Capítulo 54 «Yo me opongo»
Jane
Los rayos del sol rozan mi brazo derecho. Sentada cerca de la ventana, me dejo engullir por el hermoso paisaje a mi alrededor. El otoño en la capital siempre ha sido hermoso. Una de mis temporadas favoritas cuando veníamos de visita. Mis hombros caen y suspiro. Miles de preguntas golpean mi mente. ¿William habrá llegado a tiempo? ¿Cómo estará Lexie? ¿Qué habrá hecho Edward cuando supo la verdad?
Poniendo en riesgo su vida, un niño no mayor de doce años se adentró en palacio y burló los guardias. El temor en su rostro nos puso en alerta. Y al contarme la verdad, el peso en mi pecho desapareció. Yo había tenido razón desde el principio. Quisiera estar feliz, en verdad lo deseo. La boda entre Phillip y yo será hermosa, pero en mi corazón, solo tengo a Edward, y eso me enoja, porque al final del camino, sé que hice bien y nunca le hubiera traicionado de forma tan cruel. Sin embargo, sus palabras me golpearon con tanta fuerza, que salí de allí sin mirar atrás.
—Adelante —contesto al escuchar los golpes en la puerta. Sonrío sin separar los labios cuando veo la cabeza de Lizzie asomar en la puerta—. Te ves hermosa, ¿sabes?
—Oh, cállate —protesta mientras se acerca y la ayudo a sentarse a mi izquierda en la cama—. Siento que voy a rodar por las escaleras si no me agarro bien. Estoy muy gorda.
Niego con la cabeza.
—Vas a ser la mamá más hermosa de todo Londres. —Acaricio su vientre abultado—. ¿Cómo estás? Me preocupé por ti cuando supe que venías en tu condición.
—No me perdería la boda de mi mejor amiga por nada. —Toma mi mano izquierda y sonrío de soslayo—. ¿Preparada?
Suspiro profundamente.
—Pues....
—Está preciosamente triste —contesta con cierta ironía una voz desde la puerta.
—No seas tan dura con ella, Michelle —acota mi amiga con dulzura—. Este debería ser...
—El día más feliz de su vida —termina de decir la italiana y se acerca, señalándome con ambas manos—. Mírala. A dos horas de su boda y ni siquiera ha intentado sentarse en el espejo para pensar en el horrendo peinado que le harán.
—¿Quieres parar de una vez? —protesto.
Las entrañas se me retuercen con cada palabra.
—Claro que no —recalca con ironía—. O al menos hasta que despiertes y te des cuenta del grave error que estás cometiendo.
Bufo cruzando mis brazos.
—Voy a casarme con Phillip. El hombre que soñé toda mi vida —rebato, ganándome una mirada mordaz de Michelle.
—¡Oh, mio Dio, smettila di negarlo, ragazza! —protesta en un excelente italiano y pongo los ojos en blanco.
—No estoy negando nada —espeto, ofuscada. No es la primer conversación o pelea que tengo con la italiana relacionada a este asunto.
—Jena, recapacita. —Se sienta a mi lado en la cama—. Phillip y tú no están hechos el uno para el otro. ¿Sabes por qué? —Masajea mis nudillos con lentitud—. Ambos están enamorados de otra persona. Tú del Duque, ese que no parabas de ofender cuando llegaste y Phillip de una dulce americana. —Paso saliva—. Lo único que están haciendo con sus vidas es condenarla a la futura amargura.
Desvío la mirada.
—Michelle...
—¡Michelle nada, Elizabeth! —interviene de nuevo y Lizzie resopla—. Soy su amiga y me va a escuchar una y otra y otra vez repitiendo lo mismo hasta que se dé cuenta. —La miro—. Vorrei poterti aprire la testa con una mazza per vedere cosa state pensando.
—Michelle, basta —sentencio. Un gruñido suyo llega a mis oídos—. No hay más nada que hacer. ¿Por qué no tienes el vestido que elegí? No me digas que...
—Non parteciperò al matrimonio —añade por lo bajo y se levanta.
—¿Cómo que no vas a asistir? —la imito, perpleja.
Levanta las manos en señal de rendición, alejándose de mí.
—No puedo ver a mis dos mejores amigos hacer esta locura cuando sé que no se aman. —No para de negar con la cabeza y yo la quiero matar—. Uno lo hace por orgullo y otro por olvidar a la persona que está en su cabeza todo el santo día.
Aprieto la mandíbula, le está echando sal a la herida.
—No estoy haciendo esto por orgullo, Michelle —siseo.
Me mira de abajo arriba con una sonrisa irónica.
—Lo de orgullo era para Phillip. —Agita su mano con gracia—. No te estoy pidiendo que perdones a Edward, porque bastante claro me queda que fue un tonto impulsivo lleno de rabia, pero no puedo ni quiero ser testigo de cómo dejas tu corazón hecho trizas a medida que caminas por ese largo pasillo para estar con una persona donde lo único que sientes en estos momentos es amor fraternal.
Ahora es mi turno para negar indeteniblemente, para desviar el tema. Porque una cosa es mi situación amorosa, pero somos amigas. Las amigas no se abandonan.
—¿Cómo puedes hacerme esto? —murmuro.
Cierra los ojos y se da la vuelta.
—Non insistere, per favore.
Oh, no.
—¿Me vas a abandonar? —Tomo su antebrazo—. ¿Justo ahora?
—Jane —interviene Elizabeth, después de estar callada unos minutos—, a mí me duele en el alma la decisión que tomaste. No voy a dejarte sola, pero eso no significa que la idea me agrade. Al contrario, me produce más nauseas que mi propio embarazo. Gracias a ti, estoy casada con el hombre que amo, porque si no lo empujabas, ahora mismo sería la señora florero de cierto conde viejo y baboso. Quiero tu felicidad, amiga mía, pero pienso que este no es el camino correcto.
Unos toques en la puerta interrumpen nuestra charla y mi madre se adentra en la habitación cuando anuncio que entre.
—Mi niña, es hora.
Detrás de ella, se adentran algunas muchachas cargando el hermoso vestido marfil, los zapatos y aditamentos para lucir hermosa en la tarde de hoy. Siete pares de ojos recaen en mí al ver que no hago ningún sonido o gesto. Una fuerte opresión se aloja en mi pecho y mi cabeza comienza a latir con fuerza.
—Dejen el vestido en su lugar y salgan —ordena mi madre al notar la indecisión en mis ojos—. Necesito hablar con mi hija. Elizabeth, Michelle, ustedes pueden quedarse si lo desean.
Un silencio incómodo cae sobre nosotros cuando las jóvenes se retiran de la habitación. Mamá toma mi rostro entre sus manos, un nudo se instala en mi garganta.
—Cariño, no tienes que hacer esto si no es tu deseo. Los reyes van a entender y te aseguro que Phillip...
—Hazlas pasar —interrumpo con decisión. Para atrás nunca—. Diles que también pueden comenzar con mi cabello cuando lo deseen.
Elizabeth cierra los ojos y Michelle niega con la cabeza, sus ojos ardiendo en furia.
—Questa ragazza è stupida. Ti pentirai —murmura Michelle antes de salir de la habitación dando un portazo que nos sobresalta a todas.
Mamá mira atónita la reacción de la italiana y vuelve a concentrar su preocupación en mí.
—Hija mía, sé que has sufrido demasiado, pero...
—Mamá, ya tomé mi decisión. —Ella asiente levemente y se levanta para acercarse a la puerta.
Una hora y media después estoy lista. Un hermoso vestido de seda color marfil se ajusta a mi silueta, estrechándola un poco más. La parte alta muestra un corte clásico en forma de corazón adornada con diamantes que brillan con el mínimo reflejo de luz mientras el encaje poco tupido cubre mis hombros hasta las muñecas. La tela brillante encima de la alta y ancha falda contrasta con las flores que van desde mi cintura en la parte trasera del vestido hasta la larga cola de al menos dos metros. Después de tanto me tiempo, miro mi reflejo y sonrío.
—¿Cómo te sientes? —pregunta mi madre mientras abre el cofre de madera oscura donde se encuentran los pendientes y el bello collar que envió la reina.
—Hermosa, —contesto, y hago una mueca de molestia cuando intento moverme—, pero la falda me dificulta caminar con agilidad.
Sonríe tenuemente, una sonrisa que no le llega a los ojos.
—¿Y tú para qué quieres ir rápido? —inquiere Lizzie, mientras coloca la tiara y el largo velo de tul—. Cuando me casé con Thiago, papá tuvo que agarrarme con fuerza del brazo. Me había quedado estática al verlo con el hermoso traje negro. Si a eso le añadimos que casi termino con el rostro en el piso por la torpeza de mis piernas, ya te podrás hacer una idea.
—Tu boda fue hermosa, Lizzie.
—Parece mentira que casi tenemos un año de casados —comenta ella, mientras se sienta en la cama y pasa la mano por su prominente barriga.
—Lo único que no me gusta de esto es el color marfil —protesta la duquesa y resoplo.
—Mamá, no puedes pensar que todas las chicas se quieren casar de blanco —replico pensando en otro color, otro modelo y otro no...
—¿Y quién dijo blanco? —Frunzo el ceño y escucho como cierra el broche del collar—. Cariño, me dijiste que querías un hermoso vestido rojo y flores en tu cabeza mientras tu largo cabello baila con el viento. ¡Ni siquiera querías casarte en una iglesia!
Un aguijonazo en mi pecho aparece por la mención.
«Cálmate, Jane. Mejor cálmate».
—¿Y tú por qué gritas ahora? —protesto y nuestras miradas chocan en el espejo.
—Porque este no es el camino, hija mía. —Aprieta mis hombros—. Deberías estar desbordando felicidad. Ni siquiera has sonreído desde que llegaste. Sé que la reina tiene un gusto exquisito en lo que moda se refiere, pero dejaste todo a su elección.
—Mamá... —advierto, severa.
Su mirada se vuelve más obstinada.
—Jane, por última vez, no sigas con esto —suplica—. No queremos esto para ti.
—Lo sé, pero esto es lo que quiero —recalco con voz calmada y noto como sus ojos grises me miran con tristeza.
Nos retamos con la mirada por unos segundos.
—Muy bien. La ceremonia casi va a comenzar —interviene Lizzie—. Es mejor que bajemos. El carruaje espera.
La enorme iglesia se levanta imponente frente a nosotros. A su alrededor, muchos vitorean el nombre de Phillip mientras lanzan flores hacia el hermoso carruaje blanco en el que estoy.
La decoración en el exterior es fantástica. Hay botones de lirios en cada uno de los pilares entre el carruaje y las escaleras de la iglesia. La alfombra roja recorre todo el camino desde el altar donde muchos rostros se giran para mí cuando llegamos a las puertas. La melodía del órgano es nuestra señal para adentrarnos en la enorme estancia
—Estás hermosa —murmura papá y palmea mi mano agarrada a su brazo.
—Pues claro que estoy hermosa. Soy hija tuya, ¿no? —contesto por lo bajo y las puertas se cierran detrás de nosotros.
Papá deja escapar una leve sonrisa y algunos de los guardias apostados en el pasillo fruncen el ceño. Carraspea levemente a mi lado para limpiar su garganta y seguir nuestro camino. Me detengo a mitad de pasillo y la música también. Mi padre me aprieta con fuerza cuando siento que voy a caer. El fino tacón se había trabado con la alfombra.
«Ay, Dios mío, que vergüenza», pienso mientras él saca el zapato y seguimos caminando, esta vez con más lentitud.
A mis oídos escucho como algo se rasga y abro los ojos.
«Esto no puede estar pasándome», pienso por lo bajo.
Giro mi rostro y noto que la falda se había enredado con algún clavo fuera de su lugar. La tela se había rajado desde la mitad de la falda hasta abajo en el lado izquierdo.
—¿Será señal divina? —murmura papá cuando regresa a mi lado y seguimos nuestro camino con la música de fondo.
Gimo por lo bajo cuando veo que un niño golpea a uno de los guardias y la lanza de él cae en mi vestido, haciéndole otro corte junto a un sonido estrepitoso. El guardia se disculpa mil veces por el gran infortunio hasta que seguimos nuestro camino. Al llegar a las escaleras, Phillips las desciende apretando los labios, envuelto en un traje oscuro hecho a su medida mientras varias medallas adornan su lado izquierdo. Sus ojos brillan divertidos cuando llega a mi lado.
—¿Problemas con el vestido? —murmura con picardía.
—Demasiado pesado para nuestro gusto —contesta papá con burla—. Sin importar lo que piense el resto de los aquí reunidos, sean felices, muchachos. —Palmea nuestras manos ahora unidas—. Es lo único que les deseo.
Besa mi cabeza y se sienta al lado de mi madre.
—¿Estás segura de esto?
—¿Te estás arrepintiendo, querido príncipe? Nunca te tomé como un cobarde.
—Me ofendes grandemente, querida.
Ambos reímos por lo bajo y subimos hacia el cura. Resoplo por lo bajo cuando mi vestido vuelve a trabarse, esta vez con el borde de las escaleras.
«Estoy a punto de pensar que esto es justicia divina como dijo mi padre», me digo a mí misma.
—¿Podemos comenzar? —inquiere el padre con rostro pétreo y rasgos maduros.
—Deme un momento, por favor —interviene Phillip, mientras saca un puñal.
Las exclamaciones de los allí reunidos no demoran en llegar. El rostro del rey y la reina se desencaja cuando el príncipe raja desde el corte en el lado izquierdo hasta el derecho dejando ver mis zapatos. El padre traga en seco y gotas de sudor comienzan a recorrer su rostro cuando el príncipe regresa a su lugar actuando como si nada hubiera pasado.
—No me gustaba de todas formas. Puede proseguir —incita el futuro rey de Inglaterra y aprieta los labios cuando el pobre hombre comienza su liturgia tartamudeando lo menos que puede.
—¿Te imaginaste algo como esto? —murmura cerca de mi oído.
—Nunca pensé que terminaría con mis piernas expuestas a todos los invitados —añado con sorna—, justamente gracias a la persona con la que voy a unirme en matrimonio.
Noto que suprime una risa.
—Siempre te gustaron las cosas extravagantes. No me digas que cambiaste con los años. —Resoplo en protesta por lo bajo y él sonríe con amplitud.
Una vez terminado al aburrido discurso del padre, el niño de los anillos se acerca a nosotros, pero se queda a dos pasos de Phillip.
—Si alguien se opone a esta unión, hable ahora o calle para siempre.
Las enormes puertas son abiertas y escuchamos a nuestra espalda como alguien grita:
—¡Yo me opongo!
Mi piel se eriza y mi corazón se acelera tortuosamente. «Esa voz». Las murmuraciones comienzan al instante. Mis padres se exaltan ante semejante afrenta y escucho como el rey pregunta en tono mordaz señalando con el dedo a nuestra espalda:
—¿Qué clase de agravio es este, Regente? ¿Por qué te opones a esta unión?
Parpadeo, perpleja, ante la mirada furiosa del Regente, pero mis ojos se desvían a la puerta y chocan con dos iris negros y una ceja partida bien conocida para mí.
«¿Edward?», pienso confundida.
Oh, mio Dio, smettila di negarlo, ragazza: Dios mío, deja de negarlo niña. (Traducción del italiano)
Vorrei poterti aprire la testa con una mazza per vedere cosa state pensando: Ojalá pudiera abrirte la cabeza con un mazo para ver qué estás pensando (Traducción del italiano)
Non parteciperò al matrimonio: No asistiré a la boda (Traducción del italiano)
Non insistere, per favore: No insistas, por favor (Traducción del italiano)
Questa ragazza è stupida. Ti pentirai: Esta chica es estúpida. Te vas a arrepentir (Traducción del italiano)
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