo también.
—Esto es... Wou... Es hermoso mi amor —sonríe enternecida al ver el sitio donde desayunarían, una mesa bien decorada en medio de un pequeño lago dentro de un par de cabañas con flores y velas aromáticas que le daban un toque de romanticismo; además de estar acompañados por una pareja de cisnes a su alrededor los cuales conformaban corazones en distintas ocasiones.
—Y esta no es la única sorpresa —llame al mesero y pedí que trajera lo ordenado con anterioridad y así lo hizo, era el desayuno favorito de Keyla, panqueques con helado de frutas.
—Definitivamente, amor es que yo a ti te amo como nunca he amado, conoces todo de mí y no quiero a nadie más que no seas tú, ¿entendido? —se levantó con una gran sonrisa de su asiento para poder besar de aquellos deliciosos labios de su amado; era enternecido el amor que estos dos se sentían de manera mutua que empezando el desayuno hasta el final seguro sería un gran día.
Culminado el delicioso desayuno, nos dirigimos al centro de Palermo. Esta es una capital llena de cultura con sus grandes edificaciones y museos, en verdad es una ciudad hermosa.
Caminábamos por aquellas calles llenas de historia hasta llegar al famoso teatro Massimo, donde justamente estarían dando la función de Romeo y Julieta; Keyla me insistió demasiado para poder entrar, era un lugar monumental a lo que no pude negarme, compre las boletas de entrada y nos dirigimos a nuestros asientos, nos encontrábamos en el piso número cuatro donde podíamos obtener una buena vista de la función; sabía que Keyla desde niña siempre amo el teatro y era buena actuando, solo que su pánico escénico obstruyo ese sueño.
—Hace años que no había vuelto a entrar en un teatro, olvidaba lo maravilloso que es esta sensación, gracias por traerme aquí amor —sonríe mientras ubicaba su cabeza sobre el hombro contrario.
—En eso, si tienes razón bella, y prometo sacar mucho más tiempo para poder ir al de París, por cierto... ¿Cómo te ha parecido la salida? —dije con algo de duda y nervio al ser tomado por las manos de ella, necesitaba que todo fuese perfecto.
—Ha sido un día magnífico, mi amor, en serio, gracias por esto —lo mira para pasar sus brazos por los hombros del contrario y depositar un tierno beso en sus labios, que al acabar la función decidieron salir para seguir caminando por el hermoso Palermo.
La semana de luna de miel transcurrió de la mejor forma para la pareja. El día de regreso se hizo presente a lo que terminaron por llegar a las cuatro de la tarde al aeropuerto de París, en donde fueron recibidos por toda su gran familia. Ambos saludaron a todos los que le dieron la bienvenida, pero Keyla personalmente se extrañó al no ver a Lupe ni a Rich, fue allí donde le dieron la feliz noticia sobre que su amiga en estos momentos estaba dando a luz; su pequeña ya ha de nacer, por lo que todos subieron a los autos para dirigirse al hospital.
—Qué emoción, no me imagino el rostro de Rich al tener en brazos a su nueva pequeña —dice Keyla con franqueza antes de descender a los minutos del auto e ingresar al hospital.
—El pobre no quería quedarse solo, pero por ahora sabemos que está en trabajo de parto.
—O capaz, ya nació nuestra sobrina —reí un poco para al llegar al cuarto piso vimos a Rich dispuesto a irse con el médico a una habitación; su pequeña ya había acabado de nacer, por lo que felicitamos a los nuevos padres.
—Muchas gracias, esperamos que hayan tenido un muy buen viaje de regreso —sonríe el chico mientras veía como su nueva bebé se encontraba en los brazos de Keyla.
—Es tan hermosa porque se parece a Lupe —confeso mi esposa a lo que reí. En ese momento una de las enfermeras se acercó a Keyla informándole que al parecer un interno tenía dos válvulas cerradas; Verónica, la persona que estaba reemplazando a mi esposa aún era aprendiz para ver este tipo de casos tan complejos, por lo que le pidieron el favor a Keyla que se encargaran y ella no se negó—. Ve amor, nosotros te estaremos esperando —sonreí para ver cómo se iba a dónde el paciente.
Narra Keyla en el hospital.
—me coloqué una de las batas prestada, así como un uniforme de quirófano para caminar junto a las enfermeras a la habitación del afectado, la impresión era grande, ¿era Jeison en verdad? ¿Cómo desde Estados Unidos llego a París? Esto es muy raro.
—¿Esto es una broma? ¿Cómo traen un enfermo desde Estados Unidos? —los mire a todos, pero nadie me dio una respuesta certera a mi pregunta, a lo que suspire levemente poniéndome mis guantes. Nunca pensé que tendría que salvarle la vida a quien una vez me la quiso quitar; por poco y este idiota se iba a su mismo infierno.
—El quirófano está listo doctora, procedemos a ingresar.
—Sí, no tenemos tiempo que perder —suspire para ingresar todo y realizar el proceso adecuado, que al culminar lo envíe a una habitación de recuperación, siendo esta custodiada por dos guardias al ser un criminal; no quería verlo, pero tenía.
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