Capítulo 36 «Cena divertida»
Edward
—¿Todo bien? —pregunta Chloe cuando se acerca a mí.
—No te voy a mentir. Últimamente me he sentido extraño.
—Edward, has pasado mucho. Todos hemos atravesado situaciones complicadas en los últimos meses.
Suspiro profundamente.
—Lo sé, pero siento que ya no es lo mismo de antes.
—Porque es la verdad. Thiago se casó con una adorable jovencita. Amelia tuvo un horrible y desafortunado episodio, pero eso no quitó que Willmort cayera en sus redes y fuera capaz de dejarlo todo por ella. Lexie ríe, monta a caballo y habla como la niña adorable que es. Y tú, mi muchacho —Coloca mi rostro entre sus manos avejentadas—, sonreíste después de tanto tiempo y te diste la oportunidad de amar otra vez. Todos hemos cambiado y crecido, en lo que se puede.
—Gracias, Chloe. —Palmea mis mejillas y da un paso atrás.
—No demores. La cena está casi lista. —dice y frunzo el ceño.
—¿Quién está atendiendo la cocina si estás aquí? —Sus ojos se abren con asombro como si hubiera hablado de más.
—Esto... Mejor me voy.
—Chloe —le reprendo, pero ella ya está atravesando la puerta del despacho, dejándome confundido.
Bajo los escalones unos minutos después y parpadeo perplejo cuando veo la mesa del comedor iluminada por velas aromáticas. Toda la superficie está cubierta por comida, bebidas y algunos pastelillos que Jane trajo de la ciudad en la tarde.
—¿Qué es todo...? —Las palabras quedan en mi garganta cuando la veo cerca de la ventana.
Jane está usando el vestido que le compré. Su cabello castaño oscuro está recogido en un sencillo, pero elaborado peinado, y por su rostro caen algunos flequillos a los lados. Sus ojos grises me miran emocionados y yo trago en seco cuando sus labios se curvan en una tímida sonrisa.
—Te ves hermosa —halago.
Sus mejillas se tornan rosadas y camino hacia ella.
—¿Te gustó la sorpresa?
Me acerco sin dejar de mirar la tormenta en calma de sus ojos.
—A mí me gustas tú.
—¡Edward! —protesta, pero ríe por lo bajo.
Coloco un mechón detrás de su oreja, y el tacto de mi dedo pulgar haciendo círculos en su mejilla, hace que la institutriz cierre los ojos.
—Mis padres me enseñaron a nunca mentir —murmuro cerca de sus labios con un carmín tentador.
—Es hora de cenar —dice con sutileza, pero me quedo embelesado con el movimiento de sus labios.
Por el rabillo del ojo, noto la presencia de Lexie, así que me alejo de la aurora hipnotizante de la institutriz y cargo a mi hija en brazos.
—¿Lista para comer? —Los tirabuzones rubios golpean mi mano cuando ella asiente y sonríe.
Nos acercamos a la mesa y dejo a Lexie en el suelo para apartar la silla y que ella se siente. Hago lo mismo con la institutriz y ella asiente antes de tomar su lugar. Chloe se adentra en la estancia, pero Jane la detiene levantando la mano.
—Yo me encargo, Chloe. Puedes retirarte a descansar.
—¿Estás segura? No puedes hacer la cena y también recoger todo—insiste la cocinera y Jane asiente—. Está bien. Como desees. Disfruten de la cena.
—¿Qué fue todo eso? ¿Tú cocinaste todo?
—Solo algunos platillos. Chloe no me dejaba tocar ni siquiera una sartén, así que le amenacé y me dejó hacer algunas recetas. —Parpadeo perplejo ante sus palabras.
—¿Cuáles hiciste? —pregunta Lexie.
—La salsa de champiñones y la carne asada. Me parece que es conejo.
Hago una mueca de asco, así como Lexie. Ninguno de los dos como ese tipo de carne. Imagino que Jane nota nuestro gesto, porque pregunta:
—¿Qué ocurre?
Mi hija y yo nos miramos al unísono. Yo trago en seco y su mirada azul se vuelve recriminatoria. Mentalmente me está diciendo que coma sin rechistar.
—Pues es hora de comer —anuncia y los labios de la institutriz se curvan en una sonrisa.
La cena es bastante amena y desastrosa al mismo tiempo. Las terrinas estaban saladas y el caldo tenía exceso de especias, por lo que el sabor era bastante fuerte al paladar. Tuve que rellenar varias veces mi copa con agua. Lexie sonríe sin parar y yo trago en seco para no hacerle un desaire a Jane. Creo que será cuestión de adaptación.
«Lo hizo con amor y cariño. No puedo ponerle mala cara o decir algo que la hiera. Pero definitivamente, la cocina no es una de sus habilidades», pienso.
El momento de la verdad llega cuando la institutriz coloca un pedazo de carne en mi plato y en el de Lexie. Los azules de mi hija me miran con recriminación. Inhalo y exhalo antes de probar el primer pedazo de carne. Una grata sorpresa me llevo al ver la perfecta cocción y la suavidad de la carne. Por la expresión de mi hija, piensa como yo.
Seguimos platicando al terminar por completo la carne y el postre, un delicioso pastel de chocolate.
—Muchas gracias por la cena, Jane.
—Nada que agradecer, pero no pienso poner un dedo en esa cocina en lo que queda de vida —comenta y los tres reímos—. Perdón por el desastre.
—¡Pero si estaba delicioso! —insiste mi hija, y aprieta los labios.
—¿Qué ocurre, Lexie? —Los ojos azules de mi hija se desvían a mí ante la pregunta de la institutriz.
—No quería decírtelo, pero...
—Ustedes no comen conejo.
Ambos abrimos los ojos con asombro. Ella sonríe y niega con la cabeza.
—¿Lo sabías? —murmuro y ella asiente.
—¿Por qué no dijeron nada? —pregunta la institutriz y Lexie baja la cabeza.
—No quería ser descortés —contesta mi hija por lo bajo—. Pusiste tanto empeño que me daba pena negarlo.
—¿Y aun así ambos lo comieron? No puedo con ustedes. Gracias a Dios, el cordero me quedó bien o Chloe me mata.
—Espera. ¿Acabas de decir cordero? —inquiero y parpadeo.
—Pero creí que...
—Chloe me dijo que a ustedes no les agradaba esa carne. Solo quería jugarles una broma. —Mi hija deja escapar un suspiro y yo me recuesto a la silla, aliviado—. Así que no se preocupen. Sé que Lexie es alérgica a los mariscos y Edward a las nueces, por lo que intenté que nada de eso estuviera en el menú de esta noche. No quería que pasara lo mismo del picnic.
Le gesticulo un gracias y ella asiente.
—Lexie, ¿quieres mostrarle a tu papá lo que has aprendido en el piano?
—Claro.
Los tres nos levantamos y al comedor entra Chloe con el resto. Jane resopla, pero sabe que a terca, nadie le gana a la cocinera.
Lexie se sienta en la banqueta frente al piano y comienza a tocar un vals. Parpadeo al ver como sus manos se mueven con agilidad sobre las teclas blancas y negras.
—¿Lo sabe de memoria?
—Ha estado estudiando duro durante los últimos días —cuchichea la institutriz mientras la melodía nos envuelve—. Siente que quiere demostrarte que ella puede hacerlo. Incluso la escogió por sí misma. Yo no tuve que enseñarle.
—¿Me concede este baile?
—Por supuesto, Su Excelencia. —Frunzo el ceño y ella sonríe por lo bajo—. Vamos a bailar, Edward.
Lexie toca para nosotros cerca de tres obras de piano. Todas de forma excelente. Después intercambiamos. Mientras bailo con Lexie, Jane toca dos obras alegres. Los tres terminamos riendo a carcajadas cuando intenté tocar el piano forte. Había perdido la práctica por completo. Sus carcajadas hinchan mi pecho de felicidad.
—¿Puedo ir a dormir ya? —murmura Lexie entre bostezos y la atraigo a mi pecho.
—Claro que sí, cariño —acepta la institutriz y besa la cabeza de mi hija—. Buenas noches. Descansa.
Tomo a mi hija en los brazos y la llevo a la habitación, no sin antes darle un corto beso en los labios a la institutriz.
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