Capítulo 58 «Siempre estuvo ahí»
Jane
Ha pasado una semana desde que Edward fue sacado de la fiesta y el varón Wrigth apresado por intento de abuso, justamente a Michelle Azarrelli.
La fiesta continuó y todos siguieron como si nada hubiera pasado, pero yo no pude. La sonrisa que había planificado y ensayado para esa noche se disipó por completo. Mis padres se dieron cuenta y me fueron alejando de todos hasta una ventana para tomar aire.
La irrupción de Edward me desequilibró por completo. Tenía ganas de llorar y gritar con fuerza. Mi mente clamaba una retirada instantánea, pero ¿qué iba a hacer con mi corazón? Por más que quiera negarlo y evitarlo, le amo. El duque de Netherfield atravesó mi piel y llegó a mis tuétanos.
Debería tomar el consejo de mis padres y salir de Londres una temporada. Nuevos aires me harían bien, pero la incertidumbre me ataca una vez más. Han pasado meses desde ese día, y más de un mes de su supuesta boda. ¿Habrá anulado la suya cuando supo la verdad por medio de Will o porque se dio cuenta que él me...? Niego con la cabeza y elimino esos tontos pensamientos.
Mis ojos recaen en el último pedazo de cera que queda de la vela gris, verde y azul. Mamá dijo que el vendedor le había dicho sobre la anulación de las pesadillas, y al parecer funcionó. Frunzo el ceño. ¿Habrá sido verdad lo que dijo o fue mi subconsciente creyéndolo porque le recordaba los campos de Netherfield? Pesnabada que lo ocurrido on el Regenten las disminuiría, pero me equivoqué.
Mis dedos van a la curiosa figurilla de mi cadena. Michelle me la regaló por mi cumpleaños. Es una nube gris, como si estuviera cargada de rayos, pero una flecha plateada la bordea. Una pieza muy curiosa, pero me recuerda mis tiempos en...
—Muy bien —me reclamo a mí misma en el silencio de la habitación—. No puedo seguir pensando en esa ciudad, ni el campo, ni en el duque de ojos oscuros y labios seductores.
Gimo por lo bajo y me levanto de la cama en dirección a la ventana. Recuesto mi espalda a la pared y me siento para observar la ciudad más allá de los muros de la mansión.
—¿A quién le miento? —Elevo mis piernas y las rodeo con mis brazos—. Extraño el pueblo y todos los recuerdos que tengo de él. —Apoyo mi mentón en las rodillas, pero sin dejar de admirar la ciudad—. La mejor parte de mi vida la pasé ahí. Lexie, los de la mansión, Lizzie, William, su padre, el pequeño Jonas... y el Duque. ¿Qué debo hacer?
Unos golpes en la puerta rompen mis pensamientos y le mando a entrar, pero sin moverme de mi lugar.
—¿Puedo pasar?
—Claro, Michelle, eso no tienes que pedirlo —digo y se sienta frente a mí.
—Ve a buscarlo, Jena.
—¿A qué? —finjo demencia.
—Es a quién.
Niego con la cabeza.
—No —digo al instante y hago una mueca de amargura.
—¿Por qué no, mujer? Ya viste lo que hizo.
—No es suficiente —añado y me recuesto a la pared una vez más.
Su mandíbula se desencaja.
—¿Acaso te volviste loca?
—¿Se puede saber por qué lo defiendes? —insisto.
—Porque lo vi todo desde la ventana. Vi cuando escaló el muro y saltó sobre las ramas de las rosas recién cortadas. —Abro mis ojos con sorpresa y hago gesto de dolor—. Después lo vi correr todo el jardín porque Nick, Klaus y Julius estaban detrás de él... jugando.
—¡Ay, Dios mío!
—Son tus perros. Cuando no conocen a alguien, lo único que piensan es en morderlo y dejarlo sin piel. Imagino que les cayó bien —Eleva las piernas y cruza los pies por el talón a mi lado—, pero no sin dejarlo con un regalito de recuerdo.
Tuve que reír a carcajadas. La primera sincera desde que llegué aquí.
—No puedo creerlo.
—Pues créelo, amiga. El pobre salió ileso porque le dije a una de las muchachas que abriera la puerta de la cocina, o tu querido Duque hubiera sido el juguetico de baba de tus cachorros. Por cierto, Julius le mordió el trasero y se quedó con la tela del pantalón en la boca.
—¡Oh, Dios mío! —digo entre risas.
—Además —Desvía la mirada como si alguien pudiera escucharnos—, él fue quién me salvó anoche.
Mi sonrisa desaparece.
—Espera. ¿La ropa del varón que olía tan... era de Edward?
—Como lo oyes. —Sacude la cabeza y vuelve en sí—. Y no pude evitar darle un vistazo mientras se cambiaba a ese hombre tuyo tan guapo. Quell'uomo è molto...Mi palma se estrella contra mi rostro.
—Michelle, Edward no es mío.
—Smettila di negarlo, ragazza.
—No lo estoy negando, solo te demuestro lo obvio.
—¿Sabes lo que es obvio para mí? Tus ojitos, querida. Esos no engañan. Después de lo ocurrido en la fiesta, te desnivelaste por completo. Cuando cortaste tu pastel, un poco más y deben abrirte la boca a la fuerza para que mostraras los dientes.
Abro y cierro las manos al recordar lo ocurrido.
—Michelle, basta.
— No. Non voglio e non lo farò.—Me levanto con impulso—. ¿Sabes por qué no voy a parar? Porque cada vez que digo Edward —Doy un leve salto en mi lugar—, pasa eso que acabas de hacer. Se te agita tanto el corazón que puedes escucharlo al otro lado del pasillo. Tus ojos adquieren esa agudeza y brillo que conozco desde que éramos niñas traviesas. Tus manos tiemblan porque el simple hecho de haber bailado con él y tenerlo cerca después de tanto tiempo.
—¡Ya basta!
—¡Beh, no ho intenzione di fermarmi! —rebate y se acerca en modo amenazante—. Puedes decirle que no a tu cabeza todo lo que quieras, Jena McHall, pero tu corazón es el que manda en tus acciones. Siempre te has dejado guiar por él porque sabes que siempre haces lo correcto. Aprieto los puños.
—Me lastimó, Michelle. ¿Por qué sigues insistiendo?
—Porque soy tu amiga, Jena, te duele lo que digo porque sabes que es verdad. Sí, es cierto que se equivocó y te dañó de formas impensables porque las palabras se quedan atadas a tu cabeza y las repites una y otra vez hasta el cansancio, pero siempre me dijiste que las acciones lo valen.
Niego con la cabeza y cubro mis oídos con las manos, pero ella las aleja.
—Ese hombre no tenía invitación porque yo misma hice esa lista y su nombre no estaba en ella. Escaló un muro y corrió medio jardín huyendo de tus fieras a pesar de estar herido de una herida de bala. Se te declaró delante de todos sin importarle la humillación pública y echar por el piso su orgullo masculino. Puso su vida en peligro con tal de salvarte en tu propia boda. Prefirió que la bala le atravesara a él. ¿Sabes tú lo que significa ser duque en esta tonta sociedad inglesa donde tienes que ser perfecto para merecer el cargo y hacer una locura como la de tu fiesta? No le importó, Jena, y si él fue capaz de... —deja sus palabras en el aire y niega con la cabeza—. ¿Sabes qué? Haz lo que quieras.
Aprieto los labios en una línea fina y ella se aleja en dirección a la puerta. Antes de llegar a la puerta nos quedamos en un silencio incómodo.
—Mañana parto a Italia. Decide si vas conmigo dejando tu corazón en un pueblito de Yorkshire, o vas a volver con el hombre que amas y a esa mansión que te abrió las puertas aun sabiendo que les mentiste sobre quién eras en realidad. Kate y Murray lo van a entender. Siempre han querido lo mejor para ti.
La puerta se cierra y dejo caer mi cuerpo con peso en la cama. Las palabras de Michelle y Edward rondan mi cabeza una y otra vez.
—Me niego a caer en sus palabras. Solo escaló un muro y... —Sacudo mi cabeza y me levanto.
Una vez cambiada, bajo las escaleras y me encuentro a mamá y mi amiga.
—¿Vas al pueblo? —inquiere mi madre desde el asiento mientras borda.
—Mañana salgo con Michelle para Italia. —Mis ojos recaen en la aludida y veo que ella niega con la cabeza—. Quiero llevarme las velas que compraste. Me ayudaron con las pesadillas.
—Como desees, mi niña.
Un leve asentimiento de ambas y salgo por la puerta. El bullicio del mercado no disipa mi mente. Algunos aún me observan con cierta curiosidad por lo ocurrido en la fiesta, pero yo sigo mi camino preguntando por "Finale", el lugar para comprar velas. Después de varias indicaciones, llego victoriosa al establecimiento, pero para mala suerte está cerrado.
—¿Puedo ayudarle en algo? —pregunta una joven.
—Sí, por favor. ¿A qué hora abren?
—Lo siento mucho, señorita, pero debemos partir mañana a buscar más esencias. —Gimo por lo bajo por la noticia—. Pero si desea alguna vela en específico y está fuera de las cajas, puedo traérsela.
—No recuerdo el nombre. Era de color azul, verde y gris.
—Oh, se refiere a Tangled.
—¿Disculpe?
—Sí. Fue una edición especial de mi padre. Quiso recrear las noches de tormenta cerca del mar y el bosque, con algunos toques creo de bermota para darle sensación de hierva cortada. —Parpadeo perpleja ante la explicación—. Siento informarle que ya no quedan. Una señora se llevó una hace como un mes, y luego vino un joven por el resto de ellas.
—¿Un joven? —pregunto con curiosidad.
—Sí. Muy alto y apuesto. Cabello oscuro y ojos negros como la noche. Dijo que su novia tenía pesadillas en las noches y que esto podría ayu... —La joven se alarma al ver que trastabillo hacia atrás y me agarra por los brazos con delicadeza—. ¿Se encuentra bien? ¿Quiere que vaya por un doctor?
—No, no, tranquila. No quise asustarte. Seguro es por estar expuesta al sol. ¿Sabes el nombre de la persona que compró toda la edición?
—Lo siento. No dijo nombre.
—Muchas... Muchas gracias. Espero que les vaya bien en su viaje.
—El placer es mío, señorita.
Luego de un asentimiento, me alejo de allí confundida.
«¿Habrá sido él?», sacudo mi cabeza para eliminar esa idea. «Tiene que haber sido él. La chica dijo que la señora se llevó solo una vela aromática, pero al ser tan pequeñas, se acababan al instante. Y cuando pedía una, mamá, papá o Michelle me entregaban otra».
Tomo una larga bocanada y sigo mi camino. A mi derecha noto un vestido conocido. Es parecido al de mi cumpleaños. La campanilla suena y la modista curva sus labios en una sonrisa al reconocerme.
—Señorita McHall, que placer verla por aquí.
—El gusto es mío, Madame Bureus. Veo que tiene muchas clientas hoy —comento al ver que varias chicas observan el hermoso vestido color aguamarina y entran varios jóvenes con cajas.
—Todos es gracias a usted, milady.
—¿Yo?
—Sí. ¿Vio ese vestido en la vidriera?
—Es parecido al mío de la fiesta.
—En efecto, pero todas las muchachas lo quieren ahora en rojo. Me alegro mucho que su madre y aquel joven me hicieran cambiar de opinión en cuanto al color.
Aguanto la respiración y cierro la mano izquierda en puño sin que ella lo note.
—¿Un... qué?
—Su madre vino buscando un vestido para su fiesta de cumpleaños, que por cierto, sin importar aquel percance, fue todo un éxito. Ella quería ese vestido, pero no se había decidido. El joven entró y pagó tres veces el precio para que estuviera listo en menos de una semana y en color...
—Rojo burdeos —termino de decir por ella y asiente con efusividad.
—Sinceramente, no me arrepiento después de eso. Me han llegado pedidos desde todas partes de la ciudad. Se lo agradezco mucho, señorita McHall. Usted y ese joven salvaron mi negocio.
—¿Disculpe? Pensé que...
—Todos creían lo mismo, pero lo que vendía ya no me alcanzaba para pagar las cuentas. Ese hermoso vestido cambió todo. Si ve a ese joven tan apuesto, por favor, dele las gracias.
—Lo tendré en cuenta. Tenga un buen día, Madame Bureus.
—Usted también, milady.
Salgo de la tienda y llevo la mano a mi pecho. En mis oídos puedo escuchar los latidos de mi acelerado corazón.
—No puede ser —me digo a mí misma—. No puede ser posible que él...
Sigo mi camino, pero esta vez siento que voy a desfallecer. No es hasta que veo unos hermosos caballos, que logro recomponerme.
—Buenos dí... —El joven mozo me agarra antes de yo caer al suelo—. Becca, ve por agua. La señorita no se siente bien.
—Yo... Yo —El joven me sienta en un lugar seguro debajo de un techo simulado.
—No se preocupe, señorita. Todo está bien.
Una chica, no mayor de 15 años, me entrega un vaso de agua y abanica mi rostro con las manos.
—Está muy pálida —insiste la joven y niego con la cabeza.
—No se preocupen. Estoy bien. Solo un poco fatigada.
—¿Está segura? —pregunta el mozo y asiento—. Puede quedarse el tiempo que necesite.
—Muchas gracias —digo en susurros y la jovencita se va.
Mi cuerpo se relaja y sonrío cuando veo un precioso caballo árabe negro como la noche pateando el polvoroso suelo.
—¿Le gustan los caballos? —pregunta él al ver hacia dónde está dirigida mi mirada.
—Sí, en especial esos que parecen indomables.
—Hace unas semanas fueron comprados ambos caballos. Le di gracias a Dios, porque ya comenzaban a darme problemas.
«Por favor, no me digas que mi padre y un joven también vinieron por el caballo vendido», suplico en mi fuero interno.
—El comprador anterior fue un hombre mayor y un joven.
«Tierra, trágame», pienso, agobiada.
—El caballero joven pagó por ambos animales. Dijo que su yegua estaba muy vieja y que quería probar este. —El joven ríe y niega con lo bajo—. Él comparó a ese caballo con su prometida indomable. Le dejó la hembra al señor y este debe salir hoy.
Trago en seco y miro aquel majestuoso animal.
—¿Sabe el nombre del comprador joven? —Este niega con la cabeza, pero estoy completamente segura que Edward está detrás de todo esto—. ¿Le puso nombre al animal?
—Al macho lo llamó Storm. Explicó que conoció a su prometida en una noche de tormenta. A la verdad, no se quien estaría fuera de casa. Las tormentas enInglaterra pueden ser peligrosas.
—Muchas gracias por ayudarme.
—El placer es mío. ¿Se siente mejor? Puedo acompañarla a casa si lo desea.
—Voy a estar bien. No vivo muy lejos de aquí.
—Tenga un buen día, señorita.
—Igualmente para usted.
Atravieso las puertas de la casa, agarro a Michelle por el brazo y la aparto.
—¿Qué clase de broma es esta? —protesto con los dientes casi apretados—. ¿Dónde conseguiste el colgante?
—En la...
—¡No me mientas, Michelle!
—¿Todo bien? —interviene mi madre preocupada, y mi amiga se zafa con violencia de mi agarre.
—No, mamá. Nada está bien. Pasa que todo fue una farsa.
—¿A qué te refieres, hija? —esta vez habla mi padre al entrar en la sala de estar.
—El caballo, el vestido, las velas aromáticas, el collar. ¡Todo fue obra de Edward! —Los tres parpadean perplejos por mi abrupta reacción—. ¿Por qué no me lo dijeron?
—Lo intentamos, mi niña —interviene mamá—. Te iba a decir cuando llegó el vestido, pero en ese instante entró Michelle con el colgante y después tu padre con la yegua.
—Estabas muy feliz ese día, Jena. No queríamos romper eso —añade Michelle con voz grave.
—¿Por qué me lo ocultaron?
—Porque queríamos evitar el sufrimiento que tienes ahora —interviene papá con ternura—. Era un día especial. Nadie pidió nada de esto. Edward llegó y nos ayudó a todos. Tu madre estaba indecisa con el vestido, yo no sabía que caballo escoger porque todos eran asombrosos y Michelle tomó ese colgante por el color de tus ojos y tu pasado en la banda de los Cola Roja.
—¿Lo sabías? —pregunto hacia ella y resopla.
—Me sentí desplazada cuando ese hombre supo más de ti en pocos meses que yo en toda tu vida. A eso me refería esta mañana, Jena. Sin darte cuenta, te dio un vestido majestuoso, evitó tus pesadillas durante una temporada y te otorgó el placer de montar un caballo nuevo e indomable porque supo que lloraste desconsolada cuando falleció Hiram. Siempre estuvo ahí, tonta testaruda.
—Ese chico no solo intervino en tu boda y dijo que lo intentaría hasta el cansancio, sino que te lo demostró con acciones todo este tiempo, dejándonos a nosotros tomar el protagonismo para que no te sintieras mal. Edward sabía que si te lo daba él, lo ibas a rechazar. Solo quería tu felicidad. Estuvo para ti desde las sombras, cariño —explica mi madre con dulzura.
Sorbo mi nariz y papá seca la lágrima que recorre mi mejilla.
—Queremos lo mejor para ti, mi pequeña. Si quieres regresar a su lado, vamos a comprenderlo. Anhelamos tu felicidad por encima de todo. —Se aleja y me entrega un paquete que estaba sobre la mesa—. Esto llegó para ti. Por la caligrafía, intuyo que es él.
—Mejor vámonos. Hablamos luego los detalles del viaje —indica Michelle y se retira junto a mis padres.
Subo las escaleras hasta mi habitación y lanzo a la cama aquella caja. Doy varias vueltas en la recámaea sin perderla de vista. Muerdo mis uñas con nerviosismo. La incertidumbre de abrirlo o no comienza a carcomerme.
—No pierdo nada, ¿verdad?
Me acerco a la cama y sorbo mi nariz antes de abrir el presente. Cubro mis labios para ahogar un grito cuando remuevo la suave tela gris que cubre el libro "Orgullo y Prejuicio"
—No puedo creerlo —murmuro alucinada—. En verdad consiguió la primera edición.
Al abrirlo, noto un pequeño sobre color crema. Frunzo el ceño, pero dejo el libro a un lado y rompo el sello con la figura del anillo de Edward Kellington. Me acerco a la ventana y comienzo a leer la carta:
Para mi rebelde institutriz:
Como lo prometido es deuda, aquí te dejo el libro que tanto ansiabas y dejamos caer al agua ese día en el lago. Por más insulso que, sea, terminé leyéndolo hasta el final cuando lo encontré. Nunca imaginé que un libro como este me mostrara valores que muchas veces los adultos olvidamos por culpa de las responsabilidades y esta sociedad que nos asfixia con sus insulsas reglas y protocolos.
Me di cuenta que mi hogar no son las paredes de la mansión y mucho menos todas las tierras que poseo, sino aquel lugar o persona que me haga sentir seguro.
La combinación entre el corazón y la mente nos llevarán a cualquier lado. No puedes guiarte solo por uno de ellos o vas a perecer. Dejarnos llevar por las primeras impresiones de una persona es un completo error. A lo mejor la conocimos en un mal día.
Así como el título indica, el orgullo de Jane y los prejuicios de Darcy, los llevaron a esa tensión que me recuerda nuestros encuentros al conocernos, así como pasó entre ellos dos. Los malentendidos, tus locuras, risas y lengua incontrolable siempre han estado entre nosotros y gracias a eso, fue que comencé a amarte.
El golpe más fuerte fue la decepción que me llevé justamente con el oficial y la forma sutil en la que exageró y falsificó su historia. Fui engañado de la manera más cruel, y la única persona lo suficientemente valiente para decírmelo frente a frente fue la que alejé. Me aborrezco por eso. Sé que las palabras no significan nada para ti, pero en el fondo de mi corazón, te pido perdón.
Por ti viví momentos únicos. Estoy hablando desde hacerme reír ese día cuando la condesa estaba empapada con agua de pintura hasta el día en que el bote se giró en el lago. Verte sonreír y ver feliz a mi hija cuando caminabas de forma graciosa es uno de mis mejores recuerdos que no quiero olvidar. Movimientos que podrían desmayar a cualquier mujer casamentera que se respete. ¡Pero qué importa! La felicidad de mi hija y la tuya es lo que me interesa. Y eso también lo aprendí en este libro. La sociedad burguesa en la que vivimos hace lo que sea necesario para que el hombre sea el encargado de controlar todo con tal de tener poder y dinero, obligándonos a mostrar algo que no somos.
El valor del amor entre Elizabeth y su padre me golpeó con mucha fuerza. Todos en la mansión son mis amigos porque casi crecimos juntos, pero tú comenzaste como una institutriz rebelde y alocada que se ganó el corazón de ellos en una semana, y el mío el mismo día que llegaste con mi hija en tus brazos bajo aquella tormenta. A pesar de las malas decisiones que he tomado, ellos han sido mi sostén y tú los empujaste a nunca abandonarme. Estuvieron a mi lado cuando desapareciste y se mantuvieron fieles incluso cuando te fallé a ti y a ellos. Me recordó mucho a Murray, que sin importarle lo que pensara la sociedad, lo primordial siempre será su hija y lo que ella sienta.
Debo tomar una larga bocanada de aire y apretar mis labios con la mano cerrada antes de pasar a la siguiente página. La opresión en mi pecho es insoportable y lágrimas han caído en el papel, demostrando lo comprimido que está mi corazón.
—Vamos, Jane, hasta el final —digo con voz cortada al silencio de la habitación mientras dejo la primera hoja a mi lado y sigo con la segunda.
Cuando creí que todo estaba perdido para mí y mi hija, llegaste tú. Arrasaste con todo a tu paso y dejaste un camino de milagros antes de irte una vez más. Darcy pensó que la chica sería igual a todas por culpa de su orgullo, pero se dio cuenta al final de todo, que ella era lo que necesitaba en su vida. Le mostró algo diferente a lo que él conocía y sin importar la diferencia social, el amor puede encontrarse donde menos lo imaginas.
Afrontar los problemas del pueblo y la ciudad no eran complicado, pero ¿cómo le hago a los problemas del corazón, mi rebelde? Estaba confundido y herido por la pérdida de Alexia, pero me hiciste comprender que no importan las piedras en el camino, sino lo que hagamos con ellas. Gracias a ti, construí un hogar.
Mi mayor regalo dejado por Alexia fue Lexie, pero mi tesoro aumentó cuando tocaste la puerta. Fui tuyo desde esa noche. Mi hija dijo sus primeras palabras. De su boca escuché como me llamó papá. Le enseñaste el verdadero valor de aquello que ella haga y que todo esfuerzo tiene recompensa. Entró a las caballerizas y ahora cabalga sin ayuda encima de Luna. Labraste su camino y sin quererlo, enderezaste el mío.
Perdóname si en algún momento te hice sentir que no eras suficiente. Perdóname por todas esas veces que te fallé. Perdóname por ser terco y no escucharte. Te amo, Jane, y muy tarde comprendí que estaba trayendo a Alexia a la vida a través de ti. Mi egoísmo me cegó por completo e hice que reprimieras tu verdadera personalidad para complacerme, y me sentía bien con eso, pero no sabía el daño que te hacía a ti en el interior. Nunca me perdonaré por eso. Siento no ser el hombre a tu altura, porque en estos momentos ya eres inalcanzable para mí, mi rebelde.
En esta semana después de tu cumpleaños, comprendí que la mejor muestra de amor que puedo ofrecer es darte tu espacio. Espero que, en nuestra próxima vida pueda lograr que te quedes a mi lado. Me enseñaste que siempre podemos ser mejor. Lo aprendí tarde, así que espero arreglar el camino torcido con Lexie. Mi casa, mi familia y mi corazón siempre estarán abiertos para ti. Aunque nunca regreses, siempre seré tuyo y mi corazón te pertenecerá eternamente.
Feliz cumpleaños, Jane. Con amor,
Tu duque bravucón, Edward.
Quell'uomo è molto: Ese hombre es muy... (Traducción del italiano)
Smettila di negarlo, ragazza: Deja de negarlo, mujer (Traducción del italiano)Non voglio e non lo farò: No quiero y no lo haré (Traducción del italiano)¡Beh, no ho intenzione di fermarmi!: No tengo intenciones de parar (Traducción del italiano)
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