Capítulo 52 «Crueldad»
Jane
Camino de un lado para el otro, intranquila. Los pies me duelen, pero los nervios no me dejan parar. Michelle me observa con escepticismo desde la cama. Disimula leyendo un libro, pero la conozco demasiado bien, y ya comenzó a mover la punta del pie. En tres, dos, uno...
-Como no pares de dar vuelta, voy a lanzarte el libro, y sabes que tengo una puntería envidiable.
-Es que... -Caigo a su lado con peso-. No sé qué pasa conmigo.
-Jena, solo es una invitada más a la boda.
«Créeme que Skyler Rochester no es solo una invitada más a la boda, italiana. Esa chica puede ser la pieza faltante en este complejo rompecabeza. Si mis sospechas son ciertas, el Regente dejaría de ser una amenaza... para siempre», pienso, y doy un respingo en mi lugar cuando escucho las trompetas y el traqueteo de un carruaje de caballos.
-Ya está aquí -anuncia la italiana, y deja el libro en la cama con desgana-. Es tiempo de bajar.
Al llegar al último escalón, mi sonrisa se amplía. Esa espalda ancha es reconocible en todos lados.
-¡William! -exclamo, contenta.
El mayor de los Warner se gira y también sonríe. Nos hundimos en un cálido abrazo, y me mueve de un lado para el otro. No sabía que le extrañaba tanto como ahora.
-¡Cuánto tiempo sin verte! -dice, y me separo.
-Te he extrañado mucho. No sabía que vendrías.
-Solo estoy buscando un lugar para quedarnos el día de tu boda. Me encontré con Erick en el pueblo, y decidí pasar a saludar.
-William, si no quieres que me moleste contigo y con Lizzie, más les vale a ambos quedarse con nosotros.
-No creo que sea prudente, Jena. -Enarco una ceja hacia él, y resopla-. Está bien.
-Jena, querida -interviene Michelle y se coloca a mi lado-, ¿me puedes explicar de dónde sacas a estos hombres tan guapos? Si para encontrarlos en mi camino, debo escapar de casa, debías avisarme. Me hubiera ido contigo sin problema alguno.
Erick resopla, y William sonríe con amplitud. Toma la mano de la italiana y besa el reverso de la mano.
-¿Este joven tiene novia?
-¡Michelle! -le recrimino y Will ríe a carcajadas.
-Le diré a Elijah y Lazlo que ya sé de dónde sacaste tan buen sentido del humor, Jena. Un placer, milady. Mi nombre es William Warner, y soy un hombre sol...
Las palabras del mayor de los Warner se quedan en su garganta y los rostros de todos se giran a la puerta. Phillip se adentra en la estancia seguido de un hombre joven, pero su rostro indica imponencia y rigurosidad. Rasgos marcados y mirada penetrante. A su lado una hermosa chica de cabello rubio y ojos azules recorre el lugar con la mirada con disimulo.
«Es hermosa», pienso al ver su rostro angelical y rasgos nobles.
Pero los ojos de Warner están puestos en la pelirroja que camina a un lado de Skyler Rochester.
-Jena, cariño -interviene Phillip, y sacudo mi cabeza-, te presento a unas amistades. Son invitados especiales a nuestra boda.
Cuadro mis hombros y me acerco con toda la galantería que el vestido me deja. Caín Rochester me repasa de arriba abajo sin el mínimo disimulo cuando me inclino con levedad, y una sonrisa de soslayo llena de malicia se posa en sus labios cuando sus ojos recaen en mi corsé. Es demasiado ajustado y eleva mis pechos de forma excesiva. Este hombre me recuerda tanto al Regente, que quiero abofetearlo. Y si las historias de Phillip son ciertas, quisiera quemarlo en la hoguera por el simple hecho de pegarle a su mujer.
-Hey -Chasqueo los dedos, y este finalmente me mira-. Sus ojos en mi cara. No hay necesidad que mire por debajo de mi cuello.
Por el rabillo del ojo, noto que la pelirroja aprieta los labios, y los ojos de Skyler me miran, divertidos. El señor Rochester limpia su garganta con un leve carraspeo y estira las solapas de su chaqueta.
-Al parecer las mujeres inglesas no saben respetar la autoridad de un hombre -añade el invitado, con voz grave.
-Una cosa es autoridad y otra muy diferente imponencia injustificada. El respeto se gana, señor Rochester -rebato, y enarco una ceja.
La tensión desciende sobre nosotros al instante. Una batalla campal de miradas surge entre el azul de los ojos de Caín y el gris de mis iris. No me gustan los hombres que usan su fuerza para lastimar al más débil. Mi padre me enseñó desde pequeña a no dejarme intimidar. Este hombre es al menos tres cabezas por encima de la mía, pero pegarle a una mujer lo hace tan cobarde e inferior como cualquier perro callejero.
-Señor Rochester, mi padre desea verlo -interviene Phillip, pero la tensión entre nosotros no desaparece-. Sus pertenencias serán trasladadas a su habitación. Mi prometida puede guiar el camino de su esposa y la dama de compañía. Ambas están en excelentes manos.
Caín se aleja con el príncipe, pero no sin antes retarlo con la mirada una vez más.
-Creo que este es el momento donde diriges a las señoritas a su habitación, Jane -murmura William en mi oído y sacudo mi cabeza.
-Pido perdón -musito, apenada-. Erick, William...
-Vamos detrás de ti con los baúles -finaliza mi amigo, y mira de soslayo a la italiana antes de salir, acompañando de William.
El mayor de los Warner casi choca con un guardia por no alejar su cara de la pelirroja. Niego con la cabeza ante su extraña torpeza, y me enfoco en las invitadas.
-¿Un largo viaje?
-Más del que estamos acostumbradas -contesta la señora Rochester en tono dulce y cordial.
-Síganme, por favor -anuncia Michelle, y las cuatro nos dirigimos a las habitaciones pertinentes.
La plática es bastante amena. Charlie, la dama de compañía, tiene un sentido del humor envidiable. Sus ojos verdes anuncian la picardía y ese sentido aventurero. Michelle no ha parado de reír a carcajadas. De países distintos y es como si se conocieran de toda la vida. Su cabello rojizo hace un perfecto contraste con su piel pálida, pero lo más impresionante es la seguridad detrás de sus palabras. Si la dejas, Charlie puede ser peligrosa. Esa lengua viperina es tan letal como la mía o la de la italiana.
Skyler Rochester es más tímida y de carácter dócil. Desborda tanta ternura y bondad que dan ganas de encerrarla en una cajita de cristal para que nadie le haga daño. Sus ojos azules miran con curiosidad a través de la ventana de su habitación hacia los establos reales. Sus finos labios se amplían en una sonrisa cuando escucha el relincho de Hiram.
-¿Le gustan los caballos? -musito, al ver el brillo en sus ojos.
-Nunca he tenido el placer de tocar o montar uno -susurra, y frunzo el ceño. Me observa por un instante y el terror se posa en sus ojos azules-. Perdón. No era mi intención molestarla.
-¿Qué? Claro que no. ¿Por qué estaría molesta? Solo le hice una pregunta.
Aprieto su hombro con suavidad, y ella hace un gesto de dolor.
-¿Todo anda bien? -interviene Charlie, la dama de compañía.
-Cierra la puerta -ordeno, y la pelirroja frunce el ceño-. Michelle, has lo que digo.
La italiana se levanta con premura, y cierra la puerta con seguro.
-¿Qué está pasando? -insiste la dama de compañía, y aprieto una vez más su hombro, pero ahora con más fuerza. El gemido de dolor de Skyler me rompe por dentro.
-Quítese el vestido, señora Rochester.
Sus ojos azules se cristalizan por las lágrimas. Aprieta sus labios en una línea fina y estruja sus dedos con la falda con nerviosismo. Creo que mis oídos me engañan, porque creo haber escuchado un sollozo de su parte.
-Señora Rochester, no me gusta repetir las cosas dos veces. Por favor, desvístase.
Con ayuda de Charlie, las capas de ropa de Skyler van desapareciendo con lentitud. Michelle cubre su boca, ahogando el grito al ver las marcas rojas, amarillas y verdes en el cuerpo pálido de Skyler. El de su hombro es el más reciente, y aún sigue en rojo vivo. La impotencia y la rabia comienzan a recorrer mi cuerpo. Tiene hematomas en lugares específicos de su cuerpo. Lugares que deben cubrirse de forma obligatoria con ropa.
-É infelice. Lo ucciderò -musita la italiana, con los dientes apretados.
-No si yo llego primero, Michelle -declaro, en dirección a la italiana.
-Por favor, no le diga a nadie -suplica la noble americana, entre sollozos.
Charlie desvía la mirada hacia la ventana y cierra sus manos con fuerza.
-Señora Rochester, necesito hacerle algunas preguntas. Necesito que sea sincera conmigo. ¿Es posible? -Su mentón tiembla, pero asiente-. Michelle, pídele a Erick y William que saquen las cosas de la señora Rochester de su habitación. Ella es mi invitada y dormirá junto a nosotras.
-Pero mi esposo...
-Caín Rochester estará muy entretenido en estos días -comento-. No se preocupe. Mientras esté bajo techo inglés, su esposo no le pondrá una mano encima.
Unos toques en la puerta interrumpen la conversación. El silencio es respuesta suficiente, pero la insistencia detrás del toque es preocupante. Me acerco a la puerta, sin abrirla demasiado. Skyler es ayudada por Charlie y Michelle a vestirme una vez más.
-¿Quién es?
-Es Hiram. -Abro mis ojos ante la voz quebrada de Erik, y me reúno con él en el pasillo. Sus ojos verdes indican lo peor.
-No.
Corro escaleras abajo, y casi tropiezo con la falda del vestido. El aire no llega a mis pulmones y mi corazón se paraliza al llegar a las caballerizas y ver mi caballo en el suelo.
-No, no, no -musito con voz quebrada, al acercarme a su lado. El brillo de sus ojos ha desaparecido y su fuerte corazón ha dejado de latir.
Caigo de rodillas y mis gritos desgarran mi garganta. El dolor es tanto, que no cabe dentro de mi pecho. Abrazo mi caballo por el cuello, sin dejar de llorar. El nudo en mi garganta aumenta con cada segundo que pasa. Las lágrimas empapan mis mejillas y siento que el alma es rasgada en tiras finas con navajas. Intentan separarme de cuerpo inerte de mi fiel compañero, pero los alejo con fuerza y amenazo a todo aquel que intenta acercarse. No puedo creer que se haya ido para siempre.
Phillip me acerca a su cuerpo, y por más que lo empujo y le golpeo, él no se aleja. Sabe lo que ese animal significaba para mí. Hiram era el ejemplo viviente que las cosas imperfectas a veces son creadas para algo mucho más grande y magnífico de lo que pensamos. Cuidé a este caballo desde que era un potro. Era uno entre miles, y aun así su mirada me cautivó en el mercado.
En algún momento, mi cuerpo es elevado y escondo mi rostro en el pecho del príncipe. Se adentra en mi habitación y me deja sobre la mullida cama. Se recuesta a mi lado y me atrae a su pecho. Sin importar las visitas y eventos planeados para hoy en la tarde y la noche, Phillip no me abandona. Su camisa está empapada con mis lágrimas, pero eso no lo aparta. Al contrario. Me atrae más a su pecho, y pasa la mano por mi espalda, intentando tranquilizarme hasta quedarme dormida por completo.
Intento abrir los ojos, pero arden demasiado. Mi cabeza sube y baja y, siento la respiración lenta de alguien. Con lentitud, giro mi cabeza y sonrío. El príncipe aún sigue aquí. Intento alejarme de él con delicadeza elevando mi mano de su pecho, pero este retiene mi mano.
-La única forma en que te levantes de esta cama es porque ya pararás de llorar -musita, aún con los ojos cerrados.
-¿Y qué pasa si sigo llorando?
-Te amarraré a mi cuerpo hasta que saques toda la tristeza. No me gusta verte llorar. Sabes que esa siempre ha sido mi debilidad contigo, Jena.
-¿Qué pasa con tus padres?
-Ellos saben que estás muy delicada emocionalmente, y ser el príncipe de Inglaterra trae beneficios. -Sus ojos se abren, finalmente, y chocan con los míos-. Lo siento mucho, Jena.
Mi mentón tiembla y sorbo mi nariz. Recordar que no volveré a ver a mi caballo me sobrepasa.
-Yo... Yo...
Phillip me atrae más a su pecho, y dejo salir las lágrimas. He visto personas morir delante de mis ojos. He matado algunos en el camino. El único pecado de Hiram fue ser mi fiel caballo, indomable y libre. Me recuerda tanto a mí que duele.
Una vez más calmada, me alejo de él. Ambos nos acercamos a la ventana de mi habitación y suspiro. La noche ya está sobre nuestras cabezas. Unos toques en la puerta rompen el silencio entre nosotros. Phillip abre la puerta, y a la habitación entran Erick y William. Los ojos de ambos indican muy malas noticias.
-¿Qué pasó? -inquiero, con premura.
-La muerte de Hiram no fue casual -comenta William.
-¿Qué estás queriendo decir? -interviene Phillip.
-Caira también falleció. -Cierro mis manos en puños por la respuesta de Erick-. Alguien envenenó el agua de Hiram y esta se conecta con la Caira.
-Jane...
-Mataron a mi caballo y a la favorita de Phillips. Esa yegua estaba embarazada de poco tiempo, Erick, así que no me digas que me controle o que tenga paciencia -ordeno, con los dientes apretados-. Encuentren a quien esté detrás de esto y tráiganlo a mí. Le sacaré la verdad, aunque sea despedazando su cuerpo pieza por pieza.
-Jane, no creo que...
-Erick, las personas en este pueblo conocen a Jena McHall, pero de oídas al Capitán Sangriento. Algunas personas insisten en sacar lo peor de mí, por más que intento evitarlo.
-Los aulladores ya están al tanto -contesta William, y asiento-. Lo encontraremos.
-Lo sé. Háganlo antes que yo, o no dejaré ni los huesos para las aves carroñeras.
E oltre ad essere bello è anche un gentiluomo: Y además de guapo también es un caballero (Traducción del italiano)
É infelice. Lo ucciderò: Es un infeliz. Lo mataré (Traducción del italiano)
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