Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 9 «Solamente una palabra»

Jane

Abro los ojos con lentitud y frunzo el ceño cuando miro a mi alrededor. ¿Dónde he visto esta habitación? Intento moverme, pero una punzada en mi espalda me hace aguantar la respiración por unos segundos. El sol se refleja en el espejo y un rayito roza mi mano.

A mi mente llegan los recuerdos poco a poco.

Erick me contaba sobre el avance hecho al intentar localizar las hierbas que trajeron tristeza a la vida de Thiago y Lizzie cuando perdió su bebé. Todos estaban planificando el plan para adentrarnos en Francia en búsqueda del último bandido, cuando Vigo cae muerto al suelo polvoroso. Fuera de la casa de campaña, los gritos de mis hombres me ponen en alarma. William entra como vendaval y me arrastra fuera de allí, mientras Erick quema los planos que teníamos para adentrarnos en Francia.

Los soldados ingleses cayeron sobre nosotros de forma imprevista rompiendo nuestros planes. Algunos caballos corren aterrorizados de un lugar para otro. Los disparos retumban en mis oídos al igual que los gritos de aquellos que corren despavoridos intentando salvar sus vidas. Mi caballo yace muerto junto a los otros dos, por lo que subo con William, y me quedo en la parte de atrás. Gran error. Algo impacta en mi espalda y me arqueo, al mismo tiempo que un grito de dolor desgarra mi garganta. Erick, me mira alarmado e intenta cubrirme, pero otro proyectil le alcanza. Lo último que recuerdo antes de desmayarme es decir el nombre de Edward.

—El traidor va a pagar con sangre este perjurio —murmuro por lo bajo, y un quejido a mi derecha me pone en alerta.

Trago en seco cuando giro mi cabeza. Mi mamá está durmiendo en un sofá. Cubierta por una manta, se remueve un poco. Gimo por lo bajo al ver lo hermosa que sigue a pesar de su edad. No sabía que la extrañaba tanto hasta que la tengo frente a mí. Su sonrisa cálida, sus regaños cuando hacía travesuras, las noches que se desvelaba cuando tenía fiebre.

Los recuerdos de mi niñez comienzan a golpearme como tormenta de invierno y un nudo en mi garganta se forma al instante. Mi vista comienza a nublarse y, por primera vez, me permito llorar.

—¿Jena? —musita adormilada y abre los ojos—. ¡Jena!

Sale de su comodidad lo más rápido que puede y se acerca. Toca mi frente y mis brazos.

—¿Qué pasa, cariño? ¿Por qué lloras? ¿Te duele algo? —Niego con la cabeza. Es imposible decir una sola palabra.

—Te extraño, mamá —susurro entre sollozos y noto como sus ojos grises comienzan a llenarse de lágrimas también.

—Mi niña.

Con suavidad, me abraza, pero no me deja levantarme de la cama.

—No llores, corazón. Puede abrirse la herida en tu espalda y eso es peligroso.

Las lágrimas no se detienen. El dolor punzante comienza a subir por mi espalda, pero no puedo evitar no llorar. Su olor, su calidez, su amor en un simple gesto como un abrazo, me rompió por completo. No sabemos la importancia de las personas en nuestras vidas, hasta que se convierten en simples recuerdos para nosotros. Pensé que nunca más la vería otra vez.

—Te quiero, mamá —añado entre sollozos y ella se aleja un poco.

—No hables como si no nos fuéramos a ver otra vez, ¿comprendes? —Seca el rastro de lágrimas en mis mejillas y mira mi rostro—. Voy en busca del doctor.

—¡No! —exclamo, y le agarro de la muñeca—. Quédate conmigo.

—Créeme, cariño, cuando te digo que no voy a ningún lado. —Su sonrisa se amplía mostrando felicidad, pero el terror se aloja en su rostro cuando mira las sábanas debajo de mí—. La herida se abrió. Regreso ahora. No hagas ningún gesto. No te muevas, no respires. No nada, Jena Camille.

Sale disparada de la habitación y debo respirar profundo. Mi corazón galopa. El dolor se acrecienta con rapidez y una fuerte sensación de algo pesado se aloja en mi pecho, a penas y puedo respirar.

La puerta se abre unos minutos después. Mi madre y el doctor se acercan con rapidez.

—¿Qué está pasando? —insiste mamá, pero la escucho muy lejos.

Mis oídos comienzan a bloquearse y al final no escucho nada. Es como estar bajo el agua, me estoy ahogando. Amelia, Chloe, mi madre, el doctor, todos corren de un lugar para otro denotando terror en sus rostros agotados. Mis ojos intentan seguir sus rápidos movimientos, pero me es imposible. Siento como mi cuerpo comienza a llenarse de sudor mientras la debilidad se abre camino. Los párpados comienzan a pesarme y al mirar el umbral, veo a Lexie llorar angustiada forcejeando en los brazos de su padre.

Ella intenta zafarse de su agarre, pero Edward no la deja. No tengo que escucharla para saber lo que quiere. Antes de ponerse todo negro, veo a Edward sacándola de la habitación mientras los brazos de su niña están estirados hacia mí mientras gesticula con sus labios mi nombre.

Al abrir los ojos, paso la lengua por mis labios resecos. Tengo mucha sed. Intento moverme, pero una punzada me atraviesa con fuerza otra vez. Aguanto la respiración un poco hasta que el dolor va cediendo y respiro con suavidad.

La oscuridad al otro lado de la ventana me dice que la noche ya está sobre nosotros. ¿Qué habrá pasado? Miro a mi alrededor y frunzo el ceño cuando mis ojos recaen en el sofá donde estaba mi mamá anteriormente.

—¿Edward? —susurro por lo bajo, pero parece que no lo suficiente. Dos iris de color negro me miran y cuando intenta levantarse, cae al suelo. Sus piernas se enredaron en la manta—. ¿Estás bien?

Un gemido de dolor llega a mis oídos y aprieto los labios con fuerza para evitar la carcajada que pugna por salir. Primero, porque no quiero su regaño, y segundo, porque reírme puede provocar otro susto.

—¿Estás bien? —insiste, cuando finalmente llega a mí.

—Eso debería preguntarlo yo —digo, en tono de burla, y él pone los ojos en blanco mientras niega con la cabeza—. En serio. ¿Te golpeaste muy fuerte?

—Estoy bien. ¿Necesitas algo?

—Tengo un poco de sed.

Edward se levanta con prontitud y regresa con un vaso de agua. Eleva mi cabeza levemente y doy ligeros sorbos hasta saciarme. Con suavidad, regresa mi cabeza al almohadón y deja el vaso en la mesa cerca de mi cabeza.

—¿Alguna otra petición?

"Pídeme que me quede para no irme jamás. Un abrazo no estaría mal tampoco", pienso para mí, pero al final niego con la cabeza.

—Voy por Lexie. Está ansiosa por verte. —Asiento con la cabeza y observo su silueta mientras camina a la puerta—. Jane...

—¿Sí?

El Duque abre su boca, pero ninguna palabra sale de ella. Sus ojos me miran con cierta inseguridad hasta que finalmente dice:

—Volveré pronto. No hagas travesuras y tampoco remuevas el almohadón debajo de tu columna.

Parpadeo, confundida, y él cierra la puerta. Respiro con profundidad y miro hacia arriba. Una sonrisa se posa en mis labios al reconocer la habitación. Parece mentira que estuve en el mismo lugar por una situación parecida. Debo haber hecho algo mal en mi pasado para que mi vida siempre esté al borde de la muerte. Lo bueno de todo es que tengo la entera confianza que siempre habrá alguien para ayudarme. Ojalá y siempre fuera Edward.

La puerta se abre y mi sonrisa se amplía cuando mis ojos recaen en dos iris azules, pero la tristeza me invade casi al instante. Trago en seco al ver sus ojitos tan hinchados. ¿Cuánto habrá llorado? La culpabilidad cae sobre mí y me entristezco. Es demasiado pequeña para emociones tan fuertes.

—Hola, princesa. —Sorbe su nariz y mira su papá.

—Puedes abrazarla, pero suave. Jane aún está muy delicada.

A penas el padre la deja ir, Lexie corre hasta el borde de la cama. Sus pequeñas manitas están cerradas en puños a ambos lados de su cuerpo. Me observa con detenimiento y se arrodilla bien cerca. Coloca sus manos en la cama y muerde el labio inferior. Respira con profundidad y sorbe su nariz una vez más.

—¿Fuiste valiente como me lo prometiste? —pregunto, con voz grave, y ella asiente—. Bien hecho, princesa.

Saco mi mano hasta agarrar su dedo meñique con el mío, como siempre hemos hecho.

—¿Has cuidado a tu papá en mi ausencia? —Asiente y sonríe levemente—. Esa es mi niña. Dame un abrazo, princesa. Así mi cuerpo sanará más rápido.

Lexie se abalanza contra mí y comienza a llorar. Abro los ojos por el dolor que cruzó mi espalda y respiro con profundidad. Edward se alarma al ver mi rostro, pero elevo mi mano libre para detenerlo. Ya estaba de camino para alejar a Lexie de mí. Niego con la cabeza, y en sus oscuros ojos noto la batalla interna dentro de sí mismo. Se acerca, pero se sienta en el cómodo sofá a mi derecha. Gesticulo un gracias mientras acaricio la espalda de Lexie y él asiente.

Después de casi una hora, la respiración de la pequeña es más lenta y constante a mi izquierda.

—Gracias a Dios se ha quedado dormida —explica el Duque sentado a mi lado encima de la alfombra.

—Lo siento mucho, Edward. No era mi intención...

—No tienes que disculparte, Jane. ¿Te hace daño?

—Aunque estuviera durmiendo sobre mí, nunca te daría queja alguna.

Un silencio extraño, pero al mismo tiempo cómodo, cae sobre nosotros. La luz de la luna ilumina un poco el rostro de Edward. Unas pequeñas bolsas oscuras cuelgan en la parte baja de sus ojos. Su rostro parece extremadamente cansado. Observo cada una de sus facciones y me dejo engullir al final por la oscuridad de su mirada.

—Debes descansar, Edward. —Niega con la cabeza y bufo—. Todo está bien.

—No, Jena McHall, todo no está bien. ¿Sabes cuánto me dolió ver a mi hija llorar por horas porque no despertabas? ¿Sabes lo angustiado que está tu padre y tu madre, ahora que recuperaron a su hija, y casi la pierden? ¿Sabes el calvario que he atravesado estos últimos días porque no sabía si te volvería a ver para decirte lo mucho que...?

Mis latidos se detienen por unos segundos al mismo tiempo que contengo mi respiración.

«Dilo, Edward. Por favor, dilo. Quiero escucharlo solo una vez más. Solamente una palabra basta», pienso, mientras un rayo de esperanza se aloja dentro de mí.

La puerta se abre justamente cuando él iba a continuar. Dios mío, si esto fuera un libro, debe ser escrito por un hombre, porque no es posible que cada vez que tengo una oportunidad, un simple chance, algo o alguien siempre lo arruina.

Nuestras miradas no se separan hasta que el Duque toma a Lexie en sus brazos y cierra la puerta, dejándome a solas con Lizzie.

—Me alegro que hayas despertado —murmura, y se sienta en la alfombra a mi lado—. Estábamos muy preocupados.

—Lo siento —susurro por lo bajo—. ¿Erick está bien? ¿Qué pasó con tu hermano?

—Hemos tenido que encadenar a Erick a la cama —explica, y abro mis ojos por el asombro—. No fue nada fácil. Ha intentado levantarse dos veces para venir a verte y siempre se la abre la herida. Gregory tuvo que desmayarlo. O eso es lo que me contó Amelia. William está bien, pero estoy muy molesta con él. Con ambos. ¿Por qué no me dijiste? ¿Por qué me lo ocultaste todo este tiempo? Mi hermano, Jane. Estamos hablando de mi hermano.

—Él quería mantenerlo en secreto. Will siempre ha sido un chico inteligente.

—¿Desde cuándo se conocen? ¿El día que nos ayudaste en la calle, él ya sabía de ti? ¿Cómo se te ocurre pertenecer a una banda tan peligrosa como esa, Jane? ¿En verdad...?

—Lizzie, basta —intervengo y ella baja la cabeza. Cuando se pone nerviosa, pregunta muy rápido. A penas le da chance a respirar—. Una pregunta a la vez, que después no las recuerdas todas.

Eleva su rostro una vez y sonríe.

—Le debo mi vida a tu hermano. Él me salvó hace más de un año.

—¿Qué?

—Cuando fui secuestrada, tu hermano, Erick y Gregory fueron los que me encontraron.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro