Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 26 «Olor a bosque»

Edward

Un grito de terror me despierta por completo y termino cayéndome de la cama por la sábana enredada en mis piernas.

—Jane.

Me cubro con lo primero que veo y salgo de la habitación hacia la de ella. La puerta está medio abierta, así que entro sin pensarlo dos veces. Kate llora en los brazos de Murray al ver el sufrimiento de su hija. Erick y William tienen agarrado sus brazos, mientras Lizzie y Amelia sus piernas.

—¿Otra pesadilla? —inquiero, acercándome con desespero sin saber qué hacer.

La tristeza me embarga cuando veo su cuerpo retorcerse. Cierro mis manos en puños por culpa de sus gritos de dolor.

—Se estaba haciendo daño —explica su amiga con voz quebrada—, pero creo que sostenerla empeoró todo.

—Abran la ventana —ordeno.

Erick la deja ir y abre las ventanas. Yo ocupo su lugar y elevo el cuerpo de Jane para sacudirlo. El doctor dijo que hacer esto cuando está dentro de una pesadilla es peligroso, pero no soporto verla sufrir y llorar de esta forma. Lo sacudo levemente y sus ojos grises se abren.

Sin importar que su camisola está sudada, paso la mano por su espalda y la atraigo hacia mí jurándole que nadie más le haría daño. Mis ojos se abren cuando veo a Lexie en la puerta. Ella da un paso, y niego con la cabeza. Aprieta su labio inferior y regresa al pasillo, pero sin quitarnos la vista.

Murray saca a su desamparada esposa de la habitación. Amelia se lleva a mi hija, pero esta mira hacia atrás. Sus ojos azules piden que la deje junto a nosotros, pero no quiero que vea a Jane en este estado tan lamentable. Lexie ama todo de su institutriz, pero aún no ha visto lo vulnerable que es, así que prefiero mantenerlo en secreto.

Lizzie y su hermano se retiran, pero el mejor amigo de Jane, no se mueve de la ventana.

—No puedo verla así. Es casi inhumano —murmura él, una vez que la institutriz se queda dormida en mis muslos, mientras paso la mano por su cabello.

—Yo tampoco, Erick. Nadie debería pasar por esto.

—Cuando encontremos al último de ellos, juro que pagará con sangre a penas sepamos quién los contrató. —Erick se sienta en el suelo, recostando la espalda a la cama—. Muy buena idea abrir la ventana. ¿Cómo lo supiste?

—Recuerdo que me dijiste sobre sus pesadillas, y que cuando único descansaba era si dormía cerca del bosque o de la mansión.

—Yo pensando que te pondrías todo cariñoso diciendo que tu cercanía era la cura a sus pesadillas.

—Ya desearía serlo, Erick, pero estamos hablando de Jane. Puedo ofrecerle mi ayuda y todo el cariño que se merece, pero curar el alma solo depende de ella. Sé que lo hará porque es fuerte, tanto físico como de espíritu.

—¿Puedes quedarte con ella esta noche?

—No pensaba salir de la habitación hasta el amanecer. —Su mirada se carga de reprimendas—. No va a pasar nada.

—Uno de mis muchachos me dijo lo que pasó desde que se bajaron en el parque hasta el incidente de Amelia.

El calor sube a mi rostro por la vergüenza.

—¿Te contó todo? —digo a última palabra con cierta duda.

—Sí, Edward.

—Erick, nunca le haría algo que ella no desee, mucho menos herirla.

—Más te vale, o volveré en sueños y te haré cosquillas en los pies con plumas. —Parpadeo, perplejo y él cubre su boca por la carcajada mientras sale de la habitación.

Niego con la cabeza y me concentro en la respiración lenta de Jane. Daría lo que fuera para quitarle esos recuerdos.

A la mañana siguiente, el doctor llega para revisar a Jane. Debo apretar los labios cuando comienza a protestarle.

—¡Un día, jovencita! Un día fue suficiente para que hicieras una locura.

—Pero...

—¡Pero nada, Jane! —interviene una vez más y ella resopla—. Tu recuperación ha sido muy delicada. Llegaron como locos y no pude negarme cuando escuché que tenías dolor y no pasaste una buena noche. ¿Por qué no me escuchas, muchacha?

—Ya le prometí que no lo haré otra vez —insiste ella, y el doctor aprieta el puente de su nariz con los dedos.

—Tu madre va a quedarse sin cabello, y yo sin corazón por la tensión alta —finaliza el doctor y cae en el asiento detrás de el con peso.

—Me encargaré que no la institutriz no haga otra locura —intervengo y el doctor pone los ojos en blanco.

—Edward, querido, sin ganas de ofender, pero tú eres peor que la institutriz cuando se trata justamente de ella —me recrimina y aprieto los labios.

El doctor niega con la cabeza y deja escapar un suspiro.

—Se lo prometo, doctor. No más locura de parte de mi parte —comenta la institutriz, pero sus ojos grises revelan que más travesuras vienen de camino.

el doctor se levanta y le tiendo la mano.

—Un pez. Sí, claro —murmura con ironía antes de salir de la sala de estar.

—¿Cómo te sientes?

—Gracias por ayudarme anoche —La última palabra la dice con voz quebrada y su mentón comienza a temblar—. Edward. yo...

—No tienes nada de qué avergonzarte, Jane —intervengo, mientras me arrodillo frente a ella.

Paso mi mano por el rostro y ella cierra sus ojos. Trago en seco al ver una lágrima recorriendo su mejilla y la seco con el dorso de la mano.

—No tienes que...

—No, por favor —digo, colocando un dedo en sus labios—. Hago esto porque te amo. Daría lo que fuera para eliminar esos malos recuerdos. Lo único que puedo hacer es estar ahí cuando lo necesites. En los momentos felices, cualquiera puede estar.

—Gracias —murmura, con voz quebrada.

Un silencio cómodo cae sobre nosotros. Su mirada gris cristalizada me rompe el corazón. Acaricio sus mejillas y ella cierra los ojos a mi tacto, inclinado su cabeza hacia mi mano. Un carraspeo nos hace saltar y termino sentado en el suelo.

—Esto llegó para ustedes —anuncia Tom, con una mirada traviesa y labios semi curvados hacia arriba.

—¿Quién es? —pregunta Jane cuando Tom se acerca y e entrega el sobre color crema—. Por la letra debe ser la condesa Victoria.

—Nos invita a un baile en su casa —explico una vez leída la nota.

Los rasgos de la institutriz cambian radicalmente, así como los de Tom.

—Explica que Rose está fuera de la ciudad, Jane.

—¿De verdad? —preguntan los dos al unísono, como si no se lo creyera.

—Lo dice bien claro. "Dile a mi querida Jane que no debe preocuparse por mi pupila. En estos momentos se encuentra fuera de la ciudad. Así puede disfrutar de una velada cómoda" —finalizo por leerle y la institutriz me quita la nota para leerla una vez más.

—Vaya. No creí que la condesa fuera tan condescendiente —murmura Tom, sorprendido.

—¿Deseas ir? —pregunto, y le doy un pequeño apretón en la rodilla de la institutriz.

—Si la insopor... perdón. Si la pupila no está, no veo ningún problema en negarle la invitación a la condesa —declara Jane, frunce el ceño—. ¿Llegó algo para Lexie?

—Lo siento mucho. La condesa envió para ustedes, así como Thiago y Lizzie.

—No creo que Lexie le guste mucho estos tipos de eventos —aclaro, y suspiro—. Va a ser un problema cuando deba presentarla en la sociedad.

—¿Y por qué deberías preocuparte por eso? Ella es hermosa, amigable y tiene la gracia de su madre.

—¿Perdón? —protesto, ofendido, ante las palabras de la institutriz—. Si no conociste a Alexia, ¿por qué dices que Lexie heredó su elegancia?

—Aquí vamos otra vez —comenta Tom, divertido—. Mejor me retiro.

Parpadeo perplejo. Cuando la puerta se cierra y Jane sonríe.

—Amor, no te molestes con lo que voy a decirte, pero eres... eres...

—¿Soy qué? —Me levanto y coloco las manos en mi cintura—. Soy duque, guapo, rico, y caballeroso.

—Eso te hace irritable, ¿sabías? —Pellizco el puente de mi nariz con los dedos—. Vamos a ser sinceros, amor. Desde que nos conocimos siempre fuiste malhumorado y le gritabas a todo el mundo.

—Hace un año de eso —espeto elevando las manos hacia arriba y ella enarca una ceja—. Lo volví a hacer, ¿verdad?

Ella ríe entre dientes y niego con la cabeza.

—Soy un desastre.

—Corrección —aclara ella con rapidez y sonríe—. Yo, Jena McHall, soy un desastre ambulante.

—Mi desastre favorito —digo, embelesado por su sonrisa y me arrodillo frente a ella —. Entonces, ¿lista para una fiesta? Va a ser de disfraces.

—Claro que sí. No puedo negarme si puedo bailar y...

—Un momento ahí. No puedes bailar.

—¿Qué? ¿Por qué no?

—Jane, debes cuidarte y...

—Ah, no, de eso nada. Si voy a una fiesta y salir de estas cuatro paredes, es para divertirme un poco. —Cruza los brazos en su pecho y resoplo—. ¿Estás hablando en serio? ¿Qué sentido tiene si...?

—Está bien, pero debes prometerme por completo tu tarjeta de bailes. —Su sonrisa se amplía.

—Sabes que con eso pueden comenzar a hablar sobre ti, ¿verdad?

—Jane, en estos momentos no me importa nada de lo que...

—Amor, estamos dentro de una sociedad donde la imagen es muy importante y no quiero arrebatarte el respeto que sienten otros por ti. No es justo. Te prometo diez bailes.

—Quince.

—Doce, y es mi última oferta.

Pienso por unos segundos sus palabras, y termino asintiendo. Ella tiene razón.

—Trato hecho —finalizo, y le doy un corto beso en los labios—. ¿Quieres un nuevo vestido?

—Pero si tengo muchos que no he usado desde hace más de un año

—Llevan mucho tiempo guardados. Por lo que deben oler mal. Le diré a Thiago que te lleve a la ciudad. —Me elevo sobre mis piernas e inclino mi cuerpo hasta casi quedar a su altura.

—Prometo escoger uno perfecto y me vea lo más bonita posible. —Rozo nuestras narices.

—Para mí, ya eres hermosa, sin importar lo que uses.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro