II
48 horas antes de la reunión, narra Harold.
Me encontraba en mi oficina revisando un par de cuentas como de costumbre mientras disfrutaba de mi café de todas las mañanas, cuando mi secretaria Isabel llamó a mi puerta anunciándome la visita de un hombre que quería hablar con urgencia conmigo. Tras aquella sorpresa que me di al ver quién entraba me levanté para detenerlo en plena oficina, pidiendo a Isabel que no dejara pasar a nadie mientras este se encontraba dentro.
—Como ordene, con su permiso. —responde la joven mientras salía de la oficina cerrando la puerta a su espalda.
—Buenos días, señor Jones, qué sorpresa verlo no me lo esperaba, ¿en qué le puedo colaborar? —lo miré sin ninguna expresión, mientras que este simplemente bajaba su mirada.
—Es tan vergonzoso venir a interrumpir su trabajo joven Contreras, pero sé que es el único que me puede ayudar con mi hija y mi esposa.
—Discúlpeme, pero... ¿En qué podría ayudarle yo? No me gustaría discutir con mi esposa o con mi suegra.
—Por favor, escúcheme, es lo único que le puedo pedir, me gustaría que me haga el favor de escucharme.
—Está bien, señor Jones, tome asiento, lo escucharé y si puedo ayudarlo lo haré, pero si no le pediré desde este instante que no vuelva.
—Está bien, comprendo que mi esposa y mi hija me odien, pero yo me fui para protegerlas. Aunque no lo crea después de que mi hija falleció en ese accidente y no supimos de ella, empecé a tener malas amistades; dependencia al alcohol y eso arruinó en parte mi relación, por eso me alejé mientras que solo daba lo necesario para Keyla. Mientras iniciaba un tratamiento, un hombre me amenazo en matarlas, claramente yo no iba a aceptar eso... Por lo que me aleje de ellas y hasta ahora es que me atrevo a acercarme porque aquel sujetó está muerto.
—Es decir, ¿lo amenazaban, señor Gustavo? —le miraba atento, al igual que algo dudoso a decir verdad, pero este hombre lo decía con una seguridad bastante peculiar, además de que me enseño cartas donde estaban las amenazas.
—Por favor, lo único que deseo es poder hablar con mi esposa e hija y poderle explicar esta situación... Usted pasó por algo similar con Keyla, así que sabe lo delicado que son estas situaciones y lo que uno termina haciendo por amor.
—Comprendo lo que usted quiere hacer, señor Jones, pero en que le puedo ayudar yo, es decir, su hija y su esposa son demasiado tercas, dudo que a mí si me hagan caso —negué levemente mirándolo.
—Por favor, yo sé que usted puede, hágame ese favor, me ayudaría demasiado.
—Mire, inténtelo usted primero señor, si no funciona yo les doy un empujoncito para que conversen con usted, pero no le prometo nada.
—Muchas gracias, joven, mi hija en verdad hizo una excelente decisión al elegirlo a usted cómo su esposo.
—Muchas gracias, si me disculpa debo ir a una reunión, supongo que esto es todo, ¿no?
—Sí, en serio, muchas gracias, joven, que tenga buen día, y por favor no le diga a Keyla que le vine a ver...
—aquel hombre se levantó dejándome solo nuevamente en mi oficina, dude un poco, ya que Keyla una vez me dijo que era un experto en mentir, pero de igual forma no diría nada, solo esperaba no tener problemas después de esto.
Camino a la reunión con Gustavo.
—En serio no sé cómo me deje convencer de ti Harold, me parece ridículo que lo vengamos a ver.
—Suegra, así cómo le dije a Keyla, deberían escucharlo para ver qué motivos tuvo, a lo mejor fueron buenos o fueron malos, uno nunca sabe, es mejor no quedarse con la duda.
—Harold, tú por qué no lo conociste, él llevaba un tiempo raro, después paso lo de mi hija mayor que se volvió violento, y al final su desaparición completa, ¿qué quieres que pensemos frente a él? ¿Qué es el mejor padre y esposo de todos?
—Bueno, no lo sé la verdad, pero ya estamos aquí suegra, de igual forma yo entraré con ustedes, no estarán solas —suspiré algo pesado para ver a mi esposa que estaba algo pensativa. Al llegar al restaurante detuve el auto para bajar y abrirles las puertas, un hombre de traje salió a nuestro encuentro, al parecer se sorprendió por mi llegada.
—Joven Contreras no esperaba verlo a usted también el día de hoy, qué sorpresa.
—Si no es con mi esposo, no entraremos con usted.
—Yo no me opongo... La reservación está lista... Adelanté por favor.
—tomé la mano de Keyla para empezar a caminar dentro del lujoso restaurante hasta llegar a la mesa; lamentablemente una llamada me llego que no pude escuchar parte de la conversación, que al volver del baño me encontré con un ambiente bastante tenso a decir verdad.
—Harold... Cariño... ¿Nos podemos ir?
—Si ustedes gustan, yo no me opongo —le mire algo preocupado al ver como ambas mujeres se levantaban algo molestas, pero a la vez se veían tristes; simplemente tomamos marcha de vuelta al auto, no habíamos hecho el pedido aún por suerte pensaba yo, por lo que para hacerles olvidar las lleve a algún restaurante cerca para poder al menos degustar algo de comer antes de regresar a casa.
—Harold, tú que has pasado por amenazas de parte de otras mujeres... ¿Les da demasiado miedo para no decirlo?
—le miré por el retrovisor algo confundido— no le comprendo suegra, de que me está usted hablando.
—Gustavo, él nos dijo que se alejó porque una mujer le había amenazado, por eso se desapareció y no decidió volver, por qué vivía con esa "loca" cómo la tildó para según protegernos —hace las comillas antes de acomodar su cabello.
—¿Eso les dijo? Vaya, no pensé que fuera tan experto en mentir —suspire algo profundo para sentir la mano de mi esposa a la altura de mi pierna a lo que al estacionar en el restaurante le mire.
—¿De qué hablas Harold? —cuestiona la joven para mirarlo a lo que este trago levemente saliva.
—Te diré algo cariño, pero no se enojen conmigo, yo solo quería ayudar...
«¿Por qué tuve que pensar en voz alta? Ahora no podía mentir o sería peor para mí, era momento de comentar lo que había pasado en la oficina, igual de una u otra forma mi esposa se enteraría.»
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